Crítica de la ideología ii

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frente a un gobierno que se autonombró indígena-popular, además de autodenominarse gobierno de los movimientos sociales. Gobierno que debería respetar los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, constitucionalizados en una Constitución que define el mandato de construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico. Esta contradicción tiene su parangón en otras formas de contradicción parecidas; por ejemplo, en la contradicción entre proletariado y gobierno socialista; también entre gobierno nacionalista revolucionario y pueblo. Los gobiernos que enarbolan los símbolos de los cambios terminan atrapados en las estructuras de poder, se convierten en parte de los engranajes de los diagramas de poder, y terminan defendiendo la conservación de estas estructuras. La historia política de las revoluciones nos ha enseñado esta paradoja, las veces que ha podido, las veces que se han dado curso a gobiernos “revolucionarios”. Sorprende que los intelectuales, partidarios de la “revolución”, esperen mucho más de estos gobiernos. Contemplen esperanzado el decurso sinuoso de estos gobiernos, tratando de explicar sus contradicciones, inventando toda clase de hipótesis ad hoc. Son incapaces de observar que la lucha continúa, que la revolución sigue su curso en las luchas concretas de los movimientos que exigen, no sólo el cumplimiento del programa, sino la profundización del proceso político y social. Ven a estos movimientos sociales como radicalismos, como incomprensiones, en el mejor de los casos, como contradicciones en el seno del pueblo, en casos extremos. Lo que no pueden ver es que se trata de contradicciones profundas, contradicciones de la potencia social con el poder. No pueden ver que nada de las contradicciones anteriores se ha resuelto, que no podían resolverse con la llegada al gobierno de los representantes de la revolución. Que este hecho no era nada más que el comienzo de una etapa más difícil. La etapa de la destrucción del poder es una etapa muchísimo más difícil que la etapa de la toma del poder. Bajo estas condiciones subjetivas de los intelectuales “revolucionarios”, se comprende que se dediquen a hacer apología de los gobiernos “revolucionarios”, en vez de esclarecer el lugar conservador que juegan una vez arribados al poder. Están lejos de apoyar a los movimientos que se desatan como parte de las contradicciones del pueblo con el gobierno, del proletariado con el Estado, de las comunidades indígenas con el Estado-nación. Estos movimientos son los únicos que pueden continuar la “revolución”; sin embargo, quedan solos, estigmatizados por el gobierno “revolucionario”, desconocidos por los intelectuales, aislados por las organizaciones afines al gobierno.


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