Álbum de Familia

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ÁLBUM DE FAMILIA 1996

Taller Literario Syan Ca’an

IEE – INEA Ediciones Nave de Papel

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Ediciones Nave de Papel Coordinadores: Ramón Iván Suárez Caamal Ma. Eugenia Varela Carlos Álbum de Familia / Taller Literario SYAN CA’AN Selección: Ramón Iván Suárez Caamal Diseño: Omar Ortega Lozada Portada: Jesús Oseguera

Primera edición: 1996 Esta obra fue editada con la participación y el apoyo financiero del Instituto Estatal para la Educación de los Adultos de Quintana Roo Impreso en Bacalar, Quintana Roo, México

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PRESENTACIÓN

“En el libro Aprendizajes en la luz hablo de un rayo que cae sobre un almendro, pierde las hojas, pero queda intacto el esqueleto: el almendro no sabe que ya murió y sigue en pie. Entonces surge la conversación con el almendro que ha sido tocado por la luz..."

Ramón Iván Suárez Caamal
 (Fragmento tomado de Una palabra incendiada, entrevista con un poeta, realizada por Mario Aranda González)

Trece Jóvenes Almendros de ese huerto familiar que es y ha sido el Taller de Poesía de la Casa Internacional del Escritor. Tocados y ardidos por la luz -todas las luces que son la luz incluyendo la original, la propia y la heredada por el Almendro Mayor (al fin maestro y poeta, poeta y maestro, mentor de estos jóvenes Odiseos que aquí están de regreso, expertos ya en viajar por mares de ardua práctica y exhaustivos conocimientos poéticos, en el huerto familiar identificándose al nombrar cada uno los diferentes árboles legado de los abuelos) Ramón Iván Suárez Caamal recibió semillas y nos regresa árboles. Aquí sus frutos. Trece Jóvenes Almendros en el esqueleto luminoso. Ser traspasados por el Rayo (la Poesía). Perder las hojas (la tediosa y dolorosa práctica). Quedar en el esqueleto (la Metáfora). Tal es el método que sólo el apasionado y tenaz amor a la palabra luminosa resiste y abraza el joven aeda. Tal el paso, el rito que abrasa -porque fue escrito por ellos: Los Abrasados. Los Candentes. Los Conflagrados de Bacalar. Trece Jóvenes Almendros son traspasados por el Rayo durante su estallido y su descenso, durante ese Viaje al Centro del Árbol Genealógico. Recordar es hurgar con estilos luminosos la raíz -a sabiendas que toda hurganza en materia de la carne conlleva duelo. Gozo. Grito. Descubrimiento. Somos el pasado, parecen decir, lo dicen, somos ese multirreino interior, estas voces de voces, esta vida y esta muerte. En el árbol la casa se sostiene, vida y muerte que no muere: de una semilla a otra se perpetúa la imagen.

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Quien recuerda, es niño: en el recuerdo madura la semilla. ¡Ay!, pero crecer... ¡Dónde está lo que fuimos, dónde los que siguen siendo en nosotros! Así como el árbol crece cada que respira, cada que se mueve, así estos jóvenes árboles crecen cada que escriben, respiran letras, exhalan palabras que maduran poemas. Queman. Duran. Poemas de la mirada y para la mirada limpia del corazón -que acaso no hay otra para asomarse a la inocencia, a la transparencia del jade, al centro del corazón del árbol de la infancia. Aquí vive el niño herido por el relámpago: llora, se pregunta dónde quedó su piel, el techo de la casa, las pisadas. Aquí nombra al padre y a la madre, a los abuelos, a todo lo que ya no está y sigue estando. Nombra las ausencias y presencias. Aquí el perro compañero de juegos y receptor de las primeras ternuras prodigadas antes del exilio: la pérdida, el fin de la inocencia, el advenimiento del dolor, el cara a cara con la muerte. ¡Ay!, la expulsión del Paraíso. Trece semillas vueltas árboles de frutos luminosos como sonrisas y lágrimas porque la infancia no es el reino lejano todavía. Apenas si entreabierta la puerta han traspuesto su umbral, aventurado algunos pasos lejos de la guardiana sombra. Tiene profundas, sabias raíces este árbol de los abuelos plantado a medio pecho. No ha sido fácil entreabrir la fronda para indagar el fruto -el arte nunca es fácil: pulir la carne niña duele. Pulidores de pulidos jades, pulidos frutos estas hojas. Mayor metáfora que una semilla: estas semillas donde continúa la conversación con el almendro que ha sido tocado por la luz Estela Alicia López Lomas

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Alaydi Bautista Caamal __________________________________________

ESTA ES MI CASA 1 Estoy fingiendo, esta no es mi casa. Nunca lo fue Los golpes y regaños del miedo la habitan. Sólo luces apagadas vi en mi existencia. Luminosas luces amarillas me observaron en tu vientre; ésas son las que nunca permitieron una risa. Me doy cuenta que mi casa ha sido otra. Quizás una calle del infierno donde he pasado a mejor vida... 2 A mis hermanos Cincelaron las piedras, cuatro estatuas nacieron. No se mueven, no gritan, no lloran.

Bacalar, Quintana Roo (1980). Forma parte del Taller Literario Syan Ca’an. Escribe poesía y cuento. Ha publicado sus textos en la revista Sonarte. Estudió en el Centro de Estudios de Bachillerato de Bacalar.

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Nadie nos entiende, hablamos, pero nadie escucha... 3 A mis tíos Somos la genealogía exacta de nuestros antepasados. Mis abuelos marcaron nuestras venas al rojo vivo. Mi tía se disfraza por las noches, sale en busca del líquido que saciará su cuerpo. No le pagan, sólo quiere heredar a mis futuros primos los pecados del abuelo. La noche nos envuelve, hipnotiza, nos hace suyos. No la culpen, ni a mí tampoco, sólo buscamos apagar el fuego que nos consume dentro. 4 SOY ASÍ A mi padre Cuando despiertes te darás cuenta que ya no soy una niña, ahora soy flor no pétalo. Soy aquella ola que se aleja de la orilla. Mi mundo es aquel que poblé en mis fantasías.

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Aquí los mudos le hablan a los sordos. Los paralíticos caminan sobre el viento que viaja y no se estrella contra el muro. Soy una flor menos en el jardín de las espinas. 5 MUEREN TUS OJOS A mi abuela Braulia Cuando la noche llega, los ojos de las bestias captan un brillo especial; sin embargo cristalinas perlas frías caen sobre ellas, su resplandor muere lentamente. Sus lunas se han terminado, la noche fue víctima de la tristeza. Su espíritu titila y brilla aún con más esplendor. De nuevo se desvanece y un cántico fúnebre se escucha. La noche está de luto, una estrella se desprende de sus ojos, de su alma y de su ser. Es una estrella la que ha sido la elegida para adornar el vestido de una reina. Una estrella, una simple estrella...

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6 SOMBRA NOCTURNA Lo que pienso que dijo mi abuelo antes de morir Una sombra nocturna intenta apagar mi vida, la Biblia lo dice: Polvo eres..., flores de cempasúchil acecharán mi tumba. Ya lo creo, la luna ha estado triste esta semana, mandó un mensaje con un cometa. Qué más da, mi vela no se apaga, la he ocultado detrás del sol, le pedí que la cuidara. No la apagará el soplido del diablo ni los extranjeros pecadores que intentan cruzar el cielo. La Biblia lo dice: No pagarán justos por pecadores. Yo no fui, sino aquel fuego que lo prendió todo. Fue él quien quemó mis fantasías. La Biblia lo dice: Polvo eres y en polvo te convertirás. Mis restos yacen en esta tumba...

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Luis David Canul Suárez ___________________________________________ Campeche, Campeche (1981). Miembro del Taller Literario Syan Ca’an. Obtuvo una mención honorífica en el Cuarto Certamen de Creación Literaria Eraclio Zepeda 1993. Sus poemas han sido publicados en las revistas Resumen de Olas, Sonarte y en el periódico Por Esto de Quintana Roo. Es autor del poemario En un Sábado de Gloria.

