Una historia de innovación colectiva

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Una historia de innovación colectiva

Elaborado por: REDIT

Coordinación, redacción y edición de textos: Eugenio Mallol

Redacción: María Climent, Pedro Valero y Creu Ibáñez

Coordinación ejecutiva: Weaddyou

Dirección de arte: Pepe Canya

Diseño y maquetación: Doris Peris

Depósito Legal: V-1250-2023

Financiado por:

Una historia de innovación colectiva

Ximo Puig President de la Generalitat

Hay pocas frases que resuman mejor la idea de que el conocimiento es un empeño comunitario como la que Newton le escribió al físico Robert Hooke.

“Si he visto más lejos, es porque iba a hombros de gigantes”

Cada paso adelante se debe, sin duda, a otros pasos adelante.

Y si la economía valenciana ha experimentado a lo largo de las últimas décadas una profunda transformación es porque ha hecho de la innovación una aventura colectiva.

En todos los ámbitos geográficos y en todos los sectores de actividad.

Con la recuperación de nuestro autogobierno se sentaron las bases para una política industrial propia, una nueva Vía Valenciana para transformar nuestro modelo productivo.

Uno de los pilares de esa política fue la creación de los Institutos Tecnológicos que nacieron para que nuestras pequeñas y medianas empresas pudieran compartir el conocimiento generado en universidades, centros de investigación y laboratorios.

La creación de Redit, años más tarde, como una red de coordinación de esos centros tecnológicos, facilitó además la comunicación directa y eficaz con las diversas administraciones públicas.

Sin esta ‘Red’ de transferencia del conocimiento, a la que se sumaría en 2017 la Agencia Valenciana de Innovación, la Comunitat no sería el territorio español que más ha avanzado en innovación en los últimos siete años, ni escalado veintinueve puestos en los rankings europeos.

La construcción colectiva de ese entramado innovador, flexible y adaptable, conformado por agentes y conexiones múltiples, ha tejido complicidades.

No ha sido una tarea fácil, ni tampoco la obra de una persona o un grupo reducido.

Redit ha conseguido implicar a lo largo de estas dos décadas a un gran número de empresas, instituciones, colectivos y profesionales, creando así una red sólida y al mismo tiempo flexible, capaz de tejer diálogo y alianzas.

Esa ‘comunidad del conocimiento’ se ha mostrado especialmente valiosa en muchos momentos a lo largo de los años. Pero ha sido indispensable para encarar las crisis que hemos vivido y afrontar con éxito las tres ‘R’ de las que habla el economista Antón Costas: Resistir, Recuperarnos y Reinventarnos, y hacerlo en Red, con la ‘R’ de Redit.

No puedo por menos que felicitar desde las páginas de este libro a todas las personas y entidades que han hecho posible que Redit cumpla sus primeros veinte años al servicio de la sociedad valenciana y animar a todas ellas a continuar trabajando para conseguir esos grandes objetivos en los que creemos y que compartimos.

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Ximo Puig President de la Generalitat

Rafael Climent González

Conseller de Economía Sostenible, Sectores Productivos, Comercio y Trabajo

La apertura de la economía de la Comunidad Valenciana al exterior durante las últimas cuatro décadas ha discurrido en paralelo a distintas fases expansivas de conocimiento compartido. Tanto entre los componentes de los clústeres y distritos industriales y el resto de integrantes del sistema de I+D ligados al territorio, como entre éstos y los actores de otras zonas geográficas. En esa tarea ha sido fundamental la labor de los intermediarios, entes cuya aportación de valor ha consistido precisamente en identificar los elementos de competitividad e innovación de nuestro tejido productivo y en conectarlos con otras fuentes de conocimiento para obtener una suma superior a la adición de las partes. En el caso de las pymes, el protagonismo fundamental en esta tarea ha correspondido a los institutos tecnológicos. En otros órdenes de nuestra sociedad y de nuestra actividad económica las alquimias han sido distintas. Pero en la relación con las pequeñas y medianas empresas la articulación del conocimiento de excelencia aplicado habría sido cualitativamente distinta sin la participación de los institutos tecnológicos como mediadores, colaboradores, cooperadores necesarios, propulsores, cómplices. Es la contemplación de esa obra en la que ha sido también clave la contribución de la Administración pública y las universidades la que nos permite hablar de una historia de innovación compartida. Hubo aciertos estratégicos fundamentales en los primeros años de andadura de nuestra economía en democracia. El más importante fue la capacidad de escucha y de transformación a raíz de esa escucha. La ejercitaron nombres propios procedentes del ámbito académico que supieron interpretar las peculiaridades y las necesidades intrínsecas de la industria de la Comunitat Valenciana, localizaron los ejemplos similares en otras regiones que servirían de referente y trasladaron el diálogo a la esfera política, muchas veces ocupando puestos de responsabilidad en ella. Fueron permeables también los empresarios al comprender la dimensión secular de los cambios que estaban produciéndose en su entorno, las implicaciones de la entrada en Europa, la progresiva apertura a la competencia global, las llamadas a la cohesión, a la concertación de intereses dentro de los sectores y a la articulación de iniciativas alrededor de nuevos entes desconocidos para ellos hasta entonces, ya fueran los institutos tecnológicos o el entramado de organismos de promoción industrial que fue poniendo en marcha la Generalitat. Y supo oír y aplicar lo oído la Administración, poniendo con habilidad en manos de los propios empresarios una parte sustancial de la decisión sobre el desempeño esos nuevos instrumentos que ella misma iba promoviendo, diseñando una red de ayudas a la I+D y a la internacionalización que se iría consolidando con el tiempo.

De las crisis que atravesó el modelo durante estas cuatro décadas las que más capacidad de reconfiguración del panorama han demostrado no han sido strictu sensu las económicas, sino en realidad las culturales. La obra colectiva de innovación se apoyó inicialmente sobre la base de los clústeres y distritos industriales, cada uno de los cuales vio nacer a un instituto tecnológico y ocupó sus órganos de gobierno. El principal cometido de los centros durante los años iniciales consistió en dotar al tejido empresarial de las herramientas esenciales para su internacionalización, con una función prioritaria de utilidad: se centraron en la certifica-

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Rafael Climent González Conseller de Economía Sostenible, Sectores Productivos, Comercio y Trabajo

ción de productos, en el impulso de los planes de calidad o en la identificación de las llaves de apertura de mercados vía I+D. Pero con el tiempo la competencia en los segmentos de mayor valor añadido exigió un nivel cada vez mayor de complejidad y resultó imprescindible conectar a los ecosistemas locales entre sí y con el exterior. La función que fue exigiendo la economía y la sociedad a los institutos tecnológicos evolucionó hacia la prescripción y la interrelación de disciplinas, entre sectores, entre tecnologías. Ese salto cualitativo impactó en el modelo de transferencia y propició el nacimiento de una nueva figura que ejerciera la labor de coordinación, para incrementar la eficiencia de los centros tecnológicos como potenciadores de las empresas, intensificando la osmosis, y para unificar su voz en la interlocución con la Administración pública de la Comunitat Valenciana y estatal. Ese fue el germen de la Red de Institutos Tecnológicos.

Con la entrada en el nuevo siglo, la transformación del mercado y la sociedad a lomos de la revolución digital obligó a pasar de un modelo de diferenciación vía I+D lineal a otro reticular. Las fronteras entre sectores que habían conformado los clústeres y distritos industriales se fueron desdibujando progresivamente, al tiempo que ganaba relevancia la capacidad para el diseño de productos y procesos enhebrando conocimientos. El lugar de la innovación perdía relevancia en detrimento de los espacios para la conexión. Todo ello enfrentó al modelo de institutos tecnológicos y a REDIT a una gran crisis de crecimiento. Las enormes restricciones de liquidez que acompañaron al estallido de la burbuja inmobiliaria agravaron el contexto. Los institutos tecnológicos tuvieron que renovar su compromiso con la sociedad, con los empresarios, con los centros de conocimiento y con la Administración y presentar una nueva propuesta de valor.

Uno de sus aspectos principales de ese nuevo paradigma debía ser la transparencia y el diálogo con todos los partidos políticos e instituciones autonómicas, para potenciar el valor de REDIT como proyecto colectivo. Junto a ello se acrecentaría la internacionalización, en busca de nuevos puentes de colaboración e intercambio de conocimiento con otros centros tecnológicos del mundo, también como forma de llegar a nuevos clientes de cualquier área geográfica o sector, allí donde innovación estuviera en el centro. En esa tarea los institutos tecnológicos se han consolidado como la principal vía, sin parangón a nivel de eficacia, para la captación de fondos europeos dirigidos a financiar la I+D de las pymes. Y, en tercer lugar, la nueva propuesta de valor consistiría en articular al colectivo como un verdadero think tank con capacidad para alimentar con su conocimiento la prospectiva y el diseño de estrategias basadas en la competitividad.

La alianza entre institutos tecnológicos, academia, Administración y empresas ha cobrado fuerza gracias a ese reposicionamiento y la red ha salido reforzada de su crisis de madurez, hasta el punto de poder mirar al futuro con nuevos desafíos por abordar. Por supuesto, en el ámbito de la complejidad y el conocimiento para aportar valor a la actividad de las empresas. Pero ¿cómo será el ecosistema de innovación de la Comunitat Valenciana dentro de 40 años? ¿Podremos hacer un balance de éxito como el actual, con sus problemas y sus enormes y transformadores avances? De la forma en la que enfoquemos el papel de los institutos tecnológicos seguirá dependiendo la capacidad de las pymes para desplegar todo su potencial en colaboración con otras empresas y otros agentes. Ninguna figura ha demostrado en estas cuatro décadas mayor proximidad, capilaridad y disponibilidad para la transferencia de tecnología en relación con el tejido productivo. Esa función debe protegerse y enriquecerse con la aportación del resto del ecosistema, porque nuestro futuro está ligado a las pymes.

El desafío es enorme. La revolución tecnológica alcanzará niveles de interconexión desconocidos hasta ahora. Confluye el grito urgente de la sociedad para que la innovación ayude a resolver problemas como el cambio climático, la desigualdad social y económica, la articulación de la democracia, la convivencia de personas y máquinas con crecientes niveles de autonomía, el impacto de esto último en el empleo, la vida en las ciudades y la alimentación ante el reto demográfico, la salud de precisión, la personalización en masa, la inteligencia artificial, los nuevos materiales, la reindustrialización distribuida y la reinvención de la cadena de suministro, el bienestar en todas las etapas de la vida… comienza un nuevo ciclo con metodologías distintas para la que habrá que adaptar los instrumentos de los que nos hemos dotado. La capacidad de aprender de lo vivido es nuestra principal confianza. Porque sólo una cosa no cambiará en todo el proceso de transformación que se avecina: el poder del conocimiento.

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REDIT, Una historia de innovación colectiva 8 01. Innovar en política industrial .01 .02 El camino de la confianza Punto de partida: el ADN del nuevo modelo industrial Años 80: la necesidad de los institutos tecnológicos Los nuevos referentes en I+D, el nacimiento de los institutos Primera mitad de los 90: la vanguardia del conocimiento y la conexión europea El proyecto en red 12 28 36 40 44 56 62 70 76 87 98 La crisis evolutiva y la función de REDIT La creación de REDIT Tractor de conocimiento Colaboración en red Visión compartida

Las tecnologías que decidirán la competitividad de un territorio

Pasado, presente y futuro de REDIT: conversación con Fernando Saludes

9 .03 .04 108 114 128 130 138 148 158 164 175 182 190 Innovación en la década de 2010 Crisis de confianza Colaboración entre centros y transversalidad Globalización Construir un ‘think tank’ e influencia social y pública La economía del futuro La visión de los presidentes de los institutos tecnológicos La transferencia tecnológica, clave
competitividad España
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1. El camino de la confianza

Aunque el sustrato intelectual y el andamiaje de relaciones que permitirán alumbrar un sistema de I+D y de transferencia de tecnología en la Comunitat Valenciana habían sido inventariados ya en la década de los 70, especialmente a raíz de la publicación, en 1976, de La Vía Valenciana por Ernest Lluch, en el aglutinante que da consistencia a un proyecto tan inédito y audaz como el que estallará el siguiente decenio, tan innovador en cierto sentido para nuestro territorio, es ese frágil intangible llamado confianza. Sin su concurso, cualquier intento de revolución tecnológica o cultural acaba fracasando a largo plazo. Y el de los institutos tecnológicos y REDIT no ha sido un proyecto fácil. Ha habido motivos para el recelo y el desencanto, hasta para la ruptura, pero se han superado porque la confianza es un valor anterior a cualquier otro. Aquella tarea colectiva arroja hoy, gracias a ello, un balance positivo incuestionable de contribución al desarrollo social y económico de la Comunitat Valenciana. Es una historia de compromiso.

La confianza se forja muchas veces en los pasillos de una universidad, como la de València a principios de los 70. Allí coinciden algunos de los nombres propios que tendrán una década después la responsabilidad de diseñar la estrategia de transferencia de tecnología para pymes industriales de la Comunitat Valenciana. En aquellas aulas se puede escuchar la voz de Ernest Lluch, y también la de Segundo Bru, profesor desde 1972, que será el conseller de Economía, Comercio e Industria del primer Gobierno Autonómico de Joan Lerma, en 1983. También la de Andrés García Reche, profesor de Economía Aplicada, que acompañará a Bru como primer director general de Industria. No sorprende su salto al sector público, porque la conexión de una buena parte de aquellos profesores de la Facultad de Económicas con la acción política es evidente. Cuando Lluch crea junto a Alfons Cucó la formación Socialistes Valencians Independents (SVI), se suma inmediatamente a ellos un joven profesor llamado Vicent Soler, que presentará, en 1978, la primera tesis doctoral escrita en valenciano de la facultad y que a mediados de la siguiente década publicará un estudio clave: “Característiques de la industrialització valenciana”1

El apoyo a las pymes debe articularse sobre la base de potenciar las ventajas que proporcionan las agrupaciones de empresas en determinadas zonas del territorio, los denominados distritos industriales o clústeres (según el sistema de clasificación que se use), como ha sucedido en la región italiana de Emilia-Romagna y en los casos de Dinamarca y algunas áreas de Alemania, que se estudian y visitan. “Nos fijamos en la configuración del tejido empresarial valenciano, caracterizado por una industrialización muy tardía y difícilmente competitiva, aunque muy creativa”, explica el expresidente Joan Lerma. “La productividad de nuestras empresas era baja comparativamente con Europa e incluso con España, y por desgracia sigue siéndolo. Ese

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1 “Característiques de la industrialització valenciana”, Vicent Enric Soler i Marco, Revista valenciana d’estudis autonòmics, Nº 11-12, 1988.

es nuestro problema fundamental. No es la falta de iniciativa, que la hay y mucha, sino que la pequeña dimensión de nuestras empresas impedía el acceso a muchas tecnologías que hubieran supuesto un incremento importante de la productividad o de la calidad. Eso requería un esfuerzo que nuestro tejido industrial, muy pequeño en su mayoría, no tenía capacidad de asumir por sí mismo”.

“Estas eran las ideas que teníamos en la Facultad de Económicas toda una generación que se estaba formando o estaba ejerciendo”, añade el expresidente de la Generalitat, quien cita a “un colaborador muy importante en ese sentido, José María Bernabé, introductor de la idea de la industrialización difusa italiana”. Antonio Rico, por su parte, dirige la emblemática obra Economia del País Valencià: Estratègies Sectorials, otra de las grandes referencias intelectuales en aquellos primeros años, y contribuirá decisivamente a tender puentes con la economía a través de la Cámara de Comercio de Valencia. En ella, incuban sus ideas transformadoras a principios de los 80, además de Rico, un grupo de técnicos jóvenes procedentes del mundo de la ingeniería que acabarán influyendo también en el desarrollo de la actividad del futuro IMPIVA (Instituto de la Pequeña y Mediana Industria de la Generalitat Valenciana), entre los que están Francisco Mas Verdú y Joaquín Ibáñez. Con el tiempo, este punto de partida biparental del instituto desembocará en una suerte de bicefalia: de un lado los economistas y del otro los ingenieros, con Joaquín Ibáñez como referente.

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El presidente de la Generalitat, Joan Lerma, y el conseller Andrés García Reche participan en un evento en la primera sede del Impiva a mediados de los años 80.

La figura de Antonio Rico sirve para demostrar que la corriente de conocimiento entre el mundo de la economía y el de la investigación fluye durante todo este periodo en los dos sentidos. Una vez al frente del IMPIVA, accede a la presidencia del Consejo Social de la Universitat de València desde el que se proyecta en 1989 como primer presidente del patronato de la Fundación Universidad-Empresa, conocida como ADEIT. Rico promueve desde el Consejo Social a Salvador Gil, quien ocupará la dirección técnica del IMPIVA en 1993, con la llegada de Francisco de Paula Pons a la dirección general del instituto. Gil dará continuidad a la relación con el mundo de la economía y se mantendrá en el organismo al llegar el Partido Popular al poder en 1995, hasta acceder finalmente a la dirección general. Descartado para el cargo que, finalmente, ha sido adjudicado a Salvador Gil, Antonio Rico decide volver a la Cámara de Comercio.

Uno de los hechos históricos que refuerzan la apuesta política del Consell de Joan Lerma por una nueva política industrial es el cierre de Altos Hornos del Mediterráneo en Sagunto. “Reindustrializar atrayendo empresas no era el elemento fundamental de nuestras posibilidades. Había que impulsar la transferencia de tecnología para que las industrias pequeñas, que no tenían normalmente capacidad para acceder a la I+D, pudieran competir”, afirma el expresidente de la Generalitat. “Eso nos llevó a promover los institutos tecnológicos, queríamos basarnos en lo que ya existía”. En el sector del calzado, por ejemplo, “INESCOP fue un elemento clave en la operación, porque tenía un cierto modelo de gestión y una experiencia en funcionamiento con la que se había ganado la confianza de los empresarios, que veían claramente su utilidad”. El Consell de Lerma esgrimiría este éxito como referencia para el resto de sectores industriales de la Comunitat Valenciana.

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Celebración del coche un millón en la factoría de Ford en Almussafes, con la asistencia del presidente de la Generalitat, Joan Lerma, y de directivos de la compañía automovilística.

Alinear objetivos con la clase empresarial nunca resultará, en efecto, una tarea sencilla. La primera mitad de los años 90, marcada por la crisis económica, dejará algunos desencuentros propios de toda crisis de crecimiento. En 1992, el clima empresarial no es el más propicio y la relación con la Administración se resiente. Tres años antes, el presidente de la CEV, Pedro Agramunt, ha dimitido y su sucesor, José María Jiménez de Laiglesia, mantiene una fuerte presión reivindicativa. Seis de las treinta mayores empresas de la Comunitat Valenciana presentan suspensión de pagos (el actual concurso de acreedores) en el año de la Expo y los Juegos Olímpicos de Barcelona: La Ribera, Feber, Sáez Merino, Tycesa, Cárnicas Estellés y Viajes Meliá. Los pequeños comerciantes se manifiestan contra la presión fiscal tras una caída de sus ventas del 30% y la planta de Ford en Almussafes anuncia 1.210 despidos. Lerma tratará de apaciguar los ánimos con el nombramiento en 1993 de dos nuevos hombres fuertes para su relación con el mundo de la economía, Aurelio Martínez, que proviene de la Oficina Económica del presidente Felipe González, y Joan Romero. Ambos articulan una estrategia, junto a Francisco de Paula Pons y Salvador Gil en el IMPIVA, para acercarse de nuevo al asociacionismo y recuperar las relaciones con el tejido de pequeñas y medianas empresas con vínculos territoriales.

A lo largo de las últimas dos décadas del siglo XX, el Consell va a necesitar permanentemente aliados que le ayuden a establecer un clima de confianza con el mundo empresarial, algunos de cuyos componentes muestran recelos en los momentos iniciales. El sector metalmecánico será clave durante mucho tiempo para tender puentes con esa Presidencia de la Generalitat dispuesta a impulsar las ideas de los jóvenes economistas e investigadores. Es el segmento industrial con mayor peso en el PIB, especialmente después de la apertura de la planta de Ford en Almussafes y, aunque se verá abocado a una dura reconversión con motivo de la entrada de España en la Comunidad Económica Europea, su patronal valenciana, Femeval, adquiere predicamento en el ámbito económico, y por extensión en el político, desde su creación en 1977. Lo demuestra el hecho de que, sin el papel desempeñado por su primer secretario general, Luis Espinosa, no se pueden explicar los tres primeros lustros de relación de los empresarios con la Administración valenciana.

En 1979, asciende a la presidencia de Femeval el torrentino José María Simó-Nogués, fundador de la empresa Bronces Mestre, quien dos años después participa junto a los también empresarios Silvino Navarro, José María Jiménez de Laiglesia, Ramón Cerdà y Joaquín Sáez Merino en la creación de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE. Convertida desde el principio en un contrapeso de la patronal valenciana CEV, que preside Vicente Iborra. Luis Espinosa, que está presente en aquel encuentro en el Club de Tenis de Valencia, tendrá la habilidad para simultanear entre 1982 y 1996 las secretarías generales de AVE y CEV. Simó Nogués llega a la presidencia de la Cámara de Comercio de Valencia en 1983, de la que se ve obligado a dimitir por la presión de la patronal, y entre 1989 y 1997 marca una de las etapas más transformadoras de Bancaixa con la fusión de las cajas de Segorbe, Sagunto y Castellón y la compra del Banco de Murcia y el 24,4% del Banco de Valencia.

A lo largo de las últimas dos décadas del siglo XX, el Consell va a necesitar permanentemente aliados que le ayuden a establecer un clima de confianza con el mundo empresarial.

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Sáez Merino y otros empresarios en una reunión organizada por AVE en 1991.

Esta trayectoria de sucesivos puestos de liderazgo empresarial no habría sido concebible sin su papel de apoyo a determinadas políticas impulsadas por el Consell de Lerma en el mundo empresarial, incluida la creación del IMPIVA y la red de institutos tecnológicos. Actúa como factor de equilibrio frente a la dura campaña de desgaste que protagonizan otras figuras económicas como Vicente Iborra y el propio Pedro Agramunt. En esa tarea, Simó-Nogues cuenta con la complicidad del también torrentino y sucesor al frente de Femeval, Salvador Fernández Calabuig, con quien compartía origen en el Club de Gerentes de Torrent, aunque la presidencia de Caixa d’Estalvis de Valencia provocará su distanciamiento personal, cuando Fernández Calabuig es cesado por Lerma, después de que se niegue a relevar al director general de la caja a instancias del conseller Eduardo Montesinos, y es nombrado como sustituto precisamente Simó-Nogués.

“Para la visión de muchos empresarios, de repente la política se mete en su gestión tradicional”, recuerda Joan Lerma. “En aquel momento las Cámaras no eran demasiado bien vistas, al menos por una gran parte de las pymes que no utilizaban sus servicios y a las que, sin embargo, se les exigía una aportación obligatoria. Desde las Cámaras, por su parte, se veía el nacimiento del IMPIVA como una intromisión en el mundo empresarial que podía competir con ellos”. La nueva política industrial también topa con las patronales, “que se estaban gestando, estaban empezando a encontrar su lugar y lo interpretaron como una cierta injerencia de la Administración. Todo esto es normal, cuando empieza a funcionar un organismo como el IMPIVA siempre surgen dudas y temores”.

La situación es diferente en el mundo universitario. A lo largo de los años 80 no dejan de sucederse movimientos de apoyo al tejido productivo industrial, similares a los que se habían gestado en la Facultad de Económicas en la Universitat de València durante la década anterior, aunque con menos vinculación política. El ITC nace en 1969 en la Facultad de Química de la Universidad de València, de la mano del profesor Agustín Escardino como Instituto de Química Técnica de Formación Profesional e Investigación. Su objetivo fundamental era aplicar los conocimientos obtenidos en la universidad a la generación de servicios de apoyo a las industrias, ayudando a las empresas a resolver la problemática generada en los procesos de producción y tratando de buscar fórmulas innovadoras para promover su competitividad. Escardino es nombrado, en 1972, director del Colegio Universitario de Castellón, un puesto equivalente al de rector en la actualidad, y desde ahí respaldará la creación, en 1984, de la Asociación de Investigación de las Industrias Cerámicas por iniciativa de la Generalitat. El nexo con el ámbito académico queda fuera de toda duda también en el caso de ITI e IBV, cuyo presidente será el rector de la Politécnica de València. E incluso en el del ITE, aunque para su fundación habrá que esperar a mediados de la década de los 90 y que estuvo presidido, durante una larga etapa, por Iberdrola y posteriormente por Ibérica de Aparallajes.

Más allá de los problemas de acoplamiento en los momentos iniciales entre las esferas empresarial, política y universitaria, los pilares de la red de institutos tecnológicos que se gestarán durante la primera década de Generalitat Valenciana, su alma mater en cierto modo, van a ser los directores generales. Nombres de la investigación científica como Pedro Vera en el IBV darán credibilidad técnica al conjunto del proyecto. Sebastián Subirats participa en el acto fundacional de AINIA como gerente de una empresa y posteriormente se convertirá en su director general. “En el origen había una grieta muy marcada entre los agentes del ecosistema.

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El empresario José María SimóNogués ocupó la presidencia de la patronal del metal e impulsará el nacimiento de Bancaixa.

Arriba. Inauguración de las instalaciones de INESCOP, en 1974.

En la siguiente página, visita del presidente Joan Lerma y el conseller Andrés García Reche a la sede de AITEX, en mayo de 1987.

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Era manifiesta la falta de coordinación, las universidades, las empresas, los consejos rectores e incluso los programas políticos respondían a diferentes estrategias… pero a medida que los centros fueron ganando visibilidad y se convirtieron en facilitadores de herramientas, de estructura e, incluso, de tecnología, esa grieta se ha ido cerrando”, explica Subirats.

Pese a que acabará siendo un modelo de éxito, como asegura Joan Lerma, INESCOP se había topado en el momento de su creación con las reticencias de la industria de curtidos, que desconfía de la aparición de un laboratorio de calidad. La Institución Ferial Alicantina (IFA) decide tomar la iniciativa y promover de forma unilateral el instituto, para lo cual consigue impulsar una comisión curtidos-calzado. Pero las negociaciones se prolongan sin resultados, pese a que IFA ofrece sus locales y un millón de pesetas, hasta que finalmente se anuncia la creación del instituto con o sin los curtidores en 1971. El ultimátum surte efecto y se suman. No es fácil, en fin, poner en marcha el nuevo modelo.

A la hora de agregar complicidades, ni siquiera la del Gobierno central se logra sin esfuerzo. El Ministerio de Industria no quiere ayudar inicialmente porque los empresarios no se muestran proclives a aportar parte de la financiación necesaria para crear la nueva red. “Me reúno en dos ocasiones con el ministro y le aseguro que se va a hacer porque es necesario para nuestra salud industrial. Luego vinieron miles de empresas y el Ministerio también. Pero fue después y no antes”, cuenta Andrés García Reche. No puede olvidarse la incertidumbre propia

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Visita a las instalaciones en INESCOP en 1973.

del contexto político. Se creaban los primeros gobiernos de las comunidades autónomas y muchos eran socialistas. “Estábamos en una región donde la izquierda por primera vez venía a ayudar a las empresas y ese era un mensaje muy raro. Hubo quien incluso no lo quería ni tolerar. La patronal de entonces, muy politizada, vio un enemigo. Hizo la guerra sistemática y frontalmente. Razón por la cual tuvimos que unirnos a los líderes industriales: Pikolinos, Famosa, Esmalglass, Porcelanosa… cuando las primeras empresas empezaron a utilizar los servicios de los institutos tecnológicos, promovieron de inmediato la aceptación. Creyeron en ese instrumento que, aunque venía de la política, estaba a su servicio. Daba la sensación de que la masa empresarial silenciosamente iba incorporándose a la red de institutos mientras por arriba la patronal seguía haciendo la guerra. Fue un parto con cesárea”, añade García Reche.

Pese a su fragilidad, el triángulo de confianza entre universidades, empresas y Generalitat existe y tiene la robustez suficiente como para sacar adelante el modelo superando una diversidad de factores en contra. Junto a Simó-Nogués, Joan Lerma destaca también el apoyo de figuras relevantes de las comarcas centrales como Ricardo Cardona (presidente de Paduana y de AITEX). “Hubo empresarios alicantinos muy innovadores que claramente apostaron desde el principio por este proceso de modernización. Los podíamos definir como el colectivo que se reunió en torno al proyecto de Huerto del Cura en Elche. Fueron apoyos muy importantes para nosotros, muy decididos, no ya sólo porque nos respaldaron políticamente, sino porque se impulsaron a sí mismos desde el punto de vista industrial”. En el ámbito agroalimentario, resultará clave también la figura de Juan Antonio Mompó, que acabará presidiendo la Autoridad Portuaria de Valencia.

La base del éxito de la estrategia impulsada desde la Generalitat radica en convencer a los empresarios de que “la gestión de los institutos tecnológicos no la hacían los socialistas, la hacían ellos, que eran los que los dirigían y veían sus necesidades y carencias. El diseño siempre es prueba y error, pero en cualquier caso el modelo respondía a sus demandas. Un empresario estaría más predispuesto a confiar en una iniciativa de este tipo si participaba en la gestión. Y no sólo formaban parte, sino que claramente lo dirigían, eran conocedores de las necesidades que tenían en la producción y establecían las líneas a desarrollar”, apunta Lerma.

La empresa Industrias Saludes, de la que el actual presidente de REDIT, Fernando Saludes, representa la cuarta generación, ilustra el espíritu de aquellos años. “A finales de los 70 mi padre consigue dar un paso más allá y, en una pyme industrial de un sector como el metal, donde el elemento estético está en un plano secundario, crea el departamento de diseño. Ficha a diseñadores muy jóvenes recién salidos de las aulas, como Daniel Nebot y Paco Bascuñán, talentos que promoverán el Grupo La Nave. Los implica como equipo dentro de la compañía y, gracias a ello, empiezan a surgir propuestas interesantes de diseño en automoción. Cuando en los 80 se crea el IMPIVA y los institutos tecnológicos, estuvimos muy en contacto con ese nuevo ecosistema. Conocimos a García Reche cuando comienza a movilizar junto a su equipo a una serie de industriales situados en la vanguardia en cuanto a concepto para que impulsen esa apuesta por el diseño y la innovación. Esa interacción con el ecosistema emergente nos lleva a estar presentes como socio fundador cuando se crea AIMME, el Instituto Tecnológico del Metal”.

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Francesc de Paula Pons en uno de sus primeros eventos como director general del Impiva.

Cuando se crean los institutos tecnológicos, en todos los casos se contrata a una consultora y, por consenso suyo y de los empresarios, se nombra al director.

“Si no genera confianza ni credibilidad empresarial, el modelo no funciona. Se necesita un planteamiento poco politizado a pesar de ser un instrumento político. Cuando se crean los institutos tecnológicos, en todos los casos se contrata a una consultora y por consenso suyo y de los empresarios, se nombra al director. La propuesta desde el principio es totalmente aséptica, neutral y despolitizada: el mundo empresarial veía que ahí no había manipulación. Igual que con el IMPIVA. Es más importante la credibilidad que el propio instrumento y presupuesto”, remarca García Reche. “Era fundamental que vieran el proyecto como algo propio porque, de lo contrario, si hubieran percibido dirigismo o intromisión, la propuesta no habría funcionado. Y todas esas características nos permitieron perfilar el modelo del IMPIVA y de gestión de los institutos. Fueron capaces de recoger el impulso de toda una generación que claramente apostó por la modernización y acabaría creando empresas y ocupando puestos de dirección”, apostilla Joan Lerma.

Francisco Mas Verdú explica el proceso intelectual seguido en aquel momento y lo estructura en varios planos. “Los miembros del equipo de estudios de la Cámara de Comercio de Valencia nos entrevistamos con Joan Lerma y le comentamos que hacía falta una institución de apoyo a las pymes como las que existían en Centroeuropa. La cuestión clave es que no fuera una ocurrencia, sino que tuviera detrás una buena dosis de reflexión. Nos basamos en la experiencia previa de entidades creadas por el juguete o la madera como sociedades anónimas que no habían sido viables porque pidieron a los empresarios dinero para su creación”. La solución consistía en crear asociaciones con el impulso del sector público. La llegada de fondos europeos sería la llave que hacía falta para abrir la cerradura. “Encontramos una fuerte línea de financiación de Europa que quería pasar de infraestructuras duras, como carreteras y puertos, a financiar otras actuaciones basadas en el conocimiento”.

“La segunda pata del modelo es la descentralización territorial y funcional, un tema clave para la incorporación de técnicos a los institutos”, añade Mas Verdú. “Había que estar presentes físicamente en Ibi y en Alcoi. Algunos directores, al principio, apenas duraban seis meses en el cargo por esa razón. Y había que actuar descentralizados también desde el punto de vista funcional: los directores tenían que ser estables, estar por encima del ciclo político y electoral, y tenían que vivir en ese entorno, generar cercanía cognitiva, implicarse con la gente que está ahí”. En Inescop fue fácil, “por eso lo usamos como referente”. Agustín Escardino, en cambio, tuvo que convencer a su equipo, hacerle entender que “tenían que estar en Castellón”.

Lo interesante es que los institutos tecnológicos se crean sin que en la Comunitat Valenciana exista una demanda realmente notoria de sus servicios. “¿Cómo estimularla desde la propia oferta? Eso era especialmente difícil de conseguir en la universidad, que normalmente adoptaba una posición pasiva a la espera de proyectos. Había que ir a las empresas, a veces con la maleta, a mostrar lo que hay e invitarlas a participar. La coproducción entre proveedor y adquiriente era una cuestión de aprendizaje por parte de todos”, explica Francisco Mas.

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“El tiempo nos ha dado la razón. Tenemos indicadores indirectos: valor añadido, mejora de la competitividad… e indicadores intermedios muy simples: los ensayos físicos, químicos o mecánicos empezaron a ser cientos de miles. Pasamos de un punto en el que no se hacían ensayos, cero ensayos, en el que nos devolvían muchos productos y eso nos generaba problemas de relación con los mercados exteriores, a otro en el que las empresas habían encontrado un enorme laboratorio para testar sus productos y calidad, en el que los cursos de formación a los técnicos se contaban por miles de horas. Hubo un salto cualitativo. Como si montáramos un enorme laboratorio de apoyo y de pronto empezarán a utilizarlo en masa. Eso se notaba”, según García Reche.

¿De qué se siente más orgulloso Joan Lerma? “Creo que tuve la capacidad de interpretar a ese colectivo. Recogí sus expectativas, sus anhelos, sus esperanzas, y eso es lo que a mí me llenaba de satisfacción. Supe captar los deseos de libertad y de creatividad de toda una generación, que no eran personas de una edad determinada, porque yo entonces era muy joven y alrededor de todo este proyecto había representantes de muchas edades diferentes. Fue el deseo de una época el que logramos interpretar con este proceso de modernización”, explica.

“Cuántas cosas teníamos que hacer para modernizar: habíamos sido una sociedad autárquica, que se había desarrollado a partir de un modelo de relaciones laborales no libre, que además tenía carencias desde el punto de vista de conocimiento de la realidad exterior, y dificultades presupuestarias y financieras, porque las administraciones eran muy pequeñas en aquella situación en la que empezábamos”, continúa Joan Lerma. “Y lo hacíamos además desde una institución que estaba empezando también, la Generalitat, que negociaba transferencias cada día, además de aplicar esta política del modelo industrial. Teníamos que crear una Administración sin experiencia previa concreta del nuevo modelo de gestión y de lo que significaba el Estado de las Autonomías y, en particular, unas regiones con modelos distintos desde el punto de vista de la descentralización, porque había unas con más competencias que otras y problemas de financiación. ¿Qué te podían transferir de la política industrial? Poco, como no fuera alguna normativa”.

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Joan Lerma explica que “supimos interpretar los deseos de modernización de toda una generación”.

Jornadas

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Económico-Empresariales organizadas por la patronal autonómica Cierval en Orihuela en abril de 1989.

Agustín Escardino señala que “solo con ensayos no se puede competir a nivel internacional. Hay que generar tecnología para transferirla a las pymes de su área de actividad. Y eso también se ha hecho desde los institutos tecnológicos. El medio que nos ha permitido trabajar con las empresas son los técnicos que hemos formado nosotros. Tenemos grandes compañías con laboratorios potentes y los institutos tecnológicos, sin dejar de ofrecerse siempre como herramientas útiles para ellas, permiten al resto del tejido productivo hacer I+D”.

Paradójicamente, el vínculo con la universidad que ha resultado tan decisivo para impulsar la red de centros tecnológicos no consigue progresar hacia nuevos ámbitos de colaboración a partir de la década de los 90. Tampoco la llegada a la Generalitat como conseller del profesor de la Universidad de Alicante, Diego Such, logra mejorar ese clima. “La tecnología desarrollada en los centros no ha recibido siempre la atención que creemos que se merecía, sobre todo en ciertos ámbitos donde cuesta vincular la innovación con el desarrollo de una sociedad. Hoy esto parece ya superado. Y este logro hay que reconocérselo a los centros, que han trabajado para conseguir una comunión entre agentes que antes no existía en favor de la cultura del conocimiento y del impulso de la colaboración social y empresarial”, apunta Sebastián Subirats.

Con la llegada de Eduardo Zaplana a la Presidencia de la Generalitat, el ecosistema de ayudas a la I+D de las empresas ya está consolidado, con aportaciones de la Comunitat Valenciana, España y Europa. La presencia de Salvador Gil y Joaquín Ibáñez asegura la fiabilidad técnica. De modo que el nuevo director general del IMPIVA, Carlos García Sandoval, abre la vía a nuevas fórmulas de proyección entre las empresas, como los eventos, incluso con formato de gala televisiva en el caso de los Premios Nova. La primera edición de estos galardones, en 1997, premia a Emilio Serratosa, que tras su salida de Valenciana de Cementos acaba de lanzar la aerolínea regional Air Nostrum a través de su holding Nefinsa. Son años de renovación de liderazgos, con la llegada de Rafael Ferrando (que ha estado en contacto con la generación de economistas que ha impulsado el cambio de política industrial desde sus tiempos en la universidad) a la CEV, Joaquín Rocamora a Coepa, José Luis Montes Tallón a Cierval, Antonio Baixauli a Feria Valencia, Antonio Tirado a Bancaixa, sustituido muy pronto por Julio de Miguel, Vicente Sala a la Caja de Ahorros del Mediterráneo… todos ellos, junto con personalidades como Federico Félix, presidente de AVE entre 1988 y 2003 y posteriormente de la Fundación ProAVE, sus sucesores en el puesto Francisco Pons y Vicente Boluda, o José Roca en la CEC desde 1987 hasta 2016, protagonizarán los acontecimientos de política económica más relevantes de las dos siguientes décadas.

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El empresario Emilio Serratosa recibe el Premio Nova por su trayectoria en la primera edición de estos galardones del Impiva. El presidente del Consejo de Cámaras de Comercio de la Comunitat Valenciana y de la Cámara de Comercio de Valencia, Arturo Virosque, de pie, junto al conseller de Industria Diego Such.

“Es en 2001 cuando desde el Consell y la propia Red, se ve la necesidad de recuperar un relato compartido y trabajar esa visión que costó tanto construir. Es la creación de Redit”, apunta Fernando Saludes.

A finales de los años 90, se producen dos hechos que condicionarán el crecimiento económico de la Comunitat Valenciana durante las décadas siguientes: la apertura de la autovía Madrid-Valencia en diciembre de 1998 y el nacimiento del euro como moneda única ese mismo año. Pero el clima de relaciones entre el mundo empresarial y la Generalitat entra inevitablemente en una nueva fase, marcada por la incapacidad para reducir ese distanciamiento estratégico con los núcleos de conocimiento e investigación que habían estado en el inicio del proyecto del IMPIVA. La tendencia se irá corrigiendo a partir de la entrada en el nuevo milenio y la creación de un ente de coordinación como REDIT contribuirá a ello. “Cuando se produce un relevo de Gobierno en los 90, la red y su modelo habían alcanzado un nivel de maduración suficiente para garantizar a priori su continuidad, pero durante un importante periodo de tiempo se pierde esa visión de proyecto industrial y disruptivo a largo plazo. Los centros, que han surgido con una visión muy marcada, se quedan en ese momento desprovistos de una proyección estratégica compartida impulsada desde la Administración. Por eso hay un deambular en los 90 donde los centros van evolucionando lo mejor que pueden. En esa difícil etapa le debemos mucho a los directores y empresarios significados con los centros, a su compromiso y capacidad para transitar y evolucionar, a pesar de la falta de una apuesta de estado más coherente. Es en 2001, cuando desde el Consell y la propia Red, se ve la necesidad de recuperar un relato compartido y trabajar esa visión que costó tanto construir. Es la creación de Redit”, apunta Fernando Saludes.

A finales de los 90, se puede hacer, en cualquier caso, un primer balance. Y es, sin duda alguna, positivo. El modelo seguido en la Comunitat Valenciana empieza a tener reconocimiento internacional. La OCDE, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Comisión Europea, hasta la propia Cámara de los Lores de Reino Unido lo presentan como un modelo de éxito. “Esto facilitó las cosas internamente y legitimó el modelo ante el mundo académico”, afirma Mas Verdú. “En la actualidad, se ha dado un paso más en la creación del ecosistema como la puesta en marcha de la AVI. Estoy seguro de que es el modelo que España seguirá en los próximos años. Todos los agentes del sistema unidos ayudando a las empresas. Eso si lo conseguimos será la nueva oleada de revolución tecnológica que nos hacía falta”, apostilla García Reche.

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innovación colectiva 26 01.
industrial
Una historia de
Innovar en política

Los presidentes y directores de los Institutos Tecnológicos en una recepción con el entonces president de la Generalitat, Francisco Camps.

Los presidentes y directores de los Institutos Tecnológicos y REDIT en una audiencia con la Casa Real.

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Desde finales de los años 70, la implantación de grandes compañías como Ford, en Almussafes, o IBM, en la Pobla de Vallbona, lleva a muchas empresas valencianas a dar un salto tecnológico y de profesionalización.

2. Punto de partida: el ADN del nuevo modelo industrial

Los años 80 son un periodo profundamente renovador en la industria valenciana. La década anterior ha sido muy cambiante, marcada en su primera mitad por la expansión económica y la especialización, que potencia también los avances políticos, pero influida en su tramo final por una crisis económica global. Así, tras el duro cierre de los 70, en los albores del siguiente decenio, la industria valenciana muestra un perfil sectorial muy localizado con claras agrupaciones territoriales de empresas que cubren la mayor parte de la cadena de valor en sectores como el mueble y el metal (L’Horta Nord, L’Horta Sud y Valencia), el textil (Vall d’Albaida-El Comtat), el calzado (Vinalopó), la cerámica (La Plana Baixa), o la industria juguetera (Foia de Castalla). La concentración geográfica y el poder de esas industrias tradicionales sigue vigente aún hoy como demuestra la ubicación de centros tecnológicos como el ITC, con sede en Castellón, capital azulejera por excelencia; o de AIJU, que vino a responder a la potencia de zonas como Ibi y Onil en el ámbito juguetero. Estos distritos industriales o clústeres, según cómo se enfoque el análisis, favorecen la difusión entre las empresas de conocimientos relacionados con la evolución de los mercados, las materias primas o las nuevas tecnologías disponibles. En su interior, la información se expande de forma ágil y el intercambio termina por enriquecer al sistema en su conjunto.

En toda España surge una nueva visión del desarrollo regional. Como defiende María Jesús Santamaría2, “la promoción y movilización de los recursos y las capacidades de innovación y de adaptación regionales se sitúan en el centro de la transformación. Dentro de este proceso pasa a entenderse que las industrias tradicionales pueden servir de base a economías regionales dinámicas, que la especialización existente en una determinada zona es la mejor base para construir el tejido productivo del futuro”.

Al mismo tiempo, desde finales de los años 70, la implantación de grandes compañías como Ford, en Almussafes, o IBM, en la Pobla de Vallbona, lleva a muchas empresas valencianas a dar un salto tecnológico y de profesionalización, tanto por la inspiración de estas marcas, con una fuerte base innovadora, como por la necesidad de mejorar procesos y condiciones para poder entrar en su selecto club de proveedores. Empieza a producirse así un efecto tractor de estas multinacionales que favorece también el protagonismo de las pymes como componentes esenciales de los procesos de crecimiento económico, reforzando así la idea de que las políticas industriales y de fomento de la economía deben ir dirigidas al apoyo de esta figura empresarial.

La mayoría del tejido productivo de la Comunitat Valenciana son, por consiguiente, pequeñas empresas con un patrón de especialización localizada. Esto dibuja un mapa diversificado sectorial y geográficamente que ofrecerá muchas ventajas con el devenir de los años, como la agilidad para estrechar lazos y estrategias de colaboración, pero que a la larga tendrá también inconvenientes, como el reto de invertir en innovación a esa escala.

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2 Tesis doctoral: El proceso de reestructuración industrial y espacial: los distritos industriales”. María Jesús Santamaría. 1997

La Constitución democrática facilita la aplicación de políticas adaptadas a esta realidad al abrir la puerta, en 1978, a la creación de nuevas instituciones de autogobierno con competencias para establecer cauces y vías inéditos para la promoción industrial, con la posibilidad de poner en marcha una estrategia industrial localizada y adaptada a las necesidades de cada una de las zonas de agrupación empresarial. En esa nueva España de las autonomías, cada Gobierno puede (y desea) delimitar sus propias políticas para impulsar y proteger la economía de su región con todas sus particularidades, algo que nunca antes se había hecho.

