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Stephen Hawking, ¿mito o realidad?

Al Valle de las calacas

Stephen Hawking, ¿mito o realidad?

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Gonzalo Duchén

Fue, tal vez, el físico más reconocido del siglo XX después de Albert Einstein, y ha sido colocado al mismo nivel que Newton, Galileo o Darwin gracias, en gran medida, a la prensa y el público que lo idolatraban, algo que nunca se tomó la molestia de evitar. Al inicio de sus pláticas se producía un silencio de proporciones casi religiosas. Era típico que no cupiera un alma más en los recintos y si no había equipos de seguridad las salidas y pasillos estaban repletas de gente tratando de lograr al menos ver un instante a Hawking.

Charles Seife es el autor del libro Hawking Hawking: The Selling of a Scientific Celebrity, un libro en el que el autor intenta desmitificar a Hawking, no tanto en asuntos científicos (el autor es un periodista), sino más bien en el plano humano. En este pequeño artículo se presenta una traducción y libre interpretación del artículo The Myth of Stephen Hawking escrito por Seife en Scientific American y el prólogo al libro mencionado antes. Al entrar a la sala, la audiencia enmudecía. “A veces ocurría un silencio de 30 o 40 segundos” comenta Christophe Galfard (El universo en tu mano, Penguin Random House Grupo Editorial, 2021) alumno de Hawking que también se volvió un divulgador de la ciencia. “Este silencio es lo que hizo..., lo que despertó en mí el deseo de seguir ese camino”.

Pocos en la audiencia asistían para aprender algo de su ciencia. Querían ver a la persona que había recibido una muestra de los secretos del cosmos. Hawking era un gran científico, pero al buscar reconocimiento se rodeó de un aura de profeta, oferta faústica que lo convirtió en el gran científico de nuestros tiempos, pero a un costo elevado.

Cuando los profetas hablan, no son cuestionados, a diferencia de los científicos, cuyos cimientos están precisamente basados en la duda (“cogito ergo sum”), la incertidumbre y la poca precisión de la in-

formación. Aún aquellos con egos muy grandes, saben que mucho de su conocimiento construido durante años es tentativo, incompleto e incluso erróneo. Mientras los profetas siempre tienen razón, los buenos científicos simplemente tratan de estar un poco menos equivocados, esto los vuelve fáciles de ignorar pese a ser la única clase de autoridad plausible. No era así con Hawking. Una vez que asumió su papel de profeta a finales de los 80, no podía ser ignorado. Sus libros eran garantía de ventas exitosas, sus conferencias siempre eran éxitos de taquilla, su palabra era divina, aún sobre temas que no tuvieran que ver con sus trabajos de cosmología o agujeros negros, incluso en tópicos en los que no era experto, por ejemplo filosofía o los peligros de alienígenas o máquinas inteligentes. Su arrogancia y testarudez le restaron respeto de parte de sus colegas, especialmente al final de su carrera.

El Daily Mail alguna vez publicó un artílo extenso sugiriendo que Stephen Hawking había sido reemplazado por un impostor (algo así como Paul McCartney), ya que había muerto a mediados de los 80. “¿Stephen Hawking ha sido reemplazado por una marioneta?” (“Has Stephen Hawking Been Replaced with a ‘Puppet’?”) era el título del artículo. Tal vez lo más difícil de su transformación en una celebridad fue estar atrapado en su terrible enfermedad (esclerosis lateral amiotrófica) casi al inicio de ser conocido en el mundo académico. Siempre tuvo la sospecha de que su rápido ascenso, sus premios tempranos (miembro de la Royal Society a sus 32 años), su elección a la Silla Lucasiana que Newton tuvo cientos de años atrás, fueron el resultado de sus dolencias más que de sus logros en la física. Estas dudas lo atormentaron toda la vida, Hawking se daba cuenta de que su celebridad, no su física, estaba más en sus disfuncionalidades más que en la ciencia. Pero al mismo tiempo aprovechó e incluso ayudó a construir ese mito para aumentar su reconocimiento. Puede ser que Hawking no fuese el más grande científico de nuestro tiempo y solo fuese un físico importante cuyas contribuciones son poco entendidas; una persona que sufrió mucho y causó mucho sufrimiento; un científico célebre que rompió los moldes de sus antecesores y que fundamentalmente cambió el concepto de celebridad científica (algo que también hizo Richard Feynman). Para entender realmente a Hawking, así como para entender la ciencia, se debe rechazar el mito y examinar la confusa realidad interna. Dejar de ver a Hawking como profeta y mejor hacerlo como un ser humano brillante y defectuoso. Dice el autor del libro al final del prólogo:

Hagamos marchar el reloj al revés y lo que emergerá será un ser humano genuino: petulante, arrogante y rudo así como cálido, ingenioso y brillante. Complejo. Fascinante. Singular.

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