RETO 200 PALABRAS 15 DÍAS

(noviembre 2020)

Taller literario FLOTA ENTRE LIBROS IES LA FLOTA

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Índice RELATO GANADOR: Encerrado de Elena Baeza B1B RELATOS FINALISTAS: Lucía de Pablo Pecci E2B La sonrisa triste de Isabel C. Jover E2B Juan y su historia de Selene Parra E2B El pasado está ahí, es hora de mirar hacia delante Ángeles Serrano E2E

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Encerrado Elena Baeza

Miércoles 11 de marzo 2020 Salía del instituto cómo cualquier otro día, caminaba ensimismado en mis pensamientos, inmerso en las canciones preferidas de mi mp3 mientras mis pies bailaban al compás del ritmo que marcaba la melodía; me sentía bien. El pensamiento de Virginia me robó una sonrisa tonta que seguramente sonrojó mis mejillas. Virginia y Elías. Sonaba eufónico a mis oídos, todo mi cuerpo vibraba de felicidad al contemplar la combinación. Amor adolescente, ¿descabezado? Sí ¿inefable?

También. Hacía apenas un par de semanas que empecé a salir con ella, y ya se había convertido en la inquilina favorita de mi cabeza. Sin darme cuenta, el mp3 saltó a una canción algo triste, automáticamente la cambié; aquel era un buen día y nada podía arrebatarle su brillo. Marchando entre sueño y sueño llegué a casa en un abrir y cerrar de ojos. Ni siquiera me paré a saludar a mi familia, entré a mi habitación a dejar mi mochila y a preparar las cosas para la lección de baile de aquella tarde. Me dirigí a la cocina dando saltitos, allí encontré a mi hermana mayor, Felicia, temblando. Apresuradamente, mientras enredaba y desenredaba mechones de su melena azabache, me dijo “la OMS acaba de decretar que vivimos una pandemia mundial”. Me quedé paralizado durante unos segundos, ¿pandemia mundial?, ¡¿de qué estaba hablando?!, por lo visto el día no iba ser tan perfecto como parecía.

Viernes 13 de marzo 2020 Notaba todos mis músculos en tensión, era una sensación tan gratificante cómo dolorosa, el ensayo había sido demoledor. El baile es una de mis pasiones, no obstante, a veces tenemos una relación de amor-odio; él sólo me presiona para que me decida a darle la mano en un contrato que durará toda mi vida, y yo sólo pienso en bailar, sólo baile, sé que me hace feliz, no quiero pensar nada más acerca de él. “¡Elías, siempre tardas un montón en estirar!”, una punzante voz me devolvió radicalmente a la realidad, era Marina, mi mejor amiga. Mientras caminábamos sudados de vuelta a casa, contemplaba su menudo cuerpo caminando a mi lado a la par que sus labios se movían a unas revoluciones vertiginosas. “Tan despistado cómo siempre, blablablá, ¿es que no lo has oído? Blablablá, estado de alarma, blablablá…” cómo si dos cables se uniesen de repente, una chispa hizo saltar los fusiles de mi mente y escuché algo que llamó mi atención. Balbuceé “Marina, ¿estado de alarma de qué…?”, la bajita bailarina me respondió frunciendo el ceño y casi

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escupiendo las palabras dijo, “el gobierno está planteando imponer un estado de alarma ante la pandemia que vivimos”. No sabía exactamente en qué consistía eso, pero no sonaba para nada agradable. La veracidad de esta tal “pandemia” se hacía cada día más palpable.

Domingo 15 de marzo 2020 Debían de ser las doce de medio día, el sol entraba por la ventana de mi cuarto casi gritándome que ya era hora de que dejase de dormitar. Había trasnochado hasta tarde mientras hablaba con Virginia por mensaje; definitivamente, cuando uno está enamorado el tiempo es relativo. Con la cabeza algo embotada y el pelo revuelto me dirigí a la cocina, le di un beso de “buenos días” a mi madre, o como ella dice, beso de casi buenas tardes, y me dispuse a desayunar. Tras devorar velozmente un par de tostadas volví a mi habitación para empezar mis tareas. Intenté concentrarme en hacer los deberes de química, pero la incesante vibración de mi móvil y sus notificaciones hacían que la misión fuese algo ardua. No pude resistir la tentación y agarré ansiosamente el dispositivo; este mostraba una notificación: “3ºB-500 mensajes nuevos”. Ver tal cantidad de mensajes me desconcertó. Curioso, empecé a leer todo tipo de frases por encima: “nos vemos en dos semanas chavales”, “¡no habrá examen de mates el miércoles, bien!”. No entendía por qué no íbamos a ir al instituto aquellas semanas. Mientras me frotaba los ojos, una nueva notificación asaltó mi pantalla: “el Gobierno decreta el inicio del estado de alarma y del confinamiento”. Un nudo se formó en mi garganta; respiré hondo. Deseaba con todo mi ser que se tratase de una pesadilla, que fuesen las once de aquel día y yo estuviese aún en los brazos de Morfeo; desgraciadamente, una pesadilla nunca había sido tan real.

Sábado 28 de marzo 2020 Estos últimos trece días han sido raros. Efectivamente, aquel miércoles no tuvimos examen de matemáticas, y por lo que parece el miércoles que viene tampoco será el día para hacerlo. Ni el siguiente. En mi cabeza tres cifras giraban y giraban hasta casi hacerme vomitar: 72.248 casos registrados, 12.285 altas, 5.690 víctimas. Todo por un bichito que dicen que vino de China. He hecho de todo para intentar evadir los pensamientos negativos: ver películas, jugar a juegos de mesa con mi familia, hablar con Virginia…La echo de menos. A ella, al instituto, a Marina, a la libertad. Justo cuando todo parecía perfecto en mi vida, una nube de incertidumbre ha cubierto el mundo entero; y todos sabíamos lo que una nube del tamaño de esta anunciaba. Tempestad.

Aunque la situación era sobrecogedora, trataba de centrarme en los aspectos más optimistas, tenía una casa en la que resguardarme, una familia que me cuidaba, comida todos los días; en sí, poder estar pisando la Tierra en ese momento era un privilegio del que muchos ya no gozaban. Nunca se sabe quién podría ser el siguiente. Los nervios me negaban el poder probar bocado, así que decidí irme a dormir algo mareado y destemplado. Mañana sería otro día.

Viernes 3 de abril 2020 4

Todo mi cuerpo crujía, mis articulaciones y músculos me estaban echando la broca por haberme olvidado de ellos durante las últimas tres semanas. ¿Cómo iba a bailar sin felicidad? Mi mente, una jaula dentro de otras dos, la de carne y la de ladrillo. Mis ganas por hacer cosas se disipaban tras cada suspiro, no obstante, intentaba mantener la compostura delante de mi familia; mis padres ya tenían suficientes cosas por las que preocuparse, un adolescente en crisis no iba a ser otra de ellas. Felicia, casi desaparecida; salía de vez en cuando a comer algo, cabizbaja. Me partía el alma verla así, pero no era lo suficientemente valiente cómo para pararme a charlar con ella sobre lo que le pasaba. ¿Desde cuándo yo he sido una persona cobarde?, ¿desde cuándo me ha dado miedo hablar con mi hermana sobre nuestros sentimientos?, ¿desde cuándo evito el baile si me encuentro mal? La respuesta era nunca, una respuesta que me frustraba hasta el punto de cuestionarme quién yo pensaba que era Elías, y quién realmente era Elías. Los atardeceres pasaban y mi imagen se volvía cada más borrosa, mi presencia se difuminaba. Temía que no quedase vestigio alguno de lo que una vez creí ser.

Miércoles 8 de abril 2020 Últimamente la crudeza de la realidad de cualquier noticiario superaba a la ficción. Estaba compartiendo el espejo del baño con mi padre mientras escuchábamos el murmullo de una emisora de fondo, he de reconocer que mi rostro lucía algo desaliñado. El vello facial había empezado a crecer de manera poco uniforme por mi barbilla y sobre mis labios. Decidí deshacerme de él con la cuchilla, empecé a rasurarlo con delicadeza hasta que de fondo escuché entre los crujidos de la radio que a partir del 26 de abril la pandemia seguramente mejoraría. Por la emoción, hice un movimiento en falso que provocó un corte en mi mentón, este empezó a sangrar. Era una de las noticias más esperanzadoras que escuchaba desde hacía bastante tiempo.

Después de curar mi despiste con la cuchilla, cogí mi móvil, un mensaje en la pantalla decía: “Marina: ¿te hace una videollamada para mover el esqueleto?

” Sin pensármelo dos veces, me

llevé mi móvil y subí volando a la azotea. El sol se estaba poniendo y su color bermejo sonrojaba las nubes de media tarde. Ver a Marina, aunque fuese por una pantalla, me subió el ánimo, y a quién voy a engañar, echaba tanto de menos bailar…Por un momento no me importó la terrible banda sonora de nuestras vidas, mi cuerpo expresó todo lo que llevaba días reteniendo mientras bailaba. Mi piel erizada y unas lágrimas de felicidad humedeciendo mis ojos fueron la señal de que no todo estaba perdido.

Sábado 18 de abril 2020 La vida durante el confinamiento era una montaña rusa que empezaba a parecer eviterna. Me pesaban los ojos, tenía la boca seca y mi mente deliraba alrededor de cualquier tema que no fuesen los estudios; llevaba horas delante del ordenador haciendo deberes. Nunca me había sentido tan desmotivado durante mi vida estudiantil, cuando una crisis mundial como esta se cierne sobre el 5

planeta, ¿a quién le importa que sepa hablar sobre la literatura medieval? Quería descargar toda mi ira en el dispositivo y lanzarlo lo más lejos posible. Realmente, lo que deseaba era que desapareciese este caótico virus, el ordenador no tenía culpa alguna. Al salir de mi habitación para despejarme, mi madre me interceptó ágilmente y me dio una carta. Reconocería ese tipo de sobre en cualquier lado. La cogí temblando y me encerré en mi habitación; los latidos de mi corazón eran tan potentes que no podía escuchar ni mis propios pensamientos. Miedosamente rajé el sobre y me dispuse a leer su contenido: “señor Elías Gala, debe enviar su solicitud antes de que el mes de junio finalice si desea cursar cuarto en el conservatorio de danza durante el próximo curso” El miedo oprimía mi pecho, la situación que llevaba tiempo evitando se materializaba cruelmente ante mí. Si ni siquiera sabía cómo me iba a levantar de la cama al día siguiente, ¿cómo iba a tomar una decisión que llevaba tanto tiempo torturándome en medio de una pandemia mundial?

Miércoles 29 de abril 2020 Estampé mi móvil contra la cama y grité hasta que me escocieron los pulmones. Había discutido con Virginia y era todo por mi culpa. A medida en que los últimos detalles de nuestra pelea se proyectaban una y otra vez en mi cabeza, las lágrimas caían por mis mejillas de manera violenta. ¿Tan difícil era decirle que me alegraba por el anuncio de la desescalada del confinamiento?

