Primer Oleaje

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PRIMER OLEAJE. Antología poética de Christopher Amador ______________________________________________________________________

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ÍNDICE __________________________________________________________________________________________________________

CANTO A UNA MUJER AZUL: 04 EL MAR ES EL SILENCIO QUE HACE DIOS PARA NO PENSAR EN LA TIERRA: 09 EL PAISAJE EN LA VOZ: 51 ESCRIBIR ES INCENDIAR: 59 EL ESPEJO EN AÑICOS O NUNCA PODRÁS ESCRIBIR TU NOVELA: 65

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LA POESÍA ENVOLVENTE Y SENSUAL DE CHRISTOPHER AMADOR Ramón Cuéllar Márquez Cuando conocí a Christopher Amador allá por 2004 durante un encuentro de escritores locales en el Teatro de la Ciudad, me impresionó que con su juventud tuviera tal poderío en sus versos y tanta energía para expresar lo que leía durante su participación en la mesa que le había tocado. Fue un largo poema juvenil pero cargado de una profundidad insólita, cuya cadencia atrapante me llamó la atención y me dejé conducir por ese fuego innato de su edad. Debo confesar que nunca antes había presenciado que un joven lograra expresar tantísimas cosas a través no sólo de su poesía, de sus palabras y versos, sino de su expresión corporal que irradiaba fuerza y dejaba tras de sí un estupor en sus oyentes. Al menos a mí me dejó una grata idea de que los jóvenes poetas estaban dando una lección de vida a muchos otros. Desde entonces Christopher ha sido un mago de la poesía capaz de influir en otros jóvenes y en otras poéticas. Es uno de los mejores poetas de su generación con varios premios en su carrera literaria, que sería lo de menos, pues su poesía tiene tal potencial para perdurar en el tiempo con o sin ellos. Hoy sale a la luz una antología poética que reúne cinco de sus libros más emblemáticos y que contienen la base de lo que sería su poética: Primer oleaje. Antología poética de Christopher Amador. En cada uno de ellos se aprecia su evolución, en especial el carácter erótico y desenfadado que le imprime a cada verso. Ninguna de las palabras exhibidas están puestas al azar, muy al contrario, significan con precisión cada una de sus intenciones como poeta. Eso he admirado en Christopher a lo largo de los años, que ha sido constante, preocupado por una estética y en romper sus propios paradigmas. Puede decirse que juega a ser poeta, que se divierte enormemente en cada poema porque su estilo a veces desparpajado nos sugiere que se toma muy en serio lo que no es serio, y que con ello deslumbra con sus hallazgos. Ha sabido encontrar en su poesía la trascendencia del silencio, de sus gritos y signos expuestos en papel para goce de sus lectores. Sin duda es un poeta que debemos leer hasta convertirlo en nuestra manía literaria, en nuestra exclusiva obsesión por dejarnos seducir en el mar de sus embestidas contra la cotidianeidad. Así, en esta antología de cinco de sus libros: Canto a una mujer azul, El mar es el silencio que hace Dios para no pensar en la tierra, El paisaje en la voz, Escribir es incendiar y El espejo en añicos, da una muestra clara de que es un poeta que ha sabido experimentar con las emociones de un modo atrevido, rebelde en sus formas y amoroso en sus fondos. Para nada es un libro que pretenda una poesía banal o que se sumerja en versos absortos por las cargas intelectuales con que muchos poetas apuestan para ser reconocidos. Podría afirmar que es un poeta de la vida cotidiana que expone sus dilemas humanos con franqueza, yendo más allá de sí mismo y poniéndose en el diálogo literario que tanta falta hace en el medio. Su poesía audaz y madura desde sus comienzos se muestra en este tomo de versos que se van hilando como una sola forma de decirnos que la poesía puede ser revitalizadora y aun curarnos de la sombra de la ansiedad por la vida. El asombro lo encontraremos, no saldremos indemnes y habremos aprendido que Christopher Amador es un aliento que todavía sigue dando saltos para venir a un nuevo universo de cosas donde podremos abrevar y aprender de miles de maneras.

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CANTO A UNA MUJER AZUL 2002

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0 La mujer que se largó con dos maletas me dejó colgada el alma en una soga de violetas. Heme aquí dudando amarla mientras chupo los listones del corsé de la serpiente. 1 Gota mínima de aceite entre los pétalos temblando. Eso justo sí que eres oh caricia de cuchillo hallando filo entre mis dientes. 2 El hombre deposita su fantasma en la morada de los santos. Mujer: tu vientre es madriguera de luciérnagas en llanto. 3 Me gusta que seas pequeña porque así me cabes en los ojos. Sólo al verte mi alma llenas y en mi cara dice rápido su nombre el color rojo. Me gusta que te acerques a beber de la nostalgia de mis ojos. Me gusta ser el mar cuando la sed de tus desiertos se me acerca poco a poco. 4 Son tus ojos dos zafiros enquistados en el oro de mis versos. El agua del río se regresa con tal de besarte dos veces. ¡Este amor es más redondo y más azul que el planisferio! (Anteayer pensando en ti se puso azul mi pensamiento.) 5 Sensual pitonisa de blanca simiente Tu madre la Luna te supo serpiente Orquesta celeste tu voz convincente Hechizas y engañas oh estrella terrestre Si Dios no existiera serías inocente Cual flor, cual manzana... ¡Costilla silvestre!

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6 Me sobran rosas pero eres manca. Mi amor por ti llenaría en un día todos los floreros. 7 Acuérdate de mí cuando te entregues a otro cuerpo. Recuerda que los ríos no llevan agua sino sólo el nombre líquido del tiempo. 8 Tu sexo es una selva recorrida. Andarte, re-correrte, es ser un árbol que soñando dice y jura que camina. 9 Naciste rota, remendada y deprimida. Te pareces demasiado a la poesía. 10 Celos de esposa, cama de clavos para la espalda del doble turno. 11 El amante encuentra todo menos alma. Se gana uno el infierno por buscarle los cachetes a Jehová en un par de nalgas. 12 Mujer: la muerte entra vestida de tu cuerpo a nuestra alcoba abriendo brazos. Amarte es despertar en una tina sin riñón pero silbando. 13 Cada mirada es un puerto. Cada corazón es una nave en el oleaje del recuerdo de tu beso. 14 Uno cree ver una estrella pero somos sólo el ojo que la sueña. 15 Niña de los ojos guillotina con mirada de cadalso. Si me subo a tus pupilas es por darte 6


la semilla de mi llanto. Cuando ruede mi cabeza tú sabrás que yo era lágrima en mi canto. 16 La alegría de ver tu cuerpo morirá tarde o temprano. Sólo queda disfrutar aquel ensayo del perdón que sin tu abrazo no sería. He matado a una mujer toda la vida. 17 Después de ti no tiene caso el Universo. Se parecen a tu piel mis breves días. 18 Me miras y reinventas hasta el código en mi sangre. Cuando ríes dejas semillas en el aire. 19 Niña de los ojos que enloquecen: cuando miras el otoño los cadáveres del sol se reverdecen. 20 Mi semen es un látigo de besos azotándose en tu sangre. 21 En la punta de mis ojos duermen peces que han soñado conocerte mar adentro. 22 Ebrio de estrellas bebía de tu boca la noche. 23 Llano en llamas fue tu pubis releído por mis besos. 24 Tu sexo brota en ríos mentales. 25 Tus piernas son los remos con que viajo hacia el orgasmo. 26 Sólo el huérfano te sabe (al ver tus brazos) los delitos.

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27 Yo rompí la copa que soñaron en tus muslos los desiertos. 28 Fruto elástico es el sexo deshaciéndose en la lágrima ontológica del tiempo. 29 Ella abrió su corazón y sólo había un sapo podrido. 30 Penetrarte con amor es suspirar un corazón desde la médula espinal. Desabrocha el corazón sobre las sábanas humeantes. 31 La mujer es un perfume redondeándose en el aire, un corazón con levadura. 32 Tus muslos son dos nubes sosteniendo el aguacero. ¿Quién pretende abrir el mar mientras empuja su velero? 33 El poeta al empuñar docto la rosa no redacta los perfumes: saca vida de sus venas con caricias espinosas.

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EL MAR ES EL SILENCIO QUE HACE DIOS PARA NO PENSAR EN LA TIERRA 2002-2006 __________________________________________________________________________________________________________

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MARINO SOY, pero no me agradó jamás saber que el mar es el silencio que hace Dios para no pensar en la tierra. —Hay quien lo sabe y llora—. Y si hubiese de elegir señor, no escucharía a Poseidón, cuando ha hecho oídos sordos a mi tierra.

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LLORAR EL MAR No se puede ser poeta sin haber llorado el mar. El mar me duele, tiembla en mĂ­. Hay un canto abriendo el pecho; el poema salta como un pez. Ser poeta es el oficio y la pasiĂłn por naufragar.

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MIRAR EL MAR Astillado de belleza miro el mar. Con los ojos tan vacíos de dar sus aguas miro el mar. Como jaula fue mi llanto y hoy lo abrimos en la arena, miro el mar. Con las piernas aburridas de esperar cierta sirena miro el mar. En mi barca de lamentos miro el mar. Incrustado en los corales ya mi rostro se desangra, miro el mar. Como flecha abriendo paso miro el mar. Con la lámpara de aceite que es mi alma miro el mar. En los ojos del pescado que me como entiendo el mar. En las olas de estos versos miro el mar. En tus nalgas y tus senos, en sus hondos contoneos, miro el mar. En la luz acariciada del zafiro miro el mar. En las barbas de un mendigo miro el mar. En la espuma del hocico de los perros más rabiosos miro el mar. Azulándome los sesos, inclinado en telescopios, miro el mar. En los ojos de las rubias y el azul de la mañana miro el mar. Pero sólo cuando besas y me sabes a mareas soy el mar…

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CADÁVER DE LLANTO Cadáver de llanto es el mar. Las olas levantan su nombre con gritos enormes de sal. El mar nos enseña a llorar. Si muero que no sea llorando pues todas mis lágrimas son para el mar.

