La ciudad, fantasmas, cárcel, gomecismo.

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Esta serie de libros digitales es el resultado del proyecto

La poesía de Caracas: 5HVFDWH KLVWRULRJUi¿FR GH Jesús Sanoja Hernández



Índice ¡Oh Caracas! 10 10 de febrero de 1937 en la Universidad de C ­ aracas 15 13 de diciembre 22 1917 25 A Alirio y Maria Luisa 27 A Caracas 28 A Guzmán Blanco 31 A Pancho Pérez 39 A un Samán 44 Agregar a Yerbateros 50 Al General Cipriano Castro 52 en su entrada a Caracas 52 Aviso 60 Blasones 62 Buenos días al Ávila 64 Cadenas de amor 73 Canto a la ciudad de todos 75 Canto a Lindbergh 104 Caracas al vuelo 112 Caracas 119 Caracas 121 Caracas 122 Ciudad 131 Ciudad 133


Con el pañuelo… 136 Confesionario de San Francisco 143 Coplas del Día 148 Desengaño 154 El 5013 158 El bajito 164 El cándido guerrero 167 El carnaval del Obispo 169 El Carnaval Venezolano, Visto por Nuestros 178 El castigo del Ávila 186 El chácharo cantor 200 El Parque Carabobo 206 En Caracas 209 En Carapita 213 En la ciudad 215 En mi clausura 218 Delpiniana 221 En “Villa Carlota” 223 Fin a “Eternidad” 226 Evasión 230 Expresión 232 Fraternidad 234 Fulmen 237 Hacienda “El Marqués” 238 Himno Andrade 242 Impresiones de un inglés sobre Caracas 246


Iniquidad 252 Injusticia 254 Juan Vicente Gómez 256 La ciudad 260 La consagración de la catedral 263 La farola 271 La flor de Galipán 273 La neblina y el Ávila 276 La primera salida 279 Lluvia en la ciudad 285 Lluvia nocturna 288 Los puentes de Caracas 291 Manifiesto 300 Manuel Díaz Rodríguez 303 María “Puyita” 311 Martes 13 313 Mensaje 315 Miedo eterno 319 Mis dos cárceles 321 Misiva Capachera 324 Oda V 343 Páginas de álbum 346 Pájaros 353 Plaza de la misericordia 356 Poemas venezolanos de Nicolás Guillén 359 ¡Agua! 362


Fragmento del prólogo a “De la soledad y las v­ isiones”, de Otto D’Sola 372 Qué hubo Pacheco… 378 Recado a San Antonio 381 Recado a una ciudad 383 Recuerdos viejos 394 Repiques de Aleluya 399 Salmo a los brazos de Carmen 402 Saludos a Lindbergh 406 Sinceridad 420 Soneto a Caracas 422 Tarde caraqueña 426 Tríptico de las transmigraciones 428 Una tarde en Blandín 433 Va a llover 439 Versos para ser leídos por unos grandes ojos obscuros 442 Viático 444 Viejo parque de Altagracia 451



Sin autor ¡Oh Caracas! Caracas allí está con sus Mantillas. Quemada en subversivos arreboles. Y sus bandas de alegres digepoles hacen forrar de acero las costillas. Caracas allí está, vedla en cuclillas a los pies de Gonzalo… Sin frijoles, con sus huecos, sin carnes y sin coles; con su barco amarrado en las orillas. Con sus gloriosas ruinas (las de El Conde) donde el equipo gansteril esconde en cinismo mayor pesca y anzuelo. Con su gobernador supercansado de firmar pasaporte a El dorado y de rodar adecos por el suelo. 3 de julio 64 10


-2¿Quién halló con sus dedos en sangre la pared vaporosa del día? ¿Quién de ellos rasgó la casa aquella Del tragaluz moviéndose en dos lámparas? Anoche dispararon a sus dedos desde la trampa llena de rosas, más borraron apenas sus huellas con escéptica pólvora fría. Y se lanzaron solos a los filos, sin cielo en el fugaz paracaídas, se lanzaron a un mar de briznas sueltas y anclaron en el roce de una espina. Una estrella extendió su oleaje y subieron al arca de la orilla. Del lado de la noche quedaban los relámpagos, Alí y Cristóbal fueron al alba guarecida Pero creció la pausa denunciada, apuró su escozor la cacería, por un hilo delgado de campanas quedó roto la hermética tranquila cayó un trino de rígido plumaje. Cayó un rayo de súbitos olores. 11


Un humo de continuas lamparillas. Anduve en cada suelo de la escala, a cada piso até los inasidos, urdí el secreto suelto de las cáscaras, armé el silencio débil con los ruidos. Quebrándose hojalatas de rumbos, buscaban los espacios sus alturas, la noche a sus crepúsculos de brillo.

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Antonio Spinetti Dini 10 de febrero de 1937 en la Universidad de ­Caracas ¡Juventud! ¡Estudiante! -Sed de horizonte ilímite, ansiedad de futuro-, se plasma en ellos la ideal simiente que revienta en la flor y en el grano maduro. Pero un 10 de febrero una ráfaga de balas aventó la simiente, que cayó a un charco cálido de sangre. ¿Qué trágica fuerza, que fuerza maldita pudo, de manera tan aleve y torpe, presionar los gatillos homicidas, que así cayeron sobre las baldosas universitarias junto a las simientes que gestan la encina las que gestan la rosa delicada?

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-El muchacho bizarro, cerebro y músculo en formación para la joven Patria, y esa que, con ideas de renuevo, le he de dar sus renuevos a la Patria.2 ¡Quién sabe lo que hoy hemos perdido! Quién sabe lo que se nos fue ésta mañana, cuando en los viejos claustros coloniales se oyó silbar las balas… Alguien huyó de allí sobresaltado. Alguien huyó de allí ésta mañana. Nadie podrá decirnos lo que hemos perdido, ni lo que se nos fue ésta mañana. 3 ¡Es un chorro de savia! Es un chorro de savia lo que se ha escapado por los huecos abiertos por las balas en nuestra carne viva y en la carne viva de la ilustre casa ¡Un chorro de ésta savia generosa, savia venezolana, savia nuestra! La misma que fue capaz de florecer un día 16


en un Libertador, en los Sucres, los Bellos y los Vargas, y, para no citarnos sino una, en la brava mujer neoespartana: ¡aquella que sabía sonreírle hasta la misma muerte, si en la muerte veía sonreírle una promesa de Libertad y de Patria! 4 ¿Cómo ha podido suceder, Dios mío, esta terrible tragedia que hace florecer la lágrima no solo en los ojos de las mujeres sentimentales sino en las almas varoniles mejor templadas, y que únicamente pueden dejar impasibles los ojos de las hienas y de los canallas? 5 ¡Pero no es la elegía! ¡Ni es tampoco la lágrima! lo que hoy nos ataca a nosotros en nombre de las madres, novias y hermanas. ¡No es lágrima ni elegía, muchachos, hombres, mujeres, lo que nos está pidiendo a gritos, esa hora angustiosa que ha vivido la Patria! 17


Lo que nos toca a nosotros, fuerzas conscientes, fuerzas vivas de la Patria, es trabajar para que en las generaciones que salen y saldrán de nuestras entrañas sea, siempre, la consigna nueva –la consigna única por cuyo triunfo entablamos la lucha sobrehumana hasta vencer-, esta consigna pura: ¡Pr el triunfo de la Justicia sobre las fuerzas de los cañones! ¡Por el triunfo de las ideas sobre el filo de los sables! ¡Por el triunfo del espíritu sobre la violencia y sobre las balas! ¡Así el instinto mellará sus dientes de lobo voraz y perderán sus uñas las tiránicas zarpas que agarrotan al hombre, y nos arropará a todos la gran bandera blanca! ¡Y vendrán los días puros y alegres, al fin, para la Humanidad y para la Patria!

Antología Poética. Caracas: Ediciones del Ministerio de E ­ ducación, dirección de Cultura y Bellas Artes, 1957. 100-02 18


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J. C. Silva 13 de diciembre ¡Oh, fecha redentora!... Parecía rendida a la barbarie Venezuela, y que siempre cerrada aquella escuela de civiles protestas, yacería. El pueblo, en tumultuosa algarabía, con su dicterio al déspota flagela… como también su indignación revela contra el cantor de la hosca tiranía… Se estremecen los cínicos histriones que forman coro al periodista insano… y al acechar los nobles corazones

En los números anteriores sobre la emana Magna. El mismo día ­publicación del discurso de Nemecio Arturo López. 22


que encarnan el honor venezolano cae el vocero de inmundas ambiciones, quemado por la sangre de Marcano

El 26 publican recitaci贸n de Rafael Bruzua, L贸pez en entierro de 颅Marcano, 14 de diciembre de 1919. 23


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José Rafael Pocaterra 1917 Adiós año-viejo, ojalá te fueras más allá del día , más allá del tiempo, más allá de todo, más allá de Dios ! recoge la herencia: tu reloj, tu espejo, tu guadaña en mella ¡tanto cortaría! y los cien mil muertos, insaciable viejo, que me llevas en pos. Adiós año-viejo, llévate las horas crueles de agonía de tus doce espadas, de tus doce meses de crimen atroz ¡llévatelo todo que yo no me quejo!, déjame tan solo la última alegría de ser unos solos los ojos, los labios y los corazones de ­nosotros dos.

Después de mí. Caracas: Imprenta Universitaria de Caracas, 1965. 35 25


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Eduardo Calcaño A Alirio y Maria Luisa Viven la luz y el espejo En estrecha esclavitud: La luz en él se refleja, Y él refleja por la luz. En tan dulces servidumbre Se aman dos almas artistas: Ella pinta lo que él canta, El canta lo que ella pinta.

Diez años en Venezuela. 164-65 27


Benavides Ponce A Caracas En tu seno, Caracas, miré la luz primera, y mucho en tu regazo generoso he vivido; porque diste a Bolívar te quiero y he querido, y porque eres altiva, voluble y lisonjera. Siempre más que tú quieres permites que te quiera todo el que ha conquistarte a tu centro ha venido; en una misma copa brindas amor y olvido, y alientas a los débiles y domas a la fiera. Con el Ávila al norte y con el Guaire al Sur, tienes ondulaciones como tiene el felino cuando se despereza ante el rayo de luz Es cáustica tu risa, Andaluza tu gracia,

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turbadoras tus noches como el añejo vino y es del siglo XVIII tu fina aristocracia.

1) Nació en Caracas y ha vivido mucho tiempo en ella (EB otro Cojo publicó Diplomáticas, versis que como el de Shoautmton r­ ecuerdan su paso por los consulados. Recordar Pio Fil) 2) La razón para quereral: nacimiento de Bolívar y los dones ­femeninos. 3) Letra de tango: amor y olvido. 4) Terceto bueno donde compara con felino desperezándose. 5) Graciosa como Andalucía. Aristocracia dieciochesca.

ilustrado. Año XXII. N° 515. 1° de junio de 1913. 202 El cojo 29


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H. de la Guardia A Guzmán Blanco Cuando a tu airado ceño enmudecían Pueblo, y prensa, y ejército y senado; Y el culto de los dioses te ofrecían, Y era la ley tu espada de soldado: Cuando al prestigio audaz de la victoria, De alto a los hombres y a los pueblos viste, Y de la Patria, ungido por la gloria, En árbitro supremo te erigiste; Al verte desafiar, desde la cumbre, Iras, rencores, con altivo alarde, Sin que el vulgar aplauso te deslumbre, Ni el rayo de los odios te acobarde; Yo soñador de nobles ideales, busco solo el bien por el bien mismo; Que 31


Que vi a César nacer de los triunfales Cantos que alzó a su gloria el patriotismo, Si te admiré, temí que tu osadía, Que los antiguos ídolos atierra, Pudiera, en su ambición, atar en día La Libertad a tu corcel de guerra. Y entonces me juzgaste tu enemigo Viendo en mi honrada independencia agravio; Que si lëal en la amistad contigo, No ocultó la verdad jamás mi labio. Tú, luego, en medio del informe caos Que dejó la discordia y la matanza, A los pueblos dijiste: <<Levantáos; <<Y soy el porvenir y la esperanza; >> Ibas a un fin: e imposición suprema Fue del deber tu imperativa audacia: Y el desafiar u orgullo el anatema No fue ambición en ti, ni fue falacia. Tu genio vio que necesario era Para imponer en bien entre el tumulto, Afrontar siempre en actitud guerrera 32


Juicios vulgares y villano insulto. Miré a tus pies la turba cortesana Y fija en ti la fe de un pueblo altivo; Vencida y muda la discordia insana; Y fue el temor que me asaltó más vivo! Mas, luego vi, que si a piedad provoca La Patria en triste yermo convertida, Tú heriste con valor la estéril roca Y en manantiales desbordó de vida. Vi, cuando envuelta en sombras no podía La República alzar la noble frente, Que hiciste luz, y el sol de un nuevo día, Con fecundo esplendor brilló en su oriente. Vi, que en la injusta pretensión extraña, A la que dio nuestro infortunio creces, Tu patriotismo contestó a su saña, Y a su necia altivez, tus altiveces. Y vi, que por cumplir la ardua tarea, Confiada a tu poder, pones valiente, Aunque arma al odio y la calumnia sea, De lo futuro en aras, lo presente. 33


Y como hermosos sueños, que concibe Un santo amor del entusiasmo en alas, La historia patria en mármoles se escribe, Y al progreso y la luz rumbos señalas. Y creciste a mis ojos cada día, Y justo te admiré; mas no hice alarde; Porque acaso tu orgullo atribuiría Mi franco aplauso al interés cobarde. Nunca fui tu enemigo ni tu esclavo; ni merecí tus iras ni favores; Por eso no me humillo si te alabo, Ni uso venganza recordando errores. Mas en vez de poner la noble herencia Del voto popular bajo la égida, A los pueblos creíste sin conciencia, Y tu obra muere por tu mano herida.

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J. J. Breca A Pancho Pérez I Dijiste con frase tosca, De esas con que tú te alegras Y poniendo cara hosca, Que con las caraotas negras Siempre se mezcla una mosca. Las chanzas suelen tener Apariencia de verdad: Eso suele suceder, Y cualquier casualidad Viene luego á darles sér. Fui á la mesa con alguna Gana; pero no comí: tu frase importuna! Hallé 39


Entre mis caraotas vi ¡Qué horror! seis moscas, no una! Y como el mismo color Tienen que el grano de luto Y yo les guardo rencor, Pensé yo que sólo un bruto Puede verlas sin horror. Caraotas! Sí, las quería; Pero con lo que dijiste, Se borró la afición mía: Profundo daño me hiciste! Caraotas! En ningún día! Y eso que pienso yo ahora Nace de lo que dijiste Hace tiempo, en mala hora: Aquel asqueroso chiste: Siempre, siempre me encocora. II Chanza idéntica gastaste Respecto del ron de Oriente, El Carúpano excelente, 40


Contra el cual pestes echaste. Dijiste de este licor Que el color es muy oscuro, Aunque yo juro y rejuro Que es muy lindo su color. Eso , porque tú le rindes Parias al Ceiba famoso; Al Carúpano es forzoso Que algún afecto le brindes. También hablaste del grado Alto con que va á la venta, Grado que á ti te revienta Porque no es de tu agrado. Este licor no se salva De ti, aunque es cosa rica! Mira! Licor que no pica No es licor: es flor de malva. Y tú que el dicterio remachas Contra el oriental licor, Al expresar que su olor Es olor de cucarachas. Siendo, cual soy, individuo De amistad con ese viejo, Me quedé, chico, perplejo, Pues soy en su trato, asiduo. Y en mí la chanza hizo efecto, 41


Revolviéndome los cascos, Pues bien sabes tú los ascos Que me produce ese insecto. El uso del ron deploras Que en Caracas sube y sube, Y yo, sin tomarlo estuve, Ay, Pancho!.......más de dos horas! Tal daño!.......No lo concibo! Y esa no te la perdono, Aunque tienes en tu abono La mujer con quien yo vivo. Mas la impresión olvidé, Y mi lengua á Dios bendice. ¿Sabes tú lo que yo hice? Muy luego me desquité

El tiempo. 17 de marzo de 1900 ­N. del ed.: La tarjeta que le acompaña dice en el anverso: V3340. ­Genoveva de Castro. Pájaro de barro. C Ed. Elite. 1942. 60 (2) p. 42


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A un Samán Árbol bello, ¿quién te trajo a estas campiñas risueñas que con tu copa decoras y tu sombra placentera? Dicen que el dulce Dalmiro, Dalmiro aquel que las selvas y de estos campos los hijos no sin lágrimas recuerdan, compró de un agreste joven tu amenazada existencia; de este alcor, estos valles, viva su memoria eterna. Del huérfano desvalido, de la infeliz zagaleja, del menesteroso anciano él consolaba las penas. Extiende, samán, tus ramas 44


sin temor al hado fiero, y que tu sombra amigable al caminante proteja. Ya vendrán otras edades que más lozano te vean, y otros pastores y otros que huyan cual sombra ligera; mas del virtuoso Dalmiro el dulce nombre conserva, y dilo a los que pisaren estas hermosas riveras. Dí, ¿de tu gigante padre, que en otros campos se eleva, testigo que el tiempo guarda de mil historias funestas, viste en el valle la copa desafiando las tormentas? ¿Los caros nombres acaso de los zagales conservas que en siglos de paz dichosos poblaron estas riberas, y que la horrorosa muerte, extendiendo el ala inmensa, a las cabañas robara que dejó su aliento yermas?... Contempló tu padre un día 45


las envidiables escenas; violas en luto tornadas, tinta en sangre las vegas; desde entonces solitario en sitio apartado reina, de la lagua distante que baña el pie de Valencia. Agradábale en las aguas ver flotar su sombra bella, mientras besaban su planta al jugar por las praderas. Del puro Catuche al margen, propicios los cielos quieran que, más felices, no escuches triste lamentos de guerra; antes, de alegres zagales Publicada en Rojas Hermanos. 1881. De ahí derivan las demás ediciones. En O. C. III, p. 28-29. La fecha de composición es insegura. Miguel Antonio Caro, siguiendo a ­Arístides Rojas, la sitúa en los primeros años del siglo. Se da también la fecha entre 1806 y 1808. Al comentar esta poesía dice Arístides Rojas (Rojas Hermanos, 1881, p. 75): El samán a que se refiere este romance es el mismo que existe en el barranco del río Catuche, al este del puente de la Trinidad, en Caracas, lugar predilecto de los pasos vespertinos de Bello en los primeros años del siglo. EL padre de este árbol, de que habla el poeta 46


las canciones placenteras, y cuando más sus suspiros y sus celosas querellas.

es el coloso vegetal llamado Samán de Güere, que aún se conserva en los valles de Aragua, cerca de la laguna de Valencia, y del cual ­habla Bello e sus fragmentos del poema América”. (Comisión Editora ­Caracas)

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Agregar a Yerbateros En vasto cuadro nacional, en uno de los cuadros c­ araqueños (Memorias de un Vividor), que está entre la novela y el ­episodio histórico, Tota García. Ed. del Mins. de Educa. Imprenta Balme BA. 1945 (222) describe la botica de don Claudio Rocha, situado entre Bolsa y Mercaderes (Calle el Comercio) frente al Hotel León de Oro (cerca) y en ­medio del extraño mobiliario, entre cajas y potes, anaqueles y ­gavetas se podía ver copaiba, tacahamaca, garitoto, ­cañifístola, ­cancanapire, pasote, sueldaconsuelda y demás hierbas y r­ aíces y resinas, la mayoría de procedencia indígena, detenidas a los remedios caseros.

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H. de la Guardia Al General Cipriano Castro en su entrada a Caracas ¿Qué alto rumor, cual de águilas caudales Que alzan el vuelo, resonar se escucha, Despertando memorias inmortales Del que fue sol en nuestra magna lucha? Mirad cual baja de la andina sierra, Ardiendo en patrio amor y sed de fama, corta legión que, apellidando guerra, El sacro imperio de la ley proclama! Al generoso intento, su osadía No ve los riesgos de la heroica hazaña; Que la victoria al héroe que la guía Siempre en las arduas lides acompaña. Vedla cruzar por montes y por llanos Sin que su ímpetu audaz encuentre valla; La espalda siempre en las robustas manos, 52


Y siempre el brazo pronto a la batalla. Ved cómo el paso con valor le cierra Falange poderosa y aguerrida, Y cómo a osado esfuerzo en franca guerra Quedó en el campo de la lid vencida! Mas, allí el héroe triunfador comprende El hondo duelo de la Patria amada, Y al contrario tenaz los brazos tiende E hidalgo arroja la invencible espada. Y vedle, así llegar, vibrando el aire Del amor popular a los clamores, A la ciudad gentil que riega el Guaire, De Grandes cuna y tierra de las flores. El es!... miradle; aquel cuya victoria Vindicando la Patria, a su bandera, Signo de Libertad, progreso y gloria, El perdido esplendor volver espera. Que si la alzó con engañoso alarde Dolosa la ambición, los pueblos fieles Vengar supieron la traición cobarde Y diéronle más gloria y más laureles.

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Y será en vano ya que la acechanza Del antiguo rencor vele traidora. Y en la ilusión de pérfida esperanza La noche busque al despuntar la aurora. Así lo quiere Dios, y así está escrito; Caerá vencido el adversario injusto, Y de la paz bajo el pendón bendito, Surgirá el bien sobre su trono augusto! El, a pesar del temporal deshecho Que codiciosa la ambición excita, Hará brillar la estrella del Derecho, Hará reinar la Libertad proscrita! Y, tú, que has visto, oh! Ávila altanero, Tantos heroicos hechos, tanta gloria, Inclina la cerviz ante el guerrero Por quien obró prodigiosa la victoria. Vistan de frescas flores los vergeles; Vibren los ecos del cañón temido, Y ciñan las hermosas de laureles Al siempre vencedor jamás vencido! 23 de octubre de 1899.

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Sin autor Aviso Para el doctor Pifano

Mi doctor Pifano, se echó una varilla, ya que la fauna criolla le guarda su encono, por lo que usted dijo que aquí cualquier mono es una amenaza de fiebre amarilla. Le pongo en aviso que hay ya una gavilla de micos que quieren que usted cambie el tono, si no se retracta, rece a su patrono antes que los simios lo vuelvan parrilla. El “Mono” Zuloaga quien el clan conjura -no sé si con fiebre o con calenturalo ha estado buscando porque en una fiesta le gritó el portero hecho una papilla: ¡El “Mono” Zuloaga, la fiebre amarilla! y zás de un portazo le rompió la testa 02 de octubre 64 60


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Blasones La calle, un español de Compostela, que es perito en heráldica y blasones se calienta fundando estas razones: no hay nobleza de sangre en Venezuela. Y todo por pasar noches en vela tras escudos, panoplias y pendones y no encontrar aquí tres coquetones para sacarles la familia abuela. De esos conozco a un escritor amigo que en una larga discusión conmigo me desafió a trompadas una noche, porque a bromas tomé lo que él decía, de que Próspero Infante descendía de los Infantes de Carrión, ¡qué boche! 62


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Aquiles Nazoa Buenos días al Ávila Buen día, señor Ávila. ¿Leyó la prensa ya? ¡Oh, no!... No se moleste: siga usted viendo el mar, es decir, continúe leyendo usted en paz en vez de los periódicos el libro de Simbad. ¿Se extraña de la imagen? Es muy profesional. ¿O es que es obligatorio llamarlo a usted Sultán y siempre de Odalisca tratar a la ciudad? ¡Por Dios, señor, ya Persia no lee a Omar Khayyám, vez de Sirio es Marden y en 64


quien manda en el Irán! Cambiemos, pues, el tropo por algo más actual: digamos, por ejemplo, que usted, pese a su edad y pese a que en un ojo tiene una nube (o más), es un lector celeste y espléndido, ante el cual como un gran diario abierto se tiene la ciudad . ¿Se fija usted? La imagen no está del todo mal… ¿Qué le ha gustado? ¡Gracias! Volvamos a empezar. Buen día, señor Ávila, ¿Leyó la prensa ya? ¿Se enteró de que pronto con un tren de jugar su solapa de flores la condecorarán? ¡Oh, no! ¡No, no! No llore, 65


¿Por qué tomarlo a mal? Será, se lo aseguro, un tren de navidad con el que usted, si quiere, podrá también jugar. Serán, sencillamente, seis cuentas de collar trepándose en su barba de viejo capitán. Tendrá el domingo entonces un aire de bazar con sus colgantes cajas de música que van de la ciudad al cielo, del cielo a la ciudad. ¡Adiós, adiós! los niños le dirán al pasar y el niño sube-y-baja tal vez le cantarán: usted dormido abajo refunfuñando: --Bah…! y arriba los viajeros cantando el pío-pa.

