La liturgia del poder

Page 1

La liturgia del poder Nuestra Palabra | 31 Enero 2014 Esta semana la iniciamos con la toma de posesión del nuevo presidente electo de Honduras Juan Orlando Hernández. Como no era menos de esperar tuvo cobertura por todos los medios de comunicación escritos, radiales y televisivos. La mayoría obligados por una cadena de radio y televisión por más de tres horas consecutivas. Y la capital de la república se vio “literalmente” tomada por las diversas fuerzas militares, policiales y de seguridad habidas y por haber. Un evento de tal naturaleza que se repite cada cuatro años puede ser analizado desde muchos puntos de vista; nos fijaremos en su carácter mediático y de efecto en la sociedad. No es ninguna novedad afirmar que la religión en la modernidad dejó de ser el centro de la sociedad y el factor de legitimación por excelencia. Ese espacio lo ocupan ahora otras instancias como la economía, la técnica, la burocracia, opinión pública, la política, etc, etc. Lo curioso es que si en un primer momento, con la secularización de la sociedad, se dio un proceso de desencantamiento del mundo, ahora, en la época moderna sucede lo contrario, estamos asistiendo al re-encantamiento de algunos ámbitos de la sociedad. En razón de ello los sociólogos nos dicen que en las instituciones políticas es donde resultan más visibles los rituales del poder: en la política misma, en los aparatos legislativos, judiciales, diplomáticos, tomas de posesión que se adornan de un protocolo, de unas etiquetas y una teatralización de sus papeles donde al final estamos asistiendo a la celebración litúrgica del poder de tales instituciones y sus representantes. Se constituye un espacio sagrado donde solo tienen acceso una minoría. Las tomas de posesión se convierten en un rito con sus maestros de ceremonias, ayudantes o monaguillos. Tienen más el aspecto de una concelebración; hay un lenguaje propio y apropiado a la ceremonia; los oficiantes principales son los elegidos por el pueblo y el mandatario es el “ministro sagrado”. Es un portavoz que habla a título del partido, del bien común, de la nación; es más, se inicia el juego sacerdotal del mandatario que quiere hablar en nombre de la verdad, de la sabiduría, la libertad y el pueblo. En definitiva, en este paso de lo sagrado a lo profano se establece un culto idolátrico de la política o, dicho de otra manera, el fetichismo de la política. Esto es a lo que hemos asistido con la toma de posesión de JOH aunque, a decir verdad, con algunas característica propias. Toda la ceremonia, que incluye lo realizado anticipadamente en las municipalidades del país, no ha sido más que una fiesta donde se ha “sacralizado el poder”: un poder para ser visto, admirado y deseado pero no compartido. Un “poder militarizado” que se inicia con la “operación Morazán” y que había sido respaldado por el Congreso. Un poder cercano y compartido con las élites del país, las únicas que tuvieron acceso directo y con libertad de movimientos. Un poder que se mediatiza y comparte con los dueños de los medios de comunicación y quienes controlan la opinión pública. Un poder que sirvió de pretexto para admirar el glamour de las élites dominantes que confundieron la toma de posesión con las pasarelas de la moda. Y, en última instancia, un poder distante, sin contacto y cercanía con el pueblo y la oposición debido a los “anillos de seguridad”. Al final constatamos que el poder, apropiándose de lo que era patrimonio de las religiones e iglesias, se ha sacralizado y lo ha convertido en una auténtica liturgia. Lo que hace falta ahora es que ese poder sea para servicio, no para grupos privilegiados y de poder, sino para combatir la pobreza, el desempleo, la inseguridad y desigualdad.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.