The Ramblas

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clásico ilustrados

ΑΑHans Christian Andersen

La pulga y el profesor Había un aeronauta que acabó mal: el globo se rompió, el hombre cayó y se hizo pedazos. A su hijo lo había lanzado dos minutos antes en paracaídas, lo que fue una suerte para el muchacho. Resultó ileso y sabía más que suficiente para convertirse en aeronauta, pero no tenía globo ni medios para adquirir uno. Tenía que vivir, de modo que se aplicó al arte: sabía hablar con el estómago. A eso le llaman ser ventrílocuo. Era joven y apuesto, y cuando se dejó bigote y se compró ropa buena, se le podía tomar por el hijo de un conde. Las damas lo encontraban guapo e incluso una doncella quedó tan prendada de su hermosura y su arte que le siguió por ciudades y países lejanos. Allí se hacía llamar profesor, no podía ser menos. Su idea fija era conseguir un globo aerostático e irse por el aire con su mujercita, pero aún no tenía medios suficientes para hacerlo. —¡Ya llegarán! —decía él. —¡Ojalá! —decía ella. —¡Somos jóvenes! Y ahora yo soy profesor. ¡También las migas son pan! Ella le ayudaba fielmente, se sentaba en la puerta a vender entradas para la representación, lo que no resultaba demasiado agradable en invierno. También le ayudaba en uno de los números artísticos. Él colocaba a su mujer en un cajón, un cajón grande. Ella se metía entonces en el doble fondo del cajón, de modo

que no se la veía en la parte delantera. Era como una ilusión óptica. Pero una noche, al abrir el cajón, resultó que tampoco él la pudo encontrar. No estaba en la parte delantera ni en el doble fondo, ni en ningún sitio de la casa, no había forma de encontrarla, no se la oía. Aquel fue el número que hizo ella sola: nunca regresó. Se había hartado y el también se hartó, perdió su buen humor, ya no podía reír ni decir chistes, de modo que la gente dejó de acudir. Las ganancias disminuyeron, las ropas se estropearon, al final no tenía más que una gran pulga macho. Era una herencia de su mujer, por eso la quería tanto. De modo que la disfrazó, le enseñó algunos números, le enseñó a presentar armas y disparar un cañón, aunque pequeñito. El profesor estaba orgulloso de la pulga, que a su vez estaba orgullosa de sí misma, había aprendido cosas y tenía sangre humana y había estado en las mayores ciudades, la habían visto príncipes, y princesas, se había ganado {14} www.THERAMBLAS.com


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