El colectivo de economistas jóvenes que aterriza en la incipiente Administración autonómica de Joan Lerma se inspiran, como se ha dicho, en el ejemplo de la región italiana de la Emilia-Romagna. Sobre esa experiencia, el conseller Segundo Bru y el director general de Industria, Andrés García Reche, deciden construir un entramado institucional de apoyo al desarrollo tecnológico de las pymes. Su primer gran paso adelante consiste en poner en marcha, en 1984, el Instituto para la Mediana y Pequeña Industria Valenciana (el IMPIVA, hoy conocido como Instituto Valenciano de la Competitividad Empresarial o IVACE), que nace acompañado de una amplia batería de medidas y propuestas para favorecer la innovación y la reconstrucción del tejido empresarial valenciano.

Ese mismo año se crean también el Instituto para la Promoción de Energías Alternativas y de Ahorro Energético (IPEAE), el Servicio para la Promoción y la Seguridad Industrial Valenciana (SEPIVA), el Instituto Valenciano de Turismo (ITVA, predecesor de la Agencia Valenciana de Turismo, AVT), el ente Promoción Comercial Valenciana (PROCOVA, que se convierte a partir de 1995 en el Instituto Valenciano de la Exportación, IVEX), el Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) y la Oficina de Bruselas, al tiempo que se revitaliza la Sociedad de Garantía Recíproca.

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Los premios NOVA se constituyeron en un referente para los empresarios valencianos.

Aunque centros como el ITC ya existían con anterioridad, es a raíz de la creación del IMPIVA cuando empiezan a proliferar otros nuevos y a consolidarse los ya existentes.

¿Qué tiene de especial la Emilia-Romagna para ser el espejo en el que mirarse?3 Aquella zona de Italia dispone, como la Comunitat Valenciana, de un mercado en el que predominan las empresas pequeñas agrupadas en sistemas territoriales integrales y especializados, con una marcada apuesta por la industria tradicional. Su especialización sectorial se centra también en alimentación, textil y confección, madera y mueble, cerámica, sector metalmecánico y maquinaria. Y diez años antes de la fundación del IMPIVA, en 1974, ha nacido la ERVET (Emilia-Romagna Valorizzazione Economica Territorio), una institución dedicada a promover el desarrollo económico de la región con un gran foco puesto en la asistencia técnica para la participación en proyectos de la UE y otros fondos públicos, en la captación de inversiones y en la promoción de alianzas público-privadas.

Este organismo incorpora en los 80 una red de centros de servicios a las empresas locales que, junto a la agencia regional de desarrollo, constituyen el Sistema ERVET. Su reto es impulsar la innovación, la internacionalización y el acceso a la financiación de las pymes, y su estructura societaria se compone principalmente del sector público (el Gobierno Regional de la Emilia-Romagna cuenta con el 75% del capital social) e incluye la participación de la Unión Regional de Cámaras de Comercio de Emilia-Romagna, así como de asociaciones empresariales, ayuntamientos y de instituciones financieras y de crédito.

3 La política de centros tecnológicos y de servicios: la experiencia de las regiones valenciana y Emilia-Romagna. José Miguel Giner, María Jesús Santa María, Universidad de Alicante, 2000

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El IMPIVA surgirá con objetivos similares, aunque con la intención de mejorar esa apuesta por la unión de lo público y lo privado, para lo cual los institutos tecnológicos destacan como una herramienta esencial. Antonio Rico es quien lo impulsa y lidera desde su creación hasta el año 1993, y quien da paso a lo que se conoce como modelo de Política Industrial e Innovación orientado a las pymes. Bajo su mandato, el IMPIVA tiene una visión clara: ramificar su actividad de promoción a través de dos redes muy cercanas a las empresas, una de institutos tecnológicos y otra de Centros Europeos de Empresas de Innovación (CEEI). Su objetivo va más allá de la modernización de los sistemas de producción, también aspira a impulsar una diversificación del tejido productivo, potenciando actividades hasta entonces poco desarrolladas, el emprendimiento, en un sentido innovador, y la cooperación e integración de las empresas en un mercado que va siendo cada vez más marcadamente internacional.

Aunque centros como el ITC ya existían con anterioridad es, a raíz de la creación del IMPIVA, cuando empiezan a proliferar otros nuevos y a consolidarse los ya existentes. Es un proceso ágil. En apenas una década se conseguirá dotar de sentido y autoridad a una red compuesta por más de una decena de institutos tecnológicos que, no sin problemas, logrará ofrecer un nuevo camino a la industria española para profesionalizarse y ofrecer productos y soluciones de mayor valor añadido. En cuanto a los CEEI, el primero de ellos abre sus puertas en Alcoi en 1988 y le sigue el de Valencia en 1991, cuyas instalaciones albergarán, en 1994, al recién creado ITENE. Otra palanca de proyección del modelo es València Parc Tecnològic, ubicado en Paterna, un espacio físico destinado a aglutinar el eje innovador valenciano, y a favorecer su crecimiento y sus sinergias. La constitución de la sociedad Valencia Parque Tecnológico se aprueba en 1986; la firma del convenio para urbanizar el suelo con la SEPES (Sociedad Estatal de Promoción de Equipamiento de Suelo) se lleva a cabo en 1987; y la inauguración de sus instalaciones tiene lugar en 1990, con la presencia del entonces Príncipe de Asturias.

La Generalitat establece, en paralelo a la puesta en marcha de estas nuevas redes, distintas líneas de apoyo económico a la innovación: un año después de la constitución del IMPIVA aprueba su primera convocatoria de programas dirigidos a empresas, entidades y profesionales, que incluyen ayudas a la inversión para leasing, a la incorporación de tecnología, a la creación de nuevas sociedades y a la realización de catálogos. Posteriormente, irá añadiendo otras líneas de apoyo dirigidas a impulsar la calidad y las estrategias comerciales. Además, el instituto pone en marcha las misiones internacionales, para que las empresas valencianas puedan abrir nuevas vías de negocio. Y, en 1988, edita el primer Directorio de Empresas Innovadoras de la Comunitat Valenciana en el que aparecen ya 1.600 compañías interesadas en cooperación con entidades de otros países.

Dos momentos de la participación del entonces Príncipe de Asturias y hoy Rey Felipe VI en la inauguración del Parque Tecnológico de Paterna. En la página siguiente, el presidente Joan Lerma junto a José María Simó-Nogués en una reunión con la junta directiva de la Caja de Ahorros de Valencia.

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El IMPIVA demuestra ser una herramienta versátil, pegada al terreno, dotada de capilaridad gracias a los institutos tecnológicos y bien relacionada con las asociaciones empresariales, lo que facilitará la tarea de hacer llegar a las pymes las ayudas de la Generalitat para hacer frente a los desafíos coyunturales. Así sucede con los fondos europeos del Programa Operativo de la Comunitat Valenciana 1989-1993; con el Programa Nacional de I+D, que financia la línea Nuevas Tecnologías para la Modernización de la Industria Tradicional (1989-1991); o con el Plan de Competitividad de la Generalitat para hacer frente al enfriamiento de la economía en el inicio de la década de los 90. El ente público que dirige Antonio Rico puede actuar también como avalista de las pymes ante las cajas de ahorros, las Sociedades de Garantía Recíproca (SGR), el Instituto Valenciano de Finanzas (IVF), el Instituto de Crédito Oficial (ICO) y el Banco Europeo de Inversiones (BEI) para la financiación de la innovación. El cambio de paradigma es evidente.

La diversificación de las atribuciones que va incorporando el IMPIVA hace conveniente su transformación en ente público, y no sólo organismo autónomo, en 1988, una medida incluida en la ley de presupuestos de 1989. Durante su primera década, el IMPIVA va articulando y ampliando el ecosistema de transferencia de tecnología, mientras trabaja en la promoción de los institutos tecnológicos con los diferentes sectores empresariales y las universidades, poniendo en marcha asociaciones de investigación. Apoya también, en 1986, el nacimiento de la Asociación de Diseñadores de Valencia y de la Asociación de Terciario Avanzado que, al cabo de unos años, alimentará el debate sobre la competencia entre los centros de investigación y las empresas de consultoría, hasta el punto de plantear incluso la creación de su propio instituto. Y en el marco del programa europeo COMETT, el IMPIVA impulsará la aparición de la Asociación para el Desarrollo Empresarial y la Innovación Tecnológica (Adeit), germen de la Fundación Universitat-Empresa de València que nacerá en 1989, con Antonio Rico como su primer presidente, y que servirá de puente con las universidades en sentido inverso, es decir, desde el ecosistema empresarial hacia los centros de investigación.

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El conseller Andrés García Reche interviene en la gala de entrega de los Premios Innovación del Impiva celebrada en Valencia en noviembre de 1987, con una amplia representación de empresas.

El IMPIVA demuestra ser una herramienta versátil, pegada al terreno, dotada de capilaridad gracias a los institutos tecnológicos y bien relacionada con las asociaciones empresariales, lo que facilitará la tarea de hacer llegar a las pymes las ayudas de la Generalitat para hacer frente a los desafíos coyunturales.

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3. Años 80: la necesidad de los institutos tecnológicos

La crisis de finales de los 70 ha llevado a muchas compañías de la Comunitat Valenciana a aplicar políticas de saneamiento financiero y de ajuste de plantillas. Medidas procedentes del sector público, como el estímulo de la inversión mediante la amortización instantánea de los equipos productivos, aprobada en 1985 y 1986, impulsan también el avance de la tecnología y su penetración en empresas que hasta la fecha no se podían permitir ese esfuerzo, o ni siquiera se lo habían planteado. Junto a ello, la firma del tratado de adhesión a la Comunidad Económica Europea y el auge de la inversión directa extranjera en España aúpan al tejido empresarial y crean un clima muy favorable a la búsqueda de colaboración innovadora con entes como las universidades o los recién creados institutos tecnológicos.

Paralelamente, a partir de los 80, la demanda de bienes de consumo empieza a cambiar a medida que la sociedad paulatinamente gana en renta y en bienestar, al tiempo que se modifica la estructura productiva y se tiende más hacia las actividades basadas en servicios. La industria comienza a replantearse su forma de organizar sus operaciones, a dedicar más esfuerzos a la optimización de procesos y al ahorro de costes. Las soluciones que potencian la incipiente automatización en las fábricas se extienden cada vez más, dentro de un cambio cultural proclive a la implementación de nuevas tecnologías.

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Visita del presidente de la Generalitat, Joan Lerma, a las instalaciones de la compañía IBM en Pobla de Vallbona en 1988.

Entre los costes susceptibles de optimizar, uno de los más importantes empieza a ser el de la mano de obra, uno de los factores más atractivos para localizar inversión industrial en España dentro del contexto europeo en aquellos momentos, pero que contrasta con los precios aún más bajos de los países en vías de desarrollo, cuya capacidad para competir empieza a ser algo más que una amenaza en algunos sectores. En efecto, aunque de forma tímida todavía, los avances en tecnologías de la información y comunicaciones y la aparición de innovaciones en el transporte, como la unidad de contenedores TEU, unida a los primeros síntomas de despertar de economías que aspiran a situarse en vías de desarrollo, hacen que el fenómeno que unos años después se llamará globalización empiece a provocar ya cambios en el comercio mundial.

Una de las manifestaciones de ese fenómeno es el inicio de la deslocalización de parte de la cadena productiva de menor valor añadido hacia otros países más rentables en costes por parte de los principales fabricantes industriales. Una parte de la producción que antes se realizaba íntegramente en la Comunitat Valenciana y en España se verá cuestionada. “La competitividad de nuestras empresas se basaba en el relativo bajo coste de mano de obra. Competíamos vía precio fundamentalmente. El gran reto consistía en cambiar para que nuestros productos añadieran valor y pudieran competir en un escalón un poco más alto”, reconoce en este sentido Andrés García Reche.

La reacción no es inmediata, pero la industria percibe con claridad que todos los cambios que están produciéndose en el modelo productivo implican, ya desde mediados de los 80, la necesidad de diferenciarse más allá de los costes. La sofisticación de su catálogo de productos y servicios empieza a convertirse en una necesidad, y para eso se requieren conocimiento y tecnologías que hagan más eficientes los procesos. La apuesta por los productos de nicho, la especialización en una determinada fase de la producción de un bien o la mejora de los acabados para optar a un público de mayor poder adquisitivo empiezan a ser decisiones que las industrias deben ir abordando si quieren sobrevivir. La diferenciación empieza a ser un mantra de obligado cumplimiento para una industria que hasta entonces ha invertido poco en el desarrollo de nuevas soluciones o en la creación de marca.

Para dar ese paso la pyme valenciana, de tamaño reducido y con una producción muy localizada, necesita aliados en el camino. Un estudio describe las relaciones entre la universidad y el tejido empresarial de aquella época como si se tratara de reacciones químicas: la relación entre un grupo de investigación y una empresa (los reactivos) dará lugar a una cooperación (término en el que se engloba el proceso de generación y transmisión de conocimientos útiles) siempre que no haya barreras que lo impidan (tanto los impedimentos como las dificultades que consumen una energía o esfuerzo excesivo). Los obstáculos pueden ser muy variados, tanto por su origen, que puede atribuirse al grupo investigador, a la empresa o incluso al contexto político y social, como por el hecho de que hay barreras que existen previamente y otras que son sobrevenidas. Lo relevante, según el estudio, es que para eliminar algunos de esos frenos deben introducirse, siguiendo con el símil, instrumentos y estructuras que cumplan el papel de catalizadores químicos o de enzimas, en el ámbito de la biología. En el caso del ecosistema innovador de la Comunitat Valenciana, esa tarea corresponde a los institutos tecnológicos, ubicados en esa posición intermedia como eje vertebrador del conocimiento.

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Trabajando en conjunto, las empresas disminuyen el riesgo inherente a la inversión en innovación y los institutos que promueve el IMPIVA cubren su misión de llevar a la práctica la actividad de investigación y desarrollo. Ahí radica la clave de su éxito: en entender y traducir a un mismo idioma los lenguajes de la empresa y de la ciencia para desarrollar expresiones que benefician a todas las partes. “Las empresas creyeron que efectivamente ese instrumento, aunque venía de la política, estaba a su servicio”, señala García Reche, para quien el planteamiento desde el principio fue “aséptico, neutral y despolitizado”, lo que permitió que la generación de conocimiento fuese el epicentro de la conversación.

Así es como toma fuerza lo que se conoce como el enfoque interactivo del proceso de innovación, que pone el acento en el papel crucial de la empresa en la concepción del nuevo producto o servicio, en la retroalimentación entre las diferentes fases de la innovación y en la interacción entre las distintas fuentes de conocimiento científico y tecnológico en cada una de las etapas de los procesos de innovación.4 Las empresas recurren a las actividades de I+D cuando no logran el conocimiento que precisan en su propia organización, en ferias o en otras asociaciones. Pero, como defiende el modelo de Kline y Rosenberg (1986), para que la innovación funcione es imprescindible que los conocimientos científicos y tecnológicos que surgen de los procesos de investigación lleguen al mercado potencial, a las empresas, de modo que éstas sean capaces de ponerlos en práctica y utilizarlos para desarrollar nuevos procesos, productos o servicios.

Un ejemplo en este sentido es el de AITEX. En el año 1977, ya se había configurado la Asociación de Empresarios Textiles de la Comunitat Valenciana (ATEVAL), cuyo objetivo principal es defender y representar los intereses comunes de las empresas del sector. Junto a la Generalitat Valenciana, ATEVAL promueve en 1985 la creación de un instituto tecnológico como asociación privada de investigación, ensayos de caracterización y certificación de artículos y materiales textiles. Los empresarios se unen conscientes de la necesidad de invertir de manera conjunta en tecnología y en innovación para llevar un paso hacia delante el sector. Durante la época de su creación la oferta de investigación de la universidad es escasa y no tiene un órgano de gestión definido. AITEX se propone llenar este vacío.

Esta apuesta es muy importante en aquella época. La Generalitat aplica una estrategia de políticas horizontales, pero al mismo tiempo recupera el concepto marshalliano de distrito industrial, caracterizado por aglutinar una amplia variedad de empresas a través de todas y cada una de las fases de la cadena de valor de un mismo sector. Esta estructura permite subcontratar territorialmente parte de los procesos no integrados en una empresa. Es el propio tejido productivo el que genera, por tanto, un efecto tirón sobre todas las actividades vinculadas a él, sobre sus proveedores, retroalimentando así el círculo virtuoso.

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Inauguración de una de las ediciones de la Feria Textil-Hogar celebradas en los años 80 en la entonces Feria Muestrario Internacional de Valencia. 4 Innovación y Sistemas de innovación. Elena Castro Martínez, Ignacio Fernández de Lucio.
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Visita del presidente Joan Lerma y el conseller Andrés García Reche a la sede de AITEX en mayo de 1987.

4. Los nuevos referentes en I+D, el nacimiento de los institutos

Hasta la aparición del IMPIVA, que les dota de coherencia y sentido estratégico, los institutos han ido naciendo de forma independiente en la Comunitat Valenciana, cada vez más vinculados a la evolución de los sectores. Su viaje se ejemplifica claramente en la trayectoria de los centros más longevos. El Instituto Español de las Industrias del Calzado y Conexas, lo que hoy es INESCOP, surge en 1971 fruto de las necesidades del área del calzado alicantino, con sede central en Elda. Era una cooperativa y tienen que pasar siete años hasta que adopta la forma jurídica de asociación de investigación sin ánimo de lucro.

Es un proceso similar al del ITC, el más antiguo de los institutos, que nace en 1969 vinculado a la Facultad de Química de la Universitat de València bajo el nombre de Instituto de Química Técnica de Formación Profesional e Investigación, con el foco puesto en aplicar los conocimientos obtenidos en el campus a la generación de servicios de apoyo a las empresas. Aquel incipiente ITC comienza a preparar a especialistas en química técnica, además de promover la colaboración con las industrias del sector en la provincia de Castellón, crear las bases de un servicio de documentación e información químico-técnica y promover líneas de investigación y experimentación que puedan ayudar a las empresas a crecer. En 1970 firma los dos primeros convenios con empresas, pero no será hasta 1984 cuando vea la luz la Asociación de Investigación de las Industrias Cerámicas, también a instancias del IMPIVA, en colaboración con varias de las principales compañías del sector. A partir de ese momento, la vinculación entre universidad y empresa en torno al ITC empezará a hacerse cada vez más fuerte. Tanto, que finalmente en 1990 se crea el Instituto Universitario concertado de Tecnología Cerámica entre la Universitat de València y la Asociación de Investigación de las Industrias Cerámicas.

En 1969 nace el ITC, el más antiguo de los Institutos Tecnológicos vinculado a la Facultad de Química de la Universitat de València.

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El Instituto de Biomecánica (IBV), cuyo germen aparece en 1976 como instituto universitario de investigación de la Universitat Politècnica de València, no se convertirá oficialmente en instituto tecnológico hasta 1994. “Ese grupo se había distinguido, en un contexto eminentemente docente como era la universidad de aquella época, por la transferencia de resultados de distintas líneas de investigación en biomecánica al entorno próximo”, recuerda su exdirector Pedro Vera. “Esa fue la razón por la que el IMPIVA empezó a apoyarnos y, poco después, nos invitó a integrarnos en la red de institutos tecnológicos que estaba promoviendo”.

En la primera fase de su historia, como Grupo de Bioingeniería de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Industrial (1976-1988), lleva a cabo estudios pioneros centrados en el campo de los implantes quirúrgicos y el análisis biomecánico de la marcha humana. Al final de esta fase amplía sus campos de trabajo (ayudas técnicas, calzado, ortoprotésica, ergonomía o mueble) y el IMPIVA le invita a instalarse en el Parque Tecnológico de Valencia. A finales de los 80, se transformará en asociación sin ánimo de lucro para dar lugar después al instituto tecnológico que conocemos hoy, aún íntimamente ligado al entorno universitario. “La propuesta del IBV de estar ubicado dentro del Campus de la UPV, aunque como entidad fiscal independiente, ha demostrado ser muy acertada a lo largo de los años, porque estar muy cerca físicamente de todas las escuelas, institutos, startups y spin-offs de la universidad es, sin duda, un activo del instituto, pues existen importantes sinergias”, destaca Pablo Bayo, vicepresidente primero de la Junta Directiva.

En otros casos, no hay un ente previo a la acción del IMPIVA y es la puesta en marcha de las nuevas políticas de la Conselleria el factor que desencadena la aparición del instituto. AIDIMA (Asociación de Investigación y Desarrollo en la Industria del Mueble y Afines) sería uno de esos casos. Nace, en 1984, como una asociación con personalidad jurídica propia, sin ánimo de lucro, de carácter privado y de ámbito nacional por iniciativa de la Federación Empresarial Valenciana de la Madera (Fevama) y con el apoyo de IMPIVA. De forma similar, en 1987 se crea el Centro Tecnológico de la Industria Agroalimentaria de la Comunitat Valencia (AINIA) como una asociación de investigación nacida al amparo de la Administración autonómica y de la importante industria agroalimentaria local.

Cada centro tecnológico se constituye como una asociación de empresas del sector, con una personalidad jurídica propia, como asociación de investigación y sin ánimo de lucro (Mas, Rico y Mafé, 1990). Esta fórmula facilita la integración de las empresas como miembros mediante el abono de cuotas y el pago de tarifas por los servicios que reciben, y hace posible la canalización de fondos públicos, que inicialmente van destinados sobre todo a financiar las fuertes inversiones que deben realizar para dotarse de instalaciones y equipos adecuados.

Cada instituto tecnológico se constituye como una asociación de empresas del sector, con una personalidad jurídica propia.

El germen del Instituto de Biomecánica aparece en 1976 en la UPV y lleva a cabo estudios pioneros centrados en el campo de los implantes quirúrgicos y el análisis biomecánico de la marcha humana.

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Ese será uno de los grandes asuntos en adelante, el de la financiación de los institutos tecnológicos. En un principio se contempla que las principales fuentes de liquidez sean, por un lado, los fondos del IMPIVA (50%), a los que se sumarían las cuotas de los miembros y beneficiarios de sus servicios, que pueden variar entre el 21 y el 35% según los institutos. Este debate acerca de la estructura y origen de los ingresos será crucial décadas después y ha sido siempre uno de los ejes sobre los que han pivotado las reivindicaciones de los institutos tecnológicos: el equilibrio entre la financiación pública y privada que les permita funcionar como instituciones independientes orientadas a la generación y transferencia de conocimiento aplicado a la empresa. Ya en aquellos momentos iniciales se ve cómo, en la mayoría de los países, la Administración es la fuente de ingresos más importante, aunque siempre ha existido una gran discusión acerca de si debería haber una mayor dependencia del mercado para sostener esta infraestructura tecnológica y de innovación. A mediados de los 90, siendo conseller Martín Sevilla, una misión de la Comunitat Valenciana visita el ecosistema de transferencia de tecnología a las pymes de Estados Unidos y descubre que muchos laboratorios siguen nutriéndose principalmente de fondos públicos, casi medio siglo después de su creación. En todo ese tiempo, el país del libre mercado y la iniciativa privada por excelencia no ha encontrado una fórmula más eficiente de ayudar a la parte más frágil del tejido productivo a hacer I+D, y España no va a ser la excepción.

Las cuotas de los socios son, en efecto, en los primeros años, una fuente de financiación menor. Más importantes son los ingresos generados por el trabajo para las empresas, aunque esa partida necesitará tiempo y un incremento de la interacción para ir creciendo. La identidad de los institutos tecnológicos queda definida en torno a dos principios: en primer lugar, la independencia obtenida gracias a su carácter privado y plural, la disposición en propiedad de los recursos necesarios para el desarrollo de su misión y una reducida vinculación a los fondos públicos no competitivos; y, en segundo lugar, su compromiso con las necesidades empresariales, como demuestra la mayoritaria presencia de empresas en sus órganos de gobierno, así como la fuerte dependencia de la contratación empresarial en sus ingresos.

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En un principio se contempla que las principales fuentes de liquidez sean los fondos IMPIVA y las cuotas de los miembros y beneficiarios de los servicios.

El Instituto Tecnológico de la Informática (ITI) es un caso paradigmático: nacerá con el impulso de compañías tecnológicas tan relevantes como IBM o Hewlett-Packard, que se suman a la apuesta del IMPIVA, y en 2010 conseguirá superar, por primera vez en un ejercicio fiscal, el peso de los ingresos derivados del trabajo con empresas frente al obtenido vía subvenciones competitivas.

Al listado de características particulares se añade su apuesta por la continua renovación de sus capacidades y conocimientos mediante la realización de actividades de I+D+i, tanto en territorio nacional, como europeo e internacional, así como su compromiso con la incorporación de modelos de gestión excelentes y flexibles. Todo ello nunca resultará sencillo, porque implica la captación y retención de talento con el que dar forma a estos centros. Prueba de la complejidad de la coyuntura a la que se enfrentan los institutos durante esta etapa inicial es la escasez de personal cualificado para desarrollar las tareas que se requieren y, en general, la falta de información sobre la tecnología y el conocimiento profundo del mercado de toda la organización.

El Instituto Tecnológico de Informática (ITI), que recientemente ha cumplido su 25 aniversario, es un caso paradigmático: nacerá con el impulso de compañías tecnológicas como IBM o Hewlett- Packard y la apuesta del IMPIVA.

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5. Primera mitad de los 90: la vanguardia del conocimiento y la conexión europea

La entrada en la Comunidad Económica Europea en 1986 y la consolidación de la presencia de España en lo que después será la Unión Europea inspira a las empresas a mirar hacia fuera del mercado doméstico, aunque no resulta una decisión fácil. Los diferentes sectores manufactureros muestran una pauta desigual en sus respuestas5. Por un lado, algunos como el vidrio, la industria química, la cerámica o los productos metálicos, además de aquellas actividades directamente relacionadas con las grandes empresas foráneas -básicamente la industria del automóvil y la de componentes electrónicos- “muestran una evolución favorable”, afirma el informe Capitalización y crecimiento de la economía valenciana 1955-1995. Por lo general, han afrontado “un proceso de capitalización” que les ha permitido conseguir importantes reducciones de costes, a la vez que “han emprendido considerables reformas de sus aparatos productivos” para adaptarse a las nuevas condiciones de competencia surgidas tras la integración. Sin embargo, “una parte significativa de las empresas valencianas -que encuentra su exponente más significativo en actividades tradicionales como el calzado, el mueble, el juguete o una parte de la industria textil- no ha sabido superar adecuadamente la transición hacia las nuevas condiciones del mercado”, que incluyen, como se ha explicado, mayor competencia externa, costes salariales más elevados y la necesidad de implicarse más directamente en las actividades de comercialización.

En el arranque de la década de los 90, son visibles ya los “problemas de adaptación” que acompañarán al tejido productivo de la Comunitat Valenciana hasta nuestros días: “insuficiente dimensión empresarial que impide una capitalización adecuada y frena el recurso a la internacionalización de la producción cuando es necesario, escasez de mano de obra especializada, insuficiente incorporación de normas de gestión de la calidad, escaso esfuerzo innovador, ubicación en nichos de mercado de bajo valor añadido, entre otras”. Se conforma, de esta manera, una “estructura industrial dual en la región con unos sectores y empresas que han reaccionado ante las nuevas condiciones de mercado renovando sus estructuras productivas y otros -que coinciden con una buena parte de la industria tradicional caracterizada como de demanda débil- que siguen basando su posición competitiva en la inmersión productiva y en los menores costes laborales con que todavía cuenta la economía valenciana, en relación a la mayor parte de las restantes regiones españolas”. El problema según los autores del estudio es “el pinzamiento” que una parte de este tejido industrial sufre entre los mayores niveles tecnológicos y de calidad de las producciones con origen en países europeos de larga tradición industrial y la competencia en costes en las líneas de producción de menor precio con cargo a los nuevos países industrializados.

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5 Capitalización y crecimiento de la economía valenciana 1955-1995, Fundación BBVA Los Institutos Tecnológicos han estados presentes desde el principio en las principales ferias de sus sectores de referencia.

La evolución de las exportaciones ilustra lo que está sucediendo en el tejido empresarial. Tras la integración con Europa se produce un incremento sustancial del porcentaje de exportaciones destinadas a países comunitarios, pero hasta los primeros años de la década de los 90, las ventas valencianas al exterior pierden peso en el total nacional. Los autores atribuyen ese comportamiento también a la política monetaria llevada a cabo por España entre 1989 y 1992, que mantuvo a la peseta sobrevalorada en relación al negativo comportamiento diferencial de la inflación española. “Las sucesivas devaluaciones de la peseta registradas desde 1992, corrigieron la situación de misalignment en que esta se encontraba y repercutieron positivamente en la recuperación del comercio exterior de la Comunitat Valenciana, haciéndose patentes sus efectos a partir de 1993”, añaden.

José Antonio Miranda6 corrobora que, aunque “la aportación del calzado, la alimentación, los productos metálicos, el mueble y el juguete, en el período 1973-1976 constituía las dos terceras partes del valor de las exportaciones industriales valencianas, en 1997-2000 se había reducido a tan sólo un tercio del total. El retroceso se explica principalmente por el despegue que experimentaron dos sectores industriales hasta entonces poco relevantes en la economía regional, gracias al establecimiento en la provincia de Valencia de sendas multinacionales norteamericanas: Ford e IBM”. La primera convierte al material de transporte en otra sección fundamental del comercio exterior valenciano a partir de 1977. “Los automóviles mantienen una participación en el conjunto de la exportación similar a la del calzado hasta finales de los años 80 y pasan a ser desde entonces el capítulo más destacado, al representar en promedio más de un quinto del valor de la exportación industrial”. A partir de 1993, se suaviza la tendencia y, “con las sucesivas devaluaciones de la peseta, los sectores tradicionales de la industria valenciana, con el calzado a la cabeza, demostraron una vez más su capacidad para aprovechar las oportunidades del mercado internacional y disfrutaron de una nueva expansión exportadora hasta finalizar el siglo”.

6 “Eficiencia colectiva y competitividad internacional: la exportación de los distritos industriales valencianos en el último tercio del siglo XX”, Universidad de Alicante

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Salida de la unidad un millón del Ford Fiesta en la planta de Ford en Almussafes en noviembre de 1990.
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Visita del presidente Joan Lerma y el conseller Antonio García Miralles a la sede de AIJU en julio de 1993.

Entre 1985 y 1989 el PIB de la economía valenciana crece significativamente, por encima de la media española, un 6,61% frente al 6,07%. Pero el impacto de la crisis del período 199193 es también mayor y el PIB cae esos años en la Comunitat Valenciana a una tasa media del 1,22%, en contraste de nuevo con la economía nacional, donde experimenta un descenso más moderado (0,14%). En los años siguientes volverá a invertirse la tendencia y la economía valenciana se recuperará a un ritmo superior a España.

Desde su ingreso en la Comunidad Europea, por otra parte, la Comunitat acorta su distancia en PIB per capita respecto a la media de los Quince en 4,44 puntos porcentuales (del 73,51% al 77,95% de 1995). Pero en la productividad del trabajo aparecen ya los síntomas de un problema que ocupará toda la atención durante las décadas siguientes: mientras España converge con la media europea (del 93,56% al 96,56%) la economía valenciana se aleja cuatro puntos, del 95,88% de 1985 al 91,6% diez años después.

En cuanto a los sectores, “con carácter general, entre 1955 y 1995 en la Comunitat Valenciana se produce una reducción sostenida del peso de la agricultura en la producción regional -la participación pasa del 12,3% como media del período 1955-64 a poco más de un 4% en 1991-95“. Paralelamente, la cuota de la producción industrial -sin incluir construcciónaumenta considerablemente, y pasa de suponer cerca del 20% de la producción regional entre 1955 y 1964 “a casi un 28% en el intervalo comprendido entre los años 1991 y 1995”. La actividad constructora mantiene su participación en la estructura productiva valenciana más o menos constante en esa época, en torno a un 7-8%. “Por último, la producción de servicios se encuentra estabilizada alrededor del 60% del VAB regional valenciano en las tres últimas décadas”7. La imagen de la economía autonómica que ofrecen estos datos experimentará, a partir de 1995, una significativa transformación.

En definitiva, a principios de los 90 se vive una etapa de recesión económica, pero una buena parte de la empresa valenciana tiene apetito por invertir para mejorar y llegar a nuevos mercados. Consciente de esta realidad, la Generalitat pone en marcha un Plan de Competitividad para 1991 y 1992 dotado de 36 millones de euros, en el apartado de industria. La internacionalización, que había empezado a trabajarse en los 80, coge más fuerza en esta década, pero necesita de unos mimbres más sólidos para poder afrontarse con éxito. En el caso de las pymes tiene muchas palancas y el papel de los institutos tecnológicos es esencial para eliminar o, al menos, reducir el riesgo.

Acto conmemorativo del 50 Aniversario celebrado el 19 de noviembre de 2019 en el Paranimf de la Universitat Jaume I de Castellón. De izda. A dcha.: Francisco Toledo, ex Rector de la UJI, Agustín Escardino, fundador del ITC, Rafael Climent, Conseller de Economía Sostenible, Sectores Productivos, Comercio y Trabajo, Eva Alcón actual Rectora de la UJI de Castellón, Ximo Puig, presidente de la GVA, José Castellano, presidente de AICE, Amparo Marco, alcaldesa de Castellón, Francisco Martí, presidente de la Diputación de Castellón.

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7 Fundación BBVA

La prueba de que el ecosistema está más vivo que nunca, de que hay una necesidad por cubrir en la sociedad y de que la red va a continuar expandiéndose es que en la primera mitad de la década surgen nuevos institutos tecnológicos, vinculados, como los creados en los años anteriores, a las nuevas preocupaciones económicas y sociales. Así, en 1990, nace AIMPLAS como un Centro de Innovación y Tecnología (CIT) reconocido por la Comisión Interministerial de Ciencia y Tecnología y ubicado en Valencia.

Poco después, en 1994, el Instituto Tecnológico de la Energía (ITE) se crea para llevar a cabo nuevas investigaciones y desarrollos sobre el universo energético, en un momento en el que la conciencia ecológica, la reducción de gases de efecto invernadero o la búsqueda de fuentes energéticas alternativas al petróleo cobra ya más fuerza que nunca. Además, en la Comunitat Valenciana había un grupo muy potente de fabricantes de material electrónico que no contaba con laboratorios en los que poder probar y desarrollar sus productos, por lo que debían desplazarse a Madrid o Bilbao para hacer pruebas y homologaciones. El ITE nace para responder a esta carencia a instancias de un grupo de empresas del sector eléctrico y electrónico, entre las que están, entre otras Iberdrola, que reciben el respaldo de la UPV (su primera sede, que aún conserva) y el IMPIVA. Hasta 1998, de hecho, el rol universitario es muy importante en este instituto, pero a partir de ese año el posicionamiento industrial comienza a tener más peso en una estrategia que desembocará pocos años después con la ampliación de sus instalaciones en el Parque Tecnológico de Paterna.

También, en 1994, comienza su actividad ITENE, constituido como asociación privada con fines no lucrativos de ámbito nacional bajo el nombre de Instituto Tecnológico del Envase, Embalaje y Transporte. Una denominación que, en 2004, debido a su posicionamiento como centro tecnológico referente para la cadena logística, fue modificada, pasando desde entonces a ser el Instituto Tecnológico del Embalaje, Transporte y Logística. Está en la misión de ITENE fomentar la investigación científica, el avance tecnológico y la sostenibilidad. Y, finalmente, también en ese concurrido 1994, se crea, como se ha comentado, ITI, dedicado a la investigación, desarrollo e innovación en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC).

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación, la optimización y descubrimiento de nuevas fuentes de energía, la apuesta por nuevos métodos de embalaje y logística más sostenibles y resistentes y la apuesta por el plástico como gran material para la construcción de todo en mejores condiciones, son tendencias que se registran en la sociedad de los 90 a las que los institutos tecnológicos saben adelantarse con la creación de estas entidades. Pero los institutos que ha ido promoviendo el IMPIVA son expertos no solo en tecnología, sino en mucho más: informan acerca del marco legal del mercado de destino y sus requerimientos para adaptar los productos de exportación (envase y embalaje, componentes, etiquetado…), y ayudan a las empresas a adaptar sus ofertas a consumidores diferentes y a mejorar las materias primas en origen para ser transformadas en nuestro país. Por esa razón, en sus inicios, muchos institutos tecnológicos centrarán sus esfuerzos en inversiones en laboratorios para la certificación de productos y ensayos de calidad, en acciones de concienciación y en formación en temas relacionados con la calidad o el medio ambiente. Estas cuestiones son estratégicas para la internacionalización de las empresas en esa época.

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En la Comunitat Valenciana había un grupo muy potente de fabricantes de material electrónico que no contaba con laboratorios en los que poder probar y desarrollar sus productos.

El Instituto Tecnológico de Energía se crea para llevar a cabo nuevas investigaciones y desarrollos sobre el universo energético.

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En los primeros años 90, las empresas valencianas indican que una de las principales barreras para innovar es precisamente la dificultad asociada a las normativas, que cambian de forma importantísima tras la adhesión de España a la CEE y que les obligan a una actualización continuada de protocolos y estándares8. Esto genera un sentimiento de desorientación profunda en el tejido industrial, especialmente en el momento más crítico, cuando muchas pymes empiezan a innovar. Aquí, el rol de los institutos tecnológicos es crucial para hacer de puente y facilitar a las empresas el cumplimiento de todos estos estándares.

La certificación se convierte así en sinónimo de calidad y seguridad para las empresas y, para los centros, en una importante vía de negocio y de crecimiento desde sus primeros años de vida. Ya en 1987 AIJU crea, por ejemplo, el primer laboratorio de seguridad del juguete en el país y, dos años después, esta instalación recibe por primera vez a nivel nacional la acreditación de la Red Española de Laboratorios de Ensayos para emitir informes relativos a la seguridad de los juguetes. Desde 1988, ITC tiene implantado un sistema de calidad según la norma UNE-EN ISO/IEC17025 para garantizar sus competencias como Laboratorio de Ensayo acreditado por ENAC (Entidad Nacional de Acreditación) para la realización de ensayos en el sector industrial.

En 1993, AIMPLAS consigue la primera acreditación ENAC para sus laboratorios y, solo cuatro años más tarde, se alza con el título de centro español con mayor número de acreditaciones ENAC para el sector del plástico. En 1998, el IBV, con el apoyo del IMSERSO (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales), inaugurará un laboratorio dedicado a la evaluación de ayudas técnicas para personas con discapacidad y asesora a un gran volumen de empresas para superar las exigencias de la Directiva Europea sobre Productos Sanitarios transpuesta a la legislación española a través de un Real Decreto de 1996. Ese mismo año, AITEX obtiene la acreditación como Organismo de Control para la certificación de equipos de vestuario y guantes contra riesgos mecánicos, químicos y térmicos según la Directiva Comunitaria 89/686/CEE, transpuesta por el Real Decreto 1407/1992 donde se establece las exigencias mínimas esenciales que deben cumplir los Equipos de Protección Individual.

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industrial
Una historia de innovación colectiva
01. Innovar en política
8 “Pautas de innovación tecnológica industrial en una región intermedia: el caso de la Comunitat Valenciana”, José Albors, Economía Industrial, nº 326, Enero de 2002.

Estas certificaciones son claves para los institutos tecnológicos y se convierten en un factor insoslayable para su crecimiento. Resultan obligatorias no solo para exportar determinados bienes, sino además para participar en proyectos y recibir fondos públicos con los que sufragar los gastos en innovación. De hecho, según cifras de Eurostat, el nivel de madurez de la innovación española es todavía muy bajo. En 1994, el gasto en I+D como porcentaje del PIB en España es del 0,81%, mientras que la media de los países que por entonces conformaban la Unión Europea se sitúa en el 1,89%. Si viajamos hasta 1999, el porcentaje español apenas ha crecido: el 0,88% frente al 1,92% de media de la UE.

Además de facilitar la certificación, los institutos tecnológicos se convierten en un actor fundamental para que las empresas accedan a la maquinaria y los dispositivos de vanguardia que les ayuden a innovar. En 1995, INESCOP desarrolla el primer programa de diseño de calzado por ordenador, germen del que hoy es su solución estrella: el ICad3d+ para el diseño de calzado por ordenador en 3D, instalado en más de 1.500 empresas a nivel mundial. El primer Plan Estratégico 1996-1999 de AINIA incluye hitos como la adquisición del reconocimiento de Centro de Innovación y Tecnología y el desarrollo de planes específicos en ámbitos como la biotecnología, que empieza a despuntar, y la sociedad de la información en el sector agroalimentario.

Igualmente, como prueba de esa voluntad de situarse en la vanguardia, AIMPLAS organiza en 1995 la primera edición del máster europeo de polímeros y, en el curso 1996-97, ITENE pone en marcha su primera edición del Máster en Tecnología de Envases y Embalajes, del que hoy en día está organizando su XIV edición, que es además la segunda online, junto al Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA-CSIC). En todo este tiempo, más de 200 postgraduados han recibido esta formación, que les ha permitido desarrollar su actividad en empresas que fabrican o emplean envases y embalajes, contribuyendo así al desarrollo e innovación de la industria española.

Estos primeros desarrollos vienen acompañados de nuevas acciones de impulso desde la Administración. Tras arrancar el Programa Operativo de la Comunitat Valenciana 1989-1993 con los primeros fondos regionales europeos y tras lanzar la iniciativa Nuevas Tecnologías para la Modernización de la Industria Tradicional, en 1994 la Generalitat aprueba el Plan Valenciano de Ciencia y Tecnología (PVCYT), que establece un cambio significativo en la política científica. Repite muchos de los mecanismos puestos en marcha por el Plan Nacional de I+D e introduce algunas medidas complementarias y sinérgicas en línea con las que están tomando otras administraciones autonómicas. Se basa en tres ejes: los planes sectoriales, los programas y las asociaciones especiales. En esos años aparece también la primera convocatoria de ayudas a la realización de proyectos de I+D, con la que se pretende proporcionar fondos a los científicos que finalicen su etapa de formación para llevar a cabo actividades de investigación, así como facilitar a aquellos grupos ya consolidados el inicio de nuevas líneas de trabajo más coherentes con las necesidades del sector productivo valenciano.

En 1993, AIMPLAS consigue la primera acreditación ENAC para sus laboratorios y solo cuatro años más tarde, se alza con el tíitulo de centro español con mayor número de acreditaciones ENAC para el sector del plástico.

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José María Jiménez de Laiglesia, Salvador Fernández Calabuig, Antonio Baixauli y Diego Such en la inauguración de la Feria Internacional del Mueble en Feria Valencia.

La posterior Ley de Fomento y Coordinación de la Investigación Científica y del Desarrollo Tecnológico de la Comunitat Valenciana, aprobada en 1997 ya con Eduardo Zaplana en la presidencia de la Generalitat, no aporta modificaciones importantes a la planificación, coordinación y gestión de la I+D, ya que en lo esencial sustituye el PVCYT por el Plan Valenciano de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico. Su principal aportación es la puesta en marcha de la figura del Organismo Público Valenciano de Investigación con el objetivo de realizar y promocionarla en el ámbito de la ciencia, la tecnología y las humanidades, con una clara orientación hacia el impulso y la contribución al desarrollo social y económico de la Comunitat.

Con estas bases, a partir de los años 90, se consolida el modelo aún vigente hoy, orientado a aprovechar todos los programas de incentivos nacionales, europeos y autonómicos para desarrollar tecnología, implementarla y generar una colaboración estrecha con las empresas. Los institutos se convierten en el soporte del progreso del tejido productivo a través de la innovación, contribuyendo a situarlo en la vanguardia tecnológica, y en aliados esenciales a la hora de acceder a ayudas. En el caso de los fondos FEDER, con partidas destinadas a fomentar la competitividad empresarial y la innovación, España acabará convirtiéndose en el destinatario estrella en Europa. Para obtenerlos, las empresas deben solicitarlos en consorcios y grupos que garanticen su mejor aprovechamiento y los institutos son los aliados sustanciales en este proceso. “Los proyectos realizados en los años 90 pusieron los cimientos para la sistematización que llegó con el nuevo siglo. Además, la cooperación con países emergentes dio la oportunidad de alargar el plazo de explotación de conocimientos maduros, que en dichos mercados aún tenían un indudable valor”, explica Jorge Saludes, exresponsable de Mercados Internacionales en AINIA.

No obstante, una de las decisiones políticas que condicionará la evolución de la economía de la Comunitat Valenciana hasta la segunda década del siguiente siglo, se toma también en 1994. La Ley Reguladora de la Actividad Urbanística (LRAU) que nace ese año parte de la hipótesis básica de que el encarecimiento del precio de la vivienda se debe a la escasez de suelo urbanizable y asume que los propietarios son también responsables, por falta de capacidad inversora o por pasividad, de la insuficiencia de suelo urbanizable en el mercado. Así pues, establece innovaciones técnico-jurídicas que permitirán desapoderar a los propietarios de su tradicional posición hegemónica e implicar al sector empresarial en la “producción” de suelo urbano9. Su aprobación marcará radicalmente el devenir de la primera década del siguiente siglo en la economía valenciana.

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9 El metabolismo socioeconómico de la Comunitat Valenciana, 1996-2010, José Bellver e Ivan Murray. Fuhem, Ecosocial, 2015

La novedad que introduce la acción del IMPIVA, al crear los institutos tecnológicos y los CEEI, es la integración de esos clústeres en redes que trascienden al ámbito meramente local.