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¿Pero por qué solloza, si nada ocurrirá? ¿Le asusta que las kodaks aprenden a volar? ¿O dígame, es que teme, ¡mi pobre capitán! que novios y turistas se pueden propasar y como a un conde ruso lo tomen de barmán ? ¿Es eso lo que teme? ¡Pues no faltaba más…! ¡Usted de cantinero…! ¡Qué cómico será! ¡Usted, que más que conde fue en tiempos un Sultán. con una nube al brazo diciendo: --oui, madame, en tanto que la triste luna de Galipán le sirve de bandeja para ofrecer champán…! Buen día, señor Ávila, me voy a retirar. 67


Saludos a San Pedro y a los hermanos Wright. (El テ」ila lloraba, llovテュa en la ciudad).

El burro flautista. Editorial Pensamiento vivo, 1954. 9-13 68


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Diego Jugo Ramírez Cadenas de amor A Alirio Díaz Guerra

Trovador triste y errante Viniste a mi patria un día, Y en negra melancolía Bañado vi tu semblante; Que del nativo solar Arrojáronte vencido, Y eras un ave sin nido, Un proscrito sin hogar. Mas del Guaire a la ribera Encontraste, por ventura, Angelical criatura, Tierna y dulce compañera; Y humildemente rendido Del amor ante el altar, 73


El proscrito tuvo hogar, Tuvo el ave nuevo nido. Vencido, ya vencedor, Trocaste en dichas tus penas, Y bendices las cadenas Que a tu cuello at贸 el amor.

Diez a帽os en Venezuela. 164 74


Vladimiro Rivas Canto a la ciudad de todos Uno Dentro de tu vientre me empantano, se escribe con furia mi peri贸dico de rutinas, mi revista alucinada sin nombres, el entusiasmo de todos se infla, y resplandece, y revienta como un golpe de conjuras. Dentro de tu nombre, Caracas, todos los pasos se asustan, se embriagan de pisadas pol铆ticas, buhoneras, revendedoras, invertidas, estudiantes, rateras, de chispas golosas y embusteras.

al lado de tu lengua la desesperaci贸n Canto 75


de mi amigo, del río, de la búsqueda embriagada, de los nombres estrenados en la sombra, tu desesperación desesperada con los años y los hombres que enciendan papeles y fogatas de uniformes en el centro de tus ojos.

Canto a la ciudad de todos. Caracas: Talleres de Gráfica Americana, C. A., 1967. 25-26 76


Dos ¡Protesto! ¡Protesto! ¡Protesto contra la raya vertical de esta hora plagada de moscas y orugas jardineras! Protesto contra el locutor de radio que ejerce en las esquinas, contra la prostitución y el fósforo doliente de las aulas. ¡Siembro mi protesta en el centro de Caracas! Nada tenía que decir antes de los burdeles y las flautas, antes del sol contagiado de este año cuatrillizo, antes de tantos perros, y tantos sapos, y tantas sabandijas. Antes, solo hablaba de festejos y bailes con guitarras, y palabras marineras y juguetes, cintas mágicas, y cristales, y muchachas. Nada tenía que decir antes de que murieran las palomas de esta ribera enlutada. Nada distinto a las canciones, a los caminos sonrientes. Solo retretas domingueras, noticias, periódicos nacientes. Otra vez protesto contra tu nombre dividido, contra Javier, contra Francisco, contra Carlos, contra el dios envenenado que anuncian los Partidos, 77


contra el festival del sexo y las iglesias. Protesto contra el 12 de abril de este año callejero en que los revendedores y los ladrones no caben en las aceras brillantes y extremistas. No dije una palabra antes de tantos mendigos, antes de las niñas nocturnas que alegran mi cerveza, antes de las noticias con títulos borrachos. Pero comienzo a protestar a favor de las muñecas, de los garrapatosos y de los inmigrantes, de las gavetas repletas de expedientes. Protesto contra tanta indecencia y tanta grosería enmascarada, y contra los cristianos que rompen con sus manos las camas semanales. Nada tenía que decir pero ya dije mi abecedario de llaves, mi verbo dolido, ofensivo, analfabeto.

Ibídem, 29-30 78


Tres Estoy con ustedes, bajando del maíz, de los fusiles. en Caracas, la madre insumisa de las tempestades y de las manías, y las paredes obesas. En la ciudad que me enseña a comer floristerías, dentro de las calles sembradas de anuncios comerciales, contra el cartel del analfabeto militante. Con ustedes formándome, pintando toronjas, deformándome, pisando chaquetas y personas, odiando, cocinando calendarios. Bajo el monte, de la aldea inflorecente, del número dígito de mi madre lavandera, del obrero que se ahoga en los espejos. Con ustedes en Caracas, con perros, y sonrisas, y espejos, y protestas, y señales, y millones de riñones divididos en los almuerzos y los días. En la Caracas que no acepta en la mañana la risa amarilla y democrática, que naufraga en la derrota, y ofende oraciones, y a Cristo y muere en la inmersión de las cartas socialistas. 79


Vengo de las caraotas doradas de mi madre, de la insatisfacción de los limones vengo, de mí, de mis hermanos oscuros que esperan dormidos sobre el agua. Me sumerjo una vez, y otra vez en las consignas, reposo al lado de los escaparates y quemo cohetes y fragatas, y cebollas cuando riego mi risa de niño futurista. Ahora sí, ciudad monstruosa, quema rosas! Ahora sí, calles encinta, rompan barcas! Ahora sí, hermanos tristes, id al sol! Alguna vez, detrás de los mítines enfermos, una vez de amor, anclados en Caracas, cuando nazcan los coros comuneros reconocerán la Palabra en los teléfonos, o en los periódicos, o en los telegramas.

Ibídem, 35-36 80


Cuatro A tus pies la música de Brasil, y la lluvia, y el ocio filtran la miel que faltaba a las ciudades. Sinembargo me asusto. Ahí, más allá de las persianas los zapatos se entusiasman y se embriagan, corren el vendedor de periódicos y e limpiabotas de aluminio, corren las secretarias asustadas, los autobuses corren dentro de las calles de nadie y de los que esperan, corren cascadas grises, todos corren… Repito, Mariemma que cuando viajemos a los arco-iris los abanicos florecerán en las muselinas, los telares desenredarán el calor de la mano que trabaja y nosotros entraremos en el alba que se anuncia. ¿Has visto sobre el lunes el hervor borracho del domingo cuando cruzas las calles en tus ruedas con cornetas? ¿Has revisado el lloro de los vanidosos cuando escrutan tu falda de bella ciudadana, de mujer insectizada en el temblor de la mañana que saluda? Los he mirado. Y me asusto de los muros, me asusto por no correr con más angustia autobusera que los otros , por no sentir con quienes recorren las calles 81


con los ojos asustados, en sus jaulas de alambre Me asusto por no correr al galope de las sirenas de esta ciudad que me aprieta y acobarda. Me quedo contigo y la música, y el ocio, sin la ciudad y sus fotógrafos de sombras. Contigo y la música de Brasil, sin antesalas, sin infartos, sin cuotas quincenales, sin despertadores. No es posible salir de esta rendija de sueños, de travesuras sin cortinas, de esta brusca estación entusiasmada. No deseo navegar en las aceras de Caracas la del río acomplejado, la del Guaire acicalado con cáncer y sortijas. ¡Amo a la ciudad! Sabemos que la amo en sus pestañas y que en su vientre resumo el dolor del que se siente solo! Amo a la ciudad, y la busco en sus vacas numeradas, en sus cicatrices y sus cuentos enlutados, en sus costureros de ayer con sus amos de fábricas remotas. Busco el amor de los hombres, la ilusión de los niños sobre la luz de los puentes. y no es verdad que en las casas de nadie los encuentre, o los presienta en los rojos vecindarios, 82


o los palpe en las almohadas, en los suburbios o en los parques, o en los inmigrantes, o en las blusas compañeras. Ahora, explícame si tienen razón los quincalleros, si tiene razón mi amigo el del viejo apartamiento sin luz y sin calzones, y el talabartero de risas mentirosas! Vivo dentro de mí en la ciudad embarazada de larvas, en la ciudad que vive mi naufragio de números, dentro de la amante amorosa de cunas, dentro de la cuidad presidiaria hechizada para los turistas y los transeúntes…

Ibídem, 39-41 83


Ocho Con dolor en la cabeza y sobre as paredes mรกs gruesas de estas calles con fantasmas escribo con dolor lo que me duele. Con direcciรณn a los saludos, a los abrazos escribo con tabacos encendidos a los regresos, a los esposos sin hijos que vuelan sobre lรกpices anti-conceptivos, al enfermo sin dolientes y al peregrino desahuciado. Como yo, con dolor de cabeza estรก Jorge en su cama numerada del hospital militar, a un aliento de su sepultura abierta ayer con los amigos de cerveza, durante los fines de semana en las camas con los dientes y los escapularios. En el hospital de la tropa estรก Jorge el barbero, sobre su cama sin voces ni cenas, ni aguardiente concurrido, en el hospital del que se niega a morir. Cuando diga que los amigos enmudecen en la orilla final, en la otra cara 84


de la ruta enemiga y de los bares, cuando repita que mastico este dolor porque me duele el brazo por escribir este mensaje de hospitales que me duelen, dirán que Jorge no se muere solo, que su muerte no puede caber en un bolsillo o en la soledad hospitalaria. Pero morirá, os aseguro, morirá sin el último saludo, sin la última palabra, sin la despedida que esperan los viajeros. Con dolor en la cabeza recojo los minutos de este día enemistado con el amor, de este día de tránsito infraterno que recorrió embajadas y conversaciones, y saludos con amigos y enemigos, y ascensores, y puentes y choferes, y manos, y médicos, y rostros complicados. Las enfermeras del cabaret clandestino y la soledad de los enfermos tienen a veces iguales dimensiones. La muerte en los hospitales de tropa no se exhibe con smoking a las doce de la noche Cuando diga que respiro el dolor 85


por la herida que más duele, entenderán que fue Jorge quién murió sin abanicos, sin dedos en los ojos, sin regalos en un hospital resplandeciente de Caracas entre dos millones de narices, y sin embargo en Caracas, en medio de los hombres ! Es que los amigos siempre faltan a la hora de las carretas, en el minuto de las despedidas faltan con sus brazos y sus flores Cuando más nos reclaman las urgencias faltan en el restorán y en el mostrador de la farmacia, faltan en el Terminal de Pasajeros. ¿Y tú, noche sirviente! ¿Y tú, cama que duermes al que muere! ¿Y tú, niño inocente de ciudades! ¿Por qué no llevan búcaros o globos de colores a la mesa de noche del hospital endrogado? ¿Y tú, ciruela roja, piano con sueño, nave que sueñas rutas espaciales y galaxias! ¿Por qué no ponen el dulce sobre el labio, el viaje de regreso a la estación que espera, el vuelo de la aurora al hospital enfermo? ¿Por qué no encienden la oración sobre el rutero que al final esperó lo que no llega? 86


Cuando alguien muere solo, y cuando la soledad de las ciudades se pudre de hospitales, comienza entonces la Ciudad a mostrarnos sus milagros con el dolor de cabeza que nos duele‌

IbĂ­dem, 59-62 87


Trece Anduve buscándote ayer entre la gente que salía de los c­ ines, a través de las puertas de las casas comerciales te anduve buscando, por sobre el hombro de los que reman sobre las aceras sin escobas, por sobre los cabellos del que vende chicha en las esquinas, te estuve buscando en las escuelas y en las librerías, y no encontré tu inquietud de insurrecciones en las palabras del ratero, ni en el cielo-raso de las agencias de viaje, ni en la tos del escensor que no funciona. Encontré al migo de Manuel, al comerciante de palabras cuando cambiaba su lustrosa mercancía por botones, y ñapas y bombones: -Insatisfacción, imbacuabilidad, palurdo, freno: quiero bañarme con palabras por el dinero que no cobro los fines de semana, solo quiero en la boca palabras misioneras. Anduve buscándote en el ribazo del Guaire, entre el hedor de las ratas que pueblan las riberas, buscándote en las orillas uniformes del agua imperfumada. Fue cuando resplandeció el cajón del limpiabotas, el de la bicicleta de ruedas ambulantes, 88


y escuché sus ladridos sobre el río: -Queremos, escondernos de Caracas, trotar detrás de las pelotas y de las gallinas que solo miramos en el cine. Pronuncié tu nombre entre las pelucas amarillas, más acá de El Ávila te nombré a boca llena de naranjas, pregunté por tu insatisfacción aventurera, porque mi soledad de gelatina colgaba y saltaba en el televisor encendido en la mañana. Y no me respondió el tahúr de libros diagramados, no me respondieron ni el caballericero, ni el que juega loterías, ni el que juega los domingos, ni el que espera las noticias con los dientes. Encontré al vendedor de flores en su mercado de frutas, al estudiante distraído con sus tesis y sus novias, a la mujer de los demás, al farsante, encontré el semáforo despierto en verde verdadero, y nadie respondió por tus pisadas. Me dediqué a los dados, al ron, a los tabacos, a las comadres, al bochinche de las calles que amo y que detesto en las tijeras. -¿Qué quieres decir cuando preguntas por el segregado, cuando preguntas por el del salario angosto, por el que se perdió en Caracas cuando todas las esquinas 89


tenían un nombre para el recuerdo? En la hora de la búsqueda, después de los tropiezos, después de las respuestas y los panes, regresé hasta el fondo de mis cansadas caminatas.

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Fernando Paz Castillo Canto a Lindbergh Un cielo azul, un mar profundo y una ruta ignorada; Nueva York a la espalda, con sus torres de hierro; ante los ojos, Francia con sus campos germinados de cruces y entre las dos orillas el minuto del vuelo. Puertos del Norte: chimeneas de acero que reemplazan las velas de los mares latinos, de los mares fenicios y de los mares griegos y los tímidos barcos que entre islas dispersas encontraron el oro y el estaño y sembraron en todas las colinas el árbol de su fuego. Pero la hazaña había envejecido: Colón aprisionó la audacia en sus frágiles barcos veleros y el mar no era la gruta azul de la sirena armoniosa, sino el fácil camino del comercio. 104


El penacho de humo del trasatlántico manchó el plafón azul del palacio de Venus. Los hombres estaban tristes de sentirse seguros: toda audacia concluía el abrigo de un puerto. ¿Y lo ignorado, el mar de tenía fin el mar de los senderos profundos y de las armoniosas islas imprevistas y de extasiados luceros?... Más cuando se dominaron las rutas de las aguas y no había sobre las olas caminos nuevos, les nacieron dos alas potentes a los barcos menudos y frágiles El vértigo de la muerte llevó al hombre aún más lejos, que si Colón redujo la audacia de los nautas, quedaba a nuestro siglo la ruta de los vientos. La hazaña de Lindbergh, muchacho generoso, jovial y ligero como un sportman, marca un goal en la fuga del tiempo. Es más sportman que Coronel. Coronel Lindbergh 105


te dicen los hombres serios, no obstante ser el muchacho cazador de tigres y de nubes, que miras el mundo como un juego y manejas tu nave como una raqueta. Así pasaste de Nueva York a Irlanda, rebelde y naciente, con sus lagos dormidos entre bosques inmensos y por el sur de Londres, erizado de cabos, conquistas de la tierra en el mar. Y por París, cuya torre de acero es la antena del pensamiento de la América recia. … Y luego regresaste a Nueva York, y luego fue el minuto del triunfo, el chocar de las manos viriles, la caricia extenuada de los brazos perfectos que se ciñen ansiosos y el abrazo callado y el abrazo fraterno. Después bajaste a México, estremecido de odios medievales y henchido de porvenir como el año en enero. Después a Nicaragua, 106


que tiene la tristeza de ser débil, pero que tiene el heroísmo de ser fuerte. Y después, trasmontando las cumbres más altas por sobre un humo de volcanes y un fragor de ventisqueros, vienes a nuestra tierra. Así como un sportman te queremos aquí, Coronel Lindbergh: así queremos que cruces nuestros campos abiertos a todos los dispersos caminos de la brisa: así queremos que cruces la diafanidad de nuestro cielo, que lo cruces, como un pensamiento puro pasa por un cerebro y pone dignidad en el rostro del hombre. Y que un instante, nuestra vida sea toda vertical y tenaz como un anhelo y que todos los ojos busquen el motor que se esconde entre nubes ligeras como quilla de luna en la noche de ­invierno. Cuando entre Nueva York y San Luis eras correo, llevabas en tu nave por el camino del aire el minuto feliz y el adverso, 107


pero algo más puro debías traerle a los hombres. Había sonado el minuto excelso. Sentiste el ansia de gloria y marchaste a la gloria como a una fiesta de pueblo. Ni siquiera el smoking lo llevaste en tu nave. París sufría la angustia de sus dos hijos muertos y tú, sobre sus campos pusiste un momento de olvido; refloreció el milagro del ideal en los hombres recios y nuevas alas de Francia salieron para América. Ya el Atlántico se tornó pequeñito bajo las audacia de los pájaros nuevos. Hoy, que veo detenida tu vibrante inquietud cual pájaro que liba entre grumos de nubes y, un instante suspenso el vuelo, goza el deleite de batir sus alas, siente el orgullo de ser hijo de estos tiempos en que se hallaron los hombres una nueva aventura y un ala dominadora para todos los vientos.

La voz de los cuatros vientos. Caracas: Ediciones del Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1952. 66-70 108


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Pepe Albornoz Caracas al vuelo Una de las cosas más interesantes para nuestros nietos, en materia retrospectiva, va á ser la investigación de nuestros usos y costumbres actuales. No es para nosotros la correspondiente á nuestros abuelos, por falta de fuentes de información. A fines del siglo pasado no había ni patria; mucho menos crónicas, ni periódicos como sobran ahora. Lo poco que sabemos del pasado, lo sabemos por tradición, y en su mayor parte contraído á las costumbres domésticas, íntimas, no solamente por la carencia apuntada, sino porque la vida sportiva tal cual es hoy, es completamente moderna. Como aquí no se venden los libros nacionales, aquellos que pueden escribirlos, no encontrando editores, no los publican. Esos libros, que pudieran ser focos de luz para nuestros consabidos nietos, ó quedan en germen ó quedan inéditos, y en este caso la polilla se los va comiendo sin mayor ceremonia. Tendrán, pues, esos muchachos del siglo XX que registrar los anaqueles de la Biblioteca Nacional, ó los 112


archivos de algún aficionado á guardar papeles viejos, para imponerse por los periódicos de ahora, de lo que hacemos en la actualidad para divertirnos, engañarnos, matarnos, etcétera, etcétera. Registrando, pues, papeles, verán citado repetidas veces el Puente de Hierro, como se cita en París el Bois de Boulogue, y en Nueva York el Central Park, por no poner más ejemplos. --¿Qué Puente de Hierro será ese?, se preguntarán, porque –es probable que piensen—punto de paseo no puede ser este puente que enlaza la calle sur 5 con la carretera del Tuy. Haciendo cotejos, tomando datos, oyendo la tradición, concluirán por convencerse de que, en efecto, el Puente de Hierro es uno y único, y de que sirve hoy de rendez-vous á l’élite de la sociedad capitaluna, de la que se arrastra en coche, como en París la que va por la tarde á echar trenes y lujo en la route de Souresnes, después de atravesar la avenida de los Campos Elíseos. De este convencimiento á las excavaciones en los alrededores del puente no habrá más que un paso, en solicitud de los palacios que han debido alzarse en sus cercanías para solaz y entretenimiento de los concurrentes, que no paseantes, pues para serlo en sitio determinado, lo primero que se necesita es que haya un paseo por lo menos. Pero si felizmente se tropiezan con este número de El Tiempo, se evitarán esas cavilaciones y economizarán gran113


des sumas de dinero, que podrán emplear en el ornato y mejoras del hermoso Parque ó Bosque que tendrá Caracas en su parte oriental, para esa época. Nó, jóvenes del siglo XX, el Puente de Hierro no es un paseo, ni nunca se nos ha ocurrido que lo sea un recodo de camino. El Puente de Hierro no es para nosotros sino una dirección, un punto, un término que indicamos al cochero que nos lleva de paseo. De vez en cuando, en una á que de esos botiquines se contratan como garzonas (¡guay del que así las llame!) uno ó dos pares de muchachas… ¿cómo diremos? vamos! graciosas, pero desgraciadas, que son una líneas para quedarse con la vuelta de las monedas que les dan los consumidores para pagar al gasto que hacen; amén de que procuran que los marchantes las conviden… y las cortejen! Parece innecesario decir que á este sitio sin gracia ni mérito, á ese insignificante recodo sin otro encanto que el que le presta nuestra imaginación, han ido, y seguirán yendo por mucho tiempo cuantos hombres notables tiene la República, ó pasan por Caracas. De bueno hay en el Puente de Hierro la exquisita amabilidad con que es servido el público y un orden recomendable; salvo que tal ó cual noche menguada ocurre alguna sarracioa y hay mucho tiro y mucho grito; pero siempre “más es el ruido que las nueces, porque los muertos y heridos no 114


pasan de dos 贸 tres. Parece, oh, j贸venes del siglo XX, que con esta breve noticia, no necesitar茅is mucho m谩s datos acerca de nuestro famoso Puente de Hierro.

El tiempo. 19 de marzo de 1900 115


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Luis Peraza Caracas ¡Caracas! ¡Qué gentil ciudad procera! Para gozarla el corazón, que p… y sobre todo esa ilusión sincera de ir a Catia sin sentirse loco…! Como si el alma hacia el pasado fuera, bajo tu ecuestre paladín evoco la visión de Miranda; y a la vera de tu leyenda mi canción coloco Noble tierra del Ávila y del Guaire, río que reza su canción de espuma, cerro que riza su melena al aire Ya que han venido a ti mis esperanzas, con tus rosales mi canción perfuma y estréchame en tus íntimos abrazos…!

