Revistan28

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llegado a considerar más “humano” el poner una inyección letal que el brindar el acompañamiento y los cuidados paliativos con los que la medicina moderna cuenta hoy en día. ¿Cómo es que una sociedad cristiana puede llegar a aceptar y mirar con buenos ojos a aquellos que matan por compasión, que asesinan en nombre de la piedad? ¿Puede este exterminio sistemático de los más débiles considerarse un avance de la ciencia, un signo de modernidad? ¿En verdad se trata de piedad y compasión? La verdad es otra. El drama humano que subyace es mucho más profundo. La caridad se ha ido enfriando, y en términos de fe, podemos decir que la tierra está fría, desolada y oscura. El hedonismo, la búsqueda del bienestar y del placer como ideal de vida, como fin supremo de la existencia humana, nos ha hecho incapaces de soportar el sufrimiento ni aún de observarlo a nuestro lado, pues no logramos encontrarle sentido ni valor alguno. No soportamos sufrir ni ver sufrir. Y es que como humanidad hemos ido perdiendo el sentido de la trascendencia. Nos hemos llenado de eufemismos tales como “muerte

digna” o “suicidio asistido”, no queriendo reconocer que toda vida humana posee una dignidad y un valor únicos otorgados por su Creador, y que el sufrimiento es en sí mismo un valor que soportado con amor, ofrecido a Dios, y unido a los méritos de Jesús, no solo nos ayuda a purificarnos, sino que tiene valor de redención y nos hace acreedores de grandes méritos para nuestra eternidad. Aquellos médicos convertidos en verdugos deben volver al papel que desde siempre la sociedad les asignó, cuidando la vida y la salud de todo ser humano, y no convirtiendo en víctimas suyas a los más indefensos. Es imposible poseer una conciencia recta y bien formada y no comprender que la eutanasia ha sido, es y será siempre una forma de homicidio, pues implica el aplicar la muerte a otro, ya sea mediante un acto positivo o mediante la omisión del cuidado o atención que le son necesarios. El beato Juan Pablo II lo expresa con toda claridad en su encíclica Evangelium Vitae, n.64: “La eutanasia es una grave violación de la ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana”. n

El Papa Francisco I, criticó del la eutanasia y la «cultura del descarte», y nos llamó a valorar la vejez “La mitad de nosotros estamos en la vejez. Como los viejos Simeón y Ana, cuya sabiduría les permitió reconocer a Jesús, donémosles esa sabiduría a los jóvenes, como el buen vino, que con los años se vuelve mejor. Démosles a los jóvenes la sabiduría de la vida”, expresó. “Hay una eutanasia escondida; es decir, no se cuida a los ancianos. Pero también hay una eutanasia cultural: no se les deja hablar ni actuar”, añadió. El 2 de octubre de 2007, siendo Arzobispo de Buenos Aires, afirmó taxativamente que “en la Argentina se vive una cultura del descarte por la que se aplica la pena de muerte mediante el aborto y la eutanasia de ancianos mediante el abandono”.


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