6. El proyecto en red

A finales de los años 90, muchas industrias manufactureras tradicionales del calzado, juguete, textil, mueble, turrón, cerámica o mármol se han consolidado en el ámbito internacional, como culminación del proceso de apertura iniciado de manera informal y descoordinada en la década de los 60. En gran parte, este fenómeno de entrada en mercados exteriores se ha visto favorecido, como se ha dicho, por la eficiencia derivada de las relaciones verticales y horizontales entre pymes que se producen en áreas geográficas concretas de la Comunitat Valenciana, en los conocidos como distritos industriales y clústeres. La novedad que introduce la acción del IMPIVA, al crear los institutos tecnológicos y los CEEI, es la integración de esos clústeres en redes que trascienden al ámbito meramente local, gracias a la actividad de instituciones que actúan como receptoras y emisoras de flujos de información procedentes del exterior y los diseminan a continuación. Esta evidencia respalda su papel como facilitadoras de oportunidades de negocio y cooperadoras en su explotación.10

Una dinámica en línea con las nuevas corrientes de pensamiento que permite empezar a crear lo que Manuel Castells bautizará como el “círculo virtuoso de mejora” de la economía, de la tecnología, de la sociedad y de la cultura, a partir de la integración de la tecnología en la sociedad y en los sistemas de riqueza. Porque la característica principal de los descubrimientos contemporáneos es que el conocimiento que llevan aparejado se retroalimenta y da lugar a un círculo virtuoso de creación de nuevo conocimiento.

10 Metaorganizadores, redes externas y conocimiento en los sectores manufactureros españoles: el papel de las instituciones locales en el distrito industrial del Vinalopó. José Antonio Belso-Martínez, María José López-Sánchez. Economía, Sociedad y Territorio 2012, XII (38)

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Se consolida paulatinamente esa visión que ha unido en una misma estrategia, durante los 80 y 90, a elementos significativos del colectivo empresarial, universitario y de los institutos tecnológicos, con el respaldo de la Administración pública. Los centros promovidos por el IMPIVA van demostrando, poco a poco, que su posición intermedia es privilegiada para detectar las demandas de conocimiento y participar en el establecimiento de prioridades de ciencia y tecnología entre las empresas de la Comunitat Valenciana. A finales de esa década, disponen ya de recursos, de estructura, de capacidad de absorción de los conocimientos, de articulación, de un marco legal e institucional claro y de resultados científicos, tecnológicos y de innovación que les permiten dar un paso más allá. Como prueba de que esa colaboración está funcionando, los datos del INE y de la UE sobre eficiencia innovadora (el porcentaje de ventas de productos novedosos frente a las ventas totales) favorecen más precisamente a los sectores que disponen de institutos tecnológicos vinculados: productos cerámicos (26%), alimentación (13%), textil, confección y cuero-calzado (11,5%), química y farmacia (10,5%) y madera y mueble (6,9%).

Un estudio de referencia del profesor José Albors, elaborado a partir de datos de distintas instituciones como el IMPIVA, el INE o del entonces Ministerio de Industria y Energía (Miner) y de diversas encuestas realizadas desde un grupo de investigación de la UPV, señala que los orígenes de la innovación son, en aquel momento, mayoritariamente internos y su objetivo suele ser la mejora de calidad del producto, el aumento de la cuota de ventas y la introducción en nuevos mercados. El balance es agridulce: pese a la tendencia al alza, el porcentaje de las compañías que desarrollan trabajos de I+D sigue estando por debajo de la media de la UE. La parte positiva es que la empresa valenciana está cada vez más sensibilizada, y los mecanismos de unión entre el tejido industrial y el mundo del conocimiento empiezan a ser percibidos como cada vez más necesarios.

Precisamente, a finales de los 90 se acaba de forjar una idea que ya venía inspirando a los institutos tecnológicos y que culminaría con la creación de REDIT: el concepto de sistema de innovación articulado sobre la base territorial de la Comunitat Valenciana, y no sólo confinado a los límites de un distrito industrial o de un clúster. Como defiende E. Autio (1996) al hablar de este fenómeno, “la mayor homogeneidad en la identidad sociocultural en un espacio regional y la mayor proximidad de los actores que facilita las relaciones personales de carácter informal, dan a estos sistemas ciertas especificidades con relación a los nacionales: están compuestos por instituciones públicas y privadas que interactúan para crear y desarrollar nuevas soluciones y conocimientos, y permiten que los entornos productivos, tecnológicos, científicos y económicos se relacionen entre sí”.

Los centros promovidos por el IMPIVA van demostrando, poco a poco, que su posición intermedia es privilegiada para detectar las demandas de conocimiento y participar en el establecimiento de prioridades de ciencia y tecnología entre las empresas de la Comunitat Valenciana.

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Inauguración del edificio del Instituto de Tecnología Cerámica (ITC), el día 24 de enero del año 1997 por parte de Eduardo Zaplana, presidente en aquel entonces de la GVA y en presencia de la Consellera de Cultura, Educación y Ciencia, Marcela Miró Pérez, del rector Fernando Romero Subirón, y del director y fundador Agustín Escardino Benlloch.

REDIT, Una historia de innovación colectiva 58 01. Innovar en política industrial
Visita del presidente Joan Lerma a la nueva sede de INESCOP en mayo de 1987. El entonces presidente de España José María Aznar visitando las instalaciones de AINIA.

Paralelamente, los institutos que habían nacido en la década anterior van consolidando su liderazgo y su potencial. Así, en 1990, AIJU realiza su primer estudio pedagógico para analizar la calidad de los juguetes y en 1998 se convierte en el primer centro de prototipado rápido de tecnología SLS. Igualmente, con el apoyo del IMSERSO, en 1995 el IBV crea el ya citado laboratorio para la evaluación de ayudas técnicas para personas con discapacidad, inaugurado formalmente en 1998, que junto con el laboratorio de ensayos de Implantes Quirúrgicos para Cirugía Ortopédica y Traumatología son únicos en España.

De esta forma, a finales de los 90, la Comunitat Valenciana cuenta con una red de conocimiento extensa y profunda, repartida por todo el territorio diseñada para dar respuesta a necesidades diversas (pero no aisladas) de las empresas. La industria de la alimentación, del calzado, del juguete, del envase y embalaje, del plástico, de la biomecánica y la salud, del metal, de la madera, de la informática o de la cerámica disponen de referentes cada vez más reconocidos a nivel nacional e incluso internacional dispuestos a llevar a la empresa valenciana a otro nivel.

Los centros inician durante esta década su camino hacia ámbitos que serán clave para el crecimiento de las empresas en los próximos 20 años. Es el caso del respeto al medio ambiente y la sostenibilidad. En 1994, AINIA pone en marcha el Departamento de Medio Ambiente y la planta piloto de extracción de Fluidos Supercríticos. En 1997, AIJU realiza el primer diagnóstico medioambiental en el sector del juguete. Un año después, AITEX obtiene la calificación por la Asociación Española de Normalización (AENOR) como laboratorio acreditado para la realización de los ensayos necesarios para la concesión de la Etiqueta Ecológica Europea. Más adelante, ya en 2005, AITEX presentará la certificación ‘Made in Green’, que hasta el momento es la más exigente que existe en cuanto a salud, sostenibilidad medioambiental y responsabilidad social corporativa, que garantiza al consumidor final que los artículos certificados no contienen sustancias químicas perjudiciales para la salud y han sido fabricados respetando el medio ambiente y los derechos humanos de los trabajadores.

INESCOP apuesta asimismo por la expansión territorial en forma de red. Ya en 1980 había creado su primera Unidad Técnica en Elche, paso previo a su salto al conjunto de España, que incluirá puntos tan diversos como Arnedo (La Rioja), Inca (Mallorca), Almansa (Albacete), Vall d´Uixó (Castellón), Villena (Alicante), Brea-Illueca (Zaragoza) y Valverde del Camino (Huelva). La red, la extensión y la capilaridad cobran cada vez más fuerza.

Durante esta etapa de los centros tecnológicos, su tamaño y su extensión los convierte en agentes activos y cada vez más relevantes de la economía y la industria valenciana. Pronto empezaron a comprender que colaborando podrían llegar a obtener mayores y mejores resultados.

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El modelo de I+D+ i se consolida en red

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0 2. El modelo de I+D+ i se consolida en

El modelo de I+D+i se consolida en red .02

1. La crisis evolutiva y la función de REDIT

La energía transformadora que ha acompañado al nacimiento de los institutos tecnológicos y los primeros 15 años del IMPIVA da paso a una fase de reflexión y balance a finales de la década de los 90, coincidiendo con la crisis evolutiva que atraviesan los sectores industriales de la Comunitat Valenciana debido al impacto de la globalización. Es evidente que hay muchas cosas que mejorar, dentro de las empresas, en su relación con los centros de investigación y en el propio entramado institucional. El debate sobre las necesidades del ecosistema regional de innovación acabará desembocando en la puesta en marcha de una nueva fórmula de impulso, pensada para facilitar la coordinación de los centros y la difusión de sus actividades al mundo económico y la sociedad, adaptada a la crisis evolutiva de todo un modelo de economía estructurado en una buena parte de ella en distritos industriales. Esa fórmula integradora adoptará la forma de la Red de Institutos Tecnológicos de la Comunitat Valenciana (REDIT).

Los trabajos conjuntos de los investigadores Salvador Bresó, director de AIMME, y Carlos Seaton, de la UPV, sientan las bases teóricas de ese proceso de autoanálisis del sistema. En 1999 publican, junto a José M. Carrillo, un artículo en el que utilizan los datos generados por la aplicación Delphi con aportaciones de los directores de los institutos, del IMPIVA y de un grupo de pymes de la Comunitat Valenciana11. Entre sus conclusiones, afirman que “el 91% de las empresas consultadas consideran que su principal relación con los institutos tecnológicos se da a través del tipo de actividades incluidas dentro del área de servicios tecnológicos”, es decir, “servicios de bajo valor añadido y baja complejidad técnica”. Percepción que confirman los propios centros: el 90% de ellos “coinciden en señalar que realizan mucha menos investigación y mucho menos desarrollo del que desearían”.

Uno de los problemas, según Bresó, Seaton y Carrillo, es que “no se observa una asociación entre los Institutos como red con la finalidad de responder a retos tecnológicos que demanden un esfuerzo multidisciplinario e interinstitucional, ni tampoco una relación con los organismos responsables de la política industrial y las Cámaras empresariales para atacar problemas del desarrollo tecnológico regional”. E introducen entre sus recomendaciones un factor que acabará siendo clave en la creación de REDIT: es urgente, dicen, “incrementar las acciones de marketing necesarias para la promoción de las distintas actividades desarrolladas por los Institutos que sean de interés a las pymes”. También piden que “se coordinen, dentro de la Comunitat Valenciana, los esfuerzos por integrar las políticas públicas, industriales y tecnológicas y de desarrollo a lo largo de las redes multiactorales y multinstitucionales necesarias para estimular las relaciones entre las organizaciones comprometidas con el desarrollo tecnológico de las empresas de la Comunitat”.

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11 “Evaluación comparativa del benckmarking de la relación entre los institutos tecnológicos y la pyme”, Salvador Bresó, Carlos Seaton y J. M. Carrillo, Revista Espacios, 1999

En 2001, insisten en su idea12. Afirman que “la transferencia de tecnología desde institutos tecnológicos, universidades o centros de I+D hacia las empresas continúa siendo complicada” y apuntan que “en su mayoría, las dificultades están asociadas con problemas de naturaleza relacional. Es decir, desconfianza, falta de credibilidad entre las partes, protocolos defectuosos de comunicación, renuencia a aplicar conocimientos desarrollados fuera de la empresa, e incapacidad para generar procesos y procedimientos que faciliten los intercambios de información, conocimientos y experiencias entre institutos tecnológicos y empresas”.

Su texto vuelve a ser una llamada a la colaboración entre institutos tecnológicos que, de forma implícita, incluye la necesidad de un ente cuya finalidad sea tender puentes. Afirman que los centros tecnológicos deben incorporar “las prácticas que promueven la búsqueda de soluciones en equipos heterogéneos, el uso de las técnicas de exploración creativa de soluciones a problemas de innovación, los procesos para la creación de equipos de alto desempeño, las técnicas de negociación ganar/ganar, los juegos y otros métodos para promover la confianza y la credibilidad entre recursos ubicados en diferentes organizaciones”.

El debate sobre las necesidades del ecosistema regional de innovación acabará desembocando en la puesta en marcha de una nueva fórmula de impulso llamada REDIT, que nace en 2001 a iniciativa de los institutos tecnológicos y del gobierno valenciano.

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12 “El desarrollo de un sistema de gestión del conocimiento para los institutos tecnológicos”, Salvador Bresó y Carlos E. Seaton, Revista Espacios, 2001

Había muchos motivos para tomarse esas advertencias en serio. El profesor José Albors recopila, en 2002, datos que ponen de relieve que las acciones desplegadas por el IMPIVA hasta entonces no bastan13. La Comunitat Valenciana es la cuarta en innovación empresarial tras Cataluña, Madrid y el País Vasco, con la característica distintiva de que “la pequeña empresa refleja una actividad tecnológica muy superior a la media española y, además, este dato muestra una evolución creciente”. Serían buenas noticias si no hubiera que considerar ciertos matices de importancia. Según Albors, ese peso de las pymes se debe en parte “al progresivo abandono de grandes empresas” que se han mudado fuera de la región o “fueron adquiridas por otras cuyos centros de I+D están fuera” de la Comunitat Valenciana. Pero, sobre todo, resulta llamativo su énfasis en “el desencuentro existente entre empresas e institutos tecnológicos y OPIs [Organismos Públicos de Investigación]”. Cuando se ha revisado la oferta tecnológica, se ha comprobado que existe una amplia variedad de centros de I+D en el territorio, “y, sin embargo, las empresas siguen destacando la falta de oportunidades de cooperación como barrera. Debe recordarse que también los institutos se quejaban, en las entrevistas, de falta de cooperación por parte de las empresas para lanzar proyectos comunes de I+D y de las dificultades de cooperación con las pymes”.

La articulación del sistema valenciano de innovación, la colaboración entre sus actores, se contempla en la entrada en el nuevo siglo como un problema no solo de competitividad de la industria, sino también de eficiencia en la gestión de los fondos públicos. Juan Miguel Albertos afirma que “la baja presencia relativa de la I+D empresarial se corresponde con un sistema regional de ciencia y tecnología en el que el desarrollo tecnológico de productos y procesos tiene un peso menor al considerado generalmente como óptimo, mientras que la investigación, tanto aplicada como básica, muestra un peso claramente superior. Como consecuencia, la eficiencia final del gasto realizado, esto es, su contribución al crecimiento del PIB regional, es probablemente menor de la que cabría esperar. La I+D empresarial, a pesar de mostrar tendencias positivas, no ha desarrollado todavía un proceso de modernización similar al que ha experimentado la investigación universitaria, y su expansión constituye la gran asignatura pendiente del sistema valenciano de ciencia y tecnología”14

En el sector agroalimentario, un análisis del investigador de la UPV Miguel Sierra revela el contraste entre el volumen de proyectos de investigación destinados a estimular la transferencia de resultados de investigación (PETRI) presentados por empresas valencianas entre 2000 y 2006, que suponen un tercio del total nacional, y las cifras que refleja la participación en los proyectos CDTI. Si para participar en iniciativas del CDTI “se necesita la iniciativa empresarial y la colaboración con centros públicos de investigación o centros tecnológicos”, se puede afirmar que la baja participación valenciana se puede deber tanto “a la existencia de un sector empresarial poco proclive a desarrollar proyectos de I+D+i”, como “a los problemas relacionados a la transferencia de tecnología y la colaboración entre los organismos públicos de investigación y los centros tecnológicos valencianos con las empresas del sector alimentario”, afirma.

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13 “Pautas de innovación tecnológica industrial en una región intermedia. El caso de la Comunitat Valenciana”, José Albors Garrigós, Economía Industrial, 2002 14 “Geografía de la Innovación en la Comunitat Valenciana”, Juan Miguel Albertos, incluido en Globalización y desarrollo local: una perspectiva valenciana, coordinado por José Honrubia, Universitat de València, 2004 La articulación del sistema valenciano de innovación se contempla como un problema de competitividad y de eficiencia en la gestión de los fondos públicos.

IMPACTO DE LA GLOBALIZACIÓN

Los primeros años del nuevo siglo estarán marcados por el impacto de la globalización sobre la industria de la Comunitat Valenciana, especialmente la manufactura tradicional. Supone toda una sacudida la liberalización efectiva del comercio mundial de bienes vinculados a los sectores autóctonos, que convierte a los competidores con menores costes de producción, especialmente del Sudeste asiático, no ya una mera alternativa a los proveedores locales, sino como sustitutos de la propia industria. Se suma a ello la revolución tecnológica, de la mano de las mejoras de la conectividad que empiezan a convertir a Internet en un mercado con entidad en sí mismo, agravada por dinámicas complejas como la concentración de la distribución, que amenaza con incidir directamente en el modelo de comercio minorista tradicional, un canal transitado habitualmente por los fabricantes valencianos.

La profesora de la Universidad de Alicante, Begoña Fuster, apunta que el aumento en la renta en el periodo de expansión (1995-2007) ha ido acompañado de un incremento de los salarios y otros costes, “aunque no de ganancias de productividad”. De esta manera, la ventaja competitiva de las empresas valencianas se ha visto doblemente amenazada. “Por un lado, debido a la cada vez mayor presencia en los mercados internacionales de países emergentes con los que difícilmente se puede competir en costes y precios. Por otro lado, por el freno o incluso el retroceso en el crecimiento de la productividad que les ha dificultado competir con países más avanzados, vía innovación y diferenciación del producto. Solo las empresas más innovadoras que han invertido en tecnología, capital humano, diseño, marca y estrategias de gestión avanzadas han podido mantener una posición competitiva en los mercados internacionales”15.

La respuesta a la globalización económica que se requiere en esos años en el proceso de producción debe venir, por consiguiente, en forma de I+D, para dotar de mayor flexibilidad, reducir los tiempos de cambio, aumentar la velocidad del trabajo e introducir la automatización (“La innovación en el sector del mueble de la Comunitat Valenciana”. Alto Consejo Consultivo en I+D+i. Generalitat y Fundación Premios Jaume I, 2007). Las empresas necesitan también introducir el enfoque por competencias, el concepto de logística excelente y entrega just in time; adaptar todas las fases de la cadena de valor (diseño, fabricación, montaje y distribución) a una creciente personalización del producto; y adherirse a todas las normativas nacionales y europeas en materia de seguridad, medio ambiente y calidad.

“Crecimiento,

Sólo las empresas más innovadoras que han invertido en tecnología, capital humano y diseño pueden mantener su posición competitiva en los mercados internacionales.

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15 competitividad e internacionalización de la economía valenciana”, Revista d’Estudis Autonòmics, nº 63, 2018

Desde el punto de vista tecnológico, la gran aportación de ese periodo es la generalización de las máquinas de control numérico que habían empezado a desembarcar en la industria a mediados de los 90 y responden a la presión del mercado que demanda una producción flexible, de bajo coste, gran calidad y complejidad en su confección. Una de sus ventajas es la posibilidad de adaptarlas a la maquinaria tradicional. Comienza a aparecer de forma incipiente la robótica, sobre todo, en almacenes inteligentes, sistemas de carga y descarga, transporte en la línea y manejo de los operarios. Surgen desarrollos tecnológicos de control en continuo, visión artificial, vigilancia de la calidad a altas velocidades, al tiempo que se tecnifican funciones de soporte gracias a la introducción de la informática en un número cada vez mayor de fases del proceso de producción de sistemas CAD en la fase de diseño.

Pero no basta con soluciones localizadas, se necesita articular de nuevo una gran estrategia regional, en línea con la energía transformadora de mediados de los 80. En 2009, resultará evidente que la economía de la Comunitat Valenciana precisa de un golpe de timón con urgencia. En el asociacionismo empresarial, AVE da un paso adelante y encarga al catedrático de la Universitat de València Juan Antonio Tomás Carpi la elaboración del informe “Los pilares del nuevo modelo de desarrollo económico valenciano” que propugna la constitución de “una auténtica coalición de desarrollo mediante la que empresarios, trabajadores, universidades, sociedad civil y políticos, seamos capaces de construir, sin prejuicios, con flexibilidad y generosidad, el camino que nos lleve a una economía más competitiva, equilibrada, sustentada en el conocimiento y sostenible”. Los pilares de ese nuevo modelo deben ser: 1) el desarrollo industrial; 2) el sistema logístico-portuario; 3) el aprovechamiento racional de las ventajas naturales y la localización; 4) la educación, la salud y la seguridad; 5) un sistema financiero sólido y comprometido; y 6) la sociedad civil, liderazgo y colaboración.

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0 2. El modelo de I+D+ i se consolida en red La introducción de nuevos desarrollos informáticos cambian sustancialmente algunas fases del proceso de producción de sistemas CAD. Comienza a aparecer de forma incipiente la robótica.

En el plano institucional, la década comienza con el Plan Valenciano de Investigación, Desarrollo e Innovación, vigente hasta 2006, que ya se concibe como “un instrumento integrador de las aspiraciones e intereses de los agentes implicados en el Sistema Valenciano de Ciencia, Tecnología y Empresa con el objetivo de dotar de recursos humanos y financieros, especialmente, a grupos de investigación consolidados”. Pero es evidente que hace falta algo más que un plan, se precisa una transformación cultural. Todos estos cambios, tanto los estructurales como los del mercado, van a producir efectos duraderos en la economía, y no sólo en las empresas, hasta el punto de alterar el concepto mismo de distritos industriales y clústeres que había sustentado la política de fomento de transferencia de tecnología desde que aquel grupo de profesores de la Universitat de València con ideas nuevas llegó para inspirar una nueva forma de hacer política.

El Alto Consejo Consultivo de I+D+i habla nada menos que de “un nuevo modelo dentro de las concentraciones de empresas del tipo del distrito industrial”, y siguiendo a Grandinetti y Passon asume el término de “empresa global de distrito”. Se caracteriza por la deslocalización de alguna fase de su proceso productivo; por el control de los canales de distribución mediante filiales comerciales o empresas conjuntas en el extranjero; por el desarrollo de relaciones estratégicas fuera del distrito, en actividades que van desde la innovación hasta el marketing; y, en última instancia, por mantener, pese a todo lo anterior, las ventajas del modelo de distrito tradicional, basado en el desarrollo interno de mercados de bienes intermedios, servicios y recursos.

Tiene sentido que aparezca esta nueva “empresa global de distrito” porque, en un contexto cambiante como éste, una de las fijaciones de las industrias y todo el entorno institucional que las arropa es que la configuración en clústeres no se convierta en un obstáculo para su propia adaptación a las nuevas condiciones de competencia en el mercado. La cultura industrial heredada de décadas anteriores es un patrimonio de incuestionable valor, pero no puede actuar como freno que obstaculice la transformación necesaria que demandan los nuevos tiempos.

En efecto, salvo la cerámica, las actividades de la manufactura tradicional quedarán al margen de la intensa expansión económica experimentada durante la década de 2000 por los sectores de construcción, actividades inmobiliarias, turísticas y de otros servicios. Y el mercado exterior, con la aparición de nuevos competidores de bajo coste, no servirá para compensar la caída de producción por la vía de las exportaciones. En su análisis de la innovación en el sector textil, Emilio Golf-Laville y Fracisco Javier Ortega-Colomer hablan de “formas autodestructivas de competencia entre algunos subcontratistas locales”16. Se desarticulan dinámicas tradicionales dentro del área del textil, que venían caracterizadas por una innovación con capacidad de disrupción competitiva que quedaba rápidamente absorbida por el conjunto de la cadena de valor, en una forma de efecto imitación, dada “la existencia de relaciones empresariales regidas por cuestiones ligadas a la proximidad espacial, más allá de la lógica económica”. Este equilibrio salta por los aires, se va a descomponer por “la creciente incorporación de producto importado por las empresas más diferenciadas”, y también por “la necesidad de las ubicadas en segmentos de cabecera de completar su mercado mediante la integración hacia adelante, asumiendo funciones de sus tradicionales clientes”.

Salvo la cerámica, las actividades de la manufactura tradicional quedarán al margen de la intensa expansión económica experimentada durante la década de 2000.

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16 “Fuentes de la innovación y el papel de las instituciones en el sistema de innovación textil de un distrito industrial valenciano”, Emilio Golf-Laville y Francisco Javier Ortega-Colomer, ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura, enero-febrero 2012

José Antonio Belso y María José López repasan en un estudio las “debilidades” del modelo de distrito industrial “en un contexto socioeconómico cada vez más globalizado”17. Entre ellas citan “el tradicional perfil cerrado y redundante de las redes locales o un tamaño empresarial generalmente reducido para competir en el ámbito internacional”. Subrayan asimismo que una estructura de redes de perfil local “puede llegar a entorpecer la llegada de innovaciones radicales debido a su carácter redundante”. Se suele citar el caso del sector relojero suizo, que entra en crisis precisamente por aferrarse a los elementos que han fraguado su prestigio y su éxito internacional durante siglos, demostrando así falta de flexibilidad para responder a los nuevos desafíos. Consecuencia de estas limitaciones, “la realización de actividades de alto valor añadido o la propia internacionalización de actividades comerciales y productivas, frecuentemente se transforman en una auténtica hazaña”.

No conviene perder la calma. En cualquier caso, “la economía global exige mayor especialización geográfica y, como consecuencia, el desarrollo de sistemas locales que generen capacidades y recursos específicos difícilmente transferibles”, afirman Belso y López. Desde esta perspectiva, “la adaptación de los distritos industriales a un choque exógeno, como la globalización, representa un paso más en su trayectoria evolutiva”. La clave está en aprovechar las fortalezas de manera diferente. La década de 2000 está llamada a promover la inserción gradual en los mercados internacionales, con el objetivo de “cubrir aquellas deficiencias en ciertos apartados de gestión, marketing, comunicación o actividades de I+D+i que el desarrollo interno se muestra incapaz de abarcar de manera unilateral”.

Se impone una visión inspirada en la teoría de redes, que caracteriza las relaciones entre los agentes más como estructuras sociales que por su dimensión espacial y que apuesta por extenderlas más allá de los límites del distrito. Las instituciones locales, que también están volcándose en establecer contactos con organismos y centros de investigación situados fuera de su área geográfica natural “se transforman en una suerte de intermediarios, ya que captan conocimientos de valor y oportunidades de negocio procedentes del exterior y posteriormente las diseminan entre las empresas utilizando sus densas redes locales”. Siguiendo a Pilotti (2000), Belso y López incorporan el término de “metaorganizadores del sistema local con la función específica de conectar la multiplicidad de tecnologías, la heterogeneidad de organizaciones y las transacciones internas alcanzadas mediante la dinámica colaboración-cooperación”.

Tomás Carpi, Contreras Navarro y Del Saz Salazar hablan en 200018 de la “necesidad de que el sector público asuma el papel de “catalizador social” [lo que recuerda al símil químico de una década antes] que induzca a las empresas locales, asociaciones empresariales, sindicatos, autoridades regionales y locales, así como a otras instituciones, a trabajar juntos dentro de una perspectiva estratégica común”. A nivel institutos, hay reacciones como la que promueve el propio Salvador Bresó en AIMME, con la puesta en marcha de un Centro de Creación de Valor, “una estructura concebida con el propósito de sistematizar tanto el proceso de reflexión sobre las respuestas a los retos futuros, como la implementación de las acciones en las que, empresas e instituto, pueden cooperar para instrumentar las soluciones acordadas”.

La función está creada y para cumplirla debe nacer un nuevo instrumento en la Comunitat Valenciana: REDIT. Su impacto será progresivo y se irá plasmando en diversas formas de actuación dirigidas a cubrir esta necesidad evidente que ha creado en el tejido productivo la globalización y la revolución tecnológica.

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17 “Metaorganizadores, redes externas y conocimiento en los sectores manufactureros españoles: el papel de las instituciones locales en el distrito industrial del Vinalopó”, José Antonio Belso-Martínez y María José López-Sánchez, Economía, Sociedad y Territorio, nº 38, 2012 18 “Institutos tecnológicos y política sectorial en distritos industriales. El caso del calzado”, J. A. Tomás Carpi, J. l. Contreras Navarro y S. Saz Salazar, Economía Industrial, 2000 La red REDIT irá cubriendo las necesidades que ha creado en el tejido productivo la globalización y la revolución tecnológica.

En esta década se lucha por cubrir las deficiencas en diversas actividades, como las de I+D+i, que las empresas no pueden abarcar internamente.

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2. La creación de REDIT

Los centros tecnológicos crecen, la economía madura, las necesidades de las empresas evolucionan, hasta en política se produce un cambio de aires. La década del 2000 viene cargada de retos insospechados, prometedoras oportunidades e incertidumbres amenazantes. El nacimiento de REDIT parece algo natural, una respuesta lógica a los nuevos tiempos. Aunque algunos han podido ver la urgencia de una red de redes antes incluso de su creación. “REDIT nace mucho antes de 2001, aunque no se constituye hasta esa fecha”, rememora Sebastián Subirats, exdirector general de AINIA. “En la mente de algunos directores de centros tecnológicos estaba ya la necesidad de formar una asociación”. Agustín Escardino recuerda una reunión en un emblemático hotel de Valencia donde los máximos representantes de los institutos se plantean la necesidad de crear un órgano de representación colectiva. “Es un proceso natural”, coincide Francisco Mas Verdú. “Se hablaba de una red IMPIVA de institutos tecnológicos, REDIT suponía dar forma jurídica a esta realidad, pasar de una situación de facto a otra de iure. Cuando se produce el cambio político se origina una primera ola de desconfianza hacia estas entidades. Sin embargo, los mayores defensores fueron los empresarios porque lo consideraban una cosa suya y eran instrumentos políticamente neutros”.

Pero REDIT no surge como proyecto ‘amateur’. Ya existe la demostración de que una asociación de centros puede llegar a ser fructífera. En marzo de 1996, algunas de estas figuras del ecosistema valenciano ya habían participado en la fundación de la Federación Española de Entidades de Innovación y Tecnología (FEDIT), tras la fusión de las antiguas Federación Española de Asociaciones de Investigación Industrial (Fedin) y la Federación Española de Organismos de Innovación y Tecnología (Feit). “Las dos asociaciones nos unimos y creamos una fundación única”, explica Sebastián Subirats.

Más que nunca, los centros tecnológicos necesitan “crear una voz colectiva y unir fuerzas”, comenta Sebastián Subirats, exdirector de AINIA.

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Este hito coincidía con la promulgación del Real Decreto 2609/1996, que define el concepto de Centro de Innovación y Tecnología (CIT), regula su régimen jurídico y crea un registro oficial para estas instituciones. FEDIT se convierte en el “referente” de la Red de Institutos tecnológicos de la Comunitat Valenciana (REDIT). Si la fórmula funcionaba a nivel nacional, ¿por qué no podría servir para aunar a los entonces 16 institutos diseminados por el territorio autonómico con carácter propio, pero con intereses comunes? Impulsada por la Conselleria de Innovación y Competitividad, en abril de 2001 nace esta asociación sin ánimo de lucro con personalidad jurídica propia e independiente, que cuenta con el Instituto de la Mediana y Pequeña Industria Valenciana (IMPIVA) como socio fundador.

Más que nunca, los centros tecnológicos necesitan “crear una voz colectiva y unir fuerzas”, comenta Subirats. El relevo de Joan Lerma en la Generalitat Valenciana ha introducido un cambio sustantivo de liderazgo en una de las ramas clave para articular el Sistema Valenciano de Innovación, y sólo eso supone en sí mismo un factor de incertidumbre acerca de la continuidad de la apuesta política iniciada dos décadas antes.

Se hace evidente que “hay que defender el modelo y conseguir un posicionamiento institucional y tecnológico”, según Subirats. Sin ser universidad, ni centro de investigación, ni patronal, la propia “ambigüedad” de la naturaleza de los entes promovidos por el IMPIVA pone en riesgo su existencia. “Existía una falta de cultura, mientras que en otros países el modelo ya estaba plenamente arraigado, con casos excepcionales, tanto en presupuesto como en resultado, como el de la red Fraunhofer en Alemania”. Una iniciativa que es especialmente aplaudida por el sector empresarial. “Es indudable que la puesta en marcha de REDIT fue la culminación de todo un proceso importante de creación de un entorno de dinamización tecnológica para las empresas, y es reconocido su importante papel como aglutinador de acciones y creación de sinergias entre los diferentes institutos”, destaca el presidente de la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV), Salvador Navarro.

FOMENTAR LA INNOVACIÓN

REDIT se constituye en 2001 como “federación de las asociaciones” con naturaleza de institutos tecnológicos de la Comunitat Valenciana, promovidos por el IMPIVA como agentes del sistema valenciano de investigación, desarrollo e innovación. Su objetivo principal, tal y como anuncia el artículo 6 de sus Estatutos, es el “fomento y desarrollo de la investigación científica y tecnológica, ligada a la innovación empresarial, la sociedad de la información y la protección del medioambiente”. Entre sus actividades, destaca la de contribuir al desarrollo del modelo de instituto tecnológico impulsado por la Generalitat Valenciana, así como apoyar a las empresas, especialmente a las radicadas en la región, en los proyectos y actividades vinculados a la investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, “fomentando las relaciones con organismos públicos y privados dedicados a la I+D+i y coordinando las acciones que puedan llevarse a cabo por los mismos”. Los centros de REDIT ofrecen al tejido empresarial todo un abanico de servicios relacionados con esta materia como son la asistencia y asesoramiento técnico; el desarrollo de actuaciones de comunicación, información y difusión; la organización de actividades de formación, información y divulgación; o la información, gestión y coordinación en la obtención de subvenciones y patrocinios vinculados a la investigación, desarrollo e innovación tecnológica.

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En los estatutos se recoge que REDIT perseguirá el fomento y desarrollo de la investigación científica y tecnológica.

Cuando Bruno Broseta desembarca en la asociación como primer director general, acaba de regresar de Estados Unidos, y se encuentra con una realidad con “carácter de heterogeneidad”. En aquellos primeros años, la naturaleza autónoma e independiente de cada instituto condiciona la colaboración. Aunque todos se constituían como asociaciones empresariales, algunos estaban tan íntimamente ligados a instituciones universitarias que casi tenían su propio departamento de investigación en la universidad. Eran distintos y, por lo tanto, no buscaban las mismas cosas. Estas diferencias iniciales dificultaban la labor de verdadera cooperación e integración.

Durante los primeros años de REDIT, la presidencia de la asociación está ocupada por los conselleres: Fernando Castelló, Miguel Peralta y Justo Nieto. “En su momento, tenía cierta lógica porque le daba más visibilidad e indicaba que era una iniciativa alineada con la Conselleria de Industria”, comenta Broseta. Pero la relación con la Administración valenciana tiene sus altibajos. “Aquella época fue complicada a la hora de construir un discurso para la red”, afirma. Los ingresos de los institutos tecnológicos que forman parte de REDIT mantienen el equilibrio entre la facturación privada -que aporta cercanía a la empresa y agilidad de respuesta a sus

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Cuando Bruno Broseta desembarca en la asociación como primer director general, acaba de regresar de Estados Unidos, y se encuentra con una realidad con “carácter de heterogeneidad”.

necesidades-, y los fondos públicos competitivos -que permiten generar conocimiento propio transferible al mercado-. Con la nueva fórmula acordada, el modelo está encarrilado para trabajar en un escenario en el que cerca del 50% de su facturación proviene de empresas privadas, mientras que el 50% restante corresponde a fondos públicos competitivos que proceden de la Generalitat Valenciana, la Administración del Estado y proyectos europeos.

Después de 20 años de vida, el actual director general de REDIT, Gonzalo Belenguer afirma que “este modelo híbrido, con una equilibrada combinación de recursos económicos, permite garantizar tanto la generación de I+D, conocimiento aplicado a partir de la financiación con fondos públicos, como la transferencia de éste al tejido empresarial, a partir de los servicios y proyectos en los que los centros trabajan directamente con las empresas. Precisamente, ésta es la misión de la red de institutos sectoriales: ser los aliados estratégicos de las empresas para contribuir a la mejora de su competitividad, a partir de la integración de la I+D+i en sus estrategias”. Además, continúa, ‘este modelo mixto, con un 56% de fondos provenientes de la actividad económica de los centros en 2021 y un 44% de fondos públicos en el último año, garantiza la misión para la que fue concebida la Red, que no es otra que estar al servicio de nuestras empresas para ayudarles a mejorar sus resultados en un mercado cada vez más complejo. En este sentido, después de décadas de actividad, se ha demostrado que se trata de un modelo de éxito, referenciado por otras regiones”.

Otro reto al que se enfrenta Broseta en esa etapa inicial responde a la propia “visión fundamental” que tiene la clase política de la innovación. “Existía la creencia de que la I+D es la que generaba conocimiento y, por tanto, la financiación pública debía dedicarse a ella, mientras que la innovación era cosa de los empresarios”, explica. “Durante muchos años, se vio la ‘i’ de la ‘innovación’ como la letra pequeña, cuando realmente es donde encontraban un hueco los institutos tecnológicos. La I+D es una forma de mantener el know how para hacer la innovación”.

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Bruno Broseta dirigió el equipo inicial de la asociación REDIT formada por un equipo de profesionales polivalentes.

En 2005, el conseller de Empresa, Universidad y Ciencia, Justo Nieto, propone que el cargo de presidente de REDIT esté en manos de un empresario. “Se lleva a cabo una reflexión interna y se acuerda que la mejor opción es que sea el máximo representante de un instituto”. Así es como entra Damián Frontera como presidente de REDIT, puesto que ocupará hasta 2016, cuando pasa a ocupar un puesto honorífico y es relevado por el empresario valenciano Fernando Saludes. “Damián tuvo un papel fundamental”, sentencia Broseta. Con una trayectoria excepcional al frente de Oscar Mayer y un carisma personal incuestionable, Damián Frontera es una persona con enorme capacidad para tender puentes gracias a su participación en la CEV, en FEDACOVA o en AVE, entre otras asociaciones, y en el Consejo Social de la UPV, universidad en la que durante años dirige la Cátedra de Desarrollo Directivo y Empresarial. “Imprimió a REDIT una visión más empresarial, de mayor agilidad, más despejada de la práctica diaria de un instituto”. El tándem Frontera-Broseta empieza a “crecer en posicionamiento y relevancia, optimizando al máximo el uso de los recursos disponibles”. REDIT gana notoriedad.

“Echar a andar fue complejo al principio, pero logramos posicionarnos y que se nos escuchara”, subraya el exdirector. En ese sentido, como colectivo, en muchos ámbitos a los que hasta entonces no habían tenido acceso, a los institutos se les pone en el mapa. Esta reputación influye también en la relación con la clase política, que comienza a ver en la asociación un interlocutor clave en cuestiones de I+D+i. “Otro de los elementos definitorios de aquella primera época es que empezamos a hablar de una forma más organizada con la Administración”, subraya Broseta. “La relación con el sector público mejora” y eso se reflejará en un plan de financiación estable que el exdirector general califica como “uno de los grandes éxitos de mi época”. Por primera vez se logra “aumentar sustancialmente el bloque de financiación que iba a los institutos tecnológicos y se cierra la idea de que la Administración debe financiar la competencia de I+D porque existe el fallo del mercado”, indica. “Entonces la cuota de los socios era muy baja, todos pagaban lo mismo y, poco a poco, la red fue consiguiendo sus proyectos y empezó a tener sus propias líneas de financiación”. REDIT logra firmar además, en 2006, un protocolo de colaboración con la Generalitat Valenciana que lleva aparejado “un considerable aumento” de los ingresos: más de 125 millones de euros entre 2007 y 2009 para la financiación de las actividades e infraestructuras de los institutos. REDIT supera así con nota su primera fase de vida, más de supervivencia, para adentrarse en la madurez. Una evolución que le permitirá “hacer cosas un poco más ambiciosas”.

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Damián Frontera fue clave como presidente de REDIT por su enorme capacidad para tender puentes y por su presencia en las grandes asociaciones empresariales como la CEV, AVE o FEDACOVA.

REDEFINIR LA IDENTIDAD

En junio de 2007, Bruno Broseta es nombrado director general de Industria de la Generalitat y Julia Climent, su mano derecha en la organización, le releva en la dirección de REDIT. Su línea es continuista, mantiene el proyecto que ha contribuido a alumbrar durante los años anteriores, en interlocución fructífera con la Generalitat Valenciana y con los empresarios. En esa época, se produce también la incorporación de Cristina Del Campo, que es fichada para montar el centro en red REDITA, una unidad de cooperación que conectaba la oferta de capacidades de un grupo de centros con la demanda de las empresas del sector de la automoción. Su perfil es eminentemente técnico: ingeniera industrial proveniente del País Vasco, con una doble titulación en universidades de Bilbao y París, Máster en Gestión de la Innovación y PDD Promociona por Esade, ha desempeñado cargos en el sector industrial y de consultoría antes de incorporarse a REDIT. En 2009, sustituirá a Climent como directora.

A Del Campo le tocará gestionar un contexto complejo y lleno de retos. El plan de financiación vigente hasta ese año ha transmitido confianza a los centros y ha sido posible gracias a la buena situación de unas arcas públicas saneadas con el viento a favor de la expansión inmobiliaria. Pero el cambio de ciclo se desencadena de forma brusca y provoca una crisis de identidad de la asociación. A punto de cumplir una década de vida, REDIT se ve obligada a redefinir sus propias bases. “El dilema siempre fue qué queremos los centros, qué es la red, para qué la queremos y cuál es el perfil que mejor lo puede hacer”, comenta. De esa revisión de los fundamentos surgirá un nuevo plan estratégico y una percepción más precisa de su razón de ser: “en realidad, REDIT es un instrumento de lobby al servicio de los institutos”, afirma la exdirectora general, “que debe trabajar para generar las mejores condiciones -en forma de programas de ayuda, leyes, etc.- para el buen desempeño de las actividades de I+D+i por parte de los centros”.

Al mismo tiempo, la dirección toma conciencia de que, para defender los intereses de los institutos, hay que conocer “bastante bien” sus dificultades, la naturaleza de sus actividades y sus especificidades en el sistema de innovación. Y éstas se reducen en muchas ocasiones a cuestiones muy técnicas, al diseño de un programa de ayudas o al reparto de cargas entre los miembros del colectivo, por ejemplo. De ahí que, junto al plan estratégico, y para llegar a ese entendimiento real y operativo de las necesidades de los institutos, REDIT decida también en esta época “hilvanar una serie de grupos de trabajo muy específicos”.

En 2018, Cristina Del Campo se incorporará a AINIA para, un año después, asumir el cargo de directora general del instituto, tras la jubilación de Sebastián Subirats. La releva en su puesto el ejecutivo Gonzalo Belenguer, con una amplia trayectoria en el mundo de la empresa como responsable de marketing de Global Omnium, entre otros puestos. La exdirectora de REDIT resume su periodo de casi 10 años en la dirección de la asociación en tres etapas. Una primera de “redefinición de lo que queríamos ser y cómo conseguiríamos llevarlo a cabo”. Una segunda fase de “supervivencia del modelo, donde era clave la labor de comunicación para poner en valor nuestro modelo de centros tecnológicos y hacer oír las reivindicaciones de los institutos”. Y una tercera, bien entrada la década de 2010, en la que REDIT “se posiciona como un espacio de conocimiento sobre innovación y se consolida como ‘think tank’ de referencia. Es en esta última etapa donde se consiguen grandes hitos para los centros gracias a la modificación de varias leyes, la regularización de la situación patrimonial de los institutos y la generación de un sistema de ayudas basada en fondos propios de la Generalitat Valenciana”.

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A Cristina Del Campo, que asume la dirección en 2009 le tocará gestionar un contexto complejo y lleno de retos. El 2 de enero de 2019, Gonzalo Belenguer sustituye a Cristina Del Campo en la dirección de REDIT.

EXPORTACIÓN C. VALENCIANA

14,5% 1995 2012 9,6%

Desde mediados de la década de los 90, la Comunitat asiste a un deterioro en el dinamismo exportador.

3. Tractor de conocimiento

La primera década del siglo XXI es agridulce para la economía valenciana. El comportamiento del mercado exterior es quizás el mejor reflejo. Desde mediados de la década de los 90, la Comunitat asiste a un deterioro en el dinamismo exportador, que se refleja en una notable caída de la propensión a exportar hasta 2009. Begoña Fuster lo analiza con perspectiva en un artículo de referencia19. “Las exportaciones valencianas han pasado de representar más de un 25% del PIB regional a finales de los 90 a un 16% del PIB en 2009”. La progresiva desaceleración en el crecimiento de las ventas valencianas al exterior en estos años “se explica atendiendo, por un lado, al fuerte dinamismo de la demanda interna que ha caracterizado al periodo de expansión económica 1995-2007 y que ha desplazado a un segundo plano las exportaciones y, por otro lado, al desplome generalizado de los flujos de comercio mundial en 2008 y 2009 como consecuencia de la profunda crisis económica”, explica. El peor comportamiento mostrado por la exportación valenciana en relación a la nacional se traduce “en una notable pérdida de peso relativo en el conjunto de España, de manera que los productos valencianos han pasado de representar el 14,5% de las exportaciones españolas en 1995 al 9,6% en 2012”.

En contraste, como ponen de relieve José Bellver e Iván Murray (FUHEM Ecosocial, 2015), entre los años 1996 y 2008, el PIB de la Comunitat Valenciana se incrementa, en términos reales, un 56,5%, pasando de 49.580 millones de euros a 77.635 millones de euros, “con una tasa de crecimiento anual medio de la economía valenciana del 3,8% en dicho periodo, ligeramente superior a la media española (3,6%)”. La renta per capita pasa de los 12.370 euros de 1996 a los 14.440 en 2010, tras alcanzar su máximo nivel en 2007 con 15.770 euros. “El hecho de que este crecimiento no haya sido tan vigoroso como el de PIB en términos absolutos tiene como principal motivo el vertiginoso aumento de la población valenciana, el cual ha superado con creces la media del Estado español y de la Unión Europea de los 27. En los últimos 25 años, se ha pasado de 3,7 millones de habitantes en 1986 a superar los 5 millones en 2010, un aumento del 37%”, explican los autores.

