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Y la red de autopistas al norte?
por: Álvaro González
400 mil millones al Tren Maya: ¿Y la red de autopistas
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al norte?
Cuando las obras salen del capricho y de la cabeza presidencial, sin pasar antes por el consejo de expertos en la materia y especialistas, podemos tener obras faraónicas que suelen convertirse, al siguiente sexenio, en lo que denominamos como “elefantes blancos”, pero en las que se gastó el dinero disponible en ese periodo, retrasando el desarrollo y heredando serios problemas al país. A estas alturas del sexenio de López Obrador, sólo quien no desee informarse puede sostener que el llamado “Tren Maya” no es una gigantesca inversión de escaso beneficio, sin una adecuada planeación y sin cumplir las normas ambientales para proteger la reserva de la biósfera más importante con la que cuenta el país. En contrate, la red de carreteras y autopistas del país tienen un grave rezago, incluidas aquellas vías que son sumamente estratégicas para la economía; otras alternativas, como crear un tren rápido de pasajeros del centro del país a la frontera con California, ni siquiera fueron consideradas, como tampoco lo fue el concluir las obras del tren rápido Ciudad de México-Toluca, que quedó inconcluso desde el sexenio pasado. Hay una carretera que llama la atención en especial: la Ciudad de México-Nuevo Laredo, pasando por Querétaro, los libramientos de San Luis Potosí, Matehuala, Saltillo y Monterrey. Alrededor de mil 200 kilómetros que representan la vía comercial terrestre más importante del país, cuya mejora ni tan siquiera está contemplada en los planes de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Esta semana santa pasada pude comprobar, personalmente, la obsolescencia, lo peligroso y el atraso

en que ha quedado esta vía tan estratégica para el país. El entronque a esta autopista en Arteaga, Coahuila, está en pésimas condiciones, sin la señalética adecuada, sin una inversión desde hace décadas; es una carretera con un atraso enorme. El tramo de la Sierra de Arteaga es muy peligroso, pero apenas una media hora más adelante, en la caseta denominada de Los Chorros, hubo necesidad de hacer una espera de hora y media para cruzar. El primero pero no el más pequeño contratiempo. Ya entrando en esta vía, que es originalmente la viejísima 57, la cantidad de camiones de carga se percibe enorme y, en consecuencia, la vía se vuelve peligrosa, por la cantidad de percances que se generan. Para ser considerada como una autopista el equipamiento es malo, sin paraderos, sin servicios sanitarios, sin un sistema de auxilio para quienes transitan por la vía. Cualquier accidente puede generar enormes “embotellamientos”, donde se acumulan cientos de camiones tráiler de carga y autos particulares, por kilómetros y kilómetros. En el paso por San Luis Potosí la autopista atraviesa una zona urbana, lo que vuelve peligroso e incómodo el tramo, pues debería haber ya un libramiento desde hace años, pero por el contrario están aumentando las edificaciones al borde de carretera.
UNA VÍA PELIGROSA
A partir de San Luis Potosí la cantidad de tráfico parece incrementarse de forma saturante, lo que incrementa el peligro y la posibilidad de “embotellamientos”, además las autoridades de la escasa policía federal de caminos,
Hace 22 años, desde el periodo de Carlos Salinas de Gortari, que no se destina un presupuesto de importancia para la construcción de nuevas autopistas. hoy absorbida por la Guardia Nacional, considera el tramo Matehuala-San Luis Potosí-Querétaro como el segundo más peligroso del país, por la cantidad de asaltos que se registran, así como de accidentes. Ya cerca de las siete de la tarde, a tan solo 40 kilómetros de la ciudad de Querétaro, de pronto el tráfico se detiene. Los camiones y vehículos comienzan a formar una serpiente inmensa, interminable. Las horas pasan, cae la noche y la fila sigue sin moverse un centímetro. Transcurren desesperantemente cinco horas y llega la medianoche, atrapados en el lugar, con hambre, sin ningún tipo de información, sin ningún servicio. Hay que reprimir la desesperación, todo es incertidumbre. Transcurren dos horas y media más, son las dos y media de la mañana y, de pronto, la línea comienza a moverse lentamente y va cobrando velocidad poco a poco. No hay indicio de qué pasó, si hubo algún accidente, un bloqueo o qué fue lo que sucedió, sólo al principio se escuchó la sirena de una patrulla de la policía de caminos, pero fuera de eso nada; absoluta ausencia de
cualquier autoridad y personal de auxilio. Ocho horas después de lo programado, a las tres de la mañana, llegamos a la ciudad de Querétaro, cansados, irritados, hambrientos. ¿Pero qué pasa con el transporte de carga que lleva mercancías, muchas de ellas perecederas, que dispone de una cantidad limitada de combustible para mantener la refrigeración, para quienes el tiempo implica importantes costos? Lo que más llama la atención es que todos los camioneros saben que esto es algo frecuente, que los “embotellamientos” pueden durar una hora, dos, cinco, siete o hasta más y que no pueden hacer nada al respecto. Y esto sucede en la carretera comercialmente más importante de México, la que conecta al centro del país con la frontera más próxima con Estados Unidos. Esto debería ser, desde hace muchos años, una superautopista, pero no se ve un peso destinado a este propósito. ¿Dónde está la planeación estratégica para gastarse el dinero público? Ahora están en el capricho de una obra como el “Tren Maya”, cuya rentabilidad y utilidad están en duda, además de estar llena de problemas de todo tipo. Hace 22 años, desde el periodo de Carlos Salinas de Gortari, que no se destina un presupuesto de importancia para la construcción de nuevas autopistas. Las inversiones han sido menores y en tramos cortos, lo que nos representa un gran atraso, que no es acorde con las nuevas necesidades y el crecimiento de la economía. Esto en lo que se refiere a la infraestructura, pero en seguridad tenemos graves problemas. Si el tramo Matehuala-San Luis Potosí es el segundo más peligroso por la cantidad de asaltos, los tramos de la ciudad de Monterrey a la frontera con Estados Unidos son todavía más peligrosos, al grado que gran parte de los automovilistas particulares evitan hacer el recorrido de noche, por los asaltos, secuestros y aún desapariciones que se registran.

