Cuadernos Hispanoamericanos 786 (Diciembre 2015)

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mayor que pintarnos un viejo valiente y un mozo cobarde, un lacayo retórico, un paje consejero, y rey ganapán y una prince­ sa fregona? ¿Qué diré, pues, de la observación que guardan en los tiempos en que pueden o podrían suceder las acciones que representan, sino que he visto comedia que la primera jorna­ da comenzó en Europa, la segunda en Asia, la tercera acabó en África, y aun, si fuera de cuatro jornadas, la cuarta acababa en América, y así se hubiera hecho en todas las cuatro partes del mundo?» (495). El cura esgrime las conocidas unidades aristotélicas –acción, tiempo y lugar– para fustigar a Lope. Estos pasajes le ganaron a Cervantes la enemistad del Fénix de los Ingenios y de sus solícitos admiradores, uno de los cuales pudo haber sido el que escribió el Quijote apócrifo bajo el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda. Pero tanto criticar a Lope por improvisador o tolerarlo como tal por sus muchos otros méritos bien puede ser una manera de soslayar la importancia del asunto, atribuyéndoselo todo con resignación a su voluble carácter y desbordada creatividad. Porque la improvisación y la aparente chapucería no son poses de Lope, sino la esencia misma de su práctica poética e implícita preceptiva, como declara en el Arte nuevo, por lo que el asunto merece más detenido análisis; las poses de los supuestos impostores suelen terminar definiéndolos no ocultando atributos propios más profundos y determinantes. Su petulancia en el Arte nuevo revela que Lope fue muy consciente y autoconsciente de su costumbre improvisadora, a la que le atribuye su capacidad de invención, a la vez que el obedecer a los gustos del público de su momento en la historia, que no podían ser los mismos que en la época de Aristóteles. Abandonar semejante libertad en favor de las limitaciones que esgrime el cura del Quijote habría significado sustraer vuelo estético e imaginativo a la comedia, además del aliento épico que la sostenía. ¿Por qué ceñirse a un día, una época, una acción, y a personajes homogéneos en su extracción social? La desaparición de las discutidas unidades en el teatro posterior le ha dado la razón a Lope, para no hablar del éxito rotundo de su comedia nueva en la España de la época. Con Garcilaso y Góngora, Lope fue el único escritor del Siglo de Oro que realmente creó escuela propia, en su caso más allá de los círculos estrictamente teatrales. Cervantes ni siquiera se le aproxima en esto. 5

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