Fantoches. VII. N° 339. 23 de enero de 1930 119


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Marco Aurelio Rojas Caracas Pocos saben, Caracas, que tu mano esconde bajo el guante palatino, con las mañas sutiles del felino, suavidades de bálsamo cristiano. Tal vives el ensueño castellano; tal traduces tu espíritu latino: el clavel en el pecho, purpurino; y en el cinto el acero, toledano. Por ti fue mi esperanza manumisa al decreto real de una mirada, que hubo de refrendar una sonrisa; Te di entonces con júbilo la mano; y cuando me clavaste una estocada, te di mi pobre corazón aldeano. Revista Élite. Septiembre, 1932 121


Humberto Tejera Caracas Caracas –oh, qué arrullo de sirena! difunde su melancólica sonrisa y los sauces de aljófares irisa y sopla un ritmo en virgiliana avena Abolengo andaluz, gracia morena y taconeo de gitana prisa… el negro pañolón para la misa y el purpúreo clavel para la arena… Oh Caracas falaz de circo y risa, desnuda esclava, al puño la cadena. De sí olvidada, y al jayán sumosa. Y la Gran Sombra, silenciosa, trena su silencio de bronce… Oh, qué sonrisa, 122


qué jubilo invencible de sirena. 1) ¿No recuerda a Machado con España? 2) Caracas taurina y clerical. (Leo). 3) Sometida a Gómez. 4) En el libro 209 dice haber vivido en el Hotel América, casona construida por Guzmán Blanco para sus hermanas. Se oían las campanas catedralicias, allí estaba la Cena de Michelena. “Con Monsant y Cabré, aurífice del sol del Ávila—fui un día también a visitar la casita venerada como un templo donde la viuda de Michelena guardaba los restos del nervosismo del tísico a quien París solo pudo atemperar la borrachera del trópico” Se discutía sobre la guerra europea. Estados Unidos habrá de pagar cara la guerra. El General acaba de firmar la concesión para abrir la barra de Maracaibo: Venezuela será el surtidor. La Caribbean ya está sacado barcos. … “José Antonio Ramos Sucre saboreaba bien amargamente de esta falsificación de Caracas que se le sirve al visitante. Medio despalomado, recitando maldiciones, renegando en todos los idiomas, subíamos en veloces fugas por los cerros azulosos que rodean la ciudad, trepábamos marañas y cantiles, cardos y guijas, arrollando ásperas vegetaciones y absorbiendo el recio aroma de las alturas, que colmaba sus angustias de “oriental” desesperado. Ramos Sucre conocía 123


a Caracas: su pensamiento no se apartaba de la Rotunda, la prisión tenebrosa y siniestra, el cáncer fétido, la gangrena escandalosamente oculta… en medio de aquella capital de lujo y placer… Don Manuel, el anticuario, al pasar y repasar en sus infolios de erudito los rezagos y ráfagas de otras épocas, conocía también el alama perdida de Caracas. Cabré, cansado de buscar el rubor de la vergüenza en la faz citadina, sin encontrarlo, se iba a copiar el obre encendido del sol muriente, sobre la faz del Ávila. El sonrojo del coloso, ante aquella Caracas prostituida del gomismo, saltaba vivo en los cuadros de Cabré, como en los sonetos que subrepticiamente circulaban, de nuestro Byron, de nuestro Díaz Mirón, de nuestro lírico y libertario, eternamente aherrojado a una cadena, Arvelo Larriva. Esa alma lamentosa de Caracas, erraba por los patios comidos de monte y silencio, y cruzado de sabandijas, de la clausurada Universidad Central”… Al aludir al antro de La Rotunda, 217N “al que no se asomaban los viajeros como Villaespesa, Zaldumbide, García Naranjo, Arciniegas, Leopoldo Díaz, viajeros y visitantes que no quisieron nunca escuchar el secreto de angustia clamante de la madre de Bolívar, el secreto que hizo temblar la sensibilidad viril y humana de José Juan Tablada, Luis Enrique Osorio, Eduardo Santos Eduardo Zamacois, Linares Rivas y tantos más que al salir de la capital encantadora, sacudieron sus sandalias, salpicadas de lodo y sangre, en la faz de Gómez.” 124


Alud al Paraíso, a Villa Zoila, y luego, 217: “El alma de Caracas se escondía inerme y triste, fatalista, en las barriadas Candelaria, San Pablo, San José, donde se reclutaban los obreros para las carreteras y para las haciendas del General, y los soldados para sus cuarteles”. Jóvenes ni el que gritan Gómez el 24 de Julio en la Plaza Bolívar (Recordar que en 1917 se alabó más a Gómez que a Bolívar); 218: “El Bisonte de ha hecho un calendario de coincidencias: el día de la batalla de Carabobo, celebra él su onomástico; el día natal del Libertador, el 24 de julio, su cumpleaños; el 19 de diciembre, su traición a Castro; el 10 de abril, va cumpliendo diez, quince, veinte… treinta, cincuenta años de haber empezado su imperio. La Caracas espúrea, venal, que devora el puñado de bolívares el presupuesto, responden: “Viva Gómez”. “Mis amigos y yo nos vamos a Galipán, al Ávila, a donde se pueda aspirar las iras del mar. Por el camino donde antes gusaneaba al sol la cabeza cortada de José Félix Ribas, subimos a los cerros”. Esperan una Revolución, No. Decretan Gómez prohibición de armas. Mencionan a Leffman, Angarita. “Comenzaba la era del petróleo”. -----221: “Pelota a Ibarra 10. El joven pintor, delgado, calvo, de nariz ganchuda, rumano impresionista, que huyendo de la 125


guerra europea, había ambulado por el Oriente y llegado a recalar, con su colección de antiguas estampas japonesas, sus pipas y sus afanosos pinceles, a la isla de Margarita”… Vino a Caracas, toca violen, explica su cuadro a lo Manet, a lo Monet, y allí concurrían (presentó el primer ejemplar de la constitución de los Sovietas) Enrique Planchart, Julio Brandt, “pintor de churrigurrismos”, Sanmont, “extraordinario pintor sin pintura, abúlico, atiborrado de teorías, eruditísimo….” Jacinto, terco y límpido poeta, apuesto universitario… UN estudiante Calcaño, poeta y músico… Un cuentista Rafael… Otros que naufragaban en bock cerveceros chez Dietrich. Pocaterra. Calacaño Herrera, de pitorreos” Narra las dificultades de Gomez con los americanos y cómo debe recurrir a Zumeta para que arreglara “hegemonía americana en el Continente” Alud al entierro del Dr. Hernández, que fue maravillosa oportunidad para manifestar. Un día fue a la tertulia Díaz Rodríguez el orfebrista. Lo opone a Pio Gil, a Romero García, a Rufibi: 225-226: “Sorbimos el ron carúpano, sin té, al irse el maestro civicoque en 1908 había glorificado en el más relumbrante bronce castellano al sacrificado Antonio Paredes”. El rumano trata de explicar que los burgueses en todas partes son así. Compara los dos Andrés Eloyes: el que entrego a Eliseo y delato a Barcos y Canales (maestro argentino y periodista puertorriqueño). No llegó a la tercer congrenciaen 126


el Municipal Canales. Salieron a PanamĂĄ. Dice que Gallegos, que susurraba a los babaros Alejandro Carias, suicidado Soublette muerto en EspaĂąa.

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R. Caballero Sarmiento Ciudad Al poeta Osorio Calatrava

Éter entre cuchillos de su bruma, Palidece en la carne del enfermo; Y telar de diciembre entre las manos Decora el rictus de su infancia pobre. Le turba el mosto de sus claros ocios El claxon de sus largas bacanales; Y se está allí mordido por el abra de su oropel, el sol de su miseria. Con el crédito fiel, con la fragancia De las uñas teñidas del volante, Agota la función de sus mercadeos. Mercados sin merced; mercedes dulce Con que atrapa en las redes de su risa La digestión del último pecado. Postes y líneas. Pág. 77 131


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Aquiles Certad Ciudad En estos paisajes torvos la Inquietud se ha anidado. Inquietud de estos hombres mecánicos que marchan con las gargantas deslustradas de palabras. Inquietud de estas calles pálidas, sin la frescura de un árbol donde poner a descansar poemas. Inquietud de este cielo, sin azul y sin pájaros y sin esperanzas de luceros. Inquietud de mi alma, entre estos días iguales, 133


que nacen ya, marchitos.

Editorial Élite, 1932, 125 Pp. 134


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Gustavo Machado Con el pañuelo… (Viene de la Página PRIMERA ) Miante y gravísimo, de restablecer un objetivo en esta tarea inaplazable y, al mismo tiempo, compactar y orientar nuevamente, a todas las fuerzas democráticas. A esta finalidad debía responder la intervención de Rómulo Betancourt en el mitin del Circo Metropolitano, el cual se orientaba a auspiciar el Bloque de Abril y más tarde hizo posible el histórico acto del Teatro Nacional. Seguramente la gente se pregunta:¿Por qué, en ese momento, el Comité Organizador del Partido Comunista no sancionó a Betancourt por su indisciplina? Las circunstancias entonces, no permitían tal clase de procedimientos, ya que no teníamos ni organización estructurada, ni cuadros, ni contactos fuertes con el pueblo y con las masas en general. Y nuestro propósito táctico fundamental era el de impedir que se nos aislara, mediante aquella campaña anti-comunista que nadie puede olvidar, debido a la virulencia que la 136


caracterizó. El pañuelo en la nariz de Rómulo Betancourt cobra su verdadero significado simbólico en los actuales momentos, cuando se produce otra brecha profunda en el frente democrático. Desde los pasillos del Teatro Nacional En la madrugada del 24 de marzo, Ramón Quijada – aquel extremista que tanto nos inquietaba en el P. R. P. por sus vociferaciones y por sus ataques virulento contra los miembros de otros partidos y que hoy repite sus agresiones con el mismo tono, esta vez dirigidas contra los comunistas y contra aquellos a quienes él supone como tales, obedeciendo directivas impartidas por Rómulo Betancourt, rompió la Convención Nacional de Trabajadores, retirándose del recinto donde sesionaba, en compañía de delegados de 41 sindicatos. Nuevamente, en la historia, el papel de un individuo, el protagonista, aparece esta vez en su menguada función suministrando el pretexto, dando la base que ha de provocar la destrucción del esfuerzo, de los sacrificios, de miles de hombres que pacientemente, durante años, bajo terribles condiciones de trabajo y de vida, crearon sus organismos de defensa económica y de lucha por sus reivindicaciones culturales y humanas. Es un hecho comprobado e irrebatible que sin la división del movimiento sindical acaecida aquella noche, que sin las 137


declaraciones de Quijada y demás disidentes de la Convención de Trabajadores que sin esta base la reacción no habría podido presionar al Gobierno para que tomase una medida tan grave, tan injusta, tan arbitraria y tan en contradicción con su trayectoria democrática, como las Resoluciones emanadas del Ministerio del Trabajo y de la Gobernación de Caracas. La acción funesta de los divisionistas Así como la unión multiplica las fuerzas de la misma manera que el esfuerzo colectivo es capaz de formar la epopeya del trabajo, como en la Unión Soviética, que ha creado maravillas que la imaginación ni siquiera concebía; así mismo la división provoca daños en proporción mucho mayor a lo que el divisionista, o los divisionistas, pueden representar numérica o intelectualmente. Es el caso del saboteador, a quien le basta con aflojar una tuerca o colocar el más mínimo obstáculo en el mecanismo de una maquinaria, para que se produzca la catástrofe. Es la función aniquiladora del microbio, de la gangrena que invade a un organismo. A la acción local de los divisionistas, es menester agregar la experiencia que han adquirido internacionalmente; y de allí surgen nuevos daños y peligros nuevos. Sin desconocer la capacidad polemista de Rómulo Betancourt y la habilidad de él y de su grupo, --Valmore Rodríguez, Luis B. Prieto, Ramón Quijada, Cirilo Brea, etc.--, para organizar y engañar incautos, a ellos les ve el pueblo 138


venezolano en las mismas funciones ya bien conocidas en América y en España. Son los divisionistasque, en Cuba, --disfrazando también su trotskismo--, dieron motivo a una resolución del Congreso de la Confederación de Trabajadores (CTC) expulsándolos de su seno para librarse de las nefastas consecuencias de su labor traidora; y que a través del partido político de los “auténticos”, el de Grau San Martín, le hacen el juego a la reacción combatiendo la Coalición Democrática-Socialista que lucha por consolidar la Unión Nacional para defender al pueblo cubano de la miseria y asegurar la independencia de la Patria. Que en Chile, a través de del grupo de Schnake y de Hidalgo, entorpecen constantemente el afianzamiento del frente nacional chileno. Que en Colombia trata de minar y de dividir el Partido Liberal haciéndole el juego a los flangistas y a los godos conspiradores. Que en España, en el POUM, --partido de los troskistas a quienes encabezaban Andrés Nin y Joaquín Maurin, renegados del Partido Comunista--, ayudaron a apuñalear por la espalda a la República y que hoy, en connivencia con el grupo que encabeza Indalecio Prieto, mantienen una sorda e insidiosa labor en contra de la unificación del pueblo. Y por último, en Venezuela, toman en sus manos la bandera anti-comunista, --la bandera del partido del cual es tránsfuga Rómulo Betancourt--, bandera que es el arma política típica del nazismo, la bandera de “La Esfera” y de todas las fuerzas anti-venezolanas; y con esta bandera en sus manos, 139


tremolándola, suministran a la reacción pretextos y bases en su popular y democrático y en contra fensiva contra el movimiento podel programa y de la actuación del Partido Democrático Venezolano y del propio Gobierno. Dividir. He aquí la función de Rómulo Betancourt, fiel a la consigna de su lugarteniente: “Dividir es ubicarse”. Dividir el frente democrático, ya sea con un pañuelo en la nariz o con una seña desde los pasillos del Teatro Nacional.

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Pedro Pares Espino Confesionario de San Francisco Confesionario viejo y dorado que edificantes cosas que has visto, de la Caracas que en el pasado al rey temía y amaba a Cristo. Mi carne loca se siente pura presa en tu grave romanticismo labrada joya donde perdura un rancio aroma de fanatismo. Oh, cuántas veces, de susto llenas, decir sutiles culpas oíste: a las del toro, de azules venas, y a las Ustáriz, de gracia triste. Y mientras frailes flacos de celo les impartía absoluciones, 143


mojaban ellas el fiel pañuelo en hondas llantos de contricciones. También miraste, una y mil veces, cómo ante lívidos confesores, se doblegaban las altiveces de encomenderos y de auditores. Sencillos tiempos en que dormía temprano, aquesta ciudad mariana, y se sacaba por la sequía a la gloriosa Copacabana; cuando de ricos vinos preñados llegaban odres en galeones, junto a los rojos y los morados de las casullas y los ropones. Con tu severa gracia me hiciste soñar un alto sueño de asceta, confesionario que óbolo fuiste de don Juan Térez de Aristiguieta. Si a tus molduras vuelvo la vista en este siglo de vana ciencia, evoco un noble, claro batista, 144


mojado en llanto de penitencia. Tras de los muros poniente arde, Y yo viviendo tu ayer me atrsto, Hoy que Caracas se duerme tarde Y que, como antes, no adora a Cristo.

Poemas coloniales. Caracas: Imprenta universitaria, 1963. Pp. 14-15 145


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Esferoide Coplas del Día ¡Qué carnaval, doña Patro! no vi nada tan senil, cual carnaval de mil novecientos treinticuatro! No hay que alegar pobreza: estar pobre y ser decente demuestra precisamente el talento y la listeza. ¿Divertirse con dinero?... pues lo hace cualquier idiota! hasta el carnaval “por cuota” se puede jugar, infierno. Un carrito se contrata, una “vaquita” “lechera”, 148


y se adorna por defuera con percalina barata. Más hay: ¿Cómo disfrazar el cuerpo cuando por dentro nos riñen un gran encuentro melancolía y pesar?.... ¡Qué Pierrot! qué Colombina! cuéntelo usted a su abuela, si el señor Polichinela hoy tiene hambre “mojina” ¿Este carnaval?... ¡Ni en Niza Vamos, pues: Momo fenece! Más alegre me parece hoy Miércoles de Ceniza… De cuartillas una resma yo escribiré en tu loor; mas hora viene el dolor, el dolor de la cuaresma. Mi querida Colombina; se ha acabado el carnaval, y de luto iremos al 149


entierro de la sardina. ÂĄQuĂŠ carnaval, doĂąa Patro! no vi nada tan senil, cual el carnaval de mil novecientos treinticuatro!

La esfera. 14 de febrero de 1954 150


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González Chacón Desengaño ¿En qué se funda la verdad de un mundo que, rico en pompas, en mezquino raya? ¿En qué consiste mi dolor profundo, cuando engañado el corazón se desmaya? ¡Sustancia inmensa de elemento inmundo, furioso mar sin fondos y sin playa, existencia! miseria en que me hundo, sin que un bajel sobre tus olas haya, nada es el todo con que el alma sueña, y a esa nada mi vida se despeña. --Crucé el mundo, como átomo viviente, de las sombras del caos impregnado; surgió mi amor, cual sol por el Oriente, y me vi por su rayo iluminado; seguí sus huellas con placer ferviente, llegué a la cumbre del edén soñado; 154


y al caer de tan alto, de repente, astro rey en la noche sepultado, volvió a la nada la ilusión del alma y veo en la muerte la verdad, la calma. Es por eso que aquí en esta mazmorra , insensible a las tétricas acciones, dejo que el tiempo turbulento corra despreciando sus negras decepciones; y entre tanto la venda se descorra, precedida de horribles maldiciones, como nube de humo que se borra tras el ronco tronal de los cañones, contemplo el mundo, en mi pesar, vacío y así me burlo del tormento mío. --No más sufrir; el corazón lo quiere; que el hombre, mortal que sube tánto, miserable molécula que muere y se pierde en obscuro camposanto. Sin creencia que mi alma ya lacere, y enjugadas mis lágrimas… mi llanto, al empuje del dardo que me hiere opondré las salivas de mi canto; y si en brega mi vida se derrumba llevaré mi desdén hasta la tumba! 155


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J. A. Gonzalo Patrizi El 5013 -Tengo el 5013! dice su grito enflaquecido de hambre. El cuerpecito frテ。gil --Mテ。s flaco que la voz-como una sombra de miserias tiembla ante el lujoso cabaret donde abren las flores lunadas del placer, y donde el hombre quema la vida 窶田ombustible inテコtil-al fuego lento de cuatro labios. --Llevo el 5013! y su grito se extingue tras la esquina como un eco de angustia que se aleja. No viene a provocar placeres 158


su rostro doceañero en quien el beso de la anemia puso vagos tintes de ceras conventuales. No viene a comerciar caricias la verde rama de sus tiernos años: el hambre y la tristeza tan solo vender suerte le permiten! --El gordo de mañana. Aquí lo llevo. 5013! Cómprelo usted, señor, que está premiado. Sus manos –súplica estirada— tiemblan de frío como si hicieran una protesta muda ante la risa que desborda el bar. Ninguno compra un quinto a la muchacha. Nadie siente clavarse en su conciencia aquellos ojos negros que son cuevas de fiebre y de miseria. Nadie escucha su tos --repique a compasión— pregonar los insomnios que ha pasado 159


aterida en el quicio de una puerta. La aguda pulmonía hace temblar la niña como llama de un cirio que se extingue. La ambulancia. El hospital. Una hermanita de la caridad le da consuelo y miel en sus ternezas. La niña, agonizando, clava sus ojos en delirios hondos al crucifijo de la hermana y dice: --5013! Cómprelo usted, señor don Jesucristo, cómprelo, que tengo hambre y tengo frío! Y el Cristo, compasivo, juega en incógnitos concursos la vida de la niña billetera.

Riscos 160


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José Rafael Pocaterra El bajito ¡Músicos de otros días, qué memorias remotas! ¡Cómo suena en el fondo de nuestros corazones. de esos valses antiguos las apagadas notas y la música triste de las viejas canciones! Músicas del pasado; compases de gavotas, rancia mazurka austríaca de rectilíneos sones, romanzas italianas para los acordeones, “pasillos” de las arpas empolvadas y rotas… Pianitos de manubrio, joropos y habaneras que hacían a los chicos bailar en las aceras de aquel barrio tan pobre que fue toda una edad, violines destemplados, clarinetes dolientes, 164


recreo vespertino de las humildes gentes, ¡alma e la ciudad!

Después de mí. Caracas: Imprenta Universitaria de Caracas, 1965. P. 37 165


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El cándido guerrero Y Luis Beltrán, tran, tran de “Rocafrida” que dio palos de ciego con Belona, que en fuga secreteó con su persona y al Ángel dio posada sin bebida. Que en el cardón sobre la sal ardida miró a san Sebastián. Hoy se corona municipal. La gloria lo blasona. Visitante en la Tierra Prometida. Flaco premio a la prosa macerada que con razón o sin razón, labrada; Luis Beltrán tran de humanidad sonora. ¡Triunfe el laurel que es cándido el guerrero y a mucho don y poco din requiero al “humilde muchacho de Carora”! 29 julio 64 167


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Pedro Pares Espino El carnaval del Obispo En Caracas moderna soñarte te quiero Carnaval de los rezos y la sotana. (Monseñor Diego Antonio Diez Madroñero) apacentaba entonces la grey cristiana). El vivir sedentario se deslizaba lejos de las actuales complicaciones: se pagaban reales contribuciones, y a misa del domingo se madrugaba. Más, cuando en el zodíaco se encendía el farol de locura del Carnaval, en la olvidada y triste Capitanía norma y seso perdía la Capital. Entonces las ovejas, como embrujadas, olvidando sentencias de la Escritura, 169


preferirían a Cristo las mascaradas al triscar en los predios de la locura. Se volaban las tapias a pleno día y, -lector, no imagines mil cosas malasproclamando el imperio del agua fría se consumaban el baño de las zagalas. Y era que en los estanques, espejos fieles que unge en la noche el crimen de las estrellas, entre asustados júbilos, los donceles sumergían la gracia de las doncellas. Y a veces, el octavo mes transcurrido -opulento retoño de carnavalessonrisas de un infante recién nacido doraban la inocencia de los pañales. Fiesta de negrohumos y mamarrachos, y de las bambalinas y el verano cojo, en que, errando la farsa de unos mostachos, el garbanzo se iba buscando el ojo. Época de los raptos y pisotones y el disfraz de falsete de la palabra, de bailar el fandango los mascarones 170


a una amarilla luna de abracadabra. Cuando bajo los fieros soles ardientes, el ensueño de cándidos pelucones, sobre las femeninas, lozanas frentes, iban improvisando los almidones. Y entre un coro estridente de ministriles y el férico triunfo de los cucañas, se burlaba, alarmando los alguaciles, al ceñudo monarca de las Españas. (Cómo en la aristocracia de algún pañuelo que mojara un perfume sutil de Francia, en antruejos actuales, va mi desvelo con emoción buscando tu agria fragancia). Monseñor quiso entonces dar testimonio de su celo. En patética pastoral, por juzgarlo instrumento vil del Demonio, vedó a todos los fieles el Carnaval -“Que se rece el rosario los cuatro días y se ofrezcan ayunos y comuniones, y que en vez de livianas algarabías, se escuchen a la tarde los esquilones”. 171


Volaron, entre el pasmo de los vecinos, las encendidas voces episcopales, de Chacao a Valencia, por los caminos, más allá de los pródigos cafetales. Con aire entre severo y edificado, comentaba un católico encomendero: -Condenado el Antruejo venció al pecado, Monseñor Diego Antonio Diez Madroñero. Y una encorvada vieja de miriñaque, mientras, rezando, hilaba su níveo copo: -Monseñor, que al demonio mantiene en jaque, inclinarse hizo al crótalo ante el hisopo-. Los isleños sanotes y algo usureros, no vendieron, ese año, castas harinas, pero, en cambio, ganaron los aceiteros, pues tuvieron más luces las hornacinas. Y cuando, en otros años, al paroxismo en la ciudad llegaba la animación, igual que un aguafuerte de fanatismo, se recortó en la tarde de procesión.