EN LA MEMORIA DE MI INFANCIA FUE UN SÁBADO DE GLORIA A mi abuela ¿Hasta dónde corren las lágrimas que escurrieron de tu alma? El abuelo te ha marcado cicatrices: No te vio cuando pasó cerca de ti, huyó de este nido lleno de pájaros. ¿Por qué no vuelas si fuiste una santa? ¿Hasta dónde escucharemos tus rezos? ¡No te marches! Cuéntanos historias de fantasmas, de tu vida que se hizo polen. Cántanos amaneceres, arrúllanos bajo la sombra del sillón viejo. Si te hubieses quedado, estas palabras fueran agua y flores en la mesa de tus santos. Contemplamos tu sepulcro; mi madre llora hincada. Yo, como ave en agonía. Los demás reviven cirios. Tu fantasma invade el patio junto al árbol seco. Si llegaras de visita

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te besarĂ­amos bajo la oscuridad de estas palabras. Abuela, llĂŠvanos contigo hacia las supersticiones.

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ABUELA JESÚS Te acompaño a la vida, abuela. vamos al patio. Caminamos por los pasillos del instante, cantas aún, lloras aún, aún amas el alba. Cada que abres los ojos rezas por nuestra sombra y nosotros escuchamos tus pasos llenos de música. Aunque tu cabello esté lleno de insomnio, en tus ojos hay flores que no se marchitan. ¿Acaso el destino es culpable de que tu huerto esté seco? Abuela que das frutos, no quiero que vayas al mar, él esconde a la muerte. Tu voz es el eco de un cerro herido. Guardas recuerdos en el ropero añoso. Son hermanos del tiempo tú y el abuelo.

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EN TINÚN VIVEN En Tinún viven mis abuelos, en Tinún los cerros guardan el eco de los duendes. Camino por sus veredas llenas de bejucos y observo a las piedras que languidecen bajo la sombra de los árboles. Busco el lugar predilecto de mi padre, busco mi rostro en los retratos que mi abuela guarda en el ropero. La tierra de las milpas es el cuerpo de mi abuelo; de él brotan los mejores frutos; en él la genealogía se pierde en los cuatro puntos cardinales del crucifijo que marcan los caminos. Abuelos: ¿Por qué mi ser está atado al roble muerto? ¿Por que cada vez se vuelve más muda mi voz al ver a la Xtabay que persigue mi cuerpo adolescente? Necesito beber de una sarteneja igual que los pájaros para cantar al horizonte y sus esquinas. En las noches recordamos bajo la luna todos los momentos y la luna sabe a noche y alba: fruto de caimito que se muerde.

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PADRE Si la eternidad fuese tu sombra, viviría en ella pensando en la luna por siempre. La noche no puede cerrar sus ojos si estás despierto. Derrama lágrimas el Cristo que me regalaste aún cuando las seco con mi piel. Tal vez mis ojos son los tuyos y mi boca, tus palabras. Tal vez esta hoja escrita cayó de un árbol, pero en tu cuerpo una cicatriz es la puerta al mundo. Si el mío estuviese ausente, tus manos desquiciarían al viento. Padre, cómo pienso en el mañana...

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MADRE Quise escribir con la tinta de la noche las palabras que me arrullaron cuando era niño. Quise recordar su rostro bello que abrazaba mi alma dormida. Ya el cielo se posa en la jícara que bebimos en un instante de eclipses. Ojalá fuese su sombra inválida. Mi existencia es parte de un abismo. Rezo con mi madre para que el cielo y el mar sean uno mismo, un diluvio en un vaso de cristal. De la rosa el dolor oculta espinas que se clavan en mi pecho y, merced a una caricia, se convirtieron en lunares incrustados en mi vida todos los sufrimientos. Si nombrara a mi madre diría horizonte, lluvia y viento, que se turnan para ser noche, alba y arco iris.

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LUEGO DEL DERRUMBE DE LA CASA Siempre quise subirme a su techo para ver el mundo. Aún la recuerdo como parte del horizonte: una montaña entre mil montañas. Sus paredes eran escalones al cielo. Abro sus puertas invisibles, miro por sus ventanales muertos. Intento dibujarla en esta hoja. Su sombra me cubre, mas no la veo. Si tuviera el sol en mis manos la alumbraría. Aún la recuerdo en los pasillos de mi sueño. Son ladrillos sus lágrimas petrificadas. La cama invadía mis oídos; escuchábamos brincar sobre ella a niños fantasmas, eran los hijos de la casa, hoy ausentes gracias al derrumbe. Ellos vivían en sus retratos, aún viven. Pero un día llegamos, sólo una lápida sustituía su lugar. Aún guardo ese ladrillo con el que edificaré mi muerte.

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¿DÓNDE ESTA ENCERRADA MI INFANCIA? La casa está afuera no en estas cuatro paredes de las que soy prisionero…

Ramón Iván Suárez Caamal Estoy prisionero en las celdas de mi antigua casa. Soy víctima de los espacios que me miran como a una sombra. Estoy prisionero en mi infancia, la busco. ¿Dónde están los fantasmas que conversaban conmigo? ¿Acaso el Ángel de la Guarda se refleja en ellos? ¿Dónde jugué con fuego? Tal vez en su lápida, tal vez en su techo, tal vez en la nada. Extraño esos momentos donde el polvo hiere las entrañas del recuerdo pues una puerta salva nuestras almas atadas a los clavos y rechina en vaivenes y rechinan nuestras voces cuando extraño esos momentos. No está mi infancia. Cavaré en esta hoja hasta encontrarla.

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Adriana Cupul Itzá _____________________________________

Bacalar, Quintana Roo (1979). Pertenece al Taller Literario Syan Ca’an. En 1991 y 1992 obtuvo la segunda mención honorífica en el certamen literario Eraclio Zepeda de Cancún. En 1995 obtuvo una mención honorífica en el concurso estatal de poesía Ramón Iván Suárez Caamal en Cancún y segundo lugar en el certamen de poesía Cancún 25 años. En ese mismo año ganó el segundo lugar en el Certamen Estatal de Poesía convocado por el gobierno de Quintana Roo. Ha publicado en Tierra Adentro, A Duras Páginas, entre otras y en periódicos regionales y nacionales. Actualmente es coordinadora del Taller Literario Hul-Há. Publicó el cuadernillo Poseída por la Luna en 1994.

CALIGRAFÍA DE LA LLUVIA Alguna vez alguna vez tal vez

me iré sin quedarme me iré como quien se va… Alejandra Pizarnik

A mis padres y hermanos A Ts'ak ts'unu'n1 quiero que se termine la lluvia que salgan los sapos que aún sea niña que el tiempo se deslice por una resbaladilla para que siga el sueño y que no termine cuando acabe la lluvia

1 En lengua maya es el colibrí

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porque aún deseo que el chupaflor valse en el néctar mientras alguien descubra que el silencio parpadea Es Sak2, Box3, Chaac4 al ofrecer dulce de papaya a mi memoria de confeti La niña ha tomado el amor del Ts'ak ts'unu'n ahora va a dormir con todos y todos no existen sólo Ts'ak ts'unu'n B A mi abuela Natalia Hay abuelos que están adentro de una caja musical riendo para que mi infancia sea un hongo al terminar la noche C Ahora dejo la casa la minúscula infancia en mis oídos y mis ruidos en las sonajas Le doy ojos a mis juguetes y a mi niñez el violín de los columpios y la caligrafía del viento sobre la lluvia. Ahora dejo los zapatos ya no los quiero porque son dos luciérnagas amaestradas en el trópico y no las reconozco porque hay silencio en los trapecios y somos siete en el silencio y siete en las alturas. Abro las manos mi niñez ahora es nada 2 Blanco 3 Negro 4 Rojo

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cierro las manos el juego quema pero más las palabras D Toc, toc, el silencio tejió su silencio Quiero que termine la lluvia y que el aire arrecie para luego terminar el llanto de mi hermano y salir a jugar una y otra vez con el silencio E A la rueda rueda ruedan las manos cargan los ojos silencio Que se voltee para no sentirlo para no encontrarlo bebiendo limonada y almíbar de nance A la rueda rueda ruedan los años Que se volteen para comer miedo con sandía A la rueda rueda ruedan los burros ¿Quién no quisiera girar y girar como un burro? F Arroz y pan me quiero convertir en veleta Denme paleta de lima y llegaré hasta el relámpago que por dentro llora le ofreceré ser niña y quizá ambos caeremos como quien cae alegre como quien es triste al terminar la llovizna

