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Esta serie de libros digitales es el resultado del proyecto

La poesía de Caracas: 5HVFDWH KLVWRULRJUi¿FR GH Jesús Sanoja Hernández


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Índice Ríos 10 Los cuatro ríos II 15 Sigue Anauco ahora Toro 20 Ríos Bello Toro 24 Catuche Calcaño 25 Guaire Mos 32 Obreros 35 Obreros P. 2 40 Obreros 3 44 Guzmán Blanco y Castro 48 Guzmán 52 Sin título 55 Castro 58 Visión extranjera 66 G. Coll - Destierro 71 Vuelta a la patria 93-97 75 Andrés Eloy a su madre, ojo rectificar San Luis 78 Destierro Carrillo Navas 82 Churrión destierro 85 Universidad 90 Universidad, Spinetti Dini 91 JSH Carcel 99 Guaire 102 Sin título 105


Samán (flora) y chaguaramo 108 Guaire (2) 112 Conquista 114 Cárcel, Pompa (1876-78) 118 Job Pim 5 141 La Rotunda 149 Juan Bautista Márquez Márquez 152 Pocaterra-La Rotunda, 1919 157 Abreu-Cárcel 171 1920-Arráiz-Cárcel 179 La Rotunda Intercalar. Torres Abandero 187 Cárcel -La Rotunda 193 Manifiesto- Cárcel 197 Esquina de La Pelota, Pares Espino 201 Arráiz, Antonio - Esquina de Jesús 204 Cárcel- Job Pim 207 Job Pim 215 Alarico- San Juan 218 Caracas ida y vuelta 222 Vladimiro Rivas 226 Mito-Juan Toro 229 Ciudad- Martín Áñez 232 Caracas-Cárcel-Echeverría 234 Ciudad- Escalona Escalona 245 San Francisco, esquina y templo 249 Música-Polita de Lima 253


Los negroides y el jazz 256 Música- Job Pim 260 Épocas 1806 263 Tranvías 274 Autobuses 278 Ciudad supuesta-Calcaño 281 Ciudad supuesta- Acosta Bello 298 8 poemas - Liscano 302 El Calvario 308 La Catedral 315 Churión El Calvario 319 Para agregar Capilla de El Calvario 322 Puentes 324 Puentes (breve) 328 Arroyo Lameda-Villa Colonial. 176 Pastori. 330 Otros parques-Altagracia Carabobo 332 El reloj de San Jacinto 335 San Francisco-Víctor Hugo Escala 341 Lindbergh 348 Vanguardia- Pío Tamayo 356 La Ceiba 368 Mercado de San Jacinto 371 Rosas Marcano-Plaza Bolívar 373 Música 377 El impacto petrolero... 381 Lejanía-1940 385


Racamonde 1909 388 La India 392 Universidad 395 Humberto Tejeira 399 MĂşsica- Jazz 408



Ríos Don Alonso de Escobar (“Coronado León...”, 35)1 ­ contempla la fértil ribera de un río heráldico, ­posiblemente el Anauco, y habla de sus plateadas ondas, por metáfora simple. Bello, que jugó a orillas del río, admira su “verde y apacible ribera”2 . para mi más alegre que los bosques idalios y las vegas hermosas de la plácida Pafos.

Esa verde, apacible ribera la prefiere a la de otro río, aunque fuera del Paradiso. A Tetis, diosa o ninfa, ¿qué le parecería esta agua cristalina en este prado a pie de montaña? Ni los bosques idalios tienen comparación con 1 “Coronado León…”. Caracas y la poesía. Luis Pastori (comp.) Caracas: Ed. del Cuatricentenario de Caracas, 1966. 35 2 Bello, Andrés. “El Anauco”. Caracas y la poesía. Luis Pastori (comp.) Caracas: Ed. del Cuatricentenario de Caracas, 1966. 38 10


estos follajes avileños, estas yerbas de los “cuatro ríos”, ni Pafos iguala a la Caracas extendida sobre el valle. ­Caracas, por lo demás, es nombre de una planta que a su vez habría dado el nombre a la ciudad. Irma De Sola Ricardo (Contribución al estudio de los planos de C ­ aracas, “Significado y explicación”3) sostiene, después de investigaciones y consultas, haber localizado la “modesta hierba” mencionada por Humboldt y Bomplan: “Caracas la llamaban los indígenas. Bledo la ­catalogaron los españoles en su informe al Rey. Pira la llama el pueblo. Amarantus es su clasificación botánica. Y aunque ella crece en toda Venezuela, el científico alemán y el francés distinguieron dentro de este género dos especies autóctonas de esta región a las que bautizaron con los nombres, respectivamente, de Amarantus caracasanus y Alternanthera caracasana”. Y va a más: haberla visto mucho en los terrenos de San Bernardino por donde discurría el Anauco, por lo que no sería descartable, según ella, que Bello en sus excursiones con Humboldt las hubiese mirado y conser3 De Sola Ricardo, Irma. “Significado y explicación”. Contribución a los estudios de los planos de Caracas. Caracas: Ed. del Comité de Obras Culturales del Cuatricentenario de Caracas, 1967. 11


vado en la memoria, para luego decir: las márgenes amenas vestidas de amaranto

Posiblemente sea así: que la imagen visual, al Bello mencionar ríos famosos en la historia, la mitología y la poesía, haya pasado de la concreta sensación experimentada en nuestro valle, de la percepción titilante en el ojo de la memoria, a la abstracción, es decir, que el amaranto caraqueño le sirviera para imaginar flores y yerbas de otras riberas. Porque, ¿es al Anauco o al Guadalquivir, aquel Betis de los antiguos, al que nombra Bello?: el pino que habitaba del Betis afortunado las márgenes amenas vestido de amaranto

Este romancillo de Bello, escrito en su juventud y al parecer recitado en las tertulias de los Istariz rezuma paz bucólica. Su inspiración, si bien nace del río de sus paseos y de su niñez, es de églogas leídas, de pasajes recordados. De allí la duda que nos nace para creer que la alusión al amaranto sea referencia directa a las riberas 12


del Anauco. Sin embargo, la pista estĂĄ al descubierto, y quede allĂ­ para solaz de eruditos.

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Los cuatro ríos II Oviedo y Baños consideraba que la primavera había escogido para habitación continua el valle de Caracas, y al poco calor, y al poco frío, a ese término medio templado, añadían como gracias de la tierra las muchas, claras y delgadas aguas de los cuatro ríos que, desde luego, debían ser plateadas. Y cuando se observa el plano de Caracas de 1578, con aquellas veinticuatro manzanas, apretujadas sobre el corazón de la Plaza Mayor, perfectas en la cuadrícula, la prisión de la ciudad entre las aguas de aquellos que entonces eran ríos de discurrir plácido, aparece en toda su belleza. Al oeste, como en escala del abra de Catia por donde entraban españoles curiosos, en su disposición de cuchillo sur a norte, como uniendo al Guaire con el Ávila, la quebrada de Caroata. Al este, anna muricata , blancor de niebla, el Catuche que encantó a Maitín, y más al este, reforzando cualquier fuga de la naciente urbe hacia el oriente del sol y de la expansión natural, el Anauco: era río protector, segunda muralla de las 15


muchas que el agua ponía hasta llegar a tierras de Petare, como la Tocomo y la de Caurimare. Al sur, finalmente, más brioso, pero siempre contenido por la concavidad de un valle, sin saltos en lo plano, el Guaire, que en el dibujo aparece custodiado por oteros y colinas y árboles de jardinería. Por el norte, un atropellamiento de cerros, la Gran Muralla China de Caracas, verde, azul, multicolor, el Ávila con sus picos y sillas y lugares de reposo, buenos para otear antes de descender. Al Catuche dedicó Maitín, ese dulce e inestimado Maitín, “Un adiós” que es el más sentido y logrado poema que se haya escrito a rio caraqueño. En el proceso de traslación de imágenes, es al valle y a las aguas de Choroni los que se mueven en el tiempo y hacen señales en el espíritu de Maitín, tan dado a la evocación, para correr por este valle y estas aguas del Catuche. La verdura de sus tierras con semejantes a las de Caracas, y la vivencia es directa, no a través de la égloga y el recuerdo erudito como en los parajes béticos y los bosques idalios de Andrés Bello. Tan de cielo le parece el paraje que se pregunta si no habrá mancebo de la “ciudad vecina” que hasta aquí no se llegue a suspirar, envuelto en el murmullo de “aquesta 16


soledad” que despide sones armoniosos y suspiros misteriosos. Y donde el dulce trovador encontraría en la música de estas aguas “dulzura celestial” para sus canciones. Como él ama estos sitios y ha gozado de su paz, el solo sentimiento es de una despedida dolorosa, promesa a la vez de no olvido, pues cuando regresa al valle afortunado “del blando Choroní”, todo lo recordará – los bosques, las fuentes, las breñas – el paisaje del Catuche. Y nuevamente la pregunta: ¿No hay quien venga, claro arroyo, A suspirar en tu seno Bajo el enramado ameno Conque te engalanas tú? No hay un mísero que pruebe, En esta ciudad gigante, En su vida un solo instante, De indefinible inquietud?

Gran ciudad, ¿aquella que todavía no había deformado el cuadro colonial, la disposición de manzanas, y corrido como mancha desordenada sobre el papel? Eso le parecía, al menos, a él que había descubierto la quietud de la que “los demás huyen tal vez”. Confiesa que pasa horas, en “fantástica inacción”, en sus orillas, y contem17


plando cómo la corriente se estrecha a medida que avanzan hacia la represa y se acercan, murmurantes, a la reja, para después, saltar libres, en el goce de la tierra: Y su ignorado camino Siguen tristes y calladas, Hasta que al aire lanzadas Dejan luego su prisión.

Ese modo de libertad le parece el de una virgen en elevación hacia el cielo. Y luego se imagina “los limpios cristales” lavando la frente de una doncella, o corriendo, reluciente, por el cutis reluciente de una hermosura angelical, humedeciendo sus cabellos, y se pregunta si a través del contacto ¿No sentirás a tu modo Cierto delirante anhelo? ¿No perderás ese hielo Con que vas corriendo aquí?

La duplicación agua y ninfa, la identidad limpieza-virginidad, el juego entre la frescura de las aguas y la figura de la joven hermosa, la comparación entre la paz de los lugares y un celestial placer contemplativo, el 18


misterio del lugar y el secreto del amor, es una especie de ritmo alternante en la despedida de Maitín. El final es de concentración pura: Catuche, con Dios te quedas, Adiós bosques, adiós flores, Adiós alados cantores Que más, tal vez, no fff;

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Sigue Anauco ahora Toro P. 23 – Tomo II Góngora, al Guadalquivir, que es el Betis de riberas de amaranto de Bello, dijo de él “de arenas nobles, ya que no doradas”. Y Virgilio, bi1 de donde lo sacó perfumado, en medio de amor literario, como envuelto en dulce sombra, florido, bajo aroma de mejorana. Fermín Toro, como Bello, tendrá en su jardín mitológico, su égloga aclimatada, para el Anauco, río donde no se siente el olor del valle de Caracas, ni la emoción de la tierra, ni el contacto emotivo que produce la claridad visual de los arroyos, su limpidez, su plata. “A la ninfa del Anauco” es así un escarceo de versificación en que ondinas de pies nacarados y sílfides cantoras, odaliscas y sultanas, deidades de todos los mundos imaginados, no resisten la comparación con aquella que “mora en palacio de cristal”, con perla y 1

Palabra no identificada 20


coral, y que en la geofrá falsa2 , poblada de una emoción suplantada por el conocimiento, es la Ninfa del Anauco. Frente al Catuche mirado con el ojo, oído en su murmullo, tocado en su alma de Maitín, Bello contempla un río de curso pu…3

2 ¿Geografía falsa? 3 Aquí termina la hoja y el tema parece seguir en la hoja siguiente, aunque la palabra queda cortada. 21




Ríos Bello Toro (…) literario, sin estímulos sensoriales, al que traza sobre un mapa de viajes ideales por donde corren el Betis y el Ganges, en medio de los campos verdes de la mitología y la historia; y Toro, más elusivo aún, tan momentáneo como la pluma de colibrí con que dice escribir, tan artificioso como la punta de zafiro en que moja aquélla, describe un Anauco sin situación, invisible residencia de una ninfa de “ojos negros”, “labios rojos”, “dulce risa”. Faltaba el goce de los sentidos y el despliegue sin temor de las evocaciones, faltaba esa metáfora surgida del contacto material, de los alnces sensoriales, y Maitín vino por ellos en su canto al Catuche, primer río, que fue captado en la retina y pasado a lo largo de un cuerpo viviente.

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Catuche Calcaño En la elegía “Al Catuche” de Calcaño1, trata, a destiempo, de encasillar en moldes clásicos, de represar en virtuosismos cada mécicos , las aguas que tan naturalmente había dejado correr Maitín. Este Catuche (¿acaso desbordóse causando ruinas? ¿O ya para la época se exhibía como caudal disminuido?) le parece al poeta sombra del que ayer fuera, sin alegrías, espejo de quejumbres y desolación. Ya de verdor y pompa te cubrías; Hoy el dolor te viste, Ya alegre discurrías; Ni muestras lo que fuiste, De quebrantado y silencioso y triste (69)

Hay la incertidumbre de si Calcaño está cantando la

1 Calcaño, José Antonio. “Catuche”. Caracas y la poesía. Luis Pastori (compilador). Caracas: Ed. del Cuatricentenario de Caracas, 1966. 69. 25


realidad física del Catuche (entonces abandonada o causante de desolación en algún desbordamiento) o la realidad poética, en el sentido de que no hubiese voz que nuevamente le dedicara el canto. Nos parece que a fin de cuentas Calcaño mezcla ambas realidades y de que en aquel entonces el Catuche lucía ruinoso, olvidado, y que no había poeta que lo elogiara. En medio de la tristeza y del desdén estaba él, sin embargo: Mas ¿quién te emulará, ni así cuitado? No Anauco el de las flores. Ni Guaire el celebrado: ¡Qué pompa y qué loores! ¡Qué cantares tuviste y qué pastores!

Antonio Machado repudiaba, en el apócrifo Juan de Mairena, la manera no temporal de asumir el riesgo poético, las oposiciones frías de conceptuaciones. Así es el elegía al Catuche de Calcaño: una rememoración estática de un tiempo ido a la que se opone una descripción congelada del actual. La corriente fastuosa del río, la ininterrumpida del tiempo, el fluir de sensaciones, parecen no entrar en esos moldes aanosamente trabados para que en ellos se acomoden sin disgusto el dulce cantor del Catuche de otros tiempos, y pastoras y amantes como Damis, 26


así como el gélido sentimiento ante el desastre del momento. ¿Pero será, Catuche solitario, Que tu recinto agreste Asilo y santuario A tanta virtud preste Y que tantos pocos al ejemplo apreste?

El sentido didáctico (propós)2 se aguza aún más al final del poema cuando Calcaño ofrece nueva inovación3, una gutura4, a los “manes de los repúblicos preclaros”, para que lo fortalezcan como ahora, cuando así le canta al Catuche: O río, o río! el duelo me quebranta!

El futuro del Catuche fue ir desapareciendo entre edificios, cauces encementados, ranchos de cartón, inmundicias, amontonamientos humanos y de objetos bajo los puentes. Nazoa, amante de la Caracas que queda por dentro del caraqueño, llamó con irónico dolor “El ruise2 3 4

Así en el original Ídem. ¿innovación? ¿invocación? ídem. Palabra no identificada. 27


ñor del Catuche” a uno de sus libros, queriendo tal vez significar por un lado al río que, ahora sí, no tiene cantores como Maitín o Calcaño, ni pastorcillos con caramillos que vaguen por sus riberas, ni doncellas que mojen sus onduladas cabelleras en sus aguas, y por el otro, a ese tipo de trovador o aeda del siglo XII – el ruiseñor – que en Calcaño adquirió jerarquía familiar – nido de ruiseñores – y en Delpino gozosa burla, esperpéntica figura, peregrina forma. Tanto el ruiseñor como el Catuche, ídolos esfumados, Caracas de otro siglo.

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Guaire Mos Tampoco en el Otero Silva de los primeros tiempos es el Guaire el río cristalino donde Narciso vería su rostro o las riberas se poblarían de bañistas. Es menos que riachuelo, feo río de mezcolanzas. Cuando publica “El Paraíso”1, es para dibujar en negro, al revés, la fluencia del que fuera elogiado caudal: El Guaire va arrastrándose raquítico susurrando su quejido, levemente y con su triste languidez de tísico procura cual si lo avergonzara su figura hundirse bajo el arco de los puentes.

En el poeta de diecisiete años, apenas asomándose la

1 Otero Silva, Miguel. “El Paraíso”. Elite, nº 17, enero de 1926. Citado por Agudo Freites, Raúl. Pío Tamayo y la vanguardia. Caracas: Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1969. 32


vanguardia en las entrelíneas de los cronistas extranjeros o en las audacias posmodernistas de Mármol y Urdaneta, esta ofensiva de realismo podría calificarse como extraña. No debe olvidarse sin embargo que el humorismo nació temprano en Otero Silva y que habría de ejercerlo poco después en “Caricaturas”. Y ésta del Guaire es poesía de tinte realístico humorística, sin trepidaciones formales, con captación inversa2 del viejo río. ¿De dónde le viene eso a Otero, además de su propensión al realismo y al humor? Habría que hurgar en Job Pim, cuyos Pitorreos llevaban varios años de inserción en los diarios grandes y quien regularmente se daba a la tarea de extraer el negativo de todos los objetos, seres y sucesos que su poesía fotografiaba.

2 Hay una corrección en bolígrafo hecha por el autor. La palabra está tachada y remplazada por otra que no se entiende. 33



Obreros Cuando Paz Castillo se decide a variar el temple de su poesía (como en “La voz de los cuatro vientos”, “Balada del hombre que trabaja”, 71-74 o en “Desde la cumbre”, 78-79)1 reproduce dentro del texto una impresión de inarmonía, de nota fuera de tiempo, de desafinamiento. El primer canto desea relievar la oposición que existe entre la vida laboral2 urbana, para él absurda, y la del pasado, de “idilios perfumada”, con flautas y caramillos, eclógica, pero irrecuperable. El fervor de Arráiz por el músculo y la adhesión al futurismo y a la poesía proleculta; la sorpresa que los del 28 experimentaban ante la metáfora saltimbanqui y lujosa, con sus “autos, bocinas, coches y tranvías”; la filiación juvenil y biológica, el disparate, están ausentes en la exaltación del trabajo que 1 Paz Castillo, Fernando. La voz de los cuatro vientos. Caracas: Ed. Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1952. 2 Esta palabra está tachada y remplazada por una anotación en bolígrafo que parece decir “proletaria”. 35


Paz Castillo ensaya, en idioma perfectamente inteligible, pero con un entusiasmo frío, con aceptación de resignado expediente. Él sabe, y lo demuestra, que han muerto los tiempos dorados de la merienda de miel y de la leche de cabra, de pastores y canciones paganas, y como la realidad de la urbe es ahora la del “hombre vulgar” que plena las fábricas, la de la multitud que se apiña en las esquinas, la de los “voceadores de frutas y periódicos, / de frutas y noticias importadas”. Pero sabe de trabajo enajenado y de un Dios que no nombra, aunque se intuye (el famoso Dios Oro de la década del 20; la famosa Raza de los adoradores de Mammon), una divinidad que gobierna el espíritu y la conciencia de esta “moderna aristocracia”. De allí que su elogio al martillo y a la fragua, a la existencia prosaica, a la dignidad del trabajo, deje filtrar tristezas ante “la lepra de la urbe” y convierta al canto, no en la pujanza hímnica de Arráiz, no en la añoranza virgiliana de los paisajistas3, sino en un contraste flojo de la vida urbana. Y si no podía faltar el cuadro de obreritas vestidas pobremente (porque en Paz Castillo subsiste el retraso artesanal de nuestro Twenty que emboza la dignificación 3 esta palabra está tachada y remplazada en bolígrafo por otra que parece decir “muralistas”. 36


de la mujer en un prejuicio, en un tabú)4, en “Desde la cumbre” la antinomia fuerza-cerebro, riqueza-miseria, sigue sin resolverse, pues al pueblo que está allá abajo, “que trabaja, que sufre, que medita”, no opone ninguna energía desatada, ni una pizca de porvenir, sino una simbólica iglesia cristiana con una cruz de hierro, levantada en lo alto. Como quien dice, un cielo simulado y una energía tendiendo al frío, al desgaste, frente a la ciudad de los bagazos humanos y de los sueños devorados: Caracas, como reducido5 símbolo de la urbe moderna, no es, pues, ninguna Ciudad de Dios. Es el depósito de los objetos, de las cosas, del deshumanizado espíritu. Allá abajo está el pueblo, en donde la injusticia tiene su soberbio alcanzar y entre fríos harapos se esconde la miseria.

