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Posteriormente, cita a Konrad Lorenz (1903-1989), quien desde un ángulo diferente habla del instinto y aduce que éste junto con lazos afectivos, sería esencial para caracterizar lo que nos hace humanos. Luego, Ridley (2004) habla sobre Hugo Marie de Vries (18481935), quien redescubre las leyes de la herencia y propone a la herencia como definitoria de

lo humano, bajo las leyes tutelares de la genética. Desde la esfera del comportamiento, el autor (Ridley, 2004) destaca a Iván Pavlov (1849-1936), médico y científico ruso, quien está convencido que lo que diferencia a los humanos del animal, es la mente y asegura que la clave de la mente humana reside en el reflejo condicionado. También resalta a John Broadus Watson (1878-1958), quien convierte las ideas de Pavlov en conductismo y afirma que es capaz de alterar la personalidad a voluntad, mediante el entrenamiento; para él, lo humano se construye a partir del entrenamiento, por la conducta condicionada. Asimismo, anota que para Sigmund Freud (1856-1939) es la historia personal de cada individuo lo que determinaría su humanidad y no las explicaciones biológicas como la herencia, la genética o la alimentación. Según Ridley (2004), Émile Durkheim (1858-1917) insiste en que lo que determina lo humano serían los hechos sociales. Sumado a esta postura, el alemán Franz Boas (18481942) aduce que la cultura configura la naturaleza humana y no al contrario. Por su parte,

Jean Piaget (1896-1980) aporta tres postulados teóricos que considera fundamentales para lo que se constituiría en lo humano: el desarrollo, la imitación y el aprendizaje. Como se advierte la discusión, como un péndulo, va desde lo puramente biológico o genético, a lo decididamente social, pasando por diversos estados intermedios, pero sin determinar con claridad lo que nos hace humanos.

La dignidad nos hace humanos Enmanuel Kant (1724-1804) en la segunda formulación de su imperativo categórico, enuncia el principio de dignidad e inviolabilidad del individuo, como sinónimo de humanidad. Dice Kant: “Obra de tal modo que te relaciones con la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin, y nunca sólo como un medio” (Kant, 1995, pág. 104). Este imperativo categórico kantiano, reconoce la presencia en todos los seres humanos de algo valioso, inconmensurable, invaluable, que sería la dignidad, que nos Página | 76


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