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SON ESAS BALLENAS Hay poemas que se escriben en las faldas de las playas. Son esas ballenas que agonizan y nos cantan cuando el hombre abandona su esperanza atando en una palma la barquita de su alma.

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EL ORIGEN DEL MAR El origen del mar se me antoja como un lento despertar de las caricias, un lento deshacerse de las pieles. ¡Entre los muslos me haces agua, me derrites!, —dijiste. ¡Quién pensaría, Calafia… que entre tus muslos nace el mar!

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BELLEZA DEL MAR Quiero observar una nube incendiĂĄndose en goce solar. Quiero morder el infierno y la boca me sepa a su cal. Quiero escalar la montaĂąa, dar brincos, saltar. Quiero dormir en los brazos de un rubio y sedoso maizal. Quiero beberme los muslos calientes e inquietos del mar. Quiero meterme a su vientre y salir hecho estatua de sal. Quiero flotar de muertito en la inmortalidad.

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EL NOMBRE DEL MAR es el nombre de una mujer predestinada al llanto.

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LA POESÍA SE HA MUDADO AL MAR Después de tantas guerras en la tierra, después de tanta y tanta sangre derramada, la Poesía se ha ido al mar, quebrada en llanto. ¿La pueden ver ahora en las orillas?: la espuma corre entre sus dedos mutilados. ¡Dejemos ya las armas y vayámonos al mar!

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LA DIOSA DEL MAR Ese manto azul tembloroso es una diosa en expansión. Sus cabellos anidan peces. No tiene más adorno que un espejo que da al cielo, ni más vestido que la cubra que las huellas que el profeta nazareno le dejara. Ese silencio azul que ves ahí se asoma al mundo, usando el puerto aquél como ventana. Esa mujer que ves nacer del agua —ojos de marea nocturna, vientre cargado de pequeños náufragos, muslos tupidos de orquídeas— tiene mil zafiros en la mente y por eso cuando emerge las nubes se le incendian en la frente. ¡Diosa del mar que no conoces ancla! ¡Buey azul arando el cielo! En ti el agua se hizo carne, se hizo anhelo. Esta tarde sigo el olor de tu cabello… Voy, voy, me enredo en él. Me quedo.

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ME PIERDO en el abismo eterno de tus ojos. Me aferro a la arena, pero me llaman las sirenas que te habitan en el sexo. Obedezco y me pongo a cogerlas cual si fueran perlas. Entonces me enamoro. Me enamoro. Mi amor oro. Caigo sin voluntad en el pausado edĂŠn azul de tus caricias.

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MAREA NOCTURNA De pie, bajo la luna, te espero ansioso y con locura. Quiero sentir tu cabellera oscura.

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DIARIO ERÓTICO DE LA SIRENA SENSUAL El mayor de los delfines se me encima delicioso. Estoy en celo, mi ardorosa cola destilando aromas tiembla… se deshace.

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ÁBRELE AL MAR LAS PIERNAS hasta lo imposible. Lámele el pubis a los arrecifes de la inteligencia: arráncale al silencio sus mandrágoras azules. ¿Te has oído, poeta, en el bramido del mar?

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EL MAR SÓLO ES EL MAR si lo tengo estallando entre mis carnes. De otro modo‌ es paisaje.

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EL MAR ESTร TENDIDO masturbรกndose el sonido::::::: Repita lo anterior hasta el infinito.

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DEL MAR O DEL SINGULAR ORIFICIO EN LA CAPA DE OZONO Después de haber creado al hombre Dios miró en sus manos juntas un vacío. Angustiado, intentó llenarlo con sangre, imperios, oro y alabanzas… Pero el vacío seguía ahí. Dándose por vencido decidió taparlo con un lienzo que arrancó del cielo. Desde entonces hay algo azul que cubre el abismo y una grieta en el cielo que lo representa.

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CRIMEN PERFECTO DEL POETA Dejaré que mi nombre se pierda en el mar, derrumbaré el sol para borrar mis huellas de la arena, piensa el poeta. Enmudecido va y se mete al agua en busca del olvido. Minutos después su cuerpo flota sin sonido y el mar se sale de sí mismo a borrar las huellas mientras llora todo el peso de su nombre.

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ALBATROS No basta con hacer florecer la rosa en el poema, es necesario que espine su olor. Los peces se incendian en la espuma. DesdeĂąemos los cisnes, que ha llegado la hora del alba atroz.

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DOLOR DERRAMADO El mar me golpea en el rostro, hace que mi boca sangre para beber de ella copa ajena del dolor derramado.

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EL AUTOR INVENTA EL MAR Inventé el mar para quitarme esta sed espantosa de poesía y tener en qué morir de cuando en cuando. Sin embargo, lo único que produje fue tristeza absoluta. Descenderé a la tierra. Reventaré mi cráneo en una roca para darle libertad a este gran remordimiento. Reinventaré la espuma, haré que permanezca y humedeceré sin sales las bocas sedientas de mis hijos. Me beberé el dolor del mundo, lo convertiré en erizo y en un riñón me lo clavaré a manera de castigo. Cambio de planes… Mejor en lo que escribo.

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MOGOTE Aquél Leviatán de arena que dormita entre crepúsculos —cuerpo de un Dios vencido donde se acuesta el alba— será un prostíbulo de gringos retirados. Apáticos. ¿En dónde iré a hundir estos ojos rurales mañana que vaya al malecón?

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El LEVIATĂ N ES un monstruo de sal ardiendo con panales de espuma y algas en la boca; un barco ebrio de naufragar que intenta olvidar la tierra mientras incendia con su aliento a las gaviotas. Un amante tortuoso que tiene un anzuelo sensual en el pecho; un dios solitario (paseando en su jardĂ­n de olas retĂłricas) cuyas huellas antiguas se quedan temblando en la nada.

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PESCADOR Ebrio de mareas llega a la playa el viejo pescador. Entre sus piernas arrastra el cadáver del sol. Flota sobre la arena como un delfín suspendido. En sus ojos palpita el secreto de las caracolas. Sus canciones las entienden las sirenas y los niños. Agoniza en las cooperativas atuneras de la gran ciudad, bajo un techo de lámina que le priva de un cielo escandalosamente azul como sus ojos. No tiene más recursos que su hambre y su pobreza, y sus brazos extrañan el peso de las redes con que solía peinar el mar. Su corazón se detiene y entiendo el silencio del mar.

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CUANDO UN POETA VA AL MAR lo acaricia el infinito, lo aplasta el cielo, lo devoran las gaviotas, lo esparcen las olas. Cuando un poeta va al mar‌ ya no vuelve igual.

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TEORร A DEL RITMO El mar sรณlo es el cielo tropezรกndose en la arena. Intenta levantarse y cae de nuevo, es cosa eterna.

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MARINERO EN TIERRA Por fin tengo edad para conducir mi nave, lo que no sÊ es‌ si incendiarla con estrellas o hundirla con mi llanto.

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MEDITACIONES METAFÍSICAS SOBRE LA ESPUMA EN UN HOTEL DE PASO CON EL PROFESOR DE ONTOLOGÍA Cierto, la espuma es el velo nupcial de las aguas, o bien, la nata efervescente que recubre el paladar de los abismos —piensa la alumna al sentir el chorro de atole caliente en la garganta—. Un par de corridas después se relame la espuma y de rodillas pregunta: ¿El mar sólo es nombrado por el peso de los barcos? Shhh… le contesta el maestro, al igual que las olas.

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EL POETA NO ENTIENDE EL PORQUÉ DE LAS ALBERCAS El poeta en el hotel no entiende el porqué de las albercas. Indignado, sale por la recepción y a unos cuantos metros se encuentra con la playa. ¡Lástima de azul desperdiciado!, dicen sus pupilas mientras se pone a juntar caracoles y cangrejos para no irse sólo a los brazos del mar.

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MAR QUE TE REINVENTAS CADA INSTANTE: es tu cuerpo el pensamiento mรกs azul que recitaran los luceros nerudianos en el aire.

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ETERNO RETORNO Como quien regresa a morderse una ilusión suspendida en el (a)mar, hoy regresé a nuestra playa a recoger las huellas de tus pies sobre la arena… para el recuerdo. A la orilla de este (a)mar todo es pesadumbre: bajo tus pies, mi llanto.

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VERDE Y PUTREFACTO, el mar embarra el cadรกver de Dios en los corales. Es como si su arrepentimiento estuviera buscando al hombre sin encontrar un hijo que le quepa en los brazos. Desde la orilla de los mares y con los brazos abiertos viene a azotarle el rostro un escupitajo de silencio.

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EN EL PRINCIPIO, las olas crecían con música desde la lira terrible de una hermosa sirena que arrullaba el abismo. Hoy, las olas son una partitura incendiando el cielo. He ahí el crepúsculo.

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LA GAVIOTA ร nicamente la gaviota ha probado la piel de Dios. En su textura conozco el tacto de la nube, el plumaje que acurruca las islas cuando el ciclรณn se levanta dispuesto a extinguirle la vida a este horno caliente.

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POR LAS NOCHES el cielo amansa sus estrellas mรกs candentes en las sรกbanas del mar. Es el canto de las aguas el que hiere la espinosa sed de los desiertos.

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Sร LO UN MARINERO Sรณlo un marinero conoce los nombres que tiene el silencio en medio de la tempestad; sรณlo un marinero sabe que hay demasiado olvido en los ojos melancรณlicos del mar.