Esos tres versos podrían ser una referencia a Paris vista desde la Torre Eiffel o New York desde el Empire State o a Caracas desde el Ávila. Poco importa, dirá él. Al poetizar una ciudad se atiende a sus realidades íntimas y no a sus nombres, y he aquí una que no pertenece a los 4 Esta frase tiene correcciones ininteligibles en bolígrafo. 5 Esta palabra está tachada y remplazada por otra en bolígrafo que parece decir “incipiente”. 37


tiempos de Virgilio, ni a los días de las catedrales góticas, sino a estos en que se trabaja en las fábricas y ha expandido por doquier “el romanticismo del oro”. No había lugar para una Rusticatio caraqueña.6

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Esta última frase es añadida por el autor en bolígrafo. 38


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Obreros P. 2 Señorita telefonista jamás conocida de vista que fuiste acaso la primera mujer oficinista, la primera que en Caracas atrevióse a dar el paso inicial

Porque se concebía a la mujer en funciones de “obrerita” en las cigarreras o en los talleres de sastrería, o dentro de la casa, en los oficios domésticos, pero no a la que se desprendía del “nido del hogar” para buscar una forma de manutención fuera del tutelaje de los padres. Le correspondería entonces a la telefonista haber sido la iniciadora del trabajo femenino en las oficinas, después de tan extendido a través de la “estenógrafa” y la mecanógrafa, la secretaria. En 1934 (Elite, 24 de febrero. “Hasta cuándo, estrellas”, CAL) hay mención metafórica al proceso fabril. 40


Allá lejos la fábrica mueve su pañuelo de humo Y hasta se pedía que las estrellas entraran por la alta chimenea para hacer con ellas un collar para su “noviecita obrera. Entre esa fecha (1934) y la que fue punto culminante de la agitación sindical en Venezuela (1937) escribe Spinetti Dini el poemario Hambre, del que forma parte el “Romance del Trabajador”1. Igual que flores de lucha tus manos florecen callos … Tiéndeme la mano, obrero de la ciudad y del campo

La transformación que se operaba en la economía venezolana produjo innumerables poemas petroleros, pero su dibujo no afectaba a Caracas. Otero Silva escribió “El taladro” donde las máquinas no sólo eran máquinas, sino máquinas yanquis sobre tierra venezolana, así como “Manos de rompehuelga” que se hizo popular durante los conflictos obreros de 1937. Sobre la Caracas obre1 Spinetti Dini, Antonio. Antología poética. Ed. Ministerio de Educación. Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1957. 96. 41


ra, ninguno, aunque “La manifestación” 2 podría tomarse como una forma alusiva a la conciencia revolucionaria que afloró en la Caracas de aquellos días: Las voces se acoplan en el aire y es una sola voz la que resuena: voz armoniosa de la obrerita, voz murmullo del obrero viejo, voz destemplada del que no sabe cantar, voz vibrante del obrero joven, voz ronca del obrero rudo: garganta del proletariado forjada en mil yunques distintos

Y ya antes: En el ritmo tranquilo de la avenida ancha desembocan rebeldes arroyos humanos que fluyen de las casas obreras.

2 Otero Silva, Miguel. 25 poemas. Caracas: Ed. Elite, 1942. 7375. Comentario en bolígrafo al margen que dice: “Ojo Ruy Pineda” 42


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Obreros 3 Bajo el gomecismo, había sido Antonio Arraíz el canto de las modalidades maquinísticas, con “La turbina”. Aunque no haya especificación de Caracas. Uno de los más hermosos cantos que se haya escrito sobre la magia del motor y el misterio de las construcciones “La turbina” parece estar localizada en un monte de los que ciñen a Caracas. Interesaría en cualquier forma como demostración de como la máquina, con sus innovaciones y fanatismos, fue elogiada como un acto de prodigio. Algún crítico hablaba de que el hombre moderno había perdido el sentido del rito, de la solidaridad, que convertía el acto de encender una fogata en una labor comunitaria y un permanente descubrimiento, para convertirse en un ser desligado de la proeza y enganchado a una sucesión de hábitos, de mecanismos sin misterio, como el de encender la luz eléctrica con el pase de un conmutador. Arraíz en “La turbina” se hace devoto de la religión contraria y casi da como una maravilla el que la luz se haga por 44


virtudes de “pequeña máquina misteriosa y negrísima / que refleja el poniente”. “La turbina” es una condensación del trabajo en la barro , del sudor, del ingeniero con el cigarro en la boca, de los obreros, del pico metálico, porque Toda una vida sucia, miserable y anónima bien vale este minuto de hacedores de luz

Antes que él, Arreaza Calatrava había entrevisto la vibración de Cosmópolis en un canto al ingeniero de Minas1. Para él, Dios estaba en toda fábrica, “en la interna palpitación de todo mecanismo”, lo que es una anticipación a la idea de Arraíz. Una visión ultimísima, con intento de atrapar la categoría del obrero en su íntima eficacia, sin lujo físico o con alusiones desconcertantes (“parados, eran postes muertos, olvidados, fallidos”) y en cerco de palabras que busca reducir a lo mínimo la definición, puede encontrarse en “Los obreros, ayer” (Enriqueta Arvelo Larriva. Poemas perseverantes. Ediciones de la Presidencia de la 1 Arreaza Calatrava, José Tadeo. “Canto al ingeniero de Minas”. Poesías. Caracas: Ministerio de Educación, Dirección de Cultura y Bellas Artes, 1964. 209-221. 45


República. Edit. Arte. 1963, 103 p.) Caracas, con máquinas y obreros, estaba en estos tres poetas incluida como una posibilidad, como parte de la metrópoli del futuro. Son poesías sin sociología ni historia, que corren por la intuición de lo que va a suceder inevitablemente y que apresan lo nuevo con un carácter envolvente, por considerarlo presencia transformadora. El mundo de la máquina productora que gestaba al proletariado y que era una de las facetas del maquinismo (el destructor, el de las velocidades, el del tiempo), que nuestra poesía urbana elogió en Lindbergh, en los autos, en el telégrafo, en el teléfono, y concretamente Morales Lara en “Carreteras”2: Carreteras, Siglo XX motores y neumáticos. Dictadura del HP Margen de concreto para el “record” de todas las velocidades

2 Morales Lara, Julio. “Carreteras”. Antología Poética. Puebla (México): Editorial José M. Cajica. S.f. 199 p., 103. 46



Guzmán Blanco y Castro El carácter del gobierno de Guzmán Blanco (autocracia liberal, boato, obras públicas) determinó que el país se escindiera en dos1 y que la ciudad de Caracas participara de esta división. Los mejores escritores entraron en esta batalla, los universitarios, los poetas. Una recopilación de las muestras poéticas, tanto laudatorias como insultantes, sería como un esquema de la política de aquel tiempo, como una biografía descrita desde ángulos distintos. Pero hasta ahora nadie la ha hecho, y lo mismo ha sucedido con Castro y con Gómez. Toda la perversión del áulico, toda la mala entraña, todo el desfalco creador, saldrían a flote. Entre los muchos sonetos en elogio de Guzmán – caraqueño de nacimiento – está la de Guillermo Ochoa, quien además hizo la loa de Bolívar y Guzmán, corrido 1 Estas dos palabras están subrayadas en bolígrafo, tal vez para corregir la redundancia. 48


por los campos de un retratismo insulto. Ochoa, como muchos otros que cantaron a Castro y Gómez, compara a Guzmán con el Libertador: Bolívar, sí, a quien solo ha secundado de Caracas, otro hijo esclarecido, por sus brillante hechos admirado: ¿qué humano ser, no está ya convencido, de que Guzmán! él fue predestinado, y hoy muerto como está es que ha vivido?

(Guillermo Ochoa. “A Guzmán Blanco”. Notas de mi liza. p.11. La Vict. (V). Tip. Rivas Dávila. 1901. 28 9.) No podría ser más pobre la idea, ni peores los versos, sobre todo el final, especie de RIP para la poesía más que para Guzmán . En la otra orilla, un epigramático y un fabulista de fama en su época, atacaron con virulencia a Guzmán, para ellos imagen de todos los males del país. Potentini, en “La fuga del aclamado” (Ensayos poéticos, p. 56) y Francisco Díaz Flores Modesto, en “Epigrama” (Album del Septenio, 1877, 62 p.) aparecen como los antiguz

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mancistas. Potentini había estado preso varias veces en La Rotunda y escribió el ataque contra Guzmán cuando este dispuso su viaje al exterior, que sería el último, luego de convencerse que el país estaba cansado de su presencia. En el terceto final, dice: ¡Que no vuelva, señor, aunque lo aclamen! ¡Adiós, adiós, valiente patricida! ¡Por Morny te rogamos que no vuelvas! Si en aquel momento una poesía satírica y epigramática, provisionalmente utilitaria, pudo tener algún valor, como efectivamente se le concedió a la de Potentini desde el ángulo político, hoy no tiene ninguno. Llamar el rey de los ladrones a Guzmán y sacar a relucir los contaros2 financieros de índole político-familiar, como el de Morny, requiere alguna gracia, cierto genio punzante que en este caso están ausentes. Un poco más de sal hay en el “Epigrama” de Díaz Flores. Mi inteligencia no atina qué es lo que más predomina en el cerebro de este hombre. 2

Así en el original. Palabra no identificada. 50


Guzmán se llaman los ríos, los ásesos3 y las fuentes, los palacios y los puentes, los ff y los caseríos. De apariencia más sencilla, esta poesía refleja una verdad como la anterior, pero no insulta, sino que recoge con burla la realidad política encarnada en Guzmán Blanco. En el mismo libro, Potentini ataca a Crespo, quien volvería al poder en 1892, y ridiculiza la muerte de Alcántara, el sucesor de Guzmán luego del septenio (1877) y de quien se cuenta que falleció a consecuencia de haber comido una “lechosa envenenada”. Contra Crespo, un epigrama que fue celebre en aquellos momentos y que hacía referencia al título que le habían otorgado (Héroe del Deber Cumplido). HÉROE DEL DEBER CUMPLIDO, es un título profundo; ¿quién no sabe que se ha ido debiéndole a todo el mundo? 3 Ídem. 51


Guzmán El cancionero popular es rico en descripciones de la Venezuela federalista y liberal, en la contradicción entre Caracas y el campo, en figuras de la “Revolución”, sean caudillos derrotados o caudillos triunfantes. En Cancionero de Montesinos, se encuentran varias alusiones a Guzmán, al fusilamiento por orden suya del General Matías Salazar y a los tropiezos con el general coriano León Colina. 924.

León Colina le escribió dándole cuenta a Guzmán, que los planes de Matías eran todos de pelear

925.

De Caracas se movió Guzmán Blanco personal y en el cerro el Roblecito hizo preso a Salazar.

(p. 195) 52


Y así sucesivamente (en las cuartetas 927, 938, 932) son descritas las relaciones entre esos caudillos. En la 1938 otras dos1: 1938

Por los altos de Caracas se paseaba León Colina, con la bandera en la mano maldiciendo la genuina

1939 En el camino de Caracas mataron un burro cano, y del buche le sacaron el Ilustre Americano (p.248) (Cancionero de Montesinos en Archivos de Folklore. Años VIII-IX. Tomo V-VI. Nº6. Inst. de Antropología e Historia. Facultad de Humanidades. UCV. Caracas. 1959-1960-1961. 274 p.)

1

Palabras sobrepuestas. No se entiende bien 53


------------------------ AQUÍ CRESPO en Vienen los andinos.2

2 JSH deja este subtítulo pero sin el texto, quizás para acordarse de incluir alguna reflexión sobre el tema en ese espacio. 54


Sin título Al andino Castro lo alabaron tan excesivamente que hasta pudo publicarse un libro de la Aclamación en varios tomos. Entre los testimonios poéticos allí recogidos está el de Díaz Lecuna, especialista en camafeos, en retratos femeninos. El poema se denomina simple y llanamente “Cipriano Castro”, y provisto de una rima fácil, lo compara con león brotado de la montaña, señala que es valiente entre los valientes y destaca su origen, no testa coronada, heredera de los godos, sino heroico, surgido de la nada: “Si hay fuertes en la tierra, él es muy fuerte” (p. 1664 de Venezuela y Castro. El libro de la Aclamación. Caracas. Imprenta Nacional. IV 1711, p.1906).

55




Castro Un poeta de ínfima categoría (Poema heroico, Linares) narra, en épica áulica, desprovista de todo valor, las hazañas de Cv. En una oportunidad es Castro en Caracas y en otra, Castro de vuelta a la ciudad luego de los sucesos de La Victoria. En la primera escena no pinta así: Y el caudillo de los Andes, el guerrero no vencido, con la toga del tribuno, con la toga del magnate ya investido, dijo en alto con la fe de un hombre honrado, con la fe del convencido, cómo es bueno, cómo es noble y cómo es bello, el amor de los hermanos siempre grande y bien sentido;

(p.11)

Y en la segunda:

Vuelve Castro al Capitolio, de los campos de la guerra, encorvado bajo el peso de laureles que cegara en La Victoria. 58


A falta de los aciertos de ortografía y acentuación, poemas de este tipo tienen un mérito y es el de revelar ante la historia cómo fue el tono de nuestra poesía cortesana y palaciega. La adulación y el vasallaje, con una actitud moral sumisa, contribuyeron a que la mayoría de los cantos a Guzmán, Castro y Gómez fueran prosas mal rimadas, sin el menor aliento poético. Del mismo mal adolecieron los poemas con sentido político-moral contrario, si se exceptúan algunos de Job Pim, Leo, Arvelo Larriva, Pocaterra. Eran poemas-libelo en que Castro aparecía como un mono trágico, una bestia sensual, y Gómez como un sátrapa, un monstruo, es decir, poesías antipoéticas, prototípicas y caracterizantes. El panfleto que penetró en la novela de Pio Gil y Blanco Fombona y en narradores de menor peso (José Heriberto López, Juan Guglielmi), inundó con su cauda de apóstrofes y desafíos a una poesía que deseó asumir el papel de oposición política. Varios ejemplos de la mediocridad versificada que corrió en la Venezuela inmediata a la caída de Castro y a la asunción de Gómez, bastarán para dar una idea aproximada de ese tipo de poesía. El 22 de diciembre, en “El Día”, 1908, se lee (El Día, 22, 1908, Juan Bautista Már quez Márquez, Juan Vicente Gómez) 59


En unión con el pueblo soberano pidiendo reacción, grité yo mismo: -¡Viva Gómez, el gran venezolano! ¡Ya Castro desaparece en el abismo! Más bajo que Nerón, inicuo Castro ordenó que a Caracas incendiaran y Dios entonces apagó su astro.

Y he aquí otro, aunque éste tiene la excusa de presentarse como versos populares1 de aguinaldos para las pascuas de 1910. Y puedo dar por seguro que yo a Caracas iré; o no hay burros en Carora, ni en Capaya Cristo-fués. Dígase lo que se quiera, entre Gumersindo y yo, haremos una merienda suculenta y comilfó Y que esto lo sepan todas las niñas de El Caracol, 1

Estas dos palabras están tachadas a máquina por varias “x”. 60


de El Silencio y Marcos Parra, a quiénes recuerdo yo.

(Misiva capachera en Barboza. El Cabito y su última hazaña. Aguinaldos semijabudos para las históricas pascuas de 1910) ¿En qué se diferencian de la más descuidada prosa estos poemas? El de Márquez pretende narrar los sucesos de la Semana Magna, y el de Silva su inicio, y ambos emitir juicio sobre la tiranía derrotada. Si uno compara esos desastrosos ensayos de poesía civil con las páginas de Rufino Blanco Fombona (Dos años y medio de inquietud) o con los recuerdos de Arévalo González publicados en el periódico, verá cuán baja cae la poesía cuando le disputa terreno a la prosa o es cultivada por quienes menos noción tienen de su finalidad. Mientras Fombona y Arévalo ofrecen un cuadro animadísimo, con escenas sucesivas y enlazadas en un desarrollo cada vez más tenso, matizado al detalle, vivencial, que muy bien puede ser citado como testimonio histórico, Márquez y Silva trabajan en la baja zona de la politiquería versificada, en todos los horrores gramaticales y todas las ausencias emotivas de que son capaces estos aventuras poéticas. 61


(OJO JC Silva. “13 de diciembre”. en Sancho Panza. 24 de dic. de 1909. Dic Flores Cabrera) El pueblo en tumultuosa algarabía, con su dicterio al déspota flejela… como también su indignación revela contra el cantor de la hosca tiranía…

Y al final una referencia a la muerte de Marcabo, cuyo entierro se efectuó el 14 de diciembre y sirvió de punto de arranque para nuevas manifestaciones, hasta culminar con el golpe de estado del 19 de diciembre. El mismo Blanco Fombona, como está señalado en otra parte de este estudio, derivó, en su poesía, hacia lo panfletario en “El castigo del Ávila”, ilegible poema dramático que es una advertencia para quienes busquen por caminos retóricos y discursivos realizar una difícil poesía civil, o didáctica, o social. Pero aquí es preciso detenerse porque ¿cómo es posible comentar sonetos, himnos y loas escritos para Juan Vicente Gómez o sus familiares todos los 19 de diciembre, o los 24 de julio? ¿Cómo recoger la poesía insultante del exilio, o la guardada en cajones durante años para ser desempolvada después del diciembre de 1935? Aunque Gómez fue Caracas (y Ma62


racay) durante tantos aĂąos, es imposible concederle tal honor.2

2

Esta palabra estĂĄ tachada y remplazada por otra ilegible. 63




Visión extranjera El colombiano Rubén Mosquera, visitante de Caracas a finales de siglo y amigo del dictador literario de la Venezuela guzmancista Julio Calcaño, exalta la visión de la ciudad en un soneto, con la precisión de dos elementos, el Guaire y el Capitolio (“Al divisar a Caracas” )1. Otro colombiano, ligado a nuestro naciente modernismo y cuyas páginas sobre Cosmopolis son de un colorismo descriptismo2 resaltante, (“Al pie de la estatua” )3 simboliza en la estatua ecuestre la epopeya del pueblo caraqueño y la de El Libertador: es una estatua rodeada por un jardín en el que juegan los niños, de modo que el elemento épico queda compensando con otro de carácter alegre, de matinal frescura. 1 Mosquera, Rubén. “Al divisar a Caracas”. Caracas y la poesía. Luis Pastori (compilador). Caracas: Ed. del Cuatricentenario de Caracas, 1966. 98. 2 Así en el original. 3 Asunción Silva, José. Ibídem. 99-100 66


El español Marquina, de dilatada fama en su época, le dedicó en “Loa y elogio de la Ciudad de Caracas”4 un largo canto a la ciudad, de carácter demagógico y con la aparentemente amable intención de relacionar el pasado ibero de la ciudad. El final de su canto III no se diferencia en nada de una canción que hace poco estuvo de moda (serán dos labios los corazones, / una la boca que bese: España). El fondo argumental es la comparación con una doncella que huye del mar, trepa montes y llega a un valle convertida en la simbólica ciudad caraqueña. --En “La epopeya de Bolívar (Segundo episodio / Venezuela 1812): Cataclismo”5, el uruguayo Edgardo Ubaldo Genta retrata a la Caracas devastada por el terremoto de 1812 a través del derrumbe en la Capilla de la Inmaculada, en una interpretación de castigo bíblico sobre una ciudad que, sin ser Sodoma o Gomorra, aparece sufriente ante el dedo de Dios. 4 Marquina, Eduardo. “Loa y elogio de la ciudad de Caracas”. Ibídem. 113-17 5 Ubaldo Genta, Edgardo. “La epopeya de Bolívar”. Ibídem. 14142 67


--Santiago Magariños, español de nacimiento, casi es venezolano, y compara a Caracas con un cráter vivo, con una niña, con una hembra, con un gesto viril, con un Madrid “sin sus tristezas”, etcétera, en una caleidoscópica sucesión de calificativos o estados de ánimo. --Un mexicano (Jesús Flores Aguirre: “En el tiempo sin tiempo de un patio alucinado…”)6 se vale de un soneto para esbozar un patio asoleado de una “casona solariega” donde juega un niño, bajo la mirada de una nodriza negra. La intención es evidente: trazar un cromo de la niñez de Bolívar y recurrir a la argucia, no muy fina, del papel de guía jugado por la negra Matea. --El padre español Manuel Avezuela en “Caracas ya no es Caracas”7, maneja un andalucismo de superficie, para señalar la ciudad, enternecida por cujíes, mangos, jazmines 6 Flores Aguirre, Jesús. “En el tiempo sin tiempo de un patio alucinado”. Ibídem. 187 7 Avezuela, Manuel. “Caracas ya no es Caracas”. Ibídem. 219 68


y “la muerte del colibrí”. El mito de la ciudad elegante, florida, pequeñita, vuelve a surgir.

