Jugar e interactuar con nuestro interlocutor, teniendo como centro de mesa un ajedrez, sin duda, es todo un reto. Razonar, pensar y actuar en función de nuestra estrategia calculada pero también en capacidad de aquello, que creemos, hará nuestro adversario nos hace valorar el tiempo, su tiempo, pero también el convite en un reto donde ambos ganan-ganan.
Ver a los jóvenes disputarse una mesa para participar en un torneo es grato a la vista, pero más satisfactorio para los organizadores, ya que no invirtieron en una gran infraestructura y sí, en cambio, se llevaron una valiosa experiencia. Sólo necesitaron mesas, sillas y para cada par de competidores: 32 piezas móviles en un tablero en blanco y negro con 64 casillas o escaques.
Un rey, una dama, dos alfiles, dos caballos, dos torres y ocho peones de cada jugador pasan a ser el centro de atención, de aquellos que observan con respetuoso silencio la competencia donde también ellos participan y ganan-ganan.