Hay más indicadores de la ola expansiva del arranque del nuevo siglo. El proceso de convergencia real (en términos de renta por habitante en poder de compra) de la economía valenciana con la Unión Europea se acentúa a partir del año 2006, hasta alcanzar el 89,5% de la media de la zona euro en 2009, aunque al ser un ritmo menos intenso que la media española,

19 “Crecimiento, competitividad e internacionalización de la economía valenciana”, Begoña Fuster, Revista d’Estudis Autonòmics, nº 63, 2018

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0 2. El modelo de I+D+ i se consolida en red

PRODUCTIVIDAD DE TRABAJO

2008

se traduce en un aumento progresivo del diferencial de convergencia entre España y la Comunitat Valenciana con Europa, duplicándose en sólo nueve años. Durante la primera década del siglo XXI, asimismo, el número de empresas se incrementa a un ritmo del 3,5% medio anual, según un informe de la Cámara de Comercio de Valencia (2011). Pero el dato sobre el que se posan todas las miradas es el de la productividad del trabajo: se sitúa en 2008 en la Comunitat Valenciana en el 2,9% y la española en el 1,8%.

El problema son los matices, la estructura del modelo productivo sobre el que se basa ese dinamismo. Begoña Fuster apunta que en el periodo expansivo 1995-2007 el crecimiento de este último dado, el de la productividad del trabajo, fue prácticamente nulo, llegando incluso a alcanzar en la economía valenciana tasas negativas. Y ello le lleva a decir que “el modelo de crecimiento de las últimas décadas ha dificultado la adaptación de la Comunitat Valenciana al actual entorno competitivo, dado que el incremento en la renta en el periodo de expansión (1995-2007) ha ido acompañado de aumento en los salarios y otros costes, aunque no de ganancias de productividad”. Otro estudio20 coincide en que la principal explicación del peor desempeño observado en el caso valenciano radica en la menor productividad de sus sectores productivos y, muy especialmente, de la industria. “Los datos revelan que, de media, el sector industrial valenciano tiene una productividad del factor trabajo en torno a un 14% inferior al del conjunto de España, diferencial que se amplía si se compara con Cataluña o la Comunidad de Madrid. Aparte de posibles diferencias en la formación de capital humano, infraestructuras o capital tecnológico, uno de los rasgos distintivos de la Comunitat Valenciana es el menor tamaño medio de sus empresas”.

Por consiguiente, la industria es una de las áreas económicas más tocadas (probablemente la que más) durante estos años. Su participación en el Producto Interior Bruto (PIB) de la Comunitat Valenciana pierde más de 5 puntos porcentuales entre 2000 (21% del PIB) y 2009 (15,7%). “Este descenso del peso industrial se debe a los cambios estructurales que tuvo que afrontar para adaptarse a los patrones de producción y consumo propios de la globalización”, señalan también Joan Carles Membrado-Tena, Jorge Hermosilla-Pla y Ghaleb Fansa21. Un declive industrial que empeoró a partir de 2007 por la crisis financiera que provocó el estallido de la burbuja inmobiliaria y la recesión del sector de la construcción, con un peso significativo en la industria valenciana. “En 2008, la cifra de negocio de la industria valenciana todavía crecía por la inercia anterior, pero en 2009 sufrió una caída tal que se situó al mismo nivel que en 2001”, dice el documento. El número de personas ocupadas descendió en más de 60.000 entre 2008 y 2009, mientras que la productividad industrial también se hundió en 2009, así como las exportaciones industriales.

20 El comportamiento reciente del sector exportador de la Comunitat Valenciana, Salvador Gil y Rafael Llorca, Generalitat, 2017 21 “Declive y resiliencia industrial en la periferia mediterránea europea. Análisis territorial y sectorial en la Comunitat Valenciana durante la década de 2010”, de Joan Carles Membrado-Tena, Jorge Hermosilla- Pla y Ghaleb Fansa, Investigaciones Geográficas, Junio-Diciembre de 2019

2,9%

Comunitat Valenciana España

1,8%

En 2008, la cifra de negocio de la industria valenciana todavía crecía por la inercia anterior, pero en 2009 sufrió una caída tal que se situó al mismo nivel que en 2001. En la página siguiente, sede de ITENE.

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Con un gasto en I+D respecto al PIB regional del 1,07% en 2010, la Comunitat Valenciana se sitúa en novena posición en el ámbito nacional, por debajo del gasto medio español, equivalente al 1,39% del PIB, y “muy a la zaga” de las regiones de referencia en materia de actividad económica, tales como Madrid, Cataluña o País Vasco.

EL MERCADO NECESITA SOLUCIONES

“La crisis financiera iniciada en 2008 puso de relieve una vez más que ya no son las empresas las que tienen que competir con otras de otros países, sino que el conjunto de un territorio económico es el que debe competir a escala global”, destaca el informe. En este caso, los distritos de innovación valencianos (la cerámica, el calzado, el textil y confección, el mueble, el juguete o el mármol), con los centros tecnológicos en el centro, aportan cierta fortaleza a la economía regional. “Un sistema productivo local funciona a partir de las redes desarrolladas entre los diferentes actores locales que intervienen en el funcionamiento de los sistemas productivos e interactúan en la movilización social mediante procesos de cooperación, aprendizaje colectivo e innovación”, concluyen los autores. Una estrategia con la que coincide el informe La I+D+i como motor de transformación y crecimiento económico y social de la Comunitat Valenciana de REDIT, donde se asegura que “la colaboración entre los clústers empresariales y los institutos tecnológicos ejerce un papel dinamizador”.

Un trabajo de Ingenio CSIC-UPV pone cifras a esta idea en 201022. Demuestra que las compañías que apuestan por la innovación ven cómo mejoran sus resultados anuales. En concreto, la cifra de negocios y el valor añadido reflejan “avances medios próximos al 7% anual (ambos, en valores nominales)”. El empleo en estas compañías también crece a un ritmo “relativamente intenso” (cerca del 3,3% de media anual), mientras que la productividad aparente del trabajo evoluciona a un ritmo medio del 3,4% anual.

¿Cuál es el obstáculo entonces? Aunque la repercusión positiva de la innovación en las empresas está clara, las cifras de la I+D durante la primera década del 2000 no son especialmente asombrosas. Hay cosas que no funcionan. Con un gasto en I+D respecto al PIB regional del 1,07% en 2010, la Comunitat Valenciana se sitúa en novena posición en el ámbito nacional, por debajo del gasto medio español, equivalente al 1,39% del PIB, y “muy a la zaga” de las regiones de referencia en materia de actividad económica, tales como Madrid, Cataluña o País Vasco. La atonía acaba contagiándose a los propios presupuestos del IMPIVA. “Se detecta una tendencia invertida del crecimiento a partir de 2009. Desde ese año, el presupuesto ha decrecido siendo en 2012 similar al ejecutado en 2004. Asimismo, y en términos de aportación de la Generalitat a dicho presupuesto, el valor para el ejercicio 2012 (10,7 millones de euros) es similar al de 1985”, advierte REDIT en el mencionado documento.

1,07% 2010 1,39%

Comunitat Valenciana

España

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de I+D+ i se consolida en red
0 2. El modelo
GASTO I+D RESPECTO AL PIB

Los protagonistas del tejido productivo valenciano tampoco se muestran satisfechos con la eficacia de la infraestructura de soporte a la innovación. Tal y como recoge Antonio Muñoz Cañavate23, existe “cierto desencanto por parte de los empresarios”. El autor hace referencia a un estudio de la Confederación Empresarial Valenciana24 que constata la baja inversión por parte de las compañías autonómicas, la mayoría pymes, que “están escasamente concienciadas del valor estratégico de innovar con una percepción muy individualista del trabajo que se manifiesta en el rechazo a compartir conocimientos y el miedo a ser copiado”.

No es el único hándicap empresarial. Las pymes se quejan de la falta de información en materia de innovación que pueden aplicar en sus organizaciones, en parte porque su propia dimensión “les impide tener en muchos casos personal capacitado para absorber esa información y aplicarla a la producción”. Además, critican el procedimiento de solicitud y la escasez de instrumentos de alerta cuando se publican ayudas y subvenciones. Incluso, aunque se pone de manifiesto que son los institutos tecnológicos los más cercanos a las pymes, también se insiste en que “no son todo lo demandados que debieran”. Pese a que las empresas han demostrado una gran agilidad y capacidad de adaptación a los cambios ocurridos en su entorno, “todavía se detectan reticencias a la hora de considerar la gestión de la I+D+i como un instrumento de carácter estratégico fundamental para asegurar su competitividad”, afirma el estudio La política regional deI+D+i en la Comunitat Valenciana: aspectos generales y sugerencias programáticas, elaborado por REDIT.

EL REMEDIO: UN NUEVO MOTOR DEL SISTEMA PRODUCTIVO

En medio de esta delicada situación, aparece REDIT como un actor dispuesto a contribuir a la dinamización de la innovación en el territorio autonómico y a aunar las voces de los distintos centros tecnológicos. “A lo largo de estos veinte años, REDIT ha contribuido a cohesionar y a impulsar, coordinadamente, el gran trabajo que los institutos tecnológicos llevan a cabo en favor de la competitividad de las empresas y que, desde el principio, han desarrollado no sólo en la Comunitat Valenciana sino en un contexto nacional e internacional. Sin duda, el impacto que su labor incide, positivamente, en el desarrollo socioeconómico de los territorios y, por supuesto, en una mejora de la calidad de vida de los ciudadanos”, afirma su actual director general, Gonzalo Belenguer. Frente al riesgo de desacoplamiento entre la realidad del mercado y la del sistema de innovación, se pone de manifiesto la necesidad de “convertir el conocimiento, la innovación y la tecnología en los motores esenciales no sólo del sistema productivo sino de la propia sociedad y, para ello, es preciso llevar a cabo las mejoras pertinentes para garantizarlo”.

22 “El ‘efecto-distrito’ en las empresas innovadoras valencianas: desempeño económico y creación de conocimiento”, Manuel López Estornell, Ingenio CSIC-UPV, 2010

23 “La información para la empresa y el sistema de I+D+i. El caso de la región valenciana”, Antonio Muñoz Cañavate, Revista General de Información y Documentación, 2009

24 “Propuestas para la mejora del sistema de transferencia de tecnología al tejido empresarial valenciano”, Confederación Empresarial Valenciana, Fundación Bancaja, 2001

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Julia Climent sustituyó a Bruno Broseta al frente de REDIT.

El reto es posicionar a los institutos tecnológicos como uno de los pilares fundamentales en los que se debe sustentar el desarrollo de la Comunitat Valenciana. “De ahí la importancia de difundir entre las pymes la innovación de proceso, de producto, de mercado y de organización y los servicios tecnológicos avanzados, para ejercer un efecto tractor sobre la inversión privada en I+D+i, en sintonía con la pública”, destaca el informe de REDIT citado anteriormente. Esto se hace trasladando a los colectivos empresariales el valor añadido de la innovación como trampolín hacia el exterior, ampliando horizontes más allá de Europa, retroalimentándose de agentes de otros países a través de la internacionalización.

Precisamente la razón de ser de los centros tecnológicos y de la propia REDIT coincide con una necesidad clara de la economía valenciana a principios del siglo XXI. Los institutos están demostrando ser una herramienta útil para mejorar los niveles de competitividad a través de la innovación. Por cada euro invertido en uno de los institutos, la facturación de la empresa cliente crece en torno a los tres euros en el horizonte de cuatro a seis años, según un estudio de la Federación de Centros Tecnológicos de España, FEDIT. El 58% de las compañías usuarias detecta mejoras en productos; mientras que el 56% mejora su cifra de negocio y el 48% incrementa sus beneficios. El empleo también se ve beneficiado gracias al conocimiento generado en torno a REDIT. En concreto, entre 2003 y 2009, los institutos crean una media de 1.670 puestos de trabajo cada año (empleos directos, indirectos e inducidos). “Somos casi tres veces más eficientes en la creación de empleo que el promedio de la economía española”, afirma un estudio de la federación española.

Otra de sus fortalezas es la efectividad a la hora de recabar fondos nacionales y europeos. En esta primera década, los institutos tecnológicos contribuyen a captar más de 70 millones de euros anuales de programas nacionales y europeos. La red de centros agrupada en torno a REDIT hace balance como “referente nacional de innovación”: aglutina un 25% de los ingresos y de los miembros del colectivo en España. Es, por consiguiente, la primera red de apoyo a pymes de España. Entre 2009 y 2012, las empresas que colaboran con los centros tecnológicos captan más fondos públicos para sus proyectos de I+D+i (37 puntos porcentuales superior). Además, son más activas en proyectos de I+D interna (con una frecuencia 21 puntos porcentuales superior) y realizan más innovaciones de producto (14 puntos porcentuales mayor). Para sustentar toda esta arquitectura de apoyo al ecosistema, se van consolidando medidas que contribuyen a mejorar la gobernanza de la red de institutos.

Esta apuesta de las compañías por la innovación a través de los institutos repercute en sus propios resultados. Así, obtienen una mayor productividad (9% superior a las empresas que no colaboran con agentes externos para la innovación) y aumentan sus ventas en el extranjero (el valor de las exportaciones fuera de la Unión Europea es un 17% mayor respecto a la cifra de negocio). Gana especial relevancia la participación de los centros valencianos en el VII Programa Marco de la Comisión Europea, donde se adjudican 144 proyectos, de los cuales lideran un total de 32. Por todo ello, REDIT estima que el efecto de los centros tecnológicos en la economía de la Comunitat Valenciana representa un 1,8% del PIB, superando los 1.800 millones de euros.

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Por cada euro invertido en uno de los institutos, la facturación de la empresa cliente crece en torno a los tres euros en el horizonte de cuatro a seis años, según un estudio de la Federación de Centros Tecnológicos de España, FEDIT.

En el arranque del Horizonte 2020 (2014-2020), Carlos Martínez Riera, consejero de Investigación e Innovación de la Representación Permanente de España ante la UE, analiza el aprovechamiento de las ayudas europeas25 y su conclusión es que queda un importante camino de mejora. De modo que la aportación de los institutos tecnológicos es más que bienvenida. “La Comunitat Valenciana ha ido perdiendo peso desde el V Programa Marco (1998-2002) en términos de la proporción del retorno total español [“Retorno” es el porcentaje de financiación total captado por un país o región con respecto al total concedido o a su aportación al presupuesto comunitario]. Además, retrocede de manera significativa el retorno en relación con su potencial”. Esto último puede medirse en términos de porcentaje del PIB nacional (la región representa alrededor del 10% del PIB español, el 1% del europeo) o de contribución a la I+D española (alrededor del 7,5%). Desde el IV Programa Marco (1992-2000) la Comunitat Valenciana ocupa el cuarto puesto entre las comunidades autónomas por retorno obtenido en convocatorias competitivas tras Madrid, Catalunya y País Vasco. “En el VII Programa Marco, la Comunitat Valenciana ha confirmado de manera dramática esta tendencia negativa, pues ha pasado del 9,3% del total del retorno nacional en el V PM, al 8,8% en el VI PM y el 6,8% en el VII PM”, dice.

Los institutos tecnológicos ofrecen una hoja de servicios muy orientada a las empresas. Para el Horizonte 2020, por tanto, “la oportunidad se presenta en sentido inverso al del pasado: los grupos de investigación públicos pueden y deben apoyarse en los grupos privados que han obtenido una experiencia de gran valor para participar en consorcios que aúnen capacidades del sector público y privado”, afirma el consejero de la Representación Permanente de España en la UE.

25 “Horizonte 2020: el Programa Marco Europeo de Investigación e Innovación (2014-2020). La puerta hacia la modernidad para el sistema valenciano de ciencia e innovación”, Carlos Martínez Riera, Revista d’Estudis Autonòmics, nº 59, 214

Los institutos tecnológicos ofrecen una hoja de servicios muy apegada a las necesidades de las empresas.

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LA INNOVACIÓN SE APOYA EN LOS INSTITUTOS

Es en esta época cuando FEDIT publica el estudio que pone en valor a los centros tecnológicos a nivel nacional del que ya se han avanzado algunas ideas. El informe compara la relevancia de los distintos organismos españoles de investigación en el apoyo a la I+D+i empresarial y concluye que el 30% de la innovación empresarial que se realiza en España se desarrolla en un centro tecnológico. Una de las conclusiones más relevantes del documento hace referencia al talento del personal contratado. “La pérdida de un único empleado de los institutos tecnológicos equivale, en términos de impacto en el apoyo a la innovación empresarial, a la pérdida de seis personas dedicadas a actividades de I+D en las universidades u organismos públicos de investigación”, concluye. También destaca que una reducción de 10 millones de euros en la financiación pública de los centros tecnológicos equivaldría a una disminución de 72 millones de la financiación pública a la I+D de los organismos públicos de investigación.

En ese momento, los resultados de los institutos son entre cinco y 12 veces superiores a los de las universidades y los organismos públicos de investigación en financiación empresarial de la I+D, cooperación con empresas, participación en consorcios estratégicos para la investigación industrial y en programas internacionales de I+D+i. Además, ahorran a las arcas públicas entre 2.240 y 4.140 millones de euros anualmente en políticas de apoyo a la I+D+i empresarial. Este informe de Fedit demuestra que el peso de los centros tecnológicos cada vez es mayor gracias al conocimiento generado y su impacto directo en la economía. “Los centros tecnológicos son los organismos de investigación españoles más eficaces en el apoyo a la I+D+i empresarial”, resalta el documento.

Un año más tarde, en su cometido por demostrar el impacto del trabajo de los institutos en la economía valenciana, REDIT encarga un estudio de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) que corrobora los resultados obtenidos hasta el momento. Las empresas que eligen como socio preferente de colaboración a los centros tecnológicos suponen el 23% de la cifra de negocio de la Comunitat Valenciana. Las exportaciones son una de las partidas donde más evidente es su impacto. Las ventas de estas compañías a países de fuera del ámbito de la Unión Europa representan el 11% del total y 1,7 de cada 10 euros de sus ventas en el exterior puede atribuirse al impacto de los centros de REDIT.

Su labor a la hora de captar financiación de fondos públicos sigue al alza. Entre 2009 y 2013, los centros tecnológicos que forman parte de REDIT contribuyen a atraer “más de 75 millones de euros anuales” de programas nacionales y europeos para la región. Por lo tanto, en 2013, por cada euro de financiación pública procedente de la Administración autonómica, los institutos aportan 2,5 euros de financiación nacional y europea a la Comunitat Valenciana. Esta tendencia, que tiene su origen en los primeros años de vida de REDIT, se mantendrá durante la segunda década de la asociación, fortaleciéndose como un agente determinante en el ecosistema innovador valenciano, capaz de servir como motor de conocimiento y de riqueza para las empresas y para toda la autonomía.

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Según un estudio publicado por FEDIT la pérdida de un único empleado de los institutos tecnológicos equivale a la pérdida de seis en universidades u organismos públicos de investigación.

En ese momento, los resultados de los institutos son entre cinco y 12 veces superiores a los de las universidades y los organismos públicos de investigación en financiación empresarial de la I+D.

Las empresas que eligen como socio preferente de colaboración a los centros tecnológicos suponen el 23% de la cifra de negocio de la Comunitat Valenciana.

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Tras la crisis económica se produce un profundo cambio en la visión empresarial, que pone el foco en la excelencia de la gestión y en reivindicar la innnovación, comenta Fernando Saludes, actual presidente de REDIT.

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4. Colaboración en red

Convertirse en una red de redes es la razón de ser de REDIT desde su fundación. En aquel momento existían 16 centros tecnológicos diseminados por el territorio autonómico, con su propia identidad, pero con algunos lazos que los van uniendo. Es necesario articular su relación para entender esos puntos en común y responder a sus necesidades de una forma más eficiente. Durante la primera década de vida de REDIT, esta cooperación se materializa en la creación de los centros en red, que aúnan el conocimiento de los institutos en torno a temáticas especializadas, así como a través de servicios comunes como la comunicación, la formación y análisis y estudios comunes.

La creación de REDIT se produce en un contexto global que anima a la colaboración. En Europa, se abre una reflexión relacionada con la crisis de competitividad. Se habla de la ‘Paradoja europea’. ¿Qué significa? Aunque la UE puede presumir de un nivel científico y tecnológico comparable a Estados Unidos y Japón, no tiene su capacidad de trasladar ese conocimiento al ámbito industrial, generando un nivel superior de innovación26. Unido a la conciencia sobre dicha paradoja, en el ámbito europeo cada día cobra más fuerza el hecho de que las empresas mejor preparadas son aquellas que “forman parte de redes regionales competitivas internacionalmente”, afirma el investigador Miguel Sierra. “En el comienzo del siglo XXI no compiten empresas aisladas, sino potentes redes”. Esta máxima comienza a calar entre los agentes protagonistas de la innovación y, especialmente, en la Comunitat Valenciana, donde su propia estructura de clústeres geográficos favorece la consecución de un sistema regional donde se compita, pero también se coopere.

Sierra alude a Fernández de Lucio (2001) para recordar las debilidades y las fortalezas del sistema valenciano de innovación. De su estudio se concluye que “presenta las características de una región europea periférica con importantes deficiencias”. Se refiere al reducido tamaño de sus empresas, su desequilibrio estructural, la falta de arraigo de una cultura técnica en el entorno productivo, así como una pequeña capacidad de absorción, entre otros. “Todo lo cual conduce a la existencia de diferentes subsistemas de innovación con pocos canales de interrelación; es decir, se produce una fragmentación del sistema”.

Aunque no todo son malas noticias, el ecosistema regional de innovación también cuenta con una serie de fortalezas que, sobre todo, lo sitúan en una posición de ventaja respecto al resto de regiones españolas. Según Sierra, entre estos factores cabe señalar “el dinamismo de las empresas, la existencia de una red tupida y profesional de institutos tecnológicos que podrían paliar las insuficiencias del entorno tecnológico y de servicios avanzados empresarial; y un entorno científico que, aunque pequeño, ha evolucionado en los últimos años positivamente, tanto por el aumento de su actividad como por una mayor preocupación por adecuarse a las demandas del entorno socioeconómico regional”.

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26 Análisis de la transferencia de tecnología entre los OPI´s y la industria alimentaria de la Comunitat Valenciana. Estructuras, barreras y facilitadores. Tesis doctoral presentada por Miguel Sierra Pereiro en 2007 en la UPV.

“Se produjo un proceso natural de maduración, como habitualmente ocurre en este tipo de instituciones. Paulatinamente, se fue asumiendo esa transversalidad y esa necesidad de cubrir ámbitos. La empresa que tenía necesidades se iba moviendo por el centro que mejor se las pudiera satisfacer, independientemente de que se sintiera más identificada con un instituto tecnológico concreto, principalmente por haberse significado en su gobernanza y en la definición de su estrategia, o por su procedencia sectorial. Quizás, lo que comenzó a consolidarse más durante ese periodo, fue la sistematización de la colaboración entre centros. Como ejemplo, en el caso de nuestra empresa, durante 2006, abordamos un importante proyecto de innovación con AIMME e ITE. Fue una colaboración bastante natural y sinérgica, que nos ofrecía todas las capacidades que necesitábamos para desarrollar con éxito nuestra solución. De forma gradual se ha ido a un modelo más abierto y matricial”, explica el presidente de REDIT, Fernando Saludes.

“Es un camino que sobre todo cogió impulso a partir de la anterior crisis económica, cuando se da un cambio de paradigma que coincide con la crisis de los centros. Se produce entonces un profundo cambio en la visión empresarial, que pone el foco en la excelencia en la gestión, y en reivindicar la innovación y el carácter industrial como factores críticos para garantizar y mejorar la competitividad de las empresas. Y una de las consecuencias que propicia esta nueva situación, es una forma de pensar distinta de las empresas, que empiezan a transitar varios centros sin ningún problema”, añade Fernando Saludes.

“En el propio ámbito de un instituto sectorial, se logra rápidamente un hito muy importante: los empresarios que, al menos a nivel nacional y de la Comunitat Valenciana, teníamos poca cultura de colaboración abierta, o de coexistir como competidores y colaboradores, conseguimos cohabitar con éxito en los institutos tecnológicos. De alguna manera se dieron las condiciones necesarias para crear un marco de confianza en torno a determinadas cuestiones estratégicas para el sector. Se consiguió que, en un consejo rector o junta directiva, estuviera presente buena parte de la competencia colaborando para hacer avanzar al sector. Eso, en mi opinión, consolida a los centros como un santuario de colaboración empresarial, basado en la confianza y en una visión compartida. Una situación que frecuentemente pasa desapercibida y se da por hecho que es fácil de alcanzar, pero que es fruto de un complejo modelo que ha ido cuajando a lo largo de muchos años. Eso supone un gran paso que ha facilitado otros hitos que habrían de venir más adelante”, continúa el actual presidente de REDIT.

Apunta Bruno Broseta que “los institutos, entre sí, también han tenido la noción de que su sector es su mercado. Una vez empiezan a transformarse los sectores económicos e industriales, esas líneas que parecían al principio muy claras entre sectores y mercados empiezan a desaparecer, y surgen empresas que necesitan servicios de varios institutos”. Ejemplo de ello es AIJU, centro que nació orientado al juguete y productos infantiles, pero que ahora ve cómo su foco está transmutando. “Hoy los sectores ya no están tan cerrados como antaño en sectores estanco, e incluso empresas no jugueteras también necesitan asesoramiento en seguridad y valor de uso de producto infantil para sus artículos o determinadas promociones de estos, pues las fronteras de las tipologías de producto y su puesta en el mercado actual tenderán a desdibujarse y mezclarse entre sectores”, subraya el presidente de AIJU, Pablo Cañizares.

REDIT,
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Una historia
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El príncipe Felipe visita AIJU en 1995 acompañado de Alejandro Beltrá, presidente de la institución, y del presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana.

EL ÉXITO DE LOS CENTROS EN RED

En paralelo a la oleada de creación de centros de las dos últimas décadas del pasado siglo, el colectivo se ha convencido, en los primeros años 2000, de que las futuras necesidades que se generen en los sectores industriales de la Comunitat Valenciana se pueden atender de forma colaborativa. No se precisa poner en marcha nuevos institutos porque el modelo de centros en red permite ofrecer, “de modo coherente y unificado, servicios de los institutos en aquellas áreas de conocimiento y subsectores industriales en los que participan un número significativo de centros”, tal y como describe la asociación en 2003. Estos centros se articulan en torno a unidades de gestión, vinculadas funcionalmente a REDIT, y a catálogos de oferta integrada que combinan tanto las competencias horizontales compartidas por varios centros como aquellas más específicas, de carácter sectorial. La misión de estas unidades de gestión es responder a las necesidades de I+D+i de determinados sectores industriales, con la participación de la mayoría de los institutos y con criterios de eficiencia, generando sinergias y evitando la creación de nuevas y costosas infraestructuras tecnológicas.

En opinión de Salvador Navarro, presidente de la CEV, “conocer bien a tu cliente, es una regla fundamental de la empresa. La especialización sectorial, junto con la localización de los clústeres industriales, ha aportado muchas ventajas al modelo. Sin embargo, a nivel global estamos observando, cada vez más, una clara tendencia a la multidisciplinariedad en los procesos empresariales. Hemos de combinar las ventajas de un modelo sectorial (vertical), con un aprovechamiento de todas las oportunidades que las tecnologías de carácter multisectorial (horizontal) nos brindan. La multidisciplinariedad en las empresas es clave en sus procesos de innovación y debe serlo así también para los centros tecnológicos”.

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En 1993, el presidente de AIJU, Rafael Serralta y el conseller de Industria, Andrés García Reche, inauguran el nuevo edificio de AIJU

REDITA se constituye en 2007 como un centro en red formado por ocho institutos tecnológicos para apoyar a las empresas de la industria del motor.

El primer Centro en Red es el Centro de Tecnologías Limpias (CTL), nacido de la colaboración de la Conselleria de Territorio y Vivienda y de REDIT. Aunque empieza a gestarse en 2004, su inauguración no se produce hasta enero de 2006. ¿Su finalidad? Aglutinar la oferta de los institutos en materia medioambiental y promover las tecnologías relacionadas con el desarrollo sostenible. Ubicado en el Parque Tecnológico de Paterna, desde donde ofrece sus servicios tanto a la Administración autonómica como al tejido empresarial de la Comunitat Valenciana, sus actuaciones se basan en programas de prevención y control de la contaminación y en el desarrollo de tecnologías más limpias que estimulen el ahorro y la utilización racional de los recursos. En el momento de su fundación, el Centro de Tecnologías Limpias se presenta especialmente relevante para las 400 empresas valencianas que tienen la obligación de disponer de Autorización Ambiental Integrada, antes del 1 de enero de 2007.

Aunque el CTL es el pionero, en realidad la unidad de gestión más ambiciosa creada en esta época es el Centro de Apoyo a la Industria Auxiliar a la Automoción, bautizado posteriormente como Red Tecnológica de Automoción (Redita). Su constitución y lanzamiento ilustra a la perfección el proceso de análisis que se lleva a cabo en el colectivo: ocho institutos desarrollan actividades con empresas de la industria del motor, de modo que no tiene sentido crear uno nuevo, sino orquestar la investigación de todos ellos con una dirección única. Redita empieza a gestarse en 2004 y se presenta oficialmente en marzo de 2007. Recibe financiación del Programa de Fomento de la Investigación Técnica (Profit) del Ministerio de Industria y cuenta con el apoyo de la Dirección General de Industria de la Generalitat Valenciana, de la Asociación Valenciana de Industrias de Automoción (AVIA) y de la Fundación para el Desarrollo y la Innovación (FDI). Esa visión transversal que han conseguido implantar los institutos tecnológicos en su operativa interna ha acabado extendiéndose a entidades públicas y privadas que suman fuerzas en el proyecto.

Otro de los Centros en Red ideados durante la primera década de vida de REDIT son los Proposal Labs, que posteriormente reciben el nombre de Grupos de Trabajo en red. Creados en 2006, su finalidad es servir como plataforma de colaboración de los centros tecnológicos para así fomentar la actividad en red y estimular la participación conjunta en proyectos de I+D con las empresas.

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Para responder de manera eficaz a las diferentes convocatorias regionales, nacionales y europeas, se forman asimismo nueve Grupos de Trabajo que corresponden a diferentes áreas de I+D: Transferencia de tecnología (participan todos los miembros de REDIT a través de sus OTRIs), Visión artificial, Realidad virtual, Fabricación inteligente y prototipado rápido, Materiales, Trazabilidad, Personas mayores, Medioambiente (participan todos los centros de REDIT vinculados al proyecto Reach) y Automoción (Redita).

Se trata de favorecer el intercambio de competencias e información entre los centros y, eventualmente, favorecer la consecución de acuerdos de cooperación y la presentación conjunta de proyectos, tanto a nivel internacional como a nivel regional y nacional. Como conclusión de la reflexión realizada en los Grupos de Trabajo y, de las reuniones mantenidas durante todo ese año, se define un Plan de Acción hasta 2010 para cada Grupo, que contiene las principales líneas estratégicas de investigación sobre las que generar proyectos conjuntos e identificar convocatorias adecuadas para su presentación.

UN FORO DE REFLEXIÓN

Junto a la capacidad de investigar conjuntamente, y los beneficios que se derivan de ello, los institutos también toman conciencia, en paralelo a su proceso de implantación, de la calidad del conocimiento que están generando a través de su actividad. La información que van acumulando de las empresas y de los sectores, del efecto transformador de la transferencia de tecnología, de la propia dinámica de certificaciones y captación de ayudas, es un activo muy valioso. En 2004, REDIT decide aprovechar ese potencial y articularlo poniendo en marcha un Centro de Pensamiento. Se trata de un foro de alto nivel técnico que tiene el objetivo de “avivar la reflexión permanente” sobre el estado de la innovación en la Comunitat Valenciana. La iniciativa tiene un enfoque multisectorial y su visión es generar valor a través del conocimiento. Con el tiempo convertirá a la asociación en un think tank de la innovación a nivel autonómico y nacional y la legitimará como actor cuya presencia resulta ineludible en cualquier foro de decisión.

El mismo año de su creación, el Centro de Pensamiento empieza a trabajar en un estudio sobre el impacto que la actividad de los centros tecnológicos ejerce sobre el tejido económico y el desarrollo regional y, en especial, sobre el papel de la innovación como factor estratégico de competitividad para las empresas. Previamente a este tipo de análisis, se abre una reflexión para elaborar un informe de posicionamiento de los institutos, tanto en el Sistema Valenciano de Innovación (SVI) como en el Sistema Nacional de Innovación (SIN), con el fin de “generar una metodología y una batería de indicadores que reflejen la tipología de la oferta de dichos servicios por parte de REDIT”.

En 2004 REDIT pone en marcha el Centro de Pensamiento que será el germen del posterior Think Tank en el marco del cual se celebran sus Foros de Consejeros.

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Uno de los papeles más importantes que ha asumido REDIT a lo largo de su historia es el de representar y acompañar a los institutos tecnológicos ante organismos públicos y privados de toda índole.

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Como recuerda Antonio Muñoz Cañavate en la Revista General de Información y Documentación (2009), la Generalitat firma en 2004 un convenio de colaboración entre su departamento de Industria y REDIT para la implantación de un Plan Valenciano de Observatorios de Mercados y Tecnológicos cuya finalidad, según la propia resolución, “es la de ofrecer información y elaborar indicadores descriptivos y analíticos tanto de los sectores industriales – consolidados y emergentes- como de sus mercados, de tal manera que faciliten la adopción de estrategias empresariales y planes de negocio”. Es una de las manifestaciones de la utilidad del nuevo ente.

En 2008, la asociación da un nuevo salto y comienza a elaborar análisis y estudios altamente especializados. En esta primera etapa, el propósito es diferente del que marcará esta parte de su actividad durante la siguiente década. Se trata de proporcionar a los centros tecnológicos “información estratégica que haga más fácil su proyección, trabajo y funcionamiento interno”. El informe Objetivos e Instrumentos de Política Tecnológica y Competencia Empresarial, en colaboración con el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), es uno de los primeros ejemplos de ello. Su propósito es configurar un marco estratégico de actuación para la política tecnológica de los próximos años.

También se publican otros documentos técnicos con la intención de obtener información de relevancia para los centros de REDIT, como es el caso de una propuesta unificada de los indicadores que diversas entidades precisan y que simplifica el trabajo de recogida de datos de los centros que se efectúa desde diferentes organismos.

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REDIT multiplica sus convenios con agentes de todo tipo, tanto públicos como privados.

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COMUNICACIÓN UNIFICADA

La comunicación es otro de los pilares fundamentales de REDIT durante sus 20 años de vida. En 2004, se consolida esta línea de trabajo con la misión de promocionar la imagen corporativa de la red y coordinar, en este apartado, a los centros asociados. Ese mismo año se pone en marcha el Plan de Comunicación 2003-2005, elaborado a partir de los resultados obtenidos en la Auditoría de Comunicación e Imagen llevada a cabo en 2002, en la que se identifican las percepciones y el posicionamiento de REDIT ante los distintos agentes con los que colabora, tanto internos como externos.

Al margen de la puesta en marcha de toda una arquitectura de canales de comunicación externa -que incluye desde vídeos y página web, en una primera etapa, a redes sociales, un boletín digital mensual, un informativo audiovisual o un blog de innovación, en una segunda fase-, una de las funciones estratégicas del gabinete de comunicación de REDIT consiste en establecer vías de comunicación interna, coordinando la labor y generando sinergias entre los 14 institutos tecnológicos. La gestión de la información que debe ser trasladada al entorno es un asunto clave para el éxito del modelo y, como el resto de activos intangibles del colectivo, requiere una gestión coordinada.

Para ello, se establecen cauces de discusión fluidos entre el grupo de trabajo como es el caso del desarrollo de herramientas que permiten articular el trabajo entre los centros, ofreciendo la posibilidad de compartir artículos y documentos. En 2008, se introduce una plataforma colaborativa para los grupos técnicos y una infraestructura TIC que acabará convirtiéndose en una herramienta de gran utilidad para los institutos, porque facilita la comunicación entre ellos y actúa como gestor documental para los equipos de técnicos que trabajan en red.

Obviamente, un hub de conocimiento y transferencia tecnológica como REDIT debe hacer partícipe al resto de la sociedad. Se profundiza en las relaciones con los medios de comunicación, tanto generalistas como de prensa especializada de la Comunitat Valenciana. Como resultado de todo ello, se produce un notable incremento del reconocimiento, tanto de REDIT como de sus institutos tecnológicos asociados, por parte de los distintos agentes, tanto públicos como privados, del sistema nacional de ciencia, tecnología y empresa. “Hay un reto de los centros de compromiso con la sociedad, que tenemos que poner en valor porque está en todas las agendas y es necesario que cada vez más la ciudadanía entienda lo importantes que son los institutos tecnológicos”, afirma Cristina Del Campo.

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UN PUNTO DE ENCUENTRO PARA LA FORMACIÓN

Y junto a investigación, conocimiento y comunicación, el cuarto intangible que se pone en común y al que se dota de visión estratégica compartida es la formación. En 2003, se fomenta la participación de los técnicos en los cursos de formación organizados por otras entidades españolas y europeas. Durante este año, destaca la puesta en marcha de la primera edición del Máster de Innovación Tecnológica (MIT), en colaboración con la entonces Facultad de Estudios de la Empresa (actualmente Instituto de Estudios de la Empresa de la Universidad Católica de Valencia). En paralelo, los centros de REDIT, que son especialistas en la detección de necesidades de las empresas, comienzan a diseñar herramientas de formación técnica orientadas precisamente a cubrirlas, empiezan a abrir el camino en ese sentido.

En 2008, REDIT firma un acuerdo con la Generalitat para el desarrollo de la Red de Inteligencia Competitiva, que encarga a la asociación la búsqueda de información en el entorno de los sectores industriales para aportar a las pymes inteligencia competitiva que les ayude en la toma de decisiones. Ese año se celebra el Foro de Empleo Tecnológico, una iniciativa que contribuye a la creación y el mantenimiento de empleo especializado científico-técnico en la Comunitat Valenciana, al mismo tiempo que facilita a los institutos el acceso a personal altamente cualificado y con características muy específicas. Los institutos tecnológicos también colaboran compartiendo conocimientos y experiencias en sus sistemas de gestión y ERPs. Se trata de sistemas de información o planificación de recursos empresariales que automatizan muchas de las prácticas de negocio asociadas con los aspectos operativos o productivos.

La red lleva a cabo cada año, asimismo, diferentes acciones formativas para los técnicos e investigadores de los centros tecnológicos, con el fin de actualizar y mejorar sus competencias y conocimientos y, así, “servir de una manera más efectiva a las empresas”. Anualmente se organizan seminarios, jornadas, eventos y cursos conjuntos, así como diversos másters. Estas actividades se centran en aspectos específicos referentes a la innovación y en otros ámbitos más horizontales de interés general como son la dirección y gestión de proyectos, la comunicación de proyectos, el liderazgo de personas y la gestión de equipos, la creación y captura de oportunidades de negocio para la I+D o la explotación de resultados de I+D.

La red lleva a cabo cada año diferentes acciones formativas para los técnicos e investigadores de los centros tecnológicos, con el fin de actualizar y mejorar sus competencias y conocimientos y, así, “servir de una manera más efectiva a las empresas”. En la página siguiente, sede de AIMPLAS.

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5. Visión compartida

Los centros tecnológicos son un agente del sistema de innovación valenciano cuya misión como dinamizadores del conocimiento aplicado no podría cumplirse si no colaboran con el resto de protagonistas del ecosistema. Administración local, autonómica y nacional; instituciones empresariales; universidades; otros centros de investigación; incluso, otros países… La colaboración real es la que permite que los institutos (y, por tanto, REDIT) puedan desplegar su verdadero potencial.

“Si queremos mejorar la sociedad y convertir la I+D+i en un factor estratégico esencial para garantizar su desarrollo socioeconómico acorde a los retos globales que se nos presentan, es necesario tener una visión holística y absolutamente colaborativa. En este sentido, todos los agentes y capacidades instaladas en el territorio debemos afrontar el futuro con la solidez suficiente que aporta disponer del talento y de un modelo que, referenciado desde otras latitudes, ha generado prosperidad y un gran valor añadido desde su creación”, declara el actual director de REDIT, Gonzalo Belenguer. Desde el nacimiento de la red, sus impulsores tienen claro que la cooperación con el entorno debe conformarse como una de las prioridades de la asociación, especialmente, con la Administración.

Como muestra de esa voluntad de actuar desde la visión compartida con el entorno, REDIT colabora con las administraciones en distintas actividades. A nivel autonómico, se implica en el proyecto RFO Perspective, que persigue la programación conjunta y estratégica del destino de los fondos estructurales. REDIT también participa en la gestión de los Planes de Competitividad de la Generalitat Valenciana, que recogen medidas para facilitar a las empresas su adaptación a los cambios que se producen en el contexto socioeconómico, y es uno de los interlocutores en el debate sobre la Política Tecnológica e Innovación Empresarial de la Comunitat Valenciana. Junto al Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), trabaja, en 2007, en la creación de un marco estratégico de actuación para establecer la política tecnológica de los próximos años y colabora directamente en la elaboración de la Estrategia de Política Industrial (EPI) 2010-2015.

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Desde el nacimiento de la red, sus impulsores tienen claro que la cooperación con el entorno debe conformarse como una de las prioridades de la asociación.

En cuanto a las administraciones locales, en 2005, la Red trabaja con el Ayuntamiento de Valencia, con el que firma un Contrato de Asistencia Técnica, y con su Centro de Estrategias y Desarrollo (CeyD) y participa en la Comisión del Eje 2. En 2007, nace la Fundación Municipal para la Innovación Urbana y Economía del Conocimiento (Fivec), impulsada por el Ayuntamiento de Valencia junto a REDIT, la Cámara de Comercio de Valencia, la Universidad Politécnica de Valencia, la Universitat de València y Feria Valencia. Su reto es promover la innovación urbana, el acceso a las nuevas tecnologías y la transformación productiva. Se trata de un punto de encuentro entre los técnicos municipales, los tecnólogos y científicos de los centros de investigación así como con las empresas con la misión de facilitar la transferencia del conocimiento. La idea no es que sólo se compartan resultados de estudios y proyectos de ámbito urbano, sino que también se conecten las ofertas y demandas de asistencia tecnológica para encontrar socios en proyectos de innovación urbana.

UNA REIVINDICACIÓN HISTÓRICA

Aunque en estos 20 años la relación con la Administración autonómica ha sido estrecha, REDIT reivindica desde su nacimiento que su razón de ser es la consolidación del ‘Modelo Valenciano de Instituto tecnológico’. En el informe La política regional de I+D+i en la Comunitat Valenciana: aspectos generales y sugerencias programáticas reclama, inicialmente, que el apoyo recibido por parte de la Generalitat Valenciana pueda “culminar en su instrumentalización jurídica a través de una ley”. La Red cree asimismo “prioritaria” la elaboración y desarrollo de un plan estratégico que fije el marco de actuación de la política industrial y de I+D+i.

La Ley de institutos tecnológicos que pide REDIT en aquellos primeros años 2000 debe suponer el reconocimiento formal de los centros como agentes del Sistema Regional de Ciencia, Tecnología y Empresa (SRCTE). Son los únicos entes de estudio e investigación científica y tecnológica en la Comunitat Valenciana que carecen de regulación jurídica. Y eso se traduce en multitud de limitaciones que acabarán convirtiéndose en un obstáculo para su desarrollo. La nueva norma debe permitir además a los institutos desplegar acciones en correspondencia con la Estrategia de Política Industrial sobre un escenario estable de financiación plurianual tanto de sus estructuras como de sus inversiones. Su propuesta es que incluya, a largo plazo, los apoyos presupuestarios necesarios para prevenir la descapitalización científica y tecnológica de los centros y así poder consolidar su crecimiento sobre la base del previsible incremento de la demanda.

Entre las cortapisas legales que se han encontrado los institutos desde su creación destacan las relacionadas con su capacidad para operar en ámbitos como la gestión de Patrimonio o la Ley del Suelo. REDIT argumenta que la nueva ley debe contribuir al fortalecimiento patrimonial de los institutos y la consiguiente dotación de infraestructuras. Reclama que se articule a partir de ella la cesión del uso o de los derechos superficiarios a los centros tecnológicos cuyas sedes estén ubicadas en terrenos propiedad de la Generalitat.

Como se verá más adelante, los objetivos fundamentales que perseguía esta iniciativa se irán materializando de forma dispersa, incluidos en diferentes leyes, hasta el punto de hacer innecesario, finalmente, insistir en la demanda de una ley propia a mediados de la siguiente década.

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COOPERACIÓN CON EL ENTORNO CIENTÍFICO

La función de la Administración es apoyar a los agentes del ecosistema. Colaborar con otras redes de conocimiento es esencial para que los centros participen en proyectos de elevada dimensión que los posicionen cada vez mejor en el entorno científico-técnico nacional e internacional. Este es, precisamente, uno de los propósitos de REDIT. De esta forma, se promocionan productos y servicios innovadores de los institutos y las empresas valencianas fuera de España, al tiempo que se les da la oportunidad de acceder a nuevas tecnologías desarrolladas en el exterior.

Una de las primeras redes con las que REDIT empieza a trabajar en 2005 es la Red Nacional Pymera, promovida por el Ministerio de Ciencia y Tecnología y el CDTI, que tiene el objetivo de potenciar la colaboración entre las universidades y los centros de Innovación, así como fomentar la participación de las pymes españolas en el VI Programa Marco de la Unión Europea. Como miembro fundador, la asociación actúa como nodo regional de la red. Entre 2002 y 2006, los institutos tecnológicos consiguen triplicar la participación de pymes valencianas en proyectos de I+D financiados por la Comisión Europea en relación con el programa anterior.