69



G. Coll - Destierro Otra evocación la de Gutiérrez Coll1, hombre que sintió el destierro como lejanía. Su “Nocturno” es una de las varias armonías en su música de recuerdos. El “viajador errante” reconstruye una imagen total de la ciudad, flotante en neblinas, pastoril y aérea como el Belén del Bosco. La visión está empañada por una lágrima, que le da a la idea soñada cierto temblor, una brillantez de exhalación. El parnasiano lloraba como un romántico al edificar en la lejanía su ciudad de antaño. Primero el Ávila, gloriosa pedrería. Después el manso Guaire, cuyas arenas, para sus ojos infantiles fueron amarillas. Después la ciudad entera, prefiguración de la esposa, especie de amada ideal que anhela todavía, “suspirada puerta”. Gutiérrez Coll pide a Dios la hora feliz, la contemplación de aquella urbe paradisíaca desde la nativa loma. Todo 1 Gutiérrez Coll, Jacinto. “Nocturno” en Añoranzas de Venezuela. Pedro Grases (compilador). Caracas: Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, 1946, 120-122. O Gutiérrez Coll, Jacinto. “Nocturno” en Poesías. Caracas: [s.e], 1926, 42-44. 71


parece imposible sin embargo. “Ausente”2 , fechado en New York en 1876, la encabeza un epígrafe de Víctor Hugo, es un bello poema a la patria lejana a través de un juego armonioso de mediaciones, nubes que pasan, cantos de aves en bosques florecidos, lagunas, sol que se oculta, flores moribundas, ondas del río. Es decir, la “hermosa patria mía” tal como el dolor la hace evocar “en el corazón del desterrado”. Gutiérrez Coll contrasta su estado de ánimo, doliente y mustio, con la paz magnífica del paisaje que en la realidad contempla. Lo que es quejumbre en él, es alegría y paz afuera. Más solo mientras más unánime y plena la exterioridad: allí están las olas bajo el solio de la tarde, las espigas como en susurro, el céfiro jugando “en el celeste azul de la laguna las ovejas en su mansa presencia. Más triste apare él. Caracas no aparece especificada en esta adolorida evocación de la Patria, como en el “Nocturno” y ahora en “Noche Triste”3, escrita once años más tarde en París 2 Gutiérrez Coll, Jacinto. “Ausente”. Poesías. Caracas: [s.e], 1926. 47-51 3 --- “Noche Triste” Ibídem. 59-61 72


o en “La vuelta a la Patria”4 un poco antes, 18135, también en París, por junio. Pero mientras “La vuelta a la Patria” trabaja un sentimiento auténtico con un lenguaje falsificado, de ocasión, apto para la poesía de álbum que tanto proliferó en el pasado, “Noche triste” luce de más sencillez. El elemento estimulante del recuerdo es el Catuche con sus “ondas sonoras”, y el monte, que es un emblema, la huella de Caracas a su paso por el mundo. Lamentablemente el tono templado, de ajuste evocativo, de las primeras estrofas se quebranta al “avivar la imagen”, pues en ese instante la remembranza tórnase lamento que sube de nota, ya es ruido, ya carcajada loca, ya es tropel, ya es miedo aterrador. La fantasía se convierte entonces en una vasta estridencia romántica, con colores fúnebres y sufrimientos no acordados, para terminar con una pregunta al Catuche sobre el Ávila.

4 5

--- “La vuelta a la Patria”. Ibídem. 52-53 Esta fecha está equivocada, porque Gutiérrez Coll nació en 1835. 73



Vuelta a la patria 93-97 Contempla al mar y los pescadores, en exaltado lirismo que un memorioso examen torna triste, y luego asciende en coche los caminos del Ávila, respirando un aire de altura, y se extasía ante las flores del barranco hasta que el auriga lo sorprende con el grito de “Caracas, allí está”. Empieza entonces la descripción en bellísimos versos que sobrevivirían los años sin que la repetición escolar, la declamación de niñas cursis, el emplafosa1 cita de fin de curso, lograran envejecer o tornar retórica una fluencia fresca de emoción, un contacto íntimo de reencuentro. Se piensa en Díaz Rodríguez cuando describe Soria su retorno, en ferrocarril, pero no hay la verdad, no la misma confrontación que en el verso de Pérez. Se piensa en Teresa de La Parra cuando su Ifigenia baja por los cartera2 del Ávila, pero no hay el mismo dolor, la misma pena. Se piensa en Boggio, el gran impresionista, 1 2

Así en el original. ¿Empalagosa? ¿Las carreteras? 75


pero en los recuerdos de éste hay ya una sombra francesa, un hombre moldeado en otra cultura. Lo inmenso en Pérez Bonalde es que su peregrinaje no lo convierte en turista, en expatriado sin raíz, sino que el exilio lo ha hecho más hondamente venezolano. Los techos rojos servirían entonces de símbolo para la ciudad que desde lo alto – monte, elevación, atalaya, alcor – se admira apacible, morosamente echada el pie del cerro. Las “bandas de tímidas palomas” tipifican también esa quietud del cielo que brinda reposo en aleros y patios enjardinados. La odalisca rendida pasa como el símbolo de un sensualismo sin espasmos, manso. Esta es la Caracas de 1880 y la de años anteriores y será todavía la que penetre hasta la década del veinte del siglo XX. Un bello cromo, una apacibilidad, sin el humo asfixiante de los tubos de escape, ni la geometría desordenada del urbanismo petrolero, ni los pent-house, ni del aeropuerto incrustado en la ciudad, con aviones que cruzan el cielo a cualquier hora. La Caracas de las parroquias con límite preciso, de la nomenclatura curiosa, con uno que otro boulevard, calles empinadas…

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Andrés Eloy a su madre, ojo rectificar San Luis Giraluna. Feria del Libro venezolano 1960: Obras de Andrés Eloy Blanco. “A un año de tu luz”1, tercetos de suma perfección calificados por algún crítico, con evidente exageración, la elegía más conmovedora de la lírica castellana. Como poema de distanciamiento originado en el destierro, rescata aquel dolor perezbonaldiano por la madre ausente y sumisa tristura de patria. Desfila por la memoria de Andrés Eloy la infancia en Cuana, ciertos pasos por islas, el mar y la escuela, un viaje en balandra que posiblemente termine en La Guaira y de aquí, por empinados caminos, en Caracas: y al mar de nuevo, la balandra en guerra, y el cabo al tajamar y el salto al valle del pequeño calvario y la alta sierra. 1 Blanco, Andrés Eloy. “A un año de tu luz”. Giraluna. Colección del libro venezolano. Obras de Andrés Eloy Blanco. Caracas: Ed. Cordillera. 78


¿Qué otra ciudad, cercana al tajamar, enclavada en el valle, sitiada por altitudes y cerros pasionarios, podría ser si no Caracas? Si acaso se dudase, la estatua de Bolívar, el dictador, el sometimiento del ciudadano sombrearían el cuadro y los fijarían, como demostración: La ciudad linda, de guirnalda al talle, el bronce amado y el verdugo triste y el silencio del hombre de la calle A partir de este terceto2, el tono elegíaco se hace un puro zumo y el verso se convierte en temblor de espíritu, en un venenoso oficio de rememoración. El del padre muerto, tristísimo, el de la prisión de los “hombres de la casa”, el del encierro y el confinamiento, de una veracidad amarga. Y la presencia de la muerte, su conciencia universal aparecen en aquel, insuperable: Aldebarán, que nos acompañaba, las Pléyades y el mar que las refleja miraron una urna que volaba. 2 aquí hay una frase escrita a máquina que se sobrepone un poco al texto y dice: “de una bonitura semipatriotera”. Quizás haya que insertarla ahí, antes de la coma. 79


Luego hay la fijación , ese motivo repetido, esa casa de San Luis de los Dolores, casa ¿cumanesa? ¿caraqueña? Caraqueña debió ser, porque en ella primero “alzó el lacrimatorio de los pinos / la conciencia de ángel de las flores”, y después, de regreso el poeta a la tierra para asistir al entierro de la madre. En hombros te llevaba el pueblo herido, la múltiple cabeza descubierta, y al pasar por San Luis, tu viejo nido, el mundo de tu amor salió a la puerta y el silencio de un hijo que lloraba metió el pinar en tu cajón de muerta.

Luego la casa con nombre de dolor debió quedar en El Paraíso. En general en el poemario hay una certificación de aquella mística telúrica a que Andrés Eloy Blanco aludía en su discurso con motivo del traslado de los restos de Pérez Bonalde al Panteón Nacional: una conciencia ejercida sobre esta tierra mágica y destinista “donde no es posible separar las andanzas del ser de las andanzas del suelo”.

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Destierro Carrillo Navas Frente al Garona, seguramente en la parte francesa del río, un poeta, dado a la profesión de comerciante, viendo pasar las aves de desplegada pluma, recordó al Guaire, de menos caudal, apenas navegable para la época por juncos y…..1 , pero cuyos guijarros y “menuda arcilla”, los enbaradios orillas y el luminiscente aire de la zona le hacían volar, de modo “entusiasta”, como corresponde a un poeta-comerciante, el pensamiento hacia las “patrias riberas” (Tristezas y deseos, 115-117) Am nito al pacer cerrado el de Caracas, de cuya presencia, o ausencia, los poetas no dan más registro que los ríos que cruzan el valle o el monte empinado, esta vez, como en Gutiérrez Coll, hay la mención del Ávila. Escaso mundo interior, tejido de la infancia al que no se le ve el hilo de sueños, conceptualización pobre, Carrillo Navas en su poesía se limita a vestir con más o menos 1

Espacio en blanco en el original 82


propiedad la evocaciテウn y he allテュ que el テ」ila y el Guaire son los primeros (y テコnicos) adornos.

83



Churrión destierro En Burdeos vivó Luis Churión y allí escribió su “Soliloquio”1. Posiblemente en Burdeos, después de su visita a la Iglesia de Santa Cruz y contemplando el fluir del Garona, concibió “Tristezas y deseos” Carrillo Navas, pues había desempeñado el consulado venezolano en esa ciudad. Y si éste deseaba cruzar raudo la “terrenal esfera” en una época en que no había Jets, sino vuelos del pensamiento, aquél fija la mirada en Burdeos, mira su lucimiento secular, los edificios “hechos ya de basalto / por un llover continuo”, y siente una separación, un alejamiento entre los vecinos, metidos en su mundo, y él, perteneciente a otro. Algo, una motivación momentánea, lo arrancó de estado frío, sin lazos. Un vivo tropel de alondras – o reales o metafóricos – ha entrado en su cuarto y, unido a las notas del viejo piano, y entonces el 1 Churión, Luis. “Soliloquio”. Voces en el sendero. Caracas: Tip. La Nación, 1941. 169-171. 85


temblor.2 Con un intimismo regocijado, goce casi religioso, tan pou sto a la sonoridad as aciento3 luctuoso del Gutiérrez Coll de………..4 , Churión cae, con una fluidez musical y un apagamiento y una tenuidad conmovedoras, en el “suave airecillo” de una mañana avileña. La confidencia, la imagen brota de su cueva amorosa, sin ruido. Se mira a sí mismo en la época de estudiante, saboreando el café, con el libro bajo el brazo, en ascenso por la Calle Real (¿o irreal?), mientras le fija un ritmo al verso acompañado al repique de los pies. Mientras asciende por la montaña ideal, que es la del tiempo ido, regresan los lecheros. Ya para completar ese paisaje de neblina, una melodía de evocación prisionera : la jaula, el canario, la gota de agua, todo aquel que apenas suena, que canta en la soledad, dulce aletear de espíritu. La imagen final una colegiala rubia y mi corazón todo joven que se un cantar, incendia el brillo de la maravillosa 2 Al margen de este párrafo hay una anotación en bolígrafo que dice:”Sartre”. 3 Palabras no identificadas 4 Así en el original 86


Lámpara de Aladino (169-171)

Cómo es la “luz de agosto” en Washington? Debe ser clara, sin embozamientos, porque en el poema “Agosto” 5 , Churión dice que es fiesta de los cielos y siente su llegada a la piel como si fuera del trópico esa luz. Y más es la “misma” de su niñez, la de “mi urbe y mis campos”, que penetraba por entre el ramaje de los guamos, y bailaba por estos aires en las “mañanas únicas” del Anauco. La asociación entre una y otra luz es el desencadenante de esta evocación caraqueña, finamente urdida, llena de sensaciones todavía vivas en el alma, maravillosamente sacadas a flote. La luz, cuando se da entera, sin velos ni enniblamientos , produce el efecto esclarecedor de las cosas, relieva su contorno y precisa su presencia. A diferencia de la lluvia, que encapota los sentimientos, la luz es capaz de arrancar, como en Churión, a los objetos y los seres de su oscuridad y brindar en el poeta metáforas nítidas, sin confusiones, El astromelio de la Casa Blanca, “capitán de auroras”, y los gárrulos gorriones, enlazan inmediatamente con los bucares del Anauco y el “solo arpegio” de los cucaracheros. Ya de aquí en adelante, todo se precisa, las chicharras en la hacienda San Bernardino, 5 Churión, Luis. “Agosto”. Voces en el sendero. Caracas: Tip. La Nación, 1941. 141. 87


y las flores del capacho. Y termina asĂ­: Me sabe a mango y me hiele a suelda en suelda , la flor azul del Anauco

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Universidad Posiblemente golpeado por la ocupación militar de la Universidad, Arnoldo Molina forzó los recursos de la expresión de modo que le sirvieran para condenar el atropello de quienes “mancillaron la virginal estirpe” y “traicionaron el patrimonio noble de sus hijos”. Al seguir el camino sellado por Ravell, el de la acusación política, y por el de la Guardia y Estévez, de una épica civil, Molina no añadió nada, como si fuere un catálogo de insultos y de lamentos con francas tendencias lacrimógenas. El Alma Mater queda en su poema personificada como una mujer que llora apenas contempla la desolación dejada por los “camiones militares”, lo que también es pretexto para que el poeta camine entre papeles y lágrimas “recordando las voces juveniles del ayer”. Si alguna vez el sincero dolor ante el atropello requirió de la poesía favores, y los logró infortunadamente, este caso figura entre ellos. Nota sobre: Molina, Arnoldo. “El Alma Mater después” Lírica Hispana. N°292. Caracas, Año XXIV. Oct. 1967. 47-48 90


Universidad, Spinetti Dini Conferencia universitaria está representada el 10 de febrero de 1927 en la Universidad de Caracas (Hambre…. Caracas. Edición del Ministerio de Educación. Dir. De Cultura y Bellas Artes. 1957. P 100-102). Una vez más, dentro de una forma peculiar de concebir la poesía, encontramos el verso con finalidad política precisa, el sentido reformista, el afán de delatar la realidad social, con sus divisiones clasistas, sus luchas partidistas, sus hechos históricos. El 10 de febrero, en Caracas, tal como lo busca reflejar el poema, fue un día de muerte que otros poetas consideraron deber suyo cantar y algunos novelistas narrar, como Uslar Pietri cuatro décadas después lo hizo en Un retrato en la geografía… Una estrofa bastará para demostrar el recurso periodístico, noticioso, de que se vale Spinetti para presentar el suceso, y su cándida posición entre la maldad y la bondad, lo feo y lo bello, el Estado y la Universidad: ¿Qué trágica fuerza, 91


que fuerza maldita pudo de manera tan alegre y torpe, presionar los gatillos homicidas, que así cayeron sobre las baldosas universitarias junto a las simientes que gestan la encina las que gestan las rosas delicadas? Y lo que es esta estrofa, es todo el poema, un ritmo vindicatorio, un afán de apóstrofe y exaltación rigurosamente alternativo. Impregnada todavía de la eficiencia heroica de la pose decimonónica en los Sucres figuran al lado de los Bellos y los Vargas, reflejo así mismo de la épica civil que empezó a perfilarse el 36, el defecto de este poema (y muchos otros) de Spinetti es su carencia de fulgor, de libertad, de temple. Subsiste la mentalidad sobre la gracia poética y subsiste el carácter servicial de la poesía, con un amontonamiento facilista de sustantivitos y adjetivos del tipo Libertad, Patria, hienas, canallas, Justicia, tiránica, Humanidad, bandera. Sobre Eutimio Rivas también escribieron poetas de cuarta y de primer rango. Estanislao Sifontes es un ejemplo de la retórica política mientras Otto De Sola –En otros poemas excepcional– de la concesión al momento, de la nivelación mediocre y el servil literario. 92


En “Fantoches” del 18 de febrero de 1936 apareció el poema 14 de febrero de Sifontes, y en Estampa del 14 de Febrero de Otto De Sola. Sifontes tiene la audacia de calificar responso una atropellante cursilería rimada en las que, como aparecía inevitable, las balas son acusadas de “asesinas” y [vv] es urgida a cantar el Bravo Pueblo. De Sola, por su parte, también nombra banderas, gloria, Patria, aunque los primeros versos se salvan parcialmente de la inquietud poética: Ahí está tendido bajo los árboles sobre la yerba húmeda, con la muerte empozada en la carne, Domingo, el indio alfarero. Alberto Ravell le imprimió a su poesía un sesgo periodístico que evidentemente la daña . Lenguaje con intensiones de crudeza, por intermedio del él intenta mostrar una realidad desnuda y naturalista. Su Latir del Estudiante es del 28 y su circunstancia pintado a trazos, en imágenes descriptivas; pero se ve que no es el idioma del 28, la vanguardia, sino la incorporación que la poesía social hizo en la década del 30: vocablos sediciosos, con sintaxis fácil y verso largo, increpaciones y voces acusadoras. En algún momento la retorica se hace más sopor93


table, aunque siempre difícil de aceptar como verdadera categoría poética. Por ejemplo: Latir del estudiante: Grillo de sesenta libras -Inversión sexual de los aradosCon su reminiscencia de foxtroles y de charleston (La India, Tea Room, Chez Becker, en el andar torpe de la muchacha) (122-23) Si se olvida la comparación de mal gusto, por lo demás no excepcional en otras estrofas y poemas, como esa de llamar a los grillos “inversión sexual de los arados” si se hace caso omiso de la afición por las palabras fuertes cuya derivación ideológica parece provenir del sexo y de la revolución, “Latir del Estudiante” tiene el valor relativo de expresar ciertas inquietudes de la juventud de año 28. Vemos la Caracas de los sitios elegantes (la India, Chez Becker) enfrentada a las plazas de arrabal, con sus mercados populares y a la de los estudiantes que empezaban a ensayar el peligroso juego de la revolución con un vocabulario romántico y ayuno de contenido histórico. Y adicionalmente, el ambiente exótico, importado, de la década petrolera: el fox, el charleston. 94


Ravell fue una naturaleza violenta, y su fonación no se caracterizó por la homogeneidad y la doctrina. Tuvo una debilidad exagerada por el heroísmo, por los gestos y de allí que su escasa poesía instase grabarlos en la memoria del pueblo. “El latir del Estudiante” es parte de sus apuntes poéticos sobre la Universidad caraqueña que a partir de 1928 se regó en La Rotunda, en el Castillo Libertador o en la carretera. Unos de sus poemas, justamente, se titula “A los estudiantes en la carretera”. Estampas. Caracas. Tipo Garrido 1938 p. 134 y es un saludo a quienes fueron sometidos a trabajos forzados pero tuvieron la dicha de inclinarse sobre el libro de estudio. Hermanos: Yo no he paseado como vosotros, mis veinte años inquietos por el antiguo claustro de la Universidad, ni encendido en asombro mis pupilas tempranas, sobre los viejos textos del derecho romano. ¿Es esto poesía? Un tipo de poesía, poesía social como se le denominó a partir de 1936.