Estaba confuso y de mal humor; la pagué con ella sin motivo alguno. Mientras mi corazón iba a mil por hora, alguien entró en mi habitación; era Felicia. Traía un par de libros que dejó sobre mi mesa, se acercó cuidadosamente, me dio un beso en la frente y me dijo “Creo que te vendría bien leer un poco”. Mi hermana y yo no somos idénticos en ningún aspecto, pero siempre nos hemos parecido en lo general. Excepto en eso de la lectura, ella la adora, yo siempre he sido algo reticente a leer, no obstante, todos los libros que me ha prestado me han transportado a lugares maravillosos. A medida que Felicia se dirigía a la puerta, le pregunté con voz temblorosa “¿Qué tal llevas lo de Alicia?” Me sentía egoísta por no haberle preguntado antes. Ella se giró y con una leve sonrisa dijo “¿Las chicas no son fáciles, eh?” Aunque intentaba mantener una imagen elegante, sus ojos eran melancólicos. Ahí estábamos Felicia y yo, sufriendo por amor en medio de una pandemia. Me pareció cómico lo miopes que pueden llegar a ser nuestros mundos.

Sábado 2 de mayo 2020 Uno, dos, uno, dos. Mi respiración se entrecortaba más de lo habitual, una fina capa de sudor me cubría la cara, las plantas de los pies me pinchaban en cada zancada. Y a pesar de todo, sentía que era la persona más afortunada del mundo por poder estar haciendo deporte al aire libre. Aunque tuviese que llevar la mascarilla, y mi cuerpo se hubiese olvidado de cómo correr correctamente, que el Gobierno hubiese permitido hacer deporte de manera regulada parecía la panacea para todos mis males. Había salido a correr a las afueras de la ciudad, cerca del río; todo bañado por 6

una dorada luz primaveral. Era como una burbuja aislada de la realidad: sin muertes, sin crisis, sin peleas amorosas, sin dudas sobre mi futuro. A veces lo único que necesito es la simpleza de la naturaleza para amansar el caos personal. Correr era liberador, cada bocanada de aire que entraba por mis pulmones sustituía las malas sensaciones que había acumulado durante semanas.

No pude evitarlo, empecé a bailar, a dar piruetas; quería que la naturaleza viese lo bien que me hacía sentir. Tras las convulsiones eufóricas, mi cuerpo me pidió que frenase unos segundos. Sólo podía pensar en lo bonito que lucía el atardecer. Todo era extraño, el mundo colapsando, mi cabeza en las nubes y los problemas desbordándose por doquier mientras me perdía entre las luces del ocaso. Una gratificante sensación de calma afloró en mi pecho. A lo mejor todo era cuestión de perspectiva.

Lunes 18 de mayo 2020 Un par de estrellas iluminaban tenuemente el cielo. Nunca me había dado cuenta de la paz que daba el estar en la azotea por la noche. Una brisa juguetona acarició mi morena melena; así mismo, amenazó con llevarse consigo la carta del conservatorio que agarraba firmemente en mi puño. Por un momento me sentí tentado a dejarla volar lejos de mi vista. En primera instancia había subido al lugar para relajarme, pero era difícil silenciar las continuas voces que susurraban preocupaciones a mi cabeza constantemente. Mientras miraba el oscuro cielo me pregunté cuántas pancartas con el lema “todo irá bien” y dibujos de arcoíris se necesitarían para que todo fuese realmente bien. Soy un poco aguafiestas. No sabía cómo administrar mis sentimientos ante los estragos causados por el virus. Había mucha gente pasándolo mal y no era necesario ir muy lejos para encontrar situaciones así, ¿cómo saldrían a delante los padres de Marina tras haber tenido que cerrar su papelería tanto tiempo? Controlar la sensación de impotencia siempre ha sido difícil para mí. Intenté olvidarme de todo durante unos minutos y simplemente disfrutar de la compañía de la noche. Mi puño seguía agarrando violentamente la carta, temía que la presión agrietase mis venas; por mucho que lo intentase no conseguiría la tranquilidad plena. Una inminente vibración del móvil me asustó, miré la pantalla: “Mamá: cariño, es algo tarde, ve bajando ya” No quería volver a la realidad. Llevaba meses viviendo en un “tarde”, necesitaba un remedio; y pronto.

Domingo 31 de mayo 2020 Acababan de anunciar la sexta y última prórroga del estado de alarma, estaba haciendo una videollamada con Virginia; parecía que la pendiente por la que llevábamos semanas rodando empezaba a decrecer. No pude evitar fijarme en mi imagen proyectada en el dispositivo mientras hablaba con mi novia, lucía algo cansado, las ojeras parecían haberse convertido en tatuajes que empobrecían mi rostro. Me invadió una sensación de alarma al verme así, una sensación que fue velozmente reemplazada por la alegría que me causaba ver los ojos de Virginia achinarse al sonreír. Aunque siendo honestos, lo que más me gustaba de ella era su madurez, podría pasarme 7

horas filosofando junto a ella. De repente, la conversación dio un giro de 180º grados y se tornó algo tensa. Virginia arqueo las cejas en señal de preocupación y dijo con una voz que denotaba seriedad “¿Has decidido qué harás con el conservatorio?” Un sudor frío me recorrió el cuerpo; no me apetecía hablar del tema. Al ver mi reacción, no tardó apenas un par de segundos en añadir “Bueno, lo importante es que sepas que yo te apoyaré tomes la decisión que tomes”, y cambió indistintamente de tema. Agradecí que hubiese sabido leerme tan bien. La conversación se prolongó durante horas, llena de risas y miradas cómplices; Virginia era una persona que me robaba el aliento. Junto a ella el mundo tan sólo era mundo, y la pandemia desaparecía inocentemente durante un par de vueltas al reloj.

Martes 2 de junio 2020 Segundo día consecutivo sin muertos. Parecía que una luz comenzaba a brillar al final del túnel, pero algo me decía que aún quedaba mucho para poder cantar victoria. Por suerte, aquel día sí teníamos algo por lo que poder sonreír y celebrar despreocupadamente. Felicia cumplía 17 años.

Cómo todos los años, me desperté a las 7:55am para ir a felicitarla justo a las 8 en punto; me juego el cuello cada año, mi hermana es un ser terrorífico cuando la despiertan apresuradamente.

En el fondo sé que es nuestra tradición y que le tiene cariño. Tras un día lleno de felicitaciones, llamadas telefónicas y algún que otro regalo, nos dispusimos a tomar la tarta. Una contundente tarta de profiteroles coronada por dos velas en forma de diecisiete permanecía intacta ante Felicia, su sonrisa era forzada. Algo me decía que el momento le agobiaba; unas estocadas de duda y pena atravesaron mi estómago. Por todos era sabido el estrés que mi hermana llevaba experimentando estos últimos meses, el año siguiente cursaría segundo de bachillerato, y temía no estar preparada; ¿cuántos adolescentes estarían viviendo lo mismo que ella? Antes de que me hubiese dado tiempo a parpadear, Felicia ya había soplado las velas. Mis padres se abalanzaron sobre ella en un feroz abrazo, su rostro quedó frente al mío mientras los brazos de mis padres fagocitaban su figura.

Ante su confusa mirada, le guiñé un ojo y moviendo mis labios para que pudiese leerlos dije “todo irá bien”.

Viernes 12 de junio 2020 Los potentes rayos de sol que dificultaban mi visión y las leves marcas de sudor en mi camiseta anunciaban que el verano estaba a la vuelta de la esquina. Mientras bajaba la basura de casa, intentaba imaginar cómo de extraño sería el estío durante una pandemia; la mascarilla que portaba, empapada de sudor, me dijo que no se parecería a ninguno antes vivido. Tras tirar las bolsas al contenedor, emprendí mi ruta de vuelta a casa; por el camino me encontré a dos señores mayores que caminaban juntos charlando. Al pasar al lado de uno de ellos, mis oídos captaron parte de su conversación “estos jóvenes no tienen responsabilidad alguna, si las cosas van cómo van es por su culpa” Me paré en seco. Llevaba oyendo frases cómo aquella durante semanas. Los últimos 8

sonidos primaverales habían sido sustituidos por constantes quejas sobre los adolescentes; ni el cantar de los pájaros, ni el olor a azahar, sólo constantes puyas. Que si los jóvenes éramos unos irrespetuosos, que si atentábamos contra la salud pública…No todos éramos así, también había adultos que hacían la cosas mal. A veces tengo la sensación de que la adolescencia es un limbo por el que todos pasamos, pero que nadie logra entender del todo. Sentía que todo el mundo nos odiaba, que nadie contaba con nosotros. Los constantes bombardeos sólo me causaban ira, para los adultos, los adolescentes o éramos una revolución de hormonas, o ni sentíamos ni padecíamos.

Ellos no eran los únicos que estaban lidiando con una pandemia mundial.

Miércoles 17 de junio 2020 Había quedado con Marina por primera vez tras la cuarentena, había sido imposible verla antes ya que mis padres eran bastante estrictos acerca de la gente con la que quedaba fuera del núcleo familiar. Era reconfortante ver que no todo había cambiado, había cosas que aún seguían ahí; la risa de Marina, su manera de fruncir el ceño. En sí, que nuestra amistad siguiese existiendo había sido un pilar base durante este loco encierro. Caminábamos por la ciudad, algo totalmente ordinario, pero que después de tanto tiempo, a nuestros ojos, era una aventura. Marina empezó a hablar a su particular velocidad, y la mascarilla hacía que me fuese aún más difícil entenderla.

Sin que me diese cuenta, su pequeña mano agarró la mía y empezó a tirar de mí calle abajo, no entendía nada, pero mi cuerpo intentó seguir el ritmo de la carrera. Comenzó a conducirme por callejones estrechos y enrevesados, todo era confuso y empezaba a perder la noción de dónde nos encontrábamos; no obstante, sentía que era un sitio familiar. De repente Marina frenó en seco, lo primero que vi después de tomar el aire fue una figura conocida. Ahí estaba, no podía creérmelo.

Era Virginia. Abracé con toda la fuerza del mundo a mi mejor amiga y salí corriendo hacia a ella.

Sentía que me acercaba hacia la felicidad en estado puro, no quería perder ni un segundo más.

Nos fundimos en un abrazo con el que llevaba soñando meses. El mundo dolió un poquito menos durante unos segundos.

Lunes 22 de junio 2020 Adiós a tercero de la ESO. Mis calificaciones finales eran bastante normales, un pequeño remordimiento me decía que podrían haber sido mejores. Sinceramente, no estaba muy preocupado, durante el confinamiento mis prioridades se reorganizaron, y comencé a ver las cosas desde otra perspectiva, ¿a alguien le importaban de verdad las notas de la ESO para la vida adulta?

Durante la pandemia empecé a concebir la vida como algo tan frágil y fugaz, que ya no tenía claro a lo que debería de darle importancia. En realidad, sí quedaba una cosa a la que prestársela.

Quedaban ocho días para que se acabase el mes, y mi carta de solicitud seguía vacía sobre mi escritorio. Me preguntaba si siempre sería una persona mediocre, si tendría un futuro que valiese la pena junto al baile; realmente, me cuestionaba si tendría un futuro, a secas. ¿Saldríamos de 9

esta? Estos meses habíamos tenido muchas preguntas y pocas respuestas; ya no sabía en qué lugar de mi interior buscarlas. La mayor lección que me había llevado del confinamiento era que todo en esta vida era abstracto; así que pensé “alea jacta est” y me dispuse a rellenar el formulario del conservatorio. Antes de escribir siquiera la primera letra de mi nombre, Felicia irrumpió en mi habitación “¡Elías vamos a llegar tarde, muévete!” No tenía ni la más mínima idea de a dónde llegábamos tarde. Dejé el papel en blanco sobre la mesa, y salí corriendo de mi cuarto confiando en que no me retractaría de mi decisión y lo rellenaría más tarde. Pues eso, “alea jacta est”.