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PARA VIOLAR A DIOS Todos los que han padecido desamor viajan en las olas más altas de la noche. Suben hasta el cielo, disfrazados de estrellas y luceros para violar a Dios. Lo penetran de odio, le eyaculan en el rostro su resentimiento, le defecan un corazón nuevo en la boca. Todos los que han padecido desamor están de pie frente a las olas con los brazos como redes de papel, queriendo sostener inútilmente la piel del (a)mar por mucho tiempo.

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LA CONTESTACIÓN ¿Algún día permitirás que el mar se te escurra de entre las manos para aplastarnos a todos? (Dios rompe en llanto. Arranca su lengua, devora sus labios y con sus ojos me pide que guarde silencio y me ponga a observar).

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SUICIDIO POÉTICO FRENTE AL MAR Ahora que estoy frente al mar y que he quemado todos mis cuadernos, me gustaría poder decir que no te extraño. Que puedo estar sin ti. Que cuando te conocí no le vi el perfil a Dios. Que no fui a las bibliotecas a besar tu breve nombre en las tarjetas de los libros que leíste. Que no logré caminar sobre las aguas el día que me llamaste. Que ya nada te une a mi herida. Que no soy triste. Que no escribo estos versos con mi llanto. Que no sangro de furia por los ojos al pensarte. Que ya no como las migajas de tu boca. Que la voz no se me quiebra cuando te pronuncio. Que ya no tiemblo al presentirte al otro lado de los muros. Que ayer no fui a buscarte al mar. Que no grité tu nombre. Que cuando inhalo tu aliento no quema. Que tu piel no es de palomas fugitivas. Que en la vulva no te habita el clima del infierno. Que las estrellas no amanecen apagadas en tus muslos. Que cuando voy al teatro no aparto un lugar por si regresas. Que la salvación de mi alma es otro cuerpo. Que cuando tuve entre las piernas a una puta no la encontré vacía. Que no me siento desgajado de las manos al tocarla a ella. Que ya no empujo el semen desde el cerebro. Que no me pongo a reventar ciruelas negras cuando viene a mis manos el recuerdo de tus pechos góticos. Que no me vengo en la boca de mis musas por miedo a perder la memoria de tu sexo. Que esta mañana no pensé en tu ombligo al hundir mi rostro en una flor carnívora. Que ya no hay polen tuyo astillándome los ojos con crueldad. Que no me siento como un ángel con las alas mal heridas arañando el cielo. Que no paso la tarde meditando la lluvia. Que rondando por el valle de los hongos me topé con otra hada irrepetible. Que la luz de tu mirada ya no hierve debajo de mis párpados. Que te sigues abriendo el vientre para darme a comer de tus entrañas. Que ya no me siento perseguido como la libélula por el sapo infernal. 48


Que en mi cama no reposa el frío lunar de las esferas. Que no me siento como la lluvia que cae sobre el lomo de los gatos. Que nadie jamás alcanzó a palparme el alma. Que no volví a nacer cuando salí de entre tus piernas. Que no llevo un caliente arpón abriendo el pecho. Que el amor no es una sucesión de lágrimas amargas en el paladar de la poesía. Que cuando veo morir el día no pienso en la eternidad que me negaste. Que no camino extraviado en la ebriedad de la noche. Que no jadeo desnudo entre cadáveres dispuestos a la fosforescencia. Que desde que te fuiste mi cabeza no va rodando por las calles de otro mundo. Que el tiempo no te dice en la hojarasca. Que la angustia no me invade como un cáncer. Que mi alma aún es un incendio. Que cuando digo tu nombre no queda incrustado en el aire un perfume de flores letales. Que no estiro las manos como un ciego en busca de tus formas. Que no me topo con navajas de barbero cuando voy hacia el recuerdo de tus labios. Que entre las piernas no llevo un fantasma alcoholizado a la Bukowski. Que extrañarte no es pasarme un lima de hierro por el glande. Que no te espero apoyado de codos en una ventana de niebla. Que no les corto la cabeza a las sirenas cuando voy al mar. Que encontré las pisadas de Dios bajo las hojas secas del Edén. Que el poema que ahora lees no es una prótesis. Que mi alma no es un muñón. Que el amor es un juego divertido. Que un dos tres por mí y todas mis amantes. Que todos los poetas no añoramos el sabor de un buen revólver en la boca. Que cuando digo te amo el revólver no funciona. Que aquellos que se aman se evaporan en el acto. Que Cupido no fue asesinado (que aún hay ninfas masturbándose en sus flechas con ternura). Que no pudo más la bomba que la flecha. Que cuando escribo no rasgo mis muñecas como quien desvena un chile ancho. Que no dejo la piel en las púas de estos versos. Que no saqué a la rosa del poema para darle exilio en ti. Que no soy un escombro tenaz que se resiste a su ruina. Que la muerte no es redonda cuando viajo hacia tus ojos. 49


Que del mar a tus dos nalgas no hay una distancia de naves incendiadas. Que Luzbel no pone su boquita pĂşrpura en mi ano para darme el beso negro. Que no se desangra la rosa al traducir mi llanto. Que no se le cae una paloma al viento. Que yo no soy esa paloma.

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EL PAISAJE EN LA VOZ 2004 __________________________________________________________________________________________________________

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MALECÓN. A la manera de Huerta Uno pierde La Paz El aire limpio y la tez blanca El cálido antojo de irse a asolear a Balandra El Mogote y el derecho a votar por la derecha Uno estudia en la UABCS Con el deseo de la Complutense o la Sorbona Uno camina el Malecón Hasta perder la capacidad de asombro Uno se cansa de que le digan qué decir Y que ha visto muy poco Porque se ha dicho que uno ha visto poca cosa Uno se cansa de Ser Ninguneado en su paisaje Como si el desierto fuera una página en blanco Y nadie alcanzara a escuchar Los desesperados gritos de las olas

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EN UN BAR DEL MALECĂ“N La Musa se acerca a la barra y sonriendo me dice: Para escuchar a Dios voltear una botella de tequila. Afuera el mar, la vida azul que nos inunda de promesas.

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VERANO EN LA PAZ El paceĂąo no toma el sol. Tomar el sol es como dejarse acariciar por la mujer amada. Nosotros somos violados.

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CALLE DE LA BAJADITA La calle es una mujer que llora de su casa al Malecón. Verla pasar es sentir que nos arrastra, que nos expulsa de este desierto. ¿El mar habrá de consolar sus pies descalzos?

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OTRA CALLE, OTRO DESIERTO Uno se gasta las suelas buscando una sombra. Uno sueña con los besos refrescantes de cualquier muchacha. Uno sólo quiere que llueva un poco, mirar un choque y sentirse feliz de no tener ni un Volkswagen en que sentarse muerto.

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NOSTALGIA CON SABOR A PAZ Voy por tu cuerpo como por el mundo… PIEDRA DE SOL

Voy por el Wal-Mart como por Estados Unidos. Llego con una cajera y me quedo mirando la banda que empuja productos: Memoria del arroyo…

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CONVERSACIÓN CON JAVIER MANRÍQUEZ Soy aire. La breve edad de los gorriones. Esta tierra bajo un sol violento y grande. Los desiertos. Los cardones, el agua que nos habla. La procesión de sílabas. El otoño que me enseña a envejecer mientras se baja del guayabo.

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ESCRIBIR ES INCENDIAR 2008 __________________________________________________________________________________________________________

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PRร LOGO Todo pirรณmano ve en la tercera vocal un cerillo. Escribir es incendiar.

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1 Basta pronunciar una letra para incendiar el silencio.

2 Tus labios se apagan si bebes el nombre del agua.

3 El árbol dice fuego hasta perder el habla, la vehemencia de la leña da constancia de la luz. El fuego es esa cara enfurecida de los ciegos.

4 El poema es la ceniza de una hoguera que no hablamos.

5 Digo lumbre i el arbusto de una mueca hace el incendio.

6 Tu carne es un infierno pensativo cuando yaces en la cama. La poesía es una muchacha masturbándose con dedos reflexivos.

7 Mujer de las palabras y las carnes encendidas me contaron tus hermanas que los ojos se te incendian si me ves que tus pechos se endurecen que se erizan tus cabellos que si dices el amor salen gusanos de tu boca que me extrañas demasiado que te sangra la nariz cuando me piensas que el lenguaje se te acaba que tu piel se desvanece que la rosa se evapora que palomas en tu pecho se suicidan que apuñala el corazón que tu llanto eriza el cuero que abandonas a tus novios que pensar que otra me toca te tortura que tu rostro es de cadáver que la pena abre tu llanto que te bebes el veneno que dialogas con el whisky todo el día que el deseo te saca fiebre que en el sexo guardas gritos que te enferma recordar que te emborrachas si me besas que desangras las vocales que le has dado piel al aire que escuchar mi nombre quema que la sed viendo mi boca se te acaba que el orgullo es tu alimento que tus novios son mi sombra son ceniza en dos semanas que conmigo es diferente que aunque pasen muchos años no me olvidas… Confesaron las palabras que decirte sollozar les duele más que la poesía. 61


8 Desnuda i acostada te pareces a un renglón en el que yo he dejado el alma.

9 Lilian se me confunde con la prosa. Libre, libre; blanca, blanca… sin medida pero (diario alma adentro me da) forma.

10 El humo es el alma que sueñan las antorchas.

11 Ella palpa con la vista los naranjos, habla en ave de mañana i cuando canta hace el monólogo del árbol.

12 El pájaro es el grito de la rama.

13 Escribir como se inclina una botella de veneno en la garganta del infante.

14 El limón dice limón hasta que exprime alguien su texto.

15 Froté tus senos en mis labios i surgió esta lengua en llamas.

16 Los poetas aunque hablan nacen ciegos de la voz: no ven lo que están diciendo.

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17 Si la poesía flota, la narrativa camina sobre el aire.