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Es la poesía que trabajó también Spinetti Dini y1

1 Incompleto 96


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JSH Carcel De las pocas poesías publicadas que tuvieron su origen y hasta su propósito en los sótanos de Las Brusas, de Bello Monte, está “Tigre sin sol”, de Jesús Sanoja Hernández (Revista Sol Cuello Cortado, N° 2, enero 1965) Instantánea de Caracas del Septiembre del 63, remite su extraño título a una combinación de la palabra “Tigre” (tigrito, son las celdas de castigo en las cárceles venezolanas desde el siglo XIX) con la realidad física del sol, que no penetra en aquellos sitios. La mezcla de la prosa ante elementos flexibles de la lengua cotidiana, slogans políticos y de experiencias turbias, están presentes en este poema: Dame la F, un gran sonido, la celda que se abre la entrada del sol, al fin el sol, el de siempre, sol de orina persa y pan con moho, chillando en el ce mento buscando el ojo menos vivo o la conciencia sin escape. 99


En el momento que fue escrito el poema, 485 personajes estaban hacinadas en el calabozo N° 1, con dimensiones aproximadas de 15 x 12 metros y otras encerradas en las celdas menores, incluida una terrible, para niños y adolescentes que manejaban el “argot” político hamponil con una destreza insuperable. También las jefaturas civiles estaban abarrotadas de presos políticos, como la de San Agustín, sostenida a soledad en medio de las ruinas de El Conde, cobertura de ladrillos, yerbas y suciedad, y en donde el joven que recitaba al caer la tarde no intuyó su (ilegible) próxima muerte, en una balacera en Maracaibo, producto de este caos que desde Caracas invadió a Venezuela como pus fluente y pegadizo.

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Guaire Ciñéndola por lo que hasta el siglo XIX fue el sur, el Guaire atraviesa ahora Caracas, convertido en un depósito de inmundicias y en un caudal marrón oscuro, castaña maloliente, masa informe de troncos y tablas, residuos de objetos, heces, que en época de lluvias se da el lujo de desbordarse el inundar, con un furor miasmático, barrios como El Conde o San Agustín, muchos de los cuales además se convierten en lodazales con el deslizamiento de carros y la prisión que en las calles forman los objetos encontrados, sin desagüe, en atropello. Escarnio para el olfato y biografía que el ojo hace en un momento de estado social de los habitantes de estos barrios, el Guaire, en época de lluvias es un cateo de la ciudad nueva, el muestrario de sus desigualdades, el estrato inferior del urbanismo marginal. Aún la protección del alejamiento, sin murallas ni sistemas de desagüe, las casuchas a pie de cerro o las viviendas de una clase media sórdida deben soportar el oleaje semisólido, pegajoso del Guaire em102


bravecido, y la impertinencia de sus aguas con detritus. O los ranchos, al borde mismo del río, y de otras quebradas, hacen prodigio de equilibrio y soportar la presión de este reino que no conoció la asepsia, la higiene. Caracas a diferencia de ciudades industriales donde el río sirve de depósitos a los sobrantes desembucha por sus ríos el exceso de una sociedad de consumo, latas, desperdicios alimenticios, envoltorios, cajas y los troncos y una naturaleza cada vez más muerta y desolada.

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Sin título La burguesía donó a la literatura de espectáculo la revista “Haoma” por cuyas páginas cruzan alusiones místicas, estridencias londinenses y folclorismo aclimatado en idioma inglés. En este popurrí los indios yaruros aparecen al lado de un “Dios extraditado”, la patota Milky Way junto a los intelectuales de El Viñedo (ellos incluidos), los vagos del Guaire (¿es que hay vagos por las orillas del Guaire?) Junto a las cabareteras del Patio Andaluz. Una sospechosa actitud poética que podría definirse como un juego escénico montando en el Este de la ciudad por “provos” y diletantes, crece en medio de los poemas, notas e ilustraciones de “Haoma”: estos jóvenes hippies no parecen haber olido una cloaca de Catia destapada ni trepado por uno de los cerros del oeste. Su vagancia de espíritu es oriental y con mayúscula; Gran Fraternidad, Patio Andaluz. Éter, valores que circulan con velocidad inusitada en la nueva bolsa estética y en el mercado del esnobismo. Nuestra ciudad no podía ser 105


ciudad sin “hippies”, si ya tenía a su calle de vitrinas, sus discotecas, sus librerías extranjeras, sus testigos de civilización oriental, su riqueza ambulatoria. Como vinieron los hippies. Vinieron al Centro Comercial Chacaíto con sus 125 negocios esplendorosos, nido de anticuarios y futuristas, de cafés y ventas de carteles, de Pierre Cardin y supermercados, de pasajes subterráneos y vidrios brillantísimos.

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Samán (flora) y chaguaramo Todavía existe. Está allí, en la zona que antes fue elogiada, casi corazón de la Caracas del pasado. Existe todavía el Samán de la Trinidad cantado por Bello (A un Samán) y para el cual vaticinaba “otra edades” que lo verían más lozano, con sombra más amigable. Por esos sitios de lo que es hoy parroquia de la Pastora, por las riberas del Catuche, paseaba Bello en sus años caraqueños. Era cristalino el río entonces (del puro Catuche al margen) y la ciudad un apacible en valle colonial. Y como lo cuenta Bello en el romance, el Samán de la Trinidad era hijo del Samán de Güere, testigo presencial de la muerte, del luto, de la sangre, y que “en apartado sitio reinas”, como en el valle aragüeño. Pues ni el Padre ni el hijo han desaparecido con el siglo XX, y si el de Güere transformado en árbol nacional, patrimonio patriótico, el de la Trinidad vivió momentos de esplendor. Cerca de él hubo tumultos cuando el alzamiento del Cuartel San Carlos; por allá acamparon quienes concurrieron a las 108


grandes manifestaciones obreras y políticas en los años 1950 y 1958; y junto a él, viéndolo aprisionado bajo el puente entre el agua casi estancada, los periodistas de varios diarios han pasado noches y tardes desapacibles. López Baralt. El chaguaramo en el Cojo. Año XXII. 10 de agosto de 1913 López Baralt exalta al chaguaramo en un soneto de filigranado modernismo, de palabras extraviadas de la botánica, aunque de alguna belleza interna que proviene de las comparaciones dinámicas y gráficas. Pasando por encima de vocablos como “oreodoxas” , listelos , espádice o tamo, evidentemente localizados en diccionarios especializados, encontrando una descripción exacta de este árbol empenachado del que Churión dejó el más armónico recuerdo y Rondón Sotillo alguna imagen viva, y vegetal, orgullosa figura de la literatura criollizante en la que, bajo forma modernista, penetra en lo nativo, como el Díaz Rodriguez de “Sermones líricos” o Urbaneja Achelpohl de Los Abuelos… Metáforas de pedrería, francamente apretujadas, doman el soneto (“lleva un estuche de esmeralda viva” o “cual si joyas fueran de una diva) Cuyo término es un terceto de asociación religiosa. 109


En columnario elévase el Guaire fingiendo el peristilo, alzado al aire, de un templo cuya bóveda es el cielo. El tronco cubierto verde, al lucir en estuche esmeralda viva finge como “nota esmeralda” en Churión (Panorama Criollo, 150). El Chaguaramo fue, en Puente Hierro, a orillas del Guaire, en la vieja carretera del Este, signo de un altivo trópico dentro del templado valle. Ha ido muriendo poco a poco (como...) , urbanizaciones como El Rosal o La Castellana. Demasiado Alto para brindar sombra acogedora, entraña sin embargo el orgullo, el pecado capital de la flora.

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Guaire (2) Fombona Pachano populariza de modo insólito el verso para canta un Guaire, que ya no es río cristalino ni sitio de paseo y confidencias sino voz de la ciudad: Dame un romance Orinoco, Apure, dame un corrío mi Guaire, dame una colla para cantar lo que digo La Queja, en Colecciones Anteo. Antología Fluvial

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Conquista En un libro editado por el Instituto Venezolano de Cultura Hispánica (Caracas, soledad. Artegráfica C.A. 1961, 736p) y prologado por el Padre Barnola, el trujillano Ramón Urdaneta acomete la tarea ciclópea de organizar verticalmente la historia de Caracas, yendo más lejos en materia cronológica que lo intentado por otros, pues los primeros cantos son un imaginario recorrido por el valle de los Caracas muy antes de que Fajardo y Losada penetraran hasta él y fundarán hato o población alguna. De este modo el Canto I es una edénica visión, con “paz vegetal”, trinos y melodías, así se prolonga en los cantos II, III, IV y hasta el IX, en el que creemos ver la entrada de los conquistadores a estas tierras por las que Urdaneta hace desfilar, para un [ilegible] especie de nueva creación, vocablos especializados y arcaicos, giros sin flexibilidad, en una especie de retórica prólogo , vocablos como “megaterio”, “protones”, “neutrones”, “inconvertible”. “jeringuilla”, “amonitas”, “primario”, y palabras 114


compuestas de dudosa eficacia poética, como mastodontes, mundo-carne, molécula-ser, mundos-complementos, proliferan en esos cantos introductorios que no logran, pese al esfuerzo del autor, crear un clima previo de mágica belleza, de presencia y anuncio. Ya queda dicho, el canto IX podría interpretarse como la entrada de los guerreros españoles a suelo de los Caracas y su despliegue frente a los pobladores autóctonos. En este canto el verso se hace menos duro y adquiere no reprochable precisión descriptiva: --- Marchan por mil caminos de espuma y de delirio asientan sus andanadas de triunfo, sudorosos y nuevamente asientan sus posadas porque la lucha es fiera y se rasga combate de energías el impoluto paisaje de la espera Nótese sin embargo, y de ello dan fe los dos últimos versos, la tendencia de Urdaneta a alargarlos, no busca de ductilidad y brillo poético, sino de explicación y exceso. El resto del canto insiste en esta visión y en el asombro que ella va produciendo en quienes hallan la nueva tierra. 115


El canto X es una captación al ojo, sin detalles ni nombres, del abandono de la tierra por los indios (“voluntarios se marchan, tras las huestes del humo”), luego de una lucha desigual con [ilegible] quienes lo superaban en armas y arte guerrero. No deja de tener versos de acierto este canto pero lamentablemente los que dan remate son de un prosaísmo caprichoso. En efecto, “voz espiritual de la consciencia” busca enraizarse en el mañana para asegurar la permanencia, que viene a ser como un motivo de turismo, aunque le niegue el valor de su símbolo, la antorcha que ilumina el gotear de la patria.

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Cárcel, Pompa (1876-78) En 1876, Elías Calixto Pompa (K. Listo) escribe en La Rotunda su poema “Mis dos cárceles” (versos de K. Listo, 15) en que establecen las paralelas entre la cárcel pública, sombría y en cada puerta un cerrojo con la cárcel del amor. Parecidamente hará Francisco Pimentel (Ver: OC...)1, pero K. Listo introduce un elemento inverso al final de cada estrofa. En la primera, que se refiere a la prisión política, dice: “Vuélveme la libertad” (76) Y en el sentido alude a prisión de amor, el alma, que en vez de cerrojos tiene diamantes y por tanto. “No me libertes jamás”. No podríamos decir con certeza en qué año fue compuesto “El Péndulo”, otro poema carcelario, y si también tuvo origen en La Rotunda, pero es casi seguro que haya sido cerca de 1876 y en la Cárcel Pública. Esta vez el poema no está dedicado a Celia, la amada de “Mis dos cárceles”, sino a Isabel, una mujer que cumplía años. El 1

La referencia no se halla reseñada 118


poema es disertativo y con intenciones filosóficas toscamente esbozadas. El motivo desencadenante, el péndulo el reloj de la cárcel que al ir a hace tac-tic y el venir hace tic-tac. Ese ir y venir revelan a Pompa como el tiempo y la vida existen, y da intento de pensamiento libre, de imaginación en vuelo, le recuerdan la perdida libertad. Pero los poetas (malos o buenos) gozan de un privilegio y Pompa cree encontrarlo, en medio de la triste soledad, en producir “estos versos sin estilo” para desear a Isabel, no el amor, no la ventura, no la riqueza, no las virtudes, que en orden escalonado parece poseer Isabel, sino el escenario de ese momento amargo que es oír forzado un péndulo y su tic-tac. Potentini 1886 fue un año de peticiones para Potentini, también 1887. En marzo data un epigrama así: Rotunda de Caracas, marzo de 1887. En aquel dice: Héroe del deber cumplido Es un título profundo; héroe del pagar no ha sido, ¿quién no sabe que se ha ido debiéndole a todo el mundo? 119


1887 es el año de “El yunque” como 1886 el del movimiento del pinista . El yunque, periódico tabloide, desafiante, cáustico, vendido a precios populares, contribuyó decididamente a la liquidación del “mito Guzmán”, ahora en que su tercer período de gobierno, luego de haber fundado la “paz de la República” en el Septenio y deslumbrado Caracas con el quinquenio de las fiestas patrióticas y las reformas constitucionales. Guzmán había engendrado sus propios enemigos, y la juventud era el más fuerte de todos. El primer número de “El Yunque” apareció el 11 de febrero de 1887 y su lema era “el Presidente es el yunque del porvenir” tomado de Víctor Hugo. Sus redactores responsables: Luis Correa Flínter y José M. López; el editor: Potentini. Tal periódico ganó el corazón de Caracas. Guzmán encarceló a Correa Flínter y a José Mercedes López, y en el N°12, correspondiente al 26 de febrero, se lee: redactores encarcelados: Correa Flínter y José M. López; editor José Antonio Espinoza; redactores responsables: J. R. Silva Bonalde, Tomás Ignacio Potentini, todos alzan firma en la nota de protesta por la prisión de sus compañeros. El día 28, en el N°13, los redactores encarcelados suman cinco y añaden ahora a Silva Bonalde y Potentini; así como Pedro Innes, que no tuvo tiempo de ejercer el cargo ni un minuto. Ocupan el puesto Eduardo Peer y Ed. O Brien, quienes redactan 120


otras notas de protesta. Justo ahora –comienzo de marzo– es como Potentini escribe su epigrama contra Crespo. Los cinco rectores (y otros jóvenes salen en libertad el 11 de marzo y se encargan del periódico. En el N° 42, correspondiente al 4 de abril, inserta El Yunque protesta por la presión de O Brien y Peer ahora redactores de La Fragua. Queda en suspenso –no sabemos por cuales causas–la salida de El Yunque. Veintitrés días después, circula una hoja con el nombre de Yunque –N°44, 27 de abril–, con esta advertencia “IMPRENTA DE EL YUNQUE, arrebatada a la policía y escondida en las entrañas de la tierra. Teléfono subterráneo” Estos métodos francamente subversivos, tiene gran agilidad para la conspiración ideológica , producirían el efecto de un terremoto político en Caracas. Guzmán vacilaba, mientras sus partidarios se escondían en clanes rivales. J Key Ayala comenta que la popularidad (Letras de Venezuela. O C, P.70) fue tan grande que la multitud se congregaba a las puertas de la imprenta en espera de la salida del diario y que Guzmán en pleno centro de la ciudad, llegó a pagar un peso fuerte, o sea, 40 veces su valor, por un ejemplar del periódico.

Pero en septiembre –luego de publicar epigramas 121


contra todos los guzmancistas– está de nuevo en la Rotunda, y allí en ese mes escribió otros ataques contra el régimen a propósito de la “Cuestión Guyana”. ¿Pregúntale a tu señor Patria por qué la Inglaterra Se roba impunemente tu tierra (63) Versos que culminan con un juego de palabras sobre el honor patrio y los ministros ingleses. No fueron las único escritos en La Rotunda, donde por lo demás los jóvenes de entonces hacían torneos satirismos y malabarismos de humor en torno a los vicios de la época y de los gobernantes. Ni tampoco Potentini cesó aquí en su carrera de demostrar a los políticos y aventureros. Pero hemos dado cuenta de ellos para señalar cuán poco quedó de estos ejercicios de epigrafía carcelaria, que en su momento se tenía como dinamita política y ejemplo de versificación fácil y que en la lejanía nos impresiona débilmente. El cerrar los ojos, la actitud de duermevela y el sueño en la poesía de los encarcelados de La Rotunda, desde el tosquísimo K. Listo hasta el descollado Job Pim, produ122


ce asociaciones aéreas reveladoras del afán de libertad. El avión que pasa por un cielo no visto, en Job Pim; en la madre imaginada de Pocaterra y las visiones de Blanco Fombona, bien sea la inapresable que le vino entre olor de rosas, bien ésta de un jardín encantado con magnolias y verbenas, son sensaciones de atmósfera, de elemento aéreo, que tiene su origen profundo en la identidad aire-libertad. La contraposición –es decir, el claustro–acentúan su elemento nocturno, sin olores ni vaguedades vaporosas, denso, reptante, bíblicamente condenado, en los grillos. La Rotunda ni fue la torre de las contemplaciones, ni la soledad murada; fue además, como un engarce a la tierra, el grillo. Y no pudiendo el cuerpo levantarse hasta lo alto, y no siendo factible la levitación, se produce el vuelo de Psiquis. Altea el alma y pretende transmigrar. Alas (de allí aleteo)(texto) inútiles le dan título a dos de sus poemas, de forma diferente, pero confirmadores de la fijación aérea del poeta. “Ya no soy el que era”, dice, y pasa más abajo a mirarse como crucificado, otro de los símbolos reiterados en los poetas de La Rotunda. Blanco Fombona no sólo llama Crucifixión a una de las partes de su poemario, sino también a uno de los poemas, y no en vano acomete tercamente el sentido analógico de la crucifixión y el ala desplegada, fijas, inútiles, en varios 123


poemas. Mi corazón se muere en cruz. Tengo cien años ¡Qué pronto! Ya no soy aquel. Este Blanco Fombona; cuán lejos del panfletario en prosa y en poesía, amigo de la diatriba, subsidiario de un arte servil más que en servicial. No hiere a otro como a él mismo y sangra con piadosa pasión. Esta clavado, mártir. Es la sensación expresada en el poema “Crucifixión”. El alma que en parte “está encerrada en cuadro de dos y medio metros” (Crucifixión), en “Alas inútiles” (87-88) ha caído en la oscuridad al así como el cuerpo en la nada. “Me privan de cielo”, musita. El cielo, es decir el aire para el cual no hay alas: Y en tanto … ¡sentir este anhelo de vuelo de canto! 87-88 En “Némesis” –título de otro poema–, (89, 90) Blanco Fombona abandona estos símbolos y cae de lleno en una poesía militante. Odios, penas, ojo por ojo totalitario. No resiste la comparación este tipo de poesía (dife124


rente de la prosa antigomecista de la Bella y la Fiera) con las asociaciones aéreas. En cambio, que no por directa la poesía se debilita. En “Diálogo sin más ni menos”, se respira una concreción vital. Haya algo como de José Asunción Silva (“me consume un dolor intercostal” o “ ese temor si por sulfonal viene es tricninia2 Otro poema “Canción y luna” trata de resumir ese instante de emoción en que: Diana su blanca lluvia de azucenas llueve sobre la tétrica rotunda (49-50) Bien logrado, mal logrado, en cualquier caso los aciertos metafóricos en Blanco Fombona carcelario se ven pervertidos por adjetivos como “tétrica” que no añade en absoluto nada que antes no se supiera de La Rotunda y que poéticamente resulta pobre, como otros tantos adjetivos de Blanco Fombona desplegados por cantos, muchos de gran altura lírica, perjudicándolos. En “Canción y luna”, visto que la luna equivale a lluvia de azucenas, faltaría la canción para aclarar el canto: hela allí, en labios del presidiario, “al son de la guitarra gemebunda”. Melancoliza Blanco Fombona y sin embargo, se le 2

Así en el original 125


concede como ventaja, pues el sitio no es para menos, allí donde toda la incomodidad tiene su asiento y toda esperanza su acomodo. “La visión” (55-56) sí logra un estado de vaguedad y de ilusiones –esa ventana hacia el mundo y el sueño de las cárceles–, en un idioma de términos, sin estridencias. Lo despierta de pronto un olor de rosas y un batir de alas:

Me despertaron no; que no dormía

Y la visión que en ese instante lo acosa y hasta él llega, fragante, desaparece. Era … La que era! Y no la conocía! Otro, “ El madrigal de las lágrimas”, compuesto de hexasílabos añorantes, imagina a la amada regando macetas, o al piano, pero él no desea que el llanto monje su pena aunque fueran para él bálsamo en su prisión y tristeza. En “Bastaría un terno” invoca una trinidad.