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G Todos tenemos una tía la hermana de mi lengua la hermana de mis ojeras la hermana del relámpago que olvidó mi infancia en un barco de papel y se llevó el azafrán que la hormiga devora La hermana de mi madre y mi padre y sus hermanas abejas el carrizo les dicta aderezar la ternura del guayabo a la orilla del viento caído y regresan a clavar su boca en las palabras a llorar por el árbol que no hubo H Con una estructura de caballo mi hermano juega con el aire como juegan los días atormentados y uno que no conoce las orugas en el insomnio es niña Pero miéntele a los topos de su sombra diles que caen del cielo rifles para seguir el juego y si entonces somos lluvia y si llegamos a ser llovizna y si entonces existió la tormenta las piedras probarán el polvo quizá torpes olviden que otras piedras existen pero no es tu culpa sino del balero por caer en su centro rascándole el ombligo a la madera punzante alegría resbala comenzando el deseo de jugar solos

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I El sol de mi padre es como el sol de todos ahora construye de uno en uno sus molcajetes para quebrar la sombra que abraza a los caimitos en temporada Lo vi clavando silencio entre los martillos y luego los martillos le clavaron Ahora es el sol que nos señala siempre cuando se oculte caerán los retratos del árbol pero él estará siempre en los hombres que lo anteceden J Itzá mi brujo de agua y mi hormiga origen excavan la nomenclatura de la noche en el maíz nuevo y una gran boca inicia la peregrinación para que venga predicando en las mazorcas de viento y en los retratos de lodo Itzá golpea el gallo en la mañana y el sueño de la mariposa nadie lo comprende pues ha tomado de la mazorca su dulzura y la virginidad del monte en la tarde Deja que pase entre las piedras que abra el corazón de la noche y que la fuente fluya en la boca así los caminos se perderían en uno Itzá los brujos perdidos dejan velas en las esquinas de las casas mientras ellos bendicen con sus lágrimas piedras y el aroma se pierde como una fiera entre el ronquido de la noche Itzá mi ósea cabellera está arrodillada junto al agua

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Amador Domingo Vázquez _______________________________________________ Coxquihui, Veracruz (1980). Pertenece al Taller Literario Syan Ca’an. Textos suyos aparecieron en las revistas Resumen de Olas y Sonarte.

TRAVESÍA GENEALÓGICA 1 Nuestros padres encuentran el destino en su propia mano. Por eso el cántaro se vacía en el lugar. Por eso las flores se transforman. Por eso la maldición se derrite en un abuelo. Lugar, lugar. Los lugares no se crean; ya existen. Los lugares tienen abnegación por nosotros. Las ramas de los árboles, incluso todo el árbol construyen el ejemplo de una pirámide social de todo aquello que parezca una medida. Brindemos por las flores. Brindemos por las campanas que son lo contrario de las flores. En verdad lo que debemos hacer es brindar por una creación nueva, armar algo inédito: el remolino de una mueca con intenciones de que la máscara sufra otra metamorfosis, o sea, que lo común se convierta en una diversidad diferente como aquella anciana ( la mar ) que a cada ola es una arruga. Niños y ancianos son como el viento y la verdad en el sentido de que no entienden que son mentira en el sentido de que siguen a la serpiente seguramente porque no saben el inicio y el final ya que la veleta cobra otra víctima desde la ventana.

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2 Desde cierto punto todo parece una fruta dispuesta a comer, algunas palabras que grabar o la alegría por haber culminado la tarea. Desafortunadamente hay un parentesco con la serpiente; ese no puede ser una aguja saliéndose del zurcido. No importa bajo qué generaciones llueva porque atrás hay alguien que se pone a dar vueltas para que esa familia arda en el espejo y tenga congruencia con los demás rompecabezas. Por eso doblo este pliego de misterio para que dé vida a cualquier lado de la flecha o rebote la actualidad de cada instante. Retorno hacia aquel tiempo, hacia aquel intervalo que está en la intemperie de un reloj. Ahí domina el capricho, después pasa a máscara en donde las manos eran idénticas a sus guantes sin permitir la entrada de polvo a menos que fuera bebida de un vaso. Mi padre se perdía en mi causa aunque en ocasiones rimaba de sombra a sombra. El sudor y la sed formaban el entorno de un solo tú en ambos. Así cada quién se vestía resbalándose en el arco de los días. 3 En los primeros años de la mano la vibración interrogativa converge en una historieta desgajada. En montón de hojas la claridad amanecía sobre las pastas de las vocales.

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Posteriormente en el sistema ilustrado el soborno de esqueletos pasaba de sueño en sueño, de comentario a comentario, de escaleras a ramas hasta la paradoja de una rosa con la campana. Lo mío se basaba en un edificio, tenía los elementos necesarios como lo es la prisión del pecado y la hostia. Transmitía la lucha de páginas individuales a otras en conjunto; serían algo así como yo y un candelero mis ojos de varios espejos hacia el sol. Sin embargo la victoria se cuelga en una espada, en ocasiones van directo al riel de mis padres porque soy cicatriz de ellos. Nadie más que el precio de ningún precio es el espíritu hacia este asterisco. La estrella queda exenta para mí hasta el final donde será cantado por el agua, por los fósiles, por mis dedos, por mis hermanos, por las palabras. 4 La creación se abre en árbol la crónica sigue diversos cauces. La columna con que se sostienen las aguas es un ejemplo. He aquí donde se edifican diversos mares. He aquí donde dos oran en un mismo objeto. He aquí donde lágrima y agua existen como cantos

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en la combustión de un poema. Un análisis se necesita para que la efervescencia corrosiva observe la obesidad del cántaro. Cuando ya no hay pensamiento la conciencia se queda en el peine, cientos de disparates emite el pelo; las consecuencias todavía son mínimas las cuales generan un ambiente ebrio sin llegar a abarcar la teoría familiar. Sin embargo el viento cabe en los años, los años caben en la olla del viento. Dos elementos se sacaron de la olla para formar un cualquiera y la nada se dio a la flor ya que ella sólo obedecía a sus pacientes. En esta reverencia, la intimidad está en posición de lucha y pecado. Jamás me atrevería a mentir en su nombre. 5 Simulan los valores. El cosmos del destino se derrama en la sangre al estrecharse los cabos que ocupan la bahía de ambas manos. Estas conjugan una explicación acerca de la genealogía. Por ejemplo nazco cuando cielo y mar se dirigen hacia el mismo barco. Al paso de algún tiempo la isla emerge en medio de dos mares. El océano es mi cuerpo, el aire es mi vida. Mis padres ante el vacío de sus libros se disponen a llenarlo. Papá corriendo detrás de mi alegría; yo, adelante, tratando de tomar entre mis manos al arco iris para luego llevárselo a mi madre como diadema.

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En fin, existen muchas trenzas en la que forma parte ir corriendo detrás de un can, matar los títeres del árbol. Cantar e ir corriendo al llamado de los árboles, imitar a mis hermanos, aquéllos que lo son sólo de teoría.

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Otilio Frías Basto _____________________________________ Chetumal, Quintana Roo (1982). Miembro del Taller Literario Syan Ca’an. Escribe poemas y cuentos.

ANGELES DE MI INFANCIA ERA MI CASA La casa de mi infancia era un desastre; la habitaban los demonios del anochecer pero me protegía mi Ángel de la Guarda. Todo estaba oscuro: la cama en un lugar donde jamás volverá a existir, los juguetes rotos, las pesadillas que nunca salían de mí, las telas que cubrían el olvido. En mi infancia existía el amor por los animales que me abandonaron. Los ángeles protectores de la familia aún permanecen. Los demonios que me habitaban decidieron retirarse. Me vive el amor de los animales, esas mansas bestias de ojos enormes.

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EL ESPEJO MÁS TERRIBLE El espejo de mi casa es el demonio de mi niñez. Al reflejarme regreso a mis travesuras donde me encuentro con duendes que no existen pero son reales. El cariño de mis tíos aún me habita; los padrinos se han ido, los juguetes destrozados, las revistas se han convertido en polvo, aire. No ha quedado nada. Los pétalos de las rosas al olvido, la espina quedó clavada en mi sangre como un barquito de papel durante las tormentas. Angeles bajan a mi casa, pero el diablo nunca los dejó entrar, lo que ocasiono el desprendimiento de láminas. Por el espejo roto salieron demonios. Durante mi niñez, fui la víctima aunque gracias a Dios nunca resulté vencido.

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RODEADO DE ÁNGELES Si la casa de mi niñez fuera como la del cielo, yo sería el ángel de mi familia; nunca me separaría de mis padres, de los abuelos y bisabuelos. Por dentro, las paredes son hombres blancos y las calles, hombres viejos. Las bestias de largas uñas saldrían llorando y los indefensos pájaros volarían alrededor de mi casa. El demonio entrará en mí; yo, un niño débil; me dejé llevar por él; todo estaba oscuro, no sabía lo que hacía ni lo que pasaba, Satanás me hizo arrojarme a un pozo; pero gracias a mi guardián sigo en pie como un árbol recién nacido. Esa casa rodeada de ángeles nada más existe en mi memoria...