Esponjada, va en hombros Nuestra Señora, 172


ostentando lujoso manto de grana, mientras que sus melenas ocaso dora: ¡las melenas que fueron de una mantuana! Entre un olor beato de cera y lirio que en el aire insinúa sus suavidades, en la diestra la gloria del albo cirio, recogidos y gordos, van los cofrades. Todos siguen: erguidos encomenderos cerca a predicadores de olla y cilicio, y junto a descendientes de hoscos negreros, pálidos, los agentes del Santo Oficio. Brilla en la misteriosa tarde serena la teológica brasa del incensario, y una adormecedora, santa colmena, en torno de María finge el rosario. Mientras Pierrot, en duras melancolías, golpes contra el pecho sus contriciones, y una brisa de inciensos y avemarías va signando, de paso, los caserones. Poemas coloniales. Caracas: Imprenta universitaria, 1963. Pp. 24-27 173


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VV.AA. El Carnaval Venezolano, Visto por Nuestros Uno de los años de su período estirpar aquel hábito desastroso (se refiere al Carnaval de agua); y, al efecto, ocupó la ciudad militarmente con los batallones veteranos, la milicia y la policía. Por de pronto, todo l mundo se metió en barajas… Más parece que una señorita muy distinguida, fina y hermosa echó un poquito de agua perfumada a un coronel amigo; y que éste le devolvió la galantería con otro perfumador, lo cual fue visto por las vecinas de la cuadra, que imitaron el ejemplo con sus conocidos; y así, con la velocidad de la pólvora empezó el juego de Carnestolendas… El presidente estaba muy satisfecho y contento en su sala, haciendo la digestión del almuerzo, con sus amigos de confianza, cuando llegó un ayudante a caballo chorreando agua. --¿Qué es esto? Preguntó el general Monagas asombrado. ¿Qué había sucedido? --El oficial saludó militarmente, y respondió: 178


--Ha sucedido mi General, que han mojado toda la fuerza. --¿Y los jefes y oficiales qué han hecho? --También han llevado agua, hasta por debajo de la lengua. --¿Y quiénes han cometido semejante atentado? --Las mujeres, los hombres, los muchachos, ¡toda la ciudad! Pues yo haré un ejemplar, gritó furioso el Presidente; ya que no tengo subalternos que hagan cumplir mis órdenes, yo mismo saldré a la calle y me impondré y haré obedecer. …A poco salía de su casa acompañado de veinticinco lanceros de rostros sañudos y armados hasta los dientes. Atravesó algunas calles, sin novedad, a pesar de que el juego estaba en su apogeo; pero al llegar al barrio de la Candelaria, fue detenido por un grupo de siete damas, que salieron a la calle armadas de sendas totumas de agua. --Permítanos usted dos palabras, General, Dijo la más taimada… que parecía una rosa salpicada por el rocío de la mañana. --Con mucho gusto señoritas ¿Qué desean ustedes? Contestó el Presidente, sin sospechar el chubasco que se le venía encima. Una cosa muy natural y muy sencilla: que se deja echar un poquito de agua. --¡Imposible! ¿No saben ustedes que yo he prohibido el juego severamente? 179


--Pues bien, aunque nos mande a dar cuatro tiros… ¡agua va…! Y diciendo y haciendo , le embocaron las siete totumas de agua, y como él se desmontara del caballo , sabe Dios con que intenciones, las insurrectas carnestolenderas lo cogieron en peso, lo metieron a la casa como a niñito de bautismo y, sin ningún escrúpulo, lo introdujeron dentro de una gran pipa de agua, llena hasta los bordes. Su Excelencia tomó un soberbio baño, rió a carcajadas de la buena ocurrencia y del atrevimiento de las muchachas y se volvió a casa en medio de sus lanceros, exclamando: --Es una temeridad abolir una costumbre tan arraigada…! (“El Carnaval con Agua”)

Nicanor Bolet Peraza …Y mientras Roma deslumbra y París hace muecas, mientras el uno llueve grageas y el otro viste careta, nosotros tenemos algo mejor: la jeringa; tenemos las canchas, tenemos el almagre, tenemos…. ¡el Guaire! La policía ha hecho secar las fuentes públicas, pero el pueblo ha gritado: ¡Aquí de los “burriqueros”! ¡Y, como por ensalmo, ha brotado de la tierra una recua inmensa de nacientes pollinos, que, al compás del palo del respectivo aguador, llevan sobre el lomo, con ese trotecito que le es 180


peculiar, dos barriles de a media carga llenos del precioso liquido ue desde hoy hasta el miércoles de ceniza (muchas veces inclusive) es el elemento indispensable de esta “descomunal” batalla que se llama entre nosotros Carnaval. Ya está a la puerta el “burriquero”; ábrase el zaguán por la sirvienta, penetran en la casa jumento y dueño y, con agilidad extrema, vacía éste los barriles de aquél en una interminable batería que se extiende en desordena fila, y que se compone de tinas, baños, toneles, bateas, poncheras, tinajas, baldes, porrones, soperas, latas, ollas, frascos, cajas de sardinas, y… todo lo que en la casa se ha encontrado capaz para contener una gota de agua… Y vese a las niñas que corren de acá para allá; y al paso que dan sus disposiciones a las criadas preparan el negro-humo y deslien el almagre en el aceite, y llenan las “conchas” con agua perfumada con bergamota, a lágrima por concha, oyen el consejo del papá, a quien toca dirigir la batalla, envuelto en su bata para parecer enfermo y ayudar a la mamá en la prolija maniobra de envolver con trapos el cabo del bigote de una jeringa de a ocho reales que ha de regir con mano diestra la más robusta de los combatientes. ¡Qué tropel! ¡Dios de la misericordia! La calle está llena de una turba que vocifera, que aúlla, que marcha al compás del repiqueteo de las cacerolas heridas por los guijarros de los muchachos y si son de una corneta que sopla con furor un músico del momento; los cristales de las ventanas vuelan 181


hechos pedazos por el choque violento de diez conchas que han ido en pos de la nariz que asomó por la rendija del postigo; el balcón de enfrente vomita agua para abajo, como un monstruo quien se le hubiera propinado un vomitivo y cien jeringas arrojan sus curvos chorros hacia arriba, como si otras tantas bombas apagasen un incendio… (“Agua va!”).

Miguel Eduardo Pardo Las más gentiles damas y los más apuestos caballeros de la “hig life” villabravenses inauguran el Carnaval por modo solemne en todos los fiacres, victorias, carrozas, landos y otros vehículos de más o menos lujo, o más o menos desvencijados con que cuenta el servicio diario de la ciudad. Esta se engalana lo mejor que puede, con sus mismas bandeloras y farolillos, cintas y lazos, arcos y gallardetes que usa para los onomásticos de sus héroes y sus sabios y se consumen estos grandes días de la patria, los mismos petardos y los mismos fuegos artificiales de rueditas tormentosas y zigzags de mil luces y colores… Durante los tres días las señoras y señoritas se vuelven locas de contento, se estrujan, se besan, se regalan “bouquete” , ríen, cantan, bailan y arman encantadoras algarabías en las ventanas cuando pasan los coches cargados de jóvenes que, a puñados, les arrojan “confettis”, flores y galleticas de dulces, amén de los más bellos gestos, signos y sonrisas que 182


en estas reñidas y galanas batallas saben esos niños disparar con admirable puntería de un coche a una ventana (“Todo un pueblo”)

Jesús Semprún (Ya veremos cómo a la hora en que estas líneas circulen impresas, la mayor parte de los profesionales de la pluma ha intentado convencerme de que el Carnaval es una fiesta dolorosa, en la cual la gente enloquece de propósito, a fin de olvidar sus miserias y pesadumbres. Esto es la alegría literaria…esa alegría no es (la del pueblo) falsificada ni fingida como quieren darnos a entender (los literarios); es alegría auténtica, gozo verdadero; placer legítimo. Y lícito y honrado el menester añadir. La libertad consentida de los días abre escape a la multitud de instintos violentos que, de otro modo, acumulándose, podrían traer al fin y al cabo un estallido delictuoso que tendría que penar la justicia humana… El carnaval es una fiesta democrática desde sus orígenes…El desbordamiento de regocijo sanea al ánimo de la muchedumbre, limpiándola por algún tiempo de los instintos depravados o brutales. …Confesamos como el gran William (Shakespeare) por de un misántropo de una de sus más lindas comedias boca 183


(“Como gusteís”) que es la de Arqulín la mejor vestimenta con que puede soñar un ser humano. (Jacques: “No hay traje como el de Arlequín”). – (“Carnestolendas”).

Lucas Manzano Durante años, no vuelve a festejarme otro Carnaval que el muy sonado del Presidente General José Gregorio Monagas, en que los hombres de color se disfrazaban de libres y cuyos antifaces conservamos todavía, no obstante las alternativas sufridas de vez en cuando. Tanto era el desbordamiento en todos los sectores sociales, que nunca se echará en el olvido aquel Carnaval en que, de haber agotado cuantos recursos había dispuesto para obsequiar sus amigos, el Presidente de la República, General Francisco Linares Alcántara, en llegando frente a la casa de la familia X, entre las esquinas de La Marrón a Cují el señor presidente se desprendió de su paltó-levita y se lo tiró… En 1782, el presidente Guzmán dictó un decreto prohibitivo del Carnaval en forma agresiva, y por el cual se ordenaba que se festejase con flores y perfumes, bailes en algunos edificios públicos, y como ya para entonces había carretas y estaban empedradas las calles, se jugó Carnaval decentemente, hasta que fue electo Presidente de la Junta Central Directiva el General Eduardo G. Mancera (“Tiem184


pos viejos”). Pedro Emilio Coll …La viuda regordeta y de peluca castaña, en unión de sus monísima sobrinas, con flequillos de pelo de los que se llamaron “pollinas”, durante todo el año se preparaban para el Carnaval, cortando, a tijeras, papelillos de color… la siguiente tarde de Carnaval, al escuchar que resonaban en la calle los cascos de una cabalgata, corrieron curiosas y veloces a la ventana. Era Don Francisco Antonio Delpino y Lamas, que seguido de su corte de burjones admiradores, caballero en brioso Rocinante, pagaba con triunfador empaque por la calle Real de la Parroquia, representando su última metamorfosis dedicada a las bellas que enloquecidas por Momo, le correspondían con grajeas e irisadas esencias de sus perfumadoras, al través de los balaustres de los florecidos balcones. Y, en un irreprimible arrebato de entusiasmo. Las Alegres Comadres de Candelaria volcaron sobre el yate sus cestas llenas de papelillos y confetis, mientras que, en el crepúsculo multicolor y engalanado diríase que la suave Susana deshojaba rosas en la barba blanca de Dios. (“La Delpinada”). [S.n.] 23 de febrero de 1947. P. 10 185


Rodrigo Blanco Fombona El castigo del Ávila (Cae la tarde. El sol bruñe las copas de los árboles, en el gigantesco y paternal monte Ávila. El poniente se tamiza al través de los follajes; y bajo la cúpula de los tamarindos la profusa pompa de los cotoperices y la esbeltez de los marías, el Bosque extiende sus galerías profundas, donde flotan claridades o sombras verdes. Un hombre aparece en el Bosque, el traje en hilachas, las manos en crispatura, los ojos en pavor, el pelo en greñas. Aquel rostro meduseo tiene en la expresión algo bestial. Por el hocico trompudo, las anchas fosas nasales, los pequeños ojos inertes y la chatura animalesca de la frente, titubearía quien divisara la aparición, antes de decidirse a afirmar si aquella extraña figura es un hombre con cara de cerdo o un cerdo con cuerpo de hombre. Aquel monstruo, mitad bestia, mitad bandido, que lo mejor que tiene es la figura, es Juan Vicente Gómez, el traidor. Pálido, sudoroso, recuestase de un árbol). 186


Juan Vicente, el Traidor -Desde la aurora corro, huyéndole a los hombres, por las breñas del Ávila. Ya me postra el quebranto. Los pájaros me increpan con injuriosos nombres; y los torrentes ríen de mi angustia y mi llanto. Busqué asilo en los montes; y más que las ciudades el monte, que a las víboras da asilo, me es hostil; asumen voz los árboles a enrostrarme maldades; me oculta su agua el pozo; para el sapo soy vil. Piedad, Señor, procura que mi cuerpo repose; que a mis labios no niegue sus cristales el río; en mi cuerpo, hecho úlceras, que tu dedo se pose; y da paz a mi espíritu. Piedad, piedad, Dios mío. (El árbol sacude una rama y golpea en el rostro al traidor). El árbol -¡Piedad imploras! ¿La tuviste cuando hacías de victimario, y cada monte convertiste en Calvario? ¡Piedad imploras! ¿La tenías con los presos que atormentaste en tus obscuros gemonías y mataste? 187


¡Piedad imploras! ¿Por ventura la sintió tu alma de hierro, cuando echabas a sepultura o a destierro? (El árbol golpea de nuevo a Juan Vicente en el rostro y prosigue apostrofándolo). -¡Y quieres dicha! ¡Y quieres calma! Sal de aquí, malvado traidor, y sepan tu cuerpo y tu alma de dolor. (Juan Vicente echa a correr azotado por los árboles. Cada rama le cruza el rostro, o percude las espaldas del Traidor y deja allí un cardenal. Los arroyos, al ver la carrera desatentada de Juan Vicente, se precipitan de las cumbres desternillándose de risa. Los pájaros lo silban…) El viento dice: -Corre, corre Juan Vicente yo te enseñaré el camino… (Y ante el pálido demente se transforma en remolino). El musgo dice: -Reposa sobre mi espalda de tu zarabanda loca… (Y la grama de esmeralda 188


se convierte en dura roca) El pozo dice: -Haz un vaso de una hoja y bebe mi linfa clara… (Y se trueca en sangre roja que mancha el traidor la cara). (Juan Vicente cae de rodillas, se pone a llorar, pide perdón a los seres y a las cosas; pero traidor y malvado como es, piensa inmediatamente en engañar a las cosas y a los seres con palabritas de miel para después echarles la zancadilla y exterminarlos. Entretanto una banda de monos, desde las copas de yagrumos y araguaneyes, lo escarnece.) Los monos: -En el palacio servías de lavapiés al magnate; si escupía era en tu rostro, si violaba era a tu madre; feliz de sus preferencias, tú reías, tú engordaste. El señor sintióse enfermo, corrió al médico, a la calle; y tú, cerrando la puerta, 189


de señor te disfrazaste, pero la gente se burla del disfraz, y va a susurrarte. Tu amigo duerme: aprovecha, corre el puñal a clavarle; oye aquel secreto: véndelo; mira aquel huérfano: engáñale. ¡Cómo en alma tan pequeña tánta sombra acumulaste! ¡Mata al cocuyo: ilumina! ¡El cedro es erguido: abátelo ! ¡El arroyo canta y ríe, que no ría, que no cante! ¡Viva el topo! ¡Muera el águila! ¡Y para el trino, la cárcel! Arranca la flor de oro del araguaney de jalde; escamotea las nubes de oro y plata de la tarde; ¿dónde viste plata y oro bandido, que no robases? Ahórcate, Juan Vicente, en las ramas de los árboles; 190


secunda, “en verde patíbulo”, tántos y tántos cadáveres de tus víctimas, que péndulos se balancean al aire. (Juan Vicente, cuyo corazón se comparte entre sentimientos de pavor y maldad, tiembla de pavura, y pide piedad con lágrimas en los ojos y en la voz, para mover a compasión; pero en el fondo sueña en vengarse. El Traidor cree que los monos, a los que escucha sin ver, son seres humanos: enemigos invisibles.) Juan Vicente, el Traidor: -El Odio sus lebreles me suza. El Nazareno no sufrió más injurias, ni apuró más veneno, ni vió en su blanca túnica más estrellas de cieno. Ya mitridatizado por tósigo de insultos, recibo, indiferente, del odio los singultos. Más tantos desafueros, ¿se quedarán inultos? ¿A mi lesivo lecho de sierpes me acomodo? ¿Respirará con gusto la atmósfera de lodo como el nauta la ráfaga de salitre y de yodo? No. Pero ya en mi ánima condené a los bandidos. Ya espectros me parecen se sus huacas salidos; 191


y sus macabras burlas, cosas de tiempo idos. (El Traidor gira la vista en su torno, contempla el Avila nemoroso y refunfuña): -Y este brujo monte infame donde el samán me vapula y me silba el Dios-te dé; y no hay piedra que con nombres injuriosos no me llame lo arresaré! (Las Hamadriadas lo escuchan. Abandonan la corteza de los árboles donde habitan y maldicen al Traidor) Las Hamadriadas: -¿De nuestros hermanos el agua y el viento y el musgo te quiere vengar? ¿Y nuestros palacios: samán corpulento y ceibas pretendes tumbar? Escucha: impotente, ladrado de perros, de todo maldito serás; y hambriento y errante por áridos cerros, los buitres por tumba tendrás, (Juan Vicente, el Traidor, olvida sus pujos de venganza, escucha aterrado la maldición de las Hamadriadas, pide perdón en vano y echa a correr de nuevo por entre el Bosque pero tropieza y rueda y rueda por tierra.) Juan Vicente, el Traidor: -Señor, el profético insulto 192


silencia, silencia el tumulto de mi angustiado corazón; ya no más saliva en mi frente, ya no más crujidos de diente ya no más castigo. Perdón. Las Hamadriadas: -Que entre el fango, de noche, muera, acosado como una fiera, cubierto de moscas y horror; que la mísera ánima exhale como miasma pútrido sale de un pantano. Juan Vicente: -Piedad, señor. (La noche ha caído, Juan Vicente, bajo el desprecio universal, corre un poco más y se pierde, se pierde en la sombra.) París, diciembre de 1910

Mazorcas de oro. Caracas. Impresos unidos. 1943. 193


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Rafael María Velasco B El chácharo cantor ¡El Olimpo está de plácemes!... El Jardín de Academia se enguirnalda de farolitos japoneses. Las Musas se desmangurrillan de emoción. El Padre Apolo baila la corcojita y el viejo Homero deja caer de sus cuencas vacías una hilada de lágrimas gordas como macagüitas. Vestido con clámide blanca, contornos de pabilo y coronado de malojillo va a hacer su ingreso, conducido por la mano protectora de Pinocho, al cenículo de los líridas inmortales, el tierno y delicioso poeta Rafael María Velasco B., joven cándido como todo el mundo sabe, incapaz de quebrar un plato, ni de matar una mosca. Las letras venezolanas se enriquecerán con este hallazgo que nos ha deparado la fortuna y las bocas, se redondearán de asombro al conocer esta nueva faz del seráfico Rafael María de Jesús. Este buen muchacho era afamado como enemigo del pueblo, por sus obras ladosas, por su generosidad sus límites, por la moral de su ida que lo ruborizaba ante 200


el vuelo de una falda; pero nadie, en jamás, de los jamases, hubiera sospechado que Rafael María de Jesús, en sus horas de recogimiento espiritual, se gastase románticos deliquios al bracero de Euterpe y compusiera encantadoras trovas exteriorizadas de su flébil corazón. Rafael María Velasco B., poeta, pasará a la inmortalidad del Parnaso con el sonoro título de “Chácharo Cantor”, ¡qué bonito!... ¡qué hermoso!... ¡qué vibrante!... Los actos de escarmiento del Magno día catorce de febrero, aventaron a nuestras manos, dentro de los despojos de un saqueo de la Parroquia de San José, el primoroso álbum de una dama, donde entre firmas como las de Castillo Amengual, Bruzual López, Benavides Ponce, Juan Liscano, José Ignacio Vargas Vila, Tirado Macías y otros, brillan con especial fulgores dos descomposiciones poéticas de Rafael María de Jesús, “El Chácharo Cantor”, escritas seguramente con tanto refrote de la yesca cerebral –si es que Rafael María tiene de eso—como de alarde caligráfico en rectos y parejos renglones sometidos a la línea trazada con un alfiler del cual, a través de los años, aun quedan las huellas. ¡Ay!, si el “Chácharo Cantor” hubiera tenido tan buen corazón como tan buena letra, ¡qué salvada nos damos! cuánto le hubiéramos agradecido el persistir escribiendo versos malos hasta empapelar el orbe, sin dejarle zócalo, y no haber dirigido sus afanes a conquistar la sangrienta gloria de Verdugo del Pueblo. He aquí la primera de las dos joyas ba201


tráceas que babean las páginas del susodicho álbum: “PARA MARGARITA” ¿”De las ondas al chocarse has visto la blanca espuma Y has aspirado en los valles el aroma de los lirios? ¿Te has bañado en la luz pura, en la luz de la mañana, Y has oído dulces notas de cantares misteriosos?... -¡Qué inocentes tus preguntas! Yo soy formada de espuma, Y me alimento de esencias, con perfumes de las flores; He concentrado en mis ojos el fulgor de las alturas, Y sé canciones divinas y trinos de ruiseñores”. ¡Ah, versitos!... son casi tan malos como el autor; pero no puede negarse que Rafael María de Jesús tiene buen oído, que le distinguió siempre para recibir los chimes de los esbirros, espías y delatores espontáneos y para no escuchar los ayes de los torturados y de los moribundos en las cárceles ni los lamentos de las madres, de las viudas y de las huérfanas. ¡Qué contraste entre el “vate” que soñaba con esencias, luminares, cancioncitas y espumas y el “bate” que mandaba la pelota p’adelante hasta ponerla cuadrada y en sus tenebrosos delirios no vislumbraba sino calabozos, grillos, zogas , tortoles, vergazos y suplicios… Vamos ahora a la segunda descomposición estomacal de Rafael María a la misma Margarita. Se titula* : *Incompleto Fantoches. 21 de febrero de 1936. P. 12 202


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Ramón Sánchez El Parque Carabobo Parque senil, eglógico y austero: todo pleno de bíblica fragancia, tu ambiente es a mi enferma trashumancia de paz, grato remanso lisonjero. ¡Cómo hoy a gozar vuelvo con sincero regocijo infantil, la tolerancia que tu amistad a mi humildad sin rancia distinción das con gesto placentero! Parque cordial, demócrata y patricio, con tu rebelde y silencioso orgullo, solo, de la ciudad cabe el bullicio; filosófico parque franciscano, 1) Se llamaba antes Misericordia. Gloria Stolk, ¿Planchart? 2) Alude a él Paz Castillo. 206


por ese amable apartamiento tuyo que es del extraño y del nativo hermano!