Becquer, Heine, Verlaine, vuestros pesares cupieron en minúsculas canciones: amor negros y profundos mares 126


Así otras composiciones breves, como “Palomita mensajera” 75-76 La tercera parte de los “Cantos de Prisión” incluye “El vuelo de psiquis” (81-82), “Las Alas Inútiles” (8384), “La crucifixión” (que así se llama la tercera parte también), otra vez “La Alas Inútiles” (87-88), Némesis (89-90), “La vara absurda” (...) , “Diálogo sin más ni menos” (...) . En “”El vuelo de la Psiquis” trata de desplegar las alas en medio del calabozo que abruma, pero se rompen las alas contra los cuatro muros. Seguidamente de modo muy poético, sin lazos comparativos, relaciona su prisión en La Rotunda con un sepulcro de vivos:

¡En sepulcro! y ¡viviente! Son eternos los días! Los grillos y los espías delatan su condición irredimible de hombre aprisionado Pero al cerrar los ojos: (luz, campo, cielo) miro romperse las cadenas.

Si algún poeta no pudo abandonar esta prisión en La Rotunda fue Blanco Fombona. Se le quedó grabada para siempre. La recuerdan en prólogos, en artículos, en novelas. Sus descripciones son de una veracidad extraordinaria y, de quererlo podríamos usarla para fundamentar 127


el aspecto genético de su poesía. En la misma Introducción de Antes de la prisión y del destierro (ojo: por otros llamados Cantos de la prisión y del destierro) hace una amplia información acerca de La Rotunda, su concepción panóptica, los patios, los pasadizos. Una de las partes más conmovedoras es la descripción del patio donde “los presos han sembrado en latas de kerosén algunas matas o hierbas medicinales: saúco, yerbabuena, cilantro; y algunas flores: amarillo claveles de muerto, campanillas azules, capachos de un rojo detonante. Pero todo aquello es melancólico y desabrido.” Esta era la rotunda al de 1909, que a través de flores y geometrías curiosas, produjo en la poesía carcelaria de Blanco muchas asociaciones visuales y olfativas; pero no fue La Rotunda de más tarde. Gómez entenebreció aún más. Entonces sí pasó ser lo que en prosa baja se llamó “antro dantesco”. Para algunos de los que estuvieron encerrados (Blanco Fombona entre ellos) en La Rotunda, ésta les pareció como un sepulcro de vivos. La analogía es simple; pero en blanco Fombona, además, encontramos (o cit.) la idea que los muros ocultados daban la impresión de un palomar. He aquí una clave subconsciente del sentido aéreo (paloma) frente al enterramiento vivo (ocultación) 128


(Miguel Otero) Vicente Álamo Ibarra es otro de los poetas que como Blanco Fombona, Pocaterra y Job Pim dejaron estimable poesía escrita en La Rotunda alusiva a la libertad, a la vida en la cárcel, a Caracas. El libro de Álamo Ibarra (Selva Encantada, 1941) contiene entre otras, “No duermas todavía” (23-24), “Azul y negro” (31), “Vindicación” (42-43), “Mensaje” (40-41), “A nuestro verdugo” (44-45), “Nocturno” (49-50) “No duermas todavía” escrito en pareados, en 1918, reproduce con fuertes temblores, con descalabro místico, la situación. Repite la idea de la Crucifixión, el Crucificado y en algunos instantes parece inspirarse en las visiones de Heine. Me miro en ultratumba, razonó con los muertos. Los miro pensativos, con los ojos abiertos. Al estado de somnolencia y luego el de dormición pura, con sucesión de imágenes fúnebres y anhelos místicos, ha llegado Álamo Ibarra por el estímulo de 3 factores externos: 1) La agonía de la tarde; 2) La lluvia tediosa; 3) El silencio. El flujo cordial y desintoxicante de 129


estos elementos van provocando un estado de letargia que en una cárcel como La Rotunda, la pesadez de los grilletes y la extenuación física y debieron llevar a un límite último. El sueño –“Dormir es morir”, dice Álamo con Shakespeare– provoca un paisaje de desnudez absoluta, no sólo en la eternidad, tan pobre para un enclaustrado (apenas las cuatro paredes, en semioscuridad) , sino en la interioridad. Por eso Álamo habla de los árboles escuetos de su jardín interno.

Agoniza la tarde. Los árboles escuetos de mi jardín interno, semejan esqueletos.

Es muy difícil suponer y la inautenticidad en poesías que hayan surgido de situaciones de gran desgarradura existencial como las vividas por Pocaterra, Blanco Fombona o Álamo. Tampoco significa esta negación que no pueda haberse escrito poesía inauténtica en La Rotunda. Mas, éste puede más auténtico. Ya se verá como otros, no, y por qué. El tono doliente se prolonga en “Azul y negro”, dedicado al Mayor Ruperto Velasco, pero en esta ocasión un afán de filosofía de la vida (el sarcasmo del Ministerio, la ley fatal de lo Profundo) dañan considerablemente la 130


fluencia del sentimiento y le otorgan una cobertura formal seudomediática, colada a través de palabras-trucos, en su mayoría generalizantes, sin concreciones objetivas o subjetivas: pensamiento, fatalismo, destino, Arcano, Abismo. Etc. Un descenso a la prosa arrítmica, si musicalidad, con interés reformador ante el vicio, aleccionante, lo encontramos en “A nuestro verdugo” (44-45), que está muy lejos de ser un canto compasivo al victimario, o la huella de impresiones momentáneas. Pretender ser una foto del mundo,3 del terrible carcelero Santiago Maldonado Parra (alias Coronel Purgante), jefe de La Rotunda durante muchos años, y está dedicada, como para que su historia profanada por el bueno y el malo, a Luis Rafael Pimentel, capitán y mártir, antítesis del verdugo. El retrato físico no podía ser más detallista (hombre pequeño, rostro inalterable, mirada torva, bigotes chinescos, que se presentan a la hora de la requisa acompañado por los guardias) ni el moral más antipoético: tigre suelto, espíritu malvado, labios infames, animal con garras. Estamos de frente a la poesía que no es poesía y acaso encontramos explicación ahora a la inautenticidad, aunque nazca 3

Texto escrito a mano. Parece decir Álamo. 131


de profundas pasiones interiores. Es que la poesía aquí se está poniendo al servicio de algo, tratando de fijar tipos morales y hacer retratos hablados para la historia. Desciende la palabra a la más vulgar cualidad significativa, sin sesgos ni luces, con pérdida absoluta de la metáfora o de la sugerencia. Tórnase carga de prosaísmos y libelo político. Álamo Ibarra con esto cayó en errores de los que no se salvó Blanco Fombona, por nombrar a quien se tiene por excelente poeta. El gomecismo de ese modo consiguió, además de acabar físicamente a varios poetas venezolanos (Torres Abandero, Eliseo López, en cierto modo Emiliano Hernández y Luis Castro), acabar con su sinceridad expresiva. El afán de insulto se identifica con una pública ofensa a la genuinidad de la expresión “Vindicación”, pudo vindicar ciertamente el aliento poético al tratar de un motivo elegíaco, el de la muerte de José Dolores Ríos cuyo “nombre de bautismo” fue “presagio de tristezas” y el del mal que lo acometieron sus últimos días: la tristeza o la locura . Es un poema, no malo, sí mediocre, con versos como este “te conocí muy joven, eras noble y sincero”. Un intento de recuperación es “Nocturno”, dedicado al Presbítero Antonio (Ver Pocaterra); mas ceñido a la 132


idea, menos imprecación, y un no despreciable esbozo del clima de muerte. Otra vez la noche trae “la paz envidiable de los cementerios”; y otra vez las campanas; otra vez el silencio. De ese modo el nombre de “Nocturno” alude más que a clasificación preceptiva a una buscada atmósfera situacional, en efecto se logra a través de valores de escenografía romántica, de palabras tipificadas en el léxico (ilegble) . La mariposa de alas negras, el cementerio, las tinieblas, el silencio sepulcral, ambientan un cuadro de estructura romántica en una poesía que intenta dar la sensación de muerte. El dominio de la antiluz, del claustro y la dolencia está logrado. Todo es sueño, aún en la ciudad, en esa Caracas que no se nombra y se intuye. En otros pareados, evocación y presencia de la Madre. Álamo toca la misma nota de muerte y persiste en la utilización de palabras totales (vida, cristianismo, angustia, muerte.) Lo describió el 11 de noviembre 1915 cuando…4

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Incompleto. Al final hay una nota escrita a mano: “buscar fotos” 133


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Job Pim 5 La Caracas de Pérez Bonalde y....1, sensuales, emblemática amante representada en una odalisca o en una sultana, Pimentel invoca a la desesperada una ciudad levatanísca, encarnada en ¡una india brava! De la épica saca Pimentel breve oda, un muestrario de hazañas bélicas y de comparaciones combatientes, porque:

Mi resuena Caracas: no es tiempo de dormir al pie del monte (35)

Salutación reitera el motivo de que el mundo es de los líricos y así fue escrito para apoyar (enaltecer) a Marco Aurelio Herradora. Como el poema anterior, el antigomecismo polémico arrastra a Pimentel a una expresión de no verdadera amargura, de macerada tristeza, sino de imprecación y de oratoria de que [ilegible] Tenemos en 1

Incompleto en el original 141


Guillermo III, turba genuflexa , pólvora, narbairei2, como elemento simplemente negativos de lo (donde) (ilegible )los positivos como Cristo, Tolstoy, el propio Herradora y el lirismo de los idealistas. A tal punto decae estéticamente Pimentel que intercala coletillas como “la estólida piara de proxenetas” y en (ilegible) la rima, desde luego, con palabras como “bayonetas”. En “Esta es mi fuerza” regresa Pimentel a Job Pim; se pone su capa de humorismo y sale a lidiar con una poesía más saludable y menos seria y denunciante; y en “10 de junio”, en octosílabos que manejó siempre con destreza, con motivo del santo de su madre, torna a un intimismo cruento, sin blasfemia ni moralejas. Hermoso ejemplo comparable a los poemas dedicados a Arévalo González y Pedro Manuel Ruiz, “10 de junio” da la pauta de cómo la poesía de amor filial puede evitar lágrimas y melodramas y ser titilante, al expresar un vago sentimiento originado en un profundo dolor. Sin descreimiento, pero también sin fe ciega, este cristiano que siempre que Pimentel habla de la triple cruz de la Madre –los trece hijos presos: él, LuIs Rafa, Tancredo–, del Dios de amor y de los ruegos. La primera estrofa recuerda a Va2

Así en el original 142


llejo, pero Vallejo simple y decantado, rustico: Hoy es el santo de mamá tiene tres hijos en prisión ¡cómo estará su corazón; yo sólo sé cómo estará! De esta prisión (enero 1919 a 31 de diciembre de 1921) hay algunos poemas de temática carcelaria no fechados, como “Día del Carmen” en que juega, como lo había hecho Pompa en 1878?, con la idea de una doble prisión, la de amor y la del odio. El Día del Carmen para él es “dos veces fatídico para mi libertad” –dice – porque Carmelo el nombre del alcaide de la cárcel pública y Carmen el nombre del alcaidesa “ que la cadena perpetua me puso el corazón”. Otro poema de la época es “Paz en mi celda”, variaciones del silencio que se hace en la cárcel cuando suena la campana de las nueve de la noche. Estuvo por segunda en la Rotunda en 1923, de la que hay testimonio poético (?) En 1928, como algunos otros valores intelectuales, solidarizó con las jornadas estudiantiles y hubo de esconderse a instancia de su madre. Escribió entonces –oc143


tubre 1928– su “[Ilegible] heroica” (36) donde canta el ejemplo de José Félix Ribas y mira como ennoblecedor el gesto de la juventud que está en presidio o trabajos forzados. Nuevamente poesía patriótica, antidictatorial, a la que no se le puede exigir rango de permanencia y caso si [ilegible] el servicio que presta. Con la tercera prisión, comenzada en La Rotunda y terminada, por una dolencia que la quejaba, en el Hospital Militar los poemas se divide en los escritos en un lado y en el otro, porque Pimentel era de los que lo descansaba. En La Rotunda, a fines del 28 y largo del 29, compuso versos humorísticos y algunos “graves”. Hay testimonios autógrafos de aquel momento, en que junto a Pimentel firman versos y notas festivas los compañeros de encierro, con Arreza Calatrava, Luís A. Piteri, Guillermo López, Casimiro Vegas, Enrique Mercado. El 26 de abril Job Pim escribe su poema Iraida Regina Blanco, novia de Raúl Carrasquel Valverde, entonces preso. En una de las estrofas humorísticas, dice: Con el suficiente quórum esta sala determina: se nombra a Iraida Regina Regina Manzanillorum 144


Es decir, Reina del Manzanillo, uno de los calabozos más siniestro de La Rotunda, así llamado por el árbol que quedaba enfrente. Los del Hospital Militar corresponden a 1930-31. En “Historia de la enfermedad” hace una autodiagnosis humorística, interesante desde el punto de vista biográfico. Después de decir que lo suyo es úlceus gástrico o gastralgia, señala: En diciembre pasado la adquirí en La Rotunda, –en donde con la tisis, es lo que más abunda– y avanzó , como avanza cualquier enfermedad .... Dolencia de humorista, se dirá con razón, pero en cambio por dentro anda la procesión… No puedo comer bien, ni fumar, ni beber… .... Aquí estaré uno días, unos meses… ¡quién sabe!.. y quizá la mejor es que de ponga grave, pues sino, a La Rotunda volverán de aquí, puesto que La Rotunda no puede estar sin mí. [Ilegible] en el Hospital, 58-59, incluye alusiones a la que luego fue su esposa María Luisa Vegas, y clara re145


ferencia a una de sus visitas es “Cuanto tú vienes”, mayo del 31. Ese día se perfuma el inodoro día hostil del hospital. Viernes Santo de 1931, escribe “Plegaria”, donde canta al amor por la amada, y no lo compara con el amor de Dios, pero solicita de Él piadosa comprensión. “Versos para mi Luisa”, de menor categoría lírica, insiste en el tema, mientras “Una hermana” (60) dedicándolo a una Hermana de la Caridad.

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La Rotunda Además de la “Balada”, Leoncio Martínez escribe “La una en la cárcel”, p. 23 que al soponcio de la hora, que todo parece abrumar, junta la lenta rutina espiritual provocada por el encierro, una crecida forma de soledad y ocio: En el sopor de siesta de La Rotunda como piedra en un pozo, cayó la una No hay atuendo en esta poesía y sí una ambientación de modorra, de fastidio que flota. Pareciera como si la forma nacida en la cárcel gustara de la desnudez y se despojara de adornos. Otro tema carcelario: DIFERENCIAS DE SÍMBOLO. 149


En CĂĄrcel del Obispo, p. 94, con motivo de encarcelamiento de Manuel MartĂ­nez en 1938

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Juan Bautista Márquez Márquez Juan Vicente Gómez1 ... En unión con el pueblo soberano Pidiendo reacción, grite yo mismo: –Viva Gómez, el gran venezolano! ¡Ya Castro desaparecen el abismo! Más abajo que Nerón, inicuo Castro ordenó que a Caracas incendiaran Y Dios entonces apagó su astro. ... Lo dice Rufino, en Dos año y medio2

“16 de diciembre… La ciudad es un campamento. La

1 Dos notas en el margen superior de la página: “Caracas-1908 Gomecismo” y “El día, 22 de dic. de 1908” 2 Blanco Fombona, R. Dos años y medio de inquietud, prólogo de Pedro Emilio Coll. Caracas : Impresores Unidos, 1942. 152


ley marcial impera. Tropas recorren la ciudad, saqueadas por las turbas furiosas. ¿Qué pasa? Ocurre que el 13 de diciembre de 1908 será de hoy más una fecha clásica. Ese día los caraqueños hemos echado abajo al dictador Cipriano Castro, cuyos tres últimos años de gobierno fueron el triunfo de la barbarie y la orgía del vandalismo. Lo más sagrado de la ciudadanía se reunió, con ausencia del gobierno (138), so pretexto de una manifestación antiholandesa, el 13, a las dos en la tarde. Los primeros en llegar a la Plaza Bolívar, centro la reunión, fueron los estudiantes. A las tres, rebosaba la plaza en gente: poco pueblo al principio, pero mucha “gente decente”, como solemos llamar a la burguesía y a los que ejercen profesiones liberales “Como nadie tenía agravios que vengar contra Holanda, sino contra Castro que es quien ha provocado este nuevo conflicto internacional, en el que después de todo la razón asiste a Venezuela –Holanda lo reconocen en principio–, empezaron los discursos estudiantiles al pie de la estatua del Bolívar a enardecer los ánimos, no contra a Holanda a quien no mencionaban, sino contra Cipriano Castro. De la plaza, ya enardecidos, partieron los grupos a recorrer la vía pública, con una bandera a su frente. La excitación que crecía con los gritos de: “muera 153


Castro”; muera El Constitucional. El constitucional es la letrina más infecta, la más pútrida y turiferaria publicación que en manos del negro puertorriqueño Gumersindo Rivas ha corrompido la atmósfera nacional durante nueve años. Cuánto se diga de la vileza miasmática y perniciosa de ese pozo negro que se llama El Constitucional y ese pocero, también negro es débil ante la verdad. El pueblo los odiaba, así, embriagado de triunfos de instintos revolucionarios y demagógicos, su primer impulso fue, como debía ser, por lógica del odio público, asaltar el periódico y volcar la sentina. Los empleados, muy numerosos y cantidad de sicarios apostados por Rivas, y armados de revólveres y máuseres, se habían hecho fuertes en el viejo y pesado caserón de la Imprenta –esquina del Conde, edificio de la Imprenta Nacional–y empezaron por las ventanas a disparar contra la multitud. La multitud, sin embargo, no cedía. Entonces, una patrulla policial, comandada por Santiago Hernández, inspector de policía, hizo varias descargas sobre la ciudadanía e impidió la toma de la Imprenta. Hubo heridos y muertos. Entre los últimos un joven Marcano, estudiante. Hacia las cuatro llegaron a la Casa Amarilla el General Juan Vicente Gómez, primer vicepresidente (139) encargado del Ejecutivo, y el Secretario General de Gobierno, doctor Leopoldo Baptista. La ciudadanía los aclamó y los llevo 154


en brazos hasta los balcones que caen a la Plaza Bolívar. Desde el Bulevar Oeste de la Plaza, en la vía pública se pronunciaron discursos, fulgurantes y reaccionarios”. (140)

