Pero, ¿de qué estamos hablando exactamente? El Joven Papa es, superficialmente, la historia de Pío XIII, un Papa ultraconservador, cercano al oscurantismo y muy amado por los creyentes, especialmente por los pobres. También es el retrato de un hombre, ese joven pontífice, intentando encajar en un puesto en el que las conspiraciones y las trampas están a la orden del día.
Preparando la llegada del Papa
Pasemos a glosar a continuación los principales abordajes que los críticos han desplegado desde la finalización de la serie (de la que se sospecha una segunda temporada).
El freno fundamentalista llega a la Iglesia Católica…
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Es la noticia menos conocida por todos los americanos (los del norte, los del centro y los del sur): el Papa es americano, pero no es un argentino entrado en años ni se le conoce como Francisco ni como Jorge Bergoglio… no, se llama Lenny Belardo, es norteamericano y asumió el reinado con el nombre de Pío XIII a la insospechada edad de 47 años… Los europeos ya lo saben, específicamente desde octubre de 2016. Este comienzo, “irreverente” para algunos, trata de acompañar en tonalidad a esa bofetada que propinó a todo el mundo (especialmente al católico) el italiano
Paolo Sorrentino en el último trimestre del año pasado, desde su primera incursión en la televisión, mediante una historia en diez capítulos producida por HBO, Sky Atlantic y Canal +. Y mencionamos la ignorancia de todos los americanos porque, sospechosamente, no han aparecido noticias sobre el estreno por esta parte del mundo salvo alguna mención a que la cadena FOX podría transmitirla en algún momento del primer semestre de este año.
¿Será por la preponderancia de la fe católica por estos parajes?
El cónclave vaticano se ha decidido por un arzobispo que puede hacer de puente efectivo entre los cardenales más conservadores y los más progresistas. Pero, apenas comienza el reinado de Pío XIII, el propio pontífice decide acabar con el sistema que ha venido rigiendo la curia: no quiere dirigirse a los fieles, no quiere bautizar niños, no quiere seguir los consejos políticos de un muy astuto secretario de Estado, hasta detesta la Iglesia tal como funciona y duda con frecuencia de su propia fe. Asume un perfil conservador en extremo: nada de aborto, ni eutanasia ni homosexualidad. Nada de religión amable o tolerante. Y no importa si con todas estas medidas se pierden fieles: los católicos que queden estarán unidos, más que por la fe, por el temor a Dios. Y él, el Papa, el vicario de Dios, merecerá así ser el hombre más poderoso del mundo.