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Cornelio Hernández Sánchez _________________________________________________ Nació en el poblado de David Gustavo, Quintana Roo (1983). Miembro del Taller Literario Syan Ca’an. Sus textos han sido publicados en la revista Sonarte. Está antologado en el cuaderno Hai-Kú.

VIAJE AL EXTRAÑO PAIS DE LA INFANCIA I A mi infancia Largo viaje he dado para llegar al lugar donde dormí en un espejo. Quiero ver detrás de ese manto manchado. Quizá estén las sombras de mi infancia. Los llantos que penetran en la luna del cielo invisible. Los huesos de mi gato "Tilo" al que enterré en la cáscara de un huevo se han hecho polvo y el viento se los ha tragado y aúlla por la noches. Me tapo los oídos pero en las paredes están los ecos. . II A mi casa Mi casa tiene extraños fantasmas. Por las noches escucho gestos. Quizá son mis pesadillas las que están atrapadas en esa puerta mágica

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o el rostro de mi abuelo que vive de tristeza. O mi abuela que teje sus pasos en silencio. No sé si en el otro lado oscuro de la noche estén los lirios y las flores que crecen al borde de mi tumba. O las miradas que huyen del jinete que lentamente toca el tambor de mi infancia. Va y viene el olvido mientras yo vuelo sin alas en el abismo que está detrás de tu conciencia. No sé si una piedra me ame. Ella ignora que provenimos del mismo árbol, que somos los mismos frutos tal vez prohibidos. III En memoria del primo Urías ¿Será que fue mi otro yo? Las manchas de su rostro que brillaban al ritmo del tiempo eran lunares. Sus días seguían peregrinando, cada año era una lágrima de cristal. Cada vez que me peino lo miro en lo oscuro de un pozo. Él ha partido a un extraño mundo. No sé a cuál de los nueve. Interrogué a las estatuas. Ellas asintieron que una extraña sombra se lo había robado. Le pregunté a la noche. Sólo dijo que estaba de luto. Tendré que prestarle las alas al cenzontle

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para que vaya en busca del primo perdido. IV A mis hermanos y a mi

madre

Mi madre engendró seis frutos: Dori es el blanco jade que se cubre con la máscara de la noche. Bety es la perla de la mañana. Sara sólo es la sonrisa, ella nunca está triste. Esther es la cinta del arcoíris y Orfa, el hada madrina de los sueños. Yo soy el niño extraño que no sabe leer ni jugar, que sólo quiere escribir en cada pétalo metáforas. Mi madre nos meció en la hamaca de las arañas y nos dio de beber agua bendita. Tal vez eran las lágrimas de la luna. Cuando hablo de mi familia mis palabras se convierten en fantasmas...

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V

A mi padre

Eres tú, padre, el que está sentado en mi cama o sólo es tu sombra. Padre, no confundamos al fuego con la lluvia, son sólo huéspedes fugaces. Padre, soy fruto de tu sangre; no olvido tus pasos cuando el viento azota tus manos, lastima tu piel. Padre, los años pintan tu cabello santiguado por la luna. Padre, eres la confesión que mi sueño guarda. Oigo tus voces que retumban en las paredes del cofre que nos regalaste. Padre, no olvides a tus hijos, no olvides a mi madre que todavía se mira en tus ojos porque un día se unieron como árboles plantados en el cielo para dar frutos y de esos frutos, semillas. Padre, aunque estés lejos, no te olvidamos ni tú a nosotros.

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Luis Miguel Medina Ramírez ______________________________________________ Chetumal, Quintana Roo (1981). Miembro del Taller Literario Syan Ca’an. Textos suyos han aparecido en la revista Sonarte.

TIEMPOS PERDIDOS SOMBRAS A mi abuela Leova Allí, sentada en su silla de madera, después de batallar con la vida un duelo de supervivencia en que el tiempo sólo es un arma más del destino y de sus sombras. y de las sombras de sus sombras. Sola allí, tejiendo de nuevo con los hilos de la vejez un nuevo mundo en donde las sombras se volverán más que lo que finge: se volverán soles que brillaran en lo alto de la cima antes de caer al precipicio...

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TRAVESURAS El ejecutor de mis días infantiles es el que en la niñez me hacía pensar en la madurez de los tiempos pues no deseaba trastornar al juglar que canta en la esquina de una ciudad en brumas para que brote de nuevo con la belleza de la risa y no se amargue con el acuerdo que pactaron mi cabeza y su anillo al saludarse cada que el sol se oculta por donde sale, cada que las arañas tejen travesuras y enredan la casa de mis días en que los días pasan como un cometa iluminando mi pensamiento para hilar de nuevo una travesura.

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PENUMBRAS Es la noche del nacimiento del fruto, es la noche de la que he salido tembloroso aún con los ojos cerrados para no ver la letanía del tiempo y que el momento no se detuviera a admirar la belleza de la vida donde florecía en ese otoño. Es la noche de la que ha surgido una pequeña bestia surcadora del tiempo. Puede lacerar los ojos de esta noche porque le ha permitido meterse en ella y descubrir lo que guarda en ese mar de ceguera iluminado con su vital gemido, su abismo más profundo para descubrir solo, solo a ese niño.

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HALAGO Madre, esta mañana he decidido bañarme con la ternura de tus lágrimas que hacen un mar de amor ante un hijo que sufre la malicia del tiempo alejado de tus sombras protectoras y los momentos en que mis actos de niño enojaban al más alto pilar de la casa. Hasta hoy me he dado cuenta de la falta de tu manto protector contra el abismo al cual tenía miedo caer pues nos separaría. Sólo mis palabras visitan estas líneas, te idolatran y muestran mis más escondidos sentimientos.

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GENEALOGIA Vengo de una familia que no tiene palabra; no sé si la perdieron en la infancia o les fue robada por el tiempo. Las travesuras y los instantes en que el viento fuerte se estrellaba en el espejo forman las palabras de los padres de mis padres y circunstancias que se reflejan ahora con los hijos de los hijos de mis abuelos. Quizá sea herencia, quizá una enfermedad, quizá la crueldad del viento la que arrebata nuestras ilusiones. El tiempo es un ladrón de sueños. Tal vez no sea culpable aunque atrapa a mi padre torturándonos en lo que más nos duele: la palabra. Así crecemos cimentados con piedras en una piedra afianzada a la mentira de una casa llena de vacío en donde nada vale lo que parece y nada es lo que aparenta ser. Serán caretas de engaño con los labios cubiertos de brisa. Puede que los dos —el viento, el tiempo— sean culpables; los dos pueden timarlos, destruirlos en su afán de consentir, de tratarnos de cimentar

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con buenas rocas, de apoyarnos con la verdad, de crear una casa llena de armonía, de crear un arcoíris con un final lleno de riqueza para que el alba nos tienda la mano al despertar a estas realidades y podamos alcanzarlas. De algo estoy seguro: Medina quiere a su primogénito en la cumbre de la vida, por eso no se dejará abatir por nadie, siempre surgirá como un fénix para alumbrarlo, para mostrarle su experiencia. Tratará de recuperar lo que el viento le ha quitado y así legárselo a su descendencia. Ramírez, desea que sus retratos alcancen lo más deseado por ellos. Al igual que Medina, Ramírez nos defenderá del tiempo y del viento para que no nos arrebaten nuestros sueños y así nosotros cumplamos la venganza del robo de su palabra, la que daremos en regalo a los hijos de los hijos de nuestros hijos.

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Israel Miranda García _______________________________________ Ciudad de México (1972). Miembro fundador del Taller Literario Syan Ca’an.