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Pocaterra-La Rotunda, 1919 El “Poema paradisíaco” de D’Annunzio1 estudiado en cátedra francesa como uno de los exponentes del nuevo mal del siglo, al lado de Blok y Stefan George , abre la puerta de la Celda 41. La celda 41 fue donde como un nicho, entre santo y héroe, estuvo Pocaterra durante la prisión del año 19, el año terrible venezolano. Desde la celda 41 miró doloroso mundo. Hizo sus cuentas. Pactó con la posteridad. Sintió lo más amargo. De la celda 41 fueron saliendo las páginas de las Memorias de un venezolano de la Decadencia. Allí también se escribieron hojas y hojas de La casa de los Ávila, conocidas sólo veinte años después. Y las de Después de mí…, el único poemario de Pocaterra, que ha sido publicado por la Dirección de Cultura de la UCV prólogo de la valenciana Beatriz Mendoza Sagargazu. 1 Se refiere a Gabriele D’Annunzio, principe di Montenevoso. Fue un novelista, poeta, dramaturgo, militar y político italiano, símbolo del Decadentismo. El Poema Paradisíaco fue escrito en 1893. 157


Una estrofa del poema dannunziano abre, pues, el poemario, así como versos de Dante, inscritos en la puerta de La Rotunda, enseñaban en el siglo XIX la ruta interior del secuestrado político. Aquellos poemas de cárcel revelan a un Pocaterra en nada parecido al de su prosa narrativa. El violento de las Memorias, el terrible operario en la sastrería de odio y pequeñeces que es El doctor Bebé, el crítico de la sociedad ura ina2, da paso en estos versos de acrecer a un soñador de “La Traviata”, de Venus italiana, de itifálica3 Diana, de púdica Dane, de galantería y aventuras en Pisa, Mantua, Padua. ¿Cómo es este Pocaterra?¿Cómo dannunzina o italianizante, entre castillos y diosas, quien gustaba de Queiroz, Gorki, Pellico? El espíritu no es una pieza única, un artefacto de un sólo proyectil. Coexiste consigo mismo, se bate en retirada o avanza. Es polémico, y las más hondas peleas a menudo se guardan en la oscuridad como ésta que tan sólo muy tarde, póstumamente, hemos conocido en Después de mí Que el tono predominante sea como de mármol italiano (como curiosidad de saberse que Pocaterra tradujo a D’ Annunzio, no quiere decir que no brote cierto 2 3

Así en el original Así en el original 158


intimismo y relación de la realidad de la Venezuela del 19, en sus poesías de La Rotunda. Apartadas las más de sus poesías de cárcel, hay otras de sabor evocativo y de tristura. “La pequeña oración “es una (83-84) de ellas. Octosílabos de sencilla factura adelgazan un sentimiento de quejumbre por la madre que, según creía él, se estaba quedando ciega. Invoca a la Señora de las Mercedes, que Mercedes también era la Madre, y le pide sus favores como “Alcaidesa de castillos/ Abogada del penar”. Un fervor mercedario, como otros poetas los hay mariolátrico, inunda la intimidad de la petición mientras imagina a la Madre en agua y cinta en el tejido, visión típica de los poetas venezolanos encarcelados, como Job Pim o a Andrés Eloy, y que tiene de cierto parentesco ideológico con Carrera. Por eso mi alma te ruega: dame dolor, sombra, grillos ¡lo que tú quieras caminar! mi vida todas entrega, Alcaidesa de Castillos Azogada del pensar (84)

De mis cuerdas suena en el poema, abierto o cerrado a la interrogación, cuando imagina a la Madre con los 159


ojos bañados en llanto como la doliente Madre Nazarena de las Siete Espadas en el Corazón (85)

Esta vez la pena se torna más sincera, directa; habla ahora de “mi mamá querida” y no sólo de Madre, término excesivamente simbólico, o de viejita. La verdad pura en su desnudez. “Navegación de altura”. Composición escrita cuando bordeaba los treinta años (Nota: Pocaterra nació en diciembre de 1899 y el poema alude a octubre) recuerda demasiado fielmente al poema de Arévalo Larriva, que presumiblemente fue también escrito en la cárcel, en 1910. Comienza Pocaterra: “Esta noche de octubre dobla mi vida a la altura del Cabo de las Tormentas” ... ¡de mis recios treinta años meridionales todo lo adverso, en vano, mordió el acero! (87)

Y dice, en “Plenitud”, Arvelo:

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Hoy cumplo treinta años de mi vida, y doblo de la vida el Cabo de Hornos y la ruta sin altos ni retornos hacia el futuro va desconocida (131)

Si en Alfredo Arvelo hay el sentimiento de una juventud no perdida, jugada al azar, transfigurada, portadora de una nueva paz que lo convirtió en “un buen doctor en amargura”, en Pocaterra, esa noche de octubre de 1919, en el calabozo 41, encuevado, puesto a ver la muerte en aquel edificio panóptico, la juventud vivida a todo riesgo también lo ha metamorfoseado: ahora se siente triste en medio de un gran hastío existencial. Así Caracas en aquellos días de muerte. Una ciudad diezmada por la peste, la persecución y el acoso. Esa cárcel latía en ella común con un corazón sin orgullo. Viene noviembre, siempre en la celda. En la ciudad de los presos, las celdas son el lugar del retiro espiritual. Estos monjes conocieron todas las miseraciones; estos místicos siguieron todas las escalas; estos ascetas se privaron de toda unión. Y noviembre es el mes de los muertos! esos que tan cerca han estado un mes, dos meses antes, de Pocaterra! ¡esos que salen, cosidos en sacos, de quienes, en vez de oraciones y llantos, se les cantar el 161


Himno Nacional! La Rotunda es por noviembre ese símbolo de la Muerte; todo entonces queda tragado en esta eternidad de la que el tiempo es apenas roce: Al eterno dolor de esta casa todo el año es noviembre que pasa, todo el año es el mes el penar (Noviembre, 89)

El campo situacional es de muerte, tanto en La Rotunda como en la ciudad de cuya existencia en el Día de los Muertos tiene noticia Pocaterra a) por las campanas, que doblan en los templos; b) por un sol enfermo que entra al calabozo; c) por una lluvia afuera. Esta es la fábula de Ipsque Mors escrito, como su primer lo dice en una escena de corrido mexicana: noviembre dos del año diecinueve (o copla llanera). Es el día de los difuntos, entonces para el más triste que ningún otro, en esta “tumba de enterrados vivos” (91). Pocaterra era un hombre de hechos, un apasionado de lo empírico y vivencial que considera casi un delito la materia especulativa. Sus narraciones constituyen documentos y siempre conceptuó lo histórico como un inmenso depósito de realidades, no como ilusión. De este modo puede seguirse la huella de la verdad en cada uno 162


de sus versos. Los italianos debieron ser lecturas de la época, que en él fueron creando el clima propicio para estas evasiones de cárcel hacia un mundo de amores y eoryismos4, de mármoles y muslos fríos. Las de tono íntimo –la madre, el sentimiento de muerte– pueden comprobarse, como herida del tiempo, como fractura de la circunstancia, en sus Memorias. De Ipsque Mors señalamos que, garabateada el 2 de noviembre de 1910, era una referencia de la ciudad dentro del poeta, a través de las campanas, el sol enfermo y la lluvia. Al hojear las Memorias encontramos la confirmación: “Noviembre 2. A las once aún es gris todo. Llueve. Dobla los bronces de todas las iglesias … Los hilos tenues de la llovizna acribillan la superficie de la pila. Por canales llora el goterón. Y las palomas están entumecidas en sus pilares, con ese aire de usar paltólevita que asumen las aves en los días lluviosos”. Así anotó en su Diario lo que ya por la poesía sabíamos: que la tristeza del Día de los Difuntos habíase grabado en el encierro, no sólo por la ruptura con la realidad foránea de la que llegaban mensajes de textura también triste (campanas, lluvia y sol débil), sino por la noción 4

Así en el original 163


dostoyesvskiana de estar enterrado vivo, como sus compañeros. Algo de esto escribió años antes, en la misma Rotunda, Blanco Fombona. La muerte y las antenas que la perciben a cada instante no se sitúan en Pocaterra desde luego el 2 de noviembre. Estaban antes y formaban parte del campo de batalla, del duelo. A que el poema de octubre –“Navegación de altura” –en que manifiesta el embate de fuerzas contrarias y da idea de un cruce vital terrible, con un atrás de adversidades y un futuro incierto, nació de un proceso rápido y acosante de muertes: muertes concretas, hombres que iban muriendo uno a uno, y que a él lo torturan de morbo singular en un encarcelamiento noctural, casi fetal, donde la respiración no se oye y cuyo el lazo con la vida, en medio del enceldamiento, son vagas sensaciones, torpes movimientos. Cuando escribe su poema de octubre, Pocaterra está más solo que nunca. Los de abajo –los otros secuestrados– podía leer y escribir. El, con su compañero de celda vive de recuerdos y de residuos, todo aquello que su prodigiosa memoria registraba y la floreaba al mínimo esfuerzo y todo aquello que meses antes podía pasar clandestinamente por los huecos de los muros: pliegos pasados a hojita a hojita en Los Pazos de Ulloa un libro introducido por la Plaza sobre el África Ecuatorial, el Benjamine de 164


Jean Aicard y versos de Baudelaire que él traía a recuerdo para conformar una tesis sobre la novela. En esa soledad compartida apenas con los fantasmas recreados de los libros y de la memoria, está la muerte. Muere primero el 6 de noviembre, un día antes, el teniente Ramírez, uno de los comprometidos en el abortado complot de enero, cuyo cadáver fue el hallado por Manuel José Borges, negrito del Tuy personaje novelesco de quien Pocaterra y escribe una página conmovedora. En el muro después de esta muerte, a carbón, Pocaterra trazo una cruz. Octubre seguía en Caracas con su largo arrastre de convencionalismos y frivolidades. Mientras estos hombres morían, en el Metropolitano exhibirá Pasión Gitana y el Calaeño Espasmos la Bertini interpretará la ira como parte de la serie de los siete pecados capitales. Los conciertos en la Plaza Bolívar. Los intelectuales en sus refugios: el botiquín, la peña literaria, el silencio sordo. A carbón también escribe la sentencia de Córdoba: “post morten nihil ipsaque mors nihil”. Pero la muerte no es nada, dice Pocaterra, y de dos palabras –ipsque mors– senequistas saca el título de su poema sobre la Muerte, que no es nada, pero se repite La Rotunda. Días después de Ramírez, muere quien había 165


sido su compañero de grillos, el Capitán Aníbal Molina, a quien antes se le había paralizado la pierna y andaba como un animal reptante, por la celda implorando, invocando, pidiendo confesiones. Una mañana, cuando fueron a verlo, lo encontraron inmóvil. Estaba muerto. Y escribe Pocaterra “van cuatro”. Esa muerte que el 6 de octubre. Y aquí en adelante Pocaterra se dedica a escribir La casa de los Ávila –publicada en– y los poemas carcelarios. Esos que ahora hemos visto publicados sólo en Después de mí, después de la Muerte.

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Abreu-Cárcel Es su destrucción “hasta la última célula”, y a otra, nuevamente en el ojo (“he pes nad/ arrancar e/ ese ono de cuajo)1, hasta que al fin remata la serie de la jornada con una exhortación a los “críticos de sus versos” En mi celda encontrarán todas las explicaciones que quieran

El 30 de noviembre y más tarde, todo diciembre, Abreu el escribe en el Cuartel mientras la ciudad es una paila del infierno o un boceto de la violencia. Las ametralladoras, los asaltos, la tortura, las manifestaciones disueltas, todo eso que pasa por la poesía de Ovalles, Aray, Calcaño, Crespo, en una u otra forma, están allí, apenas se traspasa el patio del Cuartel San Carlos, donde los tan1

Fragmento incompresible. Así en el original. 171


ques de guerra vigilan callados jardines. Abreu cambia el motivo de su obsesión; seguramente el ojo ya ha mejorado. Vuelve el ansia de libertad y el combate contra la hostigante monotonía. Entonces entra por su mirada un mundo de cosas fijas, inmóviles, de soldados bostezantes, de sueño suspendido en medio del tiempo. Alguna alusión al Ministro de Defensa y a un Mayor del Ejército, no muy logradas, calificativas. El 12 de diciembre, añora los pájaros de la infancia, pero Yo no sé nada de ángeles, mil veces / he contado una a una las vidas de este techo y tampoco puedo darme el lujo de inventar la dulzura de los cielos.

Esta nueva fijación (el techo, la mirada que no llega al cielo) reaparece el 25 de enero, cuando observa que nada hay arriba en el techo, que no sea la huella de la mi172


rada que dejó otro preso. Y por fin sale de aquí. Ha sido trasladado (junio del 63) para el Hospital Central de la FF. AA. NN. Lo visita un psiquiatra: las enfermedades del preso son de cuidado. Odian mucho, o aman mucho. Se apegan. Claustrofobia. Estados repentinos de nostalgia. Desesperación. El doctor lo deja pensando después de la entrevista: Me hizo pensar el doctor: ¿qué dirán mis camaradas si no vuelvo?

Es una pregunta entre muchas, pero una pregunta dolorosa. Un día después (11 de junio) alude al incendio de la “Good Year”, uno de los puntos de referencia en la gran historia de la violencia caraqueña. ¡El fuego!, y en él arde también, como una insistencia que podría ser estudiada en Bachelard. Lamentablemente las asociaciones volcánicas, ígneas, adquieren una dependencia de valores políticos y frases con tendencia a la proclama. Es el mismo defecto dio tras de sus poesías 173


Con una declarada influencia de Nazim Hikmet, en 1962 un luchador político recorrió varias cárceles de Venezuela. José Vicente Abreu, quien también había estado preso en la época de Pérez Jiménez e incluso había sido testigo de la cita funesta de Guasina, la isla del Diablo, participó en 1922 en el levantamiento de Carúpano. Por esa complicidad fue trasladado a Ciudad Bolívar, a la Cárcel Nueva, y allí convivió con sus antiguos carceleros de 1954. Como antes (de allí salió el “Manifiesto de Guasina”) Abreu tornó a la poesía, pero esta vez incluido por Hikmet. Y la tarea de darse en breves impresiones, con exaltación del valor humano y a través de imágenes obsesivas de enclaustrado, continuó en el Cuartel San Carlos de Caracas, en octubre del mismo año y noviembre. Algunos de sus poemas fueron publicados por la “Semana de El Venezolano”, pero otros permanecieron ocultos, guardados, y resistieron las jugadas del tiempo. Al regreso de Abreu del exterior, después de un destierro elegante, ha puesto a nuestra disposición aquellos productos del naufragio. Dijimos algo de imágenes obsesivas y justamente obsesión es lo que caracteriza a esta poesía de Abreu escrita en el San Carlos o en el Hospital Militar: la obsesión de verse libre y el miedo terrible a un enclaustramiento in174


terminable. La obsesión de los carceleros. La obsesión de verdugos con foras animales. La obsesión de perder un ojo. La obsesión de quien ya estuvo cinco años preso y podía pasar diez más por segunda vez. Son poemas sin título, como anhelando así obsesivamente libertad. El mentira de octubre le pide a su esposa: Dame la mano entre las rejas como un pájaro vivo.

El 20 de noviembre: Escribo a muerte porque lucho a muerte, nunca me han dado ni un segundo de tregua

El 27 de noviembre: Mi a ojo derecho. vida mía, que nada sabe 175


de política, que muy poco ha disparado, comenzaron a arrancármelo con un clavo torturadores del pasado.

Y el mismo día: Y me pregunto también ¿qué le importa a los gusanos comerse un ojo mío y hasta un poco de carne.

Y el mismo día, a otra hora, insiste sobre el ojo, y a otra2

2 Incompleto 176


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1920-Arráiz-Cárcel En 1920 Antonio Arraiz participó en el complot de abril, a consecuencia del fracaso pasaría por diferentes cárceles, el Cuartel del Cuño, donde lo sometieron un cepo de veinte máuseres, y La Rotunda, en cuyas celdas estuvo desde agosto de aquel año hasta 1935, sufriendo grillos e incomunicación. En 1935 fue confinado y al poco tiempo era huésped de Las Tres Torres (Barquisimeto). Tal vez de esta prisión, o de una mezcla diabólica del ambiente de La Rotunda y Las Tres Torres, surgió el material para su novela Puros Hombres, la más directa y desnuda descripción del ambiente carcelario en Venezuela. Parece ser que en La Rotunda Arraiz concibió el esquema de Dámas Velázquez, su novela del marx, y no se sabe cuántos poemas de diverso metro. Constancia de unos pocos tenemos, entre ellos sinfonía II, “Heroica”, especie de homenaje a Armando Zuloaga Blanco, quien 179


cayó en la Costa Oriental tras el fracaso de la invasión del “Falke”. Fecha: agosto de 1929, lo que significa que la noticia del desastre de Cumaná voló a las barreras de La Rotunda. Tal vez alguno de los comprometidos, o por los labios indiscretos de los carceleros. De 1930, y atenido al tema carcelario, es “Madre, hermana, novia”, pertenecientes al poemario Parsimonia (Suma poética, 185-186). El tono duro, esas características de enfrentamiento directo de la palabra, ir el antirromanticismo, están en este poema, no de los mejores de Arráiz. El centro de la poesía lo constituye la meditación de los presos, a la luz de la noche estrellada tal vez imaginaria, y expresara a través del yo del poeta, sin diálogos. Las manos de la Madre o de la novia, que los poetas tradicionales de la cárcel, exaltaban porque tejían, hilaban o preparaban cirios y recogían en el cuerpo lágrimas, son ahora manos de voltun1 y apostólicas, a las que se les ruega que no se consuman para así conservar su belleza a la hora en que los presos puedan, en libertad, besarlas. Arráiz de cuida bien de no ligar la mano femenina a la simple labor doméstica y a la consuntiva espera. Su asociación es en el pueblo, con las raras luces 1

Así en el original 180


de las noches venezolanas. Estaba cambiando –1930–la concepción formal y el contenido objetivo de la poesía carcelaria. No más lágrimas, ni más quejas; no más madrecitas buenas pegadas al altar. Ahora se espera de las manos otras funciones. La Sinfonía II y la IV también son de La Rotunda, 1932 y 1934, respectivamente, la primera sobre la idea de que la mujer y Venezuela intercambian facultades de la Naturaleza, con materias vivificantes, y la IV, un canto a las manos y a los pies (“La Revolución”), donde las palabras se reiteran gozosamente. Pero no alude ninguna de las dos a La Rotunda en sí, ni a la ciudad contornante. ¿En qué día escribió Miguel Otero Silva su poema La Rotunda? Que aparece en 25 poemas (C. Edit. Elite. Lit y Tip. Vargas, 1942. Pág. 79-85) No estamos seguros de que haya estado preso en esa cárcel, a pesar de sus actividades revolucionarias. El poema sin embargo es una completa relación de las torturas de Venezuela infringidas “en el corazón de Caracas”. Primero los latigazos, y para acallar los gritos el ruido del tambor y la corneta. Luego un hombre colgado. Después el hombre agónico con los grillos sesentones en los tobillos. Todo esto “en el corazón de Caracas”, en La Rotunda. ¿Y entonces? 181


Entonces hay una esperanza. En un calabozo un hombre habla a los demás explicándoles algo sobre un glorioso estallido venidero, la revolución que acabaran con cárceles, verdugos, y con grillos y torturas. La visión de Otero Silva es desde afuera, no obstante aparece, la relación como desde adentro. No hay la poetisa acción a partir de, sí hacia un momento vivido, un estado de alma del preso, una personalización del secuestro expresado a través de confidencias o ideal: aviones, anhelos o represiones. Como veterano hombre de luchas y cultivador de la “poesía social” que no poco auge alcanzó en la Venezuela inmediata al 26, Otero Silva más bien describe para la posteridad, objetivamente, incluso haciendo un llamado de conciencia, a los venezolanos, sobre el ambiente de La Rotunda y los tormentos allí padecidos por combatientes prisioneros. Mas, La Rotunda fue demolida como homenaje a una Caracas democrática, supuestamente luminosa, cuando debió ser conservada como el primer monumento nacional. Espejo de cien años de historia cruenta, punto de concentración del caos nacional, ojo por donde vio Venezuela un futuro inaprehensible. En la hora de euforia convirtiéndose en Plaza de la Concordia, con una rotunda en 182


el centro, abierta al aire y a los jardines. Se cumplía en parte el sueño de Andrés Eloy Blanco, cuando en su “Caracas 2000” (Baedker 2000, P. 157-163), cambiando el verso vanguardista por la concepción cívica y el afán de progreso imaginaba a un auditorio y un Museo de la Infancia en el Parque de los Mártires de esa Caracas ideal: Son dos circos gemelos hecho sobre los circos de las viejas Rotundas. lo que fue Cárcel política es aula de conferencia; lo que ergástula es laboratorio experimental de venezolanos. En el viejo patio de la Cárcel, está el Parque de los Mártires; el monumento con su baranda hecha con grillos y cadenas y con su estela de mármol qué tiene escrito los nombres de los patriotas muertos.