También en 2005, REDIT se une al Centro de Enlace del Mediterráneo Español (IRC Cenemes), que forma parte de la Red Europea de Centros de Enlace para la Innovación (IRC), creada en 1995 con el objetivo de implantar una plataforma europea para la transferencia transnacional de la innovación y compuesta en ese momento por 71 centros repartidos por 33 países de Europa y asociados. El ámbito de actuación de IRC Cenemes se centra en la Comunitat Valenciana, Murcia y Baleares. Su finalidad es promover y facilitar la transferencia tecnológica entre los centros tecnológicos, las universidades y el tejido empresarial.

En 2008, REDIT comienza a participar en Enterprise Europe Network (EEN), la mayor red mundial de apoyo a la empresa formada por más de 600 organismos regionales de 60 países. Seimed es su nodo en la Comunitat Valenciana y Murcia. El objetivo de esta plataforma de servicios, impulsada por la Comisión Europea, es mejorar la competitividad de las pymes mediante la internacionalización, la innovación y la cooperación tecnológica y empresarial. En concreto, REDIT promociona la transferencia de tecnología entre las empresas valencianas a través de los institutos tecnológicos y trabaja para incrementar la participación de estas en el VII Programa Marco. Durante la siguiente década, la asociación seguirá intensificando su presencia en la EEN y llegará a representar al conjunto de centros españoles en diversas reuniones de la iniciativa.

Sin olvidar que REDIT mantiene una “relación fluida” con las universidades de la Comunidat Valenciana así como de otras regiones, para la elaboración de estudios; además de con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

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REDIT colabora con diversas entidades del entorno científicosanitario, como Incliva.

RELACIONES INSTITUCIONALES

El reto de la relación de REDIT con las asociaciones empresariales regionales y otras instituciones de la Comunitat es dar a conocer la labor de los centros tecnológicos como herramienta básica para mejora de la competitividad, con el objetivo de llegar al mayor número de futuros clientes de los institutos. En el ámbito autonómico destacan los vínculos con las principales organizaciones empresariales a través de la comisión tecnológica de la Confederación Empresarial Valenciana (CEV), la junta directiva de la Confederación Empresarial de la Pequeña y Mediana Empresa de la Comunitat Valenciana (Cepymev), la entonces patronal autonómica Cierval y las patronales de Alicante (Coepa) y Castellón (CEC), así como la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE), las Cámaras de Comercio y el Consejo Superior de Cámaras.

Estas entidades ven en REDIT un aliado insustituible. “Su modelo de apoyo a la innovación empresarial es el más adaptado a la realidad de nuestro tejido industrial formado, en su gran mayoría, por pymes y micropymes, muy disgregadas geográficamente y con una gran diversificación sectorial”, destaca el presidente de la Cámara de Comercio de Valencia y del Consejo de Cámaras de Comercio de la Comunitat Valenciana, José Vicente Morata.

En 2005, la relación de cooperación de REDIT con Feria Valencia se enmarca en un convenio que rige la participación de los centros tecnológicos en los certámenes feriales. Durante 2008, profesionales de los institutos trabajan en colaboración con los representantes de Feria Valencia en el diseño e impulso de nuevos certámenes. La institución ferial lleva a cabo varias visitas a los centros con el fin de identificar proyectos que puedan resultar de interés. Del mismo modo, se amplía la colaboración para complementar los encuentros feriales con otras actividades que aporten un mayor valor añadido como son congresos, conferencias o encuentros tecnológicos.

También mantiene una estrecha relación, como es lógico, con los CEEI de la Comunitat Valenciana, apoyándoles en materia de I+D+i y en la difusión de sus acciones, así como colaborando en la creación de acciones y jornadas conjuntas. Además, REDIT contacta con diversos colegios profesionales, como es el caso del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de la Comunitat Valenciana (COIICV) o con AVIA.

REDIT y el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital La Fe propician encuentros entre médicos y tecnólogos para crear proyectos colaborativos que ayuden en la lucha contra diferentes patologías.

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Como en otras áreas de actividad, aunque el proceso de internacionalización había comenzado en los institutos, en esta época desde REDIT se trabaja para imprimir una visión estratégica y concertada.

La labor de la asociación consistirá en contribuir a la promoción y colaboración con ecosistemas de innovación internacionales, una misión que se reforzará y acrecentará durante los siguientes años.

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Ya en la segunda mitad de su vida, la asociación comienza a cooperar habitualmente con diversos agentes del sector salud. Es el principio de una línea de expansión, coherente con esa visión transversal de su actividad, que llevará a los centros tecnológicos a colaborar con las principales entidades en ese ámbito, tanto nacionales como internacionales, para propiciar sinergias y acuerdos conjuntos. Suscribe un convenio de colaboración con el Instituto de Investigación Sanitaria (IIS) La Fe, a partir del cual trabaja en el desarrollo de propuestas conjuntas para la preparación de proyectos europeos. Y también mantiene diversas líneas de cooperación con el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico Universitario de Valencia (Incliva), entre otros.

MISIONES INTERNACIONALES

Como en otras áreas de actividad, aunque el proceso de internacionalización había comenzado en los institutos, en esta época desde REDIT se trabaja para imprimir una visión estratégica y concertada. La labor de la asociación consistirá en contribuir a la promoción y colaboración con ecosistemas de innovación internacionales, una misión que se reforzará y acrecentará durante los siguientes años. La red entiende que uno de sus deberes es dar a conocer la labor de los centros tecnológicos tanto en el tejido empresarial como ante instituciones nacionales e internacionales. Firma un convenio de colaboración con el Instituto Valenciano de la Exportación (IVEX), sucesor del PROCOVA, y promueve las primeras misiones tecnológicas en el extranjero, a Japón (2002) y Chile (2004). En ambos países, REDIT abre nuevas líneas de trabajo y colaboración con distintas empresas y entidades, especialmente, en Chile, donde firma dos convenios para impulsar la asistencia técnica y cooperación de los institutos valencianos en el sistema chileno de innovación.

La visión que inspira la intervención de REDIT en las tareas de internacionalización que vienen desarrollando los centros tecnológicos es aprender de los mejores, tanto instituciones como agentes de promoción regional, estén donde estén. Esa predisposición a la apertura debe traducirse en acuerdos de colaboración en beneficio del colectivo de institutos, como viene sucediendo en los ámbitos de investigación, transferencia del conocimiento y formación. También en 2004, la Red acude a la conferencia organizada por los Ministerios de Economía y de Ciencia y Tecnología franceses, celebrada el 1 de abril en París, convocada para determinar las causas del escaso éxito de participación de las pymes en el IV Programa Marco. En este caso, REDIT, gracias al apoyo del CDTI, resulta seleccionada en representación de España para intervenir en una mesa redonda.

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En estos primeros años, participa en misiones internacionales directas e inversas en Túnez, Bruselas (Bélgica), Alemania, Malta, Corea, República Checa, Marruecos, Shanghái (China), Uruguay, Brasil o Polonia. Son encuentros enfocados a dar a conocer en el exterior su trabajo y el de los centros tecnológicos asociados, ampliando el radio de acción a posibles misiones y proyectos tecnológicos fuera de España. Uno de los principales hitos se produce en diciembre de 2005, cuando el consorcio constituido entre REDIT, AINIA, AIDIMA, AIMME e INESCOP gana una licitación internacional del Banco Mundial para llevar a cabo un plan de asistencia técnica a los Centros de Innovación Tecnológica (CITE) de la República del Perú. Este será uno de los grandes puntos de inflexión en la proyección internacional de los institutos tecnológicos valencianos. El consorcio se compromete a revisar y actualizar el modelo de los CITE, fortalecer su unidad coordinadora, implantar las mejoras propuestas en un grupo piloto y proporcionar a las personas clave las capacidades de gestión necesarias. “Estuvimos en Chile y en Perú en una misión del Banco Mundial, y todo ello fue propiciando que se organizaran misiones más regulares a partir de ese momento”, recuerda Bruno Broseta.

El proyecto ofrece la oportunidad de crear lazos con las instituciones que van a impulsar el cambio, en un mercado en crecimiento como es el peruano, pero sobre todo abre la puerta a una forma de expansión imprevista, pero con un enorme potencial: permitirá exportar a otros países el modelo de instituto tecnológico que se articula en torno a REDIT. Durante los siguientes años, otras regiones en Europa, Próximo Oriente, África y Latinoamérica se interesarán por imitar la forma que ha tenido la Comunitat Valenciana de organizar la transferencia tecnológica al tejido productivo. Casi dos décadas y varios acuerdos de colaboración, la asociación expondrá su modelo en un foro organizado por la Comisión Económica para América Latina y Caribe (CEPAL), órgano integrado en la ONU, primero en Argentina y luego en Chile y eso estimulará uno de sus principales acuerdos internacionales con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).

Durante estos años REDIT ha participado en misiones internacionales directas e inversas para dar a conocer su trabajo y el de sus centros asociados e incorporar buenas prácticas a la región.

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La restauración de la confianza

1. Innovación en la década de 2010

El estallido de la crisis financiera acentúa algunas de las tendencias incubadas durante la primera década del nuevo milenio y curiosamente corrige otras, en especial las que lastraban la recuperación de una parte significativa del sector industrial. El alcance de la destrucción está fuera de toda duda: entre 2008 y 2012, la Comunitat Valenciana habrá perdido un 27% del valor de la producción y un 32% de los empleados, y sólo a partir de 2013 algunas actividades comienzan a recuperarse, en especial gracias al poder tractor de las exportaciones. El mercado doméstico tarda en digerir el estallido de la burbuja inmobiliaria y las ventas de algunos sectores, todavía en 2014, siguen sin alcanzar siquiera un tercio de sus valores previos a la crisis. No obstante, como subrayan Joan Carles Membrado-Tena, Jorge Hermosilla-Pla y Ghaleb Fansa27, el proceso de reestructuración se ha anticipado en el caso de la industria, porque lo peor de su ajuste en la Comunitat Valenciana había comenzado una década antes. De modo que, frente al desplome de áreas de actividad esenciales como la financiera y la inmobiliaria, el declive industrial valenciano de final de la década de 2000 se frena a principios de la de 2010. Está tocando suelo y culminando el proceso de destrucción. Su participación en el PIB autonómico comienza a crecer, así como su cifra de negocios y su productividad. A partir de 2012, “aumentan las exportaciones industriales y desde 2013 empieza a crecer el número de personas ocupadas en la industria”. Los autores consideran que ese comportamiento es una muestra de resiliencia, si bien advierten de que esa cualidad “varía en función de la rama industrial”.

La revolución tecnológica mostrará todo su potencial en el último tercio de la década, con la ya irreversible democratización de las nuevas herramientas digitales, en especial las que aprovechan el crecimiento exponencial de la capacidad de computación, la automatización y la hiperconectividad, y la consiguiente proclamación de la Cuarta Revolución Industrial. Se inicia la confluencia entre las áreas de información (IT) y de operaciones (OT) cuya integración resultará irrenunciable a partir de 2020. Los primeros signos del cambio cultural y económico asociado a la digitalización empiezan a percibirse ya, no obstante, desde los primeros años del decenio, en forma de avances tecnológicos que permiten concebir nuevas formas de producción cada vez más personalizada, como las impresoras digitales de tinta en el sector cerámico.

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27 “Declive y resiliencia industrial en la periferia mediterránea europea. Análisis territorial y sectorial en la Comunitat Valenciana durante la década de 2010”, de Joan Carles Membrado-Tena, Jorge Hermosilla- Pla y Ghaleb Fansa, Investigaciones Geográficas, junio-diciembre de 2019

Muchas empresas se van a quedar, no obstante, fuera de esa carrera tecnológica, especialmente aquellas que, ante la pérdida de competitividad de su actividad tradicional, han optado por diversificar con inversiones en el sector inmobiliario. Como cuentan Emilio Golf Laville y Francisco Javier Ortega-Colomer28, la inversión en activos materiales se desploma un 41% entre 2003 y 2008 en la Comunitat Valenciana, frente al 36% de caída en el conjunto de España. En parte, motivado porque “el sector financiero local favorecía actuaciones de mera especulación inmobiliaria, que garantizaban un tiempo de recuperación muy corto, y la propia expansión del negocio bancario mediante el crédito inmobiliario”; en parte, por la pérdida de competitividad del negocio tradicional y la dificultad para encontrar nuevas vías para mantener la cuota de mercado. En la industria textil, la consiguiente desaparición de fabricantes de maquinaria local produce una “revalorización de las actividades de muchos talleres locales de reparación y servicios de mantenimiento”, que acaban convirtiéndose, “junto al conocimiento que tienen muchos encargados de maquinaria de las propias empresas, conocidos como los manyàs”, en uno de los “principales mecanismos de ajuste tecnológico utilizados en las empresas”.

Para complicar aún más el escenario, los vientos de la revolución tecnológica soplan a favor de los modelos de concentración de la distribución minorista iniciados a mediados de los 90, que arrebata cada vez más cuota de mercado a los canales tradicionales. El fenómeno va encontrando diferentes formas de expresión online, se ramifica gracias a la hiperconectividad y la proliferación de los smartphone hasta establecer el nuevo mantra de la multicanalidad favorecida por la revolución en la cadena de suministro global, con un transporte terrestre y marítimo más eficiente por el imparable impacto de la digitalización en la movilidad, la mejora de la trazabilidad y de la seguridad gracias a las mejoras en soluciones TIC y la creciente automatización en la logística. La liberalización del mercado mundial favorece esta fórmula gracias a las economías de escala que se obtienen con la deslocalización de producción en países con menos costes laborales y de procesamiento.

Un informe de la Cámara de Valencia analiza el estado de la oferta del retail en la Comunitat. Aporta en torno al 18% del PIB regional, porcentaje superior al 15,2% de la media nacional, debido a la expansión comercial de las dos últimas décadas y a la orientación del tejido empresarial valenciano hacia la población turística. La característica fundamental del comercio valenciano es la atomización, que se pone de manifiesto en las 82.166 empresas existentes a principios de 2010 (el 23,3% del tejido empresarial valenciano), con una clara tendencia a la asalarización del comercio minorista, pues más del 68% de la mano de obra son trabajadores por cuenta ajena. La presencia de las grandes cadenas de distribución se produce en las poblaciones de mayor tamaño. Aparecen a lomos de la expansión inmobiliaria centros comerciales asociados a grandes superficies (Alcampo, Carrefour, El Corte Inglés,...), la creación de galerías comerciales y zonas peatonales en los centros urbanos y la expansión de la franquicia son los principales factores de ese crecimiento comercial.

En los primeros años del decenio se producen avances tecnológicos que permiten producir nuevas formas de producción más personalizadas, como las impresoras digitales de tinta en el sector cerámico.

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28 “Fuentes de la innovación y el papel de las instituciones en el sistema de innovación textil de un distrito industrial valenciano”, Emilio Golf-Laville y Francisco Javier Ortega-Colomer, ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura, enero-febrero 2012

Institutos como AIMPLAS consiguen transportar grandes cantidades de agua gracias a sus investigaciones.

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Como consecuencia de todo ello, la economía y la forma en la que se articula en las diferentes comarcas ya no van a ser las mismas. Entre 2008 y 2014 asistimos a una nueva fase en la reestructuración de muchos sectores. Si en la década anterior había surgido el concepto de “empresa global de distrito”, Juan Miguel Albertos y Julia Salom destacan algunas consecuencias derivadas de la grave crisis29: los “procesos acumulativos de creación de conocimiento, de carácter predominantemente local, ceden paso a procesos combinatorios” en los que cobran importancia los conocimientos externos. Se van consolidando “nuevas agrupaciones socioespaciales” y “sistemas locales de competencias multisectoriales” con anclaje territorial.

En algunos casos, esto conduce a la “práctica desaparición del distrito” y en otros a procesos de concentración empresarial que “suponen la reconfiguración de la cadena de valor global”. También se observa la “desaparición de algunas fases del sistema productivo” y la desterritorialización de la cadena de valor, a medida que se prioriza el recurso a proveedores y clientes externos.

La actitud resiliente de la industria durante la década de 2010 actuará como contrapeso frente el “desequilibrio territorial” que ha caracterizado a la Comunitat Valenciana “entre un litoral densamente urbanizado (eje de la AP-7) y un interior en vías de despoblamiento”, agudizado por el crecimiento de los servicios, el turismo y el sector inmobiliario. Se consolida en su lugar un dualismo de otro tipo, el que distingue a los espacios metropolitanos de València y Alicante y los periféricos organizados en clústeres. La conclusión de Membrado-Tena, Hermosilla-Pla y Fansa tras analizar todas las ramas industriales es que, aunque las compañías no tradicionales de los primeros crecen más al concentrar empresas de alto contenido tecnológico y favorecer la comunicación entre empresas e investigadores, los distritos industriales endógenos logran ser competitivos pese a sus debilidades gracias a su capacidad para convertir la localización en una ventaja competitiva mediante la cooperación. Lo demuestra el hecho de que todos los grandes sectores industriales aumentan sus plantillas entre 2012 y 2016 (el mueble a partir de 2013), así como su productividad y exportaciones.

En su estudio analizan los elementos de resiliencia que han caracterizado a la industria de la Comunitat Valenciana. En todos los casos, están presentes la innovación y la I+D, en cuyo despliegue resulta fundamental en la mayoría de las ocasiones el diálogo con el correspondiente instituto tecnológico. La cerámica ha aplicado una reestructuración productiva de la mano de AICE/ITC para adaptarse a los nuevos paradigmas tecnológicos. En el caso de la alimentación, son claves sus mejoras en los procesos de automatización, innovación e internacionalización, traducidas en avances en productos frescos y saludables, envases inteligentes y marketing digital liderados, principalmente, por el Instituto Tecnológico de la Alimentación, AINIA.

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29 “El distrito industrial cerámico de La Plana de Castellón (España): enraizamiento local y proyección global en un contexto de crisis”, Juan-Miguel Albertos y Julia Salom La cerámica ha aplicado una reestructuración productiva de la mano de AICE/ITC para adaptarse a los nuevos paradigmas tecnológicos.

Exposición organizada por REDIT con motivo de la presentación del libro “Tecnologías que cambiarán el mundo” donde los Institutos mostraron sus últimos proyectos.

El calzado del Vinalopó no responde a la competencia feroz de las manufacturas asiáticas durante la primera década del nuevo milenio con una inversión industrial para adaptarse al nuevo contexto de competencia global, sino que desvía parte del capital al sector industrial e incrementa la precarización laboral, según el informe. Pero durante el siguiente decenio reacciona junto al Instituto del sector, INESCOP, demostrando su capacidad para integrarse en el sistema de la moda y aumentar su complejidad operativa, con productos de calidad media y media-alta. AITEX se convierte en el gran aliado del textil que intensifica su diversificación productiva, más allá del hogar, suministrando a otras industrias, incluidas Mercadona y Consum a las que provee de productos para higiene y cuidado personal.

Por su parte, el plástico recibe el respaldo de AIMPLAS y AIJU para ampliar su gama de servicios industriales, y el mueble y el metal se apoyan en AIDIMA y AIMME y posteriormente en su fusión, AIDIMME. El juguete, de igual forma, se reconvertirá a lo largo de la década para ofrecer nuevas soluciones de especialización industrial (muchas veces en connivencia y compartiendo clientes con el plástico y el metal), “gracias a la cualificación de la mano de obra, las experiencias empresariales y la versatilidad de las fábricas jugueteras”.

Porque, como última variante del proceso de transformación del sector industrial de la Comunitat Valenciana hay que citar la “diversificación productiva” con nuevas estrategias de cooperación horizontal con los sectores relacionados, más protagonismo de la innovación y el diseño y aparición de actividades de base tecnológica nuevas en el territorio. Crece la apuesta por las versiones técnicas de productos tradicionales, como el textil, que cubren funciones y mercados nuevos. Esta estrategia tendrá que superar, en cualquier caso, obstáculos de entidad: hay que conectar con sectores como la construcción civil, la automoción, el sanitario, con barreras de entradas tecnológicas potentes. Una tarea para la que, una vez más, la colaboración de los institutos tecnológicos va a resultar clave.

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edificio de ITENE.

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2. Crisis de confianza

El triángulo de confianza entre empresas, universidades y Administración sobre el que se había construido el proyecto de red de institutos tecnológicos de la Comunitat Valenciana tiene que superar una prueba crítica con motivo de la crisis financiera iniciada a finales de la década de 2000, cuyos efectos aparecen en toda su magnitud en la primera mitad del siguiente decenio. Los recortes comienzan a replicarse en cascada desde el Gobierno central a partir de la primavera de 2010, pero ese año REDIT consigue un máximo de transferencias de la Generalitat y vive instalada aún en la dinámica financieramente desahogada de los años precedentes. En 2011, nada hace presagiar que las grandes líneas del ambicioso plan estratégico que presenta con motivo de su décimo aniversario pasarán prácticamente inadvertidas porque a la crisis del sector privado le sobreviene una dura política de desinversión desde el Gobierno autonómico: los 47 millones de euros presupuestados en 2010 para los institutos tecnológicos serán apenas 20 millones en 2014, y los plazos de liquidación de las ayudas se alargarán hasta superar en algunos casos los 36 meses, alimentando una deuda de la Generalitat con los centros que llega a alcanzar los 74 millones de euros.

A medida que se confirma que el giro del sector público no es simplemente coyuntural, la crisis económica pone en evidencia que el modelo, pese a todos los esfuerzos, todavía no está suficientemente entendido e interiorizado. Tanto REDIT como sus centros asociados se verán obligados a tomar medidas duras a nivel de personal, que conllevan pérdida de conocimiento para todo el ecosistema de innovación autonómico. Vista con perspectiva, aquella crisis permitirá a todo el ecosistema de transferencia tecnológica dar también, no obstante, tres pasos sustanciales: tomará consciencia de su realidad y de su utilidad, sobre la base de los datos y la solidez argumental, con un espíritu próximo a la refundación; evaluará su forma de relacionarse con los otros sistemas, tanto en la Comunitat Valenciana como en el resto de España y en las regiones clave del mundo, enalteciendo el valor de la cooperación; y, en última instancia, dotará a REDIT de identidad, de personalidad propia, un actor indiscutido con encaje en el mapa de centros tecnológicos y un rol definido.

En clave interna, el debate en los institutos sobre si REDIT tiene o no utilidad, quedará superado diez años después de su creación. Durante aquella crisis se ‘independiza’ de los centros asociados. En su condición de contraparte en las negociaciones con la Generalitat, de puertas para afuera, REDIT se verá reforzada y justificada en esos años como asociación y no simple escaparate o plataforma de comunicación. Se podría decir, en ambos sentidos, que aquella es la crisis de madurez que antes o después habría debido atravesar, aunque quizás nadie habría deseado que viniera acompañada de componentes tan traumáticos; especialmente, cuando se produce la salida de AIDICO de la asociación el 29 de diciembre de 2012.

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Los 47 millones de euros presupuestados en 2010 para los institutos tecnológicos serán apenas 20 millones en 2014. PRESUPUESTO PARAS LOS IITT

De forma paralela, en ese ejercicio de confrontación con la realidad que se realiza en los años de recortes presupuestarios, se suscitan también con fuerza debates acerca de lo necesario que es para la economía que el poder político sea capaz de distinguir entre el interés de partido y la gestión pública, dos planos de actuación delimitados en muchas ocasiones por fronteras difusas. Había sido la implicación de la Generalitat en el éxito del modelo de red de centros tecnológicos, materializada en la creación del IMPIVA, un factor fundamental para entender su tránsito desde los 80 hasta la primera década del siglo XXI. Había sido un conseller el primer presidente de REDIT, y durante sus años iniciales el cordón umbilical con la Dirección General de Industria se había mantenido robusto, con intercambios de personas y de estrategias en ambos sentidos. Pero cuando llega el momento del ajuste presupuestario, al otro lado de la mesa hay ahora una Generalitat convertida en negociadora. Se instala el imperativo de conseguir que los criterios para la toma de decisiones y para cualquier deliberación sean técnicos, y no estén sustentados, ni resulta pertinente que así lo sea, en postulados de lógica política. Esa es una de las lecciones que conformarán ese nuevo modelo de relación entre la Administración y los institutos una vez se supere la crisis desatada en los años siguientes al estallido de la burbuja financiera: la desideologización del modelo.

El año 2010 propina a la sociedad y la economía de la Comunitat Valenciana un choque brutal con la realidad de los frágiles cimientos de su tejido productivo. La Generalitat encuentra las vías de financiación en el sector privado prácticamente cerradas por lo que se ve obligada a realizar una emisión de nueve millones de euros en bonos patrióticos a un tipo de interés del 4,75%, y el mapa financiero de la Comunitat Valenciana se rasga traumáticamente cuando Bancaja y la CAM aprueban su integración en sendos grupos encabezados por Caja Madrid y CajAstur. Son noticias que no logra suavizar la puesta de largo del AVE València-Madrid también ese año.

Una de las claves de la nueva dinámica a la que se ven abocados los institutos tecnológicos consistirá en reaccionar de forma ágil ante el cambio de las reglas del juego en las relaciones con la Administración. El IMPIVA que dirige Daniel Moragues hasta 2011, cuando es sustituido por Rafael Miró, pierde el carácter de liderazgo empresarial de sus inicios y se refugia en su faceta técnica. En la primavera de 2012, entra como vicepresidente Rafael Ros, presidente de AIDO. Mientras tanto, el centro tecnológico de la construcción precisa al año siguiente de un rescate de la Generalitat que incluye un crédito de dos millones de euros y la intervención de su gestión, que recae en el presidente de la patronal Fevec, José Luis Miguel. En otoño de ese año, el IMPIVA integra la actividad del IVEX, la Agencia Valenciana de la Energía y el SEPIVA y pasa a denominarse Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (IVACE).

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“Cada vez estábamos más tensionados porque empezaron a bajar los presupuestos”, recuerda la exdirectora Cristina Del Campo. “Luego llegó el hundimiento total, cuando la Administración dejó de pagar y empezaron a pasar los meses…” A la deuda de la Generalitat se sumaba una crisis de los sectores, motivada por el cambio de ciclo económico, que estrechaba el mercado. “La situación fue a peor para los centros entre 2010 y 2014, lo que supuso una gran prueba de cómo adaptarse al cambio sin olvidar nuestra misión como institutos tecnológicos”, añade. REDIT y los miembros que conforman la red apuestan entonces por reforzar los ingresos procedentes de las empresas, porque lo que nunca se había cuestionado hasta ese momento, la parte pública, estaba fallando, y no sólo a nivel autonómico, sino también nacional. Junto a ello, el colectivo se conjura para incrementar su presencia en los proyectos europeos. Esta estrategia permitiría a la postre que la entidad ganara en neutralidad e independencia económica en el futuro. De hecho, desde 2015 los fondos privados han ganado notoriedad, con una representación aproximada del 60% de los ingresos.

El exdirector del IBV, Pedro Vera, recuerda que “el ‘sálvese quien pueda’ o la idea de que los institutos tecnológicos debían ganarse el sustento como si se tratase de empresas, allá donde pudieran captar ingresos, aunque fuera a costa del impacto local de sus actividades, se convirtió en consigna y la competencia cruzada entre los propios institutos adquirió carta de naturaleza”. En ese momento, los centros optan por reorientar muchas de sus prioridades, como impulsar los proyectos financiados por la Unión Europea. “Demostramos que somos capaces de moldearnos”.

Con Rafael Ros como nueva referencia de REDIT, cambia el modelo de gobernanza y se articula una estrategia cuyo fin último es restaurar el clima de normalidad en la interlocución con la Generalitat. Eso pasa paradójicamente, como primera medida, por endurecer los mensajes en defensa del modelo de centros tecnológicos dirigidos a la opinión pública. A principios de 2013, se celebra en la sede de la CEV la jornada “La innovación como factor estratégico de competitividad de la empresa”, a la que asiste el conseller Máximo Buch. Acuden también el presidente de los empresarios valencianos, Salvador Navarro, y los secretarios generales de UGT-PV, Conrado Hernández, y CCOO-PV, Paco Molina. Rafael Ros, que participa en la cita junto a Damián Frontera, toma la palabra y expone con crudeza la situación. La deuda de la Generalitat con los institutos alcanza ya ese año los 74 millones de euros, de los cuales siete millones se arrastran de 2010, 37 de 2011 y 30 de 2012. Se han presentado hasta ese momento 15 expedientes de regulación de empleo (ERE) en los centros tecnológicos, incluida la propia REDIT que recurre a un ERTE, y se ha reducido la plantilla de investigadores en 400 personas, “un conocimiento impresionante que hemos formado en nuestro territorio y que ahora dará fruto fuera de nuestras fronteras”, afirma. El estrés financiero que sufren los institutos y los “precios desorbitados” que se les obliga a asumir para conseguir liquidez en el mercado están poniendo en serio riesgo su viabilidad. El evento es una llamada a sacar juntos, los agentes sociales, los centros tecnológicos y la Administración, un objetivo estratégico como la innovación. Es una apelación a la unidad.

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El asunto llega a las Cortes Valencianas donde se habla de los impagos. En aquel momento se plantea un plan de integración de centros que parece pensado más para ahorrar que para crecer, que es el fundamento de las fusiones, por lo que es recibido con recelo por los institutos. Se acompaña de una dura réplica en forma de descalificación pública de los centros tecnológicos, criticando el peso de la financiación pública en su actividad y el protagonismo de los directores generales. Los compromisos de pago acaban muchas veces encallando en la Conselleria de Hacienda que, asfixiada por las urgencias provenientes de multitud de ámbitos, en especial de la Sanidad y la Educación, se muestra incapaz de dar plazos de liquidación precisos. La situación se vuelve cada vez más crítica y el efecto de todo ello sobre la relación de confianza existente hasta entonces es demoledor, aunque acabará vehiculándose de una forma que a la postre resultará una schumpeteriana destrucción creativa: cualquier vestigio de identificación del modelo de institutos tecnológicos con un partido político concreto se difuminará progresivamente en favor de las soluciones constructivas y pragmáticas.

El presidente de Redit, Fernando Saludes, cuenta cómo vivió aquellos años desde la perspectiva empresarial. “Lo que percibí como empresario en AIMME fue una fuerte caída de la actividad económica y no económica de los institutos tecnológicos consecuencia, principalmente, de las dificultades de negocio y financieras que afectaban a las empresas y a la propia Administración pública; pero también, fruto de una crisis de apuesta por el modelo a nivel institucional. Los centros tecnológicos sufrieron así una tormenta perfecta: por un lado, a muchas empresas les costaba poder contratar servicios de innovación a nivel general, en parte debido a las duras condiciones económicas que conllevó la crisis económica que se estaba atravesando, pero quizás también porque una parte del tejido empresarial seguía sin ser plenamente consciente de la importancia de la innovación como vector clave para garantizar la competitividad, de lo fundamental que resulta en épocas de crisis buscar la excelencia en gestión y control de gastos, así como mantener e incrementar la apuesta inversora en materia de innovación. Veníamos de la cresta de la ola, se habían quedado muchas empresas por el camino y hasta que comenzaron a animarse e invertir tuvieron que hacer un proceso incluso de relevo generacional. Por otro lado, se produce un drástico recorte presupuestario por parte de las Administraciones en materia de I+D+i, lo que, unido a sus graves tensiones de liquidez, impide que el sector público desempeñe el papel contracíclico que le corresponde para evitar los valles y dar estabilidad al sistema, apoyando a instituciones tan valiosas para la ciencia y la tecnología como son los institutos tecnológicos”.

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Como explica el presidente de REDIT, Fernando Saludes “los centros tecnológicos sufrieron en este momento una tormenta perfecta, ya que a muchas empresas les costaba poder contratar servicios de innovación”.

REDIT ha comenzado a organizar por entonces visitas de grupos de diputados de los partidos pertenecientes a la Comisión de Industria de Les Corts a los institutos tecnológicos para conocer su actividad.

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La situación de los centros no se vive de forma pacífica en el mundo de la economía, que se debate entre dos visiones. “Los empresarios que estábamos significados con los centros tecnológicos lo teníamos claro, sabíamos que era una herramienta valiosísima para nosotros y había que apoyarla. Sí surge la tentación, en un momento dado, de visualizar a los institutos tecnológicos desde una perspectiva meramente empresarial y de negocio, se malinterpreta que al ser entidades privadas debían tener unos parámetros empresariales y no era acertada esa visión.

Se empezaron a exigir criterios de rentabilidad a corto, ebitda, eficiencia, que no eran aplicables. Recuerdo cuando esos planteamientos se desplegaban en los consejos rectores, incidiendo en que los centros debían ser rentables, fusionarse, no estar en proyectos alejados del día a día. Ahí subyacía una miopía, por una parte, de la Administración y, por otra parte, de los empresarios que no conocían estas realidades, que no entendían lo que es una estructura de tecnología y ciencia. Se produjo una crisis de credibilidad del modelo importante”, relata Fernando Saludes. “Una red de innovación como REDIT no puede medirse con parámetros de rentabilidad empresarial. Los centros tecnológicos no han de buscar la rentabilidad a toda costa, sino la sostenibilidad para poder dar cobertura de forma continuada y sostenida a las necesidades tecnológicas y de innovación del tejido empresarial al que están orientados, cumpliendo así con su misión. La rentabilidad en los centros es necesaria para garantizar su proyecto de futuro, pero no es un fin en sí mismo. Y cuando la coyuntura económica no acompaña, la financiación basal que proviene de la Administración Pública ha de actuar como contrapeso necesario para dar estabilidad a los centros. Eso es lo que ocurre en las regiones de referencia en materia de I+D+i”.

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Durante esta época se redujo la plantilla de profesionales de los institutos tecnológicos en más de 400 personas.

Aunque el riesgo de disgregación persiste durante mucho tiempo, la incertidumbre que se desata durante los años de ajuste presupuestario acabará alimentando, en paralelo, una potente corriente de energía hacia la cohesión del colectivo en torno a REDIT, un movimiento clave para entender el momento actual y las perspectivas de futuro. La exdirectora de la red y actual directora general de AINIA, Cristina Del Campo, afirma que “cualquier crisis que venga ya no podrá con REDIT. Irá mejor o peor, pero no podrá acabar con ella por el valor que ha demostrado la asociación ante los institutos, por lo que ha conseguido de unión, de posicionamiento, de reconocimiento: eso no se va a perder”. En esa fuerza centrípeta incidirá de forma fundamental el papel de los directores de los institutos y sus equipos de gestión, con el respaldo inequívoco de sus presidentes y de las organizaciones empresariales, la mayoría de las cuales identifica ya al centro tecnológico como una parte inseparable de su ecosistema y se implica en conseguir su continuidad.

Lo que, finalmente, decante esta encrucijada de enfoques son diversos factores, a juicio de Fernando Saludes. Y, entre ellos, uno fundamental: “el papel de las patronales, que lo tenían claro, principalmente, porque también estaban presentes en los consejos rectores y entendían la naturaleza de los centros. Había una conciencia de que, efectivamente, todo era mejorable y optimizable, sobre todo cuando vienes de un periodo de mucha bonanza. Ese discurso era general a todas las entidades, pero muchas veces se dirigía a los centros tecnológicos, a los que se tildaba desde el desconocimiento de ser entidades atrofiadas e ineficientes. Había margen de mejora, pero como lo había en todo el ecosistema y en todos los agentes”.

Las federaciones empresariales cerraron filas en torno a sus centros tecnológicos de referencia, como fue el caso de Femeval con AIMME al que respaldó de forma decidida para transitar la crisis, significándose al máximo nivel con el centro. El entonces presidente de la patronal autonómica Cierval, José Vicente González, que había sido presidente de AIDO (1989-2001) y de AIMME (2001-2003) y estaba al frente de una empresa muy activa en innovación, GH Electrotermia, se compromete inequívocamente con los institutos. Su propia compañía utilizaba intensivamente sus servicios. La patronal del metal, como en los años 80, es decisiva. “En el caso de Femeval, Carlos Mena, que coge el relevo de José Vicente González en AIMME, es uno de sus vicepresidentes. Y yo mismo, que pertenezco al consejo rector de AIMME, soy miembro asimismo del comité ejecutivo de Femeval. O sea que estamos muy entrecruzados, porque entendemos, la patronal y los centros, que tenemos que hablar el mismo lenguaje. González ha sido una persona importante porque siempre ha defendido el papel de los institutos, lo ha tenido muy claro. Estas patronales consiguieron que no se olvidara que los institutos surgieron como una herramienta de colaboración público-privada al servicio de las empresas en forma de asociación para poder concurrir en gran parte a programas públicos, y son las empresas las que se tienen que significar para que esas herramientas sean útiles y vayan en la dirección adecuada de la mano de la Administración”, subraya Fernando Saludes.

La caída de ingresos habrá obligado finalmente, al término de 2014, el año en que las aportaciones de la Generalitat alcanzan su nivel más bajo, a presentar 21 expedientes de regulación de empleo, con una disminución de la plantilla de investigadores en 700 personas, un 40% menos que los 1.800 con los que había comenzado la década.

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En 2015 se produce al fin el esperado cambio de ciclo, aunque será necesario asumir todavía algunas modificaciones del paisaje de centros tecnológicos de la Comunitat Valenciana. Los institutos de la madera, el mueble y afines (AIDIMA) y el metalmecánico (AIMME) inician, con el apoyo del IVACE, un proceso de fusión que da lugar al actual AIDIMME. La decisión tiene como objetivo “un mayor aprovechamiento y racionalización de sus estructuras, potenciándose al máximo sus recursos humanos, algo fundamental para las actividades de I+D, innovación, y servicios avanzados, entre otras, imprescindibles para la competitividad de las empresas”, según afirman en un comunicado conjunto ambas entidades tras la aprobación de las asambleas generales.

Ese año se consuma también el traumático cierre de los institutos AIDICO y AIDO. Rafael Ros se despide de los 55 trabajadores del centro de tecnologías ópticas y deposita las llaves en una notaría después de 25 años de actividad. AIDO ha logrado en este tiempo hitos tecnológicos como la supervisión de todos los billetes de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre o el liderazgo en la plataforma española de Fotónica. Durante los años de ajuste, ha intentado sin éxito la fusión con distintos centros dentro y fuera de la Comunitat Valenciana. En lugar de ello la cúpula de AIDO acaba inmersa en un proceso judicial abierto a raíz de una investigación de la Fiscalía Anticorrupción, iniciada en 2014 derivada de la falta de justificación de ayudas europeas.

El Partido Popular pierde la Generalitat y se instalan en ella los grupos del Pacto del Botánico, encabezados por el socialista Ximo Puig. En una de sus primeras comparecencias en las Cortes, el nuevo conseller de Economía, Rafael Climent, de Compromís, pone a los institutos tecnológicos como ejemplo de la mala gestión de sus antecesores y la necesidad de ponerlos en valor para que contribuyan a la competitividad de las pymes de la Comunitat; subrayando, asímismo, el impacto negativo de los ajustes y los despidos de investigadores en éstos. Sus palabras podrían haber significado una vuelta a los tiempos de la tensión, pero, justamente, es todo lo contrario. En lugar de ello, provoca la reactivación de una de las estrategias clave en la defensa del modelo sobre la que REDIT había venido trabajando con cada vez mayor intensidad durante la primera mitad de esa década: el speak with data. “Llevábamos años cargándonos de argumentos”, dice Cristina Del Campo. REDIT tiende puentes con el nuevo Consell blandiendo informes que justifican la necesidad del modelo para el tejido productivo.

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El conseller de Economía Sostenible, Rafael Climent, ha sido un artífice clave en la defensa del modelo de instituto tecnológico.

En esta época, REDIT tiende puentes con el nuevo Consell blandiendo informes que justifican la necesidad del modelo para el tejido productivo.

Precisamente, durante la dirección de Del Campo, REDIT colabora estrechamente con los técnicos del IVACE, heredero del IMPIVA, con el objetivo de conocer de primera mano otros modelos exitosos de institutos tecnológicos, en especial, el caso del País Vasco. “Fuimos con un equipo de técnicos del IVACE y un grupo de centros”, explica. “Allí tienen un sistema donde las ayudas con fondos propios del Gobierno vasco se reparten en función de ciertos indicadores. De ese modo, el dinero se distribuye a partir de unos valores de desempeño alineados con la política industrial. El intercambio también fue útil para consolidar un nuevo sistema de justificación de las ayudas, mucho más adaptado a las actividades de innovación de los centros”.

Son estudios, en muchos casos elaborados y avalados por terceros (aunque las limitaciones presupuestarias han complicado también este tipo de encargos) que incluyen análisis de impacto, comparativa con ecosistemas similares de España y del extranjero, prospectiva… un discurso sencillo, solvente y objetivo. Las ideas calarán, poco a poco, a lo largo de esta legislatura entre los nuevos componentes de Les Corts y contagiarán tanto a los partidos del Gobierno como de la oposición. Con el arma de los datos, el colectivo de centros ha conseguido dotarse gracias a los años de disputa vividos de una cualidad clave para el debate político: la credibilidad. El clima económico es sustancialmente distinto, los problemas financieros de la Generalitat comienzan a remitir, corren aires de cambio.

Como el resto de actores de la economía y la sociedad, REDIT sabe que la dinámica política en Les Corts, como en cualquier Parlamento, se basa en el apoyo sin fisuras de unos partidos de la oposición que, en realidad, no pueden hacer nada, y en el reconocimiento por parte de un Gobierno que, sin embargo, no llega a todo y tiene que primar la Sanidad y la Educación. Su estrategia consiste en marcar con claridad los hitos a conseguir y en tejer una red de adhesiones basada en la convicción que alcance a todos los grupos. Esa labor de interlocución se nutre del trabajo de think tank, que adopta una visión estratégica de la que carecía en la década anterior, y se ve favorecida por la llegada a la presidencia de Fernando Saludes, en 2016, un empresario joven procedente del sector del metal, dinámico, convencido de la necesidad de la asociación y con una enorme capacidad de empatía.

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Así relata Fernando Saludes su llegada al cargo: “el contacto de mi empresa con los institutos tecnológicos se había convertido en una relación de trabajo técnico, pero hasta la fecha no nos habíamos implicado en la gobernanza y en la estrategia. Estábamos muy centrados en nuestro negocio, consumiendo servicios, pero no había una vocación de implicarse mucho en estas estructuras. En un momento dado, de la mano de Femeval, se plantea la renovación del consejo de AIMME mediante un relevo generacional y se fijan en nosotros, que tenemos mucha actividad en la federación del metal. Y, de forma natural, me implico. Carlos Mena era el presidente y me propone ocupar la vicepresidencia. En mi caso he ido descubriendo, in crescendo, una vocación por implicarme en este tipo de organismos. Me gusta ayudar, comprometerme para tratar de mejorar nuestro entorno y sociedad. Lo considero necesario”.

Cuando surge la necesidad de relevo en la presidencia de REDIT “se abre un proceso, en un momento complicado, porque teníamos la gran suerte de contar con Damián Frontera de presidente, que era un visionario y había lidiado con lo peor de la crisis. Aguantó mucho más de lo que otra persona hubiera aguantado y necesitaba ese relevo. Era el momento más bajo de toda la red, con una crisis empresarial, de tesorería, de desenfoque de modelo y de visión por parte de la Administración. A nivel nacional y autonómico no se daba a la innovación la importancia que toca”.

REDIT ha comenzado a organizar por entonces con regularidad visitas de grupos de diputados de los partidos pertenecientes a la Comisión de Industria de Les Corts a los institutos tecnológicos para conocer su actividad. El interés de todos es evidente. Cada formación está representada por uno o dos diputados al menos y su nivel de asistencia es encomiable.

Cuando surge la necesidad de relevo en la presidencia de REDIT “se abre un proceso, en un momento complicado, porque teníamos la gran suerte de contar con Damián Frontera de presidente, que era un visionario y había lidiado con lo peor de la crisis”, comenta Saludes.

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“En una de esas visitas van a AIDIMME”, recuerda Fernando Saludes. “Da la casualidad de que nuestro presidente, Carlos Mena, estaba montando la nueva planta de Kamax en México y me solicita que atienda yo la visita. En esta ocasión conozco a Cristina Del Campo y surge, además, la propuesta de que la Generalitat incluya las líneas de inversión para los centros tecnológicos, idea que cala en la comisión, que entiende que no sólo hay que financiar proyectos, sino también inversiones porque nos estábamos quedando muy atrás. Poco después se abre proceso electoral en REDIT, en un momento muy complicado tanto para empresas como para los centros tecnológicos. Los institutos tecnológicos consideran que puedo resultar un buen candidato y me animan a presentarme al proceso de renovación de cargos en el cual, finalmente, salí elegido presidente por la Asamblea. Para mí supuso una gran responsabilidad, pero también un orgullo y un privilegio, presidir una asociación como REDIT, teniendo además la suerte de estar acompañado por Francisco Ramos, de Porcelanosa, como vicepresidente primero, y de una junta directiva que era un lujo, con profesionales de mucho talento”.

Y se van logrando avances en equipo, conforme se restaura el clima de confianza que ha acompañado a la relación de los institutos tecnológicos con los demás actores de ciencia e innovación. La Generalitat toma conciencia de la importancia de que los institutos tengan acceso a nuevos fondos, además de los Feder. Se modifica la Ley de Patrimonio, una de las reivindicaciones históricas del colectivo, lo que incrementará la solidez patrimonial de los centros. Cambia la normativa de transferencias corrientes de la Generalitat para facilitar el adelanto de liquidez y se introducen vía enmiendas modificaciones a los Presupuestos que favorecen la recuperación del tono financiero de los centros. Pero más allá de la importancia sustancial que tienen todas estas medidas, hay un cambio en la forma de relacionarse con la Administración, tendente a la actuación por criterios objetivos, sin considerar el peso y la influencia que determinados sectores pueden ejercer en un momento dado sobre el ámbito político. Se han acabado los atajos, y esa es la mejor noticia para consolidar el Sistema Valenciano de Innovación.