Sábado 11 de marzo 2028 Mientras pasaba las páginas de aquel cuaderno que escribí cuando tenía quince años, los recuerdos y emociones aparecían de manera intempestiva en mi pecho. No era momento de dejar mis sentimientos a flor de piel. Durante unos segundos, me sentí como el Elías de quince años, nervioso y con el pulso a mil. Volví a guardar mis cosas en el macuto y estiré las mallas que llevaba puestas; no pude evitar pensar en todo lo que había pasado durante los últimos años.

Muertes, crisis, subidas, bajadas, decisiones importantes que tomar; lo habíamos superado. Todo “fue bien”, o no tan mal cómo esperábamos. A medida en que traía tales recuerdos a mi memoria, 2020 parecía haber sido una pesadilla irreal, desgraciadamente no fue así. El confinamiento fue real, las dudas lo fueron, la pandemia lo fue. No era el momento de entretenerme con fantasmas del pasado. Aunque los últimos años habían parecido el principio del fin, yo me encontraba ante mi propio principio. El primer paso tangible hacia mi nueva realidad. Intenté respirar calmadamente, relajar mis músculos y dejar mi mente en blanco. El bullicio tras el telón despertaba mis instintos más primarios, me moría de ganas por salir; el teatro me esperaba. Un técnico que estaba cerca de la salida nos gritó “¡a escena, vamos!” Comencé a correr hacia el escenario junto a mis compañeros a la vez que la música inundaba la estancia. El recital debía empezar, había por fin acabado todos mis encierros.

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Lucía Pablo Pecci

Capítulo I. Déjame contarte una historia de una chica, una chica que soy yo.

Ahora tengo 18 años, vivo en Murcia, España. Me gusta escribir y estar con Kiko, mi perro, mi fiel amigo. Realmente es mi único amigo, ya que el resto se fueron yendo poco a poco por circunstancias ajenas a mí, aunque tampoco me importa mucho el no tener amigos ya que así me evito que me hagan daño. Tengo compañeros de la escuela con los que me llevo bien, pero no es lo mismo. No me entienden yo soy diferente al resto, no me gustan las mismas cosas que a los chicos de mi edad, a mi me gusta el heavy metal, quiero dedicarme al arte, mi mayor afición y no quiero ser un borrego, me refiero, quiero ser una pionera, como Freddie Mercury o como Elvis Presley. Quiero dejar huella en la humanidad, quiero que nadie me oprima, quiero ser libre.

Ya me han oprimido en varias ocasiones y a los 10 años decidí que nadie nunca más iba a hacerlo.

Yo soy una chica trans, es decir, biológicamente soy un chico, pero realmente soy una chica, nunca me ha molestado, lo dije a los diez años y me sentí más libre que nunca. Fui muy valiente, ya que sabía que habría gente que me iba a rechazar y así fue. Así fue como perdí a mis dos amigos Raúl y Laura. Sufrí mucho por aquello les quería un montón, eran mis compañeros desde siempre, nos queríamos como prácticamente como hermanos, y es muy duro perder a un hermano.

A pesar de lo que se pueda pensar, eso no es lo que más me dolía, me dolían más los gritos de dolor de mamá, sus moratones y heridas, incluso me dolían más que los míos. Esas heridas, esos gritos, todo ese dolor lo causaba una persona muy cercana. Una persona llamada Mario, yo le llamaba así ya que le odiaba tanto que no era capaz de referirme a él llamándole papá. Le odiaba tanto que a veces sólo deseaba que alguien le preguntase a mamá por sus heridas y ella dijese la verdad. Eso era lo que más me dolía, las constantes amenazas, los golpes a mamá, los golpes que yo recibía, el miedo.

Había aprendido a sobrellevarlo, al final te acostumbras hasta a lo malo. A parte, siempre hay que mirar el lado bueno, desde que Mario se aficionó a la bebida, pasaba menos tiempo en casa así que nos pegaba menos veces. Lo malo es que mamá está siempre muy triste. Odio que Mario 11

le haya convertido en lo que es ahora. Ella le conoció cuando tenía quince años, se conocieron muy jóvenes y desde entonces se volvieron inseparables. Lo malo fue que hasta que no se casaron, Mario no sacó su peor lado. No sacó a la luz sus obvios problemas de ira, unos problemas que hicieron la vida de Isabel, una vida imposible.

Aunque a veces lo veía todo negro también había cosas buenas, mamá y papá aceptaron bien que fuese trans, de hecho, el mismo día que lo dije mamá me compró un vestido rojo y morado precioso. Fue mi primer vestido y me hizo mucha ilusión. Siempre que me lo ponía me sentía preciosa, me sentía como una reina, bueno, más bien una princesa, porque para mi, mi reina era mamá, ---- era la mujer más fuerte y valiente que conocía. Siempre se enfrentaba a sus miedos y muchas veces les ganaba la partida. Tenía las ideas claras y yo siempre admiré eso de ella.

Capítulo II. Mi actividad favorita es dibujar. Cuando dibujo me siento libre, me siento única, me siento una artista. En parte porque cuando pintas, técnicamente no hay forma de hacerlo mal, ya que el arte y la belleza son subjetivos. Y para mi, lo que hago es arte, llevo dibujando desde los cinco años y me encanta. Me quiero dedicar a ello profesionalmente, de hecho voy a una academia de arte para dibujar cada vez mejor, ese es mi sueño y aunque sé que es muy difícil no pierdo la fe.

Dibujar es lo único que me hace desconectar. Desconectar de los golpes, de los insultos, de los gritos, del dolor, de ese sentimiento de estar solo contra el mundo, un sentimiento que cada vez se hacía más fuerte, lo mismo que las discusiones, los malos tratos de Mario hacia nosotras.

Era un día nuevo, para Isabel cada día era una nueva oportunidad de que alguien se dé cuenta, de que alguien haga algo de que deje de ser invisible.

Isabel era profesora de infantil, ero lo que siempre había soñado ser, bueno, realmente lo que más deseaba era ser feliz, pero bueno ese era otro de sus muchos sueños imposibles. Hoy era un día un tanto peculiar, ya que tenía una reunión con la madre de Iker, un chico un tanto problemático. Era muy posesivo con sus cosas, y también un poco agresivo, además era el sobrino de Isabel. Y sí, la reunión era con su hermana, una chica que al igual que muchos había hecho a Isabel invisible. La había hecho invisible a base de no querer ver las cosas obvias, a base de pensar “mientras no me afecte a mi, no pasa nada”.

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Hablaron un rato sobre Iker, pero luego se fueron por las ramas y acabaron hablando de Mario.

Mi madre no sabía qué decir sobre él, si le decía la verdad se arriesgaba a que terminase con ella o se callaba como siempre y todo seguiría igual. Barajó las opciones en una milésima de segundo y dijo “le han despedido del trabajo, pero no lo lleva tan mal”. Técnicamente nada de lo que había dicho era mentira, pero tampoco le había contado su realidad. Una realidad que llevaría a otra mucho más desastrosa. La realidad de una madre que no podía más de una mujer que lleva sufriendo maltratos más de quince años sin atreverse a decir nada. Y nunca lo dijo.

Capítulo III. Aún recuerdo aquel día como si fuera ayer, fue un día normal, quitando el incidente. Aquel día me levanté a las siete y cuarto para ir al instituto, mamá me preparó el desayuno y el almuerzo y me acompañó hasta allí. A diferencia de muchos chicos de mi edad, a mi no me importaba que mi madre me acompañase, al contrario, me encantaba que lo hiciese, ya que así teníamos un rato para hablar. Recuerdo que aquel día hablamos sobre la charla que tuvo con la madre de Iker, también hablamos sobre lo que íbamos a comer. Nuestros temas de conversación eran muy variados. Lo único raro de aquel día fue que al despedirse de mi, me dio una carta. Nunca antes lo había hecho, me dijo que la abriese cuando llegase a casa, ni un minuto antes. Ojalá la hubiese abierto en ese mismo instante, habría evitado muchas cosas. Después de dármela me dio un abrazo y me dijo que me quería mucho, muchísimo, súper muchísimo. Esa frase la sacamos de un libro llamado invisible y desde que lo leímos la usamos entre nosotras.

Llegó la hora de que entrase a clase y a segunda hora se me ocurrió la maravillosa idea de abrir la carta en la que ponía: “hola hija, si estas leyendo esto, supongo que ya me habré muerto. Te escribo esto para decirte que eres lo mejor que me ha pasado en la vida, eras mi motivo de levantarme día a día. Lo malo es que ha llegado un punto donde ya no aguanto más. Cada vez es peor vivir con tu padre, cada vez es peor levantarme y simplemente respirar, cada día es peor ver la situación y saber que no hay ninguna manera de cambiarla. Cada día es peor verte y saber que te he decepcionado como madre. Estoy en la azotea del edificio, te lo digo para no denunciéis mi desaparición. Todo mi dinero y pertenencias son para ti, yo que tú saldría huyendo de casa y empezaría una nueva vida lejos de tu padre. Te quiero mucho, muchísimo, súper muchísimo”.

Nada más leer eso falsifiqué un justificante y salí del instituto. Entre lágrimas corrí hacia mi casa, corrí, corrí a más no poder. Mi casa sólo estaba a quince minutos, pero me parecieron eternos, seguí corriendo. En un intento inútil de contactar con ella la llamé. Saltó el contestador 13

automático, la volví a llamar mientras corría hacia mi casa, pero tampoco contesto. Cinco minutos para llegar a mi casa, seguía corriendo aún sabiendo que no llegaría a tiempo, sabiendo que sería tarde, pero no podía darme por vencida, ella no se lo merecía, no merecía morir.

Ya estaba en la puerta, iba tan nerviosa que no era capaz de encontrar las llaves y una vez encontradas no era capaz de abrir la puerta. Conseguí entrar y me dirigí a la azotea, la puerta estaba abierta, al girar a la derecha estaba ella. Fui a abrazarla llorando a más no poder, le miré las muñecas y un mar rojo salía de ellas, no tenía pulso. En ese momento sólo podía pensar en lo mucho que había sufrido hasta llegar a este punto. Maldije a mi padre, se había suicidado por su culpa y la rabia me reconcomía, le odiaba. En ese momento decidí ir a casa de mi tía, no quería estar con mi padre y esa fue la única idea que se me ocurrió, una vez allí llamé pero no había nadie y decidí volver a la azotea y pasar unos últimos momentos con mi madre antes de llamar a la policía. Tenía una expresión pacífica, ya no iba a sufrir más. Nunca imaginé que acabaría así.

Yo creía que ella podía con todo, pero no era así.

Capítulo IV. Tuve mucho tiempo para pensar mientras llegaba la policía, ¿Qué iba a decirles? ¿Pensarán que la he matado yo? ¿Me interrogarán? Y sobre todo ¿Qué iba a hacer respecto a su muerte?

Aunque a esa última pregunta ya le había dado una respuesta, me daba miedo la reacción de mi padre. Pero lo iba a hacer de todos modos, lo había decidido y yo soy fiel a mis decisiones, de denunciaría por malos tratos a mi y a mi madre.

Tenía muchas pruebas y estaba segura de que iba a ganar el juicio, pero llegado el gran día se me presentaron muchas dudas. Mi padre estaba enfadado, no había vuelto a relacionarme con él, después de lo de mamá me fui a vivir con mi tía, la cual había cambiado bastante desde el suicidio de mi madre. Ese acto le abrió los ojos, fue como si algo hubiese hecho “clic” dentro de mi tía. Se dio cuenta de todo lo que habíamos sufrido por culpa de mi padre, se puso de mi lado y me ayudó con las cosas del juicio. Era una persona diferente, porque hay cosas que además de marcarnos, nos cambian por dentro.