18 Si el decir es aritmético poesía es un sentimiento exponencial.

19 El poema es la vagina que masturbo con lenguaje.

20 Moisés de las palabras el poeta va al cerebro i baja al labio colectivo nuevas leyes del lenguaje.

21 Escupo después de nombrarte i abajo revientan de amor las hormigas.

22 Desnuda te pareces a una estatua que sueña que camina. Abrazarte es caminar, en sentido contrario, entre una multitud.

23 El verdadero poeta no piensa: relampaguea.

24 El f-u-e-g-o es una llama en cada una de sus letras. Decirlo es como abrir las cinco llaves de la estufa.

25 Poeta es aquel que saborea la realidad con el paladar de la palabra. El poeta es el termómetro de su tiempo.

26 Hacerle el amor a la esposa es escribir poesía doméstica. El matrimonio es la burocracia de la sensualidad.

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27 La página en blanco del libro de un joven laureado no es un error de la imprenta, es el bostezo de su inteligencia o el exilio de la luz.

28 Qué daría porque mis premios fueran senos de una musa redondeándome las palmas…

29 A veces beber un vaso de agua es ahogar de un golpe al mundo.

30 Palabra belleza: los ciegos se inventan los ojos con tal de mirarte las letras.

31 Disfraz en que metemos nuestros gritos al desnudo vive siempre el individuo tras su nombre.

32 El verdadero poeta va por caminos que no ha bautizado la lluvia ni el paso ligero del aire.

33 El sol mientras estalla inventa músicas extrañas pero uno sólo escucha lo que el cuerpo en el verano nos traduce de su voz.

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EL ESPEJO EN AÑICOS O NUNCA PODRÁS ESCRIBIR TU NOVELA 2009

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MANUAL DE USO Este texto es un fractal, un poema con el cuerpo fragmentado. Leerlo es mirarlo repetirse a diferentes escalas. Este texto es un fractal, un poema con el cuerpo fragmentado.

Leerlo es mirarlo repetirse a diferentes escalas. Este texto es un fractal, un poema con el cuerpo fragmentado. Leerlo es mirarlo repetirse a

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es un fractal, un poema‌

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La palabra fractal fue acuñada por Benoit Mandelbrot a finales de los setenta, pero los objetos que hoy se aceptan como fractales han sido conocidos por artistas y matemáticos por siglos. Aunque la definición de Mandelbrot, "Un conjunto cuya dimensión de Hausdorff no es un entero", es clara en términos matemáticos no lo es de manera intuitiva, sin embargo se relaciona con el fractal el concepto de la autosimilitud: un objeto fractal tiene autosimilitud en el sentido de que secciones de él son similares al todo de alguna forma. No importa que tan pequeña se tome tal sección, no tendrá menos detalles que el todo. DR. DANIEL MOCENCAHUA MORA

…trataba de rescatar fragmentos, recorría calles y lugares, hablaba con él, insensatamente recogía cositas y palabras; como esos familiares enloquecidos que se empeñan en juntar los mutilados destrozos de un cuerpo en el lugar donde se precipitó el avión… ERNESTO SABATO

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1/93 A ESCRIBANO NOVELO le pidieron que existiera. Una mano lo llenó de signos y con un aliento dulce susurró su nombre. Alguien quería verle el rostro, alguien ansiaba mirarse en su rostro. Escribano Novelo era leído por todas las personas que frecuentaban su calle; sabía que ser mirado es existir. 2/93 QUERÍA llenar el mundo con su imagen, reproducirse hasta ser todas las cosas. Escribano Novelo nació con sed de ser un Alguien, con sed de serlo todo. Era un sujeto que hablaba con todo su ser; que gustaba de mirar el mundo en párrafos pequeños, a la humanidad en el cuerpo de un hombre. Le gustaba creer que al morder una manzana recibían una mordida todas las manzanas; multiplicarse en los espejos y salir de su contorno. Escribano Novelo se cansaba de caminar hacia la derecha (en ocasiones lo hacía por el centro o justificadamente); soñaba con desplomarse como una Babel agotada, no podía dejar de caminar de caminar de caminar… 3/93 UNO sólo se detiene para morir o para esperar la muerte. El hombre es una pluma que fluye sin saber quién la desplaza. Pareciera que uno no camina, sino que es empujado. Novelo solía decir que uno no camina, que más bien la señora Ciudad –la puta señora Ciudad– nos vomita. A Escribano le gustaba poner la oreja en el asfalto, creía que debajo del chapopote la hierba gritaba pidiendo auxilio. A Escribano le dolían estos pensamientos. 4/93 ESCRIBANO era un hombre que se tomaba su papel muy en serio. Cuando miraba a un atropellado se lanzaba al primer coche que veía para comprenderlo desde su carne, cuando veía a un niño con hambre se provocaba el vómito. Escribano quería sentirse vivo. Lamentablemente no podía. 5/93 PODÍA decir ―me duele‖, pero no ser el dolor; podía decir ―tengo mucha hambre‖, sin padecerla. El pobre de Novelo estaba incapacitado para sentir, mas no para decir. Era tristísimo mirarlo. Tomaba la flor, pero su nariz no lograba escuchar el aroma, sólo podía declarar sus cualidades visuales, describirla. Escribano Novelo era un texto nómada, dos palabras combinándose (sin poder ser todas las palabras).

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6/93 SALÍA temprano de su casa para mirar nacer el mundo. Leía a la gente: era capaz de saber si la vecina tenía un buen amante con sólo observar la manera en que barría; leer las arrugas de los ancianos y saber su edad exacta; estudiar un gesto y decodificarlo; entender el discurso muscular de los paseantes; mirar un hilo de agua y conocer su fuente. Escribano Novelo sabía que el pasto es escritura vegetal que Dios dejó sobre la tierra. Escribano volvía literatura todo aquello que observaba. Era increíble sentirse correr por un campo de espigas con sólo mirar cómo pas(e)aba su dedo índice por las cerdas de una escoba. Jamás olvidaré lo que lograba. 7/93 TOMABA la cosa más simple y la llenaba de poesía: era capaz de ahorcar a Desdémona al girar el taparroscas de su soda. Sin duda Novelo era una especie de dramaturgia corporal: redactaba con el cuerpo. El teatro se hizo carne y habitó entre los hombres. Yo tuve el honor de contemplarlo (tú de poderlo pensar). 8/93 ESTE es un pedazo de una imagen hecha añicos, un fragmento de persona, una astilla verbal que se quiere carne, que se busca humana. Todos los pedazos conformaron una vez a un tal Novelo: un ser escrito. Dicen que a su autor se le ha caído de los labios (a ti de los ojos). Cada ojo de la mosca es una mosca que nos mira. Cada fragmentito de novela es Escribano. 9/93 AL LEERME me estás desangrando, tu mirada es un cuchillo que me filetea, una mandíbula que me reduce a trocitos (pero cada trocito sabe a lo mismo que sabe el filete completo). ¿Has sentido en un poro de tu piel los placeres del mundo? El hombre no necesita la totalidad de su carne para ser, con un sólo dedo podemos experimentar la violencia sensorial del océano. El valor del hombre está en su capacidad de no ser (tan sólo) su carne. Para tomar el fruto: volvernos rama. 10/93 LA PÁGINA en blanco es un esqueleto, cada letra es un gramo de carne que la quiere hacer sensible, que la quiere convertir en una extensión de sus autores. ¿De qué me sirve mi cuerpo si tú no lo miras? Yo tengo mano hasta que usted me saluda de mano. Por favor lea estos fragmentos y diga que son una persona encerrada en una cárcel de celulosa. 11/93 Y ERA ESCRIBANO un verso en prosa convirtiéndose en novela, un gusano al que le escriben alas de mariposa a los costados, una cifra que deja de existir cuando se olvidan estas hojas, un capítulo de pocos caracteres, un dictado que es como un andar sobre una barda. ¿Qué hay después (y antes) de ella?

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12/93 ME MIRAS y me miras como palpando tu propio cuerpo. Si dejas de mirarme desaparecerás junto conmigo. Uno saca de los libros lo que trae por dentro. Es hora de que lo sepas: cada letra de este texto es una célula tuya. Yo no escribí nada, sólo te puse un espejo que hoy te divide en capítulos. Al leerme te encontraste: eres sólo este montón de letras ordenadas. 13/93 ESTO no es una novela, es un brote pequeño de pasto que cubrirá poco a poquito este desierto que unos llaman hoja en blanco o continente. Leer estas líneas es pisar el pasto. El pasto sucede bajo tus pupilas. 14/93 LA VOZ de Escribano Novelo era semejante a los destellos de una estatua bajo el sol. Quien lo escuchaba amanecía, su aliento animaba las cosas. Dicen que Escribano era la sombra de su Autor. 15/93 NO. No estás leyendo una cuartilla. Estás mirándote las líneas de la mano. El destino te está esperando al otro lado de la hoja. Novela eres Tú. 16/93 TE TOPAS con pared si pongo un punto, te tropiezas si pongo una coma; si caminas hacia atrás estás borrándome esta línea (¿participas en el texto o sólo escuchas y te callas?). Me llamo Escribano Novelo, y consigo leer quién pasó por aquí al contemplar una huella. Las cosas nos transportan a otras cosas (la caída de las hojas nos indican el otoño); esto significa aquello: mirar la bota es mirar el pie; la pluma nos lleva a la mano; la tina (mirar la tina) nos mete en el agua. Me llamo Escribano Novelo y te haré novelista. 17/93 NO QUIERO darte relato por liebre. Juro que quise escribir una novela. El pinche cabrón de Novelo se quedó callado, no le interesó sacarme del apuro. Le habría bastado desnudarse o abrirse una vena. Cansado estoy de leer mamotretos donde el personaje se gasta su par de cuartillas intentando levantarse. Novelo es un par de palabras que se negaron a ser novela. 18/93 INÚTILMENTE emprendí mi viaje por el cuaderno. Me obligaron a permanecer inmóvil (no me arrancaste de la página ni me leíssste en voz alta). Escribano Novelo fue muerto y enterrado en una frase como esta. No hubo OjOs de lector que tropezaran con sus quince letras.