3) Buscar Enrique Bernardo. Revista Élite N° 189. 27 de abril de 1929 207


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José Domingo Tejera En Caracas Silencio y soledad la noche integra. Con pesadumbre la hora se dilata. La pila llora sobre agua negra, unas constantes lágrimas de plata. Alargase mi sombra por la acera, y al escuchar los pasos oprimidos de un alma que se muere en primavera, azórense las aves en sus nidos. Esta honda inquietud ¿de dónde viene? ¿Por qué están todos mis dolores vivos? ¡Ah! todo ser en la existencia tiene algún huerto fatal de los olivos… Todos sentimos al fin la tristeza, esa muda tristeza de haber sido 209


y ya no ser… Ayer es la belleza; ayer es la ilusión; y ayer es ido. Huyeron las quimeras adoradas. Las horas van por el cerebro yermo como ronda de hermanas enlutadas por la pálida alcoba de un enfermo. Voló el halago el amor reciente. Ya el corazón no gira como un astro en torno de otro corazón, ardiente bajo un cándido seno de alabastro. No hay esperanzas que a la vida impulse; el oído se tiende en la penumbra pero no escucha una palabra dulce; los ojos se abren, pero nada alumbra. ¡Ay! todo lo soñado y lo vivido en el tiempo infeliz de la ignorancia, todo se fue a abrazar en el olvido con el blanco cadáver de la infancia. Solo el recuerdo en la memoria queda Pero el recuerdo, misterioso y santo, es un girón de la rasgada seda 210


que surge al fin para empaparse en llanto.

El Universal, 18 de mayo de 1914 211


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Luis Enrique Osorio En Carapita Para Socorro Bello Rodríguez

Todo está oscuro; arriba el firmamento, en el fondo los cerros colosales, y en el jardín los trémulos rosales cuyos jirones acaricia el viento.

Revista Actualidades. N° 22, 2 de junio de 1918 213


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Ada Pérez Guevara En la ciudad Cantó la Catedral sus campanadas. Yo no pude contarlas; quizás es tarde ya. Aquí junto al alero el gotear de la lluvia se prolonga vibrador en la sombra como un doliente ruego musical. Mañana, nuevo día. Quizás un claro día de cielo limpio y pura luz. ¡Quién pudiera ir al campo, corretear por las sendas resbalosas, y mojarse el cabello, sacudiendo verdes arbustos que menudas hojas que dejen entrever el cielo azul!

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¡Si pudiera montarme en mi caballo! Alisarle el pelo con la mano, dejarlo galopar, galopar, galopar por la llanura, hasta sentir jadeante y sudorosa la pelambre sedosa que mi hermano caballo tan querido y tan leal Si pudiera coger gajos floridos con el temor enorme de sorprender un nido entre las ramazones de la fronda! Si pudiera meter los pies desnudos en un arroyo cantarino y puro que tenga piedras en su claro fondo. ….. Aún llueve lentamente. Estoy en la ciudad. Me siento hambriento fe sol, de llano, de la tierra mía. Todo mi corazón se clava en ella como oscura raíz, que deja grita pero que ni en el fondo se desvía. Cultura Venezolana, Año XIV- abril de 1931, N° 111. P. 378-9 216


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Alfredo Arvelo Larriva En mi clausura El júbilo sonoro de las Carnestolendas llena toda la urbe con su febril tropel: carruajes, voces, músicas… y joviales contiendas… y trémulas y gráciles risas de cascabel… Y entre tanto mi espíritu divaga por las sendas de Las Mil y Una Noche, encantado vergel Releo en mi clausura las árabes leyendas que a mi alma de niño fueron aroma y miel. Por mercedes gentiles de la que el verso nombra sonríen a mi tedio de soledad y sombra el dichoso Aladino y el marino Simbad: Con la maravillosa lámpara de Aladino,

de murciélago. Caracas. Editorial Arte. 1966.- pág.31 Alas 218


y con los siete viajes de Simbad el marino ilumino mi sombra, pueblo mi soledad‌

Domingo de Carnaval de 1912

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[S.N.] Delpiniana La Ninfaflor se baña con agua prisionera. Mejor hubiera bañarse en el riachuelo, bajo los altos árboles, comentándola pájaros ingenuos mientras los monos pícaros frutas lanzándole. La Ninfaflor se baña sobre la rosa porcelana, atada al chorro de la regadera Más valiera sobre hojarascas y hierba sus pies calzando arena 221


Ninfaflor se fuga. A lo lejos. Se oye su canto*

*Incompleto. En el original se lee un fragmento de la continuaci贸n. 222


Marco Aurelio Rojas En “Villa Carlota” A doña Carlota Maury de Siso

Como una jaula libre, las verdi-negras frondas Los pájaros. Los nidos, Los cálidos cariños. Debajo de las frondas, la gracia de los niños, las cristalinas risas y las melenas blondas. El Ávila en el Norte. Las voluptuosas rondas. subyugan en blancuras, los cándidos armiños. Abajo, el valle fértil y las cañadas hondas El sol, sobre los surcos, en luminosos guiños. Buen día –digo, Carlos, en la cordial mañana, Carlota, linda y pura, se asoma a la ventana. Buen día, me responde. “Poeta, buenos días”. Y yo, bajo el encanto de la gentil vivienda 223


en mi interior ensueño pasadas jerarquías, cuando era en los castillos un bardo de leyendas… Quinta “Villa Carlota”, abril de 1932

Elite, VII, 345. 23 de abril de 1932 224


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Otto D´Sola Fin a “Eternidad” O la eternidad del viento o del agua cristalina que no duerme, mostrándonos el infinito, el iluminado vuelo de los ángeles allá en lo alto confundidos con profunda melodías, de las que traes a la tierra, a los ríos apacibles que forman grutas de ensueños para sus raudos peces y el brillo de las constelaciones. Llévame en esta hora a lo más distante de la Muerte oh amiga dulcísima que vuelves a mi alma que vibra, ansiosa de ser eternidad, de no sentirse nunca cayendo en el olvido, como el humo y la voz de las campanas que del mundo se pierden, sin retornar jamás a oír entre la brisa, alas de mariposas y rumor de ciudades, y canciones campesinas, y lluvias, y rebaños paciendo. ¡Pronto, primavera! ¡Apártame de la Muerte que oculta me mira en estos valles alegres de matinales palomas! 226


¡Ya siento venir sus manos a mis sienes indefensas! ¡Cómo dan sombra a las aldeas y al correr de las horas, donde somos apenas, para Ella, suspiro de los bosques sobre la brevedad del rocío, o melancólico murmullo dejado a lo largo del viento por un templo destruido! ¡Pronto, dulce amiga! ¡Sálvame del morir que me persigue! Aún no sé los secretos de la rosa, ni he podido llegar a besarte todavía, a sentir la pena del doliente mundo, a mirar los frutos dorados que caen sobre el césped, o la fragante savia de la selva más fuerte y ruidosa. ¡Oh viajera que vuelves de ignoradas regiones celestes! ¿Has oído hablar del viento y del agua que no mueren? Eso quiero ser en esta vida que en cada tarde perdemos como la luz que entierran detrás de los crepúsculos, detrás de los boscajes, haciendo mil señales abatidas a los aires que en la tierra interminable se quedan distantes de la Muerte, con un divino signo indescifrable como las manos del otoño, como el silencio de la piedra. ¡Oh viajera que vuelves de ignoradas regiones celestes! ¡Dame por vida una atmósfera de mágicos jardines eternos!...

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Evasión En un vasito de cartón viajero y sin compás el hontanar procuro o en la invariable elevación clausuro al viento violador y al aguacero. O el color horizontal llanero cabalgando al verano lo conjuro o me alzo en el bostezo rojioscuro del insomne mechurrio petrolero. Despierto, vuelve en mí, la paz secreta me la embroma una frágil metralleta pespunteando cartuchos en derroche. Y por prudencia o miedo a los cartuchos que al caso da lo mismo, como muchos, en casa estoy al regresar la noche. 8 marzo 64 230


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Gustavo Parodi Expresión Yo he visto en las mañanas silenciosas y azules del “Calvario” cómo hacen sus nidos humildísimos los pájaros Recoger los he visto entre las grietas, en el suelo, y las charcas del barranco, las yerbas que serán su dulce nido en las ramas del árbol. Y luego, como un grande y raro fruto, fabrican su vivienda de descanso; y allí viven, y sueñan, y suspiran sus cánticos. Pero siempre he pensado y sufrido cuando veo los nidos de los pájaros 232


pues son una expresión, una pequeña expresión de mi vida, desde el árbol

1. Dice que estos poemas fueron escritos en 1920 cuando tenía 26 2. A la entrada del poemario: “Rien de plus cher que la vhanson grise”. Verlaine 3. ARACAURIAS, Bergamín. 4. El Calvario (Arvelo L) y Los pájaros (A. S. Calcaño) La canción gris. Caracas: Editorial Élite, 1932. 38-39 233


Gustavo Parodi Fraternidad Así como este mínimo paisaje de silencio, de paz, de venturanza; así como esta lírica armonía del Ávila; así como este manso atardecer; así como la triste caravana del agua por el río taciturno, así mi alma. Ni en la enhiesta soberbia de las lomas; ni la vasta humildad de las sabanas; ni los viejos pinares melancólicos; ni el oscuro dolor de la araucaria; tienen tanta igualdad, tanta fraterna Aracauria 234


afinidad, como sí mi pobre alma que es como este mínimo paisaje del Ávila…

La canción gris. Caracas: Editorial Élite, 1932. 15-16 235


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Fulmen Un invernal crepúsculo. Por el cielo de Ocaso las nubes amontónanse presagio de tormenta. Foscas nubes que arriban en caravana lenta cual dromedarios fúnebres de silencio paso. Una celda. Un recluso que al resplandor escaso del crepúsculo escribe su pasión opulenta. Iconoclasta, vibra la pluma turbulenta y se derrumban ídolos en súbito fracaso. Escribe, y por su frente, ancha como un escudo, tersa como un escudo, pasan, tropel sañudo, nubes de amarga cólera, ceño de tempestad. Y rubrica la página con un zig-zag furente mientras rubrica un rayo las nubes de Occidente ¡Juan Vicente González fulmina su Verdad! [s/n] La Esfera 237


Antonio Arraiz Hacienda “El Marqués” He poblado de nuevo las graves alamedas de activo populacho. Acuciosos, con febril humildad, miles de esclavos negros bajo las alamedas. Unos iban cantando sonatas animales. Otros guiaban arreos, e impregnaban, al paso, denso olor a cacao. O volvían del trabajo, exhaustos y silenciosos. Evocaba los blancos corredores arcaicos. El gran patio cuadrado de pétreos basamentos; el dosel, y el sillón monacal, hasta donde arrastrábase la brisa susurrante. Bien valdrías ser amada así, señora mía. valdría ser amada como amaría el Marqués. Bien 238


Todo en él era espléndido, sin tasa o titubeos. Lánguida simulaba ser su voluntad; y no obstante cuanto hacía, era para contarlo en siglos. Bien valdría ser amada sí, pomposamente. El valle tibio y fértil. El cielo azul. La inercia. Sentirte cerca. Y al frente los bosques insondables, cuya tristeza ungía; los bosques de bucares, padroteados a veces por el cosmos senil de un higuerote. Bien valdrías ser amada así, marquesamente. Hacer hincar rodillas sumisas a tus pies. Y en las noches lunares, cuando los negros cantan, sorprender en tus ojos relámpagos de burla al comentar las cosas de unos jóvenes locos a los que indigestó Rousseau.

Parsimonia. Caracas: Ed. Élite, [s/f]. 92-93 239


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Simón González Chacón Himno Andrade --(Música del mismo autor) --Surja el probo, feliz Magistrado de la Patria el Sufragio a cumplir; que en sus hechos está vinculado [repite]—el del pueblo mejor porvenir. --Coro El acento patriótico vibre del civismo en la augusta región, y a los tiempos pregone, del libre [repite]—la conquista en la paz y la unión. --En gallardo consorcio te aclaman el obrero y la rey juventud; dignos así te proclaman y los 242


[repite]—porque eligen en tí a la virtud. --Coro El acento patriótico vibre… Es tu base la firme justicia; te corona el pendón liberal; y la estatua del mal se desquicia [repite]—al gigante vaivén nacional. --Coro El acento patriótico vibre… --¡Adelante, SOLDADO! A la gloria del País en las alas irás; y en el libro eternal de la Historia, [repite]—como sol tropical, vivirás. --Coro El acento patriótico vibre… 1897

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Impresiones de un inglés sobre Caracas El honorable N. J. Paterson habla de su viaje a Caracas -- El Honorable N. Julian Paterson regresó en la mañana del viernes de su visita a la capital de Venezuela, y tan pronto como fue posible, un reporter de The Federalist se entrevistó con él suplicándole se sirviese expresar sus opiniones respecto a la ciudad de donde venía. El señor Paterson recibió cortésmente á nuestro representante, y díjole sonriendo: --“creo que tengo poco que informar a usted digno de publicarse, pues apenas permanecí dos días en Caracas. - Hizo usted un viaje agradable? Qué especie de lugar es La Guaira?” - La Guaira es el puerto de mar de Caracas. Del vapor desembarqué á un muelle y luego fui conducido al tren en trolley. El tren serpentea desde La Guaira por una colina como de 6.000 pies de elevación sobre el nivel del mar. Va dando 246


vueltas alrededor de montañas desde las cuales se admiran magníficos panoramas. La vegetación de los cerros no es exuberante: la mayor parte de ellos está cubierta de pequeños arbustos; pero la preciosa perspectiva que desde allí se contempla, no la tenemos en ninguna parte de esta Isla. La línea férrea de Caracas no es más que una: a los lados del camino hay Estaciones donde el tren se detiene, no para tomar pasajeros, porque aquel lugar no está poblado, sino para tomar agua y para dejar pasar el tren que sube. Al entrar a Caracas lo primero que le sorprende a uno es la morada del ex-Presidente Crespo, situada frente a la Estación del Ferrocarril, que, -según observó alguien- fue construida allí para atrincherarse cuando descendiese del Poder. El pavimento de las calles de Caracas es de piedra. Las casas son bajas, la mayor parte de un solo piso: hay muy pocas de dos. Prefieren esta construcción, supongo que debido a los terremotos. La ciudad estaba en gran movimiento; numerosos grupos de personas, discurrían rápidamente por las calles. Los edificios públicos sonde elegante estructura, y la Plaza es un magnífico paseo sembrado de árboles y en medio de los cuales se levanta la estatua ecuestre de Bolívar. La ciudad está alumbrada por electricidad y sus calles están cruzadas por una red de tranvías de sangre. -Dígame algo respecto á los habitantes. Cómo son ellos? -Es una ciudad lujosa, con un clima tan fresco que ape247


nas podía yo creer que estuviese en una ciudad tropical; y tan fue así que cuando vi matas de plátanos, se me ocurrió pensar que estaba en otra parte. Fui a la gran fiesta que, con motivo de la declaratoria de la paz, se celebra en la Catedral. Allí hubo una procesión encabezada por el Arzobispo, y los empleados civiles y militares llenaban la Iglesia. La mayor parte de los concurrentes ocupaban las naves laterales del Templo y muchos se movían de un lado para otro conversando con sus amigos. “El domingo presentaba el Mercado una visita interesante. Allí había frutas y flores en gran abundancia, duraznos, violetas y claveles, pero no vi allí frutas de los Trópicos. “Magnífica estaba la “Plaza” el domingo en la noche! Una buena Banda de instrumentos de viento, tocó excelentes piezas ante numerosa concurrencia de hombres y mujeres bien vestidos. Fue allí la única parte donde vi tantas mujeres reunidas. “Parece que en Venezuela los hombres no salen a paseo ni con sus novias ni con sus esposas. “Ve usted a las damas sentadas en las ventanas, las cuales están protegidas por gruesas barras de hierro. Se imagina uno que las mujeres están en exhibición luciendo sus mejillas de color de rosa, aun cuando creo que todo aquel color no era natural. “Generalmente se dice en Venezuela que los Doctores y Abogados que han ocupado la Presidencia, han hecho fiasco 248


y que los únicos que han tenido éxito, han sido los militares. Esto prueba la necesidad de una mano fuerte. “Cuando se está en Caracas se comprende que no se está en una ciudad de las Colonias. -Hay algo allí que se parezca á Paris en miniatura? -Vi un ápice, realmente, como París, aunque sí es verdad que tiene aires de tal. “Las calles de Puerto España son buenas, mejor pavimentadas. Allá puede haber almacenes más lujosos. En Puerto España sabe usted que está en una ciudad de Antilla, y en Caracas tiene usted que confesar que está en la capital de una Nación. Mi opinión es que Caracas es una ciudad muy importante, y no comprendo cómo los habitantes de las Indias Occidentales no van á pasear allí más frecuentemente. “Yo no permanecí allí más que dos días, y por supuesto, allá hay mucho que no vi, pero me prometo visitar Caracas otra vez”.

N. J. Paterson. El tiempo. 14 de septiembre de 1900 Traducido de The Federalist, de Granada, de 8 de agosto de 1900 249


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Aquiles Certad Iniquidad Pobre antena de radio! Madre de tantas voces ajenas. Y tú sin ninguna. Cómo se reirán las otra voces de tu vertical mudez. Porque tú más que nadie mereces tener voz. Pobre antena de radio!

Voces desnudas. Editorial Élite, 1932. 252


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González Chacón Injusticia Siempre he visto que las ondas del turbulento océano recorren el verde llano de la vasta inmensidad, para, al llegar a la orilla de perenne atracción llena, reventar cabe la arena, en medio a la soledad. Pero el amor que a mi pecho sin cesar roba la calma, en vano atraviesa el alma para a tus pies estallar, porque, en pugna con Dios mismo, jamás nos dejan a solas; y no pueden ¡ay! sus olas riberas llegar!... a tus 254


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Juan Bautista Márquez Márquez Juan Vicente Gómez En unión con el pueblo soberano Pidiendo reacción, grité yo mismo: ¡Viva Gómez, el gran venezolano! ¡Ya Castro desaparece en el abismo! Más bajo que Nerón, inicuo Castro ordenó a Caracas incendiaran y Dios entonces apagó su astro. Lo dice Rufino, en dos años y medio 16 de diciembre…” “La ciudad es un campamento. La ley marcial impera. Tropas recorren la ciudad, saqueadas por las turbas furiosas. ¿Qué pasa? Ocurre que el 13 de diciembre de 1908 será de hoy más una fecha clásica. Ese día los caraqueños hemos echado abajo al dictador Cipriano Castro, cuyos tres últimos años de gobierno fueron el triunfo de la barbarie y la orgía del banditismo. Lo más sagrado de la 256


ciudadanía se reunió, con anuencia del gobierno (138), so pretexto de una manifestación antiholandesa, el 13, a las dos de la tarde. Los primeros en llegar a la plaza Bolívar, centro de la reunión, fueron los estudiantes. A las tres, rebosaba la plaza en gente: poco pueblo al principio, pero mucha “gente decente”, como solemos llamar a la burguesía y a los que ejercen profesiones liberales.” “Como nadie tenía agravios que vengar contra Holanda, sino contra Castro que es quien ha provocado este nuevo conflicto internacional, en el que después de todo la razón asiste a Venezuela -y Holanda lo reconoce en principio-, empezaron los discursos estudiantiles al pie de la estatua de Bolívar a enardecer los ánimos, no contra Holanda a quien no mencionaban, sino contra Cipriano Castro. De la plaza, ya enardecidos, partieron los grupos a recorrer la vía pública, con una bandera a su frente. La excitación crecía con los gritos de: “muera Castro”; “muera El constitucional”. “El constitucional” es la letrina más infecta, la más pútrida y turiferaria publicación que en manos del negro puertorriqueño Gumersindo Rivas ha corrompido la atmósfera nacional durante nueve años. Cuanto se diga de la vileza miasmática y perniciosa de ese pozo negro que se llama El constitucional y ese pocero, también (no se entiende) es débil ante la verdad. El pueblo los odiaba, así, embriagando de triunfos de instintos revolucionarios y demagógicos, su primer impulso fue, como debía ser, por lógica del odio pú257


blico, asaltar el periódico y volcar la sentina. Lo empleados, muy numerosos y cantidad de sicarios apostados por Rivas, y armados de revólveres y máuseres, se habían hecho fuertes en el viejo y pesado caserón de la imprenta –esquina del Conde, edificio de la Imprenta Nacional—y empezaron por las ventanas a disparar contra la multitud. La multitud, sin embargo, no cedía. Entonces, una patrulla policial comandada por Santiago Hernández, inspector de la policía, hizo varias descargas sobre la ciudadanía e impidió la toma de la Imprenta. Hubo heridos y muertos. Entre los últimos un joven Marcano, estudiante. Hacia las cuatro llegaron a la Casa Amarilla el general Juan Vicente Gómez, primer vicepresidente (139) encargado del ejecutivo, y el secretario general del gobierno, doctor Leopoldo Baptista. La ciudadanía los aclamó y los llevó en brazos hasta los balcones que caen a la plaza Bolívar. Desde el bulevar Oeste de la plaza, en la vía pública se pronunciaron discursos, fulgurantes y reaccionarios”. (140)

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Antonio Sim贸n Calca帽o La ciudad La ciudad llevaba una cadencia dulce, graciosa, fina, fiel a los siglos. Hoy la ciudad trepida, crispa, envenena, Ciudad del madrigal y del epigrama urbe es ahora del anatema. Sobre la paz del valle, en voz de la neblina madrugadora: Auras letales entre la sombra. El garabato de la ametralladora surge como alegato del que disputa y del que roba.

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Ciudad remodelada por el petróleo, La incomodan y asfixian Los hijos del petróleo. Móviles inmovilizan casi todo. Ciudad que vive a gritos. El gesto grita. Grita la voz la música, el tambor… Las letras gritan Ciudad de los asedios. Urbe transida. Grande su sed de paces. Para aliviar tormentos Ya no basta el cántaro de la risa . ¿Cómo la pretendemos, comunidad u horda? ¿A cuál patrón su angustia se conforma? ¿La salvarán los menos risueños? ¿La salvará su gloria? Alguien tendrá que hacerlo.

Poemas. Caracas: Editorial Arte, 1963 261


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Elias Calixto Pompa La consagración de la catedral Dedicada al Iltmo. Sr. Dr. Silvestre Guevara y Lira

¿Qué sucede? ¿Por qué corre Ansiosa la multitud? ¿Por qué viste gala el joven y galas la senectud? ¿Por qué deja el artesano, En abandono el martillo? ¿Por qué su estudio el letrado Y su juego el parvulillo? ¿Por qué la niña sonríe Con faz de gozo y ventura, Y por qué se trueca en día La azarosa noche oscura? ¿Será acaso un cencedor deja sangre en sus huellas, Que 263


A quien guarda la Nación Coronas, lauros y estrellas; Cuyo nombre egregio vuela De la gloria en la campana, Y a quien el mundo hoy da mieles Y amargo cáliz mañana? ¿Será acaso un héroe invicto Que por vencer o morir, De ajenas ropas vestido, Viene un premio a recibir? Ah! no, que la humana gloria Cual la vida, pasajera, Enloda su propio trono Con polvo de su carrera ! Y son mezquinos sus triunfos Como es mezquina su esencia, Pues es lo que aplauden unos Martirio de otra conciencia. No, no es la dicha mundana La que es los rostros germina, Que traidor el mundo clava 264


Tras de sus flores la espina; Y son ¡ay! sus alegrías De tan triste condición, Que a veces los labios ríen Cuando llora el corazón ! No es por motivo tan pobre Que corre la multitud, Y viste galas el joven Y galas la senectud: Es otra causa sublime La que el ánimo enajena Y a los placeres lo inclina Sin mengua de dicha ajena: ¡Es Dios! Ser infinito Que en sus obras retrata; Ora del sol en el brillo, Ora en la fuente de plata, En el giro de los astros, En la aurora al despuntar, En el verdor de los campos, En la inmensidad del mar ! 265


E inclinando la cabeza con humilde y tierna voz, Invocan de igual manera El dulce nombre de Dios.

