Qué Pasa Oaxaca Vol. 8

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LOS REINOS QUE HABITAN EL MANGLAR DE

La ventanilla

E

n un mediodía de invierno, el sol cae pleno sobre las plantas de flor de jamaica en el pequeño sembradío a la entrada del centro de ecoturismo La Ventanilla. Este proyecto comunitario que protege el manglar y los reinos animal, vegetal y mineral que lo habitan, se ubica en Santa María Tonameca, Oaxaca, a unos minutos de Mazunte y San Agustinillo, playas majestuosas y bravas del pacífico. Como una bienvenida antes de adentrarnos al manglar donde anida una gran diversidad de aves y reptiles, las flores rojas y espigadas del hibiscus brillan con intensidad. Caminamos por una calle rústica hasta adentrarnos en la espesura de árboles y palmeras de troncos trenzados de principio a fin que parecen lomos ásperos de cocodrilos al sol. El guía nos cuenta que el follaje de esas palmeras servirá más tarde para tejer los techos de las casas y así recuperar la arquitectura mesoamericana sustentable. Mientras nos dirigimos hacia la laguna, el sonido del mar que sólo se encuentra a unos metros del manglar se vuelve más intenso; bajo nuestros pies la arena luce negra porque apenas a seis metros de la superficie hay lava volcánica que origina ese color oscuro de obsidiana o petróleo. Navegamos en La Iguana, una barca que se abre paso en las aguas rojas de la laguna; aunque sus remos de madera nos llevan con lentitud y abren la superficie del agua con delicadeza para mostrarnos el color granate del fondo, no dañan el proceso purificador llevado a cabo por el mangle rojo. Los habitantes involucrados en este proyecto cuidan que cada elemento sea armónico con el ecosistema. Entonces navegamos en una laguna enigmática habitada por alrededor de 71 especies de aves residentes y migratorias, sólo que en esta época del año podemos ver grullas, patos buzo, garzas reales de patas negras, algunas águilas y colibríes. Sin duda lo más imponente de esta escena donde el guía nos informa en inglés todo lo que sabe de esta reserva es el encuentro inesperado con los cocodrilos. Algunos permanecen con el 90% de sus cuerpos sumergidos bajo el agua y sólo nos permiten ver la orilla de sus lomos áridos como si fueran icebergs de piedra; otros permanecen con sus cuerpos enteros tomando baños de sol para entibiar su sangre fría, con las fauces cerradas y la mirada vigilante. La adrenalina de navegar tan cerca de estos reptiles se disipa cuando encontramos tortugas, grullas, patos buzo, garzas reales de patas negras, garzas ibis, garzas verdes. Desembarcamos en una isla minutos después de saber que estamos en un santuario, rodeados de 400 cocodrilos que viven entre 70 y 75 años. Te x t o : J u d i t h S a n t o p i e t r o Foto: Salvador Cueva

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