Capítulo V

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Hoy, a día 15 de noviembre de 2019, Lucía Sánchez Prior, denuncia a Mario Sánchez Martínez, por malos tratos tanto a ella como a su fallecida madre. Se levanta la sesión, esa es una de las frases que más me ha marcado en mi corta vida. Fue como si el mundo se parase mientras que la decía. Ya no había vuelta atrás. Había comenzado el juicio. Después de cuarenta y cinco minutos de enfados, insultos exposiciones de los hechos y mucho más, el juez dictó la sentencia.

Según el artículo 173 del código penal, las sentencias por malos tratos pueden ir desde los seis meses hasta tres años. En mi opinión, y según las pruebas aportadas por Lucía, le condeno a dos años y seis meses de prisión. Se levanta la sesión.

-¿Pero qué? Todo eso es falso, es injusto, es, es, es usted un asco de juez.

-Mejor ignoro sus insultos y simplemente le pido que abandone la sala antes de que cambie de opinión. ¡Hemos ganado! No me lo creo, por un momento pensé que no lo conseguiría. Han sido los cuarenta y cinco minutos más largos de mi vida. Mi tía se puso a dar saltos de alegría mientras que mi padre nos maldecía. Ya me daba igual lo que el pensase, simplemente era feliz porque mi madre había conseguido la justicia que se merecía, a un alto precio pero lo había conseguido.

Aquella noche, mi tía y yo celebramos el triunfo con una cena en el “Cuatro Caminos”, un restaurante que nos encanta, pedimos chupetón que es nuestro plato favorito y celebramos nuestro triunfo como nunca pensé que lo haríamos. A mamá le habría encantado esto, pero no hay que fijarse en lo que nos falta, ya si sólo nos fijamos en eso, la vida es muy triste.

Capitulo VI Esa noche hablamos de muchas cosas, entre ellas de mi futuro. Yo estudié el bachillerato de artes y quiero ser dibujante profesional. Quiero ser una dibujante famosa. Hacia por tiempo que había empezado a dibujar varias ilustraciones y cómics. También he hecho algún diseño para páginas Web. Pero lo más importante era lo de los cómics. Había dibujado alguno de SpiderMan, de Flash, pero el más importante para mi era uno llamado “las tres enredaderas”. Era un cómic un tanto peculiar, el protagonista es un chico llamado Enzo que tiene tres enfermedades: depresión, anorexia y ansiedad y narra como va superando poco a poco y con ayuda de unos superhéroes llamados Amigos.

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Mi tía está muy emocionada con los cómics y siempre me dice que los publique, pero a mi me da vergüenza porque ¿Quién iba a invertir su tiempo en leer un cómic de alguien no conocido?

Es una estupidez publicarlo.

Capítulo VII Hoy es un nuevo día y mi tía me ha levantado con una grata sorpresa ¡Se va a casar y por la iglesia! Nunca pensé que eso pasaría, ya que mi tía no es lo que se dice muy católica, pero bueno el caso es que quiere que les diseñe las invitaciones y un póster para la boda. Este es el proyecto más grande que me han encargado y es muy importante para mí, ya que el resultado es para uno de mis familiares. ¡Estoy muy emocionada! En cuanto me lo dice, dejo mi café con galletas y cojo la tableta para empezar a diseñar el póster. A todo esto mi tía me ha dicho que cuando terminase el encargo tendría una sorpresa para mí. Eso me llena de intriga y por eso mismo no pierdo ni un segundo en empezar a dibujar. Hay muchas opciones diferentes ¿Lo hago con procreate o con autodesk? ¿Dibujo a su hijo o no? ¿Le dibujo la calva a mi tío? Madre mía, cuantas preguntas en tan poco tiempo. Al final decido hacerlo con procreate, un programa de dibujo muy potente. El dibujo consiste en mis tíos cogiéndose de los hombros mientras sonríen y levanta los pulgares. Es una ilustración un tanto extraña, pero como mis tíos tienen por costumbre levantar el dedo, pues decido plasmarlo así. Ese sería el primer boceto de muchos, en otro boceto dibujo también a Iker jugando con una pelota de fondo, en otro los dibujo bailando y el boceto final es de ellos abrazándose y besándose mientras caen fuegos artificiales.

En mi opinión, es la mejor ilustración que podría haber hecho. A mi tía le encantó, me felicitó.

Estaba tan feliz que me llevo a comer a un restaurante y todo. Después de todas las cosas malas que me han pasado acercarme a mi tía ha sido todo un acierto. Después de comer mi tía se puso a hablar seriamente conmigo, me dijo que se iban a casar porque estaba embarazada otra vez y quería aprovechar que estaba en un buen momento.

Seguimos preparando cosas para la boda: el vestido, los trajes de los chicos, mi vestido, la comida, etc.

Ya es el día de la boda y estoy ayudando a mi tía con su vestido. Es precioso, blanco como la nieve y le favorece muchísimo. Una vez puesto, me preparo para ponerme el mío, es turquesa de tirantes y tiene una larga falda que me tapa los pies. Lo acompaño con unos tacones negros

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bastante altos para no pisar el vestido. Mi tía dice que me queda muy bien, pero yo tengo mis dudas.

De repente mi tía me dice “tenemos que hablar”, al principio me asusto, ya que normalmente cuando alguien dice eso, no significa nada bueno. Aunque esta vez si lo era.

-He publicado tu cómic, “las tres enredaderas”, ya se han vendido cien ejemplares.

-¿En serio? Dios, muchísimas gracias, has hecho mi sueño realidad, te quiero.

Ya han pasado dos años, el cómic fue un éxito de brutal de ventas. He sacado segunda y tercera parte del cómic, y estoy trabajando en la cuarta. He trabajado con Salvador Espín, el dibujante de Deadpool, estoy ganando bastante dinero con los cómics y me he independizado.

Cada sábado le llevo flores a mamá, a ella le habría encantado mi éxito. Papá sigue en la cárcel, pero le falta poco para salir. La tía ha tenido a su hija, y le ha puesto Lucía como yo. Ahora vivo en Madrid y he conocido a muchos amigos ilustradores y estoy saliendo con una chica genial que se llama Noa a la que quiero un montón, nos llevamos genial, le gustan los cómics y es una de mis lectoras asiduas, nos conocimos en la presentación de la segunda parte de mi cómic y desde entonces somos inseparables. Las cosas han mejorado mucho en muy poco tiempo y ahora soy más feliz que nunca.

Al final, lo más importante es no rendirse nunca, porque lo mejor esta por venir.

Fin.

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LA SONRISA TRISTE

Isabel C. Jover Se despertó sobresaltada, no sabía muy bien la hora que era, ni donde se encontraba , poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la oscuridad y alargo la mano hacia la mesilla para coger su teléfono móvil , que siempre hacía las veces de despertador, miro la hora , eran las seis de la mañana, estaba empezando a amanecer un nuevo día y a ella le daba francamente igual, los días eran unos iguales a otros , ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba sin salir de casa y las fuerzas empezaban a fallarle . Se dio un paseo por toda la casa mientras observaba como su madre y su hermana dormían, ajenas por completo a la tristeza que ella sentía.

No se había quejado ni un solo día desde que decretaron el estado de alarma en su país, de la imposibilidad de bajar a la calle, de no poder practicar su deporte favorito y no poder quedar con sus amigos, pero el hecho de que no se quejara, no suponía que por dentro no sintiese un vacío tan enorme que la iba devorando poco a poco y temía que un día ese agujero negro la absorbiera y la hiciera desparecer.

Se sentó delante del ventanal del salón a observar el espectáculo más maravilloso de la naturaleza, el despertar de un nuevo día mientras sus lágrimas caían descontroladas sin saber muy bien porque lloraba, de repente una mano se posó en su hombro: - ¿Sofía hija mía, que haces despierta tan temprano y por qué estas llorando?

- No me pasa nada mami, solo que estoy un poco agobiada por esta situación tan extraña.

Si hubiera podido, Sofía le habría dicho muchas cosas a su madre, le habría dicho que hacía mucho tiempo que levantarse por las mañanas era como levantar un objeto pesadísimo, que muchas veces se miraba en el espejo y no reconocía a esa niña de quince años que le miraba desde el otro lado, que se había acostumbrado a decir no pasa nada cada vez que le preguntaba pero que le dolía todo, la vida le dolía como nadie se imaginaba.

Su madre se sentó a su lado y al igual que ella se quedó atónita mirando como los primeros rayos de luz vencían una vez más a la oscuridad: - ¿Tienes hoy clases online?

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- Si mami, creo que tengo la primera clase de matemáticas a las nueve, voy a aprovechar para repasar un poco ya que estoy completamente desvelada, y si me vuelvo a dormir luego no podré despertarme a tiempo.

- ¿Has pensado que te apetece comer hoy ?, quiero ir al supermercado a primera hora para evitar las colas que se forman, ya no se que hacer para que tengamos un menú saludable y diferente.

- No se mami, cualquier cosa que hagas estará bien, pregúntale a Candela cuando se despierte ya sabes que a mi me gusta todo ella es un poco más ``tiquismiquis´´.

- Desde luego hija no se que hacer para que tu hermana coma verduras, incluso le molesta el pimiento de los canelones y eso que le encantan, Dios mío que cruz tengo con ella.

Cuando su madre se fue, Sofía se quedó mirando el infinito. Ya había amanecido por completo pero la ciudad continuaba desierta, en otro tiempo los bares y restaurantes de la zona ya habrían abierto sus puertas y los primeros trabajadores, aún medio dormidos, se pondrían en marcha para una nueva jornada, ahora solo quedaba ser paciente y esperar que la pesadilla acabase.

Después de desayunar en silencio y arreglarse un poco, Sofía sin muchas ganas se conectó a su clase de matemáticas y lo único que pensaba era en el tiempo que llevaba sin poder ver a sus compañeros, en las risas compartidas, en los recreos, en las charlas con Júlia mientras le enseñaba la última camiseta de moda o el último ``tik tok´´ que había hecho con su prima, todo le parecía ahora muy lejano.

La mañana transcurrió rápida entre las clases, los deberes y ordenar su habitación antes de que se diera cuanta ya le estaba llamando su madre para comer. Cuando llegó a la cocina su hermana ya estaba sentada dando cuenta de un excelente plato de canelones, canelones, hacía ya mucho tiempo que su madre no los hacía siempre decía que le llevaba la mañana entera cocinarlos, entre el relleno, la bechamel y el horno, eran el plato favorito de su padre y desde luego ahora tiempo era lo que sobraba para cocinar y también para recordar.

Con el primer bocado no puedo evitar transportarse a esa época ya muy lejana cuando su padre hacía las comidas mas divertidas con sus chistes y cuando su madre tenía ese brillo en los ojos y esa sonrisa de oreja a oreja que ahora había desaparecido por completo.

Los canelos estaban riquísimos, desde luego su madre era una excelente cocinera, pero a Sofía le dejaron un amargo sabor, el sabor del recuerdo de su padre al saber que ya nunca más volvería a verlo ni podría reírse de los chisten tan malos que hacía. Recogió su plato en silencio y

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rápidamente se fue a su habitación diciendo que estaba muy cansada ya que había madrugado mucho y quería echarse una siesta.

La tarde iba cayendo poco a poco, en circunstancias normales tendría que haber ido a clase de danza, bailando se olvidaba de todo, sabía que nunca sería una excelente bailarina pero la verdad era que eso no le importaba. Durante esas dos horas que duraba la clase podía volar a cualquier lugar del universo y dejar que el movimiento la envolviera por completo.