Caracas, 1867

Versos de K.Listo. Guatire: Editorial Gema, 1965. 16-18 266


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Pedro Pares Espino La farola Farola que en mis sueños la emoción dejas de tiempo que, por idos, ya son mejores, cuando en las coloniales casonas viejas tu tristeza doraba los corredores. Bajo tus misteriosas luces bermejas, despertando en las almas vagos terrores, las esclavas solían decir consejas de milagros, hechizos y salteadores . Y mientras se tornaba todo agorero, y la voz cristalina del tinajero goteaba el silencio de la casona, cerca a tus resplandores alucinantes, se dormían los fuertes niños de antes soñando con la sombra de la Sayona.

Poemas Coloniales. Caracas: Imprenta universitaria,1963. 17 271


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Pedro Lhaya La flor de Galipán a Arturo Uslar Pietri

I Escrito está que fue primero el pájaro, el arco y el penacho, y que un fuego sin llama pobló la noche verde de armadura y cascos de luz larga, de hierros como víboras, de otras sangres, espesas de guitarras. Escrita está en círculos de un tiempo de anillos arbóreo y día sucesivo el caminante quieto; brasa insistente desde el pergamino, ves insistente desde el cuerno pétreo. Escrito está cuanto del hombre entero, cuanto del tiempo fasto o recio discurrió con su cuerpo. 273


Y del linaje de su grano altivo recogido en la tierra, y de los cuatro ríos que la tierra dispersa. Hombre, anima, hazaña, flacha, Guaicaipuro, y Losada, casa de honda madera, escrito está. Alto naranjo, lánguidos velones, día de reseda. Después de la conquista del solar y la piedra, se hizo el domingo en flor de Galipán. El hombre sosegado roturaba la tierra. Caballo guerreador, relámpago de guerra, Bolívar: tempestad, escrito está. Planeta fragoroso, sangre recíproca, flámula espectral.

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Enrique Geenzier La neblina y el Ávila Habla la neblina ... ¿Adoras a Caracas, a la linda princesa, porque echada a tus plantas las acaricias y besa? Yo también te las beso cuando el viento me arroja de tu empinada cresta como una débil hoja… ... Después le contesta el titán (el Ávila) diciéndole que tiene (la neblina) astucia femenina, pero que “de esposa no te ansío ni de amante tampoco”: “tienes el cuerpo frío”. ... “Mi estirpe es de leales y tú eres veleidosa. Yo nací del consorcio de una Mar tempestuosa y el retumbo de un trueno los de paroxismo. Yo soy el hijo fiero de un hondo cataclismo” ... 276


La neblina se hirió: “Clavóle en la epidermis sus garras de felina; ciño su cuello altivo con una gasa undosa, y en una de esas crisis el alma femenina, vencida, desolada, pero siempre divina se reclinó, llorando, sobre la cresta hermosa ”

1. 2. 3. 4.

El elemento romántico de la odalisca (princesa) Ya no es sultán sino Titán La neblina una amante desdeñada La historia de un amor.

N. del ed.: El poema está incompleto. Sanoja transcribió solo los fragmentos que le interesaban

Élite. 8 de noviembre de 1930.Nº 269 277


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Casto Fulgencio López La primera salida El golpe recio, inesperado, en complicidad con la penumbra del zaguán, me sacó recto al patio. Caí sobre el pote de la palmera y mordí el estiércol húmedo, insípido. La misma mano fuerte me levantó en vilo y me lanzó sobre la puerta de mi cuarto que se abrió estrepitosamente para dejarme caer sobre la cama, aturdido. Allí me quedé mudo, mientras mi padre se alejaba a su habitación, mascullando palabras duras, doloridas. –Estúpido!—pensé, mientras me tentaba el magullamiento de la carne. El silencio de la media noche volvió a bajar por los tejados del patio, dio vueltas por los corredores y se paró frente a mí, sacándome la rebeldía de adentro con sus garfios de sombra. Me fui. Atravesé resuelto las calles empapadas de madrugada, orientándome por la claridad que nacía por encima de los techos rosados. Las paralelas de los tranvías me empujaban ciudad arriba en una trocha interminable. El canto lejano de los gallos revolviendo las horas, me pintaba el ce279


rebro de paisajes libres, de gritos a todo pulmón disparados en el campo abierto. Estaba escrito: no volvería a caer bajo la voluntad despótica de mi padre que quería quitarme mi juventud y mi alegría, --noche y alcohol,-- para hacerme trabajar y producirle dinero. Libre! el mundo se me abría desde Caracas hasta lejos, después de los mares, por encima de las montañas y á lo largo de los ríos. La geografía dormida dentro de mi pereza comenzó a desenvolverse ante mis ojos y a marcar ciudades. Los puertos brumosos vomitaban sobre los muelles gentes y cosas que luego se perdían entre la talumba cosmopolita de la urbe. Las capitales bruñidas, con sus grandes torres y su Arte, si, el Arte, me di cuenta, era el Arte lo que me empujaba afuera del calor tibio del hogar cursi, por fin, había comprendido: el Arte! La súbita revelación me hinchó las sienes y me subió mi atrevimiento por la cuesta vertical de la Puerta de Caracas, puerta angosta, carcomida, que se me imaginaba la puerta de campo de mi casa sucia. La fatiga me paró frente al monumento de José Félix Ribas y aunque la cabeza sacrificada del bravo me pareció esta vez más pequeña que nunca, mi decisión dibujó sobre la base un juramento gordo, definitivo: no volver. Y no volvería. Estaba escrito, sería profeta en las tierras anchas, generosas, del otro laso del mar. Alijerado por el ju ramento me empiné sobre las piedras del camino que sube a 280


Campo Alegre, de repecho en repecho, en culebreos cortos que cortan la respiración y paran el impulso. Caracas se iba quedando abajo mientras yo subía recto en un vuelo de auto-giro. La presentía retratándose en mis espaldas con sus calles angostas, sus ríos anémicos, sus torres endebles y su gente odiada. No voltearía a verla porque la visión ridícula no avergonzara el paisaje que llevaba guardado adentro desde hacía un rato. pero la altura comenzó a reventarme las sienes y la presión arterial me paró en seco tumbándome sobre el talud del cerro, respirando grueso, mojado de sudor, sostenido apenas por los pies doloridos. Me enfrenté valiente con Caracas y el valle lindo, iluminado y ancho, me abrió la boca y me desbordó la mirada golosa hasta dentro de la belleza de las calles anchas, las torres altas, y las vegas azul verde y rosa de la acuarela urbana. La ciudad desconocida se fué agrandando y elevándose por momentos hasta mi nivel. La luz del sol decoró las cúpulas y las torres con sus primeros rayos. El capitolio era romano, el Teatro griego, las iglesias bizantinas. El Guaire creció sobre las orillas y el verde de El Calvario suavizó el ruedo prostituido de sus faldas. El pito agudo despertó a las gentes y a las máquinas. El humo de las Fábricas comenzó a sacar los ruidos de los engranajes. La actividad fabril desembocó por las calles, por las avenidas, por sobre los rieles, y toda la ciudad se puso a 281


cantarle a la mañana. La voluntad me dio un foetazo en la cara y continúe mi camino hacia lejos, pero los piés se negaron a seguir y el desfallecimiento me empujó cuesta abajo y al bajar me iba fortaleciendo, ágil, seguro y la pendiente empujándome, más, más, hasta que emprendí una carrera, recta, precisa que me incrustó en el corazón de mi ciudad hermosa.

Revista Élite. Caracas, septiembre 1932. 282


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Pedro Sotillo Lluvia en la ciudad La lluvia empieza con alegría; la gente corre; que gritería se va extendiendo por la ciudad! Sucias corrientes adormecidas que van llenando las avenidas con comedida temeridad ... El aguacero se pavonea. Para la gente que callejea es un refugio cada zaguán. Pasan los coches a todo tiro: por alcanzarlos se va el suspiro que detenidos, inquietos dan. Salones públicos que se rebosan donde los viejos que se remozan en Voronoff tuvieran fe. 285


Salones públicos. Brillante trazo que me recuerda tan vivo el caso del honorable señor Noé. Lluvias urbanas. Lluvias grotescas farsas solemnes y pintorescas que hacen el día palidecer. En los zaguanes mil desafueros, y dictadura de los cocheros. Calamidades tiene el llover *** Hay dos vejetes de amable trato que hablan aparte: de rato en rato se oye el susurro que da su voz. Suben rumores semiaflictivos y ellos comentan despreciativos: “Invierno el año 92” **** Lluvias urbanas. Cómico enredo: cuatro cohetes y un hondo miedo que llena toda la población. Lluvias grotescas. Sainete acupático que el ciudadano triste y reumático pone en absurda consternación.

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Alejandro Carías Lluvia nocturna La lluvia cae y cubre como una muselina la ciudad. Yo soy presa de una vana congoja que deshoja en mi alma flor a flor y hoja a hoja el rosal de mi ensueño, con maldad femenina. En la tristeza, en la opaca, en la errante neblina vagan los tenues sones que a los aires arroja una guitarra; y, como una flor, se deshoja una canción romántica, muy armoniosa y fina Caracas sufre hondo penar… Caracas sufre… Como infernales gemas de un resplandor de azufre brillan las dos pupilas de mi gata de Angora. La lluvia sigue afuera cayendo lentamente, entre las manos la pensativa frente, oculto 288


y escucho el taciturno bostezo de la hora.

1. Efecto emocional de la lluvia ¿Comparar? 2. La intimidad, el gato de angora. Caracas como efecto. 3. Carías: no trae Diego Córdoba, no se encuentra por ahora la de Pocaterra. 289


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Pedro de Répide Los puentes de Caracas Caracas blanca y rosa, recoleta en su cerco de montañas, tiene el prestigio extraño, tiene la gracia rara de una clara ciudad de Andalucía, florecida en una valle de Vizcaya. Como rugosa piel de probiscidio, muestra a veces el Ávila, sus múltiples laderas, requebrajadas y ásperas. Otras veces es suave como un manto de verde terciopelo que descansa en galano abandono, sus pliegues de elegancia cortesana.

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Brilla en cambiantes mil, según le tiñe la luz que en él resbala, o en el gris de la bruma arrehozado, entre sus matas altas, se prenden de las nubes, las vedijas, como vellones que enganchó la zarza. Sus venas infinitas, abre, rompe, desata, y arrancan de su seno generoso, el Anauco, el Catuche, el Caroata. Y cien tajos tendidos y sinuosas barrancas. Cicatrices de titanes, rasgando el corazón de la montaña. Espamos de la tierra estremecida, cuando la lira de Dios ruge en su entraña. De igual modo que urden sus telas las arañas, sus redes van tejiendo, los puentes de Caracas. ¡Oh, los puentes primeros, de troncos y de cañas! 292


En homenaje al hombre, la selva se doblaba y el árbol le ofrecía sumiso al brazo y al poder del hacha. Los puentes de Caracas, en las simas frondosas, de las hondas cortadas, unas veces se tienden, parecen otras, que saltan o a lomos de las lomas verdecidas, con ímpetu cabalgan. El rey nuestro señor Carlos Tercero, quiso dejar memoria en su fama al puente, ojo de cíclope, que su ágil curva enarca y da su torso al paso de la cida que pasa. Los caballos marciales, las espuelas doradas, las pesadas carrozas, las azules casacas, basquiñas de damascos y tisúes, tricornios con la cinta plateada. 293


Y los carros chirriones y las lenguas reatas que perfuman lo largo del sendero con su opulenta carga, en busca de las naves, camino de la Guaira, que es del mar el camino y el camino de España. Allá el puente de Anauco huele a hacienda y a caña. Huele a tierra fecunda y a fruto de labranza y a campo que se mete en la ciudad para rendirle albricias, le abre la calle Real de Candelaria, en una fiesta ingenua y permanente de domingo de ramos y de palmas. Los puentes de Caracas, encanto de ser ave que vive las ramas del árbol más copudo que en lo profundo se alza. Hay puentes del dolor y de la angustia, puentes que van al bien que no se alcanza, 294


hay puentes de la vida y de la muerte, hay puentes del amor y la esperanza Hay trágicos pretiles donde un demonio empuje al que se lanza al gran salto mortal y otro le acoge en el sombrío fondo de la nada Hay puentes que pasamos inocentes de lo que abajo la maleza guarda, lo mismo que en el mundo, sin saberlo, por entre el bien o el mal, pasa algún alma. ¡Oh, puente que la noche hace de ensueños! ¡Oh, puentes que la luna hace de plata! Doseles sobre cauces de amargura o abismos de pasión en sus quebradas. Cruzando van por ellos, los novios de las horas solitarias, los que a vivir aciertan cuando solo están vivos los fantasmas. El Ávila les mira como un viejo patriarca el Ávila les mira 295


y les bendice y calla. Rampantes atrevidos, triscando en los oteros como cabras o ingrávidos y leves, suspensos como hamacas. ¡Oh los puentes innúmeros que la ciudad engarzan! Senderos voladores, más que caminos, alas. ¡Oh, que cerca y que lejos de la tierra, los puentes de Caracas!

Caracas y el Ávila en la poesía. Caracas: Editorial Arte, 1965. 27-32 296


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Manuel Benítez Manifiesto Amo el automóvil bello, rápido, engreído, cosmopolita, tan aventurero que rompe la noche de las carreteras y con su bocina despierta la aurora. Amo el aeroplano pájaro de acero que se eleva hacia el azul, --coronación de tantos anhelos fracasados,-que batiendo los aires con la rosa metálica de la hélice ante el planeta atónito conquistará una estrella. El alcázar de hierro que se mete humeante a la mar, 300


los heroicos maderos floridos de vela. Y amargado el odio, miro hacia los tranvías, los sórdidos trenes del ferrocarril, eternos burgueses sobre la inamovible monotonía del riel.

Polífono. 79-80 301


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Fernando Paz Castillo Manuel Díaz Rodríguez Un día, sobre la tierra yerma te llenó de amargura el dolor de la Patria y fue tu voz un canto y un sollozo. Atrás, hacia un azul ya frío, tu noble juventud quedaba entre el olor eclógico de los trigos maduros. Tu juventud: una vela pirata por los mares de Italia. Sentiste un vivo anhelo de perfección en todo. Como un pagano del Adriático amaste la elegancia de las antiguas formas y las maneras áticas, y cantaste a tu Grecia como un griego de Atenas, y soñaste a tu Grecia como un griego de Esparta. Una luz de crepúsculo insinuó entre violetas y entre góticos pinos, una estrella lejana. 303


Tuviste el puro gozo de contemplar la estrella: Venus, desde el azul atraía tu alma. En un bosque profundo de extenuados laureles, estremecido por el júbilo pastoril de las cabras, a la sombra tutelar de una encina, hecha en tallo de fresno encontraste una flauta. Con ella revivieron tus labios armonías olvidadas. Y este espectáculo, imprevisto y grandioso, a la belleza eterna encadenó tu alma. Después, el paisaje familiar: la dulzura de la excelsa luz mediterránea en las pupilas ansiosas de belleza; el vino de oro; la rosa cotidiana que se asoma indolente por encima de un muro, entre el verde jovial de la parra; y el campo risueño, a la sombra de un monte serenado de nieve, bajo el oro del sol de una aldea lombarda. Y este espectáculo, imprevisto y efímero, a la belleza eterna encadenó tu alma. ¡La hora solemne del canto en América, 304


América que cría en sus ásperos bosques la griega cigarra! Por todos los cielos volaron las nuevas canciones:: Rodó hacía sonar los recios clarines del alba; Darío, con mano fecunda, tañía la lira de Apolo del lado del Plata y, entre el coro de voces excelsas, de voces preclaras, la tuya, en el manso ondular de tu estilo, fue un grito del Ávila. El otoño, furtivo penetró en tu cercado. Hay rosas de magnífica belleza entre tu fronda perfumada; aún la nieve de los años tarda en caer sobre tu frente pálida, pero un presentimiento sombrío la rozó con sus alas. Por eso, en esta hora de maduros frutos en que empieza a deshojarse el huerto bajo la brisa mansa, hora de reflexión y de silencio, hora profunda de encender la lámpara, quisiste ser bueno y fuiste bueno, renunciaste a tu orgullo con un gesto de artista y abriste un camino a desvanecidas esperanzas.

Y este imprevisto comienzo de partido, 305


al amor de la Patria encadenó tu alma. Viajero ilusionado, parece que la tierra te llamaba, la tierra que aún desconocías, la tierra sin cumbre y sin casas: tierra de mudas y hondas perspectivas, tierra ancha, por donde se descolora el grito y son jinete y potro las dos cosas más altas… ¡Y por ella pasaste cuando más la querías, sin dejar una huella, como vuelo de garzas! Pero dijiste cosas bellas de la noche del Llano, lenta bajo el fulgor de las estrellas pálidas. Del Orinoco, que nace cristalino más allá de los montes, más allá de los vuelos, más allá de las aguas, como un dios silencioso, en su lecho de oro que custodian hieráticas palmas, y hablaste de los mares, donde muere entre espumas, y de sus verdes campos que inciensan la mañana… Y dijiste, viendo el horizonte inmenso: por estos campos hay que hacer la Patria. 306


Densa sombra cayó sobre tu vida. El destino, con mano trágica, lo mismo que la brisa autumnal entre la fronda recia, te venía deshojando la palabra. Hasta que un día, desde una tierra inhóspita y extraña, por sobre el mar de las sirenas mudas, tú y el dolor se fueron en una negra barca. …Pero tu voz aún vive entre nosotros: por estas tierras anchas, por estas tierras tristes y sombrías, ¡por estas tierras hay que hacer la Patria!

La voz de los cuatro vientos (poemas). Caracas. Ediciones del Minis de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes. 1952. 38- 42 terio 307


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María “Puyita” SOBRE dos cholas tu miseria anciana -hambre y necesidad María “Puyita”con un niño prestado a Santa Rita mendigas hoy para vivir mañana. Estéril vida que al socorro invita. Ancho remiendo que hilvanó una cana. Ya engullirás lo que te dé la gana con vil metal que aliviará tu cuita. Frente al “Golden-exchange” esta mañana a un as de numismática liviana convenciste en sus cálculos logreros y por soñarse entre los cielos, pobre, sacrificó su colección de cobre y te dio sus centavos monagueros. 311


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Martes 13 Martes 13, la pava y el pavito, con el Pasaje de Colón cerrado, sin la guiña del gato enmochilado y sin un santiamén de cariaquito. Sin agua para un huevo sanconchado; sin saber en dónde anda el “Miguelito”. Con ese auge triunfante del delito que a mi ver no lo brinca ni un venado. Aún los buhoneros sin su zona, la huelga de carritos, la pelona zumbando a quien le ve las carnes flacas; la llave dos con índice y meñique, martes 13 de julio, ¡Dominique! ni loco hoy doy una paseo por Caracas. 313


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José Rafael Pocaterra Mensaje Como el persa doliente de la “eterna locura” que exprimió en esa página musical su amargura; como el pianista loco que extendiera a la joven ya muerta, sobre el piano, para tocar Beethoven; como Tonio, el payaso desfigurado y malo, que anuncia la tragedia brusca de Leoncavallo; como los tristes y los desengañados hasta ti van mis versos. Son ritmos olvidados, acordes de otro tiempo, vetustas melodías que arrastran el ropaje de sus melancolías hacia el ángulo oscuro del salón, donde el piano, bajo el doble castigo trémulo de tu mano gemirá, con pedales, una antigua sonata o las viejas angustias de la pobre Traviata. Hasta ti van mis versos de soledad cautiva que tu tristeza sea más pensativa. para 315


Se va muriendo el año con la luz que fenece: tras la espesa cortina la hora palidece y es una visión cruda de dolor y fastidio. Nada hay más desolado que la tarde en presidio. Estos versos se riman en solo un consonante como tú y yo rimábamos un corazón amante. Estos versos tendrán ese supremo encanto: no lloran porque son ellos mismos el llanto. Que tu memoria siempre su devoción les guarde, recítalos tú sola, al caer de la tarde cuando no haya más luz que la de tus pupilas. Y así vendrá la noche a mi celda de preso como el rumor de un beso.

Después de mí. Caracas: Imprenta Universitaria de Caracas, 1965. 49-50. 316


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Miedo eterno 5 a. m. de pรกjaro a zamuro. 5 y 10 entre el Hoyo y los Cipreses. 5 y 30 en Miseria van a mis preces y a las 6 en el Muerto mi conjuro. Mientras alumbran mi cerebro oscuro los difuntos del mes vuelco las heces. Kirkpatrick, Beaverbroock, talento en creces. Y Nehru, en fin, el doctrinario puro. Ante los grandes que hoy el mundo llora mi transitar a mi sentir demora y entre el sentir y el transitar de enredo al medir los ilustres que han pasado, y como estoy un poco constipado me da miedo, caramba, me da miedo. 319

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Elías Calixto Pompa Mis dos cárceles I En esta cárcel sombría sin dichas halagadoras, Ay, cómo pasan las horas! Ay, cómo el tiempo se va! A cada instante una injuria, A cada paso un abrojo, En cada puerta un cerrojo Negro, como mi pesar, Rudo y fiero Carcelero, Vuélveme la libertad! II En la cárcel de tu alma Por mí solo conocida, Qué dulce corre la vida, 321


Célia, sin dolor ni afán: A cada paso un ensueño, Un placer á cada instante, En cada puerta un diamante, En cada sitio un altar. Lisonjera Carcelera No me libertes jamás! Cárcel pública- 1876

Versos de K.listo. Guatire: Editorial Gema, 1965. 15 322


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Barboza Misiva Capachera Cipriano Restaurador, también llamado El Cabito, más grande que Napoleón, según Gómez… güele frito. Vencedor jamás vencido, en la pública leyenda, terror de las multitudes, héroe siempre en la contienda. A todos mis arlequines, salud, pesetas, unión, prepararse, ya es la hora de la nueva Aclamación. Según cartas recibidas de Josefa y Soledad, 324


me preparan un sancocho al llegar á Trinidad. Don Ramón barbas de chivo, el autor de Intimidades, me reserva nuevas planchas y la mar de novedades. Burro pardo y Efraín, mis alegres camaradas, de rigurosa etiqueta mandarán la gran parada. Carmelo se encargará de montar la artillería, y Julio, el de la melena, de hacerme la apología. Yo me reservo un discurso que llamará la atención, tan patriota, como aquellos que conoce la Nación. Repetiré lo del báculo que causó grande impresión y que los tontos creyeron 325


ser una revelación. Como mucho me conocen por lujurioso y ladrón, mi bordón de peregrino lo cambiaré por bastón. Pues Ramón barbas de chivo, mi confidente leal, me dice que allá me esperan con ansia y barbaridad. Y puedo dar por seguro que yo á Caracas iré; ó no hay burros en Carora, ni en Capaya Cristo fués. Dígase lo que se quiera, entre Gumersindo y yo, haremos una merienda suculenta y comilfó. Y que esto lo sepan todas las niñas de El Caracol, de El Silencio y Marcos Parra, á quienes recuerdo yo. 326


Orotava: julio 12 de mil novecientos diez; Ciprianeman Urde---males,--Ministro de Lucifer.