HUELLAS Correteaba la perra tras de mis sandalias, cadenciosa, húmedo el hocico. Se fue corriendo tras su sueño, Le dio una tarascada entre el polvo, hizo que se cimbrara su espejismo. Los sillares que puso mi padre a su casa hundiéronse con los ladridos de las piedras, era ella quien en el solar jugueteaba con las sábanas tendidas, buscaba el mordisco de la noche aun cuando el frío fuese intenso —calaba la piedra—. Era incesante ese mirar entre pregunta y coraje, esa ternura maternal de sus nueve soles y luego cinco y luego ocho y luego uno eterno, tan eterno como ella misma. No sé si mi padre la mirase, no sé qué de sutil tuviera ese cariño pero él agarró fuertemente sus orejas, la bañó con manos toscas ajenas a su rostro, inmóviles manos que la mastrujaron. Mi padre tuvo para ella restos de huesos como en gotas, tuvo tres o cuatro dulces, si pudiera decirse, insípidos. Yo quería jugar a ver qué le salía en la piel, deseaba buscar algo que mi padre no hubiese mencionado. Por eso contraje sus patas hasta su pecho, por eso fui Billy the Kid en el Oeste, conductor de trineo acuático. Ha muchas tardes que no la veo,

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me parece haber perdido más de dos estampas. Se fue mi padre con sus notas, su piano melancólico y su guitarra; se fue mi perra —policía de mis juegos— vigilante quisquillosa de comidas, amiga que no supe si en sus patas hubo tan siquiera una miga de sal para mis gemidos.

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A MI MADRE Hijo lácteo de tu rostro amanecí bajo la nieve ancestral de los abuelos, gocé de lo que tú no tenías y tuve, me amamanté de lágrimas y helado viento, fui el que nació entre burbujas. Y mandaste construir un instante para mis juegos. No fui las letras que quisiste ser, no contuve mis chapoteos y salí, brinqué del estanque a la laguna. Que nos reprochen a los dos las mariposas, que nos tachen de haber enredado bosque y selva tan fuerte como un marino sujeta su mástil en la neblina. ¡No importa que las tunas queden fuera!, aún así al tejocote lo veo florecer cada mañana. Si estamos lejos y tus lágrimas-nopales-chayas se transforman, no esperemos del viento la respuesta. Carguemos al hombro el zapote, que nuestra sangre se confunda con su sangre, que mi color imite su corazón, moreno rostro. Ahora tengo años de sentirme extraño, ajeno a tu casa estuve guardado en la copa del mamey, a veces escondido en la vaina del flamboyán, ¿pero, qué rostro puede permanecer oculto tras la piedra si es ella misma carne de nuestro anhelo? No importa que estemos fuera de sus espejismos si en esta concha el cenzontle entona cantos de torcaza.

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A MI PADRE Mi padre fue el huéhuetl de mi infancia que cubrió mis letras, él dejó que mis oídos llegaran a escuchar el tunkul y la torcaza, colocó sus regaños en los estantes de las habitaciones, en la alacena, dentro de los muebles del baño justo ahí donde sabía brotaba. Me conocía como me conoce, madreselva, aún así lo siento extraño, sus pasos que ritmaban con su peso dejaron de escucharse. El nos trajo, nos subió a los árboles, hermanos encaramados, néctar cítrico de infancia, a los azahares trasplantados híbridos recuerdos de hoja verde y granito. Cuando abro la puerta de mi cuarto, está su voz, suena hueco su tambor, huele a cuero el sonido de su rostro, huele a cuero su presencia. Suena el olor a guerrero que se va a la lid y no regresa y se pierde entre las luces citadinas embelesado con cuentas de vidrio, ajeno a la cuerda que tensa el tambor, a la guitarra, al arpa que bailaba un jarabe. Mi padre nos dejó sus pentagramas pintados en paredes. Yo he recorrido cada uno de sus silencios, y no encuentro el diapasón que afine mi memoria.

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RAÍCES A mis hermanos (heridas entreabiertas)

No somos los de la guitarra, hemos cambiado nuestros rostros, dejado nuestras notas primeras en carpetas, mancillado la infancia de nuestros cuerpos hasta dejarla inútil, inválida. A nuestra carne el tótem llegó con olores de cebolla y ajo. Ah, piedras de la brasa, cuán rojo es su linaje, mi dedo índice curvo hacia mi corazón hecho pedazos. He venido del silencio a mostrarles, hermanos, que la impaciencia es la hormiga que subió hasta mis hombros -kamikase que estalló sus vísceras en mis oídos- para luego repetirme que sobre el tajo del lustre adjetivo renace un clavel obscuro. Mi obstinado recuerdo de filamentos cristales de los armarios endosados por visitantes ocasionales, como el glifo que los arqueólogos reviven cuidadosamente, abre mis ojos —cuchillo al rojo vivo—, comienza a tasajear mi cuerpo. Hemos de ajar la madera curva sonora, hemos de romper el hechizo que se ha incrustado —grafito a papel— para que nos llueva sobre la sien misericordia. Vuélvete a mí, odio perfecto. Has habitado estos huesos eternamente. Hoy te necesito para estrujar los pájaros enardecidos, necesito de piedras amarillas para golpearme la cabeza; en esta playa la bruma hace paisaje, las aves permanecen inmóviles sobre la arena, sólo el mar con su siniestra espuma permanece. A él dirijo mi injuria que incuba su infancia dentro de mis glóbulos rojos

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que se van haciendo cada vez más grandes en el ducto pedernal. Hígado, si puedes resistirme, si pudiese mi pulmón repeler con fuerza el carbono; este engendro va cada vez más haciendo su camino en esta avenida a cien kilómetros por hora. Le pongo baches y a doscientos; un barranco y a trescientos va zumbando y está dentro de mi osamenta, apolilla las durmientes falanges, artrítico mi pensamiento no ha resistido; la corriente lo recorre —tren expreso a mil kilómetros por hora—. Íncubo, brota de mi vientre; saltimbanqui de ocasión, no dejes tu sombrero. Este animal se posa dentro de mi frente, esta maldita cosa dentro de mi cerebelo espera deslizarse todo en mí; ahora desgarra, tigre con fauces entreabiertas, alpinista que desciende, cuña en piedra, atractivo atardecer sobre la nieve. Quiera Dios que mi sangre no se enclaustre, quiera el demonio que mi saliva en plasma vegetal acuchille mi rostro hasta borrarle las mejillas. Si el aire que avienta estas cosas a su paso fuera eterno, ¡que no acabe el relámpago! De buen gusto le permito al animal que perfore mis oídos, que me llene todo entero de sus labios. Si tan sólo en estos escalones, en estas cornisas brotara inerte, pero en mi estómago está habitando, en mi riñón se adueña de paredes. Anoche el gran brujo colocó hierbas de olor sobre mis brazos

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(la hiedra encantaba guitarra en mano el conjuro) el mamahuaztli5 penetró mi corazón, salí en partes, gotas al vacío. Ahora que Atenodoro y Alessandro han privado mi garganta, yo, Lacoonte, cubro mi alma, mientras el Hades devora poco a poco mis tendones, —aún lejos siento como cincela corcheas en mi carne—. Ha salido de mi cuerpo, mas ahora me cubre con seda la noche del viento. Hermanos, mis raíces del huéhetl6, el teponaxtle,7 el calpulli8 efervescentes en mi sangre siguen; eso detiene al demonio. Mis afluentes han alcanzado agua, mi delta encuentra mar y sólo mar que cauteriza mis heridas. Sólo en él mis manos-jícaras en mi ritual han ofrendado color a la luna. ¿Por qué el huéhuetl divagó con sus recuerdos? ¿Por qué diluimos nosotros su sonido? ¡Ah maldita costra que trajimos desde lejos!, mancha perenne en la piel. Ah, maldito tótem, vibra con tu cuero y deja fluir mi sangre obediente al ducto de mis dedos, insólito desagüe de mis venas. ¿Por qué, huéhuetl, te desvaneces? 5 Daga o cuchillo sagrado para los sacrificios de los aztecas. 6 Tambor de cuero azteca. 7 Tambor cilíndrico de madera usado entre los indígenas. 8 Escuela azteca.

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¿Eres acaso ahora una ceiba?, ¿tunkul?9, ¿arrecife? ¿En qué demonio debo verte si ya no soy mi cuerpo? Entonces tú no eres tu alma. Qué quieres tener de mí para poder permanecer anclado, qué necesitas de mi nombre, de mi cuerpo si tan sólo mi voz queda viva. Se esclareció tu figura y en un solo momento pude verte. Cerré los ojos, apreté los puños con coraje. Hemos de volcarnos con todo y nuestra memoria porque, hermanos, en este infierno al que hemos llegado sobreviviremos cuando obsequiemos fantasmas a la noche, cuando de verdad, el tótem, deje su ritual para sus nuevos dioses, cuando el sol, como pocas veces, queme nuestra piel y lo aceptemos, habitantes del averno y nos gocemos de enlazar nuestras manos. 9 Tambor hecho de un tronco ahuecado. Lo usan los mayas.

