
13 minute read
CAPITULO 2: DIOSES Y DIOSAS MENORES
Capítulo II
DIOSES Y DIOSAS MENORES
Advertisement
Eos
Eos, personificación de la Aurora, es la hija menor de Hiperión y Tea y esposa de Astreo. Es también hermana menor de Helios y de Selene. Esta divinidad pertenecía a la primera generación divina. Es representada como una hermosa diosa alada cuyos dedos rosados abren las puertas del cielo y permiten que pase el carro del sol. Lleva un manto color azafrán y esparce rocío. Todas las mañanas, la diosa salía del océano y subía al cielo para volcar sobre la tierra el rocío matinal. De su carro tiran dos corceles blancos llamados Lampo y Fetonte.
Los romanos identificaron a la griega Eos con su correspondiente romana, Aurora. Eos y Aurora son los nombres de los asteroides 221 y 94 respectivamente. Esta joven Deidad despertó muchas pasiones dentro y fuera del Olimpo, lo que le generó cierta rivalidad con la bella Afrodita. Los poetas la describieron como una joven despreocupada y feliz.
Eos se unió con el Titan Astreo (el estrellado), de los cuales nacieron diversos vientos y astros, entre ellos Lucero y Fósforo, quién solía preceder a su madre todas las mañanas sosteniendo una antorcha, mientras ésta esparcía el rocío sobre la tierra. Sin embargo, Eos también tuvo muchos amoríos intensos, aunque no muy duraderos, el más conocido es el de Eos y Titón, con quien tuvo dos hijos varones: Ematión y Mnemón.
Faetón-Adimo fue hijo de Eos y Céfalo. Con dicho mortal sería también madre de Héspero, quien sería ascendido a dios de la estrella vespertina, siendo el opuesto de su medio hermano Fósforo, la estrella matutina. Otros amantes de la diosa fueron Orión y Clito.

Pinturas en las que se representa a la diosa aurora. Arriba a la izquierda: El triunfo del Día sobre la Noche precedido de la Aurora (1882), de Antonio Caba. Arriba a la derecha: Apolo en su carro precedido por Aurora (1612-1614), de Guido Reni. Abajo a la izquierda: Aurora (1755), de Jean-Honoré Fragonard. Abajo a la derecha: Aurora (1681), de Jan Reisner.
Aurora

Heósforo y Héspero, la estrella del amanecer y de la tarde representadas en una pintura de Evelyn de Morgan.
Aurora según la mitología romana, era la diosa del amanecer. Los antiguos griegos la llamaban Eos, aunque su nombre romano se haya extendido de manera más amplia a lo largo de la historia. La diosa era hija de los Titanes Hiperión y Tea, y hermana de Helios y Selene. Cada mañana, Aurora se levantaba del mar y cabalgaba en su carro tirado por caballos por el cielo delante del sol, llevando una jarra desde la que esparcía rocío sobre la tierra. El primer esposo de Aurora fue el Titán Astreo, en conjunto con el que tuvo varios hijos: los vientos Bóreas, Euro, Noto y Céfiro, así como la estrella de la mañana Heósforo y la estrella de la tarde Héspero.
La belleza de Aurora hizo que Marte, el dios romano de la guerra, se interesara por ella. Esto enfureció a Venus, que hizo que Aurora se enamorara de varios mortales. Incluso se casó con uno de ellos, Titono, tras su matrimonio la diosa rogó a Zeus para que hiciera inmortal al jóven. Zeus le concedió el deseo a Aurora, pero la diosa enamorada se olvidó de pedir también la eterna juventud de su esposo. Como resultado, continuó envejeciendo hasta que se convirtió en un anciano marchito. Aurora lo encerró en su habitación hasta que los dioses finalmente se apiadaron de él y lo convirtieron en saltamontes.
Los términos “aurora borealis” y “aurora australis” se utilizan para referirse a bandas de luz de colores a veces visibles en el cielo nocturno, especialmente cerca de los polos norte o sur. Aunque Grecia e Italia no están muy cerca del Polo Norte, varios escritores griegos y romanos antiguos documentaron avistamientos de la aurora boreal a lo largo de los años. Aunque algunos intentaron explicar estas apariencias utilizando principios científicos, es probable que muchos antiguos griegos y romanos consideraran que estas extrañas y hermosas bandas de luz eran obra de la diosa de la aurora.