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Damián Frontera fue una figura clave en un momento crítico para REDIT y los institutos tecnológicos. En su despedida del cargo, recibió el cariño de las principales figuras del Sistema de Innovación de la Comunitat Valenciana.

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Las empresas necesitan que los centros entiendan las problemáticas que surgen en los mercados y en los consumidores, para ofrecer en cada momento, desde una perspectiva general e independiente, las mejores soluciones.

3. Colaboración entre centros y transversalidad

Con la llegada del proyecto de REDIT a la fase de madurez, la idea de la colaboración de la primera década cobra una nueva dimensión, la de la transversalidad. Es un paso más en esa dirección caracterizado por la exploración de nuevas formas de acuerdo. “Somos el agente que propicia esa colaboración, esa interlocución única y complementaria”, explica el director general de la red, Gonzalo Belenguer. “Es fundamental aprender a trabajar como ecosistema. Muchos centros han pasado de ser verticales a evolucionar a modelos transversales en los que, en colaboración con otros agentes, son capaces de atender otros ámbitos de conocimiento más amplios. Vamos hacia la transversalidad, el conocimiento compartido. El reto está ahí: modelar el ecosistema”.

Belenguer expone como ejemplo la colaboración entre el ITC y AINIA para desarrollar dos prototipos de visión que detectan anomalías en productos agroalimentarios y cerámicos. “Es una muestra de cómo se puede trabajar colaborando. Esa es la riqueza de la red. Si a esto le añades la implementación de nuevas tecnologías, no hay límites desde el punto de vista del conocimiento”. Lo corrobora Jorge Saludes, responsable del área de Mercados Internacionales de AINIA. “La unidad internacional de AINIA identificó, desde una fase temprana, las oportunidades que ofrecía una articulación con los demás centros a través de REDIT. Gracias a ello, pudimos crear una oferta multisectorial basada en la cooperación de varios institutos ad hoc, que permitió acceder a oportunidades que de otro modo habrían sido imposibles. REDIT es la prueba de que no solo cuenta la labor de cada centro y el éxito que pueda alcanzar individualmente”.

La red de institutos hace un compendio de los logros basados en esta visión cooperativa en el informe “REDIT, una Red comprometida con la colaboración”. Una de las formas más estrechas de trabajo conjunto es la creación de las alianzas estratégicas, como la que une a AIMME, AIMPLAS, IBV, ITE e ITI para proponer soluciones al sector de la automoción y medios de transporte. AIMPLAS y AINIA también trabajan en alianza para la industria del envase y embalaje alimentario; AIDIMA, AITEX e ITC, lo hacen para el hábitat y calidad de vida; y AIMPLAS y AIJU para la industria del juguete.

Otra fórmula escogida son los Proyectos de I+D en Colaboración. Por ejemplo, AIJU e ITENE colaboran para diseñar envases autocalentables para bebés; un trabajo conjunto de IBV y AIMME se dirige a crear estructuras corporales para pacientes con cáncer; AIMPLAS y AINIA desarrollan envases cosméticos mejorados con nanomateriales; y en otro proyecto se obtienen nuevas estructuras adhesivas a partir de textiles de la mano de INESCOP, AITEX y AIDIMA.

“Las empresas necesitan que los centros entiendan las problemáticas que surgen en los mercados y en los consumidores, para ofrecer en cada momento, desde una perspectiva general e independiente, las mejores soluciones. El enfoque sectorial proporciona una visión holística que resulta fundamental a la hora de proponer una solución. Sin embargo, cada vez hay más recursos tecnológicos que tienen un carácter transversal. De ahí que un enfoque desde las tecnologías y no desde el producto, como adoptó AINIA tiempo atrás, sea clave para atender sectores tan fragmentados como el agroalimentario, en el que podemos encontrar fácilmente una treintena de subsectores. Por ejemplo, es imposible disociar al alimento del envase que lo contiene y protege, que a su vez debe cumplir con las expectativas del consumidor y con las exigencias de sostenibilidad de la sociedad”, añade Saludes.

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Junto a las alianzas estratégicas y los proyectos de I+D en colaboración, crecen los servicios de cooperación, entre otras cosas, para la realización de ensayos y análisis. A raíz de ello, se va configurando una red de infraestructuras compartidas, como el primer Laboratorio Europeo de Investigación de Arco Eléctrico y Plasma y segundo a escala mundial que implantan AITEX e ITE en el Parque Tecnológico de Paterna. Se consolidan también diversas prácticas de colaboración en sistemas de gestión, por ejemplo, como ya se ha comentado, los Observatorios Tecnológicos, de Mercado y Tendencias, que ofrecen información avanzada a empresas y les ayudan a diseñar estrategias empresariales y a detectar oportunidades. Son ya referentes en sus sectores, dentro y fuera de la Comunitat Valenciana, iniciativas como el Observatorio de Tendencias del Hábitat o la Plataforma Tecnológica de Sectores Manufactureros Tradicionales. Por último, como ha sucedido durante su primera década de existencia, REDIT sigue alentando el potencial transformador de la formación en colaboración y la cooperación internacional. Se va confirmando lo acertado de apostar por tres grandes pilares: su papel como think tank generador de conocimiento y, a partir de ello, como divulgador de comunicación del colectivo ante la sociedad y como animador de la colaboración.

El presidente de la patronal autonómica CEV, Salvador Navarro, destaca la capacidad de REDIT para “generar sinergias entre intereses comunes de todos los institutos tecnológicos, pero manteniendo la independencia de sus centros asociados. Su labor de lobby, sumada al trabajo que sus centros han realizado y reforzada por las acciones que ha llevado a cabo el asociacionismo empresarial integrado en CEV han sido determinantes para la consolidación del modelo de institutos tecnológicos”. Una opinión que refuerza la directora gerente de ITI, Laura Olcina: “No solamente ejerce de interlocutor ante los agentes clave del sistema de innovación y da visibilidad a la labor de los centros tecnológicos, sino que genera un foro de encuentro entre los mismos proporcionando un espacio de colaboración que nos permite integrar conocimiento y aprovechar sinergias”.

En el plano operativo, la generación de sinergias entre los institutos ha estado presente desde los primeros años de REDIT. Ya desde 2004, la Comisión de Grandes Compras y el director general, Bruno Broseta, avanzan en el desarrollo de un modelo de Central de Compras, firmando en aquel año acuerdos con operadores de telecomunicaciones, con proveedores de software y con agencias de viajes. En plena crisis por el ajuste presupuestario aplicado por el Gobierno valenciano, la red pone en marcha una serie de unidades con clara orientación al mercado denominadas UNIT. Nacen iniciativas como IMAUT para el sector de medios de transporte, el Centro de Estrategias Empresariales (CEES) de la Comunitat Valenciana, TEC-UNIÓN para sectores de alto componente tecnológico, INTEGRA para la calidad de vida, PROSSER para el sector sanitario o la alianza AIMME-IBV para la fabricación aditiva y el sector salud.

Con el tiempo, REDIT ha aprendido a gestionar la diferencia, algo imprescindible en un colectivo en algunos aspectos tan heterogéneo como el de los institutos tecnológicos. Tan importante es encontrar los mensajes que unifican la voz de los miembros de la red, como saber distinguir, respetar y potenciar las particularidades que los distinguen en el mercado y constituyen, en muchos casos, su ventaja competitiva. Unos se han posicionado en Europa de forma excelente, pero les cuesta crecer en el mercado nacional y, para otros, el problema es justo el contrario. La clave del éxito de REDIT a la hora de ofrecer nuevos servicios compartidos consistirá en analizar caso a caso la mejor solución cuando se trate de crear plataformas compartidas, cada vez más sobre la fórmula del pay per service, y en reforzar aquello en lo que la asociación concita todo el interés, que es la defensa y el posicionamiento del colectivo en el ámbito público y en el privado, para lo que siempre actuará con el respaldo de estudios solventes, la verdadera razón de ser de REDIT.

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Junto a las alianzas estratégicas y los proyectos de I+D en colaboración, crecen los servicios de cooperación, entre otras cosas, para realización de ensayos y análisis.

4. Globalización

A partir de la segunda década del siglo se propicia una colaboración más intensa entre los centros y otras entidades nacionales e internacionales. “La apertura al exterior ha sido una característica que se ha potenciado a lo largo de este período, constituyendo el motor de recuperación económica en las fases de recesión. Si bien la economía valenciana era una de las más activas en los mercados internacionales, a lo largo de estos cuarenta años se ha producido un notable incremento de la propensión a exportar (suponen ya el 25% del VAB), del número de empresas que exportan (23.163), de las que lo hacen regularmente (7.500), y de la diversificación de productos y de mercados. Todo ello ha permitido a la empresa valenciana, no sin esfuerzos e inversión, ganar en competitividad, tamaño empresarial y liderazgo”, afirma el presidente del Consejo de Cámaras de Comercio de la Comunitat Valenciana, José Vicente Morata.

El director general de REDIT, Gonzalo Belenguer, apunta que “en Latinoamérica, REDIT es un modelo de referencia a la hora de garantizar la transferencia de la I+D+i a la pyme. Ya en el pasado con Perú y, hoy en día, en diversos países, como Chile o Colombia, estamos llevando a cabo diversas iniciativas. Son regiones, no las únicas, con una realidad empresarial parecida a la nuestra y en las que, afortunadamente, podemos contribuir a su desarrollo”. Algunos centros aprovechan el know how desarrollado durante los últimos años como palanca para reforzar su internacionalización, porque hay otras regiones en todo el mundo que, como sucedió en su día en nuestro caso con la Emiglia-Romagna, pueden apoyarse en la experiencia de REDIT para desarrollar su sistema de transferencia tecnológica. Es el caso del ITE, que en 2010 inaugura su laboratorio de desarrollo y verificación de interoperabilidad, un hecho que supone un salto en la internacionalización de su investigación, ya que millones de dispositivos fabricados por empresas, gran parte de ellas españolas, y certificados en esta instalación comienzan a instalarse por todo el mundo.

A partir de la segunda década del siglo se propicia una colaboración más intensa entre los centros y otras entidades nacionales e internacionales.

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REDIT forma parte desde la década anterior de la Enterprise Europe Network (EEN), la mayor red mundial de apoyo a la empresa, impulsada por la Comisión Europea. SEIMED realiza acciones que van desde el seguimiento de los procesos de negociación hasta la formalización de los acuerdos de transferencia de tecnología, la organización y participación en encuentros para la cooperación tecnológica y empresarial, las auditorías con el fin de detectar tecnologías novedosas de las empresas y el asesoramiento en propiedad industrial e intelectual. Forma parte de la estrategia de REDIT estar presente en aquellos foros donde se deciden cuestiones que puedan ser de interés para los institutos, por lo que se convertirá en un habitual de las reuniones anuales de la EEN.

“Su contribución a la internacionalización está más relacionada con incentivar a que las empresas participen en proyectos y programas europeos de I+D+i. Esto le permite mejorar su competitividad y les da un mayor conocimiento del funcionamiento de sus homólogos europeos”, subraya el presidente de la CEV, Salvador Navarro. “Con la participación en proyectos europeos, no sólo se consigue un retorno del capital aportado a la UE, sino que es un escaparate tecnológico y del conocimiento de nuestras empresas y organizaciones”, añade el presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, José Vicente Morata. La directora gerente de ITI, Laura Olcina, coincide en el poder de los institutos para dotar a las pymes del músculo necesario para ser competitivas en un mundo global, favoreciendo su seguridad para dar el paso a la internacionalización. “Las empresas que trabajan con centros tecnológicos representan el 38,3% de la cifra de negocios de la Comunitat Valenciana, sus exportaciones a países fuera del ámbito de la Unión Europea suponen el 13,6% del total de las exportaciones autonómicas”, resalta.

Con el inicio de una nueva etapa tras la crisis presupuestaria, REDIT intensifica su actividad exterior. En 2015 elabora estudios de benchmarking sobre los modelos de apoyo a la innovación empresarial de países como Corea del Sur y Noruega, y durante los años siguientes se sumarán los de Alemania, Finlandia, Francia, Holanda, Israel, Japón, Portugal y Singapur. Coopera con la Unión por el Mediterráneo (UfM), el Instituto de Estudios del Mediterráneo (IEMED) y la EU Japan Centre, que le abrirá la puerta a una línea de colaboración con la Japan External Trade Organization (JETRO).

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REDIT forma parte desde la década anterior de la Enterprise Europe Network (EEN), la mayor red mundial de apoyo a la empresa, impulsada por la Comisión Europea.

Realiza el seguimiento y coordinación de varias licitaciones internacionales de I+D+i procedentes, principalmente, de AECID, Europeaid, BID y el Banco Mundial. Firma convenios de colaboración con entidades como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) de Argentina, con el objetivo de establecer una alianza estratégica para la generación conjunta de conocimiento técnico-científico y, en 2020, como se ha comentado en el capítulo anterior, con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), con el que venía manteniendo contactos durante varios años, con el objetivo de promover la innovación empresarial y el desarrollo tecnológico en los países del continente americano.

REDIT se convierte a mediados de la década en una de las 50 entidades en toda España seleccionadas por CDTI para promover la participación de empresas en el programa Horizonte 2020 de la Comisión Europea durante el periodo 2014–2016, dentro del Programa Tecnoeuropa. Las conexiones con el ecosistema de innovación del resto de Europa no dejan de crecer y, en 2019, serán ya 28 las oportunidades de colaboración entre clientes regionales y organizaciones europeas gestionadas por la red, con la firma de cinco acuerdos de colaboración para la transferencia de tecnología y la participación en proyectos europeos.

Las acciones para conocer de primera mano lo que sucede en otros países se intensifican de igual modo. Sigue siendo una cuestión estratégica acudir a los lugares donde “pasan cosas” y tratar de aprender de las experiencias de éxito. Se llevan a cabo misiones tecnológicas a Israel, Chile, Portugal, Estados Unidos o Singapur, y también se organizan misiones inversas, en las que la red de centros de la Comunitat Valenciana recibe a representantes de países como Hungría, Polonia, Suecia, Honduras o Japón. “Si haces una foto del entorno en el que operan los institutos tecnológicos en 2010 y en 2020, ¿qué ha cambiado?”, se pregunta la exdirectora general de REDIT, Cristina Del Campo, “ha cambiado, sobre todo, el entorno de globalización en el que se mueven las empresas que es mucho más salvaje ahora. La globalización es un motor para la innovación y la colaboración de las empresas y entidades”.

La apertura internacional forma parte del ADN de los institutos. El presidente de AIMPLAS, José Luis Yusá, cita su participación como promotores y socios fundadores de EsPlásticos, “un proyecto de unión de los diferentes agentes que forman parte del sector y de la cadena de valor de los plásticos”; así como su implicación, también como socios fundadores, en la iniciativa europea ECP4, “una colaboración impulsada por la industria para identificar oportunidades de esfuerzos de investigación y desarrollo colaborativos que generen innovación industrial”.

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“En AIMPLAS tenemos una visión clara de nuestro futuro: tras haber logrado serlo en España, queremos ser centro de referencia en Europa para los plásticos, desde la síntesis hasta la valorización. Para ello, hemos definido y estamos desplegando nuestra VISION 2028, en la que uno de los pilares es lógicamente la internacionalización”, apunta José Luis Yusá. AIMPLAS llega a distintos acuerdos y alianzas con la National Graphene Association (Estados Unidos), con la Society for the Advancement of Material and Process Engineering SAMPE Europe (Países Bajos) y con World Alliance for Efficient Solutions and Solar Impulse Fundation WA (Suiza). Y se adhiere a la iniciativa Circular Plastics Alliance, una declaración enmarcada en la Estrategia Europea de Plásticos que promueve acciones voluntarias para impulsar el reciclado de los plásticos en la Unión Europea.

AIDIMME será la encargada de presentar en Indianápolis (EEUU) el Observatorio de Mercado de la Asociación Española de Fabricantes de Puertas Automáticas y coordina actividades entre laboratorios de Túnez y Marruecos. Tras la firma en Perú del acuerdo de colaboración tecnológico mencionado en el capítulo anterior, que supuso un hito histórico para la red, finaliza un proyecto de fortalecimiento de servicios institucionales y certificación de calidad en Citemadera. Su presencia en Latinoamérica se va consolidando y, junto a REDIT y la Fundación de la Universidad Católica del Norte en Antofagasta (Chile), participa en un proyecto financiado por la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) de ese país con el objetivo de ofrecer soluciones tecnológicas a una misión de empresarias chilenas.

Jorge Saludes explica que se incorporó a AINIA “a raíz de una consultoría en Colombia en 2000. Los primeros proyectos en Latinoamérica y Norte de África permitieron consolidar la actividad internacional, adquiriendo habilidades que posteriormente fueron aplicadas en Asia hasta alcanzar una cobertura global”, que incluye proyectos bilaterales con empresas de países como Japón, India o Noruega. AINIA, que realiza cada año unas 70 acciones internacionales, se consolida como miembro del Bio-based Industries Consortium, la European Sensory Network, la International Ozone Association, la Plataforma Tecnológica Europea Photonics21 y SECpho, Light Technologies Cluster.

El ITC, por su parte, colabora con la Red Europea de Materiales Multicomponentes, la Plataforma Europea de Materiales, la Plataforma de investigación en el H2020, la Plataforma europea dedicada al estudio de materias primas críticas, la Red europea para la mitigación de los efectos adversos del cambio climático y la Red europea de investigación en nanotecnología, entre otras. “La internacionalización es intrínseca al sector cerámico. La baldosa siempre ha pensado en la exportación y las empresas de fritas, esmaltes y colores cerámicos crecieron en laboratorios y ahora son multinacionales”, dice Gustavo Mallol, director de ITC-AICE.

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La actividad internacional de REDIT y de los institutos tecnológicos es cada vez más potente. En la página siguiente sede de AINIA.

Toda esta actividad es la constatación de que la Red de Institutos Tecnológicos radicada en la Comunitat Valenciana siempre ha desarrollado una estrategia global, con el objetivo de generar valor añadido en los territorios, explica el director de REDIT, Gonzalo Belenguer.

Por su parte, al concluir la década, IBV participa en plataformas internacionales como el European Road Transport Research Advisory Council, la European Factories of the Future Research Association, la Big Data Value Association, la MyData Global Network y la Knowledge and Innovation Community on Healthy Living and Active Ageing. Además, se ha incorporado a la European Transport Network Alliance, a la Association for Computing Machinery y a la European Association of Research & Technology Organisations, esta última a través de REDIT.

INESCOP coopera activamente con países como Egipto (Centro Tecnológico del Cuero Egipcio, LTTC, con Túnez (Centro Nacional del Cuero y Calzado), Colombia (Universidad Jorge Tadeo Lozano y ACICAM), Chile, Perú (Instituto Tecnológico de la Producción, Citeccal Trujillo, Citeccal Lima y Citeccal Arequipa), México (Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey) y Mongolia.

ITENE es miembro de la European Packaging Institutes Consortium, de la European Association of Research and Technology Organisations (EARTO) y de la asociación europea SPIRE, Sustainable Process Industry Through Resource and Energy Efficiency. Además, a nivel internacional, el instituto forma parte de la International Association of Packaging Research Institutes. IAPRI (International Association of Packaging Research Institutes), ISTA (International Safe Transit Association), EPIC (European Packaging Institutes Consortium), ETP-ALICE (Alliance for Logistics Innovation through Collaboration in Europe), SPIRE (Sustainable Process Industry Through Resource and Energy Efficiency), HISPACK (International Packaging Exhibition Barcelona) y GALIA (French Automotive Industry Cluster). Además, ITENE forma parte de varios comités técnicos de normalización dentro de su área y participa o ha participado en la creación y revisión de normas que generan regulaciones obligatorias en los diversos campos de la industria, tanto a escala internacional (CEN e ISO) como nacional (UNE-Asociación Española de Normalización).

ITI participa como fundador de la asociación europea Big Data Value Association, donde pasa a liderar el grupo de iSpaces. Se sitúa asimismo al frente del proyecto DataPorts-A Data Platform for the Cognitive Ports of the Future, que incorpora a entidades españolas como Fundación Valenciaport, Prodevelop, Everis o la Universidad Politécnica de Valencia y tiene como objetivo convertir los puertos actuales en puertos inteligentes y cognitivos, gracias a la creación de una Plataforma Industrial de Datos. ITI es también el único centro tecnológico español en el board of directors de NESSI, plataforma tecnológica que asesora a la Comisión Europea sobre las áreas prioritarias a fomentar por los programas de financiación europea.

Por último, el ITE inicia su participación en las plataformas “S3P Energy. Smart Grids” y “S3P Industrial Modernisation. Advanced Materials for Batteries”. Lo hace en representación de la Generalitat Valenciana, ya que recibe una designación suya para hacerlo. Además, forma parte del grupo de trabajo de la EERA dedicado al establecimiento de la estrategia y que ha dado como resultado grandes logros como la implantación de la gigafactoria de Volkswagen en Sagunto o la apuesta de Ford para fabricar en Almussafes sus nuevos modelos eléctricos. Toda esta actividad es la constatación de que la Red de Institutos Tecnológicos radicada en la Comunitat Valenciana siempre ha desarrollado una estrategia global, con el objetivo de generar valor añadido en los territorios, explica el director de REDIT, Gonzalo Belenguer.

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5. Construir un ‘think tank’ e influencia social y pública

REDIT articula y sistematiza la tarea de construir un argumentario sólido, basado en datos, y lo dota de visión claramente estratégica a partir de la crisis presupuestaria del periodo 20102014. Inicialmente, ese trabajo va a actuar como instrumento de autolegitimación, frente a las dudas que se suscitan especialmente desde la Generalitat, y también en otras instancias de la sociedad civil. Pero pronto las publicaciones de REDIT van adoptando la forma de aportación a un proyecto común, el de convertir a la Comunitat Valenciana en un territorio fértil para la innovación. Se convierten así en una base para la reflexión y la propuesta abierta al resto de actores, en un modelo de think tank.

En 2012, la red publica el informe “La I+D+i como motor de transformación y crecimiento económico y social de la Comunitat Valenciana”, que marca la senda que seguirá como productor de conocimiento. Una parte sustancial de ese trabajo se dedica a recordar el impacto de los institutos, según los datos de la Federación Española de Centros Tecnológicos (Fedit) mencionados en el capítulo anterior, en contraste con el de otras instancias de transferencia tecnológica como las universidades. Pese a ello, el gasto en I+D de España es del 1,38% en 2009, lejos de la media de la UE-27, que es del 1,92%, lo que sitúa a nuestro país en un discreto puesto 17.

La respuesta del informe, y aquí aparece ya con claridad la actitud propositiva, es seguir reivindicando, como en la década anterior, el modelo valenciano de instituto tecnológico, como una de las bases del Sistema Regional de Ciencia-Tecnología Empresa (SRCTE), y pedir un desarrollo normativo similar al que ya han recibido universidades y OPIs (organismos públicos de investigación). Sin embargo, la propia dinámica de los acontecimientos, gracias al compromiso del Consell, provoca que la propuesta de una ley específica para los institutos tecnológicos -con un plan de financiación estable y plurianual - acabe pasando a un segundo plano y finalmente desaparezca del debate. Las reivindicaciones de los centros de investigación en materia de patrimonio o gestión del suelo irán recogiéndose de forma dispersa en otras normas autonómicas y eso es, en sí mismo, un logro que compensa sobradamente el esfuerzo. REDIT acierta al actuar con pragmatismo y buscar los puntos de confluencia en su diálogo con el poder político.

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Otro de los planteamientos de ese informe, que se publica en un momento tan trascendental de sus relaciones con la Generalitat, es reclamar “la elaboración y posterior desarrollo de un plan estratégico que fije el marco de actuación de la política industrial y de I+D+i, para disponer de una previsión de futuro”. Lo llama Pacto Regional por la Innovación y su principal referencia a considerar en materia de I+D+i es “la Estrategia Europa 2020, que tiene como objetivo convertir a la UE en una economía inteligente, sostenible e integradora que disfrute de altos niveles de empleo, de productividad y de cohesión social”. Europa 2020 propone “el crecimiento inteligente entendido como desarrollo de una economía basada en el conocimiento y la innovación, donde las regiones están llamadas a una especialización inteligente, a través de las Estrategias Regionales de Investigación e Innovación para la especialización inteligente (RIS3 en sus siglas en inglés) o agendas integradas de transformación económica territorial, fortalecimiento de la I+D+i y mejora del acceso a las TICS”. Un plan estratégico con estos mimbres, elaborado y puesto en marcha con visión de futuro en 2012, habría dejado a la Comunitat Valenciana en una posición magnífica para afrontar los desafíos de la década de 2020.

Unos años después, en 2017, REDIT actualiza este informe de la mano de la Universidad Complutense de Madrid y añade nuevos datos. Las empresas que colaboran con los Institutos tecnológicos de REDIT tienen una productividad del trabajo, entendida como la cifra de negocios por empleado, un 7% superior. El valor de sus exportaciones a países de fuera de la UE es un 25% superior y, en el ámbito de la UE, su probabilidad de exportar es mayor en 7,7 puntos porcentuales. Asimismo, su capacidad para introducir innovaciones de producto y para hacer innovación interna está 12 y 20 puntos porcentuales por encima del resto. Todo eso se traduce en la captación de ayudas: las empresas que colaboran con institutos tecnológicos tienen una probabilidad de conseguirlas 30 puntos porcentuales superior.

La Red también prepara, con datos del Panel de Innovación Tecnológica (PITEC), elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el informe “Barreras que dificultan la innovación en la Comunitat Valenciana” donde pone el foco en el momento de la toma de decisión dentro de las propias empresas. El porcentaje de las que otorgan máxima importancia a las barreras de conocimiento (2,8%) y de mercado (11,4%) se sitúa significativamente por encima de la media española, mientras que las barreras de coste preocupan menos (12,5% frente al 13,8% de España). Los problemas en materia de conocimiento se refieren fundamentalmente a la falta de personal cualificado (el 8,6% de empresas le otorgan elevada importancia), la falta de información sobre los mercados (10%), la falta de información sobre tecnología (7,4%) y la dificultad para encontrar socios para innovar y cooperar (11,4%). Todos esos porcentajes están por encima de la media estatal.

GASTO EN I+D

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El gasto en I+D de España es del 1,38% en 2009, lejos de la media de la UE-27, que es del 1,92%, lo que sitúa a nuestro país en un discreto puesto 17.

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El hecho de que se perciban con más preocupación los obstáculos de conocimiento entre las empresas que colaboran con institutos tecnológicos se explica, según los autores del estudio coordinado por la Universidad Politécnica de València, en que “iniciar procesos de colaboración permite a las empresas, en un primer momento, ser más conscientes de las dificultades asociadas con las actividades de innovación que desean llevar a cabo”. Junto a ello, los resultados muestran que “el establecimiento de acuerdos de colaboración con centros tecnológicos permite que las empresas tengan una mayor posibilidad de realizar actividades innovadoras, al tener una percepción más favorable del mercado, que aquellas empresas que no colaboran con ellos”.

REDIT continúa su trabajo de think tank con un informe sobre “El impacto de los Institutos tecnológicos de REDIT en el territorio”, elaborado junto a la UPV, en el que hábilmente introduce la comparativa de la Comunitat Valenciana con dos regiones paradigmáticas en el desarrollo de infraestructuras de I+D pegadas al tejido productivo, pero definitivamente distintas a la nuestra: País Vasco y Catalunya. Nuestra industria muestra características especiales, como la diversificación geográfica (el 49% de las empresas se reparten en cinco áreas industriales) y sectorial (los tres principales sectores concentran el 49,8% de la facturación industrial, por el 61% de País Vasco y Cataluña). Y se trata de compañías, por lo general, de menor tamaño.

Todas estas propiedades distintivas del tejido industrial justifican la existencia de un modelo valenciano de instituto tecnológico también diferenciado, con el nivel de descentralización, capilaridad y especialización sectorial necesaria para llegar a las pequeñas y medianas empresas. Un modelo que, por si fuera poco, extiende sus efectos sobre el conjunto de España, prestando sus servicios de transferencia tecnológica a empresas de todo el país.

En 2016, se ponen en marcha los Foros de Consejeros de REDIT, concebidos como un lugar de encuentro y debate para los miembros de los consejos rectores de los 11 institutos. Incluyen una conferencia-coloquio a cargo de un ponente de interés en el ámbito de la industria y la innovación y una visita al centro donde se celebra. Los promotores de esta iniciativa son la entonces directora de REDIT, Cristina del Campo, y el recién elegido presidente, Fernando Saludes, que pretenden “que los miembros de los consejos rectores de los centros tengan un lugar de encuentro periódico y conozcan asimismo el funcionamiento y las instalaciones del resto de institutos”. Significativamente, para el primero de esos encuentros, que tiene lugar en AIMPLAS, el invitado es el presidente de la CEV, Salvador Navarro.

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“Fue un hito muy importante para la Red haber podido superar ese primer bache inicial con el que llegaba el nuevo Consell cuando entré, fruto de la falta de conocimiento mutuo y de cierta desconfianza acerca de lo que se podían encontrar, por todo lo que vieron en otros ámbitos. Logramos, entre todos, crear un clima de cordialidad y entendimiento muy razonable y, hoy en día, tenemos una relación excelente con toda la Administración, a todos los niveles, y con los grupos políticos”, dice Fernando Saludes. “Practicamos la lealtad institucional, exponiendo y argumentando nuestros criterios y puntos de vista con claridad, rigor y ánimo constructivo. Trabajamos codo con codo con la Administración y mantenemos la cordialidad y el intercambio de impresiones con cualquier grupo y agente, porque estamos convencidos de que debemos trabajar en un plano de objetividad y pacto, e intentamos asegurarnos de que todos comprendan nuestro modelo, estén en el Gobierno o en la oposición. Abogamos por un pacto de Estado a largo plazo en materia de ciencia, innovación y tecnología”.

Siguiendo la estela comparativa con otros mercados de informes anteriores, en 2019 REDIT publica el trabajo “La Comunitat Valenciana en el Regional Innovation Scoreboard (RIS) de la UE”, elaborado también junto a la Universidad Politécnica de València, en el que se amplía el foco al contexto europeo. La nuestra es una de las regiones consideradas moderadas atendiendo al nivel de innovación y ocupa el puesto 157 de un total de 238, pese a haber mejorado su desempeño un 7,3% desde 2011. Los datos de la realidad de nuestro ecosistema son preocupantes y los institutos tecnológicos se presentan como parte de la solución.

Ese mismo año aparece también una ambiciosa encuesta a ciudadanos y empresas bajo el título “Percepción social de la innovación en la Comunitat Valenciana”, en el que el 63,9% de las empresas reconoce no realizar ningún tipo de innovación, y el 78,5% de las restantes declara reconocer a los institutos tecnológicos. Se incorpora una nueva visión sobre los obstáculos a la innovación: las empresas identifican la falta de ayudas (52%), el elevado coste (51,4%) y la excesiva burocracia vinculada a las ayudas públicas (45,1%), como los principales frenos.

REDIT ha elaborado varios estudios en los que se analiza el impacto que tienen los centros tecnológicos. Algunos de estos informes se han realizado en colaboración con un equipo multidisciplinar dirigido por el profesor Francisco Mas, catedrático de Economía Aplicada de UPV y experto en economía y política de innovación.

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REDIT midió el impacto que tienen los centros tecnológicos en las empresas y en la economía regional. Este informe se realizó en colaboración con la doctora Aurelia Modrego, de la Universidad Complutense de Madrid.

Estos estudios confirman la importancia de apostar por posicionar a la Red como un gestor de conocimiento en el ecosistema. En este trabajo, REDIT avanza en su papel de think tank que proporciona datos para la reflexión, pero también propuestas de mejora. Pide un pacto de gobierno “que garantice la continuidad del apoyo a la I+D+i de forma decidida y duradera en el tiempo, con independencia de los cambios que se produzcan a nivel político, tal y como ocurre en otras regiones y países europeos”. Apoya, asimismo, las iniciativas que fomenten la cooperación entre los agentes del Sistema Valenciano de Innovación y reclama una resolución más ágil de las convocatorias públicas de ayuda. Insta a fortalecer el modelo valenciano de instituto tecnológico y a impulsar “una política de formación que garantice la adecuación del talento a las nuevas tecnologías y la recapacitación de los trabajadores para su adaptación a los nuevos puestos de trabajo, algunos de los cuales se encuentran todavía sin desarrollar”. En última instancia, incorpora una sugerencia que no suele aparecer en los informes sobre I+D, pero que en algunos aspectos puede resultar clave para conseguir la transformación de un modelo productivo: “Comunicar más y mejor a la sociedad para que se entienda la importancia estratégica que tienen los procesos de innovación. Introducir la innovación y a los agentes del sistema en los debates económicos y en los medios de comunicación”.

En su papel de prescriptor en materia de I+D en la Comunitat Valenciana, REDIT refuerza su diálogo con las universidades y construye con ellas una obra de referencia: “Economía del conocimiento, innovación y competitividad”, coordinada por el catedrático de Economía Aplicada de la Universitat Politécnica de València Francisco Mas Verdú. En el trabajo se puede leer un compendio de ideas que actualizan el modelo de transferencia de tecnología, a modo de aggiornamento

No busca contemporizar: con la firma del catedrático José María García Álvarez-Coque, de la UPV, se indica que “bastaría con tener una universidad algo mejor que la actual, es decir, entre las 300 mejores del mundo (objetivo más que alcanzable en el caso valenciano) y conseguir una colaboración entre empresas superior a la media europea (lo que no logramos por el momento) para poder situar a la Comunitat Valenciana en una posición superior a la media de las regiones europeas en términos de competitividad”. Y concluye: “Iniciativas como las plataformas tecnológicas, los clústeres del conocimiento o la facilitación de las funciones de los intermediarios de innovación permitirán conseguir que lo que es excelente a nivel académico se refleje en una mayor productividad y valor añadido para nuestras empresas. Hay trabajo para el futuro, ¿no es así?”

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José Antonio Belso, profesor de la Universidad Miguel Hernández, sugiere que la actividad de universidades, institutos tecnológicos o asociaciones empresariales “en materia de I+D y las experiencias acumuladas por su interacción con el tejido productivo, las convierte en repositorios de un conocimiento que se enriquece sistemáticamente”. El investigador se apoya en estudios sobre el papel de los institutos de la Cerámica y el Juguete en sus respectivos distritos, así como de INESCOP en la puesta a disposición del calzado de sus “vinculaciones con diversas redes y comunidades de conocimiento externas”, actuando así como “generador de oportunidades y motor de resiliencia”.

En opinión de Belso, el “rejuvenecimiento” de los clústeres tradicionales de la Comunitat Valenciana “pasa por enfatizar actividades de valor añadido asentadas y diversificar hacia ámbitos más dinámicos gracias al aprovechamiento de modelos de innovación abierta, donde el acceso a nuevos conocimientos propios de la digitalización y al industria 4.0 resulta crucial”. De hecho, el catedrático de la Universitat Jaume I de Castelló, Xavier Molina Morales, pone como ejemplo en el mismo trabajo la introducción de la tecnología de impresión digital (inkjet) en la cerámica, que “respecto al clúster en su conjunto ha permitido su reestructuración”.

La obra aborda el impulso del sistema de innovación con visión panorámica y analiza también la política territorial de las distintas Administraciones. Los investigadores de Ingenio CSIC-UPV, Pedro Marqués y David Barberá, señalan que la UE reconoce “en sus evaluaciones intermedias” que la implementación de la estrategia de especialización inteligente S3 “no ha cumplido todos sus objetivos, particularmente en las regiones menos desarrolladas”, que son “las más condicionadas por la rigidez en la utilización” de los instrumentos de políticas públicas, ya que Europa financia casi el 80% de las actuaciones. Por eso, indican que “la mejora de la gobernanza es un instrumento fundamental para garantizar, no sólo que la selección de inversiones en I+D corresponda a criterios transparentes y basados en la evidencia, sino también que la implementación se realice con rigor. Esto no significa invertir más, pero sí invertir mejor”.

“Tras unos años de obligado ajuste y adaptación a un contexto globalizado, el nuevo modelo de la pyme en sectores tradicionales no puede asentarse en la exportación y la inversión en tecnología”, escribe también José Pla Barber, catedrático de la Universitat de València. “Es necesario plantear el debate de cómo mejorar su posicionamiento global en el largo plazo. Esto supone invertir no sólo en producto, sino también en innovaciones de su modelo de negocio para ganar flexibilidad y apostar por un mayor compromiso en los países de destino desde un enfoque socialmente responsable”.

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PRESENTE EN FOROS

Son todos ellos ejemplos, en definitiva, del esfuerzo de REDIT por disponer de un arsenal intelectual y de datos con el que argumentar en los foros civiles e institucionales a los que se va incorporando. “El legado de mi etapa sería, quizás, el haber redefinido los pilares de actuación de REDIT sobre una base de independencia y neutralidad política. Una es la parte de think tank, donde hemos generado argumentos para la defensa del modelo valenciano de instituto tecnológico como un modelo de organización eficaz en el apoyo a la innovación empresarial.

Otra parte es el fomento de la colaboración entre los centros, para optimizar el uso de los recursos disponibles. Y, la tercera y más importante, es la actuación conjunta de los centros ante lo público y lo privado, conseguir una representatividad que no estuviera centrada en una persona, sino que REDIT por derecho propio estuviera presente en todas las entidades públicas o privadas relacionadas con la innovación. Pero era fundamental que lo hiciera por mandato de los socios, que se dotara de toda la legitimidad para hablar en su nombre en determinadas instancias públicas y privadas, desde luego en todo lo que tiene que ver con la Generalitat y la negociación de presupuestos, pero también mucho más allá”, afirma Cristina Del Campo.

Al terminar su segunda década de existencia, REDIT es un interlocutor de referencia de la Generalitat en el fomento de actuaciones y proyectos de I+D+i a través de la Conselleria de Economía Sostenible, Sectores Productivos, Comercio y Trabajo y el IVACE. También trabaja en proyectos con la Conselleria de Hacienda y Administración Pública y la Conselleria de Presidencia, y colabora con el Ayuntamiento de Valencia a través de la Fundación Inndea, cuyo objetivo es contribuir al desarrollo de la estrategia de la ciudad de Valencia como ciudad innovadora, un acuerdo en el que ha tomado el relevo Las Naves.

REDIT también coordinará la Oficina de Proyectos Empresariales de I+D+i de la Comunitat Valenciana (OPIDI-CV), una iniciativa de la Conselleria de Economía, Industria y Comercio; se adhiere al Banco de Patentes de la Comunitat Valenciana, que nace de la Generalitat para facilitar la transferencia de los resultados tecnológicos generados en diversos ámbitos de conocimiento a los sectores productivos; colabora con el Consejo Valenciano de la Innovación en la elaboración del diagnóstico del Sistema Valenciano de Innovación; y participa en la Comisión Operativa de H2020 y en el Comité de Dirección de la Estrategia Regional de Especialización Inteligente en Investigación e Innovación, RIS 3 Comunitat Valenciana, donde ocupa la secretaría técnica, en representación de los centros.

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Uno de los primeros foros de consejeros celebrados por REDIT.

Desde la constitución de la Agencia Valenciana de la Innovación (AVI) en 2017, REDIT ha colaborado “activamente” en la puesta en marcha de las diferentes actividades desarrolladas por la entidad y participado en las reuniones del Consejo Valenciano de la Innovación (CVI). Además, el presidente de REDIT forma parte de su Comité de Dirección.

Ha conseguido hacerse, asimismo, un hueco en el Ministerio de Economía y Competitividad y participa, en el marco del convenio de colaboración con el Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), en la organización de jornadas y talleres en diversas temáticas para informar sobre las convocatorias de ayudas nacionales y europeas para la I+D+i. Además, coordina la organización de Foros Estratégicos regionales sobre las principales temáticas de H2020 en los que han participado los agentes más representativos del Sistema Valenciano de Innovación, y cuyo objetivo es influir en los programas de trabajo del programa marco europeo de I+D+i de los próximos años, proponiendo y debatiendo sobre la incorporación de nuevas líneas de investigación.

Además de su integración y diálogo permanente con las Administraciones y los diferentes entes del sector público, REDIT mantiene, como en la década anterior, una interlocución constante con las principales organizaciones empresariales como la CEV, las Cámaras de Comercio y AVE en la Comunitat Valenciana. A nivel nacional, colabora con la Federación de Centros Tecnológicos de España (FEDIT), como principal valedor ante los diferentes Ministerios e instancias de la Administración General del Estado del papel de los centros tecnológicos en España. Las dos entidades trabajan en la difusión conjunta de sus actividades a través de diferentes canales. Asimismo, la Red mantiene una relación permanente con todas las universidades públicas y con el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Los foros de consejeros han servido para estrechar los lazos entre los empresarios integrantes en los consejos rectores de los Institutos Tecnológicos.

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Una mirada hacia el futuro

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Una mirada hacia el futuro

1. La economía del futuro

20 años son suficientes para cambiar las reglas del juego. Las tecnologías sobre las que se asienta la investigación aplicada, las relaciones entre los agentes del ecosistema, las necesidades de las empresas y los consumidores… todo evoluciona. Durante estas dos últimas décadas, uno de los grandes desafíos de REDIT y los institutos que conforman su red ha sido adaptarse a estas transformaciones, incluso anticipándolas, para mantener su posición como referentes en la Comunitat Valenciana y fuera de sus fronteras. La pandemia del Covid-19 nos ha mostrado además que, en una era en la que confluyen con toda su fuerza la revolución digital y el aterrizaje sin precedentes en el mercado de avances científicos de vanguardia, los cambios pueden desencadenarse de forma repentina. Y lo hacen con profundos efectos disruptivos, forzando al ecosistema a proporcionar respuestas a la sociedad a un ritmo desconocido, con flujos de demanda variables y por diferentes canales. Nos situamos en una fase de transición hacia una nueva normalidad que no va a ser necesariamente idéntica a la situación previa a la irrupción del coronavirus y de la capacidad de los sectores productivos de innovar de forma colaborativa dependerá su competitividad en el futuro y, por extensión, el bienestar de los ciudadanos.

La velocidad con la que avanza hoy la innovación es, en efecto, incomparable a la de épocas anteriores. El tiempo se convierte en un acicate para los actores del sistema innovador. No adelantarse al cambio es quedarse atrás. Avances que antes requerían décadas para llegar al consumidor, ahora lo consiguen en años, incluso meses. Un ejemplo evidente, aunque extremo, es la vacuna contra la Covid. Sin las redes científicas globales, la hiperconectividad o la logística inteligente hubiera sido imposible crear y distribuir tratamientos eficientes por todo el globo a contrarreloj.

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Echando la vista atrás, los cambios producidos en estos 20 años pueden parecer vertiginosos, aunque esta celeridad de la innovación hace que el futuro sea más incierto que nunca. Lo que hoy parece seguro, mañana puede ser sustituido por algo mejor, distinto, inimaginable. La rueda sigue girando y es asignatura obligatoria para todos los implicados mantener el ritmo de su movimiento para no quedarse obsoletos.

Muchas de las lecciones que ha traído la pandemia de la Covid-19 relacionadas con la innovación no son nuevas, sino que han venido a demostrar anuncios que ya se habían planteado en el pasado. ¿Eran acaso el teletrabajo o la educación online cuestiones novedosas? No, pero, ni empresas ni centros educativos estuvieron preparados para asumirlos de la noche a la mañana. El mundo hiperconectado ya era una realidad. Nació con internet, se extendió con los teléfonos inteligentes y se convirtió en omnipotente con las nuevas generaciones de redes móviles, el internet de las cosas y los incipientes casos de uso del 5G, ¿por qué los agentes económicos y sociales no fueron capaces de prepararse para responder a sus efectos? ¿Está la Comunitat Valenciana lista para dar respuesta a futuros cambios más o menos repentinos? Precisamente ese es el objetivo de este capítulo: dibujar el marco de actuación en el que se moverá la Comunitat autónoma durante los próximos años y establecer, a través de la opinión de expertos locales y nacionales, si las redes de innovación regionales (entre las que se encuentra REDIT) pueden no sólo sobrevivir a este tsunami, sino beneficiarse de él y salir reforzados a su paso. Del diálogo con las principales voces del ecosistema en general, y de los institutos tecnológicos en particular, surgirá una propuesta de evolución del modelo que se aglutina en torno a REDIT.

Lo que hoy parece seguro, mañana puede ser sustituido por algo mejor, distinto, inimaginable. En la imagen, órganos humanos impresos en 3D con precisión ultra realista con un sistema pionero en Europa desarrollado por AIJU.

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Las nuevas tecnologías se ponen del lado de quien quiere apostar por la manufactura. Por primera vez en la historia, la maquinaria necesaria para una planta se democratiza.

Las tecnologías exponenciales y digitales ofrecen fórmulas que se adaptan a las necesidades de las personas.

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PROXIMIDAD O GLOBALIZACIÓN

Como se ha constatado en los capítulos previos, los distritos de innovación de la Comunitat, basados en la proximidad geográfica y la especialización sectorial, han definido su pasado. ¿También marcarán su futuro? Aunque se avanza hacia un modelo más transversal y sin barreras territoriales, lo cierto es que la cercanía vuelve a ser relevante.