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Omar Ortega Lozada ______________________________________ Apan, Hidalgo (1978). Miembro del Taller Literario Syan Ca’an. Ha publicado en las revistas Péndulo, A Duras Páginas, Tierra Adentro, Fragua, Calk’ ín y Resumen de Olas. Ha obtenido menciones honoríficas en eventos literarios. Es autor de los poemarios Matices de la Piedra y Donde la noche se hace la llama. Actualmente dirige la revista Sonarte.

LLEVAMOS A CUESTAS LA SOMBRA DE LA INFANCIA 1 Me miro en el espejo y no encuentro mi infancia. 2 Mi tío y mi padre imitan el viacrucis que la hormiga muestra en el pecado de andar tras la vida. Caminan con un bulto de sudor y recuerdos sobre la brecha que traza la sombra de sus cuerpos, sobre la floja vértebra de la muerte. Avanzan por pasillos donde abuela dio a luz y mamá sintió la muerte en un tabique flojo. Ahora caminan como si nada, ignorando el pasado pintado en las paredes con el tizne que dibuja llantos. Ellos no ven atrás ni adelante, sólo saben que han llegado a la escalera pues aguarda con una voz crujiente en cada tabla que la forma. Mi padre asciende primero y saluda a la troje

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con una mueca a ras de piso. Atrás, tío sube; mas un escalón con un sórdido grito concluye la parada del viacrucis. 3 Aunque la infancia aún me lame la cara y la crin del viento roza las mejillas mientras el frío incrusta el sol en ellas, siento que el mundo camina en mis pies con la inercia de los ojos. El horizonte viene y, llegados a sus límites, podemos caer en otra vida. Más allá de la ceguera no alcanzo a palpar el cerro que entra en los sueños de la nube, mientras una fila de manos sueltan el rocío y cortan las besanas donde la milpa mece nuestras risas en un ir y venir de surcos enlamados de pisadas y gemidos de bueyes en brama que trillan el crisol de estos momentos. El miedo acapara mi sangre y con él, las botas que mi primo me dio para no lastimar a la muerte que ronda en la menguante de los bueyes camino al filo de su luz. 4 Mamá llora y ve llorar nuestra infancia.

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Trata de calmarla con un "volverán" escapado de sus labios y una sonrisa que el viento deformó. Mamá llora. Llora en los rincones de la casa, en los resquicios donde las arañas tejían los sueños de sus hijos, en los juguetes que dejamos olvidados en el polvo. Será mejor no recordar. Será mejor dejar al silencio contar la siguiente historia y pasar a otra página donde los fantasmas duren hasta el final de la hoja.

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RECUERDOS A mi abuela Carmela

Mi abuela fue aquel árbol que danzaba en la noche de frescos recuerdos. De niña apetecía jugar con los pájaros: hijos alados de sus ramas. Los acariciaba tiernamente en las tardes cuando el sol era degollado por el horizonte. Ya después, cuando nací, una a una le recorría las hojas del vestido, trepé la enredadera de sus brazos -un ave sustentada por su canto- y conocí su arrullo. Ay, esos días de vida de la agilidad de sus movimientos que atravesaban su verde cabellera. Ahora, las palabras le han comido los labios. Ya no es la misma contadora de duendes, de lluvias que reverdecían sus pensamientos. Recuerdo a las tormentas desnudar su cuerpo, pecados, otoños donde renacía su corazón marchito. Su rostro me recuerda las hojas de su vestido; los cabellos: procesión de hormigas mansas peinándole la espalda; su corazón, la cigarra convocando a la lluvia que todavía nos moja. Antes daba miedo perderla, ahora... Ver su alma convertida en la silla en que me siento, en la mesa donde como, en el bastón donde se recargara. Miedo de verla, encorvada estatua que llora con el viento a la vida; su arbolada figura preguntándome qué fue de nosotros...

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Lloro, lloro, para que estas lĂĄgrimas hagan retoĂąar su tronco.

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TULIPANES A mi hermana Mónica Hay más soles que de costumbre. Están alegres, se mueven al vaivén del viento, les acomoda la luz donde los acaricia. Estos son distintos al de diario. Nacen dentro de los verdes del patio de mi casa, en cada amanecer se multiplican, el rocío de la noche los enciende. Otros mueren con ella. Me doy cuenta de eso pues sus rayos se deshojan con el viento que los arrastra y llegan al rostro de mi hermana; quizá ella sea un sol pues la luz sigue sus pasos con un tulipán que cuelga de su oreja.

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Raúl Rico Guido _________________________________ Curimeo, Michoacán (1971). Estudió en la Universidad Autónoma de Campeche. En 1978 le conceden mención honorífica en los III Juegos Florales de Isla Mujeres, Quintana Roo. Perteneció al Taller Literario Syan Ca’an. Ha publicado en A Duras Páginas y periódicos de circulación regional. Ganó el Premio Estatal de Poesía de Escárcega, Campeche en 1995. Es Jefe de Redacción del suplemento cultural Entre Letras del Instituto de Cultura de Campeche.

FINJAMOS SER FELICES (Fragmentos) III Esta soledad la misma soledad extasiada inmersa en esta quietud de calles un pequeño silencio me acompaña me envuelve se acumula en la acera se disfraza en murmullo se adhiere a esta noche llena de miradas recorro las calles de mi infancia están distintas algo o alguien se ha encargado de mantenerlas descalzas camino la esquina permanece intacta los cruces son los mismos el mercado y la escuela sin ecos la calle siempre la misma calle que va al centro algo o alguien se ha encargado de disfrazar mis pasos

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para que estas calles ahora expandidas no los recuerden como míos IV El artificio se ha despojado del engaño mi deseo cuesta el cuerpo se inventa sombras todo fue confundiéndose hasta extender los sentidos he buscado dónde descansar la memoria ni el gran cedro de mi casa existe ya ni mi casa ni esa desesperación matutina de sacudirme ya no encuentro esa ventana donde la buganvilia se pintaba de luna mi cedro ha desaparecido con él mi primer juego mis noches de tranquilidad han desaparecido gracias a la imperiosa necesidad de exilio A este lugar ya no lo recuerdo unas manos sinuosas se han encargado de mutilar la memoria V Vine a buscar lo que había olvidado y me pertenece estoy con las manos exhaustas desgastadas de tocar estas paredes de recorrer los muros y las piedras donde me sentaba a ver el agua todo se vuelve indiferente ante estas manos nada me recuerda en este lugar ya no creo en lo que me rodea el viento intenta hablarme cree en mi dolor cree en la necesidad de levantar el puño y azotarlo en estas piedras

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que han traicionado a ese niño que olvidé intencionalmente VI La noche ha de tardar en llegar queda tiempo para recorrer estas calles vaciarme el rostro y buscar a ese niño al que le han extirpado los ojos le han inutilizado la garganta y lo han despojado de su simpleza Qué fácil es mirar de frente cuando alguien te sostiene la cabeza para que no puedas moverla así he de permanecer vacíamente quieto con la única intención de ver cómo lo destrozan los cuervos blancos VII Finjamos ser felices y caminar por última vez despojados de minuciosidades secos seamos el puente de una farsa sentimental y llena de indiferencia finjamos ser felices enterrándonos la indiferencia como entretenimiento quitemos nuestros rostros y las manos para serle fieles al deseo de matarnos mutuamente continuemos unidos por la circunstancia con la agravante de destrozarnos el vientre y dejemos de ser el experimento de nuestra rabia mostremos el miedo y matémonos por el simple hecho de ser felices

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VIII ¿Dónde está ese niño lleno de silencio? Sólo a él busco ya mis padres se han desgarrado el cuerpo se han desprendido de la primavera porque ya no es necesaria han de comenzar de nuevo a levantar sus muros han dejado el insomnio la apariencia sólo quedan en este lugar imágenes y gargantas sin reflejos: ¿Dónde está ese niño que ahogaron los cuervos blancos? ¿Dónde está? XI Así te quiero intacto niño ajeno a este dolor insípidamente feliz indiferente a los gritos de los que se han marchado así permanece agradablemente lleno de agua XII Así he de permanecer intacto sangrando desde mi infancia quebradizo lleno de indiferencia y sudor así he de permanecer hasta romper las paredes donde me encierro

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he de librarme de la respiración y del naufragio he de escribir y derrumbar ese dolor que anida en mis manos si es necesario he de escupir esta farsa que nos devora y nos vuelve insensibles ante los gritos de un niño al que le han mordido el vientre para arrastrar su dolor y sembrarlo de pasos y calles descompuestas XIII Daba tanto miedo recorrer tu rostro difícil fue reconstruirte e inventarte cada vez que te tocaba tu llanto devoraba mi llanto derretía mis ojos calmaba mi ira demolía los recuerdos de la vieja calle que juntos caminamos quería guardarte pero era imposible comprender tu inicio

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Ema Ligia Rivero Ucán _______________________________________ Chetumal, Quintana Roo (1977). Pertenece al Taller Literario Syan Ca’an. Primer lugar en el Concurso de Literatura para Jóvenes “Eraclio Zepeda” en 1991, realizado en Cancún, Quintana Roo. Sus poemas aparecen en las revistas A Duras Páginas y Tierra Adentro. Publicó el poemario Ha sangrado la piedra.