Helios
El sol, fuente de luz y de vida, siempre ha sido venerado por el hombre desde la infancia de la humanidad. Su calor abriga y su luz ilumina, protegiendo a los hombres de los peligros desconocidos de la oscuridad. Lo griegos les dieron forma humana a sus dioses y en el caso del sol, su personificación fue Helios.
En la mitología griega, Helios era el hijo de dos titanes: su padre fue Hiperión y su madre Tea, quien protegía la vista y dotaba al oro, la plata y las gemas con su resplandeciente brillo característico, llamada también Eurifaesa por Homero. Sus hermanas eran Selene, la diosa de la luna, y Eos, la aurora. Los griegos figuraron en su imaginería a Helios como un joven de gran belleza, coronado con la brillante aureola del sol, que todos los días recorría los cielos con su carro tirado por toros solares o cuatro corceles que arrojan fuego de sus fauces llamados: Flegonte (“ardiente”), Aetón (“resplandeciente”), Pirois (“ígneo”) y Éoo (“amanecer”). Este recorrido maraca el inicio y el final del día.
La leyenda más popular acerca de este dios nos cuenta que sedujo a Clímene, una oceánide (hija de Océano y Tetis) que era esposa de Merope, rey de Etiopía. Otras versiones afirman que era esposa legítima de Helios. De su unión nació Faetón, el imprudente muchacho que intentó conducir el carro de su padre por el cielo, pero no pudo controlarlo y se precipitó sobre la Tierra, incendiándola. Otra versión cuenta que en el carro Faetón corre tan por encima de su curso habitual que la Tierra tiembla, y se acercan tanto que los campos se queman,
Helios fue venerado en toda Grecia, sobre todo en Rodas, donde le dedicaron una de las Siete Maravillas del Mundo: el Coloso, una representación del tan adorado dios. A partir del período helenístico, se comenzó a relacionar al multifacético dios Apolo con el sol en los cultos, y por ende, con Helios.
Como sucede con todos los dioses de la antigüedad clásica, existen mitos y leyendas que los destacaron e hicieron inolvidables, mientras tanto, en el caso de Helios ha sido aquella acción protagonizado por uno de sus hijos, Faetón, quien robó el carro de su padre y al perder el control causó el incendio de la tierra, uno de los más importantes.
Helios habría concebido a Faetón con la oceánide Clímene, que habría estado casada con el monarca de Etiopía. Por ese hecho tan imprudente que protagoniza el hijo de Helios, Zeus, entrará en una gran ira y decidirá que el joven muera a través de un rayo que lo fulmina.
Otra historia suya muy difundida es aquella vinculada al poder de su luz que le permitía ver todo, como el engaño de la diosa Afrodita a su esposo Hefesto, quien en secreto se acostaba con Ares.

