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Regreso a Chetumal

La Sociedad de los poetas nonatos

Regreso a Chetumal

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Alex Hernández

Me llevo mi libro de ecuaciones diferenciales

y una Harley vieja, pero de marcha regular llevo pantalones blancos ajustados playera azul marino y soy el más hermoso joven que ha existido aunque ni yo mismo me doy cuenta. Al calor de la tarde la ciudad se muere no hay donde comer, tan sólo un bar donde nuestros padres acaban liados a golpes. Abro mi libro Boyce Di Prima aparecen las primeras integrales de la tarde pero al poco se atraviesa una morena frente a mi cama; sólo ante ella no hay más ciencias ni modelos ni teorías ni razones que un primer cuerpo fundación en soledad y desamparo. Ya antes supe de otros axis mundi

ya supe del diálogo de los centauros, fumé esa tarde, bebí la miel que tristes trópicos, me dice Levi-Strauss.

En un secreto escondite mi hermano oculta un tesoro que desaparece; es una extraña noche pasea la inocencia junto al sexo que vive su verdad de cabaretes.

Casas en llamas pirámides de sacrificio carros romanos centauros y axis mundi, ya lo he dicho. En noche estrellada, al fondo en la laguna es como ver tus ojos y caderas imposibles en la eminencia de las integrales que narran la vía láctea. ¿Qué fue lo que pasó en el avión? Aún me lo pregunto. Regreso a los gritos y terrores como un mandril enloquecido me subo a un árbol por tres días. Y bajo. Una vez más, el hambre me ha domesticado.

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