El cabito y su Ăşltima hazaĂąa. p. 6 327


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Oda V A Teresa de la Parra

Las raíces más hondas el árbol de la vida, la sustancia más pálida de la entraña y del beso, la ausencia más celeste de un día entre los días y el corazón más alto y oscuro desde lejos. Te doy para que tornes, con mis ojos sombríos, a mirar estos rotos y antiguos litorales, aquí donde estuviste con llantos encendidos debajo de estos claros uveros como naves. Aquí donde supiste de la vida salobre que azotaba tu rostro desde la mar tendida sobre la arena tibia y las rocas insomnes. Oh! desgarrada mar, tan tuya como mía. Yo también gimo ahora, aquí, de esta hermosura de mar desalentada y de espumas perennes, 343


gimo por tu presencia y que mi voz rehuya el llamado de muerte que atraviesa mis sienes.

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VV. AA. Páginas de álbum Señorita Cora Márquez Iragorri Celebra hoy su onomástico la señorita Cora Márquez Iragorri, hija del señor Doctor V. Márquez Bustilllos, Presidente Provisional de la República. El Nuevo Diario presenta a la gentil dama el homenaje de sus congratulaciones. Páginas de álbum Gala de una distante primavera, Este verso, --flor roja— Enrédese en tu fértil cabellera Y agonice después hoja tras hoja. Vítor M. Londoño 346


Cora: Mi pluma, que nunca dió treguas al rudo batallar, ni tuvo apenas holguras galantes, se detiene en esta página , como un ave fatigada a la orilla de un remanso, y rinde pleitesía a la que fué Reina “per accidens” en los dominios del Arte y lo será siempre por su estirpe y gentileza en los de la belleza y la virtud. Víctor M. De Castro Caracas, octubre de 1916 ... Hermano soy del poeta que te admira por hermosa: donde él escoge una rosa, escojo yo una violeta. Y sintiéndome después de mi elección satisfecho, dejo la rosa en tu pecho y la violeta a tus piés. Andrés Mata

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Cora: Sea tu espíritu perenne vaso de ónix que exhale ­perpetuo ensueño. Eloy G. González.

...

(Álbum de Cora Márquez Iragorri) Yo bien sé que esta rima, ahora de niebla ha de ser luminosa como el día cuando caiga en su noche, en su tiniebla, tu mirada que es una poesía, como un lampo de sol entre la niebla o como en el silencio la harmonía, como un rayo lunar en la tiniebla o como en el vivir la poesía. Domingo Martínez Caracas, octubre de 1916 ... Serenidad El alma fluye en tu mirada, 348


tímido lampo de emoción, yendo a morir en ti encarnada, rosa que prendes al jabón. Y la dulce mirada rueda, cual un leve arrebol de aurora, sobre la epidermis de seda que en púrpura y nieve colora. Así, a las aurorales lumbres que son la gloria de tu cielo, se tiñe el hielo de las cumbres y se torna celeste el hielo. Y quien al monte alza la vista, como a sortilegio conjuro siente que el alma te conquista algo serenamente puro. Toda tu gracia de mujer que por tus pupilas se exhala y por tus mejillas resbala, es el más lindo amanecer . Luz, nieve y rosa descompone tu exquisita feminidad y a quien te contempla le impone 349


serenidad, serenidad. Leoncio Martinez. ... La vida tiene entre sus cosas bellas, de los ensueños las radiosas huellas, el ideal, el amor, la juventud. Y en ti residen esos dulces dones; a tu paso dan flor las ilusiones y cantan los poetas y el laúd. la riente gracia de la bella Cora, que el blasón limpio de su hogar decora con el níveo cendal de su virtud. Felipe Valderrama 1916

“Páginas de álbum” en El nuevo diario. 14 de Octubre de 1916. 350


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Antonio Simón Calcaño Pájaros A Fernando Paz Castillo

En la ciudad existen pájaros todavía. En jaulas, como los perros de los apartamentos cuyos dueños los llevan a orinarse en las flores más pequeñas. Otros de vuelo libre rechazan el soborno de oro del alpiste. Felices y bohemios más no exentos de riesgo. resisten los tóxicos de la ciudad cual flores que desafían la muerte entre letales senos. No colecciones pájaros. Solamente sus cantos. 353


A veces se consiguen ejemplares de trinos. Exquisitos arpegios No habrá quizás tan numerosos pájaros como en el campo, donde una vez vi un río de loros Qué algarabía tan tarde. Parecía ¡Mudanza apresurada de las matas al cielo ¿matas? La ciudad no ha cerrado su aire a los pájaros. Disfrutan de garantías celestiales es un punto bueno, dice el Ávila, Entre el humo sereno.

Motín de sueños. Caracas: Editorial Arte, 1963 354


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Gloria Stolk Plaza de la misericordia Vieja Plaza de la Misericordia… Árboles barbados de líquen, hortensias malvas y corazones rosados. Pileta seca en que unas damas de yeso hacía remilgos para vivir como estatuas… Vieja Plaza de la Misericordia: premio de las boletas buenas, Tántalo de las boletas malas. En tus bancos de piedra roída un mendigo rascaba sus barbas… Deforme, triste, espantoso, sin tener a nadie. Cerré los ojos por no verlo. Se me quedó grabado. En todo pesadilla, en toda angustia, 356


el mendigo regresa con sus barbas. Ahora tiene a alguien‌

Cielo insistente. Caracas: Cuadernos Literarios de la AsociaciĂłn de Escritores Venezolanos, 1960. 17 357


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Nicolás Guillen Poemas venezolanos de Nicolás Guillén Tres sonetos en los que se habla del Ávila

I Despedida a Caracas Hoy al partir mi oscura mano suelta triste paloma de asustado vuelo; sus alas bate en torno a tu desvelo, blanca en el aire en que te ves envuelta. Hacia ti la mirada siempre vuelta, centinela de tierra, mar y cielo, el Ávila de dio su verde hielo, su túnica toqué de roca esbelta. Vine , Caracas, de mi amargo suelo, para traerte una canción, revuelta 359


con el azul que Cuba de en su cielo: el aire puro en que te ves envuelta triste paloma de asustado vuelo hoy al partir mi oscura mano suelta. II Los barrios pobres del Ávila a Ernesto Mandón

El Ávila de noche resplandece, como un bazar de ingenua estrellería; tierra cuya inmediata astronomía la de un cielo más próximo parece Dios se asoma al abismo: lo enternece tanta invención, esa juguetería; detuviera la máquina del día, pero el sol no hace caso, y amanece… Entonces brota de aquel cielo, brota de aquel pequeño cielo el alma rota, donde su lumbre dan, postrera y mustia, 1. Falta el tercero 2. Visión nocturna del Ávila. Comparar ¿con quién? 360


estrellas de existencias estrelladas, cometas de hambre, lunas deshauciadas y un fijo sol de rencorosa angustia

El Nacional. 21 de abril de 1946 361


Elías Calixto Pompa ¡Agua! Si blanco vuestros cabellos Han puesto, madre, los años, Si instruyen los desengaños, Si se aprende tanto en ellos, Decid: ¿por qué, madre mía, En este suelo fecundo Que los anales del mundo Fama de hermoso tenía, De sed el rudo castigo, En su martirio inhumano, Nos hace tender la mano Como la tiende el mendigo? ¿Por qué los pobres que van De sus talleres en pos, Para obedecer á Dios Ganando en ellos el pan, a cumplir la Biblia Salen 362


Tan cabizbajo de casa Recordando ser escasa El agua de la familia? -¡Ah hija! Misterio envuelve Lo que tu labio me pide; Rara vez el hombre mide Las cosas que no resuelve, Ocultando tras el velo De su orgullo y sus antojos, La verdad de que sus ojos Llegar no pueden al cielo! - ¿Y lo manda el cielo así? En los infalibles labios De algunos hombres muy sabios, Frases distintas oí: Dicen unos en voz alta “Que el verano”, y otros notan “Que los ricos mucha botan Agua que al pobre le falta.” -Hija, se engañan. Escucha Las palabras de mi boca, Que tu experiencia es muy poca Y mi previsión es mucha. 363


No es el calor del verano, No es el desdén para el pobre, No es que á los ricos les sobre La que mendiga su hermano: Solo el turbión de la guerra, De la sangre el desperdicio, Son causas del maleficio Que está sufriendo la Tierra. Tanta sangre de inocentes Los hombres han derramado, Que por ella se ha gastado El agua de las vertientes; Pues el raudal cristalino Que vierte dulce la roca, Luego se enturbia y apoca Si halla sangre en el camino! -Vuestros ojos muchos ven El tamaño de las faltas; Mas, ¿por qué las nubes altas Niegan sus aguas también? -Porqué tanto se ha llorado Sobre el campo de la guerra Que envía el sol á la Tierra Sus luces, avergonzado; 364


Y hace, niña, tiempo tanto Que á sus dominios serenos Llevan los fluidos terrenos La amarga esencia del llanto, Que si te dan los querubes Por un instante su vuelo, Hallarás cerca del cielo Lágrimas sólo en las nubes. -¿Y volverán, madre mía? -Es tan oscuro este abismo, Que del fondo el llanto mismo Se ausenta más, cada día. Por eso sin lluvia están Las nubes, en plena calma, Porque lágrimas del alma Nunca vuelven, si se van! Sin embargo, con voz alta: “El verano”, dicen unos, y otros: “que botan algunos Agua que al pobre le falta”. Pues fiando en su cabeza Y en sus alcances el hombre, Siempre ve con otro nombre El nombre de su flaqueza; 365


Sin reflexionar que en vano Sobre la rueda del mundo, El polvo débil é inmundo Toma las formas del grano; Pues si en la rueda que gira Pone Dios su mano fuerte, El grano…polvo se advierte Y el polvo…polvo se mira! -Mucho de severo tiene Vuestro labio, madre mía! Mas, decid: habrá sequía También el año que viene? -Si el delito siempre audaz Otra vez la guerra fragua Habrá, niña, sed de agua Mientras haya sed de paz; Mas, si roto el ancho velo De los venideros años, No se matan como extraños Los que pisan igual suelo: Si los hombres aquí abajo, Acatando la razón, No abrigan otra ambición Que la ambición del trabajo; 366


y si el régio luminar, Cuando sus rayos sacuda, Halla de huérfano y viuda Menos llanto que secar; En sus designios clementes Dios mandará los querubes Para que rompan las nubes, Para que ensanchen las fuentes! Mayo 19,1869

Con motivo de una sequía que hubo en Caracas en 1869 Versos de K-listo. Guatire: Editorial Gema, 1965. 23-25 367


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Mariano Picón Salas Fragmento del prólogo a “De la soledad y las ­visiones”, de Otto D’Sola …veces se encuentra en ella aquel afán trascendente, “aquella zona nocturna de la naturaleza humana” en que lo poético afirma su misterio, su depuración espiritual, su desmaterializado vuelo, frente al dominio de lo cotidiano. La Poesía, la gran Poesía que no es precisamente la que trajinan las recitadoras que salen de las Escuelas de Declamación, cae sobre el mundo con cierta sorpresa de catástrofe, y acaso por su fascinante peligro, por su excesiva individualización, los poetas estaban excluidos de aquel estado colectivista y bien organizado de que se ocupa una de las famosas utopías platónicas. La “Signorina” Florentina debió librarse por sentencia comunal del inquieto vecino que se llamaba Dante Alighieri; los “Sonetos” de Shakespeare constituyen todavía un secreto indescifrable para los profesores de Literatura y Arturo Rimbaud que estaba maldito debió tomar pasaje con nombre supuesto y como mercader de artículos coloniales, en uno de los barcos que por el Canal de Suez se 372


dirigen al Océano Indico. En uno de los poemas en prosa de Baudelaire se alude al espanto justísimo de una de aquellas buenas familias a quienes les nació un hijo poeta. Por eso el “Álbum” en que comenzaba y concluía la obra de muchos poetas nacionales, es el peor enemigo de la Poesía. El Álbum ofrece palabras, motivos decorativos, alabanzas a la belleza física o a las condiciones morales de su agraciada propietaria, pero muy pocas veces esa extraña materia –demoníaca y angélica a la vez—de que se nutre el complejo poético. Lo angelical y lo diabólico, como en uno de los sonetos de Gerardo de Nerval, se identifican –como en el seno de Dios, antes de que Luzbel se rebelara—en el proceso de la Poesía. Y el poeta mira al mundo con aquella extraña mezcla de hastío y de poder, de iluminación y de magia de ese “Príncipe de Aquitania de la torre abolida” con el que se confundiera el propio Nerval. Otto D’ Sola, autor de este libro cuyo título “De la soledad y las visiones ” evoca aquellos en que los místicos germanos –un Tauler, un Eckart, un Ruysbrock—recogían su experiencia interna y su anhelante busca de Dios, es uno de esos jóvenes y muy escasos poetas que en los últimos años se han preocupado de que una Poesía tan terrestre como la nuestra, reciba la visita de los fantasmas. Y el combate de Otto y de sus compañeros de generación con algunos contemporáneos incomprensivos se debe a que él es de los que oponen a la música externa y al verso demasiado redondo de 373


nuestra vieja poesía un arte más subjetivo, íntimo y velado, envuelto en la niebla de los símbolos. Más que en el mundo exterior sus metáforas se elaboran y cristalizan en el sueño, quieren volar más que pesar. Yo no sabría decir si esta expresión de la nueva Literatura venezolana aparece en retraso con el movimiento poético mundial que en Europa, por ejemplo, ya superó la etapa simbolista, pero entre nosotros donde floreció la Elocuencia más que la Poesía no habíamos tenido de él –hasta el momento—sino los más pálidos atisbos. Un romanticismo que se diferencia profundamente del de aquellos poetas que en orden histórico denominan los románticos venezolanos pero cuya obra se detuvo en la anécdota y el episodio, es así el signo de su poesía. Y como en todo genuino arte romántico la Muerte y la juventud fugaz, la soledad del hombre ante el tumulto ingobernable de la vida y de la Naturaleza, constituye la más obstinada materia de su monólogo. Algunos hasta se preguntan si efectivamente puede llamarse venezolano este poeta que habiendo nacido a las orillas del Lago de Valencia, en un trópico de tan violento color, prefiere a la siringa del sensual Estío, los violines del Otoño. Como en los mitos nórdicos, en el arte de Otto D´Sola, la princesa sale flotando y vaporosa del estanque dormido. Al Arte… D’ Sola, Otto. De la soledad y las visiones. Caracas: Editorial Élite, 1941 374


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Aquiles Nazoa Qué hubo Pacheco… Después de muchos meses esperando que con tu soplo gélido a refrescar vinieras la canícula que este año enflaqueció a los caraqueños, he aquí que ya estamos en noviembre, un mes que era muy frío en otros tiempos, y el calor continúa ocasionando pérdidas de peso, porque a ti no te da tu perra gana de regresar, oh pícaro Pacheco. ¿A qué debe atribuirse tu retardo, tú que eras tan puntual y tan correcto? ¿Si antaño, cada vez que las campanas doblaban por el Día de los Muertos, ya tú estabas haciendo tus valijas, limpiando tu bufanda y tu chaleco 378


para después bajar, lleno de flores, con tu sonrisa de ancianito fresco y tu pincel teñido de manzana que en los rostros ponía un rosa tierno? Todo el mundo exclamaba en ese entonces con júbilo infantil: -¡Llegó Pacheco!, mientras tú por el Avila llegabas con tu bufanda vegetal al cuello, y una flota pascual de golondrinas volando de tu lírico sombrero!

El ruiseñor de Catuche. Caracas: Editoral Ávila Gráfica , S. A. 1950. 79-80 379


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Recado a San Antonio Por hacer de las duras celosías blanda prisión para la pena vana, tu santoral mañana la campana anunciará en las claras alegrías. Mucho más milagroso tu serías, señor de la dulzura franciscana, si el pobre pan que me darás mañana, me lo pudieras dar todos los días. Andrés Eloy que apadrinó tu niño te llamó “el empavado”; era el cariño de Andrés que en broma fue estratega ducho. Pues sí, señor Antonio, “il padovano”, santo procurador y franciscano, Andrés Eloy también te quiso mucho.

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Aquiles Certad Recado a una ciudad I En este cielo donde suicida su ala la gaviota y el lucero se madura a las seis de la tarde nada queda ya por nacer. Paralizados se hallan los vientres maternales de las cosas y sin prisa los líquenes se diluyen sin llegar al cemento. Bajo este cielo de goma y ceniza, aprisionado por cúpulas vespertinas y el humo de ardidas cabezas matinales, ha nacido por última, por primera vez, la medalla que decora mi pecho. Junto a esta música de dulces quejidos que vuelca de noche sus tintas sobre las penas, en los árboles de estas calles que la monotonía convierte en una única calle, 383


junto a este río sin rumores ni dulces orillas, río hermafrodita --¿mar o río por fin?— aquí, junto a las noches de heridos animales sexuales, cerca de cerrados portones tras los cuales los muslos ensayan con monedas la caricia, aquí, en ese hilo dilatado que aprisiona tu nombre y mi palabra, y el pulpo telefónico de la media noche con sus mezquinas hilos silenciosos, aquí, junto a la propaganda de los circos en la rueda que mueve las dulces calesitas, en la copa mil veces mordida por la mujer de ocho a media noche, aquí, en esta selva de fría y terminada adolescencia, donde ángeles de brisa calman el verano y se inventan el calor para el invierno, en esta cerrazón de gentes apretadas, sin duelos ni sonrisas, aquí me vuelco sobre los peces, sobre las frutas, sobre el hielo que trituran las licuadoras y recojo las cenizas de las tertulias vacuas. Aquí, donde nada puede ya nacer, donde concluyó la infancia hace mil años, donde los niños hablan inglés con los árboles sin familiares pájaros, aquí, donde un millón de horas me han preguntado 384


por el reposo y mis labios permanecen cerrados. aquí, donde cada quien tira sus redes mientras los peces andan por los aires, aquí nace ya algo para preguntarle al primer transeúnte donde, en qué oculto cementerio enterraron la sonrisa. Aquí, en calles con nombres que hieren el recuerdo y donde el caballito del ajenjo pretende inútilmente borrar los grises muros de mil voces crucificadas y de lágrimas, aquí están naciendo para una vida nueva desesperada entre tu propia sangre. ¿Aquí habrás de quedarte? ¿aquí estarás aprendiendo el silencio de las estatuas? ¿Aquí te dejarán las sirenas de los barcos y el grito de los grandes aviones? Aquí quedarás enterrando mi nombre en los crepúsculos, porque nada puede responderme: ni la voz arenosa de la manzana mordida por un niño, ni los nombres borrosos en los viejos almanaques, ni los rotos relojes de la madrugada. Nada puede responderme para salvarme en este naufragio de cemento, 385


de árboles que hablan esperanto, de techos descifrando las estrellas. Nada, ni los grandes mapas que han decorado nuestro pensamiento, ni la voz de seres angustiados, ni el grito de dolor de los hospitales ni la húmeda sombra de los cines. Nada. Sólo en el dulce regazo de la casa pequeña voy a enterrar mi voz en los armarios y a guardar los suspiros en los frascos perfumados. Y cuando la noche llegue a crucificarte, los tiernos luceros rezagados emprenderán su viaje de corazón sonámbulo por mares y aires hacia mundos no nacidos pero muertos. II Aquí está mi vida detenida entre aguas monótonas por donde el Amor se diluye: causa del tedio de todos los días. Las horas se fabrican en serie. El gris ahoga las palomas y los poemas y por todas partes manos ávidas acarician papeles con letras, números 386


y retratos de héroes. El Amor huye, dilatándose como polea al fuego. Música sensual entra y sale de mis sienes, frías como naipes. La ciudad está cada vez más cercana, con su cielo de esmalte, convertida en ruta monótona y bañada por un mar de cemento. La ciudad, con sus escaparates vespertinos donde los trajes tienen gastos de film mudo. Todo se halla tan cerca de El Cairo como de la Antípoda. La geografía ha perdido aquí ese tierno amarillo de hoja aprisionada en páginas de libro. (¿Para qué mares de misterio guardan las Agencias de Viajes esos pequeños navíos en sus escaparates?). Colgando mi corazón en cada árbol yo juego cada tarde a la bolsa de mis sueños con las páginas marchitas de los almanaques. Mi boca marcha de una copa cualquiera al agrio beso matinal, mis venas desde la mujer de ojos violeta al paso nocturno de la mujer que descifra los parques solitarios. 387


Entregué ya todos mis diálogos a las estatuas. Todo ha nacido ya. Nada queda en los vientres del mundo. Las rosas me saludan entre nieblas y tengo entre mis manos fuertemente apasionado el viejo billete de un tren imposible. Aquí y más allá, en todo esto sin enmiendas, sin tan siquiera rencores, sigue mi vida: una fruta madurándose hasta la muerte de la fruta , una campana sonando hasta el cansancio de los brazos. Todo se halla sin gravedad física

Territorio del sueño. Buenos Aires: Editorial Losada, 1954. 69-73 388


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Ángel Pérez Recuerdos viejos Apenas uno que otro muchacho de la juventud antigua hace memoria de los lectores que tuvieron en Caracas, las noticias de la guerra franco-prusiana del 70. Ahora podemos vivir frente a las pizarras de los periódicos: dar y recibir noticias de hora en hora a despecho del cable, pero en aquel entonces una blandra de Curazao y luego un posta por el camino viejo de La Guaira, o el paquete de Saint Thomas servían para distraer quincenal o mensualmente la atención de los sucesos internos comentados en voz baja, y fijarla en los que se desarrollaban en Francia. Precisamente, por estudiar del 14 al 16 de agosto las cosas se presentaban muy malas para los franceses por las inmediaciones de Clrâlons, pero faltaba mucho para saberse de ello en Caracas, donde la noticia de la declaración de la guerra tenía apasionado a todo el mundo, aún a los mismos que por asuntos de política criolla estaban alcanforados, y como de costumbre subió el precio de la harina y codonde 394


menzaron los comerciantes a especular a favor de las que consideraban circunstancias propicias. Caracas se apacionó desde la primera noticia; el espíritu de la guerra criolla se apoderó del tema y menudearon los versos parodiando las noticias de la guerra. ¡Quién no recuerda los regocijados versos de la guerra Castro-francesa, tan populares desde entonces? Bulla el espíritu público; los periódicos, las cantinas, las tiendas, en fin, desde la cervecería de Mr. Beni hasta el modesto “Gato Negro” se parcializaron. Las caraotas negras fueron denominados prusianas: el arroz tuyero, francés y la rivalidad comercial de los ventorrilleros se señalaba con bandera francesa o alemana, No dejó de argumentarse con los puños, sobre todo después que los miembros de las colonia alemana por efecto de los reiterados triunfos, salían de la cervecería entonando canciones patrióticas que hacía cabalgar en cólera a los franceses. Las controversias en los periódicos se desarrollaban en prosa y verso ¿Cómo hubiera sido esas discusiones en Caracas con noticias diarias sobre millones de hombres movilizados, y buques de guerra contados por centenares y biplanos, aviones, monoplanos, zepelines, y torpederos y contratorpederos, y minas submarinas y fortalezas subterráneas, y cable a Santo Domingo y telegrafía inalámbrica: ¿Cómo le hubieran sacado punta a todo eso los que por una alza en el precio del pan dividieron las panaderías y la 395


ciudad en dos bandos e hicieron entrar en lisa hasta las cachaperas del Valle y Chacao y las modestas vírgenes que moraban las orillas del Caruata? Había anuncios como este: Al que nos compre cerveza alemana le daremos una cuquita francesa de las que a guaso vendemos. Los poetas de numen elevado se abrían de capa, diciendo a la Francia: Empuña el sacro acero que al mundo hizo temblar, moderna Roma. Gaiará tu arrojo fiero ese que sobre el bronce de Vandoma los siglos burla y los imperios doma. Pero los papas se pusieron muy duras desde el principio y por más que don Arístides Rojas emplazaba a Mr. Rothe para la llegada del barco que debía de traer la nueva de una gran victoria francesa, los reveses se sumaban a los reveses y la anhelada nueva no llegaba para desesperación de los contertulios de don Arístides.