Por: Olivio Ferrando
Selene

El mito de Selene fue muy importante entre los griegos, pese a que al final terminó fundiéndose con el mito de Artemisa. Sin embargo, la diosa de la noche tiene gran protagonismo en algunos mitos y regía en parte la medición del tiempo.
El mito de Selene es el mito de la diosa luna, una figura que tuvo una importancia relativa entre los griegos y mucho más protagonismo entre los romanos. Era la encargada de no dejar en la oscuridad a los mortales cuando su hermano Helios, el sol, se ocultaba en el horizonte.
En el mito de Selene se representa a esta diosa como una bella mujer, con tez pálida y tersa, que llevaba una corona de media luna sobre su cabeza. A veces iba sobre un toro, pero más frecuentemente se le veía desplazarse en un carruaje de plata, tirado por dos bueyes blancos o dos caballos alados. Como su hermano, el Sol, lo hacía en el día, ella recorría la noche en ese vehículo.
La diosa de la luna siempre vestía túnicas blancas y llevaba una antorcha en la mano. El mito de Selene tenía especial influencia en la medición del tiempo entre los griegos. En esta sociedad los meses se componían de tres períodos, cada uno de 10 días, en concordancia con las fases de la luna. Se creía que no solo gobernaba la noche, sino que también producía
Dice el mito de Selene que esta diosa pertenecía a la segunda generación de titanes y que era hija de Hiperión y Tea. Hiperión era un titán que apenas apareció en la mitología griega; pese a esto, se le consideraba el dios de la observación. También se le asociaba con las primeras luces del día, justo ante de que saliera el sol.
Tea, la hermana y esposa de Hiperión, era titánide y se pensaba que regía la vista, pues los griegos creían que los ojos lanzaban rayos sobre las cosas y era esto lo que permitía verlas. Una de las funciones de Tea era la de darle brillo a los metales preciosos.
Hiperión y Tea tuvieron tres hijos: Helios, el sol; Selene, la luna; y Eos, la aurora. Se creía que cada día Helios iniciaba un viaje por toda la extensión del cielo; cuando terminaba, sobrevenía la oscuridad y entonces era Selene quien debía relevarlo para hacer un viaje similar en la noche. Eos, por su parte, tenía la misión de rodear al mundo para anunciar la presencia de Helios cada día. El mito de Selene dice que esta diosa tuvo varios amantes, divinos y mortales. Sin embargo, su gran historia de amor la vivió con un mortal humilde llamado Endimión. Se cuenta que era uno de los hombres más bellos que había sobre la Tierra, tan solo comparable a Adonis o Narciso.
Endimión era pastor y guiaba a los rebaños en las noches. En una ocasión, estaba en el monte Latmus y se sintió tan cansado que no pudo evitar quedarse dormido en una gruta. Selene alcanzó a percibirlo y entonces descendió hasta la cueva con su carruaje y vio al bello pastor dormido. El sitio se iluminó con el brillo de la diosa y esto despertó a Endimión.
Los dos se enamoraron perdidamente el uno del otro desde ese instante. Sin embargo, ella era una diosa, por lo tanto, inmortal, mientras que él era un mortal. Cuenta el mito de Selene que ella en persona fue a pedirle a Zeus una solución, pues quería unirse para siempre con el pastor.

Orión
En la mitología griega Orión (griego antiguo Ὠρίων) era un Gigante, que sirvió de arquetipo para el cazador primordial en la cultura griega. Su mito sobrevive sólo en episodios y referencias fragmentarias.
Hirieo, el fundador de la ciudad de Hiria, en Beocia, nunca había conocido mujer pero deseaba a pesar de ello tener un heredero.
Un día, Zeus, Hermes y Poseidón le visitaron en su palacio. Hirieo sacrificó para ellos el buey más hermoso de su manada.
Más tarde les preguntó qué podía hacer para tener un descendiente sin tener que casarse. Para ello, Zeus le hizo traer la piel del buey que Hirieo había sacrificado para ellos y le pidió que orinase encima. Así lo hizo Hirieo. Entonces los tres dioses enterraron la piel en el jardín del palacio y se marcharon.
Nueve meses más tarde, apareció en el lugar donde la piel había sido enterrada un niño al que Hirieo dio el nombre de Orión (de ourina, ‘orinar’). Cuando alcanzó la edad adulta, era tan grande que podía andar por el fondo del mar manteniendo la cabeza y los hombros fuera del agua.
Así fue como llegó a la isla griega de Quíos. Fue recibido en la corte del rey de la isla, Enopión, y allí se enamoró de su hija, la princesa Mérope. Enopión quiso librarse de este incómodo pretendiente, para lo que decidió prometerle la mano de su hija si éste libraba a Quíos de todas las bestias que atacaban a hombres y ganado. Enopión estaba convencido de que Orión no lo lograría, pero éste era un excelente cazador y no tuvo ningún problema para cumplir el encargo. Cuando regresó y pidió la mano de Mérope, Enopión se desdijo de sus promesas, el enamorado Orión se enfadó y saqueó el palacio, siendo sin embargo finalmente apresado por el ejército de lanceros del rey.
Como castigo, Enopión le cegó y le abandonó en la playa. Orión marchó entonces directo a través del mar hasta la isla de Lemnos, donde fue atraído por la forja de Hefesto, quien aceptó cederle como lazarillo a su ayudante Cedalión. Así, guiado