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19/93 YO LEVANTÉ esta ciudad que contemplas. Hace unas hojas fue lote baldío. Las cosas que construyo son el sueño de mis manos. Al mirar esta hoja tú ves lo que dice. Yo lo que pudo decir. Tu mirada es el sol que esta zona invernal necesita. Por fin has habitado mis palabras. El párrafo se desmorona conforme lo vas leyendo. 20/93 DESPUÉS de mucho escuchar mi nombre pude existir. Cada letra de mi nombre es una parte de mi cuerpo; quitarme una letra es mutilarme. Escribano Novelo requiere sus letras para existir, para ser nombrado. Si Escribano se vuelve famoso en su nombre cabrá esta novela. 21/93 ESCRIBANO escribió muchas veces la palabra fuego para que te quemaras (a veces odia a sus lectores): fuego fuego fuego… Pero tú caminaste sin quemarte. Las palabras no se salen de sus letras para volverse lo que designan; las palabras no sustituyen a los objetos. Pensar un árbol no es estar bajo su sombra. 22/93 ¿QUÉ diferencia hay entre decir ―casa‖ y señalarte una? Escribano Novelo era un tipo que en vez de darte una moneda te escribía la palabra moneda en la palma de la mano. Le encantaba la idea de la fisicalidad de las palabras: a cada ser o cosa le asignaba un gesto que la decía (con muecas representaba conceptos tan abstractos como la transparencia); de esa manera las catalogaba. Muchos teóricos del arte del actor le procuraron, pero fue inútil: el pensamiento no se hace carne. Novelo decía lo contrario. Novelo vivía lo contrario. 23/93 ESCRITO con lipstick su espejo decía: ―La realidad es una enunciación de vocablos precisos‖. Su sola presencia era un comentario mudo, un diálogo epidérmico. Confundía a la realidad con las palabras que la describen. Escribano jamás aceptó que las palabras son las mentiras que dijeron las cosas. 24/93 MI NOMBRE existe más de lo que existe mi cuerpo. Soy más nombrado que visto. ¿Cuántos han escuchado la palabra ―novela‖ y cuántos han leído una? La novela es un relato con aspiraciones de totalidad; para el novelista el mundo es texto (¿inhalamos cuatro letras o inhalamos aire?). Lo que no fijemos con palabras mañana estará perdido.

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25/93 DE TANTO hablarte de Novelo olvidé su rostro. Creo que describir las cosas es irlas dejando por el camino, como si fueran migajas. Se me está terminando la hogaza de pan que sujetan mis manos. Las imágenes de la memoria, una vez fijadas por las palabras, se esfuman. Quizás tengo miedo de perder a Escribano de una vez por todas si sigo hablando de él. O quizás, hablando de otras cosas, lo he ido perdiendo poco a poco. Mala costumbre esta de escribir una novela con un sólo personaje. 26/93 QUERIDO LECTOR: Usted no está leyendo lo que está frente a sus ojos, sino lo que está detrás de ellos. Cuando uno se acostumbra a ver las cosas, deja de verlas. Escribano disfrutaba de los pequeños detalles de las cosas –mil y una veces conocidas–. Diario comía una manzana intentando olvidar cómo sabe. Mañana su sabor será el mismo (se decía), pero yo no lo sabré. Escribano era un sujeto irrepetible. Escribano era mi hijo. 27/93 UNA NOCHE lo arrojé a las llamas porque estaba feo. Debí ayudarle un poco y mandarlo muy lejos en sobre. No lo hice. Una noche lo arrojé a las llamas porque se parecía a mí. Novelo era un escrito no deseado, llegó a mí por equivocación, por ocio, por darle la contraria a los que dicen: ―Jamás serás un novelista. Te falta aliento‖. Ellos dicen aliento, pero yo escucho talento. 28/93 TE MIRO en mis pupilas. Rompo el espejo para hacerte muchos. En cada pedacito de este texto Tú y Yo estamos. El lector no lee capítulos, contempla una boca, una nariz, una ceja… Juntas forman una cara. Cuando salgas de esta novela tendrás mi rictus. Yo soy lo que tú eres capaz de ver en mí. Yo soy el sueño de tus sentidos cuando me experimentas. Todo espejo está falseado (lo que llamamos ―imagen‖ es una interpretación). A la hora de escribir llevamos todo lo que vemos a lo que deseamos ver. Eso me pasó con Escribano. 29/93 OBSERVAS esta hoja en blanco, como quien espía a una mujer hermosa desde su ventana. Observas esta hoja en blanco, como quien camina (todo movimiento es ilusión) sobre la nieve con la barbilla pegada al pecho. Observas esta hoja en blanco y ya no está en blanco. La blancura no es la ceguera ni el vacío. Es la suma de los colores. Fue lo primero que le escuché decir. Te recomiendo que observes esta página como cuando observamos con mucha atención a un fantasma para que se disuelva, como un soplo que se lleva el humooo.

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30/93 SU JUEGO favorito: memorizar nombres de objetos, ciudades y muchachas que nunca conocerá (le inventaba una figura a cada nombre). Novelo nunca conoció mujer. Aunque hay quienes dicen que en la palabra mujer caben cinco mujeres. Novelo sí que conocía esa palabra. Era un genio del acróstico, un amante de las letras. Yo no sé cómo lo lograba, pero conseguía que los nombres significaran otra cosa, sin que dejaran de ser lo que supuestamente son. 31/93 ESCRIBANO tenía una frase favorita (para escritores): ―Son más las personas que hemos visto sobre un papel, que las que hemos visto sobre la tierra. Decir las cosas (no) es vivirlas. Vemos el mundo según lo que acabamos de leer (llega un momento en que la mente sólo acepta las fisonomías que ha leído)‖. Escribano (su lucidez) me daba miedo. 32/93 LOS DE NOVELO no eran actos, eran pensamientos. Pensamientos que son actos. Decía que pensar el agua era ser en ella (ser uno con ella). Novelo miraba vino y ponía cara de copa. No sé por qué te digo todo esto; tal vez no soy yo el que lo dice. Leer es conversar con uno mismo. A estas alturas del discurso todo lector (Tú, por ejemplo) es Escribano. 33/93 UNA que otra tarde olía a pacuso. A veces escribía desde las seis de la mañana. Hueles, luego existes. 34/93 Y AQUÍ estás Tú, intentando acceder a una fortaleza asediada de signos. Leer es escalar (yo no le cortaré los dedos al que intente subir esta barda). Al interior verás a un hombre que se mira (con tu rostro) en el espejo. Te reconoces mirando al Otro; en el Otro vacías lo que llevas en ti. Cuando me lees nos estamos mirando; no cierres los ojos, sólo tus párpados nos separan. 35/93 DE LOS DOS personajes: el de arriba (Tú, lector) y el de abajo (Novelo), ¿cuál es el real y cuál el irreal? La realidad es un problema de contexto. 36/93 MIRAS un renglón y luego piensas algo. Ese ―algo‖ lo prolonga. Escribano Novelo es mucho más que esta novela: los personajes vivos se salen de su texto. Las novelas se hacen populares al fluir de boca en boca. Escribir es dejar caer una gota de tinta para que se expanda. Así nació Novelo. Este renglón se rehace a sí mismo leída a leída. 73


37/93 OLVIDO una palabra pero aprendo cinco más, decía Escribano. Cuando uno olvida una palabra, olvida con ella una experiencia, un fragmento de vida. La serpiente deja su piel y continúa (se vuelve el eco de su carne el eco de su carne)… Para nuestro amigo Escribano, conocer otras palabras era entrar a nuevos mundos. A veces uno olvida cosas de manera voluntaria, como sacar la basura (escombros de lo que fui ayer) un jueves por la noche. Un día como hoy, Escribano tiró los espejos de su casa para dejar de pensarse. 38/93 FABRICÓ tantas palabras que tuvieron que matarlo callarlo. En un hormiguero no cabía tanto animal. Escribano abría la boca en actitud adánica. Creía que cada nombre era una especie de arca de Noé vacía que alguien debía llenar. Novelo atiborraba a las palabras de palabras (sabía que la palabra zapato incluye a palabras como suela, agujetas, tacón, lengüeta, ojillos, etcétera). 39/93 NOVELO fue creado a la manera de esas ciudades que son edificadas con la basura de otras ciudades (decía que ir al basurero era revivir nuestro pasado). Novelo es una acumulación de párrafos en busca de sentido, la novela de hasta abajo en la pila de los libros por leer, un pezasrombeca en las manos de un ciego. 40/93 AL MIRAR estas hojas te miro la mente (también escucho la conversación pausada de tu cuerpo). Novelo existe si el lector lo está pensando. El lector existe porque aquí lo nombro. 41/93 CUANDO ESCRIBANO era pequeño me decía: —Yo no le tengo respeto al lenguaje. No lo conozco; no tengo por qué creerle. Ayer se lo recordé, pero me dijo que no era cierto. Por un segundo me hizo dudar. Es difícil dudar de Novelo: es un hombre de palabra. 42/93 —SIGUIENDO los gestos del que tienes enfrente puedes saber lo que está pensando… —¿Qué estoy pensando? —Estás pensando en la respuesta que supuestamente dije. —… 43/93 ¿A QUÉ palabra llegaste por primera vez? ¿Con cuál te irás? Con preguntas como estas Escribano se atormentaba. Por más que lo intentaba no podía recordar su primera palabra. Nunca se lo dije pero yo sí la sabía (¿sobra decirte que la última cierra este libro? La primera la conoces; regresa y verifica). 74


