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La identidad y el proceso de conversión
La experiencia del amor de Dios que nos crea, nos libera y nos salva está en el centro de la identidad de Cáritas. Y, de ese núcleo surge un vínculo muy profundo con la espiritualidad. Si bien tiene un fundamento sólido en el Evangelio, adquiere un dinamismo propio por los tiempos y las circunstancias que atravesamos en América Latina y el Caribe: el ambiente social y político, las organizaciones, la sociedad en su complejidad, las normas de ciudadanía y las diferentes culturas (orientaciones, estilos de vida, valores); provocan y estimulan la comprensión que Cáritas tiene de sí misma. Podríamos llamar “identidad”, al modo en que Cáritas codifica y organiza estos diferentes estímulos en un sistema interno que le sirve para captar la realidad, para valorarla mejor y decir dónde y cómo ha de intervenir de acuerdo con la misión que ha recibido. A través de la propia Identidad que se resignifica dinámicamente de acuerdo con el devenir histórico, Cáritas se vincula con las realidades de forma responsable y critica. La Identidad es por tanto el fruto, en continua y trabajosa maduración, del intercambio entre la historia de nuestras pastorales y las aportaciones culturales, problemáticas, injusticias, procesos de desarrollo y transformación y de otras circunstancias sociales; a través de las cuales, esa historia es escrita y vivida: nuestras Caritas de América Latina y el Caribe ya tienen más de 60 años de camino, en los cuales muchas realidades de todo tipo cambiaron radicalmente. Cáritas tuvo que resignificarse en muchos aspectos: es una institución abierta a las redefiniciones, dinámica, situada en cada contexto. Por la ley de la encarnación, Cáritas está permanentemente en movimiento: cambiando, en transformación, con aprendizajes, terminando etapas y abriendo otras nuevas. Todo en ella, es un gran proceso de muchos procesos. Pero si tiene un fundamento inconmovible, la Identidad de la Pastoral Social - Cáritas en América Latina y el Caribe (y en todo el mundo donde está la Iglesia católica), está dada por la clara conciencia de ser Iglesia. En esta perspectiva, se reafirman acentuaciones de la comunidad que queremos ser: a. Iglesia vinculada profundamente a Jesucristo, de modo especial en las realidades que trabajamos, en los ambientes traspasados por el sufrimiento y el dolor, la pobreza y la exclusión, la opresión y la injusticia; de manera que cada acción realizada en favor de los demás, de quienes más lo necesitan, sea signo de una nueva humanidad, sea una buena noticia. Que sea un acontecimiento transformador; capaz de generar una metanoia, un cambio de mentalidad, en el estilo de vida, de prioridades, de relaciones nuevas y diferentes, que sean más acordes al Reino que Él puso en marcha en este mundo. b. Iglesia que se sabe necesitada de conversión pastoral; como lo afirman nuestros obispos en el documento de Aparecida (nº 365 al 370), una renovación en su actuar pastoral para que llegue a ser más incluyente, dialogante, coherente; que promueva la participación y la corresponsabilidad de los creyentes y cercana a la gente que habita estas tierras benditas con tanta riqueza natural, cultural y espiritual. Como afirma el Papa Francisco (EG 25-27): una Iglesia en permanente proceso de conversión. Una Iglesia en permanente estado de misión debe profundizar en la conciencia de sí misma, y debe mirar lo que Jesús espera de ella y lo que ella es en realidad. Y por eso, surge un deseo de renovación, de reforma de sí por fidelidad a Jesucristo. Las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. c. Iglesia que quiere alcanzar y transformar, con la fuerza del Evangelio, los criterios de juicio, los valores determinantes, los centros de interés, las líneas de pensamiento, las fuerzas inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con su plan de salvación para la humanidad. d. Iglesia en salida (EG 21-24), que sale de la comodidad para atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan el Evangelio. Siempre tiene la dinámica del éxodo y del don, de salir de si, de caminar y de sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. Que sale a anunciar el Evangelio en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. Es la comunidad de discípulos que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. Porque primerear es saberse primereada en el amor; entonces
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