Los primeros días de confinamiento intentaba mantener las mismas rutinas y los días de clase de danza se colocaba sus mallas y bailaba en su habitación, pero por supuesto no era lo mismo, faltaban los cotilleos con sus compañeras, los piques con las amigas…, así que poco a poco había dejado de bailar en su habitación y solo miraba por su ventana las calles desiertas.

Cada día era igual que el otro, a veces el tiempo se paraba y el día parecía no acabar nunca y en cambio otros días pasaban con tan rapidez que parecían ser uno solo, ya no existía los fines de semana, ahora solo existía mañana, tarde y noche de una pesadilla interminable. Antes de que se diera cuenta de nuevo su madre le llamaba para cenar y así trascurría un nuevo día de encierro en la vida de Sofía.

Al día siguiente durmió mucho más de lo habitual por la noche tuvo muchas pesadillas, una vez más soñó con su padre, en el sueño iban cogidos de la mano por parís, como en aquel viaje que hicieron antes de que su padre enfermara, caminaban por las calles comiéndose un crêpe y el chocolate le manchó el abrigo, ella se puso a llorar en parte por el abrigo manchado, pero sobre todo porque se dio cuenta de que estaba dentro de un sueño, que pronto despertaría y su padre ya no estaría con ella: -

Abrázame fuerte papi, abrázame fuerte no quiero que te vayas nunca de mi lado, quédate siempre conmigo por favor.

-

No te preocupes cariño, no tengas miedo yo siempre estoy contigo, aunque no siempre puedas verme, yo voy siempre cogido de tu mano acompañándote a todos lados, aunque no me puedas ver estoy ahí.

Despertó sintiendo la presencia de su padre aún junto a ella, le gustaba mucho soñar con él aunque no le gustaba tanto despertarse y ver que ya no esta ahí, los primeros meses después de su muerte soñaba casi a diario con el y siempre despertaba sobresaltada y angustiada, ahora que habían pasado más de tres años le sorprendía aún recordarlo por las noches con tanta calidad como si estuviera vivo y casi que podía notar en el sueño su olor.

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Era sábado, hoy no había clases virtuales, en las noticias todo seguía igual, solo se hablaba de virus, contagios, la curva y un gran número de muertos .Sofía imaginaba con gran tristeza como serían los días de esos enfermos en el hospital separados de sus familias sin poder coger la mano de un ser querido que le transmita un poco de consuelo, siempre que ella tenía que ir al médico iba en compañía de su madre , siempre que había despertado con fiebre o dolor de barriga su madre estaba con ella para calmarla y darle seguridad y sentía una gran pena en pensar en estar ingresada en un hospital rodeada de médicos o enfermeros envueltos en esos trajes de astronauta.

Cada noche salían a aplaudir en compañía de su madre y de su hermana, no solo era un modo de agradecer a los médicos y personal sanitario por el esfuerzo enorme que estaban haciendo poniendo en riesgo su propia vida para salvar a los demás como verdaderos héroes, también era un modo de sentirse unida a sus vecinos, a sus amigos… el sentimiento de pertenecer a una comunidad.

Aún le seguía impresionando ver las calles desiertas y eso que ya llevaba más de un mes encerrada en casa, se quedó mirando como una chica de su edad paseaba a un perrito de raza Golden de color blanco, el perrito corría detrás de una pelota de tenis que su dueña le lanzaba y de nuevo la dejaba en sus pies para que se la volviera a lanzar en un juego infinito, él jugaba sin saber de las preocupaciones que en este momento teníamos los que le observábamos desde la ventana, después de varios lanzamientos más emprendieron juntos el camino de vuelta a su casa.

Transcurrieron unos días más de rutinas, deberes, clases online, hornear bizcochos e incluso un día se atrevieron a convertirse en panaderas y hacer un delicioso pan con pasas y nueces que acompañaron con queso y que les aporto un momento de felicidad en la familia.

Pero de repente un martes, una noticia inesperada vino a romper con esa rutina que entonces le pareció incluso buena, la abuela Emilia había ingresado en el hospital por coronavirus, y lo que parecía que solo ocurría en las noticias se hizo realidad en su propia familia.

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Hacía mucho tiempo que no veían a la abuela Emilia, ya que vivía en otra ciudad y aunque era bastante mayor aún vivía sola puesto que era independiente y le gustaba disfrutar de su tiempo libre, todos los viernes le gustaba ir al cine con sus amigas de la iglesia y nunca decía que no a un viaje que organizaban la asociación de amas de casa de su ciudad para visitar nuevos lugares.

Vivía una vida tranquila y apacible, la muerte de su hijo, mi padre, a causa del cáncer le rompió el corazón y se lo rompió literalmente ya que empezó a tener problemas de corazón a los pocos meses del entierro, sin embargo, con una correcta medicación y vida sana había conseguido recuperar las ganas de vivir y aunque nos decía que cada día se acordaba de nuestro padre y rezaba por él, el recuerdo de su hijo ya no le dolía tanto como antes más bien le acompañaba y se sentía segura de tener un ángel en el cielo tal y como ella decía.

A Sofía le hubiera gustado poder acercarse al hospital a ver a su abuela y llevarle un ramo de sus flores favoritas, las margaritas, poder coger su mano y decirle lo mucho que le quería y que no tuviera miedo que ella le cuidaría y que al igual que se recuperó de la operación de corazón también se recuperaría de este maldito virus y bajarían juntas a tomar el sol en una terraza mientras se tomaban su desayuno favorito, un buen plato de churros con chocolate.

Del hospital apenas llegaban noticias, lo que hacía que toda la familia estuviese muy nerviosa, el teléfono no paraba de sonar, llamaban las tías, los tíos, los primos, las amigas de la abuela Emilia, todos querían saber el estado de la abuela.

Sofía deambulaba por la casa como un fantasma, no dejaba de pensar en su abuela, lo sola que se sentiría, Sofía no quería comer y su madre tampoco tenía muchas ganas de cocinar, estaba sin fuerzas, ahora improvisaba cualquier bocadillo de algún embutido ya que no tenía la concentración necesaria para elaborar una receta en condiciones, si al menos hubiera podido salir a dar un paseo se hubiera podido relajar un poco pero en esas circunstancias la casa se le caía encima, durante el aplauso de las ocho de esa noche las tres estaban más emocionadas que de costumbre, mientras aplaudían las lagrimas se iban cayendo sobre sus mejillas, esa noche el aplauso iba dirigido a su querida abuela y a los enfermeros/ médicos que le estaban cuidando. Después de aplaudir cada una se fue a su habitación sin ganas de nada solo de descansar y esperar a un nuevo día, solo 22

esperaban que se hiciera un milagro y no tuvieran que despedir de esa manera a un miembro de su familia.

Pero el milagro no ocurrió y al día siguiente la tía de Sofía llamó a su casa para darles la mala noticia, la abuela había fallecido ya que no había podido superar la neumonía que el coronavirus le había causado. Sofía se abrazó fuertemente a su madre mientras lloraba buscando consuelo mientras su hermana salía de la habitación y al verlas abrazadas y llorando ya supo que las noticias no eran precisamente buenas.

En circunstancias normales lo siguiente hubiera sido preparar el funeral de su abuela, sin embargo como no se podían reunir con otras personas decidieron realizarle un homenaje.

Cada una de ellas contó las anécdotas más divertidas de la abuela Emilia, el día que salió en zapatillas de estar por casa y en pijama a la calle, como les daba dulces a escondidas de sus padres o cuando fueron al circo por primera vez y la abuela no paraba de reír con los payasos hasta que casi se orina encima, ahora nada de eso podría repetirse ya que ahora no estaba pero les consolaba pensar que ahora estaría con su padre, su hijo al que tanto echaba de menos y que al menos los dos juntos se harán compañía allí donde estuvieran.

Pasaron varios días, la rutina continuaba, seguían encerradas en casa pero las tres habían hecho piña para afrontar la tristeza, se abrazaban constantemente y si un miembro de la familia estaba más bajo de ánimo los otros le animaban. Un día su madre les día una magnífica sorpresa, mientras Sofía y su hermana estaban en su habitación su madre les pidió que cerraran los ojos y que fueran al salón, al abrirlos un pequeño gatito les miraba con la carita más dulce que habían visto jamás, se enamoraron al instante de él y al cogerlo en brazos se quedó dormido en el regazo de Sofía. Ahora tenían que ponerle un nombre y tras mucho dialogar decidieron que el nombre que mejor le pegaba al gatito era Calcetines.

Calcetines era un gatito siamés con uno preciosos ojos azules que no paraba de jugar y saltar por toda la casa, cada noche dormía con una de las hermanas y le encantaba

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comer jamon york y atún, como era tan pequeñito tenían que dárselo en trocitos muy pequeños, también le gustaba mucho tomar un tazón de leche y como era tan ansioso metía la cabeza entera en el bol y se le manchaba la cabeza entera de leche .

Pero como era un gatito tan limpito con su propia lengua se iba limpiando la cabeza poco a poco, jugando con Calcetines los días pasaban muy rápido, era la primera mascota que las niñas habían tenido en su vida y nunca imaginaron que se pudiera querer tanto a un animalito tan pequeño y que les pudiera devolver el cariño que ellas le daban y hacerlas olvidar todo lo malo que habían vivido en los últimos años. Y de repente un día su madre les dijo que ya podían salir a dar un paseo por la calle, recibieron los rayos de sol por primera vez en casi tres meses fue una bendición y las calles se llenaron de niños con sus bicicletas, sus patines, sus balones de fútbol, era como si la vida hubiera vuelto a renacer. Sofía quería sacar de paseo al pequeño Calcetines y hasta le compró un collar de color rojo que sin embargo no se quiso poner, su madre le explico que los gatos son animales muy caseros y no se podían sacar a pasear como a un perro porque a ellos les basta con jugar y correr por la casa.

Poco a poco la vida volvía a la normalidad, Sofía cada vez estaba más feliz, había aprendido mucho en este tiempo de confinamiento, se había dado cuenta de lo que era realmente importante, el amor que sentía por su madre y por su hermana, había sido muy duro despedirse de forma tan repentina de su abuela, pero le quedaba la tranquilidad de que ella había hecho su camino. Y así Sofía aprendió que a pesar de todo hay que seguir luchando y aunque te caigas te tienes que levantar.

Lo que le resultaba sorprendente era que echaba tanto de menos volver al instituto, ya ves ella que constantemente decía: - ¡Ojalá no haya insti nunca más!

Y mírala ahora que al pasar por su instituto cerrado le daba mucha tristeza y solo esperaba que algún día pudiese volver a correr por ese patio con sus amigos y hasta tenía ganas de ver a los profesores incluido al de matemáticas que no era demasiado simpático.

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Y de repente llegó el verano, y con el verano el calor, la vida en la ciudad se hacía cada día más insoportable y por eso se fueron de vacaciones a la costa, a una casita que su madre alquila todos los años en la playa . Desde su ventana Sofía veía el mar todas las mañanas al que no le gustaba demasiado el agua era a Calcetines que se negaba rotundamente a darse un baño y eso que Sofía y su hermana intentaron sacarlo de paseo por la arena de la playa pero el pobre gato se mostraba asustado y temeroso y solo quería volver al apartamento pero las niñas y su madre disfrutaron de unos días de descanso magníficos y al anochecer las tres juntas sentadas en la terraza se relajaban oyendo el sonido de las olas y observando las estrellas, el virus continuaba presente en sus vidas pero habían aprendido a convivir con él, era un poco molesto llevar la mascarilla pero el planeta había pasado por varias pandemias y las había superado así que tenían esperanza en que esta también sería vencida algún día, en septiembre volverían a abrir los colegios y aunque con algunas medidas de seguridad podría de nuevo ver a sus compañeros y sin suda cada uno tendía una historia que contar.