por el muchacho, Orión regresó al mar y caminó hacia el este para encontrarse con el sol. Durante su camino, recuperó milagrosamente la vista.
Otra versión cuenta que Artemisa se había enamorado de Orión, lo cual despertó celos en Apolo, dios del sol y hermano gemelo de Artemisa, pues aquél tenía que cuidar de la castidad de ella. Un día Apolo hizo una apuesta a su hermana, a que no podía asestarle una flecha a un animal que se movía a lo lejos dentro de un bosque. Artemisa lanzó su flecha y dio, como siempre, en el blanco. Cuando fue a ver su presa, se dio cuenta que había aniquilado a Orión. Fueron tan grandes sus quejas y sus lamentos, que Zeus, padre de los dioses, colocó a Orión en el cielo para su consuelo. Se dice que un día Orión regresará para vengarse de Apolo y si no a él, a sus descendientes ya mortales y casarse con la descendiente de Artemisa.
Existe una versión más, en la que se cuenta que Enopión, movido por los celos, le sacó los ojos a Orión en castigo para que jamás volviera a ver a Mérope. Así transcurrió su vida, hasta que un día pisó un escorpión sin darse cuenta, siendo picado y muerto por su veneno. Los dioses se apiadaron de él y lo colocaron en los cielos junto a sus dos perros de caza (Can Mayor y Can Menor) y una liebre llamada Lepus. Se dice que por eso persigue a Mérope y las Pléyades, sus hermanas, y huye de Escorpión, al otro lado del cielo. También se dice que ataca a Tauro, una de las bestias que invadieron Quíos.
La constelación de Orión se identifica fácilmente en el cielo, una vez ubicado el cinturón de cazador: tres estrellas acomodadas en una línea relativamente recta, por lo cual quizás sean uno de los grupos de estrellas más presentes en el imaginario a lo largo del tiempo. Paradójicamente contrario a la historia del cazador.
Pese a todo, a Orión se le ha llevado a múltiples lugares, aunque incompleto como aparentemente ha estado condenado a permanecer. En la ópera aparece en composiciones de Francesco Cavalli, Johann Bach, Toru Takemitsu, Kaija Saariaho, John Casken y David Bedford. Por otro lado, también lo encontramos en incontables trabajos literarios como símbolo de muchas condiciones de la vida humana. Finalmente, incluso la sátira ha participado de la imagen del gigante.
Como se puede ver en la imagen presentada a continuación, vemos una ilustración que se burla del decreto de la Universidad de Leipsic en Alemania, en septiembre de 1807, de cambiarle el nombre a la constelación de Orión por el de Napoleón. En la ilustración se lee a pregunta irónica: “¿Los hombres de Leipsic haremos esto en honor al carácter turbulento [de Napoleón], dado que cuando se levanta Orión en el cielo, generalmente viene acompañado de tormentas y tempestades?”. Mientras tanto, Napoleón cuelga del gigante, representado con una espada. Hasta eso ha llegado Orión.