44/93 ESCRIBANO colocaba el oído en mis páginas blancas. Al cabo de un minuto decía escuchar que alguien tocaba muy quedo una puerta. Cuando lo extraño hago lo mismo. No volverá. ¿Es tu corazón o está tocando alguien la puerta? 45/93 UNA VEZ me dijo que la novela debía de escribirse con oraciones abracadabrantes; que cada línea debía de ser un batazo a la nuca de los lectores. Le tenía mucha fe a la noveleta: —El lector no se aburrirá si nuestro texto es contundente —me comentó. Novelo describía el gajo en lugar de la naranja, decía que ver un gajo era ver el todo; cuestión de mimesis y metonimias. De él aprendí lo siguiente: hay palabras que son lupas y lo magnifican todo (sin necesidad de que reflejen una realidad exagerada). 46/93 DESNUDAR a las palabras, reducirlas a su esencia. Las palabras sólo muestran sus vestidos; para saber quiénes son hay que verlas desnudas. ¿Hay algo más desnudo que el silencio? A la hora de querer (y saber qué) decir, la lengua es un pez que miró su carnada. Pareciera que abrir la boca es liberar un rinoceronte. Aquel que me escucha recibe la cornada. La palabra es un golpe que nos levanta del suelo. El que nos escucha sólo escucha lo que esperaba o es capaz de escuchar. El relato no es producto del que habla, es producto del oyente. Leer la palabra ―ciudad‖ es entrar en una. La manera más barata de viajar es sacando un libro de la biblioteca (lugar común). — ¡Vete a dormir, Escribano! 47/93 —UNA palabra se parece a todas las palabras. —¿Te refieres a la palabra ―palabra‖? —No. Pensaba en ―máscara‖. Pronunciar es colocarse detrás de lo nombrado. —Me gusta pensar que la palabra es un embudo. Si te metes a la palabra te lleva a lo que designa. 48/93 HABLAS sin orden: intentas hablarme de un hombre y me arrojas al rostro sus miembros. Redactar no es decir por decir: tu texto carece de antecedentes y de una construcción verosímil del personaje (¿dónde el fenotipo-genotipo, dónde la espaciotemporalidad, dónde el planteamiento, dónde la peripecia, dónde la catarsis?). Lo siento, muchachito, dedícate a otra cosa: ¡NUNCA PODRÁS ESCRIBIR TU NOVELA!

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49/93 LA PALABRA divina bajó a desatarnos las lenguas. Sin embargo, digo ―vuelo‖ y no me voy volando, digo ―pase de mí esta copa‖ y me tengo que beber la copa. La palabra no genera una acción (tan sólo la soñamos). Y el verbo se hizo fraude… El dedo de Escribano está buscándome la llaga. 50/93 NOVELO decía que él era como el Quijote: un hombre delgado de ideas muy gordas. Le bastaba palpar el aire para construir una pared. Novelo era un mimo verbal: encarnaba lo que decía, le sucedía lo que pronunciaba. Escribano era una hoja que caminaba: en un gesto decía una frase. Para Escribano Novelo la palabra es la crisálida de la que saldrá la cosa. —La literatura debe ser una garza con las patitas llenas de lodo. 51/93 ESTÁS caminando este texto. Leer una letra es dar un paso; pasar de palabra a palabra es pegar un brinco. Escribano Novelo habrá de morir cuando se tope con el punto final de estas hojas --y lo sabe--. Tal vez resucite (acción y efecto de convertir un punto final en un punto y seguido. Dejar a la muerte con la palabra en la boca): hay novelas en dos tomos, sagas... Si sientes afecto por él, agrega más capítulos a la novela. 52/93 ESTOY en muchas partes sin dejar de estar aquí. Cada palabra de este libro es un pequeño Yo. Empiezo y termino en la portada y contraportada de mi novela. Estoy en muchas partes, frente a más de dos ojos. —¿De qué hablas? Ni siquiera has sido publicado. —En esas estoy. Deja que me dictaminen y ya verás. 53/93 DECIR es hacer, al hablar uno hace gestos. Escribano hablaba como haciendo cosas (¿te lo dije alguna vez?). Cuando el sol le daba en el rostro fruncía el ceño, como poniendo cara de escudo; decía ―buenos días‖ con su cara de gallo. Ayer lo vi decir ―estrellas‖ con los labios encendidos. Escribano podía volar pronunciando palabras en determinado ritmo y determinado orden. La mirada del lector lo hacía caer (en sí mismo). 54/93 —¿CÓMO conseguir ser inmortal? ¿Cómo lograr que me sigan leyendo aunque los siglos pasen? Los ojos del lector pasarán, pero mis palabras no. Estar escrito es permanecer. Pido piedad a las termitas. Pido piedad a los lectores para este género y sus personajes.

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55/93 TE DECÍA que me disuelvo en la mañana, que camino hasta volverme polvo. A veces volteo hacia arriba y contemplo tus facciones. Decirte que existo es un ejercicio sanísimo. Cuando dejas de mirarme anulas esta extraña sensación de sentirme trasladado. Mi nombre es una caja: si lo lees sale el bufón. ¿Te entretiene lo que digo? Estoy más en la tinta que en mi carne. 56/93 ¿ESTE que escucho eres tú? No. Soy sólo yo dialogando conmigo. ¡Qué terrible soledad esto de ser literatura! Escribir es escuchar a la muchacha que me grita entre los dedos. Soy Escribano y mi oficio es existir. Mi diálogo contigo es de pelota sin pared. 57/93 NOVELO estaba enamorado. No sabía el nombre de la muchacha, dudaba que existiera, pero la pensaba. Más de una vez lo escuché decir que sus pechos eran dos palomas a punto de volar, que cuando pasaba junto a él se le abrían los poros y se ponía a gritar por cada uno de ellos. Una tarde supo su nombre: Blanca. Escribano aseguraba que leer su nombre era sentir que se le salía de los ojos, que olerla era apuñalarse: era su droga; tenía el cerebro podrido de inhalarla, de buscarla en su perfume. A veces la quería decir, pero apretaba la boca por miedo a que saliera corriendo a la oreja de Otro. Su lengua fosforecía al decir su nombre; deletrearla era hacerla pedacitos con los dientes y escupirla. 58/93 NO PODÍA verla seguido. Sin embargo ese detalle no importaba: era un alcatraz. Le bastaba un poco de agua (un roce leve de sus ojos) para estar vivo y de pie. Vivían como dos árboles. Aparentemente separados, pero con las raíces enlazadas. 59/93 SU NOMBRE era un vaso; al decirlo la tomaba. Las palabras eran huellas de sus pies y él las seguía… El aire era el pelo de Blanca; el planeta su discurso; el clima su estado de ánimo; su ropa el paisaje. Tocar una página virgen era tocarla. Ella era imposible, casi incorpórea. Aquellos que intentaban decirla se exprimían la lengua (Escribano arrojaba las tripas al decirla). Besarla era besar a muchas. A Escribano se le evaporaban los labios al pensarla.

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60/93 LA SANGRE se detenía en sus labios cuando nombraba el rojo; ardían palabras amorosas en sus labios. El día que confesó amar a Novelo, lo redujo a cenizas. Cuentan que los labios de los muertos volvían a enrojecer si ella los besaba. Esa mujer parecía canario. Novelo la metió en su página. Nunca la quiso liberar, le aterraba que se saliera de su boca. Dice que se acordaba de ella cuando miraba a los árboles diciendo sus frutos, esas palabras deliciosas para el hambre de los amorosos. 61/93 BLANCA podía recordar el primer rostro del Hombre, aún escuchaba el primer grito del sol. Se le llenaba de luz la cara ante el solo presentimiento del amanecer. Esos detallitos fascinaban a Escribano. En una ocasión me tomó del brazo para llevarme con ella, insistía en que debía conocerla. Él dijo a los cuatro vientos que era la última palabra, que el rojo estallaba en sus pupilas cuando miraba una manzana, que la fruta se salía de su forma para quemar sus ojos, que por la noche olía a tierra húmeda y lo hacía sentir más barro que nunca, que la a-m-a-ba con esas cinco letras, que al rozarlo lo incendiaba, que quien la nombró lo hizo para que el mundo la conociera. Nunca imaginé que la fuera a perder tan pronto. De esa desventura soy el único culpable. 62/93 LAS COSAS crecen por dentro cuando las dice. La conocí conversando con serpientes en una lengua antigua. Hoy hacemos el amor en esa lengua, hoy tan sólo sé sentir en ese idioma. Blanca convertía su lengua en ola para decir el mar. Al repetir esa palabra producía mareas. Blanca era mi lengua: una muchacha contoneándose en mi boca. 63/93 ALGUNOS decían su nombre, pero escuchándolo no la alcanzaba. Tuve que escribirla en mi palma derecha. Me enseñó que nuestro nombre nos enjaula. Jamás podré sacarla de su nombre. 64/93 QUISIERA decir muchas veces tu nombre, pero temo que se vaya lo que me produce decirlo (que se vaya… como se fue el deseo de nuestra carne). Y es que te tuve tanto que dejaste de dolerme; mi boca se iba a otros labios si me besabas. De tanto comer lo mismo, la boca a uno ya no le sabe.