El universal. 14 de agosto de 1914 396


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Alfredo Arvelo Larriva Repiques de Aleluya Aleluya! Aleluya! lo pregonan ufanas las campanas católicas de la torre vecina. Con alborozo místico en su charla argentina cunden su doble acento de sonoras hermanas. Candorosa y litúrgica la voz de las campanas canta en mi ser. Y al modo que la fúnebre ruina de algún pagano templo, de aurora se ilumina, mi espíritu se dora de dulzuras lejanas… Mi alma es una ruina dorada por la aurora. Mis pascuas infantiles resucitan ahora cual un tropel de pájaros sonoros y sencillos, mientras con ritmo isócrono y son áspero y rudo contra el sórdido suelo de la celda sacudo los treinta kilogramos de hierro de mis grillos. La esfera 399


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Salmo a los brazos de Carmen Carmen! El salmo fluye musical y tranquilo porque no te pareces a la Venus de Milo. Blancos, lisos, redondos, tibios, esbeltos, ágiles, y tan femenilmente despóticos y frágiles cuando son a mi cuello vivo lazo de seda como fueron al Cisne los dos muslos de Leda. Y qué aroma en la seda viva de aquellos lazos, dulce dogal que ciñen a mi cuello tus brazos. Delicada e intensa, su fragancia resume todas las agonías que recata un perfume destilado de rosas y violetas y lirios: agonías de flores: inefables martirios de flores torturadas hasta rendir las leves almas embriagadoras que en sus carnes -¡oh nieves, oh corales, oh índigos!- de gracia multiforme son lo simple y profundo, lo exquisito y enorme… 402


Carmen! El salmo fluye musical y tranquilo porque no te pareces a la Venus de Milo. Tus brazos, femeniles a la manera tuya, me cantan como un dístico: Aleluya! Aleluya! cuando se tienden, lánguidos, en ritmos paralelos y me brindan la gloria de tu carne sin velos. Aleluya! Aleluya! Con qué fiera alegría de buen varón te siento completamente mía, cuando, preso en tus brazos, tus ojos, más obscuros, se desmayan de éxtasis, voluptuosos y puros; y entreabiertos los párpados revelan adormidos el cálido silencio fecundo de los nidos: cuando, preso en tus brazos, escucho la canción de pasión que la sangre canta en tu corazón: cuando, preso en tus brazos, como en ávidos lazos languidece en delicia la presión de tus brazos. Carmen! El salmo fluye musical y tranquilo porque no te pareces a Venus de Milo. Ni tu boca florida, donde es rosa la vida y la rosa es locura: ni tu boca florida, panal que multiplica sus complicadas mieles, vaso cuyos licores son dulces y crueles -así, cruel y dulce, la brasa de algún beso, 403


a través de barrotes, en los labios de un preso-: ni tu boca florida: ni tus ojos obscuros que saben, ignorándolos, indecibles conjuros, conjuros que serían mágico testimonio del Infierno al Arcángel y del Cielo al Demonio: ni tus ojos obscuros que componen un dístico -Aleluya! Aleluya!- tan sensual y tan místico: ni tus ojos obscuros: ni tus pechos de diosa que fuera madre y virgen, donde la nieve es rosa: ni tus pechos de diosa, donde la rosa es nieve: ni tus pechos sagrados de María y de Hebe, en donde nieve y rosa son la hostia y el vino: ni el olor de mandrágora de tu vientre asesino que asesina el presente y asesina el Futuro, con aquel ritmo isócrono, y fatal, y seguro, que divide la única divinidad en dos cuando, en Adán y Eva, Dios desfallece en Dios… Carmen! El salmo fluye musical y tranquilo porque no te pareces a Venus de Milo. Ni tus ojos obscuros: ni tu boda florida: ni tus pechos de diosa: ni tu vientre homicida: ni tus cabellos, hondos como trágico abismo donde caen los besos que mueren sin bautismo: ni tus infatigables caderas cadenciosas 404


con su ritmo de versos y su amplitud de prosas: ni tu lengua, monjita que rosada y traviesa es doctora y se pasma, como Santa Teresa: ni en el supremo gozo tu jadear profundo, donde tiembla la vida, donde palpita el Mundo: ni el sentir que el deleite nos aprieta en sus lazos: me dan lo que el desnudo tesoro de tus brazos. ¡¡Oh milagrosos brazos! Cuando el pálido hastío sopla sobre mi anhelo como un lejano frío, a mi cuello se enroscan, definitivamente, con la sabiduría mortal de la Serpiente…

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Manuel Ochoa Saludos a Lindbergh De New York a París, por sobre el puente móvil, bajo el sereno azul el Espíritu de San Luis teje, como una alondra, un vaporoso tul Sobre nuestra Venecia la misma águila audaz, como sobre el encanto celeste de Lutecia, teje un velo de paz ¡Dichoso tú, que tienes alas y primavera, que por el ancho espacio, de la montaña al mar, de horizonte a horizonte, pones a tremolar tu nombre y tu bandera…! Has llegado a la tierra de Bolívar, el Grande, y Miranda, el Magnífico, 406


¡Héroe: los dos te tienden la mano desde el Ande y tú, desde el Pacífico!

1. Esta precedido de “Once pinceladas biográficas”, por Laurencio Luciferal, su hijo 2. Tiene un poema dedicado a su hijo, el luceferino, satánico, 1927 3. Otra, prosado, a la muerte de Ismael Urdaneta. 4. Y algunos, breves, vanguardistas, a lugares de exilo París, Willemstad, Panamá, Valparaíso.

Estatua de rimas. Habana: Editorial Guerrero, 1949. 136 407


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Alirio Díaz Guerra

…gloriosas manifestaciones desplegaba las alas y embriagaba los espíritus con la magia de sus encantos. María de Montemayor, raro genio musical, convertía el piano en nidal de ruiseñores, y, al par de ella, sobresalían Isabel Pachano de Maury, María Hellmund, Dolores Jiménez, Salvador Llamozas, Pedro Larrazabal, Narciso Salicrup. En el campo de la pintura, Martín Tovar y Tovar, Antonio Herrera Toro, Emilio Maury, y en el de las bellas letras, Eduardo y José Antonio Calcaño, Marco Antonio Saluzzo, Jacinto Gutiérrez Coll, Jacinto Pachano, Laureano Villanueva, Diego Jugo Ramírez y otras lumbreras más. Daban estas reuniones a la vida artística y social de Caracas una atmósfera de placidez no rivalizada; abrían paréntesis de luz a la forzada aridez de la existencia, y constituían a Ramón de la Plaza en uno de los más altos exponentes de la cultura nacional. Fue este distinguidísimo venezolano uno de mis más cariñosos amigos. Su memoria, vive en mi corazón y en mis 409


recuerdos, con el mismo afecto con que su nombre se hará imperecedero, orlado como está con la pureza de su estirpe y las faces múltiples de su talento. Además de los recibos regulares de Ramón de la Plaza, la actividad social se hacía sentir frecuentemente en las residencias de las principales familias de Caracas; pudiendo citar, entre otras, las de Boulton, Eraso, Matos, Santana, de la Sota, Arriens, Madriz, Vallenilla, Hellmund, Prim, Buroz, Barrios, Arismendi, Travieso… En sus salones del Hotel Saint Amand, en donde por largos años habitó el ex Ministro Plenipotenciario de Inglaterra, señor Middleton, uno de los diplomáticos más honorables y respetados, quien hizo de Venezuela su segunda patria, reunía con cortos intervalos grupo selecto de damas y caballeros que aguardaban con ansiedad el momento de encontrarse al lado del noble anciano, a cuya distinción personal unía, en grado máximo, la virtud de la caridad, ejercida con tal discreción y tan silenciosamente, que eran muchos los hogares menesterosos que, sin saber de dónde venía el óbolo, estaban a cubierto de las torturas de la miseria. Repetidas y hermosas fiestas celebraba la Legación del Imperio del Brasil. El señor de Almeida y Vasconcellos, su distinguida esposa y sus dos encantadoras hijas, hacían provecho de toda oportunidad propicia para brindar a la sociedad caraqueña horas de amenidad, análogas a las que ofrecían Ramón de la Plaza y su señora. Una de esas festividades, 410


cuyo recuerdo vivió por largo tiempo en la memoria de los concurrentes, tuvo por principal objeto presentar al poeta brasileño, Muccio Texeira; y por ello la alta palana de la literatura y del arte musical, se vio, en esa vez, congregada bajo el pabellón imperial. Fue Jo sé Antonio Calcaño, la primera persona que me detuvo el paso cuando penetré en la mansión del Ministro. Me cogió el brazo y me condujo a uno de los extremos del corredor principal. -Supongo- me dijo- que vendrá preparado para recitar algo. Por mi parte, traigo, pues no pude negarme a las exigencias del señor Vasconcellos, unos versillos que no sé aún si me resolveré a darles lectura. Es lo único que he podido escribir, y hasta el …

N. del ed.: incompleto Diez años en Venezuela. Caracas: Editorial Élite, 1933. 140-41 411


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Alirio Díaz Guerra

A pagar tu cortesía No son, señora, bastantes. Tu anhelo gentil enseña, Al dar a las musas paso, Jardín haciendo y Parnaso La Legación Brasileña, Que el sacro amor te domina Que, en olímpicos torneos, Valió tan noble trofeos A la inspirada Corina. Oh, que honra nos alcanza! Mover poética justa Bajo la bandera augusta De Don Pedro de Braganza! 414


El de las regias bondades, De los ingenios Mecenas, Desatador de cadenas Y atador de voluntades; El que hidalgo verdadero, Digno de su estirpe antigua, Que sabe ser, atestigua, Antes que Rey, caballero; El que más en su renombre, El pensamiento en Dios fijo, Hizo del vasallo un hijo, Hizo del esclavo un hombre; El que cruza entre su gente Sin púrpura ni venera, Y más preside que impera, Emperador Presidente. Feliz nación! Su ventura Jamás desconozcas ingrata: Así su frente no abata La cólera de la altura;

Porque nunca ha perdonado 415


A ingratos pueblos de cielo: Lo mismo que fue su anhelo, Castigo les vuelve airado. Y en su febril desahogo Pásmalos súbito el brillo De la espada del caudillo, Del puñal del demagogo. Ser de un pueblo el padre, oh gloria! De ese varón sin ejemplo Guardo yo, como en un templo, La imagen en mi memoria. Recuerdo indeleble es!... Una mañana en Green Park, “There’s the Brazilian Monarch”, Me dijo un amigo inglés. Ansia de verle me excita; Mas ni una insignia real… Miro en rededor… Cuál es cuál? “Aquel de negra levita”. Y apuntaba hacia un anciano, Sin palaciegos ni corte, 416


Alta la talla, y el porte El de un patricio romano. Viendo estoy al gran Don Pedro! CuĂĄnta majestad de veras!

IbĂ­dem. 144-45 417


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Edmundo Chaumer Sinceridad Seis de la mañana… Cielo azul… El Ávila se entra en mi alma con amor… Como eucarística gorguera una larga faja de neblina de este a oeste lo presenta como la efigie vencida del abuelo enmancipador. …. En el tejado del vecino gorgorea la mañana el cucarachero que a la vez rompe una tela de araña hurtando insectos en ella aprisionados.

Élite, VII, N° 360. 6 de agosto de 1932 420


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Enrique Ortega Soneto a Caracas Para una dama de Valencia

Esta ciudad fecunda, cariñosa y altiva de vigorosos brazos y sol abrazador, es de una inmensa arteria por donde corre viva un ansia de progreso y un hálito de amor. Es un águila inquieta. Sobre la cumbre, esquiva, escruta el horizonte y escucha un gran rumor… es la ola de la gloria que vive aquí cautiva, guardando las cenizas del Gran Libertador. En el cálido ambiente de las tardes serenas, cuando vibra en las almas el impulso de amar, he sentido de mi alma disiparse las penas

al mirar una bella que bien sabe ostentar 422


el conjunto armonioso de las diosas de Atenas y el perfil de una Venus emergiendo del mar

1. No es vanguardista a pesar de la época. 2. Soneto vanguardista. 3. Patriotismo que desemboca en imágenes de amor N. del ed.: hay otra versión archivada inmeditamente después de ésta, con otras notas de Sanoja. Élite. N° 121. Año III, 7 de enero de 1928 423


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Tarde caraqueña A Fernández García

El crepúsculo baja del Ávila como una frágil mortaja sombría, trayendo entre sus pliegues el oro agonizante del sol, y cae sobre la ciudad. Es la hora más fina para Caracas: es la hora gris. A esta hora vuelan, allá en las nubes las últimas rosas de luz; en la calle una que otra mariposa crepuscular; en los jardines se abren las rosas; y en el alma se abren los sueños…

1. Clasificar en prosa poética como Carrera Obando, Jean Aristiguieta. 2. El crepúsculo: la imagen modernista. 3. Recordar la joya negra que poetizó Olga Capriles. 4. Fabbiani juzga duramente Bucares en flor: sonoridad y vibración, preciosismo, adjetivación, hálito de la vieja Caracas. Perfiles N° 12. Año I, 31 de mayo de 1925 426


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Pedro Pares Espino Tríptico de las transmigraciones I Daba un baile esa noche la Marquesa del Toro, y fue allí, entre pavanas, donde te conocí. Se dobló tu cabeza como una flor de oro, y yo todo el ministerio de lo fatal sentí. Al romper los violines en encantado coro, qué de níveas pelucas y casacones ví; y tú, maravillosa de señoril decoro, temblaste cuando el brazo, rendido, te ofrecí. En mi huerto sellado fuíste el agua risueña, y al ir, en compañía de tu esclava aragüeña, a la misa de cinco, te seguí sin temor; y tus dedos sutiles, hechos para el rosario, de una vez guardaron en el devocionario. más 428


El ala de paloma de una carta de amor. II Tiempo es en que la Patria sangre moza demanda desde aquel noble grito que a los vientos flotó; y tras las charreteras de Francisco Miranda, como un potro llanero mi juventud voló. Acodados del prócer balcón en la baranda: -No puede ser mi dueño quien al Rey traicionó, dijiste- y yo: -Señora, pues su altivez lo manda, será mi vida rosa que enero deshojó. Y en la mañana toda dolor de la partida, como si con sus blondas restañase mi herida, contra el pecho apretaba tu pañuelo de tul. Después, bajo el sol fiero, me evocó la bandera: los trigos reventones que amé en tu cabellera, y el ensueño imposible de tu mirada azul. III Han cambiado los tiempos, y Caracas no viste ya basquiña, el progreso transformó sus salones: 429


no se alumbran las casas con humanos velones, pero el vivir, a fuerza de trivial, se hace triste. En edades remotas tú mi mal comprendiste, y hoy, quién sabe qué ritmo del granTtodo compones, Beatriz llena de gracia, que guiarme supiste a través de la selva de mis transmigraciones. Y al cruzar por la vía, que el crepúsculo enflora, una niña de esas complicadas de ahora, que usan auto, y no danzan la gavotas de antaño, descubrirte pretendo mi emoción de poeta: en los ojos nimbados de inquietante violeta, y en la corta madeja del cabello castaño.

Poemas Coloniales. Caracas: Imprenta universitaria, 1963. 22-23 430


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Gustavo Parodi Una tarde en Blandín Al Dr. Santiago Key Ayala

Tras la reja vése el fondo en que se mueve todo lo ilustre del solar; todo el hechizo voluptuoso y elegante de la ciudad primaveral. En el dintel hay un escudo cincelado en piedra y oro con sencilla sobriedad, España y Francia, por sus dueños: Bartolomé Blandín, hidalgo en su ademán; y por su gracia de romántica hermosura en la gentil Mariana Blanca de Valois Por el follaje de los árboles, que dan rubíes en Mariches y áureo color en Pedregal pasan las leves armonías de Beethoven o el alma pura de Mozart, y ponen una exaltación a la Belleza 433


en el asueto señorial. Es un ambiente de pulquérrima impresión Queman sus lumbres candelabros de Amsterdan; sobre las lunas venecianas perfila el Ávila su sombra secular; en las testeras de las puertas hay panoplias; arpas francesas, al compás del clavecino hacen soñar; y sobre el rutilo barniz de las consolas deja la luz de las bujías una ligera tenuidad. Están hablando quedamente, en la penumbra el rincón y en la molicie del diván, Mercedes Báez, que sonroja sus mejillas, con un fulgor de castidad, ante la historia picaresca y donairosa que narra el Licenciado Sanz. Hay un varón interesante que dialoga con Lola Ustáriz, bella flor de la heredad, tal es el Conde de Segur; y más al centro, entre la roja media-tinta del sofá, Luisa Echenique, que sonríe a las locuras de las muchachas de la casa: de Manuelita, la locuaz; 434


y de María de Jesús, la dulcedumbre musical. Y hay más: pelucas y espadines, y miriñaques de sedosa suavidad; de terciopelo azul o verde las casacas; de las medallas el esmalte es imperial; mientras los níveos abanicos sobre los labios encantados juegan un fino discretear. Y en la cadencia del minué apenas rozan los chapines el enlosado colonial. Del gran salón, en la penumbra, sobre butacas de una recia talladura ornamental, platican cosas de músicas y del campo el Padre Sojo, cuya vida es ejemplar pues es de Dios y de su Arte; y Mohedano, con su alma de panal; y de la casa solariega de los Blandín, el buen domingo, de perfumada santidad. En sus miradas hay destellos de mansedumbre y dulce paz. En tanto llora el clavecino, Sojo sueña; del bucaral 435


la brisa baña los cabellos del pastor; y altivo esplende el señorío familiar en don Domingo tal un emblema de Caracas en su exquisita austeridad …

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Gloria Stolk Va a llover Va a llover, decían, con ese aire indiferente, mirando al Ávila. Va a llover. Y en seguida las nubes grises se arremolinaban. Yo me tendía en el suelo, sobre la tierra poblada, bajo los crotos que se pintaban. Y las hormigas me subían solemnes por las manos. Va a llover. Las hormigas no oían nada. De las nubes baja antes que el agua un almácigo de brujas grises vestidas de telas de araña. Yo les ponía nombres a las brujas que mi mente entre ratos fabricaba. “Tú eres mi preferida Tú eres blanca 439


y tienes los cabellos verdes y plateados. Vienes del Ávila, de las nubes negras, y de las obras, que ayer tarde eran rosadas”. Va a llover. Pero antes, bajo el croto jugábamos las hormigas y yo, con gran confianza, con unas brujas que parecían hadas.

Cielo insistente. Caracas: Cuadernos literarios de la Asociación de Escritores Venezolanos, 1960. 15 440


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Alfredo Arvelo Larriva Versos para ser leídos por unos grandes ojos obscuros Este olor de mastranto!... Por mi celda sombría flota lánguidamente cual una melodía sin voz, en que la música fuera sólo fragancia. Es una melodía que perfuma la estancia con muda y elocuente paz de melancolía. Y en la paz melancólica de la celda medito, al ritmo sordo y grave del corazón maldito, cansado de crepúsculos y huérfano de auroras, que en mi ser, como un péndulo, va midiendo las horas… Este olor de mastranto!... Cuántas veces, de niño, en mis días dorados de ilusión y cariño, en los días risueños de joviales locuras cuando yo no era sabio de mal ni de amarguras, brindáronme las brisas de la verde sabana ese aroma campestre de frescura lozana. la gracia tierna del pastoril aroma Pero 442


no le trae a mi espíritu, como una paloma que en el pico llevase los mensajes floridos, ninguna remembranza de aquellos tiempos idos… Es tan otro el recuerdo que ese olor de mastrando por mi alma difunde con su sereno encanto! Y en la vaga penumbra de mi tedio persiste cual un fulgor de estrella sobre la noche triste. Es el recuerdo único, turbador y supremo, de unos ojos que amo, de unos ojos que temo: grandes ojos obscuros, de fuego y luz latinos, que saben mi secreto porque son adivinos. Saben que rehuyo, saben que los adoro, como si fueran ellos un trágico tesoro. Y pensar que lo trágico está sólo en mí mismo! Y no poder siquiera del fondo de mi abismo, alzar hasta los ojos temidos y adorados la confesión ardiente de mis sueños callados! Y en el silencio torvo que me impone la suerte, en mi desesperanza, más honda que la muerte, pienso al pájaro libre, que, por abril, si ama, columpiándose leve sobre florida rama, tiene el dulce derecho, natural y divino, tiene el dulce derecho de expresarlo en el trino…

La esfera Diario 443


Pedro Pares Espino Viático Como un ensueño hierático la procesión va a pasar. Es que le llevan el viático a don Mauro de Tovar. Ciñó mitra y fue mantuano, rezó a Cristo y temió al rey, al mendigo abrió su mano, y fue duro con la grey. Se enfrentó a las ordenanzas con caótico ardimiento, y por él rompieron lanzas cabildo y ayuntamiento. Llena de fuego divino su alma fue tremenda fragua, 444


tuvo haciendas en Aragua y en sus bodegas bon vino. Lleva a Cristo el señor Deán bajo el gran paraguas rojo, ofrenda de alguna Sojo de almidonado fustán. Dos esquilas plañen sobre la ciudad ultramontana. (Cuando el viático es de un pobre solo dobla una campana). Alargados los perfiles, entre músicas y flores, van justicias, alguaciles, y ceñudos regidores. En cada nerviosa mano un hacha tiembla encendida, y se presiente el arcano espanto de la otra vida. Da la música un extraño dolor, en la noche fría. ¡Orquestas de la agonía 445


en el Caracas de antaĂąo! Beata quietud asume todo, en la hora contrita, mientras que flota un perfume de muerte y cera bendita. En la bruma los hachones cuelgan fulgores siniestros, y surgen de los rincones sollozos de padrenuestros. Hay, en los viejos balcones de las casonas cerradas, mujeres arrodilladas y briseras con crespones. Con un prestigio agorero se oye en la sombra exclamar: ÂĄQuĂŠ de su gracia el cordero, a don Mauro de Tovar! Por la torcida calleja, bajo la luna amarilla, la procesiĂłn ya se aleja nimbada de pesadilla. 446


Remoto siglo fanรกtico del cual no perdura nada. ยกNi la esquilita del viรกtico se escucha en la madrugada!

Poemas Coloniales. Caracas: Imprenta universitaria, 1963. 19-21 447


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Ada Pérez Guevara Viejo parque de Altagracia No quiero para ti remozamiento… A la sombra propicia de tu gran arboleda, se tienden los muchachos, y acoges gustosos la inquietud de sus voces y la del libro abierto.

Élite, Año VI. N° 285. 28 de febrero de 1931 451


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