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Juan y su historia SELENE PARRA E2B Juan es un niño de diez años que vive en Etiopía. Todos los días va a un vertedero donde todos los días un camión tira comida. Él va a cogerla para su familia junto con otros niños.

No va al colegio ya que es un niño y tiene que ir a por comida, latas, envases, botellas etc. Luego lo vende al mercado para poder conseguir algo de dinero y de paso, alguna lata de comida que esté en buen estado para tener algo de lo que alimentarse.

Tiene un hermanito de apenas un año y una hermana de nueve años que si va al colegio.

Su padre es un hombre que siempre sonríe a pesar de las circunstancias y se gana la vida como “taxista”. Lleva una moto en muy mal estado y pasea a los turistas por la ciudad, y su madre intenta cuidar a su hermanito pequeño como puede.

Hoy, por ejemplo, Juan ha recogido muchas botellas de plástico y latas. Su familia se ha quedado las latas y él ha ido por la ciudad y ha vendido 4 botellas de plástico. Ha conseguido 75 céntimos con los que ha comprado agua y leche.

DÍA 2 Juan es de padre español y de madre de Etiopía. Pero tuvieron que marcharse porque les perseguía una banda mafiosa. Tiene un amigo que se llama Said con el que juega y comparten sus juguetes.

Hoy ha vuelto a por comida al vertedero. Ésta tarde la gente del pueblo va a celebrar una fiesta. Su tía va a hacer unas galletas riquísimas que les encantan a todos. Su primo Road, va en silla de ruedas, y siempre está con una sonrisa en la cara. Su padre está siempre ahí con él y para él, animándole y jugando. Tiene un avión de juguete chulísimo y le encanta jugar con él y compartirlo con Juan.

Un día como otro cualquiera, Juan estaba jugando, cuando de repente empezaron a tirotear la ciudad y tuvieron que marcharse a otro lugar, dejando la mala vida que poco a poco habían construido, pero a la que ya se habían acostumbrado. Su tío volvió a buscar el avión de juguete de Road, pero jamás regresó. Ahora tienen que buscar comida, pero les resulta mucho más complicado ya que no hay ningún vertedero cerca. Y apenas le venden nada a los puestos ya que no les compran nada.

DÍA 3 Esta mañana ha amanecido nublado con pinta de llover, y efectivamente, ha llovido. La casa de Juan tiene goteras y se les ha colado un poco de agua. Han tenido que poner cubos de agua para que no se mojara la casa.

-Menos mal que no está diluviando- Le dijo Juan a su madre -Sí, menos mal, pero todavía no ha acabado el día y puede que llueva más fuerte, así que prepara más cubos y bolsas- le contestó su madre.

Juan estaba recogiendo bolsas de un basurero, y su padre se le acerca muy serio. Era la primera vez que lo veía tan serio desde que tuvieron que marcharse de España. Su padre tenía una muy mala noticia que darle por la expresión que tenía en su rostro. Tenían que escapar, pero esta vez, solo su madre y su hermanito porque querían secuestrarlo las mismas mafias que querían matarlos cuando tuvieron que marcharse de su país. Juan se quedó inmóvil, no podía creer que tuviera que dejar a su padre y a su hermana en Etiopía, e irse con su madre y su hermanito a una ciudad que él desconocía. De momento, no sabían a donde iban a ir.

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DÍA 4 Ha pasado un día desde que Juan se enteró que tiene que irse del país. No sabe cómo tomárselo y quiere aprovechar la semana que le queda con su familia. También se ha despedido de su amigo Said y de su primo Road el cual perdió a su padre y ahora también lo va a perder a él.

Ha estado jugando y aprovechando todo el tiempo posible. Se siente muy triste porque su hermana apenas ha pasado tiempo con él. Aunque sean sus últimos días, su hermana tiene que ir al colegio y su padre tiene que seguir trabajando, así que apenas ha tenido tiempo de pasar tiempo con ellos. Juan ha estado recogiendo todo lo que ha podido ya que se va y su hermanita tendrá que dejar el colegio para ayudar a su padre y conseguir un poco de dinero, por eso, la quiere ayudar y ahorrarle el mayor trabajo que pueda, que ya se había acostumbrado a recoger basura, comida, objetos para vender…

Lo peor es que la semana que viene es el cumple de Juan y querían celebrarlo juntos, pero no van a poder. Tienen que coger un camión ese mismo día de madrugada e irse.

DÍA 5 (NO) Hoy es el último día de Juan, y ya mañana de madrugada se tiene que ir. Han estado juntos todo el día. Su hermana no ha ido al cole, y él ya recogió muchos envases durante la semana, así que se lo ha tomado de descanso. Han estado paseando por la ciudad, recordando momentos felices de hace años y de sus infancias. Se ha despedido de su primo y le ha dicho que muy pronto se verían, aunque puede ser que eso no sea verdad. Su hermana lo va a echar mucho de menos, y le ha pedido varias veces a su padre si puede ir con ellos.

Es un viaje muy peligroso y arriesgado y al ser mujer tendría más problemas. Cómo su madre, Juan, tendrá que proteger a su madre todo lo que pueda.

Zala (su hermana) estaba muy triste, pero feliz para que su madre y su hermano intentaran tener una vida mejor, para todos.

A las 5 de la mañana del día siguiente se levantó, hizo la mochila con un poco de comida y agua y se fueron en el “taxi” de su padre hacia el camión. Se despidieron, se montaron, y el camión, partió rumbo.

DÍA 6 Primer día de viaje. Juan está muy preocupado por su madre y por su hermanito. Su madre ha decidido, darle leche de su pecho (antes no lo hacía porque eso era de “pobres”) para no gastar los pocos recursos que tienen en este viaje tan largo.

Y su madre, bueno, se ha pasado lo poco que llevan de viaje llorando y sin decir ni una palabra.

Ni si quiera le ha dirigido la mirada a su hijo mayor. Juan está triste y enfadado porque ver a su madre de esa manera, le supera, pero se calla para no empeorar la situación y se va a dormir un rato para despejarse de todo lo que está pasando. Se durmió encima de un saco durante más de una hora. Se le notaba agotado.

Al despertarse, ve a su madre y a su hermanito Kofi, le produce una sensación de ternura y cariño. Por lo menos no tenía que hacer este viaje solo, al contario de otras personas que conocía.

En el “vagón” del camión que les había tocado era de tela y algodón. Con lo cual, estaban cómodos.

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Primera descarga del camión, salen corriendo, y ahora, a esperar a que vuelva a partir.

DÍA 7 Primer día de viaje. Juan está muy preocupado por su madre y por su hermanito. Su madre ha decidido, darle leche de su pecho (antes no lo hacía porque eso era de “pobres”) para no gastar los pocos recursos que tienen en este viaje tan largo.

Y su madre, bueno, se ha pasado lo poco que llevan de viaje llorando y sin decir ni una palabra.

Ni si quiera le ha dirigido la mirada a su hijo mayor. Juan está triste y enfadado porque ver a su madre de esa manera, le supera, pero se calla para no empeorar la situación y se va a dormir un rato para despejarse de todo lo que está pasando. Se durmió encima de un saco durante más de una hora. Se le notaba agotado.

Al despertarse, ve a su madre y a su hermanito Kofi, le produce una sensación de ternura y cariño. Por lo menos no tenía que hacer este viaje solo, al contario de otras personas que conocía.

En el “vagón” del camión que les había tocado era de tela y algodón. Con lo cual, estaban cómodos.

Primera descarga del camión, salen corriendo, y ahora, a esperar a que vuelva a partir.

DÍA 8 Ahora que ya tenían compañía, se sentían un poco mejor y un poco más protegidos ya que su madre era una mujer indefensa. Juan y Aida se han hecho muy amigos y sus padres también.

Estuvieron hablando por un buen rato y descubrió que su madre había muerto y escapaban de una banda. Ellos también iban hacia Europa, así que decidieron seguir este viaje juntos, pasara lo que pasara. Habían jurado protegerse, cuidarse y ayudarse para hacer este viaje más fácil y un poco más divertido. Mientras tanto, el padre de Aida (Amadi) y Kaila también estuvieron conociendo un poco más del otro.

Kaila le estuvo contando la historia del tiroteo, de que tenían una hija más, y su marido. Echa mucho de menos a su marido, con el que había hecho todo juntos desde que se conocieron.

Amadi también extrañaba a su esposa, que murió de una enfermedad, porque no tenían dinero para pagarle las medicaciones, aunque trabajara horas extras, no era suficiente para esas medicinas tan caras.

Todavía quedaban unas cuantas horas para llegar a la segunda parada, pero esta vez, había un edificio donde daban comida y agua a los inmigrantes para ayudarlos a continuar su viaje.

DÍA 9 Después de unas cuantas horas de viaje desde la última parada, finalmente llegaron a su segunda.

Un edificio donde había voluntarios jóvenes y adultos, que se ofrecieron a colaborar y ayudar a los inmigrantes que viajaban en camiones como aquel. El camión paró, y el conductor les avisó que solo iban a estar 20 minutos parados. Todos bajaron corriendo, había unos 150 (aproximadamente) en el mismo camión. Hicieron todos cola, y le dieron a cada uno dos botellas grandes de agua, y unos bocadillos para que aguantaran hasta el próximo lugar donde le dieran comida de nuevo. Para eso todavía faltaba mucho.

Cae la noche, Juan estaba muy asustado, al igual que Aida, ya que era la primera noche de ambos en el camión. Solo se escuchaba a los pájaros, grillos, y al motor. Sus padres ya estaban dormidos porque estaban muy cansados. Él escuchó a su hermanito Kofi despertarse porque tenía sed. Juan no le podía dar leche de pecho, obviamente, así que le dio un poco de agua y se fue a dormir otra 28

vez. Notó como Aida se encogía del miedo y decidió abrazarla. A Aida le encantó notarlo tan cerca, y abrazados, los dos se durmieron.

Día 10 A la mañana siguiente se despertó primero Aida, aunque no se movió porque estaba tan agusto en los brazos de Juan que decidió dormirse un rato más. Una hora después, los levantaron Kaila y Amadi. No desayunaron porque tenían que guardar suministros para aguantar hasta la siguiente parada donde les dieran comida. De repente, estaban los cuatro tan tranquilos y todos notaron pasos en la parte superior del camión. Era una de las etapas más peligrosas. Una banda mafiosa camina sobre los camiones, y van abriendo camión a camión para robar la comida y el poco dinero de los inmigrantes. Se nota que tienen experiencia ya que caminan con total normalidad mientras los camiones siguen en movimiento. Rezaron para que esta vez se pudieran salvar y que no abrieran su camión. Afortunadamente no pasó nada, y todos se salvaron, por esta vez.

Tercera parada, están en medio de un pueblecito donde hay gente que parece que no consiguió terminar este peligroso camino. Esa gente lo llaman, “El camino de la muerte”. ¿Por qué? Porque cada día tienes que alegrarte si una banda mafiosa, diferente a la anterior, no te ha atrapado. Ahora, a esperar para poder subir de nuevo.

DÍA 11 Han pasado dos o tres horas desde que se bajaron de los camiones para que descargaran. En este tiempo a Juan le ha dado tiempo a pensar en muchas cosas. Primero, es su padre y su hermana, ¿cómo estarán llevando todo esto? Tienen todos muchas ganas de llegar a Europa y poder buscar una vida mejor, y en el caso de Kaila y Juan, enviar les dinero a su familia. Segundo, ¿por qué hay bandas mafiosas? Su razonamiento es que están amargados y pagan sus penas con gente inocente, aunque también arriesgan sus vidas, y al final, solo intentan tener comida y dinero, así que los resultados son los mismos que buscan ellos (los inmigrantes). Ya es hora de volver al camión, y seguir la rutina de siempre hasta llegar a la última parada. Después de unas semanas haciendo lo mismo, al fin han llegado al puerto, donde un barco los llevará a Europa. Hay varios barcos con distintos rumbos y países, Juan y Kaila decidieron subirse al de España, porque las raíces del pequeño son de ahí, ya que el padre nació allí. Amadi y Aida se subieron en otro que llevaba hasta Italia, y aquí, se separaron sus caminos.

DÍA 12 Antes de que los barcos zarparan, se despidieron, y Kaila le agradeció por su protección por si acaso les atrapaban, y ellos les agradecieron por su compañía y sus cuidados. Juan y Aida se dieron un fuerte abrazo y ella le regaló una pulserita suya para que la recordase. Y después, zarparon cada uno en direcciones diferentes. Estaban muy emocionado porque estaban casi al final del camino. La parte peligrosa sobre las mafias la pasaron ya y eso les tranquilizaba. Ahora les quedaban unos días para llegar a España donde suponían, que los atenderían una ambulancia y muchos de los servicios que están para ayudar a los inmigrantes. Se encontraron otra familia en el barco con la que compartieron muchas anécdotas, e historias. Ellos eran una madre y una hija, y les contaron todo lo que necesitaban saber, por ejemplo, que ese barco llevaba a Canarias, como muchos otros, o por ejemplo, que iban a tener que estar unos días en el puerto esperando ser acogidos.

A veces, la gente si encuentra vidas mejores, pero otras no. Ya hay muchos inmigrantes en Canarias, ocupando hoteles, y casas, por eso, será más difícil encontrar un lugar y trabajo para alojarse.

Día 13 Último día en el barco. Mañana ya llegan a Canarias. Gracias a la familia que se encontraron, sabían un poco más lo que los esperaba al otro lado. Sin embargo, en la cabeza de Juan habían todo tipo de pensamientos, como por ejemplo, ¿habrá servido de algo este viaje? ¿tendrán su recompensa y conseguirá su madre trabajo? ¿tendrán la misma situación que antes cuando lleguen? De momento no tiene respuesta, pero él tiene esperanzas de que su situación mejore y 29

puedan tener trabajo allí. Durante el viaje en el barco, su madre se puso muy mala ya que había comido lo justo y bebido muy poco para dejarle comida y agua a Juan. Por suerte había médicos y un botiquín de primeros auxilios con medicamentos que salvaron a su madre de que la enfermedad se agravara y tuvieran que ingresaran en un hospital nada más llegar. Juan estaba pensando todas las gracias que le tiene que dar a todas las personas que le han ayudado durante este viaje: a Aida y Amadi, a su madre la primera, a su familia, y a los voluntarios que les daban comida y a la otra familia que se habían encontrado por informarles sobre Canarias.

DÍA 14 Juan se acababa de despertar después de quedarse dormido al pensar tanto el día de antes. Suena una bocina. Es la bocina del barco indicando su llegada al puerto. Están todos ansiosos por llegar y ver que los espera al otro lado. Nada más llegar, les atienden unas personas y les dan mantas y comida. Los llevan a un sitio donde comprueban que están sanos y que no han cogido ninguna enfermedad. Juan ha tenido mucha suerte porque en viajes así se suelen coger enfermedades, pero él no, y eso lo agradece mucho.

Dos días después de estar en el puerto, durmiendo sobre mantas, les informaban que su familia podrá instalarse en una habitación de hotel junto con algunos inmigrantes más, y que ese hotel necesita en la cocina una cocinera. Su madre cocinaba de maravilla, con lo cual, se ofreció para el trabajo. No cobraría mucho, pero lo suficiente para alquilar una casa y comprar comida para dos. Dos días después de solicitar el trabajo, llamaron a la puerta de su habitación para decirles que la habían cogido en la cocina del hotel, y que empezaría a trabajar en tres días. Y así, fue como su madre consiguió trabajo.

DÍA 15 Ya lleva un año trabajando como cocinera de ese mismo hotel allí en Canarias. Tienen un piso alquilado y llevan la vida que siempre quisieron tener y con la que llevan soñando toda su vida.

Juan ha hecho muchos amigos nuevos en el nuevo colegio. Está muy contento con sus profes y con sus compañeros y le encanta la lengua.

Esta fue la carta que le escribió Juan a su familia cuando supo escribir: Hola Papá, hola hermanita. ¡Hemos llegado! Espero que estéis bien con el dinero que os envía mamá todos los meses, y con los juguetes y recuerdos que os compramos. Mi hermanito ha dicho sus primeras palabras y ha dado sus primeros pasos ya. Sus primeras palabras han sido “Zala y Papá” ¿Tierno verdad? Mamá tiene un trabajo como cocinera en un hotel y le va genial. A todos les encanta la comida de mamá. Al final valió la pena todas esas semanas de viajes y de riesgos y peligro. Escribidme como está Road. Os escribiré todos los días y espero que estéis teniendo la vida que siempre soñasteis con tener. Recordad: sueña a lo grande, porque a veces los sueños se hacen realidad, si haces que se cumplan.

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EL PASADO AHÍ ESTÁ, ES HORA DE MIRAR HACIA DELANTE Por Ángeles Serrano Martínez ESO2ºE

Hola, mi nombre es Ana. Actualmente tengo 26 años y ésta es mi historia; mi experiencia con el bullying. Sí, yo también soy una de esas personas que sufrió acoso en el instituto.

Comenzaré desde el principio: después de terminar el colegio, y tras un verano que se me hizo eterno, porque no paraba de pensar en el instituto y de imaginar ese primer día, llegó al fin el momento. Aquella mañana estaba tan nerviosa como entusiasmada. Recuerdo que llevaba unos vaqueros cortos, una camiseta colorida 'hippie', mi pelo rizado alborotado como siempre y mis bambas negras.

Con una sonrisa de oreja a oreja entré al aula A120 de 1ºESO-E, y me extrañé al ver que sólo estaba la tutora en el aula aunque apenas faltaban unos minutos para que comenzara la presentación. Quitándole importancia, y algo más tranquila por haber encontrado mi clase y por tener delante a mi tutora, me senté en la primera fila y la saludé alegremente. Ella me devolvió el saludo y me dispuse a sacar una libreta y un bolígrafo de mi mochilita. Entonces, con mi mejor caligrafía, escribí: "Presentación E-1ºE". De pronto entraron ruidosa y torpemente un grupo de amigos hablando a voces: -Buenos días, os agradecería que bajáseis la voz... Podéis seguir hablando más flojo hasta que toque el timbre, que será el momento en que empezaré a explicaros cosillas sobre el instituto y todo eso-, les dijo amablemente la profesora.

-Lo sentimos profe.- Dijeron al unísono unos cuantos.

Poco a poco fueron entrando más personas hasta que se llenó la clase de alumnos. Sonó el timbre.

-Hola a todas y a todos, me llamo Juana y este año voy a ser vuestra tutora.Comenzó la profesora con voz serena y dulce. Tras presentarse, nos explicó un poco de todo: las normas básicas del centro, nuestro horario, las asignaturas, el nombre de los profesores que nos iban a dar clase…

Ese día fue perfecto, excepto que a la salida vi al grupo que entró a trompicones susurrando entre ellos mirando hacia mí, pero no me importó, en mi colegio en 31

ocasiones también pasaba eso, normal, mi piel es negra como el chocolate puro, soy alta y muy delgada, y que soy chica, sé que eso no es nada del otro mundo, pero no lo aparento mucho por mi pelo corto, que no tengo agujeros en las orejas y que suelo vestir con ropa ancha, pero me daba igual, ande yo caliente ríase la gente.

Los siguientes días transcurrieron con normalidad, bueno, me miraban y susurraban, pero eso era normal, o eso pensaba por aquel entonces.

Un recreo en el que estaba sola como siempre comiéndome el bocata, se me acercó Estefanía, de 2ºD, ella también estaba sola, así que decidimos hacernos compañía en los recreos, era medio bajita, rubia de ojos azules, un poco regordeta y de tez blanca. Me pareció súper maja, la primera persona que era amable conmigo no solo por pena aparte de mi familia. Nos pasamos los recreos hablando sin parar, fue mi salvavidas.

Los susurros fueron incrementando, cada vez había más gente que me miraba y susurraba, en ocasiones hasta me señalaban, ya me estaba mosqueando, pero sabía que no merecía la pena. Al mes de haber comenzado el curso, un chico de mi clase se dirigió a mí y me dijo descaradamente: - ¡Eh tú, cara flaca!, porqué no te vas ya a tu país? Es obvio que aquí tampoco tienes mucho que comer. Me quedé en shock, ¿cara flaca?, ¿vete a tu país? ¿que si es obvio que aquí tampoco como mucho? ¿Enserio? Decidí mirarle asqueada y seguir con mi vida, desgraciadamente, no se quedó ahí la cosa, la misma persona cada puñetero día hacía un comentario parecido, miraba al resto de la clase indicándoles de cierta manera con la mirada que se rieran y estos se reían, sus amigos y la gente que lo idolatraba se reían con ganas, el resto, su risa era la más falsa que escuché en mi vida. Mientras yo los ignoraba, pero sus comentarios sobre mi color de piel, mi constitución, mi ropa y mis notas (sí, aprovecharon que era un poco floja para atacarme) me demacraban cada vez más. Y así es como pasé 1º de ESO, aguantando, tragando y callándome los insultos que me decían.

Ese verano lo dediqué a descansar, pero sobre todo a estudiar mucho para reducir las bullas que sospechaba que el curso siguiente recibiría, tanto deseaba disminuirlos que supliqué a mis padres tener clases particulares para mejorar.

Pronto, demasiado pronto diría yo, comenzó el curso.

No me tocó en la misma clase con el chico que se metía conmigo, pero un amigo suyo, como no, le sustituyó. En cuanto a los estudios mucho mejor la verdad, 32

pero los acosadores se dieron cuenta de ese suceso, así que pasaron de llamarme tonta y cosas por el estilo a empollona, cerebrito, que si las chuletas, ratón de biblioteca… Mi mente no pensaba que fuera acoso, pensaba que solo eran unos insultos y ya. Me hacían polvo, eso sí, pero no quería decir nada para no parecer chivata y empeorar más la situación, lo único que me gustaba del instituto era el recreo, con Estefanía, durante todo el curso fue la única a la que invité a mi cumpleaños, pues no conocía al resto o se metían conmigo, ella no sabía nada de momento acerca del acoso. Superé ese curso igual que 1º de ESO, callándome, fingiendo una sonrisa y un me ha ido bien o genial hoy en el insti cuando mis padres me preguntaban. En 3º ESO, igual, pero pasaron de insultarme a además robarme cosas, cuando iba al baño, me quitaban el estuche o algún libro y me lo tiraban a la papelera, claro, todo esto cuando no mira el profesor o profesora. Había días en los que tenía el periodo, me cogían las compresas y me las tiraban por la ventana, todo un espectáculo en el que todo el mundo se reía menos yo.

Un recreo, Estefanía me preguntó: ¿Estás a favor del colectivo LGBTQ+?.

Y pues lógicamente le contesté que sí. No entendí porque me preguntó eso, me quedé el resto del patio confusa, pero la confusión se desvaneció cuando llegué a clase y no estaba mi estuche sobre la mesa.

Cada día, me hacía preguntas de ese estilo, no sabía porque, pero al ser preguntas

que

daban

mucho

que

hablar,

respondía

y

debatíamos

amistosamente. En el segundo trimestre de tercero de la ESO, mi amiga me confesó una cosa, un secreto; -Ana, Ana, te tengo que contar algo, pero júrame que no se lo contarás a nadie.

-No te preocupes ese algo estará a salvo conmigo. -Respondí con una sonrisa dibujada en la cara, pues solo sonreía cuando estaba con ella.

-Vale, pues verás, me gusta Juan, de mi clase, es súper guapo, listo, deportista… Es el chico ideal. - Me contó con la mirada perdida y sonriente.

Ese momento fue importante para mí pues descubrí que era celosa. La sonrisa se me desvanecía de la cara así que la forcé y le dije: -¡Qué dices!, ¿en serio?, ¿cuándo se lo dirás?

-¿Estás loca?¡no!, seguro que me rechaza.

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Bueno y pues continuamos teniendo la típica conversación de cuando a tu amiga le gusta alguien. El caso es que la convencí de que se lo dijera en San Valentín.

Llegó el día, Estefanía le compró una rosa, le ató una nota expresando sus sentimientos en forma de poema y se la dejó sobre la mesa una vez salieron todos sus compañeros para el recreo. Cuando me contó su plan, un fugáz pensamiento pasó por mi mente que enseguida descarté: ojalá ser Juan. Al día siguiente faltó, eso me dio un mal presentimiento, así que esa tarde la llamé para preguntarle que ocurrió con la rosa y el poema. En cuanto formulé esas palabras rompió a llorar, nunca la había oído llorar, me rompió el alma, me contó que la rechazó de una forma un poco fea frente a toda la clase y que hoy faltó porque le daba vergüenza, la tranquilicé y la invité a mi casa ese viernes para hablar mejor del tema y para poder tranquilizarla no solo con las palabras si no abrazándola también, le pedí que al día siguiente fuera a clase con la cabeza bien alta y sin dirigirle la mirada a ese tal Juan que dejó escapar a un ser tan bueno, divertido, inteligente y guapa como Estefanía. Al día siguiente, hizo lo que le pedí, la vi entrar al patio erguida, con una trenza que le caía por la espalda y con su mejor ropa de diario, además, pasó Juan por su lado y lo ignoró completamente, ¡esa es mi Estefanía!

Ese viernes en cuanto llegó a mi casa, aparentemente estaba bien para disimular un poco frente al resto de mi familia, pero en cuanto entramos a mi habitación y le pregunté como estaba, se echó a mis brazos y rompió a llorar.

La consolé, vimos comedias para que no pensara en el tema, hasta hicimos como un ritual anti-malas parejas o algo así, madre mía lo que nos pudimos reír esa noche. La Fiesta de pijamas que organicé me sirvió para darme cuenta de algo, creía que me gustaba Estefanía, pero como nunca estuve enamorada, pensaba que confundía amistad con amor, así que lo que hice fue meter ese pensamiento en una caja ponerle un candado y meterla al fondo del armario, pues tenía problemas mayores, los que se metían conmigo, se hacían cada vez más grandes, y yo, más pequeña, cada día más que el anterior.

Y de nuevo, llegó el tan deseado verano, calor, descanso, diversión… Pero de nuevo, septiembre,4º ESO, y, pues igual, lo único es que cada día iba incrementando un poco más. Estefanía faltó una semana por gripe A. Esa semana fue la peor de mi vida, en la cual casi me la quito… Sin Estefanía en los recreos estábamos mis pensamientos y yo, así que pensaba, pensaba y pensaba 34

lo desgraciada que era mi vida, que lo único que me hacía feliz fuera la media hora de recreo al día y un rato en casa cuando estaba muy distraída. Entonces, se me encendió la bombilla, vivía en la 5ª planta de un piso, a lo mejor esa sería una forma no dolorosa de morir, además si tenía un poco de suerte, me daría un paro cardíaco antes de llegar a la acera. En fin… En esa época pensaba que no tenía salida, que ya era tarde para salir del tan profundo pozo en el que había caído, así que en cuanto llegué a casa, comí, me metí en mi habitación a escribir una carta de despedida, al inicio de la carta estaba totalmente decidida en que no merecía la pena seguir viviendo, conforme fui avanzando dudaba un poco de mi decisión, cuando llegué al final, envuelta en lágrimas, corrí hacia mis padres a abrazarlos a contárselo todo y a que leyesen la carta, mis padres al principio aturdidos me miraros con cara de desconcierto, al terminar de enterarse de todo lo que sufrí durante 4 dolorosos años rompieron a llorar y nos abrazamos por el resto de la tarde, (no es broma, estuvimos horas abrazados), fue mi madre quien tomó las riendas de la situación y decidió que al día siguiente no fuera, pues hablaría con mi tutor de ese curso. A la mañana siguiente desperté más ligera que nunca, el hecho de haberle contado a mis padres lo que me ocurrió me alivió mucho. En cuanto mi madre regresó del instituto fui corriendo hacia ella para preguntarle que ocurrió, no solo me encontré con ella si no con dos guardias civiles, me sorprendió mucho verlos en mi casa, pero bueno, el caso es que mi madre me explicó que tras explicarle a mi tutor todo lo sucedido y leerle la carta de despedida, este llamó a la guardia civil para hacerme preguntas y que confirme que todo lo que les contó mi madre era cierto. Las invité a entrar, pues eran mujeres, nos sentamos, yo en el sofá junto a mi madre y mi padre y ellas frente a nosotros sentadas en dos sillas. Comenzaron a hacerme preguntas tipo; si sabría decirles cómo comenzó todo, quienes eran los que me insultaban, que tipo de insultos me decían, si me hacían más daño aparte del verbal, cómo me sentía… Y yo, lo solté todo, se me escaparon los llantos, pues revivirlo me dolía, recordarlo todo me hizo pensar… todo lo que hice para disminuir el daño lo empeoraba, yo no tuve la culpa de nada, ni yo ni nadie que haya sufrido algo parecido que yo, NO TENEMOS LA CULPA. También me dí cuenta de lo mucho que cambié sicológicamente hablando, de una chica/ niña segura de si misma a quien le importaba un rábano lo que la gente pensara de ella, a una adolescente insegura, llevando extremadamente cuidado con lo que decía y hacía frente a la gente por miedo a las consecuencias. Tras contárselo todo, me consolaron y me dijeron que lo que me hicieron era un delito y que habría que 35

detener los acosadores y ponerles amonestaciones y expulsión a quienes los seguían. Me quedé aliviada, los compañeros que tanto me amargaron la existencia al fin recibirían su escarmiento, aprenderían de sus errores y nadie más sufriría acoso proveniente de estos individuos. Después de una larga conversación, se despidieron y se fueron, mis padres comenzaron a acribillarme a preguntas como si no me hubiesen hecho ya suficientes, pero los entiendo, que tu hija haya sufrido acoso escolar durante cuatro largos años y no haberte enterado de nada debe dar para preguntar y preocuparse. Me arrepiento de haberme callado, podría haber dicho algo, haber pedido ayuda, para haberlo frenado antes y no sufrir tanto innecesariamente. Pero no era momento de lamentarse, el pasado, pasado está, era hora de mirar al futuro y disfrutarlo, pues, en la oscura noche estaba empezando a amanecer. A la mañana siguiente, fui de nuevo al instituto y presencié una oleada de padres y madres sorprendidos llamados por la consejería, ahí les contaron el daño que hicieron sus hijos e hijas, sentí compasión por todos los progenitores, pues la mayoría tenían cara de buenas personas que unos minutos más y estarían muy avergonzados por los actos de sus hijos e/o hijas.

Al fin todo pasó, el acoso se desvaneció, entonces comencé a disfrutar del instituto, de las clases, y más aún del patio pues ya no pensaba que en una media hora continuaría el horror. No sé porque, pero a partir de ahí cogí la costumbre en invierno enrollarme en mi edredón de pluma y sentarme en el suelo y en verano simplemente sentarme a meditar y darle las gracias al universo por todo lo positivo que me pasaba o lo que tenía como tener acceso a la educación, mi familia, Estefanía y sobretodo, el fin del bulling. Mi clase se redujo mucho ya que ya mayoría estaba en el fregado.

Y acabé ESO. Me estresé mucho a la hora de escoger ciencias letras o artes, pues adoraba las tres ramas, pero, finalmente me decidí por letras. Noté un gran cambio, más responsabilidades, estudiar más… También sentía que me costaba un poco arrancar, pero enseguida el motor se puso en marcha no había quien me parase, me encantaba, y me impactaba la idea de que solo me quedaban dos cursos para acabar al instituto, contando el que estaba cursando. Todo fue como la seda aquel curso. Pero ya no podía negar lo que tanto tiempo ignoré; me había enamorado de mi mejor amiga, me costó trabajo aceptarlo, pues desde pequeña pensaba que era heterosexual, siempre apoyé el colectivo LGBTQ+, obvio, me sentí bien al pertenecer a este colectivo. No sabía que hacer, tenía dos 36

posibilidades, o decírselo y arriesgarme a que nuestra amistad acabe o no hacer nada. Quería decírselo, pero me aterraba la idea de que no le gustasen las chicas, se enamoró de Juan, eso indicaba que era heterosexual o bisexual. No podía aguantarme más, decidí tirar la casa por la ventana y atreverme a decírselo. Utilicé la misma táctica que Estef utilizó con Juan, excepto que en vez de utilizar una rosa, le regalé una margarita, su flor favorita, y en vez de un poema un micro-relato. Esperé con miedo la hora del recreo. Sonó el timbre. Me senté en el lugar donde siempre nos sentamos. Se me hizo eterna la espera, pero pronto la veo aparecer, vino directamente hacia mí con la margarita y el papelito entre las manos, me asustó, nunca la había visto caminar tan segura. En cuanto estuvo frente a mí, con los ojos llorosos me besó. Al ver que me sobresaltaba se rio, no sabía que hacer, la gente nos miraba extraño, dos chicas se besaron ¡UUUUH!, la cogí de la mano y me la llevé al baño, para poder hablar tranquilas.

La abracé lo más fuerte que pude, me pasé de fuerza, pues dijo que aflojara un poco. Hablamos durante todo el patio como cotorras. Al volver a sonar el timbre para indicar que el descansó ya había acabado, tenía pareja, mi Estefanía.

Al contárselo a nuestros padres se alegraron mucho, al padre y a las abuelas de Es les costaron más asimilarlo, pero al final todo acabó bien.

Actualmente Estefanía y yo vivimos juntas en un pisito desde hace apenas un año. Yo acabé periodismo hace un par de años y trabajo en un periódico de medioambiente y Estef finalizó derecho hace el mismo tiempo y trabaja como abogada especialista en los derechos de la mujer y de los niños/as. Hace poco adoptamos un gatito negro llamado Sam, en nuestra opinión es la criatura más adorable y gracioso del mundo entero y más. También, si todo va bien, nos gustaría casarnos y adoptar un niño o niña.

Y esto ha sido mi historia, la más dolorosa y maravillosa de mi vida…

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