ESPEJOS DE LA INFANCIA MI ABUELA BORDABA A su memoria I Rueda mi infancia en el eco envejecido de tu rostro, rueda la aguja y atraviesa los bordes de la cama. Tu imagen persigue pájaros, conoce de peces y árboles. Ayer fue silencio, mariposa. Hoy es la tarde un vestigio sepultado. Mañana será mi sombra, invisible sombra que corroe futuros. II Borda mi abuela al otro lado del silencio. Borda con los ojos cerrados y las manos insepultas,

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borda su mirada en un espejo, tiempo que no transcurre. Borda un lucero en el cosmos y una llamarada de peces en su vientre. III Se te ocurrió envejecer porque tus manos se habían convertido en garras y tu corazón, en piedra. Se te ocurrió vivir como estatua con los ojos desgarrados y la piel cubierta de olvido acurrucado como tigre. Se te ocurrió morir como suicida, como árbol, como muerte.

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RENACER EN EL RECUERDO Renacer en el recuerdo, renacer en el zafiro que la noche puso en mi frente. Renacer en el vampiro que mordió mi infancia y bebió hasta el último latido de mi sangre. Renacer todas las noches y mirar cómo los sueños se van alejando, van disminuyendo en las páginas de mi diario. Renacer otra vez con la flama de un grillo robándome los pasos. Renacer para que el silencio vuelva a callar y mi voz grite con la mudez de siempre.

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HA ENVEJECIDO MI CASA I Ha envejecido mi casa, mis sueños, el árbol donde solía guardar los trinos del ocaso. Ha envejecido mi padre, la ropa de los perros que nacieron ayer. Dónde esconderé el silencio que habita en los cuartos, las canas que día a día me hicieron morir, te hicieron morir, nos hicieron morir en la silla rota. II A mi padre le dedico la raíz de los árboles que no he podido arrancar, estos pájaros que caminan lentamente en mis venas. A mi padre, porque en su mirada sólo habitan reflejos del ayer, le construyo una alberca de sueños para que mañana cuando despierte la lluvia conduzca sus pasos.

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MADRE Sólo tengo heridas, olvido, astillas lamiéndome la piel. ¿Dónde está tu voz, tu aroma? ¿Dónde tu rostro endulzado de peces? Me visto de niebla para no saber que mi vida es polvo, que nací del polvo. Me visto de luna para que seas la luz que aparece en el péndulo de estas horas. No tengo tiempo ni destino, sólo el silencio habita esta cascada de recuerdos; tan sólo piedras que escuchan el zureo de sus lágrimas y vuelve con la lluvia de mis ojos y me lastima tu ombligo porque has muerto y me lastima el polvo porque he muerto contigo y me duele el río que cruza por mis venas este mar de olvido...

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Meztli Vianey Suárez Mc-liberty __________________________________________________ Chetumal, Quintana Roo (1980). Ha obtenido los siguientes premios literarios: segundo lugar en los IV Juegos Florales de Isla Mujeres (1989); mención especial en el Certamen Literario Eraclio Zepeda de Cancún (1989); tercera mención en los V Juegos Florales de Isla Mujeres (1989); primer lugar en el Certamen Poético Benito Juárez de Cancún (1990); segundo lugar en los II Juegos Florales de Sabancuy, Campeche (1990) y segundo lugar en el II Certamen Literario Eraclio Zepeda de Cancún (1991). En 1992, primera mención honorífica en los X Juegos Florales Nacionales Universitarios convocados por la Universidad Autónoma de Campeche y mención honorífica en el Certamen Regional de Palizada (1996). Textos suyos han sido publicados en la revista Tierra Adentro. Es autora del cuaderno de poesía El insólito tiempo de escribir y del libro Sombra de mi sombra.

MEMORIAS BAJO LA LLUVIA RECUERDOS BAJO LA LLUVIA Llueve sobre la casa de mis abuelos y mi padre lo sé por el olor húmedo en los huesos y el canto de amor de mi abuela que purifica nuestros pecados jóvenes atrás la lluvia hace pedazos nuestro miedo mis primos mojan su niñez en los charcos aquí adentro nuestros cuerpos envejecen junto con los santos de madera las latas en rincones las paredes en cada vela un milagro nadie piensa en los relámpagos afuera los pájaros ascienden huyendo de la vida

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como los dĂ­as a los que persiguen nuestras almas la quietud el agua en los tobillos el corazĂłn inundado de temores y el silencio donde las hojas crujen tierra abajo a lo lejos las hormigas edifican nuestra ausencia

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ÁRBOL GENEALÓGICO Sé que la madre de mi padre teje en las noches los pecados del alma e hila en su rosario la agonía de sus hijos sé que el padre de mi madre conocía cada barco que llegaba a sus lágrimas Cuando el mar era niño y su amarga piel aún no moría bajo los cuervos que picoteaban su carne supe que mis abuelos nunca se conocieron sólo engendraron hijos en lugares lejanos éstos engendraron criaturas que todavía no se multiplican en los espejos Sé que mi padre es poeta en un mundo difícil y no ignoro que el mundo de mi padre es ser poeta mi madre observa crecer a sus tres secretos en un árbol lleno de palomas y cuervos una rama con raíces firmes Anochece mis hermanos dormitan aún somos pequeños para sacarnos los ojos los unos a los otros

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ERAN MAÑANAS Eran mañanas sin fechas Mi madre hilaba sus lágrimas en un río perdido en el mundo llegaron de momento desolando el alma de la casa y de mis padres Eran días quietos Todo permanecía bajo la destrucción de nuestra carne días prestados para sobrevivir en palabras y sentimientos ajenos inútiles días que se viven cada instante cuando llueve en cuerpos efímeros y tormentas que nos guían al lugar donde nacimos estaciones pálidas cuando la luna aún era un capullo y la luz brotaba en su interior Eran ocasos sin luz ni distancia Mi madre urdía sus manos en la hoja y observaba caer nuestras sombras en la tierra Fuimos ángeles pecadores rechazados de un paraíso secreto frente a los ojos negros del milagro

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VENDRÁN PRONTO Vendrán de pronto paisajes que evocamos recuerdos por quien pide la lluvia para la sequía de sus venas Vendrán de pronto fragmentos perdidos cuentos que alguna vez mi padre nos contó en noches eternas cual sus barbas donde se enredaban nuestros sueños Bajo la lluvia del tiempo difícil es recordar la niña que fuiste ante los ojos de la nodriza luna difícil sitios que sueles recorrer cuando lo has olvidado todo Vienen a mí voces inquietas persiguiéndose en la casa que se rodea ahora del silencio Mis hermanos fantasmas se agazapan como piedras crecemos en noches y palabras numerosas Es tarde ya para volver a los veranos de una infancia inacabada solamente los árboles permanecen

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LEJANÍA A mi abuela Carmela Sentada bajo el árbol de jícaro vio crecer a sus tres frutos eran verdes como el canto de las aves de rapiña que rodeaban sus días la calma de la infancia se posaba en ellos eran niños felices sin preocupaciones que ocupasen sus diminutas almas crearon dioses que abandonaron en cada muro buscaban en el eterno jardín el miedo que poseían sus ojos Una campanada dos son las tres bajo el árbol del jícaro mi abuela evoca las voces de sus nietos los ve jugando en el jardín voces que dejamos bajo los escombros voces que corren asustadas sombras jugando a sus secretos Son las tres la niebla cubre sus pupilas canta: La vida es una sensación es el secreto en cada ser el milagro que yace en una rama en las manos de mis hijos y mis nietos

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LAS MANOS Las manos del padre de mi padre son fuertes, han tejido palabra por palabra palma a palma han avanzado frente a un muro. Las manos de mi padre tambiĂŠn tejen y enredan a la noche con los ojos, a lo imposible con la vida y poco a poco se forma un horizonte entretejido con los aĂąos. Las manos de su hija y la nieta del padre de su padre intentan resurgir en el alba, intentan que sus manos descubran poco a poco la palabra, poco a poco el sentido de ser parte de la vida.