Poema interesante, aunque la buena intención a haya estropeado mucho su valor estético en la parte citada, (texto ilegible) , servir de ejemplo sobre la inutilidad de los sueños. Efectivamente la demolida de la Rotunda para erigir en su lugar un parque cualquiera que hiciera 183


olvidar, y no recordar la tenebrosa historia de la Caracas de 1854 a 1936 es un sueño prefabricado (ilegible) sobre una ciudad y cruel a la patria . ¿Parque de los Mártires? No lo hay ¿Nombres grabados? Menos. Ni siquiera los poetas y los místicos y los sacerdotes que allí murieron: ni Eliseo López, ni Torres Abandero, ni Domínguez Acosta, ni Antonio Mendoza.

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La Rotunda Intercalar. Torres Abandero Parece que tenía un vozarrón; era sastre; fue devoto de Martí, de Bolívar y de Pérez Bonalde; puro, uno de los más puros de espíritu. Y amigo de Pedro Manuel Ruiz. Esta es la microbiografía de Leopoldo Torres Abandero, autor de un libro Mariposas, poemas que buscan esa levedad aérea insinuada en el título y que no logran desplegar mayor riqueza métrica o sentimental. Alma buena como pocas, la cárcel que para Torres Abandera doble yugo: porque él no discurría entre esos temperamentos de acero, duros, enterizos, sino a lo largo de una mansedumbre digna. Muere en el año 20 tras una agonía que Pocaterra sintetiza en la frase que le salía, obsesiva, de los labios estando lúcido o estuviese semiinconsciente: ¡pero no me muero, pero no me muero! Otro testigo narra que en sus últimos momentos imaginaba ser como la hormiga que en la celda lleva alimentos a su covacha. Delirio que 187


merecía un estudio psicológico profundo, por cierto: el empeño en no morir, siendo el manso de espíritu, pronunciado en frase tan imperativa, y la analogía entre su paciencia de sastre, su martirio, y la labor de la hormiga. Pero murió Job. Un año antes también estaba enfermo, en el calabozo 44, con una pierna crecida, allagada, apéndice monstruoso de un cadáver de Ionesco. Pocaterra, aquí en nuevamente recurrimos, II, 118, anota que viendo acabarse sus días, componía Torres versos de amor: vida mía ya estoy viejo pero aún tengo juventud la del mosto que en la cuba acendra y hierve la uva gusta más y da salud.

Ingenuidad dentro de un verso sin brillo, con cuánto dolor no oiría sus compañeros de prisión aquellas últimas respiraciones de su alma. Influyente debió ser su presencia, dulcificadora su agonía, conmovedora su muerte para que un ánimo tan cerrero como Pocaterra se ablandara y pronunciase la oración fúnebre, por él considera de sus Memorias (II. 165) como la página de más honda since188


ridad escrita en su vida. Se sabía que Torres Abandero escribió mucho durante sus años de cárcel, pero los testimonios no se presentaban. En “La Esfera”, 2 de febrero de 1936, hemos encontrado algunas muestras poéticas carcelarias, inéditas hasta entonces, entre ellas “Madrigal intenso”, dirigida a un espíritu (¿la amada? ¿otro yo ideal? ¿Dios mismo?) que en los momentos de desastre se le aparecía, o estaba frente a él, como una imagen de espejo, para fortalecerlo: Tu espíritu es el mío, como el eje es a la rueda cuando, activa, gira; como a la araña el hilo con que teje su artificiosa tela, que se admira por la belleza sutil del encaje

Ya el final del poema Torres Abandero no deja lugar a dudas que la unión espiritual es con la Amada y sin embargo la atmósfera total del poema hace sospechar todavía en una unidad superior. “Sueño cautivo” eso una más directa referencia a su drama de La Rotunda. No hay engaño: Torres Abandero alude a la tabla donde dormía y de donde en su pesada 189


enfermedad hubo de caerse dos veces (prosa Bello) debido a las convulsiones, golpeándose la frente en una de ellas. ¡Allí es donde sueña! Cuando en la noche, Cautivo duerme Sobre una tabla Por todo lecho siento en mi alma, por raro encanto Cual se reflejan tus ojos negros; Y me figuro ver en dos lagos Breves de leche dos islas de ébano

...

Después otros datos: los rudos hierros (los grillos), la imagen de la Amada que con luz de amor baña su encierro, y la soledad y el cuervo que lo devora, la tragedia de Prometeo.

Caí en la senda; pero no he muerto

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Cárcel -La Rotunda Una historia de Caracas sin La Rotunda, es historia escamoteada. Casi un siglo de tensa vida caraqueña se concentra en esa cárcel panóptica erigida bajo los Monagas. Quien pasará por ella, y no hubo quien no pasara, dejaba sus huellas punto. Epigramática en el verso chispeante de Potentini, dolorosa en el Racmande postrero, grave en el humorismo amargo de Job Pimentel, de viril tristeza en el Pocaterra del año 19, a veces irónica y a veces de sedimentada melancolía en Andrés Eloy, romántica en Pompa. No hubo literatura que no se hiciera en La Rotunda, sobre La Rotunda, a propósito de La Rotunda. La prosa inflamada de pavor de Juan Vicente González alterna con las entrevistas secretas de Crespo, narradas por González Guzmán. La gacetilla periodística o los temas de historia se recogen las fugas frustradas, que terminaron en la muerte de presos políticos. Las partidas de dominó, los cálculos sobre inexistentes revoluciones triunfantes, las alegrías, están en los folletos y libros de 193


Illaramendy, Trujillo, Porras. Desde las “Memorias” de Pocaterra hasta las novelas, hacen de La Rotunda un centro palpitante. Y la poesía desde luego, como queda dicho. La serie de poemas escritos en La Rotunda sobrepasa a los diez: “La bordadora”, “El canto de los nuevos”, “Brindis de año nuevo”, “pasa su avión”, “Frente a la esfinge”, “Hierro dulce”, “Sursum”, “Se está muriendo mi vecino”, “tercera época”, “coloquio de perros”, “Día del Carmen”. Entre esos poemas destacan dos con temple de resignación y muerte, sin imprecaciones, reclamos o ironías. El humorista que había en Job Pim doblo su talla en estos instantes, y nos dío casi una elegía en su canto, sensorial, visto y oído al momento en que se produce, sobre Pedro Manuel Ruiz, o en los octosílabos de “Hierro dulce”, con su cristiana fuerza de aceptación, con su pureza de sofoco, sin senequismos ni martirios. La agonía de Pedro Manuel Ruiz está contada por Pocaterra y por Porras, en aquél, con el tremendo ajuste de cuentas carcelario, donde cada presos se le cobra su pasado y el momento de vacilación o el enojo, para des194


pués perdonarlo ante el borde de la muerte o en el momento de la prueba común; y en el otro, son un trazo… La descripción poética de Pimentel es más matizada y dolorosa, sin que produzca indignación.

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Manifiesto- Cárcel Si Nicolás Guillén elogió desde El Nacional el poemario “Manifiesto de Guasina”, escrito por José Vicente Abreu en la cárcel de Ciudad Bolívar como recuento de experiencias en un campo de concentración, Luis Alberto Sánchez prólogo algunas alabanzas a la Profecía del Hombre, editado en Caracas en 1958 y cuyo autor había estado preso en la Cárcel de El Obispo, cerca del popular barrio El Guarataro (Martiniano B. Serra. P del H Caracas. Edi. Cuatro Muros. Edit. Arte. 1958, sp). En ambas reseñas se nota una especie de parcialización política y un rebajamiento del análisis literario, no obstante señala con sumo cuidado Sánchez como el alejandrino de Bracho Sierra “a ratos peca de deficitario” (los poemas de Bracho Sierra, nota incluida en Humana Heredad, BPV. Lit. y Tip. Vargas. 1964. Pág. 98) Profecía del Hombre aparece como escrito en El Obispo, finalizado en diciembre de 1956. En esa prisión 197


pasó Bracho Sierra unos dieciocho meses, y de la naturaleza del sufrimiento que en ella se experimenta, así de las (ilegible) de humanidad, se fue sacando la idea de que el poemario era un “canto de sabor evangélico” que se apresaba a través de un lenguaje bíblico. Por motivos más o menos parecidos, excluidos de la circunstancia carcelaria, se había afirmado lo mismo de la poesía de Juan Manuel González. Estas apreciaciones, son discutibles, porque lo bíblico no brota de una idea preconcebida del hombre o de su misión en la tierra, ni dio un léxico que escoja las palabras utilizadas en el Nuevo Testamento. Está claro que si un poemario si inicia con un epígrafe del sermón de la montaña (Bienaventurados los que sufren persecución…) y si escoge vocablos como “ovejas”, “huerto”, “cordero”, “luz”, y si insisten en hablar de los hombres como “hermanos”, no resulta difícil (ilegible) calificarlo de bíblico. Pero así como no es literatura proletaria aquella que menciona hoz, martillo, revolución, y señale el porvenir con una empresa de la clase obrera, así no siempre es biblia aquellos que hable de El hombre y Amor. Como testamento carcelario, el libro de Martiniano Bracho es conceptual, no referencial, puro reflejo de una situación en que el acoso y el sufrimiento dieron opor198


tunidad para desarrollar una idea acerca de la presencia del hombre en la tierra. Caracas no es en él una vivencia. El cerro de El Obispo sí fue algo: el centro originario de una poética de esperanza, de una fe en la redención y lo iluminado. (Las parcelas de la realidad….)

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Esquina de La Pelota, Pares Espino, 160 Antología Pastori Una microbiografía rimada de la esquina de La Pelota, donde se jugaba a la pelota vasca en tiempos….. , en que regía Don Pancho Berroterán, es la de Pares en uno de subtemas coloniales. Duélese el poeta de que en el pasado el un juego noble, en “tarde idealista” ahora lo sea practicado por manos plebeyas, convirtiéndose el punto además de esquina del arribismo donde ya ni la izquierda florece la trinitaria. Fue La Pelota, a las alturas del año 19 de este siglo, más concretamente el atelier de Muntzer que quedaba entre Pelota e Ibarras N°10, un cuarto de discusión permanente de los jóvenes pintores, poetas y ensayistas de la “Generación del 18” o Círculo de Bellas Artes. El impresionista rumano, que describe Tejera (5 Águilas Blancas, 221) de nariz ganchuda y poseedor de una colección de estampas japonesas, naufragaba en un mar de papeles, pinturas, pinceles pipas, y allí les enseñó a los venezolanos más jóvenes, en una época en ya Gómez ejercía una cerrazón ideológica sobre el país, la 201


primera Constituci贸n de los Soviets.

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Arráiz, Antonio - Esquina de Jesús En el período de gloría de la Parroquia San Juan, escribió Arraíz su poema “La Esquina de Jesús”, magnificación de la esquina popular en donde se concentró el espíritu de la ciudad, una ciudad todavía no extendida al Este, escasamente urbanizada. La esquina parecía ser el punto de más agitada ciudad, de una parroquia que vivió por la agitación. Con el concepto plebeyo, anti-aristocrático, de fuerza muscular, de deportivismo y maquinaria, de suciedades y confusión que Arraíz expreso en toda su poesía, Arraíz dibujo en su poema (180) la calle de los buses, los claxons, los vendedores de periódicos, el charco, los camiones, y sobre por este boceto raído y popular a cualquier viñeta de casa colonial o de parroquia goda. (Texto ilegible) Cambio, sí quieren, las hojas lanceoladas y los faroles de la Plaza Bolívar por un puñado de barro en la esquina de Jesús 204


Doy, si me lo aceptan, el ojo de orgullo de la ciudad, el piso de sonrisas del Pasaje Ramella.

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Cárcel- Job Pim Francisco Pimentel ha sido el humorista más completo que ha tenido Venezuela, en su etapa de poesía carcelaria se hizo “grave”, dejando a un lado agudezas quevedescas; se tornó hombre de denota adentro, monocorde en cierta pulsación de tristeza dulce. Su prisión de 1919-21 dejó un saldo de poemas donde la Caracas allegada de esos días, si más alternativa para la intelectual que el aguardiente y los lupanares, la cárcel y el olvido, o la venta disimulada o abierta. Quienes no fueron a los consulados y a las secretarías de ministerios y Presidencias Estadales, fueron al hueco, al abandono terrible, al tormento. Pimentel fue de uno de ellos. Los poemas de 1910 son, entre otros, “Hierro dulce”, “Brindis de Año Nuevo”, “Frente a la Esfinge”, y de ellos el más estremecedor, dentro de la simplificada arquitectura conceptual, es “Hierro dulce”, dedicado a Rafael Arévalo González, veterano de todas las celdas, 207


doctor en grillos como lo llamó a Andrés Eloy Blanco, y uno de los hombres de más entereza moral en la Venezuela carcelaria, el a Caracas de los presidios. Hay una ráfaga mística, de amor sedimentado en estoico masoquismo, en las estrofas de “Hierro dulce”, que en esencia son un canto a los grillos que debieron torturar, liberan dignamente. Amo los pesados grillos que me dieron por tormento

Así comienza el poema que termina. Y con amarlos me vengo del mal que se me procura: ¡me los dieron por tortura y yo por gloría los tengo! (37 oc)

¿Senequismo puro? ¿o maceración y castigo de un fanático? Pimentel en ese poema rescata el sentido ético de la prisión y eleva la categoría axiológica el sufrimiento con finalidad. Si Cristo murió a la cruz, no sólo por soportar suplicio paso la historia, sino por imprimirle d una dirección –la idea del sacrificio que se reproduce– a la pasión. Esa es la idea, expresada en molde estrófico 208


perfecto, e impregnada de un tolerante sentimiento de dignidad, que desarrolla Pimentel: la crueldad ajena eleva a quienes soporta el tormento, porque el yugo eso una liberación a través de la pureza de espíritu. Habla allí Pimentel del “gesto bello”. “Brindis de Año Nuevo”, con epígrafe de Tennyson, escrita el 13 de Diciembre de 1919, cuando ya Pimentel había visto morir a varios compañeros de prisión, es menos ceñido y conmovedor. A pesar de contrastar los elementos de la libertad gozosa y el encierro doliente, o tal vez por contrastarlo con demasiada evidencia, el poema se hace invocativo y moralizante, como en búsqueda de una pedagogía política, humana. Es un poema como argumento y hasta con moraleja, del que se salvan, en un temblor generoso, algunos versos. Se trata de pedirle imaginativa al joven que en ese Año Nuevo celebrará en la plaza, en el hogar, con copas y embriagado de promesas, que piense un instante en quieres1 “La bordadora” (38) es también de 1920, en un sentimiento bastante expresado en la poesía carcelaria venezolana. La ausencia de la madre y la reconstrucción evo1

Parece faltar una página 209


cativa del pasado y la imaginativa del presente. Pimentel se figura a la madre en el mismo aposento y en la misma mecedora en que habitualmente la esperada cuando él era “joven calavera”. Borda los adornos de algún traje y, mientras tanto, ella posiblemente retroceda en el tiempo, se sitúan en la división del padre enfermo y de su esposo perseguido (texto ilegile) y hoy los frutos de su vientre y su pasión … Como el padre y el esposo también gimen en prisión.

El bordado sobre la tela es a la vez bordado de la memoria. La compañía del recuerdo, el llanto. Para el hijo, esto semeja una mortificación y en su poesía, a “despecho de la cárcel”, promete ir a verla junto a la cama de la madre. Poesía sentimental, con la consabida fórmula de lágrimas y añoranzas, ejecuta, como la mayoría de Pimentel, una pieza documental. No hay intuiciones ni rapideces, sino una hilada historia que va desde el abuelo al nieto, con sus incidencias de parecida factura: impresiones, esperas, llantos. No obstante, la sinceridad se hace excesivamente contaba y carece, a nuestros ojos, de la condensación expresiva de “Hierro dulce” y “Se está muriendo mi vecino”, cuya llave secreta de logro tal vez 210


resida en la emoción inédita y terrible que desencadenaba el enclaustramiento y la muerte en cercanía. Entre los poemas de 1921, fechados en La Rotunda “El canto de los nuevos” (34-35), es el peor de los escritos en la cárcel por Pimentel. (Texto ilegible) con tono de panfleto, increpante, su valor cívico de denuncia no está compensado por la ráfaga poética. Explicable política y humanamente, cómo reaccionó ante las festividades del centenario de la batalla de Carabobo, celebradas por la dictadura con franca intención aucatario hacia Gómez, que (texto ilegible) casi opacó a los héroes de la Independencia en esta conmemoración, no se justifica sin embargo desde el punto de vista estrictamente poético. Resultó un canto anacrónico, aunque en aquel momento haya sido oportuno. No alcanzó el nivel del “canto civil” porque está contaminado de adjetivos insultantes (pragmática mandíbula; churrigueresca, democracia, serpientes, reptiles; ávidas de piltrafas) y porque desnaturaliza el propósito profundo de la poesía patriótica. Pero, para estudiar la descomposición y corrupción de la sociedad caraqueña de 1921 así como los elementos de pureza y dignidad de ciertas capas sociales (los jóvenes, los utópicos, los líricos que antes “hicieron temblar al mundo en Francia”), resulta de un gran valor. Toda la repugnancia 211


que un lector de periódicos sentiría a leer los periódicos de junio de 1921, provocada por la degeneración del pensamiento en los círculos gobernantes y en las necias celebraciones del centenario, se compensaría con un repaso de este poema de Pimentel y las páginas de Pocaterra, en síntesis, que en Caracas había otra Caracas diferente al oficial o a la sometida al silencio y acoso sin protesta.

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Job Pim Sin embargo, cuando la pianola no, la radio era la moda, Job había pedido cien días de indulgencias para el que rezara letanía de la “Pianola del an grande” incesante. Las esquinas. – Claro buscar a EBN y a El Nacional 1944 En “Esquinas viejas y nuevas” alude a los adversarios de la nomenclatura callejera, que designa como nombres poco finos a las esquinas: Pele El Ojo, Aguacate, Lazarinos, Quita Calzón, Pagüita, Capuchinos, Traposos, Albañiles, y otras que hasta parecen y morales 280 oc

Tienen el mérito de quien nadie se confunde, el por 215


ejemplo Miseria a Pinto con Viento al Curamichate, y ahora los abríos nuevos (alude es sin duda a San Agustín), “cuyas calles se parecen/como un huevo a otro huevo”, ofrecen confusión, fundanasa los nombres en la historia patria, pues no se distingue a Fombona de Junín, a Boyacá de Carabobo.

