Argenis rodriguez febrero

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Habían hecho un trabajo y hacía cuatro días que le habían entregado la mercancía al Luisito para que la vendiera en la avenida Urdaneta, pero el Luisito había desaparecido. Se habían metido en una quinta de Chuao por una ventana y habían caído encima de una mesa. Registraron los tres pisos, lo metieron todo en una bolsa de plástico y cuando iban saliendo la casualidad los enfrentó con el dueño de la casa. Alberto disparó al no más verlo. Llegaron al CCCT en una sola carrera y se montaron en un San Ruperto. Al otro día leyeron que el muerto era hermano del presidente del Banco Central. “Esto es paja”, se dijeron y tiraron el periódico. Subieron por el callejón de San Agustín, le entregaron el material al Luisito y estos eran días que no se había presentado. —Cuatro días, pana, y en casa ladrando. —En la mía se están comiendo un cable. —Y yo tengo necesidad de una jeva. —Y yo de una jeva, whisky y polvo. —Coño, me estás adivinando los pensamientos. —Y eso no es lo grave, lo grave es que estamos a tres cuadras de la PTJ y nos estamos exponiendo. —Al Luisito hay que darle. —Coronamos una buena faena y el Luisito, que es maricón y todo, nos da rolo. —Mira, pana, súbete p’arriba y ve a ver lo que ves. Estoy oyendo pepazos.

ARGENIS RODRÍGUEZ

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