Con el inicio de la globalización, el mercado se abrió al mundo y se rompieron las fronteras. Motivado por una reducción de costes sin igual, Occidente externalizó sus fábricas a Oriente, perdiendo así buena parte de su ‘know how’ en manufactura. Hoy, sin embargo, estar cerca del consumidor es más importante que nunca y esa deslocalización productiva no siempre demuestra ser la forma más eficiente para responder a las necesidades del mercado. Volvamos al ejemplo de la pandemia. La demanda abrupta de mascarillas, geles hidroalcohólicos o respiradores automáticos hizo que todas las sociedades modernas se replanteasen las bases de sus estructuras de fabricación y sus cadenas de suministro. De nuevo, no era el primer aviso que recibían.

Ya en marzo de 2010, la Comisión Europea sustituye la ‘Estrategia de Lisboa’ por la ‘Estrategia Europa 2020’. Entre sus objetivos, promover la competitividad industrial de la Unión, haciendo mayor hincapié en aspectos como el crecimiento de las pymes y el suministro y la gestión de las materias primas. En 2014, el valor añadido del sector manufacturero en la economía comunitaria es del 15,3% del total, un 1,2% menos que lo que representaba en 2008. En enero de ese año, la Comisión presenta la Comunicación titulada Por un renacimiento industrial europeo, centrada en invertir la tendencia del declive industrial y alcanzar el objetivo del 20% del PIB para las actividades manufactureras en 2020. Además de unas políticas “más coherentes” en el ámbito del mercado interior -como en todo lo que se refiere a infraestructuras como las redes de energía, transporte e información-, se necesitan otras herramientas para conseguir esta ambiciosa meta.

Las nuevas tecnologías se ponen del lado de quien quiere apostar por la manufactura. Por primera vez en la historia, la maquinaria necesaria para una planta se democratiza. Hasta ahora, arrancar una línea de fabricación requería de una inversión desorbitada, que muy pocos se podían permitir. Sin embargo, las tecnologías exponenciales y digitales ofrecen fórmulas que se adaptan a las necesidades de cada uno. El pago por uso, la servitización de las máquinas, la flexibilidad de los sistemas… abren nuevas oportunidades a la manufactura. Uno de los factores que facilita este fenómeno es la robótica. La automatización permite que los costes laborales no sean un factor determinante a la hora de elegir la localización de una fábrica. Los robots ya están sustituyendo y abaratando muchas tareas que ahora realizan humanos dentro de las fábricas, reduciendo las diferencias entre países desarrollados y en desarrollo.

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La impresión 3D también contribuye a esta deslocalización y al propio sistema logístico. El cambio de paradigma es total. La fabricación aditiva permite que el diseño de los productos se produzca en cualquier parte del mundo. No será necesario mover el paquete de un punto a otro del planeta, simplemente se enviará un archivo y bastará con imprimirlo cerca del cliente, que solo tendrá que pagar el precio del uso de la propia impresora y la materia prima necesaria para su pedido, mientras que el coste de la mano de obra ya no será determinante. Esta transformación afectará incluso al sistema de aranceles a la importación y exportación. Ya no se enviarán productos, sino archivos, obligando a buscar nuevas vías para fijar impuestos y garantizar la originalidad de las compras.

En el caso del coronavirus, estas herramientas avanzadas permitieron a sus dueños reconvertirse desde el primer día y adaptar su estructura para comenzar a producir bienes que hasta ese momento nunca habían servido. Piense en el poder de una impresora 3D, capaz de crear en cuestión de horas ventiladores que estaban agotados en el mercado. O en esos gemelos digitales que hicieron de las líneas de fabricación flexibles una realidad y, de la noche a la mañana, pudieron adecuarse a las nuevas demandas. O en las nuevas soluciones de gestión que lograron garantizar la trazabilidad de los productos cuando más se necesitaba. La crisis sanitaria hizo patente la urgencia de contar con una manufactura más próxima al consumidor, capaz de reaccionar a tiempo a sus demandas sin depender de terceros.

La tendencia no se queda en eso, va más allá. La pandemia puso de manifiesto la conveniencia de contar con tecnologías adaptativas que diesen paso a cierta ‘relocalización’ de la industria. No todos los bienes son susceptibles de este salto, pero sí es vital recuperar ese ‘know how’ perdido y actualizarlo con las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para generar riqueza y prepararse para futuros contratiempos. Se trata de aprovechar la cercanía con el cliente para ofrecerle lo que realmente pide. Una de las ventajas de esa dinámica recuperada es que ayuda a identificar mejor las necesidades de los consumidores, de la misma forma que permite reaccionar a tiempo ante los cambios de la demanda. De hecho, cada vez más, la innovación global se está dirigiendo hacia los mercados locales.

Esta transformación no afecta únicamente al proceso de fabricación en sí, también al propio modelo de operaciones, ya que permite acceder y servir los negocios desde cualquier lugar. El concepto ‘en remoto’ se perfila como una exigencia. Trabajar en remoto, distribuir en remoto, operar la fábrica en remoto o comprar en remoto… Una ‘futura normalidad’ imposible de conseguir sin un proceso de digitalización previo. En el caso de la Comunitat Valenciana, en la que predominan las pymes de sectores industriales tradicionales, es “imperativo y de máxima urgencia” liderar el proceso de transformación digital del tejido industrial. “En caso contrario, nuestras empresas dejarán de ser competitivas, no podrán hacer frente a los retos emergentes, y su supervivencia en un mundo cada vez más global se verá gravemente amenazada”, concluye el informe Agenda Industria 4.0 de la Comunitat Valenciana elaborado por ITI para el IVACE.

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La fabricación aditiva permite que el diseño de los productos se produzca en cualquier parte del mundo. Estructuras de grafeno desarrolladas por AIMPLAS.

La colaboración es una de las premisas básicas para el éxito de cualquier proyecto de I+D+i. Comienza entre los técnicos de los propios centros y continúa con las empresas que solicitan sus sevicios y con las administraciones que promueven e incentivan la innovación.

LAS REDES DE COLABORACIÓN

Cualquier actor de un ecosistema de innovación no sería nada sin el resto de los agentes que conforman esa matriz. El poder de la colaboración no tiene parangón. Difícilmente existirían los centros tecnológicos sin empresas que solicitasen sus servicios, sin administraciones que promoviesen e incentivasen la innovación y sin ese diálogo con la ciencia básica de las universidades que está en los inicios del modelo. Ni viceversa. Las redes son cada vez más complejas, con nuevos actores que no pueden pasar desapercibidos y susceptibles al cambio más nimio. Al mismo tiempo, son más potentes que nunca, capaces de llegar más lejos que nadie y con un poder que aún no se ha mostrado como es.

Un pequeño atisbo de esta capacidad también quedó patente durante los primeros meses del confinamiento en España. Faltaba material médico, como mascarillas, respiradores automáticos.... Pero en este país nadie tenía por sí solo el conocimiento ni el material necesario para fabricarlos. ¿Por qué no unir a diferentes especialistas capaces de crear de cero un ventilador? Así sucedió, aunque no surgió como una iniciativa pública ni burocratizada, sino que nació de manera informal, abierta y solidaria. Varias fueron las propuestas de colaboración que se formaron espontáneamente, gracias al poder de las redes sociales, y que consiguieron dar respuesta a este enorme reto. Sin la cooperación de todas las personas, los centros de investigación y las empresas que participaron hubiera sido imposible lanzar al mercado en tiempo récord nuevos respiradores.

La pregunta es si este tipo de iniciativas quedará para el recuerdo o se afianzará en el futuro. La colaboración en red es una de las premisas básicas para el éxito de cualquier innovación. Quizás la urgencia del momento provocó que estas alianzas surgiesen de forma más notoria, pero la tendencia está clara: nadie tiene todo el ‘know how’ de nada, y menos aún en un momento en el que la velocidad del cambio es voraz. Por lo tanto, contar con redes de conocimiento robustas, heterogéneas y abiertas determinará la supervivencia de un distrito de innovación y de todos los actores que lo conforman.

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GENERAR EXPERIENCIAS

Otro de los desafíos de las redes de innovación pasa por comprender los propios cambios de la sociedad a la que sirven. Las características y prioridades de los consumidores evolucionan sin respiros, a veces con cierta incoherencia. Vivimos más años y al mismo tiempo tenemos mejor calidad de vida; queremos consumir, pero productos que respeten el planeta; nos gusta viajar, aunque de forma sostenible; estamos más conectados que nunca, sin embargo, exigimos que se respete nuestra privacidad… La innovación es la mejor herramienta para dar respuesta a las nuevas demandas individuales y sociales.

Hasta la misma forma de consumir se ha transformado. Ya no buscamos comprar, ahora pedimos vivir experiencias, dentro y fuera de la tienda. La idea tradicional de relacionarse con el cliente desde un único punto de interacción (ya sea una tienda, ya sea un ordenador) evoluciona para incluir múltiples interfaces de relación. En el futuro, según Gartner, esta tendencia se convertirá en lo que se conoce como experiencia ambiental, que obliga a combinar distintas soluciones como la realidad aumentada, la realidad virtual, los wearables o los sensores para ofrecer una auténtica vivencia inmersiva.

Pero la tecnología puede desempeñar la función inversa: en lugar de dar al usuario aquello que exige, puede influir en su propia actitud. Esta tendencia, conocida como el Internet del Comportamiento (IoB) por sus siglas en inglés, fue una de las claves de 2021 según la consultora Gartner. Por ejemplo, cuando muchos operarios volvieron a las fábricas después del confinamiento, se dieron cuenta de que los sensores o las etiquetas RFID se empezaban a utilizar para controlar si se lavaban las manos con regularidad. La visión artificial, por otro lado, además de detectar fallos en piezas, se utilizaba para determinar si los empleados usaban las mascarillas o cumplían con los protocolos de sanidad. Después, las empresas analizaban esta información para modificar en cierta forma los comportamientos de las personas.

Con un crecimiento de las tecnologías que son capaces de obtener datos del día a día de las personas, tanto del mundo físico como del digital, esa información puede utilizarse para influenciar cambios. En los vehículos, por ejemplo, se le puede mostrar al conductor cómo suele frenar de forma brusca o hacer giros agresivos para que este decida aportar mayor seguridad a su conducción. Por supuesto, esta tendencia guarda unas implicaciones éticas y sociales que obligan a estudiar sus consecuencias y establecer un marco de actuación consensuado.

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Las nuevas tecnologías permiten obtener datos que pueden utilizarse para influenciar cambios.

Los nuevos materiales pueden ser la llave para solucionar algunos de los desafíos a los que se enfrenta la sociedad actual, como por ejemplo, la sostenibilidad.

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4. Una mirada hacia

MEDIO AMBIENTE

Si hay algo que se pueda predecir con seguridad en los próximos 20 años, ese es el color de la innovación. Verde. No hay lugar para los avances que no respeten el medio ambiente y velen por la sostenibilidad. Así lo exigirán los consumidores y así deberán responder los agentes del ecosistema. Tampoco tienen opción. Naciones Unidas ha creado un marco para abordar este reto. De sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se desprende la necesidad de crear un planeta más saludable, más ecológico, más igualitario y más próspero hasta 2030. La Comisión Europea, por su parte, ha decidido intervenir directamente para garantizar esta premisa. Su Pacto Verde, que abanderó el inicio de la nueva legislatura de 2019 a 2024, es uno de sus planes más ambiciosos. Pero el objetivo de la presidenta, Ursula von der Leyen, no es sólo establecer medidas que obliguen a respetar nuestro entorno, sino que esta economía verde actúe como vía de crecimiento de las empresas. De hecho, el Foro Económico Mundial indica que las compañías que se centran en el desarrollo de iniciativas medioambientales crecen a un ritmo anual del 15%.

La apuesta por la sostenibilidad afecta a todos los sectores económicos y todas las áreas de actividad. La industria cuenta, por ejemplo, con herramientas como la economía circular. Se trata de eliminar residuos aprovechando con mayor eficiencia las materias primas y reutilizando los recursos al máximo. Una vez que termina su ciclo de vida, solo queda una opción, el reciclaje. Para garantizarlo, las empresas cuentan con el ecodiseño, que incluye aspectos ambientales desde la primera fase de diseño del producto, o con las biorrefinerías, que permiten obtener bioproductos químicos, biofertilizantes, ingredientes alimentarios, piensos, electricidad y calor renovable, biogás o biocombustibles a partir de los residuos generados en las plantas.

La propia energía también evoluciona. El objetivo no es únicamente generarla de forma limpia, sino lograr una independencia energética que permita a los territorios no estar supeditados a terceros. En este escenario entran en juego múltiples tecnologías que van desde las renovables más tradicionales hasta los nuevos combustibles como el hidrógeno verde, pasando por las smart grids o redes de distribución energética inteligentes.

En este mundo cambiante y cada vez más exigente es donde tienen que desempeñar su cometido las redes de innovación, en general, y los centros tecnológicos de REDIT, en particular. El desafío es tremendo, pero las posibilidades son esperanzadoras. La Comunitat tiene la oportunidad única de afianzar una economía sostenible y basada en el conocimiento.

La apuesta por la sostenibilidad afecta a todos los sectores económicos y a todas las áreas de actividad. Se trata de eliminar residuos aprovechando con mayor eficiencia las materias primas y reutilizando los recursos al máximo.

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El presidente de REDIT, Fernando Saludes, asegura que el sistema autonómico debe convertirse en un operador global de referencia en el ámbito de la ciencia, la tecnología y la innovación.

2. La visión de los presidentes de los institutos tecnológicos

Analizamos con destacados miembros de REDIT tres grandes cuestiones: cómo puede ayudar la I+D+i a las empresas en el nuevo ciclo tecnológico y económico que se abre ahora; cómo debe evolucionar, en consecuencia, la red de institutos de la Comunitat Valenciana y el modelo de relación entre ellos; y cuáles son las medidas necesarias desde la Administración para apoyar este proceso.

La visión del presidente de REDIT, Fernando Saludes, es que el sistema autonómico debe convertirse en un operador global de referencia en el ámbito de la ciencia, la tecnología y la innovación, “y tenemos todas las cartas para poder serlo”. Aboga también por ser “un punto de encuentro de todos los agentes empresariales y de innovación y tecnología. No le pongo coto; cuando hablas de innovación, hay tanto por hacer y son tantas las posibilidades que la competencia no está en el ámbito regional, si no en el mundo globalizado en donde vivimos, y todo lo que sea crear masa crítica tendrá un efecto aglutinador y lo potenciará todo. Esto es algo maravilloso. Estar en contacto con un ecosistema tan amplio como REDIT me ha cambiado la vida, me ha abierto la mente y ampliado mi perspectiva y visión”.

Desde el IBV, su vicepresidente, Pablo Bayo, responde a la cuestión sobre el papel futuro de la I+D+i afirmando que resultará clave para potenciar la agilidad, la calidad de los test de verificación y ampliar la red de clientes. En cuanto al modelo de red de institutos tecnológicos, apuesta por “ampliar fronteras, internacionalizarse al máximo”, así como “aumentar la capacidad de colaboración entre entidades a través de técnicas de gestión más abiertas y transversales”. A la Administración le pide que “apoye la I+D en las empresas y aumente el porcentaje del PIB invertido cada año, que incentive la formación en el área de innovación y que impulse la contratación de doctores y doctorandos en los proyectos colaborativos con las empresas”.

El presidente de AIMPLAS, José Luis Yusá, se pregunta “si alguien duda todavía de la importancia de la I+D+i para ayudar a las empresas no solo a prosperar, sino a subsistir”. Destaca la importancia de los institutos tecnológicos en aspectos que van “desde nuevas formas de gestión y sistemas de producción apoyados en la digitalización para orientarnos a la industria 4.0, hasta el desarrollo de nuevos productos innovadores y sostenibles que proporcionen elementos diferenciadores y permitan acceder a mercados internacionales”. Según su experiencia, “los empresarios encontramos muchos caminos que necesitamos transitar apoyándonos en personal especializado que, en el caso del sector del plástico, disponga de medios para dar el salto de planta piloto a la industria. La incorporación de nuevas funcionalidades a los materiales plásticos y a sus productos y adaptar los medios de producción para conseguirlo en un entorno industrial es un reto que compartimos con AIMPLAS”.

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The DataRoom by ITI, primer centro demostrador multisectorial especializado en el dato para la industria 4.0.

La red de institutos debe seguir potenciando, en opinión de Yusá, “nuestro papel en el ecosistema de la I+D+i como agente clave para conseguir que todo el conocimiento generado en nuestros institutos y en el resto de agentes del sistema (universidades, OPIs) se convierta en productos que contribuyan a la generación de riqueza, a la creación de empleo y a mejorar la calidad de vida de las personas”. Desde el sector público, cree que “en España es necesario un entorno de mayor inversión en I+D que anime a todos los agentes implicados, especialmente a las empresas. En lo que respecta al entorno de la Comunitat Valenciana, la estabilidad presupuestaria plurianual sería un instrumento que redundaría en la eficiencia de la gestión de los institutos y nos permitiría focalizarnos en nuestros objetivos como centro tecnológico a medio y largo plazo, y no tanto en la viabilidad económica a corto plazo”.

Manuel García-Portillo, presidente de AINIA, sostiene que “la mayoría de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad, conceptualizados en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, tienen su respuesta en la innovación y la tecnología puestas al servicio de un mundo mejor y una sociedad más justa para todos”. AINIA seguirá garantizando “el equilibrio entre los ingresos de origen público (regional, nacional y europeo), que nos permiten capitalizarnos en conocimiento de vanguardia para ir por delante de los problemas de las empresas, y los ingresos de origen privado, que nos acercan a las necesidades presentes de ellas”. Y, junto a esto, en el futuro “aspiramos a desempeñar un papel en el ecosistema de emprendimiento, de la mano de empresas de base tecnológica, tanto propias como independientes, que constituyen una nueva vía para transferir nuestro conocimiento al mercado”.

Los institutos tecnológicos deben mantener su misión original, pero también trabajar para ser “organizaciones líderes, no sólo en materia tecnológica, sino también a nivel medioambiental y social, por lo que su papel como agentes transformadores de la sociedad cobrará cada vez más relevancia y nuestros compromisos en esa línea seguirán evolucionando a más en el futuro”. A la Administración le sugiere “seguir trabajando en el fomento de normas, presupuestos y leyes que, desde la sencillez, la rapidez de implementación y la seguridad jurídica, favorezcan la economía del conocimiento”. Eso implica facilitar “que el conjunto de agentes generadores de conocimiento, tanto universidades, como organismos de investigación e institutos tecnológicos, puedan trabajar con estabilidad y visión estratégica de medio y largo plazo”, y por el lado de la demanda, que las Administraciones puedan apoyar a las empresas, con lo que ello supone de “compartir parte del riesgo inherente a cualquier proceso de I+D+i”.

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“Nuestro estado del bienestar depende de la fortaleza del tejido empresarial, y ésta viene condicionada por la productividad de las empresas, que depende en gran medida de su capacidad para ofrecer productos y servicios diferenciales, con valor añadido, innovadores”, añade García-Portillo. “En mi opinión, la inversión en I+D+i, tan inestable y escasa en nuestro país, es la mejor política social que puede hacerse. Debería ser una apuesta de futuro clara, fruto de un consenso unánime forjado en un pacto de estado que garantizará la inversión sostenida en el tiempo”.

A juicio de José Manuel Alcayna, vicepresidente de ITI, “se da por sentado que las compañías han invertido y puesto en marcha su software de gestión, sus ERPs, validado sus datos…, ahora son las tecnologías emergentes y su aplicación las que marcarán la diferencia. Figuras como la del CTO ganan importancia y se convertirán es esenciales, aunque los vayan cambiando de nombre”. Está convencido de que “nunca antes había percibido mejor sintonía en el entorno de la red de Institutos. Un referente que quieren replicar en otros países, muestra que es una buena idea y que se está gestionando bien”. En adelante apuesta por trabajar “en guiar, acompañar a las empresas para que no se queden rezagadas en el salto digital. Aumentar la capilaridad, especializarse, llegar a más empresas y hacer que las más pequeñas crezcan y puedan ganar tiempo para dedicarlo a estos menesteres”.

Alcayna cree que la Administración es sensible al momento y consciente de su papel de mediador y garante para que nadie quede fuera. Para llevarlo adelante ha de mantener un diálogo abierto, regular y selectivo. “Hay demasiados interlocutores y requieren un tiempo que no tenemos. Tenemos que aglutinar”. Considera “crítica para nuestro futuro la gestión de los Fondos Europeos. Es fundamental un liderazgo que no sólo sea capaz de conseguir un importe justo y suficiente, si no que además fomente, organice y apoye las capacidades de las empresas para saber cómo solicitarlos, obtenerlos y que garantice su capilaridad. Lo podemos considerar un momento histórico, no tanto por lo que nos aporte directamente sino por lo que debe proteger frente a la competencia global, que tras la actual recesión saldrá “a por todas”.

Los presidentes coinciden en que la mayoría de los grandes retos a los que se enfrenta la humanidad tienen su respuesta en la innovación y la tecnología puestas al servicio de un mundo mejor.

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Por último, el presidente de AIJU, Pablo Cañizares, recuerda que “la innovación no solo debe de afectar al producto sino a todos los sistemas de gestión de la empresa”. Afirma que “desde AIJU siempre se ha entendido que su valor estaba en la cercanía a las empresas y orientación al cliente”, y añade que “hoy la innovación está surgiendo en nuevas startups que aportan una novedad muy puntual que puede tener valor para un producto o empresa determinado. Es clave llegar de forma rápida a esa innovación y de forma colaborativa adaptarla a un producto o propuesta de valor añadido. Hay que hacer este escaneado de tecnologías disruptivas e imaginar cómo casarlas con los productos existentes de una forma viable”.

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Es fundamental incorporar a las empresas y al tejido productivo a esta nueva forma de innovar y de captación de talento.

Es precisamente por esa vía por donde ve la evolución del modelo de institutos tecnológicos. Cañizares considera “fundamental incorporar a las empresas y al tejido productivo a esta nueva forma de innovar y de captación de talento. Aquí el tamaño sí que importa y se exige la colaboración entre todos los institutos porque cada uno por sí solo es demasiado pequeño para abordar este reto”. En lo que se refiere a la Administración, dice que “debemos de aprender de los mejores países y de aquellos que más han progresado en su PIB y renta per cápita: solo los que han puesto el foco en la innovación y aportan al mundo productos y servicios de alto valor añadido son capaces de tener rentas altas”.

“La inversión en innovación debe ser realizada y dirigida desde la propia empresa y dejar de considerar un lujo ese tipo de inversión para considerarlo un elemento esencial para sobrevivir en el mercado y lograr una excelencia en el mercado donde se ubica la empresa”, añade el presidente de AIJU. “Es necesaria mayor inversión en I+D+i, tanto desde el ámbito privado como público, que implique y estimule a todos los agentes, especialmente a las empresas. Se requiere mayor planificación estratégica con planes a medio-largo plazo que superen los ciclos electorales con estabilidad presupuestaria y con mayor énfasis y dedicación en herramientas de evaluación de los resultados alcanzados”.

El presidente de ITENE, Pedro Ballester, señala que su instituto mantiene una estrecha relación “con todos los agentes de la cadena de valor del envase y embalaje, transporte y logística, con una visión holística y transversal. Estos sectores enfrentan un futuro desafiante y muy prometedor, por cuanto deberán culminar, con vistas a 2030, su adaptación a los requisitos fijados por la Unión Europea para establecer una economía circular en Europa”. Junto a ello, “en la década que ahora iniciamos el e-commerce seguirá en expansión, con las implicaciones que ello tiene para el packaging y la logística, y avanzaremos hacia un modelo de movilidad inteligente y sostenible adaptado a las nuevas necesidades sociales y medioambientales”.

Ante estos desafíos, hay que aprovechar las grandes ventajas de los institutos tecnológicos, que “permiten promover y retener el talento local, generar conocimiento propio e impulsar el crecimiento económico a nivel regional, todo ello con una proyección internacional, que se concreta en su participación activa en proyectos consorciados, asociaciones sectoriales, comités de normalización y ferias y congresos relevantes, donde colaboran y comparten conocimiento con otros centros, universidades y empresas”. A la Administración le pide “un compromiso permanente y un incremento de la financiación basal para apoyar de forma estable y transversal la actividad de los institutos tecnológicos, de manera que estos dispongan de una perspectiva clara a medio plazo que les permita acometer proyectos de mayor envergadura”.

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3. La transferencia tecnológica, clave para la competitividad

No existe un sistema de centros tecnológicos estándar. Cada región o país ha ido implantando estas figuras y desarrollándolas en función de sus propias necesidades. Así se observan diferentes modelos de institutos según el territorio, algunos más acertados que otros. El director general de la Fundación Cotec, Jorge Barrero, señala los casos del País Vasco y la Comunitat Valenciana como especialmente exitosos porque han sido capaces de “adaptarse a la realidad de sus respectivas economías”. Pero, con la revolución tecnológica actual, ¿tiene sentido mantener estas estructuras? ¿Son capaces de permanecer en la vanguardia del conocimiento, aunque este se encuentre en evolución continua? Expertos de diferentes ámbitos analizan el modelo de centros tecnológicos y concluyen: no solo tienen futuro, sino que son necesarios. Eso sí, deben seguir trabajando en distintos ámbitos estratégicos. “La fortaleza original de los centros era servir como verdadera cooperativa de I+D en sectores donde las empresas no tenían tamaño suficiente o la masa crítica para llevar a cabo actividades internas de I+D”, explica Barrero. Pero, con la proliferación de los sistemas de innovación abierta, donde ninguna empresa es lo suficientemente grande como para tener internalizada toda su investigación, los centros “son perfectos también como partners para el desarrollo tecnológico de la gran industria”.

“En un sistema productivo como el español, en el que la industria local es líder nacional e internacional en un sector, tener un centro tecnológico ahí es una fortaleza enorme”, asegura el catedrático de la Universidad de Alicante Javier García. De esta forma, cada municipio o región se ve reforzada por el conocimiento estratégico generado en los institutos. “Es un sistema con muchos años, los centros están muy imbricados en el sistema de I+D de España y cumplen una misión muy importante”.

El vicepresidente de ITI y presidente del Grupo Alfatec, José Manuel Alcayna, destaca la capacidad de “tener un referente capaz de aglutinar empresas valencianas ligadas a la informática y a la tecnología, casi como único enclave de continuidad, foro de debate e interacción con la universidad”. “Ha sido germen de iniciativas sectoriales y nos ha facilitado una visión realista y perimetral del entorno social donde nos movemos, incluida la Administración”, agrega.

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“El modelo ha servido a su propósito”, explica Bruno Broseta. “Si nos imagináramos los últimos 30 años sin nuestros institutos tecnológicos, seguro que nuestro tejido industrial sería diferente y no sería mejor”. Ante la pregunta de si los centros tienen futuro, el exdirector de REDIT no vacila: así es. Sin embargo, destaca que una de las limitaciones más importantes que tienen por delante es aquella que inicialmente animó a su creación, su carácter sectorial. “Tenía mucho sentido antes, pero ahora lo va perdiendo”. Para afrontar esta trasversalidad de la economía, Broseta recomienda apostar por las tecnologías, la transformación digital y los modelos de negocio. “Las competencias que hay que trasladar a las empresas son distintas”. Hace 30 años una compañía podía funcionar perfectamente sin saber en realidad cuál era su modelo de negocio y con las mismas habilidades que utilizaban otras de su entorno inmediato. “Ahora eso no es posible, hay que desarrollar nuevos modelos a partir de tecnologías transversales y con conocimiento de negocio”. Si los institutos ayudan al sector privado a aplicar estos habilitadores transversales, “probablemente produciría efectos de economía de escala”.

El presidente de la Confederación Empresarial de la Comunitat Valenciana (CEV), Salvador Navarro, recalca la labor de los centros tecnológicos tras la pandemia de la Covid-19. “La digitalización y la situación de alarma generada está cuestionando nuestro modelo económico y ha demostrado la importancia de la cadena de valor y proximidad de sectores estratégicos como el agroalimentario y el sanitario”. Y Navarro añade: “Es en este contexto donde los institutos tecnológicos están llamados a desempeñar un importante papel y así lo han demostrado hasta ahora con cuestiones como homologaciones y certificaciones o con el desarrollo de nuevos procesos y productos”.

“El modelo ha servido a su propósito”, explica Bruno Broseta. “Si nos imagináramos los últimos 30 años sin nuestros institutos tecnológicos, seguro que nuestro tejido industrial sería diferente y no sería mejor”

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“Son los socios naturales de las empresas, no solo porque comprenden su cultura, sino porque la comparten y viven como proveedores de servicios tecnológicos, sea cual sea el nivel de complejidad de esos servicios”, resume el exdirector del IBV Pedro Vera. “Desde esa perspectiva, desempeñan un rol estratégico”. Incluso a pesar de la “disparidad” entre los propios institutos dentro de la Comunitat Valenciana. “Por una parte, se encuentran los centros de naturaleza sectorial, como la alimentación, el calzado, el mueble, el metalmecánico, el cerámico, el juguete, o el textil. Por otra, existen centros relacionados con tecnologías transversales, como la informática, el plástico, la energía, el envase y el embalaje o el transporte y la logística. Y, por último, el IBV, que utiliza y aplica transversalmente conocimientos relativos a las personas”, explica. Como consecuencia de su naturaleza, la relación de estos institutos con las empresas también cambia. “Y, sin embargo, todos están sujetos al mismo modelo jurídico y de gobernanza, a las mismas relaciones institucionales con los organismos que promueven la innovación en la Comunitat Valenciana y a las mismas políticas de apoyo y financiación, lo que no deja de ser sorprendente desde una perspectiva estratégica y de política industrial”, subraya Vera.

Otro de los puntos fuertes del modelo de instituto tecnológico es su labor como polo de relaciones. “El hecho de formar parte del Consejo Rector nos ha aportado un conocimiento más amplio de las capacidades de AINIA, y la posibilidad de estar en contacto con directivos de otras empresas que durante años han sido miembros del Consejo”, introduce el presidente de AINIA y Tecnidex, Manuel García-Portillo. Pero no es necesario estar en el órgano de gobierno de un centro para beneficiarse de esta ventaja. “Muchas empresas se asocian a AINIA porque es un espacio muy potente para la cooperación entre empresas y el networking”, apunta.

LA ESTRATEGIA VALENCIANA

También es clave que los componentes de la red de innovación autonómica tengan acceso a financiación. En este sentido, la directora del Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (IVACE), Júlia Company, subraya el cometido de los centros tecnológicos y de REDIT.

“Tenemos pocas empresas grandes valencianas, nuestro tejido productivo está formado sobre todo por pymes que no tienen departamento de innovación propio y necesitan de otras entidades que les ayuden”, comenta. “Existen instrumentos, como la colaboración con los institutos, que les permiten dotarse de estas capacidades”. Así es cómo, señala, las compañías autonómicas han obtenido “magníficos resultados” en el programa europeo Horizonte 2020. “Por primera vez retornaban más que las universidades y eso es porque los centros tecnológicos han estado apoyándolas”.

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Si hasta ahora, este acompañamiento ha sido esencial, Company se muestra convencida de que el protagonismo de los institutos crecerá en el futuro, ya que las empresas necesitan ayuda para responder a dos de los principales retos de Europa: la transformación digital y la energética. “Los centros son los que tienen las capacidades para conseguirlo”, dice. “Son parte fundamental en la estrategia para salir de la actual crisis”.

La directora general del IVACE destaca que, en este escenario, REDIT “hace mucho más fácil la coordinación”. “Los centros tienen problemas comunes y REDIT sirve de canalización de esos elementos”, especifica. Aunque la relación con IVACE siempre ha sido fluida, Company reconoce que desde que ocupó la dirección en 2015, el contacto es más estrecho y fluido. “Hemos mejorado bastante la relación entre ambos, ha pasado de ser una relación no bidireccional a colaborar en muchos temas”. La comunicación, vertebrada a través de REDIT, es clave para detectar necesidades y proponer soluciones. “La relación es más enriquecedora, sabemos cuáles son las capacidades de los institutos y eso nos ha permitido que, por ejemplo, cuando se desató la pandemia pudiéramos llamar a REDIT y decirles que había que proporcionar soluciones. Aportaron 40 propuestas. Al margen de nuestra relación permanente sabemos que, en esos momentos, cuando necesitamos algo para la sociedad, ellos están ahí y eso es fundamental”.

Para la Conselleria de Innovación, Universidades, Ciencia y Sociedad Digital, el modelo de los centros tecnológicos, con REDIT como eje vertebrador, es crucial en su estrategia de innovación del futuro, así como lo fueron en el pasado. La exconsellera de Innovación, Carolina Pascual, destaca que los institutos “han desempeñado un papel fundamental en estos últimos años”, especialmente, a la hora de “transferir la innovación al tejido productivo de la Comunitat. Han conseguido que las investigaciones de mayor nivel científico llegaran al tejido industrial con un objetivo muy claro, el de las pymes y micropymes, que representan más del 96% de las empresas valencianas”, comenta. “Nuestro tejido productivo tiene pocas oportunidades para introducir esa innovación, con sectores muy variados y compañías dispersas por todo el territorio, por eso los centros han desempeñado un papel fundamental”.

La entonces consellera apuesta para que este protagonismo se mantenga en el futuro. “La situación que tenemos ahora ha cambiado, tenemos que ser capaces de adaptarnos”, explica. “La era digital supone un salto disruptivo, no concebimos la modernización de la economía sin una transformación digital pareja, tenemos que ser competitivos y, para ello, es imprescindible la incorporación de nuevas tecnologías tanto a los procesos productivos como a la gestión empresarial”, argumenta Pascual. Precisamente, en este punto de inflexión tan delicado para el tejido productivo, las pymes valencianas necesitan ayuda y, en este sentido, “REDIT tiene mucho que decir”.

Inauguración del primer centro desmostrador del país especializado en datos para la industria 4.0, impulsado por ITI con el apoyo de IVACE. En la página siguiente, una pieza de la exposición “Amueblando el Hábitat de la mano con la naturaleza” organizada por AIDIMA con la colaboración de FEVAMA, y el patrocinio de la Generalitat Valenciana y que fue inaugurada en 2010.

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Los institutos tecnológicos y REDIT permiten adaptar la digitalización en soluciones personalizadas para las necesidades de cada empresa, en función de sus características, según la visión de la Administración autonómica. Todo ello encaja en los diversos programas que la Conselleria de Innovación ha puesto en marcha bajo el paraguas de transformación digital del tejido productivo para ir hacia una nueva economía. A corto plazo, entre las líneas principales, se centran más en las TIC (tecnologías de la información y la comunicación) a través de Distrito Digital. A medio-largo plazo, el foco está en otro tipo tecnologías “más complejas”, que forman parte de la alianza Inndromeda (como la robótica, la nanotecnología, la biotecnología o la inteligencia artificial). “Son aquellas capaces de realizar un cambio profundo en los procesos, la gestión empresarial o la cultura; es decir, de producir una innovación que suponga un cambio disruptivo, que genere empleo o produzca una aportación importante al sistema productivo”, declara Pascual. Otro reto que asume su conselleria es la “atracción y detección del talento”, especialmente, a la hora de recuperar a científicos de gran relevancia. La finalidad es que “el conocimiento que están generando fuera se quede en la Comunitat y que revierta en el tejido productivo a través de toda la red”.

Para que los institutos puedan involucrarse en esta profunda transformación es imprescindible que exista coordinación entre los distintos agentes implicados, un asunto donde la Conselleria de Innovación está “poniendo el foco”. “Las tres patas deben ir de la mano: la innovación, la investigación y la empresa”, indica. Pascual no tiene dudas: “Para mí, es un objetivo casi personal el ser capaces de coordinar a los diferentes agentes que tenemos en la Comunitat para posicionarnos como referente de la innovación y la investigación”. Precisamente, la consellera de Innovación opina que la misión de la Administración debe ser la de “favorecer ese caldo de cultivo”. “Tenemos que ser el facilitador, el impulsor y el artífice para que los agentes del engranaje funcionen de la mejor manera posible; al final, de lo que se trata es de colaborar”.

LOS DESAFÍOS PENDIENTES

Para el director de REDIT, Gonzalo Belenguer, el gran desafío del modelo de institutos en la Comunitat está relacionado con el afianzamiento de un trabajo de 20 años. “El reto es seguir trabajando para superar el número de 15.500 empresas que ya colaboran con los Institutos Tecnológicos así como aumentar la repercusión que tiene este activo estratégico en la sociedad. La labor de los 11 Institutos tiene por objeto mejorar la competitividad de las empresas y la calidad de vida de los ciudadanos, a través de la aplicación de la I+D+i; y por tanto, debemos lograr el conocimiento y reconocimiento de éstos para, entre todos, ser capaces de crear y legar a las futuras generaciones una sociedad más justa y sostenible”, afirma. A su juicio, en los próximos años, también se potenciará todavía más la colaboración nacional e internacional. “Es preciso que REDIT, en representación de los Institutos Tecnológicos de la Comunitat Valenciana, tenga el protagonismo que merece y que esté presente en los ámbitos de toma de decisiones que inciden en los ecosistemas de I+D+i. Asimismo, tenemos identificado como un claro objetivo para REDIT seguir posicionándolo como uno de los principales agentes del contexto nacional e internacional lo que, sin duda, redundará posteriormente en las empresas y entidades con las que colaboran los Institutos Tecnológicos”.

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La restauración de la confianza
Para el director de REDIT el reto es seguir trabajando para superar el número de empresas que ya colaboran con los institutos así como aumentar la repercusión en la sociedad.

Esta labor es una responsabilidad conjunta de todos los actores que forman parte del ecosistema. “Todos tenemos que trabajar para que el sistema valenciano de innovación tienda a la excelencia; un entorno estable donde, gracias a esa alianza estratégica a la que aludía con los Institutos Tecnológicos, las empresas aporten tal valor diferencial que les permita competir globalmente gracias a esa estrecha relación generada en torno a la Red.”

Por otra parte, Belenguer defiende la comunicación y la pedagogía desde edades muy tempranas como medidas esenciales para lograr una sociedad que vea en el conocimiento aplicado y su transferencia la salvaguarda necesaria ante los retos globales presentes y futuros. “Es fundamental incluir en la escuelas de la Comunitat Valenciana asignaturas vinculadas a esta nueva realidad marcada por la innovación, las tecnologías habilitadoras y, sobre todo, por un escenario ávido de talento y nuevos desempeños que, sin duda, se presentan como grandes oportunidades para las generaciones futuras”, afirma. Uno de los hándicaps del sistema, en su opinión, es que la formación no siempre corresponde con las necesidades de la industria. Por eso, desde REDIT colaboran, desde hace años, tanto con LABORA como con la Dirección General de Formación Profesional para adaptar esa formación a los nuevos requerimientos profesionales que permitan a estudiantes, desempleados o personas en búsqueda activa de nuevos puestos de trabajo, casar la oferta y la demanda formativa. En este sentido, los Institutos Tecnológicos son grandes colaboradores de la Administración en esta tarea formativa dada su diversidad sectorial, y por tanto formativa, así como por su distribución geográfica, a lo largo y ancho de la Comunitat Valenciana.

El director general de Feria Valencia, Enrique Soto, destaca que “la principal fortaleza del modelo es la proximidad a la empresa y su orientación al proyecto. A diferencia de las universidades, los institutos persiguen, como principal objetivo, desarrollar modelos e iniciativas que se puedan aplicar a la empresa. Además, su carácter sin ánimo de lucro facilita romper la barrera mental del coste de la innovación y facilita fomentar la cultura de la colaboración y establecimiento de alianzas”. Y más que debilidades, le gusta hablar de oportunidades: los miembros de la red “podrían ocupar un espacio que ahora no tienen buscando oportunidades de innovación en sectores que no están presentes en la actualidad en el tejido valenciano. Unas innovaciones que, además, pueden suponer oportunidades de desarrollo para aquellos sectores que sí forman parte de nuestro tejido productivo”.

Para el exdirector general de AINIA, Sebastián Subirats, el modelo de centros tecnológicos tendrá sentido siempre que mantenga al ciudadano en el centro. “La mejora de la calidad de vida de las personas pasa por la innovación y en un proyecto de innovación, en su ADN, debe estar el ciudadano como principal actor”, subraya. Subirats considera que la asignatura pendiente de la innovación es la socialización. “Debe ser la herramienta para mejorar la calidad de vida de las personas”. Y recuerda: “no podemos innovar a costa de romper y desprestigiar otras necesidades, porque en ese caso no sería ni eficiente, ni eficaz. Los centros son la bisagra en el entramado del ecosistema de la innovación, del círculo virtuoso de este conocimiento para convertirlo en recursos para el ciudadano”.

El catedrático de Economía Aplicada de la UPV, Francisco Mas Verdú, ha sido un gran aliado de REDIT en la elaboración y presentación de diferentes estudios sobre innovación y empresa.

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“Hay que impulsar las acciones que ayuden a facilitar la colaboración, los flujos de conocimiento, porque tenemos instrumentos y debemos usarlos, porque formamos parte de las regiones moderadamente innovadoras”, afirma Francisco Mas Verdú. “¿Cómo se empieza a colaborar? Conociéndonos, buscando puntos de encuentro. AIMPLAS busca grupos universitarios de investigación aquí o en cualquier otra región, está dispuesto a trabajar con ellos. Porque esto tiene que ver con la confianza. Y los costes de transacción se superan con incentivos, si queremos que sean instrumentos útiles tendremos que subir el apoyo público. O metemos el virus de la innovación en las empresas de pequeña dimensión o a los institutos les costará trabajar con ellas”.

Aunque Saludes coincide con que la internacionalización ha servido para aportar dimensión y diversificación del riesgo a los centros, recalca que al mismo tiempo ha requerido una “estrategia clara y constancia” para poder actuar como un contrapeso generador de ingresos cuando la demanda interna era menos intensa. Por su parte, Broseta incorpora una ventaja derivada de los nuevos fondos que van a venir de Europa. “Ofrecen una posibilidad para empezar a colaborar en serio y hacer masa crítica en algunas tecnologías importantes que pueden ser cruciales para el futuro”. Pedro Vera coincide: “Por supuesto, la participación de los institutos tecnológicos en programas europeos o internacionales ha servido de palanca para que algunas empresas valencianas concurran junto a ellos o espoleados por ellos a dichos programas”. Pero incide en que los resultados aún son limitados en número y en intensidad en términos efectivos de internacionalización. “Se trata de una cuestión sobre la que cabe profundizar o replantear conceptualmente, realizando y respondiendo a cuestiones tales como ¿cuáles son los mecanismos que deben utilizarse para promover la internacionalización de las pymes de la Comunitat Valenciana, más allá de las de acompañamiento en proyectos de innovación?”, se plantea el exdirector del IBV.

José Manuel Alcayna introduce otra cuestión, la necesidad de un liderazgo en la gestión de los fondos europeos, “que no solo sea capaz de conseguir un importe justo y suficiente, sino que además fomente, organice y apoye las capacidades de las empresas para saber cómo solicitarlos, obtenerlos y que garantice su capilaridad”. Esta capacidad camaleónica no solo se circunscribe al ámbito económico, también afecta a la propia actividad de los centros. Entender la rápida transformación en las necesidades de las empresas y los gustos de los consumidores, en una constante búsqueda de valor, también será clave para sobrevivir. Prueba de ello es la evolución que han experimentado las infraestructuras de los institutos y sus portafolios de servicios en las últimas tres décadas.

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El éxito en el mercado requiere de un exhaustivo conocimiento de las necesidades cambiantes tanto de usuarios como consumidores.

El presidente de AIJU, Pablo Cañizares, se muestra de acuerdo: “Conocer bien las necesidades de los usuarios y consumidores, y saber cuáles son las propuestas a las que les dan valor, así como los cambios tan rápidos que se están produciendo en la comercialización y distribución de esos productos es algo esencial para tener éxito en el mercado”. No solo se refiere a la transformación digital, también al proceso de fabricación, que ha incorporado gran número de tecnologías como la impresión 3D o fabricación aditiva, la robótica o los nuevos materiales. Un ejemplo del esfuerzo de los centros por adelantarse a las necesidades de las empresas se produce con el Pacto Verde europeo, que implicará una reducción importante del dióxido de carbono, y que supondrá un “cambio drástico” tecnológico para todos los sectores industriales como es el cerámico. “En el ITC ya estamos trabajando en tecnologías que las empresas aún no están usando, pero que necesitarán en el futuro”, afirma Gustavo Mallol, director de ITC-AICE.

En el caso de los sectores del envase y embalaje, transporte y logística, el objetivo es seguir trabajando para lograr mayores niveles de sostenibilidad, seguridad y eficiencia. “Para ello aplicamos criterios de economía circular a lo largo de todo el ciclo, desde el desarrollo de nuevos materiales hasta la mejora o implementación de nuevos procesos para su reutilización, reciclado o compostaje; trabajamos para mejorar la seguridad tanto en la interacción envase-producto como en entornos laborales y ofrecemos soluciones que garanticen a las empresas un uso eficiente de sus recursos”, destaca el presidente de ITENE, Pedro Ballester. Otro caso similar es el de AIMPLAS. “Sin duda, la economía circular para los plásticos es uno de nuestros desafíos y, por ello, estamos posicionados para afrontar soluciones en diferentes ámbitos tecnológicos desde el reciclado mecánico y químico, hasta la descarbonización, almacenamiento de CO2 y obtención de nuevos polímeros”, dice su presidente, José Luis Yusá.

En la misma línea trabaja el ITC. “Nuestro sector es muy intensivo en consumo de energía, fundamentalmente de origen fósil. Desde el instituto estamos poniendo en marcha proyectos para incorporar nuevas fuentes de energía que sean limpias (electrificación, uso de combustibles no fósiles, etc.) o tecnologías que permitan la captura y la posterior reutilización del dióxido de carbono. El centro se está dotando de las instalaciones y el equipamiento necesario para afrontar estos retos y estableciendo la hoja de ruta necesaria de la descarbonización de la industria cerámica”, cuenta Joaquín Font de Mora, consejero delegado de Vidres, presidente del ITC y exvicepresidente primero de REDIT.