por: Marcela Valles
El desprecio a la educación, la

ciencia y tecnología
El nombramiento de Leticia Ramírez Amaya como nueva Secretaria de Educación Pública es un insulto a la sociedad mexicana, pero es además una enorme irresponsabilidad por parte de Andrés Manuel López Obrador, quien confirma así su desdén, ¿o desprecio?, por la educación y por la ciencia y la tecnología, lo que ha provocado que este gobierno pueda considerarse como uno de los más incompetentes que se hayan tenido en materia de educación. Se requiere vivir en una realidad alterna o una pérdida de realidad para haberla designado como Secretaria de Educación Pública, pues aún dentro del círculo cercano que rodea a López Obrador hay desacuerdo, pero él hace mucho que no escucha. Leticia Ramírez tiene académicamente un perfil bajísimo; su nivel ejecutivo está por el mismo nivel y su conocimiento del sistema educativo nacional sencillamente no existe. Es normalista, ejerció como maestra por doce años de forma muy modesta, de donde pasó a dirigir, por un tiempo no muy largo, una sección sindical y, a partir de ahí, se pasó a la política y a la administración pública, pero como política fue una activista más de las que seguían los movimientos de López Obrador y, como funcionaria, fue la encargada de la Oficina de Atención Ciudadana cuando AMLO gobernó la Ciudad de México, y tuvo el mismo cargo con Marcelo Ebrard. Duró en el cargo de 2000 hasta el 2012. De 2012 a 2018 fue asesora de la Secretaría del Medio Ambiente de la CDMX, un cargo que le consiguieron para mantenerla en nómina, pues desconocía por completo el área, así que su posición de asesora era más bien una “aviaduría”. Durante lo que va del gobierno de López Obrador ha tenido el mismo puesto de encargada de la Oficina de Atención Ciudadana, y, al designarla para la SEP, López Obrador sólo atinó a decir que es “honesta”, que es una maestra y que es su amiga desde hace por lo menos 30 años. Con ese perfil, esa preparación y esa experiencia en el tema de educación, Leticia Ramírez cerrará el sexenio “nadando de muertito”, o más bien nadando en un mar de mediocridad que dejará el sistema educativo del país en condiciones deplorables, cuando los niños, púberes, adolescentes y jóvenes vienen de dos años y medio de pandemia, con un rezago importante, en un sistema que ya ofrecía niveles académicos muy bajos, en algunos casos bajísimos, sobre todo en ciencias y en matemáticas. Desde el inicio de su gobierno, López Obrador mostró un abierto desprecio hacia el sistema educativo, hacia la academia y hacia la ciencia y la tecnología. Esto es bastante coherente con su biografía personal, donde figura como un estudiante universitario sumamente irregular y de muy bajo rendimiento, mucho más interesado en el activismo político que en convertirse en un profesional de alguna disciplina. Repudia al gremio intelectual, con excepción de aquellos intelectuales orgánicos de la izquierda, pero ni siquiera a éstos les ha dado una participación importante en su gobierno, o siquiera decorosa. Se burla de los políticos con amplia formación académica, a los que llama neoliberales y “fifís” y, por supuesto, esto ha culminado en el nombramiento al frente de la SEP de una persona con el perfil más mediocre que se haya conocido.