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65/93 COMPARTO contigo su filosofía amorosa (que por cierto, acostumbraba vaciar en los oídos de cuanta parejita miraba en la calle. Llegué a pensar que un día se volvería rico y famoso distribuyéndola en audio casetes y libros): La colocación emocional es un discurso silencioso. En vez de decir ―te amo‖, haz que tu cuerpo experimente la sensación del amor, y sin usar palabras lo estarás diciendo. 66/93 EN OTRA ocasión escribió una carta, que parecía verso de tan bella y breve: Por lejos que estemos, amor: abotonar la camisa que tú me planchaste es tocar tus manos. Llegaré pronto. Quiero escribir(te) una novela. 67/93 LA ENCONTRASTE en mi escritorio y me la hiciste pedacitos. Sólo Tú eres la culpable de que exista esta novela. ¿Por qué te duele tanto que te arroje hacia los Otros? Necesito que Otros vean que yo te veo para saber que estoy mirando. Sin ti soy sólo el niño que dejé sobre una banca, los labios del monte pronunciando piedras, éste que se escucha en el ladrido de los perros, la prisa ciega de mi sangre, un esfuerzo de sudores sin sentido. Para poder hablar de mí dame tu historia. 68/93 SUS OJOS eran muy azules; cuando los abría miraba el mar. Ahogaba a los hombres con sólo mirarlos (sabía que mirar es fluir hacia las cosas). Fui uno más de sus ahogados: me supo desierto y me nombró agua. Juro que no volveré a pronunciar su nombre. 69/93 ES IMPOSIBLE salir de la palabra ―palabra‖. Tanto dentro como fuera de ella todo es palabra. Por más que lo intento no he podido liberarme de esta angustia (¿cómo escuchar la palabra ―pasto‖ sin que me crezca pasto en las orejas?). El silencio mete a todas las palabras en la palabra ―palabra‖ y después la devora. Esto que digo es su eructo. ¿Acaso es el silencio esta espiral que nos absorbe? Una fila de personas esperando su turno en la ventanilla del banco es como una frase, un verso vivo sobre la espera (el mundo es prosa). Soy literatura corporal.

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70/93 DE TANTO mirar las cosas dejé de verlas. Necesito olvidar el mundo para encontrarlo nuevo cada mañana. No deseo ser parte de este mundo, quiero ser ajeno: un visitante de ojos asombrados. La huella que dejé ya no soy yo: es quien la mira. Soy este pie suspendido, la acumulación de todos mis pasos. 71/93 —EL HOMBRE saca cosas de las cosas: de una hierba sacamos un medicamento. El novelista llena este renglón como quien colma de anillos un dedo; de su pluma saca seres y paisajes que lo llenan todo. Me dicen Escribano y soy un desprendimiento de mi Autor (quien es la primera causa), la prefiguración intelectual de su persona. Al mirarme a mí te ves mirándote. El hombre crea las cosas a su imagen y semejanza. Comprendemos al Otro porque somos capaces de ser él sin dejar de ser nosotros. — ¿Por qué te repites? — ¿No ha notado usted que el mundo es círculo? 72/93 ME GUSTA leer cicatrices, reconstruir accidentes. Esto que lees es mi espalda. Los personajes de novela andamos la vida (¡la tinta vida!) como a latigazos. Tus pestañas son látigos para mi carne. Cuando cierras los ojos me laceran. ¿Cuántos capítulos faltan? Por breves que resulten me lastiman. Hazme el favor de terminar. Esta oración es un chorro de sangre. El mundo habla. Aprendamos a escucharlo con los ojos, la piel, el olfato y el gusto. 73/93 —LOS QUE hacen el amor se acarician como evaporándose. Yo intento hacer lo mismo cuando hablo. Diario emprendo el viaje (que es huida), pero inevitablemente vuelvo a mí. ¿No será que mi lector me tiene atado a su cordel? Te he descubierto: como no puedes volar te vas en Otro. Tú mano no me arrancará una pluma más. No seré tu papalote. ¡Deja de hablarle al lector y comienza a contarte tu historia! 74/93 —EL FINAL de las palabras son los límites del mundo. Quedarse callado es cerrar los _j_s, desplazarnos mentalmente por las cosas. En lo que a mí respecta, las páginas de este libro son el mundo entero. Al hablar justifico al que me escribe. Las cosas están dormidas: escribir es despertarlas. Uno se desangra si le susurran al cuello la palabra ―vampiro‖; la letra ―S‖ es una víbora. Dibujo una ―S‖ en el suelo y los ratones no se acercan. Gracias a la relación que existe entre ambas, la palabra es de la misma naturaleza que la cosa. Tú imaginación le otorga imagen a lo que el novelista enuncia. Escribir es ajustar nuestras palabras a las cosas. — ¿Escribes una novela o es un ensayo sobre la novela? —La literatura es un ser vivo que piensa mientras camina.

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75/93 NOVELO (se) exigía demasiado, escribía para el lector que quería llegar a ser. Cuando le pregunté ―¿cómo defines al artista?‖, me dijo: —¿Cómo definir a un hombre que está inventando a Dios? Es inútil hablar con Usted… ¿De qué manera se pueden entender el que estudia al hombre y el que lo ha inventado? Cuando Escribano guardaba silencio no lo hacía porque no tuviera nada que decir, sino porque habitaba todas las palabras. Escribano existió. Yo pude verlo con tus ojos. 76/93 AL IR AFUERA y entregarse a lo que ya no es, llegaba a pensar que las cosas no existían por sí mismas, sino por él que las observaba. Otras veces se miraba hacia dentro y le parecía ser resultado de lo que estaba después de él, después de su cuerpo. Le angustiaba existir sin conocer la causa aristotélica que lo producía. Se aferraba a la idea de que vivir es elaborar una teoría del autoconocimiento. La frase que más repetía en esos casos: —¿Qué me representa como identidad? Más que conocer la realidad quería palparla, realmente palparla; quería su verdad (que es la máxima expresión del conocimiento): sorberla con los poros. En él las palabras del mundo se instalaban. Novelo requería que alguien dijera ―aquí estamos‖, para convencerse de ocupar un espacio en el tiempo. Sabía que vivir es mentirse. —La imagen del lector —aseguraba— es reproducida idénticamente a medida y semejanza de la imagen de mí mismo. Escribir es colocar en cada página un espejo, un espejo que nos hable lo que somos. Apelaba a la plurivalencia: —Cualquier cosa que diga representa algo distinto para cada quien. 77/93 ERA UNA imagen de mi imaginario, una presencia ausente: el sujeto autoreferencial, la fisicalidad de los decires. La soledad de mi finitud. Responsabilizarme de su situación era mi tarea; tuve que hacerlo significar. Escribano es el espectro de mi lógica, la condensación de su orden. Me propuse que fuera cierto aunque nadie lo leyera, que tuviera oído aunque nadie le hablara. Heme aquí conversando con él que es conmigo. Lo arrojo a tus pupilas y me voy con él. En su cuerpo se queda apresado lo que quiero expresar. Su apariencia es mi forma de decirlo. 78/93 EL LENGUAJE traicionó al cuerpo: afirma que están integrados pero no lo toca. El lenguaje nos dejó abandonados en la recámara, pero se tomó la molestia de dejar una grabadora con nuestros refranes favoritos en su voz. Caminar sin un sentido es escribir en un renglón un blablablá. Al movernos sin un sentido, ilustramos el parloteo de la carne. Soy Escribano y mi cuerpo (la manera y forma en que lo distribuyo por las páginas) te dice: novela.

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79/93 EL QUE ME ESCRIBE me apartó de las ideas platónicas para ponerme en práctica. Soy un ser moderno, pero mi sombra se alarga hasta la tradición antigua. De un momento a otro pasé a ser público. El que me escribe está dominado por mí: quiso ser mi dueño y se convirtió en mi sirviente. El auténtico personaje es su propio dueño. No soy una técnica, a mí nadie me domina. Soy la suma de los setenta y nueve capítulos que has leído. 80/93 PIENSO que el ser de lo que pienso es el lenguaje, que en él me configuro para que Tú me sepas. Nadie podrá revelar el secreto del Nombre: los nombres no nos dicen. Nada se salva del lenguaje; todo lo que conocemos está verbalizado. No nos dieron nombre para existir, nos lo dieron para convivir. Hay que dejar de decir las palabras y empezar a hacerlas; leer el nombre y saltar hacia la cosa. Estamos escribiendo la novela de la novela. 81/93 —SI TE ESTOY mirando a Ti ya no soy Yo ni Tú eres Tú: somos Nosotros. Todo lo que miro se parece a mí (mirar es adecuarse a la cosa). Toco la puerta del Otro; se abre y salgo Yo. Hablar es retroceder, mandar palabras de parte mía… Escribano se desesperaba al querer fijar objetos usando letras. Se llenaba de coraje al verificar que el amor que sentía por ―X‖ no dependía de esa palabra. Quería reencontrar el verdadero nombre de las cosas (para poder aprehenderlas). Comentaba que la realidad (realmente) era muda. De escribir una novela escribiría una contranovela. Decía que la palabra era rebasada por la cosa, que el lenguaje es un movimiento que nos lleva fuera de nosotros. Escribano miraba los objetos como si nunca los hubiera visto. La experiencia de tratarlo me dejó este sentimiento: las palabras nos causan dolor. Todo le provocaba estremecimientos. Pronunciaba ―amanecer‖ como encendiendo una lámpara que gasta mucha luz. Creo que al final (las palabras) lo dejaron fundido. Siempre estuvo más seguro de la existencia de los objetos que nombraba que de la suya. 82/93 LAS COSAS conservaban su nombre gracias a la estúpida costumbre. La ciudad de La Paz se seguía llamando así, sin importar que ya no fuera pacífica. Todo era absurdo en el pueblito de Escribano. De tanto repetir nombres los habitantes ya no se reconocían (podía haber más de cinco Escribanos en una sola casita). De repente los nombres dejaron de tener importancia: ya nadie era su nombre; a nadie le pertenecía. Tuvieron que llegar a la penosa situación de olfatearse los traseros para saber quién es quién. El pueblito de Novelo era un pueblito de nombres desgastados.