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EN BUSCA DE LA INFANCIA Mi tía es hipocondriaca, ignora que la luna es la mejor píldora para no envejecer en los minutos que rodean nuestro mar de vida. Sé que mi abuela me cuenta de un abuelo que conocí en retratos donde la foto es la mejor receta para la que no sabe si la agonía duele en las cicatrices de una piel que no tiene principio (y es sangre la que brota de los ojos de la abuela). Ignoro si esta luz que no encuentro nos lleva a lo intacto de la noche cuando sostengo palabras confusas pues el significado está en las venas o en el tatuaje de los ojos de mi madre donde las lágrimas son pequeñas gotas del exilio a un paraíso incierto. Y si la fétida madera de nuestros huesos reclama su origen, entonces diremos que provenimos del océano más distante en la palma de mi hermano donde sostenemos la cuenta de los días que avanzan como una transfusión. Vienen del patio, vienen por el principio de mi infancia; son los jueces del mal, agitan nuestros pies, nuestra lluvia donde la iguana trepa en el consciente de la genealogía o se arrastra para ser una piedra viva entre las demás que pueblan el patio. Cargamos en nuestro vientre una cruz marcada con hierro al rojo vivo (es la señal con que Caín nos bautizó) y con rojo llenaron el vacío de nuestras almas, con rojo, la jícara donde mi madre deposita las angustias de la casa. Un día todo terminó. Ya no había voces tras el muro que antes era el lugar en el que las criaturas procreaban su interior y el camino de estas bestias llamadas poesías. Entonces tropezaron los siglos y el viudo de enfrente le contaba a su mujer nuestra historia. Yo los observaba

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sentarse a su mesa y recordar las migajas de nuestro pasado en una casa incendiada. Mi aya trenzaba nuestro sueño frente al espejo cuando sintió arder la culpa de sus ojos y los nuestros. En otra lengua maldecía el espectáculo exterior. Sólo nos bastó el silencio, nos bastó mirar el endurecido corazón de los perros que aúllan a la inercia de las cosas. Antes de desfigurarse mis piernas, nos arrastramos como crisálidas frente a la vergüenza de los dioses que aguardan nuestra ceguera para devorar con sus fauces la indiferencia de nuestra carne.

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JUNTO A LA MEMORIA Junto a la memoria por las noches mi cántaro bebe la vida del río. Desconoce que sus muertes trascienden de un patio a otro, que su corriente arrastra nuestra sangre hasta volverla polvo ante los ojos de otros ojos. Introduzco mis manos niñas en su cuerpo. Sentir el frío es sentir temor hacia la soledad de nuestro karma. Permanezco intáctil y mi cuerpo de barro se entumece. Siento la luz fluir en mis venas. Las raíces de este río son como las nuestras, están unidas al pasado que nos arrastra a un futuro sin veredicto ni cauce que nos explique la existencia de su alma. Subo por la vereda que lleva mi corazón al pueblo, al hogar donde mis padres esperan el río para apaciguar la sed de mis hermanos. Subo entre la hojarasca que cruje entre mis piernas donde dos muros calman el miedo. Veo una luz, siento que el pueblo se acerca, penetra más allá de lo que crece entre mis costillas o encerrada en el interior donde deposito los secretos del río. Llego a casa, mi madre toma el cántaro entre sus ramas y vacía la luna en su frente.

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Jorge Enrique Yam Yah _______________________________________ Bacalar, Quintana Roo (1980). Miembro del Taller Literario Syan Ca’an. Obtuvo el segundo lugar en los Primeros Juegos Florales Peninsulares convocado por el gobierno de Yucatán. Sus textos aparecen publicados en Resumen de Olas y Sonarte. Es autor de la plaquette Fases de la luna.

ESPERANZA OCULTA A mi padre I En el espejo están mil generaciones, el reflejo de mi padre es más que un sueño perdido, lo busco entre los pétalos inertes que no dan pista de existencia. La noche ha sido mi confesor y mi pañuelo de llanto. Tal vez la vida solamente es investigar mi sangre relacionada al cobarde irracional amor que resguarda aquel deseo culpable de martirios, sorpresa para mi persona. Al buscarlo sin motivo, no puedo mantenerme petrificado sin encontrar respuesta. Al abandono de mis noches exhibiré mi simpatía y escucharé a mi progenitor ausente.

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Deseo ser estimado por mi padre, entender su cobardía... II Los gemidos acarician esta página, prosigo tras lo oculto de mi sombra, me divierto en estas líneas que son un escape a la calma. Quebrantaré la diversión satisfaciendo a lo marchito. Mujeriego enfermizo apagado en mi nostalgia fluirás entre mis lágrimas dueño de mis pesadillas. III Intimidad amarga que profana este instante. La despedida ha quedado en tu retrato y estos versos amargos han sido mi recuerdo: olvido todo.

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MUNDO A mi niñez Mi niñez ha de sufrir las lágrimas que lloran, en sus lágrimas se desbordan oraciones. En aquel ojo oculto se pierden las miradas, se pierde aquella memoria, se pierde aquel hermano nocturno. Busco recuerdos inertes, imaginación desnuda, memoria esférica, se deslizan los dolores. Mi mente es mi enemiga, aquella libreta a la que no se le escribe nada es mi enemiga, el paso que desemboca en la nada es mi enemigo, toda la sociedad es mi enemiga pero el mundo ha sido mi pasado, palpitar instantáneo que se confunde con lo imperfecto. ¡Gracias mundo! Muy sabrosa pobreza, insípida democracia, te agradezco. Les agradezco noche, enemigo mundo, por mi existencia.

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PRÓDIGOS A mis hermanos I El amanecer es virgen todavía, risas que desbordan lágrimas. Piden justicia a la naturaleza quisquillosa con la que bailan su vida en exquisita imagen que se deforma con el velo de lo oculto. Rescataré mi sangre para darle mejor futuro, cada minuto que se imprime en el tiempo no será de lamento; será de libertad, para que estas musas vuelen entre mi memoria y sean un recuerdo en todo instante. Estrategia perdida, lamento de mil deseos. II Hemos nacido al mundo de la intimidad corrompida. Somos estatuas, piedras labradas en espinas

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que se cortan con lo santo y lo serio de mi sentido. Corro tras el tiempo para conocer a mis hermanos. III Aquel árbol ha sido nuestro resguardo, nuestra madriguera de niños. Brincar entre las risas, tocar los sueños perdidos, reflejar las hojas con una vela ahora que mi sombra se ha encendido con el llanto. Dejaré fluir este cáliz y mojaré mi pasado con el lamento que se impregna en estas líneas donde me retrato.

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VERDUGOS A mis tíos Los verdugos han reposado en mi memoria, mi mente está cegada entre las mil lecciones, la decepción misma busco entre los laberintos de aquella casa, mi casa donde no he encontrado la salida pero he hallado el martirio para ser el objeto que regalan como tributo. Oigo el vaivén de mis pensamientos, divagan confusos como los pasos que da la muerte. En esta esquina, en este mundo, en este lamento se han quedado mis miedos atrapados en los pasos de estas líneas enamoradas de lo desconocido. Y estas lágrimas que descienden de mil verdugos son solamente miembros de la noche que se envuelven entre sentimientos.

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CUARTO PRIVADO Ni desván ni sótano tiene la casa de mi infancia. Ramón Iván Suárez

Sólo tiene un cuarto privado en el cual los lamentos de la vida lo han sellado. Lágrimas, cráneos enfermizos forman ríos, mares y vicios del tiempo que pasan en mis ojos; pero me entretengo meciéndome en aquella soga colgante mientras busco recuerdos inertes. Sólo tenues gotas de dolor giran en mi recuerdo. Yo y el vaivén de la soga vivimos para encontrar víctimas, apagar luces, buscar huesos. Salen agitados mis pasos al encuentro del triunfo; uno más allí de la existencia y noto que cada persona tiene su precio y río porque el mío ha llegado. Amiga cuerda, bésame el cuello como lo hiciste con mis hermanos. Llévame, llévame, ya soñaremos con nuestro cuarto privado.

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Álbum de Familia se terminó de imprimir el 30 de septiembre de 1996 en Bacalar, Quintana Roo, México. La edición consta de 500 ejemplares.

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