En el caso de AINIA, “con una demografía en explosión que nos acercará a los 9.500 millones de habitantes en el planeta en el horizonte del año 2050, trabajar en el desarrollo de un sistema agroalimentario que aspire a alimentar de forma segura, saludable y sostenible a la población, es un enorme desafío con el que estamos 100% comprometidos”, afirma su presidente, Manuel García-Portillo.

Y para el IBV el gran reto está relacionado con el progresivo envejecimiento de la población. “Parece un factor clave que está afectando al diseño de productos y servicios; de otro lado, hay cada vez mayor número de opciones dada la gran diversidad social. Ambos factores influyen en los procesos de creación, que son cada vez más dinámicos; en este contexto, es necesario prestar máxima atención a los procesos de diseño y a la ejecución de tests de verificación que son parte de las fortalezas del instituto”, explica Pablo Bayo, directivo de Faurecia y vicepresidente primero de IBV. “Las tecnologías líderes deberían ser aquellas que faciliten la vida a las personas, en concreto, ayudar a los mayores a romper la brecha digital, me parece un campo con grandes oportunidades”.

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Joaquín Font de Mora, consejero delegado de Vidres, presidente de ITC y exvicepresidente primero de REDIT.

Sin embargo, a juicio de Javier García, a los centros aún les falta “la visión emprendedora que tiene la startup”. El experto incide en la necesidad de que vayan “por delante de la curva”, ya que el camino de la innovación va por ahí. “Quizá la debilidad fundamental de los institutos es que su capacidad de introducir cambios no ha sido tan acelerada como propiamente exigía la disrupción digital, es decir, las tecnologías más avanzadas del ámbito digital”, introduce, por su parte, Andrés Pedreño, exrector de la Universidad de Alicante y presidente de AlicanTEC. “Hoy la innovación está surgiendo en nuevas startups que aportan una novedad muy puntual que puede tener valor para un producto o empresa determinado”, apunta el presidente de AIJU. “Es clave llegar de forma rápida a esa innovación y de forma colaborativa adaptarla a un producto o propuesta de valor añadido”. AINIA también trabaja en este sentido. “Aspiramos a jugar un papel en el ecosistema de emprendimiento, de la mano de empresas de base tecnológica, tanto propias como independientes, que constituyen una nueva vía para transferir nuestro conocimiento al mercado”, comenta García-Portillo.

Broseta recuerda que los institutos no deben olvidar la innovación de modelo de negocio, que es la encargada de dificultar que una empresa pueda ser plagiada por sus competidores, “mientras que las innovaciones de producto y de procesos son fácilmente imitables”. “Al final, un buen negocio se genera por la combinación entre los distintos elementos de un modelo de negocio y eso es lo que es imposible de copiar”. En cierto sentido, añade, los institutos deben ayudar a las compañías a adaptar sus modelos de negocio, “lo cual requiere un abanico de competencias quizás más amplio”.

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4. España en la revolución tecnológica

La revolución tecnológica es imparable y arrolladora. Afectará a todos los sectores, empresas y rincones del mundo. Y en medio de esta transformación, ¿en qué posición se encuentra España? ¿Tiene opciones para salir reforzada? ¿En qué fortalezas puede basar su estrategia?

“Europa tiene graves déficits en algunas de las tecnologías emergentes que están marcando la diferencia entre empresas y territorios, como es el caso del 5G, de la ciberseguridad o la computación cuántica, incluso en inteligencia artificial (IA) y España no es una excepción de Europa”, afirma el director general de la Fundación Cotec, Jorge Barrero. “Desgraciadamente, la velocidad que avanza el bloque asiático y el liderazgo que Estados Unidos todavía tiene en algunas de estas tecnologías hacen muy difícil para Europa competir si no se marca un objetivo claro y hace una apuesta verdaderamente decida que tiene que ser sin ninguna duda público- privada”.

Sin embargo, no todo son malas noticias. “España todavía tiene un amplio margen de mejora hasta alcanzar unos niveles de inversión en I+D+i respecto al PIB similares a la media europea y conseguir la ansiada transformación del modelo productivo”, dice el director de AIMPLAS, José Antonio Costa. El país sí está posicionado en un nivel “muy alto” en tecnologías como las energías renovables, la economía circular aplicada a los plásticos, la salud o la seguridad alimentaria.

“Tenemos sectores muy innovadores en los que hemos destacado y hemos salido fortalecidos”, confirma Javier García, director del Laboratorio de Nanotecnología Molecular de la UA. Se refiere a una “determinada” gastronomía y al turismo de salud, “nichos concretos en los que nos hemos convertido en referentes mundiales”. También destaca una cualidad del carácter emprendedor nacional que le puede ayudar a diferenciarse en el panorama internacional: su agilidad. “En otros países no son tan ligeros”, subraya. “En España hemos visto mucho emprendimiento darwiniano”.

No obstante, en nuestro país “falta un cero en las inversiones de I+D”. Y apunta directamente a las grandes compañías. “La Cuarta Revolución Industrial no ha llegado al Ibex”. A la falta de inversión en innovación de las empresas punteras españolas, García añade como debilidad su escasa cultura de colaboración con los emprendedores. “Para crecer, las startups tienen que recurrir a fondos de inversión que están fuera del país”, destaca. “Hay muy pocas grandes españolas que hayan incorporado e integrado una startup”.

Esta relación casi inexistente entre los gigantes y los pequeños genera que el emprendimiento nacional sea más “ligero” que en otros países y que, cuando a una joven empresa le va bien, acuda a operaciones de compra por parte de empresas extranjeras o inyecciones de capital de fondos de fuera de España. Esta práctica acaba produciendo una desigualdad entre el ecosistema español y otros internacionales como el estadounidense, donde sus primeras 20 compañías colaboran con las startups del país desde hace décadas. “Ese fenómeno que ha marcado nuestro tiempo no ha ocurrido en España”, reprueba García.

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ITENE ha lanzado varias startups que han permitido trasladar al mercado tecnologías innovadoras, algunas de ellas patentadas, que han sido fruto de la actividad de I+D del propio centro. En la página siguiente, sede del ITC en la UJI.

Pero en ese ámbito, los propios centros tecnológicos han sido incluso capaces de ser motores de emprendimiento. Es el caso de ITENE, que en 2015 creó Packa Ventures, una company builder con la que ha lanzado varias startups que han permitido trasladar al mercado tecnologías innovadoras, algunas de ellas patentadas, que han sido fruto de la actividad de I+D del propio centro. Entre ellas se encuentra la empresa Safe Load Testing Technologies, proveedor internacional de equipos para simular las fuerzas que sufren las cargas durante el ciclo de distribución y que permiten así optimizar y validar los sistemas de envase y embalaje. La sede principal de la empresa está ubicada en Valencia, desde donde da servicio al mercado europeo. Además, la compañía cuenta con otra oficina ubicada en Miami para atender la creciente demanda desde Estados Unidos, América Latina y Canadá, y dispone de una amplia red de distribuidores localizados en Australia, China, Polonia, Rusia y Turquía. También cuenta con otra startup disruptiva que, tras validar su tecnología, se prepara para irrumpir con fuerza en el mercado internacional y sustituir los plásticos tradicionales por bioplásticos. Es ADBioplastics, que se dedica al desarrollo y fabricación, a medida, de aditivos y bioplásticos biobasados y compostables (certificados por la TÜV Austria) a partir de su tecnología PLA-Premium para los sectores del envase y embalaje, textil, impresión 3D, construcción y biomédico. Ambas han recibido financiación de la UE a través del Instrumento PYME, fase 1 y fase 2.

El profesor de la Deusto Business School y creador de su máster de innovación, Francisco Bree, explica que “fruto de la colaboración entre Deusto Business School y la Fundación I+E, se presentó el informe IDEAS (Iniciativas para el Desarrollo de una España Avanzada y Sostenible) en el que tuve la oportunidad de participar en el equipo investigador. Dicho estudio analizaba cuatro ejes que están interrelacionados (Innovación, Industria, Empleo y Educación) ofreciendo un detallado diagnóstico apoyado por un índice sintético que integraba los mejores estudios del mundo en la materia”.

Dentro del eje de Innovación, “España destaca por tener unas buenas infraestructuras científicas, sin embargo, esta fortaleza no se viene traduciendo en los últimos años en una mejor posición competitiva”. En otros cuatro subíndices, se sitúa por debajo de la posición que le corresponde por su potencial económico. “En concreto, debería progresar sustancialmente en aplicaciones, gasto de I+D para las empresas, propiedad intelectual, y empleo en I+D”, afirma Bree. Algunas recomendaciones concretas incluyen, por ejemplo, la mejora del marco de aplicación de incentivos fiscales a la I+D+i, la creación de centros de excelencia y el desarrollo de mecanismos para favorecer el retorno de la inversión realizada en actividades de I+D+i.

Dentro del segundo eje, industria, “es importante fijarse en varios subíndices” añade. “Temas como la regulación, la reducción de las cargas administrativas para la internacionalización, la productividad, los costes de factores productivos, los sectores clave o la digitalización son elementos que deben ser monitorizados y revisados para mejorar la situación competitiva del país”, añade Bree.

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El estado de salud de un ecosistema de innovación está determinado por el vínculo entre el sector privado y los centros de investigación.

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LA EMPRESA Y LA INVESTIGACIÓN

Uno de los factores que determina el estado de salud de un ecosistema de innovación es el vínculo del sector privado con los centros de investigación. En España, esta relación es “distante”. Así lo considera Javier García quien ve este nexo, “en el mejor de los casos, como transferencia, y en el peor, como desconfianza”. Parecen dos campos “con un muro en medio lanzándose necesidades y soluciones”, reflexiona. En este país, las empresas y la investigación “no hablan el mismo lenguaje ni tienen las mismas urgencias y eso limita las posibilidades”.

El camino a seguir, según el catedrático de la UA, debe guiarse por “la integración, la coinvención, el coworking y los equipos compartidos”. Las empresas quieren estar “donde ocurren las cosas”, destaca. Esta cercanía es la verdadera catalizadora de la cocreación, donde los empleados de las compañías comparten espacio con los científicos e investigadores. Francisco Bree apostilla que “en estos últimos años, la innovación abierta se está sofisticando hacia los ecosistemas complejos”. Además, han surgido “un sinfín de herramientas o vehículos para la innovación, tal como las incubadoras, aceleradoras, hackatones, premios a la innovación, etc. La colaboración entre grandes empresas y las pymes en ecosistemas de innovación complejos es fundamental debido a que la empresa grande desarrolla con éxito la llamada “i” pequeña que son innovaciones incrementales. Las startup y las pymes trabajan mejor las “I” grandes que son innovaciones radicales, disruptivas y discontinuas”.

“La relación es mejor que hace unos años, pero todavía dista de la de países anglosajones como Reino Unido y Estados Unidos”, reconoce el alicantino Iñaki Berenguer, fundador de startups de éxito en EEUU como Pixable, Contactive y Coverwallet. “Cada vez encontramos más casos como los del profesor José Capmany, de la Universitat Politécnica de Valencia, o el doctor Joan Seoane, director del Instituto de Oncología del Vall d’Hebron, que han fundado empresas de alto impacto comercializando los resultados de su investigación”, comenta. Berenguer espera que estos ejemplos sirvan de referentes para motivar a futuros investigadores a pensar cómo multiplicar el valor de su investigación científica, crear riqueza para ellos y su entorno, contribuir al progreso y crear un mundo mejor.

El presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, José Vicente Morata, comenta que la relación de las empresas con las universidades y centros de investigación, en muchas ocasiones, ha estado supeditada a la financiación pública. “Conforme se presentaban a las diferentes convocatorias, se iban desarrollando los proyectos”, indica. “Esta situación hace que los años donde la Administración dota de más presupuestos, la relación a través de proyectos se incremente”. Y añade: “Pero se ha de reconocer que dicha relación es esencial para poder conseguir un cambio en nuestro modelo de producción y consumo hacia un paradigma más sostenible y competitivo”.

Para el director de AIMPLAS, José Antonio Costa, dos son las dificultades principales que se deben superar para que la relación empresa-investigación sea más fluida. Por un lado, el tamaño de las empresas, ya que casi el 95% de ellas en España tiene menos de 10 empleados. Por otro, la propia naturaleza de la I+D+i, que la convierte en una actividad con alta incertidumbre que ofrece beneficios a medio o largo plazo. “Estos dos factores dificultan que el tejido empresarial tenga la capacidad de hacer una apuesta fuerte por la I+D+i y es por eso que es tan importante que existan agentes como los institutos tecnológicos”, incide Costa.

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Navarro recomienda rentabilizar las fortalezas del sistema valenciano, mejorar la transferencia a las empresas y evolucionar y avanzar rápido en distintos aspectos esenciales.

“Queda mucho camino por recorrer”, advierte Jorge Barrero, aunque el director general de la Fundación Cotec desprende cierto optimismo. “En las dos últimas décadas la relación entre empresas y sistema de I+D ha avanzado mucho”. Se refiere, incluso, a sectores completos, como el de la biotecnología, donde las empresas han nacido de universidades y centros de investigación. También habla de cierta cultura de la innovación que, poco a poco, va calando en España. “Se han establecido nuevos vínculos, una cultura de cooperación en consorcio que no existía y también hay un mayor porcentaje de doctores trabajando en diferentes industrias”. Aunque advierte: “Sin embargo, todavía es cierto que nos falta un trecho largo para llegar al nivel de relación que existen en otros sistemas a los deberíamos parecernos y con los que competimos”.

En concreto, el sistema valenciano de innovación cuenta con los elementos necesarios para el éxito. “Tenemos mucho potencial, con una alta producción científica, universidades bien posicionadas en los rankings mundiales y una red de institutos tecnológicos potentes y más cercana a las necesidades de la empresa”, afirma el presidente de la CEV, Salvador Navarro. A su juicio, esta situación ha permitido “una evolución creciente de colaboración entre los distintos agentes que lo integran”. “Y lo cierto es que, a pesar de las limitaciones, se ha ido mejorando paulatinamente”, añade. Aunque reconoce que se debe seguir avanzando en mejorar esta relación porque es “necesario buscar la excelencia en un entorno tan competitivo como el actual”.

Navarro recomienda rentabilizar las fortalezas del sistema valenciano, mejorar la transferencia a las empresas y evolucionar y avanzar rápido en distintos aspectos esenciales. Se refiere, por ejemplo, a la mejora de la capacidad de absorción de las empresas de los resultados de investigación generados en la región, la visión estratégica del trabajo conjunto entre los agentes o una política de apoyo a la I+D+i con “dotación presupuestaria, desburocratizada y continua o estable más allá de anualidades”.

En la Comunitat Valenciana, la educación superior cada vez está mejor posicionada dentro del ecosistema de innovación. “Hay que juntar ese conocimiento y crear incentivos para romper esa tendencia de la universidad de ir por libre”, dice el vicepresidente de la Agencia Valenciana de la Innovación (AVI), Andrés García Reche. Y explica: “Hasta los años 90, los centros universitarios y las empresas llevaban vidas paralelas, pero ahora el modelo en la Comunitat es que todos los agentes del sistema avancen juntos ayudando a las empresas”. “Si lo conseguimos, será la nueva oleada de revolución tecnológica que nos hacía falta”, admite.

En la Comunitat Valenciana, la educación superior cada vez está mejor posicionada dentro del ecosistema de innovación.

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LAS PYMES Y LA TECNOLOGÍA

“Hace falta mucho”, reconoce García Reche. “Las pymes tienen que vencer el miedo a compartir, a cocrear”. Jorge Barrero matiza: “es importante que las pymes descubran que la innovación, entendida en sentido amplio, no es elitista, está al alcance de cualquier organización por muy pequeña que sea. Si uno no puede desarrollar un programa de investigación propia, siempre puede aliarse con otros o sencillamente adquirir soluciones innovadoras en el mercado, o desarrollar nuevas maneras de organizarse o de vender, que también son innovación”.

Los datos revelan que el problema es real. Según el INE, en 2020 el número de empresas que realizan actividades de I+D es muy inferior al que había antes de la crisis económica. Aunque el sector privado en España invierte un 8,5% más que hace una década, lo hace con 2.500 empresas menos, lo que representa una caída del 18%. Y las pymes son las que concentran buena parte del problema con una caída del 22% en la última década. Sin embargo, el número de grandes empresas que realizan actividades de I+D ha aumentado ligeramente (un 4%). “Hace falta claramente seguir avanzando porque el número de pymes que se declaran innovadoras no ha crecido en los últimos años, es más, no hemos recuperado todavía las que teníamos antes de la crisis del 2008”, afirma el director general de la Fundación Cotec. En este sentido, Barrero apuesta por una labor de “difusión de la innovación”.

Otro hándicap de las pymes, en opinión de Andrés Pedreño, es la carencia de un capital humano suficientemente formado en STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática, por sus siglas en inglés). “El talento STEM es un recurso escaso para las empresas digitales, un factor de estrangulamiento y una extensión es la debilidad de las competencias digitales de casi todas las actividades profesionales”, comenta. El experto señala como ejemplo el marketing digital.

“Sin duda, hay mucha gente que pone en el currículum una hipotética formación en marketing digital obtenida de mil formas, pero la formación competitiva en este sector dista mucho de la realidad y las pymes necesitan personas muy bien formadas si quieren poner en marcha el comercio online de forma más eficiente”.

“Se necesitan personas formadas”, coincide Joaquín Font de Mora, consejero delegado de Vidres y presidente del ITC. “Las personas son el principal activo de las empresas y, en la medida en la que estén formadas, las industrias serán más competitivas. Necesitamos perfiles formativos en mecánicos, electromecánicos, informáticos, electricistas, químicos, idiomas, marketing, etc. Administración, universidades y empresas deben caminar juntos en este tema”, añade.

“Las personas son el principal activo de las empresas y, en la medida en la que estén formadas, las industrias serán más competitivas”, señala Font de Mora.

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“Hay tecnologías que están experimentando avances exponenciales y que su aplicación cambiará y revolucionará industrias enteras en el corto plazo”, destaca Iñaki Berenguer.

5. Las tecnologías que decidirán la competitividad de un territorio

Muchas son las tecnologías que influirán en los negocios durante la próxima década, aunque no todas tienen el mismo potencial ni la misma capacidad para impactar en la economía valenciana. “Hay tecnologías que están experimentando avances exponenciales y que su aplicación cambiará y revolucionará industrias enteras en el corto plazo”, destaca Iñaki Berenguer. “Muchos de estos avances tecnológicos están protagonizados por expertos o instituciones en la Comunitat Valenciana”, añade.

Sin embargo, el emprendedor alicantino afincado en Nueva York recomienda que, aunque existen muchas tecnologías que van a experimentar grandes avances, “a modo de estrategia es mejor concentrar esfuerzos y enfocarse en áreas concretas”. A la hora de definir este plan, es importante responder a cuatro preguntas básicas: en qué área competir, cómo competir, cuándo competir y si existen las condiciones necesarias para obtener el éxito. “Como respuesta a esta última pregunta, tiene sentido enfocarse en las áreas donde ya se parte de una base sólida de innovación, densidad de players con escala y talento o know how para poder ser competitivos”, especifica.

Como resultado de este análisis, Berenguer obtiene cinco áreas que contribuirán a generar riqueza en la región. La primera es la fotónica, que va a permitir continuar aumentando la capacidad de computación, ya que la electrónica ya está llegando a sus límites. “Las nuevas aplicaciones como la inteligencia artificial necesitan de una capacidad de cálculo mucho mayor de la que proporciona la electrónica y la fotónica puede ser la solución”, explica. Además de la mayor capacidad de cálculo, también se consigue mayor eficiencia energética. Berenguer resalta que la Comunitat Valenciana cuenta con un referente mundial en fotónica, el profesor José Capmany, de la Universitat Politécnica de Valencia (UPV), premio Rey Jaime I y fundador de dos empresas pioneras en este ámbito, VLC Photonics y iPronics.

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TECNOLOGÍAS DE LA SALUD

El segundo foco de transformación que destaca el fundador de Pixable es el de la genómica y la biotecnología, con todas las nuevas técnicas asociadas a ellas, que van a permitir revolucionar sectores como el farmacéutico o el agroalimentario. La Comunitat tiene institutos y startups “punteras” trabajando en ingeniería genética en diferentes campos y también cuenta con el profesor Francisco Martínez Mojica, uno de los inventores del CRISPR Cas9, “uno de los descubrimientos más importantes del siglo XXI, que permite modificar el ADN de forma sencilla y barata”.

Dentro del ámbito de la salud, el catedrático de la Universidad de Alicante Javier García expone una serie de tecnologías clave como son aquellas relacionadas con el antienvejecimiento y calidad de vida. “Debemos pensar en la medicina para quien no está enfermo”, dice. También recuerda que la inteligencia artificial y la digitalización, aunque “no serán diferenciales en España”, ayudarán a una mejor gestión de los datos. Aunque el director general de Cotec, Jorge Barrero, confiesa que no es partidario de hacer prospectiva, de los grandes vectores se decanta también por la biotecnología y las tecnologías médicas en general. “Sin ninguna duda, tenemos una gran oportunidad”, afirma.

Por otra parte, el presidente de AINIA, destaca los desafíos relacionados “con una alimentación más personalizada, más natural, con menos aditivos; y todos aquellos desarrollos afines al binomio alimentación y salud. Además, los aspectos relacionados con la seguridad alimentaria y la trazabilidad son especialmente importantes en el mercado global en el que estamos inmersos”. También menciona “aquellos dirigidos a impulsar la digitalización y la industria 4.0. Es un reto que afecta a todos los sectores empresariales y que no podemos demorar por más tiempo”. Y especialmente, para concluir, los relacionados con la sostenibilidad y un uso responsable y eficiente de los recursos: agricultura de precisión, gestión del agua, ecodiseño, reducción de materiales, aprovechamiento de subproductos, descarbonización, economía circular…”

LA NUEVA MOVILIDAD

La tercera disrupción, según Berenguer, vendrá con los coches eléctricos y autónomos, que “después de varios años de innovación están listos para su despliegue masivo”. Estos vehículos son “el resultado de la madurez y convergencia de nuevas tecnologías”, como las baterías de carga rápida y gran almacenamiento, la inteligencia artificial (IA) para que los coches aprendan a tomar decisiones basados en datos históricos y de contexto, la mayor capacidad de computación para poder ejecutar estos algoritmos de IA, la tecnología 5G para que continuamente los coches se puedan coordinar entre ellos y con la nube con poco retardo, y la tecnología Lidar para detectar y reconstruir el entorno como si fuera un radar 3D de alta velocidad y detalle.

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Los coches eléctricos y autónomos supondrán una gran disrupción en el mercado. En la otra página, desarrollo de AITEX.

“España por tradición es un país que ha contado con una industria automovilística importante”, subraya. “Aunque no hemos sido líderes en marcas de coche globales, sí que hemos tenido un papel importante en la cadena de valor del automóvil, en la fabricación de componentes, con empresas como Gestamp o Antolín, o fábricas de PSA, Renault, Seat o Ford en Valencia, que ha hecho que desarrollemos especialización en maquinaria, procesos o robótica”, añade. El fundador de Coverwallet destaca que también en nuestro país hay empresas líderes globales de infraestructuras de movilidad como Acciona o Ferrovial, que “deberían jugar un papel importante en las nuevas infraestructuras que soporten el despliegue de estos nuevos coches, pues las carreteras necesitarán sensores o puntos de carga eléctrica”.

“No deberíamos descuidar cómo nos podemos aprovechar de los cambios y oportunidades que el coche eléctrico y autónomo pueden traer”, concluye. Se refiere a acciones como atraer a empresas como Tesla para que tengan fábricas en España, utilizar el know how para crear más industria específica del sector o ganar experiencia en despliegue de tecnología 5G.

ENERGÍAS LIMPIAS

El cuarto ámbito de crecimiento para Berenguer son las energías renovables, donde España ya tiene empresas líderes globales como Iberdrola, Gamesa o Endesa, junto con nuevos jugadores como Soltec. “El tamaño y cantidad de estas empresas hace que haya densidad de talento y know how para aprovechar nuevas oportunidades tanto tecnológicas, con los avances en tecnologías de hidrógeno verde, eólica o solar o de almacenamiento, como oportunidades de negocio para su uso en autobuses, trenes, automóviles, o entornos industriales”, comenta. A esta situación favorable se suma el compromiso de la Unión Europea para invertir en el desarrollo de energías verdes. “El conocimiento existente junto con la inclinación a la financiación debería de ser una razón más que suficiente para tener una estrategia de I+D+i para posicionarnos como líderes en el futuro”.

Dentro del ámbito de la energía verde, el director de AIMPLAS, José Antonio Costa, apuesta por todas las tecnologías relacionadas con la economía circular (que busca el aprovechamiento de recursos y la reducción de las materias primas) y, especialmente, la circularidad de los plásticos, la descarbonización de la economía, la salud y la alimentación, la movilidad y la construcción sostenibles.

En cuanto a la energía, Javier García resalta el almacenamiento de corriente en red eléctrica que propicie un desacoplamiento entre la oferta y la demanda producida por las renovables, así como las baterías de flujo, de electrodo líquido, capaces de almacenar la corriente de las energías limpias para no depender de las fósiles o la nuclear. También recuerda el potencial de los materiales avanzados fotoactivos, que pueden extraer la luz solar y transformarla en electricidad o producir una transformación química del CO2 en combustibles solares y químicos. “Será clave el papel de las perovskitas, donde España es una potencia”, apunta.

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El cuarto ámbito de crecimiento para Berenguer son las energías renovables, donde España ya tiene empresas líderes globales como Iberdrola, Gamesa o Endesa, junto con nuevos jugadores como Soltec.

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El progresivo envejecimiento de la población en la UE es un factor clave que afecta al diseño de productos y servicios.

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el futuro
Una mirada hacia

LA DIGITALIZACIÓN

El quinto foco de atención para Berenguer es el fintech, donde también incluye las criptomonedas o dinero digital. “España tiene bancos referentes como el Santander o BBVA, con campos geográficos de actuación muy relevantes a la hora de poner en marcha iniciativas innovadoras a escala. Incluso los bancos más localizados geográficamente en España como Caixabank, Sabadell o Bankinter se han modernizado más que sus comparables en otros países”, detalla. El emprendedor asegura que el mundo de los servicios financieros va a cambiar y los bancos se van a convertir en empresas de software. “Por tanto, hay que estar preparados para el desarrollo de conocimiento de tecnologías aplicadas al sector financiero, tales como la ciberseguridad para proteger nuestros activos digitales, las criptomonedas, el blockchain, para que la posición que tiene España en banca comparado con otros países se mantenga en el futuro”, advierte. Otra ventaja es que el tamaño de estos bancos permite el despliegue de cualquier innovación tecnológica de forma masiva.

“La rápida evolución de la sociedad y las tecnologías es un claro desafío” para el vicepresidente del IBV, Pablo Bayo. “El progresivo envejecimiento de la población en la UE es un factor clave que afecta al diseño de productos y servicios; de otro lado hay cada vez mayor número de opciones dada la gran diversidad social. Ambos factores influyen en los procesos de creación que son cada vez más dinámicos”.

El director de Feria Valencia, Enrique Soto, tiene una visión coincidente sobre las tecnologías de futuro. Menciona la “medicina remota con seguimiento permanente (hiperpersonalización) mediante wareables (redes personales) y la red 5G; el IoT generalizado, desde la industria hasta el consumo: automatización de muchos ámbitos de la vida, domótica, inmótica, logística de última milla; la fabricación bajo impresión 3D, desde la producción de piezas únicas, de piezas industriales, hasta las prótesis médicas; la tecnología para el mejor aprovechamiento de energías sostenibles: solar, eólica, geotérmica, marina, hidrógeno…; y la producción y aplicación del grafeno. Ya en 2018 España está entre los cinco primeros productores mundiales de este compuesto, clave para el desarrollo de muchas de las tecnologías antes citadas, y con unas inmensas capacidades que aún no se han llegado a explorar totalmente”.

Soto sostiene que la revolución tecnológica, cualquier avance de nuestra sociedad en estos terrenos debe desarrollarse bajo una “visión social”. Que el futuro ha de ser para todos o no será tal futuro. Que la sociedad debe trabajar para reducir brechas tecnológicas, económicas, sociales…. El ser humano debe estar en el centro de todo el cambio social, económico o tecnológico. Si los cambios no mejoran la vida de la sociedad en su conjunto, no son los cambios adecuados.

España, y la Comunitat Valenciana en particular, tampoco deben descuidar otras tecnologías que serán clave en el desarrollo económico de la próxima década. Según Barrero, entre estas grandes áreas de mejora se encuentra la ciberseguridad o la robótica. “Siempre podemos encontrar algún investigador excelente, alguna empresa que destaque, pero no tenemos una masa crítica como para poder decir que somos una potencia”, advierte.

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6. Pasado, presente y futuro de REDIT: conversación con Fernando Saludes

¿Se parece la realidad de los institutos tecnológicos de hoy a la visión que tuvieron las personas de la política, la empresa y la Universidad en los 80 y los 90? “Se parece bastante”, responde el presidente de REDIT, Fernando Saludes. “No creo que sea igual, porque cuando uno hace este tipo de propuestas es cautivo también de lo contemporáneo de su época. Quizás aquella visión inicial ha evolucionado más hacia un enfoque de REDIT como red centrada no tanto en torno a ejes sectoriales, en vertical, sino hacia las conexiones transversales dentro de la propia red. Han surgido una serie de aportaciones de valor, ya sea en el ámbito de las TIC o en sectores como la logística o la energía, que han permitido introducir unas capas transversales y han propiciado esa evolución necesaria de una red creada desde una perspectiva sectorial hacia una más matricial. Esa ha sido una de las fórmulas de éxito”.

Otro vector de transformación ha sido también “esa visión de, no sólo construir un puente entre el mundo empresarial y el académico, que no existía, sino de lograr que el instrumento interactúe de forma intensa con el ecosistema académico en general, buscando más puntos de encuentro. Esa complejidad de encaje costaba más de visualizar”. A juicio de Fernando Saludes, “con esos dos matices y con la velocidad de los cambios que luego se han ido produciendo por la evolución tecnológica, se parecería bastante” a la visión con la que se concibieron hace 40 años los institutos tecnológicos.

Hay muchas enseñanzas que se pueden extraer de la creación y desarrollo de los institutos tecnológicos y la red, aplicables a la realidad actual del sistema de innovación y ciencia. Se concibió, por ejemplo, un modelo más flexible de lo que probablemente se pensaba en un primer momento. “Fueron el formato de centro, la gobernanza y la estructura, así como el papel importante de la gestión, de los directores, rodeados de un equipo técnico profesionalizado, los que permitieron esa evolución”, afirma Fernando Saludes. Es cierto que, en un momento dado, fue necesario aplicar “un poco más de visión de Estado” para poder articular todos esos componentes, pero la clave del éxito radicó en que no “eran instrumentos rígidos”. Y lo han demostrado, “porque cuando se han localizado en el pasado huecos por cubrir, los propios centros y sectores han encontrado fórmulas de colaboración para poder hacerlo, desde derivación a otro centro hasta alianzas estratégicas”.

Un indicador de la utilidad de los institutos tecnológicos y de la red es que no ha habido desafección de empresas. A excepción del ligero descenso de asociados de mediados de la década de 2010, a causa de la crisis, la tendencia ha sido siempre creciente. “Las empresas estamos con los centros porque nos han sido de utilidad y lo serán. Nos dan servicios de innovación, tecnología, ensayo y certificación. Quizás se han producido más vaivenes en la participación de las empresas a la hora de definir esos retos. Después de una implicación inicial muy fuerte, pasamos unos valles en los que nos dedicábamos más a consumir y dejamos en manos de los expertos la evolución tecnológica”. En la última década, sin embargo, “las empresas hemos vuelto a significarnos de manera intensa en la definición de las estrategias y la gobernanza de los centros. Debemos entender que son instrumentos a nuestro servicio. A veces, no nos acordamos de que está en nuestra mano pedir, de manera organizada y colegiada, a los centros que nos den lo que necesitamos”.

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“Las empresas estamos con los centros porque nos han sido de utilidad y lo serán. Nos proporcionan servicios de innovación, tecnología, ensayos y certificación”, afirma el presidente de REDIT, Fernando Saludes.

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En la Comunitat Valenciana se produce de forma natural una mayor identificación de las empresas con las federaciones sectoriales y, de la mano de ellas, con los centros tecnológicos. “Como tienen una vocación de prestación de servicios, los institutos tenemos que estar pegados a las necesidades de las empresas, y eso nos obliga a prestar atención y escuchar lo que pide el mercado. La actividad de los centros incluye una parte basal, en la que los empresarios hemos aprendido a aportar y significarnos, para proyectar qué queremos ser en 15-20 años. Pero la otra parte de la actividad de los institutos, pegada al corto y medio plazo, les ha obligado a hablar el mismo lenguaje que el tejido productivo. Por eso no ha habido desafección y las empresas no se sienten en la obligación de participar en el consejo rector para obtener el valor que necesitan”, dice el presidente de REDIT.

El principal órgano de gobierno de cada uno los institutos tecnológicos, el consejo rector, en el que se implicó desde un principio a los empresarios, sigue siendo una pieza clave, “más ligada cada día a la tarea de ayudar al sector a evolucionar hacia el futuro”, continúa. Al mismo tiempo, “los centros han llevado a cabo un despliegue comercial de mercado importante. Ha sido otra de las grandes evoluciones que se ha recuperado sobre todo después de la anterior crisis: los centros se han preocupado mucho de cribar, escuchar e ir a pie de fábrica para buscar a las empresas. Eso es muy bueno, aunque les suelo decir que también ellas tienen que hacer el ejercicio de responsabilidad de ir a los centros”.

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Fernando Saludes espera que los institutos tecnológicos “vivan un proceso de relevo generacional similar al que hemos aplicado los empresarios. Se trata de tener esa visión, esa claridad y esa generosidad”.

RELEVO GENERACIONAL

Como sucede también en el seno de muchas compañías, el modelo de centros tecnológicos y de REDIT lleva inmerso desde mediados de la pasada década en un particular relevo generacional. “Un proyecto como este es coral y traspasa etapas temporales. Pretende transformar la sociedad, en este caso a través de la competitividad de las compañías. Eso requiere siempre de personas con visión, porque siempre hay alguien que tiene que encender. Esos protagonistas iniciales tuvieron la generosidad de integrar a otras personas, con o sin visión, con mucha empatía y paciencia, para entre todos construir un proyecto sustentado en el consenso”. Esa dinámica ha propiciado que los institutos tecnológicos y REDIT sean una muestra del “típico modelo de crecimiento acumulativo, capaz de ir poniendo capas, de desplegar actividad y capacidades e ir construyendo sobre ellas. Estoy de acuerdo con la afirmación de que la mayor innovación de la historia ha sido la capacidad de acumular conocimiento. Tienes que sumar percepciones y perspectivas diferentes, personas que no lo ven en un principio se convierten en grandes defensoras después y lo van consolidando”.

Fernando Saludes espera que los institutos tecnológicos “vivan un proceso de relevo generacional similar al que hemos aplicado los empresarios. Se trata de tener esa visión, esa claridad y esa generosidad para, independientemente de todo lo que hay que mejorar y cambiar y construir siempre pensando en el futuro”. Asimismo, asegura Saludes, compartimos con la Administración la visión de que no se trata de crear infraestructuras desde cero o abordar proyectos en el ámbito superficial, sino de profundizar en lo que ya está creado. Centrémonos en lo que tiene más valor añadido, en la colaboración, en el consenso, que requieren de cirugía fina y un trabajo persistente, metódico y muchas veces poco agradecido. Ahí es donde encontraremos ese salto cualitativo”.

El proyecto REDIT pretende transformar la sociedad a través de la competitividad de las empresas.

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La crisis nos centró mucho a todos, las empresas comprendimos la importancia de la innovación, de significarnos y los centros la necesidad de estar todavía más apegados a sus necesidades, comenta el presidente de REDIT, Fernando Saludes.

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BALANCE: QUÉ SE HA HECHO BIEN Y QUÉ NO

En primer lugar, Fernando Saludes valora que “hubo un ejercicio acertado de visión y una adhesión suficiente de masa crítica para llevar a término la creación de la Red de Institutos Tecnológicos. Hubo un horizonte temporal en el que se dio al modelo la estabilidad suficiente para que, al producirse un cambio de estrategia desde el punto de vista institucional, pudiera persistir, lo que le permitió llegar a una mayoría de edad”. A partir de ese momento, continúa, “los centros evolucionaron para dar cobertura a las necesidades de innovación, pero quizás hubo un periodo en el que se perdió la visión a largo plazo de modelo y se puso todo el énfasis en que era un proyecto de los empresarios, abandonando la visión de Estado, tanto nacional como autonómica. Los centros lo transitaron lo mejor que pudieron para poder sobrevivir. Ese momento de falta de fe en un proyecto compartido fue negativo para la evolución de la red, pero sirvió para demostrar la resiliencia de los centros”.

Más adelante, “las empresas quizás nos acomodamos a que los centros nos solucionaran los problemas, y éstos miraban a Europa, sin dejar de darnos servicios, pero centrados más en proyectos abstractos y disruptivos, que costaba aterrizar. Todo eso al final tuvo un punto de catarsis y reflexión interna en la que los centros se dieron cuenta de que quizás tenían que recuperar un poco esa llegada a las empresas. La crisis nos centró mucho a todos, las empresas comprendimos la importancia de la innovación, de significarnos, y los centros la necesidad de estar todavía más pegados, de balancear muy bien esa actividad de conocimiento más abstracto y futurible con otro más a corto y medio plazo. Por el camino, la Administración aprendió que era importantísimo tener un proyecto compartido a medio y largo plazo”, relata el presidente de REDIT.

Otro aspecto positivo es que “los institutos han ido evolucionando hacia una excelencia en la gestión y una mayor profesionalización”. En cuanto a la gobernanza, se ha convertido en una de las grandes prioridades en la actuación de la red. Los centros, de una forma natural, han conseguido convertirse en una especie de santuario, de punto de encuentro, en el que las empresas de un sector, que son competencia, conviven, cohabitan, no sólo como socios, sino como miembros de un consejo. Los competidores nos salimos de nuestro proyecto individual y buscamos retos de futuro. Es un poco lo que pasa en las federaciones sectoriales, pero aquí hay una diferencia muy importante: estás compartiendo conocimiento, líneas de desarrollo en la que a lo mejor está trabajando alguna empresa. No es un asunto menor”, según Fernando Saludes.

“Hemos tenido casos en los que lamentablemente esa evolución no se llegó a dar a tiempo pero, poco a poco, los centros han sido más conscientes y se han dotado de métodos de buen gobierno”, reconoce.

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REDIT Y LOS INSTITUTOS TECNOLÓGICOS DENTRO DE 30 AÑOS

“Hay mucho bueno en lo que apoyarse”, afirma con convicción Fernando Saludes. “Hay cosas que hemos mejorado y estamos trabajando en optimizar para construir sobre eso. Hemos puesto mucho el foco en potenciar la colaboración dentro de la propia red, porque nunca se colabora lo suficiente, y en conectarnos de una manera muy sistemática, no tan personalista. Seguimos avanzando en la excelencia en la gestión y el buen gobierno, porque lo que nos preocupa, y es probablemente el mayor reto que tenemos, es ayudar a crear una visión a largo plazo compartida a nivel social, político, institucional y empresarial, a nivel autonómico. Llevamos años contribuyendo a que se considere una cuestión de Estado y haya un gran pacto donde se dé una estabilidad que permita a los agentes, no sólo a los centros, trabajar y despegar. Y que nos permita dedicarnos a lo estratégico y no a los ciclos políticos y a las visiones personalistas. Creo que lo estamos consiguiendo entre todos, porque es un desafío coral”.

El presidente de REDIT destaca, asimismo, “la búsqueda de fórmulas que agilicen la transferencia del conocimiento disruptivo que se genera en la red. No sólo para dar salida a lo que ya tenemos creado, sino para que parte del pensamiento y la orientación estratégica de los centros pueda dedicar mayor atención a ese conocimiento disruptivo que ahora mismo tiene dificultades para transferirse al mercado porque las compañías no estamos allí. Necesitamos que la red, desde su posición privilegiada, actué como palanca para desarrollar ese conocimiento que sea trasnferible a los sectores y que puede incluso presionar de alguna manera al ámbito empresarial y crear nuevos nichos de mercado donde no los hay, apoyándose en las empresas. Se trata de agilizar esa transferencia con fórmulas y vehículos que estamos construyendo actualmente. Eso llevará tiempo. Pero el mundo va muy rápido y en cuanto detectemos un ámbito disruptivo tenemos que ser capaces de que el sector empresarial lo capte enseguida”.

Como se ha comentado en el primer capítulo, en los años 90 se dijo que una de las razones de utilidad de los institutos tecnológicos era contribuir a la internacionalización de las empresas. ¿Cuál es la llamada que se formula hoy desde la economía y la sociedad? ¿Qué modelo productivo debe propiciarse en la Comunitat Valenciana con la colaboración de los institutos tecnológicos? “Si en un momento la necesidad era acompañar a nuestras compañías para que cumplieran unos estándares en el mercado, ya sea de calidad o de innovación, para dotarse de un valor diferencial, el mayor reto que tenemos ahora es ayudar a que las compañías

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valencianas se sitúen de forma más masiva a la vanguardia tecnológica, liderando sectores. Es importante ayudarlas a ser buenos seguidores, pero tenemos que conseguir posicionarnos estratégicamente en las tecnologías de vanguardia cuando están surgiendo. Ahora tenemos la capacidad de hacerlo porque tenemos excelencia en el ámbito de la investigación que está en esa élite, pero no a nivel empresarial. Hay algunos campeones que lo consiguen, pero no es generalizado”.

La estrategia a aplicar pasa por “acompañar a las compañías para que no esperen a que ese conocimiento esté un poco más maduro, sino crear los instrumentos para que puedan directamente posicionarse en el punto de la disrupción. Quizás eso va en la línea de iniciativas en marcha como las aceleradoras de empresas, pero queremos introducir el factor estratégico de la tecnología. Es un reto complicado, porque estamos hablando de proyectos industriales y con fuerte aportación de capital. Pero considero que ahí los centros podemos ser útiles creando unidades de negocio ubicadas en esos sectores incipientes que están surgiendo para ser proactivos y propiciar que las cosas ocurran”.

Es un desafío que, a juicio de Fernando Saludes, “en un entorno de estabilidad y con unos fondos razonables se puede abordar. Los centros y el ámbito científico en general tenemos gente muy preparada, y disponemos de un componente de creatividad e ingenio que no se da en todos los territorios. Hemos demostrado que somos capaces de ayudar a crear estos instrumentos pero el reto que tenemos es ir a la vanguardia. No es fácil, no hablo de abandonar la posición de seguidor, pero tenemos que ser capaces de potenciar más el posicionamiento de nuestras compañías en la vanguardia de conocimiento, porque el momento es importante. Una anticipación de Alemania, Francia, Reino Unido o Silicon Valley en un determinado conocimiento supone un posicionamiento estratégico que implica para el resto unas fuertes barreras de entrada.

El gran reto por delante, según Saludes, es que las compañías valencianas se sitúen a la vanguardia tecnológica, liderando sectores. En la otra página, baldosas cerámicas que funcionan como una canalización natural, filtrando el agua de lluvia directamente al medio natural o permitiendo su almacenamiento para otros usos, miran por ITC y otros socios dentro de un proyecto europeo.

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COHESIONAR EL SISTEMA EN ESPAÑA

La Comunitat Valenciana ha promovido la creación de organismos y foros de encuentro de los distintos actores del sistema de ciencia y tecnología, como el Instituto Valenciano de Competitividad Empresarial (IVACE) o la Agencia Valenciana de la Innovación (AVI). “El camino que se ha iniciado a nivel autonómico es un buen referente que podríamos tomar en otros ámbitos. En España están muy descentralizadas las competencias en innovación. Tenemos centralizados organismos muy potentes como el CSIC en I+D y algunos instrumentos como el CDTI, pero la mayoría de competencias no. Eso tiene una parte buena, porque tener el foco en un territorio permite personalizar mucho los servicios. Pero en ese ejercicio de aproximación se ha perdido la visión de conjunto. Y que tengas descentralizadas una parte de tus competencias no debe implicar la renuncia a tener una visión más potente de Estado a nivel de innovación. Ejercicios como el del CDTI con la Red Cervera, promoviendo que los centros de excelencia tecnológicos colaboren entre sí, es una demostración de ello. Habría que potenciar mucho más el colectivo, con una estructura potente donde se encuentren todas las entidades”, afirma el presidente de REDIT.

Y añade: “lo que estamos viendo en la Comunitat Valenciana es que es un proyecto complejo, que cuesta de poner en práctica, pero es muy necesario. Se trata de construir un engranaje muy fino que permita que los actores nos encontremos de manera sistematizada y recurrente y nos vayamos reconociendo como un partner más en la cadena de valor. Y eso no se consigue de un día para otro. Es lo que se tiene que hacer a nivel nacional, pero para eso hace falta una visión a largo plazo y una política de Estado en materia de innovación e I+D”.

Según Fernando Saludes, “cuando se mira las partidas presupuestarias tenemos la tentación de hacerlo en términos absolutos, nos parecen grandes cantidades de dinero. Pero en términos relativos se destina poco dinero para el impacto y la trascendencia que tiene la I+D+i en nuestra sociedad. En general, cuesta transmitir ese mensaje porque la propia sociedad no entiende el valor y la necesidad de apoyar la I+D+i. Requerimos de visiones institucionales y políticas valientes que abanderen estos proyectos realmente transgresores e impulsen la construcción de una sociedad innovadora”.

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