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83/93 ESCRIBANO era el raro del pueblo, el único que se empeñaba en la imposibilidad; el único que sabía permanecer en el deseo de ser diciendo. De haber leído a Valery se habría salvado: ―Un poema no termina: se abandona‖. Escribano jamás salió de su pueblo; no tenía identidad porque era el mundo (un traductor del mundo). Novelo redactaba porque la realidad le parecía demasiado pobre. Su único dios era el Lector, ese ―rostro desconocido‖. Al igual que Antonin Artaud, escribía para salirse del infierno. Su cabeza era el infierno. Novelo no era escritura, sino su posibilidad (sabía que escribir es intentar explicarse sin jamás lograrlo). 84/93 TODO lo que diga será usado en mi contra. Quiero asegurar mi puesto en este mundo, ser parte de la decoración sin estar sobreañadido. Sé que vivir es buscar el mejor sitio para morir. Cuando encuentren mis huesos sabrán que estuve, reconstruirán mi esqueleto y me tendrán de vuelta. Imposible es salir de las palabras por medio de palabras. Nunca podré ser humano. El hombre dice sin saber lo que dice: no todo es el sujeto. Me llamo Escribano y explico el mundo en mis propios términos (lo degusto con el paladar de la palabra). Hay que enfrentarse al mundo, sacudir sus capas de sentido, aunque después no quede nada (otros vendrán a decir estas cosas de mejor manera). Todo lo que diga es paradoja. Sólo me queda pensar lo que ya está pensado. Las palabras están vivas, son animales extremadamente lentos. 85/93 CAMINO empujando los límites del mundo; extiendo el brazo para sentirme rama; oigo el respirar del suelo con las plantas de mis pies: hago que sangren las cosas. Un objeto que no tiene nombre es un animal desamparado. La palabra mundo no es ni una astilla de lo que es el mundo. La palabra me explica y describe, no me hace. Jamás podré medir la distancia existente entre la cosa y su nombre: yo no soy el punto medio. Camino la cuerda que hay entre rosa y aroma. ros:________________________a... aroma. 86/93 —ESTOY maniobrándote a mi antojo; te arranco de ti mismo para sembrarte en estas hojas. No te recomiendo interpretar directamente estos capítulos aislados: para entender la gota hay que estudiar la historia de la nube, no debemos utilizar la palabra sin saber lo que es y cómo está fabricada. Me interesa saber desde dónde habla el sujeto. Mi mano se mueve sin que nadie la advierta, pero mañana conversará con muchos. Hoy no me ven, hoy no soy nadie: soy un proyecto de persona. Podemos modificar el estado del alma de alguien, utilizando unas cuantas palabras… Escribano se decía todo esto mientras era liberado de mi pluma. Después de mucho meditarlo, el muy cabrón me reemplazaba. No sé si ya sufriste a Paz, pero habitamos el cuerpo de Otro (soy la revelación de la palabra de ese Otro). Escribano intenta distinguir el alcance de los símbolos de mi discurso. Si los estudia se conocerá (¿y habrá vivido?). Escribir es abrir un surco que sólo el Lector puede cosechar. 83


87/93 MI NOMBRE se parece a lo que designa; el signo que me dice es absolutamente cierto y transparente. En mi casa tengo un gato que he llamado justamente así: ―gato‖. Cuando se acuesta coloca su cuerpo en forma de ―G‖. Mi gato hace la síntesis del gato; cuando duerme es metonimia. Cuando voy a nombrar algo nuevo trato de que el nombre tenga cara de la cosa. Cuando digo ―plátano‖ abro la boca (la ―o‖ me obliga a hacerlo) para recibirlo. Hemos perdido la similitud de lo nombrado y su nombre, sólo nos queda utilizar las palabras que aceptamos por consenso imposición. Sueño con una cultura que le pone ―Manco‖ al niño que ha nacido manco, que le pone ―Cecilia‖ a una bebé invidente, que le pone ―Taza‖ al que le falta una oreja… Las palabras imitan a la realidad, pero terminan siendo como los hijos que no se parecen a sus padres. Pienso en un caso contrario, pienso en la palabra ―ranchero‖, que se antoja un señor que nos mira de frente, mientras estira sombrero en mano su brazo izquierdo. Ranchero rima con sombrero, están familiarizados. Hablo y pienso como haciendo un bustrofedón, mi pensamiento es un buey arando. 88/93 OTRA COSA: el objeto debe parecerse a lo que suena (a como suena). Las plantas brotan como escribiéndose en el aire, son escritura vertical. La palabra se hace más fuerte si la llevamos a la voz. Hay una distancia enorme entre leer la palabra ―grito‖ y escuchar un grito. La palabra escrita es femenina, leerla es penetrarla; la palabra dicha es masculina, escucharla es ser cogidos por ella. Todo lo que veo es literatura, mirar es leer. Eso que miro me está relatando algo. Pensar en lo que miro es comentar. Todos los seres y cosas conversan conmigo, guardar silencio es escucharlos (Babel cayendo en mi cabeza). Al beberme una taza de café me sorbo las manos del chiapaneco que lo molió. 89/93 SOY un pie de página en la historia del idioma. El hombre es un texto muy corto que se hizo infinito de tanto someterse a interpretaciones. Si conozco tu nombre y significa lo que eres: puedo manejarte. Mi nombre (como mi rostro) es la etiqueta que señala el contenido. Las cosas son palabras materiales: liguemos el signo a lo que significa (representemos). Todo lo que te digo es la esencia misma de la literatura, ¿aun así escribirás tu novela? Cuando uno escribe se está psicoanalizando. Al igual que en este texto, en el lenguaje no hay un punto de partida. La quijada de Adán hoy es polvo, fragmentamos el mundo en palabras. 90/93 —QUE mi piel esté rojiza y traiga arena en el cabello es un signo de que vengo de la playa; en unos ojos amarillos puedo leer el nombre de una enfermedad. Al leer la palabra ―perro‖ escucho ―in mente‖ su onomatopeya (duplicación del signo). Leer la palabra ―eucalipto‖ es equivalente a olfatear –o mirar– una hoja de eucalipto. Para que un niño entienda la palabra ―perro‖ hay que señalársela: ponerse en cuatro patas, sacar la lengua y ladrar. —¿Algún día empezará(s) mi novela? No intentes enseñarme. Te creé para que me relataras; conozco la transferencia: Tú mueves la mano con que Yo tomo la pluma. 84


91/93 BLANCA: Permite que te diga algunas cosas, permite que te llene de mis huellas digitales: guarda el fósil de mi lengua… ¿Ves cómo me muevo? Si me muevo estoy vivo; permíteme moverte. Si te lleno de mí voltearán esta hoja (que es tu dulce cuerpo) para que vuelvas a empezar. Amo que empieces por primera vez cada vez; amo tenerte por enfrente para luego voltearte; amo quitarte lo blanca y ―vestirte del color de mis deseos‖. Ya es hora. Permíteme meterte en este sobre; engargolarte. Permíteme ganar algún certamen de novela. —Nunca más. Estas palabras no representan tu pensamiento: hablas como me hablaron otros. —¿Cómo decirte algo original? ¿Cómo decir ―esta boca es mía‖? Soy el producto de los que están detrás de mí. –Cierto. Nunca podrás renovar la Novela. 92/93 A VECES pienso que el ser humano inventó los nombres como quien hace hendiduras en el tronco de los árboles para saber volver a casa (la más pequeña de las letras tiene mucha metafísica). A veces pienso y eso sólo me mantiene vivo. El lenguaje vacía el pensamiento migaja a migaja: habría que ser fotógrafo para poder mostrar el pan de un sólo golpe. Cuando muera dejaré de ser lineal, seré luz abarcándolo todo: una página(,) Blanca. 93/93 TE NOMBRARÉ a partir de la impresión que me produzca verte, tu nombre será tu cuerpo en modalidad sonora (sería imposible no pensar tu nombre al mirar uno de tus vestidos). Quiero hablarte y no dejar de hacerlo, porque al decirte te afirmo, enuncio tu existencia, te la atribuyo. Quiero que seas mi palabra, decirme por medio de ti. De alguna forma eres mi onomatopeya. Tu voz es el puente hacia el que te dicta (al hablar mueves la boca como yo la muevo). Me gusta que para decir ―agua‖ pongas cara de vaso, que al escucharte decir ―mar‖ se me vuelva escamosa la piel. Nombras mi ser al decir mi nombre: me dices Autor y automáticamente estás creada. Cuando callas analizas mis ideas como revolviéndote en una red semántica de tu tamaño. A veces sueño que emerges de tu nombre y afirmas que los verdaderos nombres son figuras o una simple sensación: el nombre de un árbol es la forma que tiene, el nombre de tal cosa es su olor (y sólo se puede nombrar oliéndola o haciéndola oler). Pareciera que no podemos mirar lo que no está nombrado, pero tu nombre no me ha sido dicho y yo te veo. Naciste para criticar mi naturaleza de la cual eres una copia; cuando me piensas me estás amando. Dicen que no eres yo pero, ¿cómo no habrías de serlo? ¿No eres acaso la representación del que te lee o escribe? Estás sobre esta hoja… Poco a poco el ruido de tus labios se convierte en frase; dejas de ser un fragmento para ser una novela.

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