
3 minute read
El principio de la comunión
Cáritas, desde su acción pastoral, colabora con el obispo para fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana, siguiendo el ideal de las primeras comunidades cristianas, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma (cf. Hch 4,32). En éstas, se “crearon” las primeras experiencias de caridad organizada, de acuerdo a sus realidades, desde las líneas que nos dejó Jesús en sus palabras y sus gestos. Por eso, también hoy impulsamos una comunión dinámica, abierta y misionera; alentando y procurando la maduración de los mecanismos de participación y otras formas de diálogo pastoral, con el deseo de concretar el sueño misionero de llegar a todos (cf. EG 31). Evangelii Gaudium, hace énfasis en el principio de participación y corresponsabilidad entre los diversos servicios, ministerios y carismas en la Iglesia. Para esto, es fundamental el rol de cada Obispo que preside Cáritas en cada Iglesia particular en la animación y la organización, para darle la importancia que corresponde a la pastoral caritativa: “Los obispos son responsables de su Iglesia particular, incluyendo a las Caritas diocesanas y nacionales. Ellos son responsables también de animar a las parroquias a participar en el ministerio de Caritas” (cf. Motu Proprio Intima ecclesiae natura). Los obispos llevan a cabo esta labor en estrecha colaboración con la Iglesia Universal y la Sede de Pedro8 .
c) El principio de la comunión
Advertisement
La Iglesia en salida no olvida su vocación de discípula y misionera: reconoce el desafío de ponerse en camino, estar entre los hermanos, vivir inmersa y compartir la alegría del Evangelio del Reino. Y, al mismo tiempo, sabe que no se trata de estar en un activismo que descuida la urgencia de hacer de ella misma una casa y escuela de la Comunión. Esta es una gran tarea que tenemos ante nosotros, para ser fieles a la voluntad de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo. ¿Qué significa todo esto en concreto? También aquí la reflexión podría hacerse enseguida operativa; pero sería equivocado dejarse llevar por este primer impulso. Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la Comunión9; proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forman las personas y los cristianos, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades. Espiritualidad de la Comunión significa: . Ante todo una mirada del corazón, sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya presencia ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos y hermanas que están a nuestro lado; de todos y todas, sea cual fuere su condición social, cultura, procedencia, creencias, etc. . Capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como «uno que me pertenece y a quien yo le pertenezco»; para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para intuir sus deseos y compartir las necesidades mutuas, para ofrecerle una verdadera y profunda amistad. . Capacidad de ver, ante todo, lo que hay de positivo en el otro; para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: un «don para mí», además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente de Él. . Saber «dar espacio» al hermano, a la hermana; llevando mutuamente la carga de los otros (cf. Ga 6,2), y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos acechan y que engendran competitividad, ganas de hacer carrera, que crean desconfianzas y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la Comunión; se convertirían en medios sin alma, en máscaras de comunión, más que sus modos de expresión y crecimiento. Las Cáritas de América Latina y El Caribe experimentan la comunión eclesial en sus vínculos con las otras regiones y con la Confederación Internacional de Cáritas, de la cual forma parte. En la formulación jurídica de la confederación se destaca la unidad, en la autonomía, de los miembros individuales, que son las Caritas nacionales; con el debido mandato de sus respectivas Conferencias