En otro poema “Las calles de Caracas” 280-1

Dice que tiene razón Don Carlos Brandt al querer que se emprenda una campaña contra la irracional nomenclatura, pues “millares de turistas” se burlan de extravagancias como “Cristo al revés ”, “Quita calzones”. Pero Job dice que tiene ventaja sobre el oficial, eso de Sur 2, Norte 14. La tesis de Brandt es que designen por cuadras o calles, Carabobo por ejemplo y eliminar esquinas nortes y sures.

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Alarico- San Juan Los puentes para nosotros ya no existen; ningún río abajo que nos dé la sensación de ensueño. Ahora los puentes se levantan para dar paso, a or1 Nivel, a una fila interminable de autos. Los puentes de la Caracas actual se construyen sobre ríos de concreto y asfalto. Ha huido el agua. Ni veinte años tendría Alarico Gómez cuando llegó a Caracas convertido en un “viernista” apasionado tras haber leído “Elegía a Hölderlin” de Otto De Sola. El propio Gómez cuenta su ascenso en el Guarataro, al Obispo, para visitar a los Nazoa e iniciar larga amistad con ellos. Se enamoró de aquel tiempo, gato un poema suyo el ácido de los paseos por el paraíso y la avenida San Martin y de los presos como la amada en un puente. ¿Cuál? No lo sabemos. El poema según Alarico se llamó “Solicitud de la ternura” (1940), que los incluye en sus obras comple1

Así en el original 218


tas y aflata del puente la visión del barrio: Guarataro, Nuevo Mundo. Los cines pequeños están estudiando historia de Venezuela. Mi vida, y Elba, entre cuerdos autobuses y edificios.

El poema que saluda Pedro Grases. Entonces Alarico Gómez, yendo a Ciudad Bolívar para regresar a los pocos meses debido a premuras económicas. Los Nazoa y entre Cárcel Aceunai , N° 31, el empinados en aquel cerro de aquel barrio de que aquella Caracas: una larga tradición del pueblo. Más, Alarico, hubo de huir de la generosidad de los Nazoa y buscar albergues diferentes: el la camioneta de reparto del a , las sucias pensiones, el cuarto de enemigo cumanés teniendo como lecho periódicos y trapos viejos. De esos tiempos de Home more Alarico, cuando a los 29 años, en 1951, hízose el autorretrato en “Blanda del hombre cotidiano” (373) Porque mi vida hasta hoy, eso lo esto: dos y libros de versos (publicados) y uno inédito; un matrimonio y un divorcio inmediato; amores de humo y cuarto pobre; artículos de prensa; 219


y hambre en los hospedajes de San Juan cuando tenían yo veinte años y quería ser “poeta maldito” un Verlaine, un Rimbaud, un Baudelaire de Ciudad Bolívar

Alarico Gómez, cuando se caraqueñizó, empezó a irse hacia el centro de la ciudad, bordeando el Silencio y paseando por las calles de Altagracia y Catedral. Célebre a hacienda elogios de la música mexicana y de las moanho2 . Amaba –era el acierto, no sólo su poesía, sino en sus conexiones– con amor de algún día será”, en sueños, a Ingrid Bergman de quien decía que tenía la sonrisa más bella. En un soneto “De Caño Amarillo hasta Zamuro” (333) los estados impresión de Caracas el que están en el tiempo entre 1951 y 1955: El caño amarillo hasta Zamuro hago la cotidiana carretera, como dolor de estatuas en la hombrera y de la manga de amor por cielo puro … Caracas es así: ron sonajero para un ex habitante de bolero que sueña un viaje a Normandía. 2

Así en el original 220


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Caracas ida y vuelta Un integrante de la “generación o grupo Contrapunto” es Juan Manuel González, con obra acumulada entre 1949 y 1963. Se inició González (Estación de la Luz. Ed. Contrapunto. Taller Editorial Venezuela 1949. 113 p.), “texto en que el idioma que le sería característico, casi invariable , busca conciliar el metaforismo del “Viernes” con la forma del versismo, imprimiéndole al léxico un “sabor “bíblico”, al abundar salmos, huertos, mirra, ballenas, uvas, cielo, Jonas, Job, serpientes, mansedumbre, Dios, panes, que si bien en su totalidad pudieran no ser decidores de un texto sagrado, sí buscan intencionadamente la creación de ese clima de ternura divina y sapiencia y parabolis. La parte final del libro es una prosa poética cuyo título “Testamento de la ciudad en llamas” descubre el sentido del texto . Con mucho de arbitrariedad sería posible comparar el propósito argumental de este “Testamento” con 222


la tesis de Nazoa sobre la ciudad: en Nazoa ( Caracas) se va transparentado a lo largo del tratamiento temático un afán de exaltación de una Caracas que fue ( y pudo ser) bella, con cédula de propiedad histórica, y que por oleadas mistagógicas (el gusmancismo, la era petrolera) fue despersonalizando y violentándose en un espejismo de progreso por donde penetraron los caprichos, la cursilería, el desahucio estético, la hibride urbanística. En González, de un modo leve, hay los indicios de adhesión a la tesis pasadista (fue bella la ciudad con el aire silvestre de Galipán, la de los techos rojos) pero nada más. Todo es evocación en un corte que históricamente parte en dos la ciudad: aquella antigua, de e pkebdo1 bíblico (en cuanto a preponderancia de constelaciones, pájaros, bosques, espigas, virginidades, oveja) y la moderna. Con una prosa, sin encrespaduras, tímida azul, hurgadora de lo que no exalte o cite, con ángulos ópticos plácidos, González dicta su testamento de ciudad. He aquí el final: “ Al pie del Avila la brisa enamorada de los pinos silvestres, guardó su cintura de oveja cautiva, para que la violaran la bestialidad de los gavilanes . Aquí, amigo, donde el jazmín tuvo su edad de oro, sólo el viento pasa entre cuadros viejos, jardines en silencio y mujeres hermosas 1

Así en el original 223


como mi tristeza. Afuera la noche, como la lluvia del verano, baja con un ramo de girasoles celestes� (112-13)

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Vladimiro Rivas Con la poesía que intenta ser actualista y ofrecer materiales en bruto, a veces expresamente feos, crudos, desafiantes, sucede que no siempre logra desatar un proceso de vivencias urbanas y de realidad tosca, de cuya agresividad pueda vanagloriarse la palabra. En el canto a la ciudad de todos de Vladimiro Rivas (Caracas. Gráfica Americana C.A. 1967. 103 p) es una muestra elocuente de estos desaciertos: “este año cuatrillizo” (Canto II, p 29), “vengo de las carotas doradas de mi madre” (Canto III, p. 36, “la del Guaire acicalado de cáncer y sortijas” (Canto IV, p 40) “ Aquí , en la oreja de los superbloques: la sarna” o “el celofán de la cerveza en el jueves inocente y extranjero” (Canto V. p 46)”, “ Arepa primitiva, no sabes lo que escon¬den las tardes” ( Canto VI. P. 50) “ que no debiste pensar en la Pepsicola del misal embrujado” (Canto XIV). No es que la utilización de términos cargados de feísmo o la mención de materiales urbanos pertenecientes al mundo de la publicidad o 226


marginal, estén prohibidas dentro de la poesía, sino que la incorporación debe adquirir una semejanza tal con la vivencia, una forma tan decididamente propia y esplendente. En alguna poesía de Aray, en Ovalles, en las prosas de Afalto-Infirno, en Calzadilla, esta asimilación de poética crueldad, de inquisición profunda, se cumplen cabalmente, pues la alusión a avisos publi¬citarios, a objetos marginales, la presencia de la basura y los residuos, el empantanamiento de la belleza urbana están penetrados de eficacia expresiva. Pero la enumeración prosaica y sin nexo poético, es condenable, y no da como resultado más frases que desconectadas del contexto revelan todo su pau¬perismo, como “por sobre los cabellos del que vende chicha en las esquinas” o “ Insatisfacción, imbacuabilidad palurdo; freno” (Canto XIII, p/ 91)

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Mito-Juan Toro Muy pocos se han atrevido a hurgar en la que, también algunos pocos entre nosotros, han llamado poesía esotérica. De los poetas recientes cier¬tamente dos podrían merecer el calificativo de esotéricas, pues sus mecanismos de expresión son francamente ocultativos y el universo de sentimientos y valores se desplaza en una enorme nube de incógnita, de detectante presencias del secreto, con fábulas que se valen del número y la palabra cifrada, en un proceso interminable de celadas y de sorpresas que no dan cabida a la anécdota, ni al sentimiento ordinario, ni a las convenciones como amor y odio. No sin extrañeza leemos la nota introductoria con que en el “Papel Literario” se le hizo a un poema de Juan Toro Martínez, calificándolo de esotérico (“Los últimos días de la iguana”, 26 de mayo de 1968) tal vez por contar, a la manera de un testigo, la destrucción de una ciudad que bien podría ser Caracas, su acabamiento violento por 229


el fuego, tal una voraz lengua de Sodoma o una alegórica relación con el átomo. De Toro Martínez conocíamos un poemario publicado en 1948, así como una novela todavía inédita, y es poeta que fue a dar con su trabajo de inquietudes a los zonas petroleras de Falcón, por Judibana. Y la misma ambivalencia, la de un tono seguro en lo que se dice y la pifia y el desliz, se observan en este poema que monta bien la fábula, su aire de misterio, pero que de pronto ofende con alteraciones chabacanas: Esta era una ciudad de ingenuas mapanares como leerán ustedes en “Los últimos días de Caracas” El montaje fabuloso es el de una ciudad (hay, pues, alusión a Caracas destruida por el fuego cuando alguien le pego candela “al rabo de una iguana”. De esta catástrofe fue testigo el poeta (sobreviviente) y una mucha desdibujada en el humo del día interminable, y de allí la viva reconstrucción que de la existencia y muerte de la ciudad va haciendo: Quiso decir deportivamente

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Ciudad- Martín Áñez Martín Áñez. Las edades del tiempo. Caracas: Gráficas Reunidas, 1958. 92 p. “La ciudad palpita entre mis venas”, 8l-88 Allí evoca la ciudad virgen que va siendo maltratada por la edificación de bloques, por las vigas, clavos, por el asfalto. Poema en seis estancias, fuerza la comparación entre la ciudad asentada en el valle, plena de verde y frescura, y la que se ha ido formando en estructuras de hierro y cemento, bajo el impulso del los capitales y la inmigración

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Caracas-Cárcel-Echeverría Un funcionario de la PTJ, ¿en qué forma podría captar a Caracas? Pregunta al parecer inútil, aquí tiene la intención precisa de recordar cómo Juan Martín Echeverría y cómo Elmer Zsabo, eran altos miembros de la Policía Técnica Judicial y como algunas poesías fueron escritas a raíz de la Operación Oriente. Todavía hace falta más presentación, no obstante las evidencias que el mismo Echeverría suministra a lo largo de sus ejercicios autobiográficos recogidos en Alarido, volumen publicado por Lírica Hispana (Lírica Hispana, N°303, Edito¬rial Sucre, Caracas. 1967). Echeverría fue de los fundadores del “Grupo Diez”, junto con Oswaldo Capriles, Unay Mundalúniz y Elmer Szabó, se graduó en Derecho y se especializó en problemas socio-penales, lo que explica su presencia en la PTJ. En el poema “Metal y rosa” (1213), Echeverría hace mención a la ciudad así como un affaire” que motivó su prisión:

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en Caracas un millón de desempleados o en Venezuela en el Este la Operación Oriente o la traición de la Peña en el Interior el plan de vivienda o una promesa en mí mi soledad o tu belleza

La alusión con su proximidad a lo explicativo, con su sintaxis periodística y hasta su caracterizaciones político-morales (la traición de la Peña: esto es, el llamamiento de la boîte La Peña Tanguera, origen del conflicto entre la PTJ y el Ministro de Justicia) se cuentan entre las muchas del poemario cuyas notas con la debilidad y la inconexión, la inexperiencia en la narración un tanto épico de los sucesos. En Comentario (este poema como “Metal y Rosa”, “SOS”, está concluido en la antología de poetas jóvenes publicado por la misma revista Lírica Hispana, 293) se identifica a la manera maiakovskiana: yo Juan Martín Echeverría 26 años ci 1150976 poeta en ejercicio de este universo estoy atado a mi existencia y a una rabia omnipotente (1011) 235


para luego recobrar una razón de ser más sencilla e ir desplegando una serie de intimidades y proyecciones pensadas en la celda de la Jefatura de Petare. “Comentario” es ambiguo en el manejo expresivo, pues alterna las frases retóricas con otras bien construidas, de luminosidad en las idas y exactitud en el rasgo. Caracas, extendida en la realidad hasta la población de Petare, en el Distrito Sucre, también formaba parte en la realidad poética, entendiéndose a través de estos poemas de Echeverría escritos en la prisión. Antes de emerger Caracas con sus cualidades físicas descriptibles, Juan Martín Echeverría en varias partes de su libro de poemas Alarido, imagina la ciudad que en él se ha interiorizado como forma desconcertante que llega a lo paradojal y contrahecho. Las enumeraciones ideales del poema Aniquilado podrían parecer como simples visiones en que el poeta invierte los valores de cada figura fantasmagórica y por ese camino no habría diferencia con esos seres irrisorios de Buzzati o Kafka, producto de inversiones metafísicas y contrajuegos de la realidad. Pero las visiones de Echeverría surgen de sí mismo, clavado en la ciudad, en ese rasgo de autobiografía claro: En mi escritorio hay una sombra que grita” (20), sombra que es él mismo, su soledad agitada en medio de casos policia236


les cuya esencia justamente es la distorsión, la increíble potencia de deformidad con que trata de construirse en cada crimen, en cada deseo, en cada acto. Líneas parodajales las encontramos con idéntico sentido en Ludovico Silva, en poema de rigurosa alusión en su título (“Bala inversa”, Tabla Redonda, No) y asimismo en Job Pim, en Visiones de pesadilla. Pero mientras en Silva hay la clave de un mundo expresamente inverso, que acaso no sea sino el equivalente de la racionalidad expresiva del poeta en choque con sus incursiones a lo oscuro a través de alcohol, en Job Pim un propósito de sátira antivanguardista concentrado en frases oníricas propias de un joven que está pasando por delirium tremens, en Echeverría asoma la conciencia de que lo paródico es la imagen del ciudadano y del burócrata, esos seres que someten la calidad de existencia a todo lo que es apariencia, y al nivel de apariencia todo lo que es ser, Compárese Job Pim Un tiburón tocando violoncelo. Un coco de agua con anteojos de oro. Un señor con bigotes en la frente.

y véase cómo el intento antisurrealista es surrealista en sí 237


mismo (Apollinaire, Bretón, Dalí). Compárese con Silva: Imaginad un asno bebiendo vino, o bien ponedlo al lado de un violín Pensad en balas rieras y cañones llorando o antes Pensad en el beso del pez espada … Imaginad arboles que vuelan, bayonetas que aman tiernamente, teatros invertidos, vacas góticas!

En quien la poesía racional ejercita la lección y el didactismo (“Pensad en mi país y Juzgad). Job Pim humorista y Silva didáctico, con paradojas, son con Echeverría, sólo que la deformación especular se torna aquí un reflejo interiorizado de la ciudad. La sombra de sí mismo, en el escritorio, la oficina policial, se1 Un tuerto con ambos ojos Un puercoespín sin dentadura Un goloso con carne para 14 días

Un sádico sin virgen de 40 años 1

(texto ilegible, escrito a mano) 238


Una botella sin tirabuzón Un estanque con siente salidas (19-20)

Desde luego, la enumeración caótica inversa corre el peligro de convertirse en una búsqueda de oposiciones y perder jerarquías. Si el surrealismo gozaba de un lujo onírico, con imágenes rescatadas en los oleajes, en poemas como los de Silva y Echeverría ‘ con la sensación del filtró lógico concretamente en ”Aniquilado” la visión interior de un oficinista está demasiado esquematizada. En otros poemas breves la fotografía de la ciudad surge en cuidadoso montaje ya no es una visión interiorizada, sino un recorrido en que aparecen experiencias de un funcionario de la PTJ, desesperaciones de un joven de veintiséis años. Pues ser “la palabra revolución / claveteada de alientos sobre los muros ( “Mano”, 2829), una manifestación, una ráfaga , un cadáver, como en la Caracas de 1963 o 1964 puede ser una lucha por la libertad: “un policía golpe golpea golpea / mientras te abrazo muy fuerte / libertad” (Libertad, X, 61) aunque aquí sea muy concreta de sentirse en la calle ; o puede ser la imagen de la muerte en las esquinas en el brevísimo poema ”Ametralladora”: Labios abultadis/ 32 proyectiles / Asesina. 239


Sin mencionar un sitio, sin especificar una plaza o un cine, una calle, una mujer, la Caracas de hace algunos años está allí, Pero hay que estudiar un tercer plano en la poesía de Echeverría: la visión interiorizada de la ciudad ni la imagen fluente y raída, sino la autobiografía del joven de 25 años en la Caracas del 65. En “Poema para mí”, con sencillez JME dice … Quiero la anarquía quiero a gritos una mujer quiero el sabor agridulce de ser hombre quiero una ametralladora

La contradicción interna entre un joven que desea amor y ese joven que se ha formado en un mundo de armas y crímenes, está vivo. La obsesión no lo abandona. En Caracas 2000, (30) dos versos apenas, exclama “ mamá si quieres pan / descuelga la ametralladora/”. Luego la perturbación se va haciendo menos armada, más de hombre abandonado, como “Extremidad I” (33) que es la descripción de un zapato, y en “Extremidad II”, retrato en gris de una pantufla, inmovilidad del preso, extensión del solitario; o como en “Lo cotidiano” (35) con el que hacer de todos los días, el cepillo de dientes, el jabón, el paño, el peine, la sopa. Al fin, en “mi cuarto de siglo” 240


(41) y “Barro” (35) Echeverría trata de hacer un resumen de los tres planos (la ciudad interiorizada, el recorrido, la autobiografía) y lo logra con más o menos habilidad. Como está expresado en el Poema XI (23) aquí se trata de un joven abogado situado en una ciudad, Caracas, en un ambiente y en una circunstancia: En la oficina trabajan 257 personas y media El día de la independencia 100.000 ilusos corean el himno nacional En la esquina un mendigo estira la palma (23)

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Ciudad- Escalona Escalona Escalona – Escalona, forjado en la escuela de la paciencia, antologista por otra parte de la poesía venezolana, publicó en el N° 47 de Zona Franca un canto a la ciudad, con motivo de cumplirse el 25 de julio los 400 años de la fundación. El poema lleva una nota explicativa de Juan Liscano, quien tras Escalona como alguien que repudia a “su modo” la Caracas a alienada, enemiga de la interiorización, recuerda que en él en 8 poemas dibujó a esa ciudad ideal o imaginaria, hueco de asfaltos y de larvas, albañales, en una especie de antevisión de la Caracas actual, un cuarto de siglo después. En el poema Escalona se mueve alternadamente entre la Caracas ideal, evocada, añorada, y la actual, tomando partido desde luego por aquella otra en que las colinas son comparadas con doncellas y vegetales y los ríos con perros sin amo, que andan realengos por el valle. Poesía quejosa, que tal vez en otro momento –el evoca245


do– se hubiese quejado también del presente, o hubiese anhelado un futuro menos triste y monótono, falla principalmente en el carácter discursivo, solemne, evidente. Lo pasado, bueno; y lo presente, malo, puede ser conclusión de un urbanista, de un pintor, de un poeta, pero los modos como cada uno de ellos ve ese cambio y contrasta esos dos momentos deberían ser necesariamente diferentes. El urbanista y el arquitecto tienen, además de principios estéticos, razones mostrarles. Al poeta les bastan aquellas. Escalona, con muy buena intención, decíamos, modifica el pasado (helo allí hermoso) y el presente (helo aquí, devastado). El Ávila depósito de aal , no pudo dictar su cátedra celeste, el mensaje de armonía que no pueden captar las torres con antenas maestras”. