POETAS SIN FRONTERAS OCTUBRE 2014

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Cuando ella recién empezaba, él le daba la espalda y quedaba dormido como un tronco. En realidad la triste Clarita era una infeliz con todas las letras. Solo encontraba paz y alegría en sus hijos. Dos muchachos casi hombres. Trabajó sin descanso preparando todo lo necesario para armar las empanadas que vendería el domingo. Fue a la verdulería, compró todo lo necesario; y pasó por algunos clientes levantando pedidos. Ese día estaba más hacendosa que de costumbre, tanto que se fue a la vieja letrina que ya nadie usaba y se puso a ordenar el cuartucho. Destapó el viejo pozo y se encargó de echar mucha agua con lavandina y detergente para matar todos los virus que pudieran habitar allí. Pensó también que el sábado por la tarde se encargaría de meter en ese lugar todos los trastos viejos que andaban dando vueltas por la casa. A la tardecita preparó la masa para las tapas de las empanadas y dejó todo listo en la heladera. Estaba sola y faltaban todavía tres horas para que llegara Pepe. Preparó la bañera con unas sales minerales y un espumoso jabón que dejarían su piel como de terciopelo.


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