Cuadernos Hispanoamericanos. Crónica

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tierras de la Corona o en las asignadas a los pueblos de indios, y partieron al norte por obligación o tras el deseo de poblar «esa tierra ávida de cerco y sementera, disputada palmo a palmo al infiel». «Aquella cantera desamparada de Dios y de toda civilidad; protegida nada más por el olvido» se convirtió en un archipiélago de ranchos solitarios desperdigados por la campiña abandonada, formando pequeños enclaves sin comunicación ni posibilidades de apoyo. Convertida en una isla dentro de otra, como tantos otros poblados y asentamientos distantes de la provincia, la Villa Real de la Concepción y sus valles aledaños resistieron estoicamente el apartamiento y las condiciones de extremo peligro, sin recibir, generalmente, la ayuda necesaria para la defensa. La colonia subsistió con la mirada concentrada en sí misma, ante la desidia de las autoridades coloniales y los «encomenderos» de la zona, sirviendo de antemural contra las pretensiones lusitanas y los malones de los indios del Chaco. La colonización norteña, aunque tuvo un papel preponderante en la defensa de los territorios fronterizos, no obtuvo un justo reconocimiento, sobre todo los pobladores más pobres, ubicados en las tierras más alejadas y de peor calidad. La ilusión del enriquecimiento en los yerbales fue otro de los motivos de insularidad voluntaria de numerosos colonos, quienes, atraídos por las promesas económicas, firmaban una contrata por seis meses para trabajar en los beneficios de la yerba, pero volvían de esos campamentos alucinantes, después de varios años, con los bolsillos vacíos o no retornaban jamás. La partida de los varones creaba un doble aislamiento: por un lado, el del «mensú», sujeto a condiciones miserables en su lugar de trabajo del cual no podía regresar libremente, ni tampoco evadirse sin enfrentar la muerte. Por otro, el de las mujeres abandonadas a cargo de sus familias, quienes sobrellevaban una existencia de subsistencia mínima, atadas a los riesgos fronterizos, la quemazón de sus ranchos, la violación y el secuestro por parte de los chaqueños mbayaes, en tanto soportaban «el inventario de los inviernos sin el hombre, las sementeras agonizantes, los malones», que se repetían con idénticas consecuencias. Si la colonización norteña puede identificarse con islotes de población desconectada del núcleo principal de la Villa Real de la Concepción, la colonia de Tevegó, fundada en el periodo independiente, con «pardos libres, presidiarios, mujerzuelas, malvivientes de toda laya, acollarados o sueltos según la proporción de sus delitos», constituye el 145

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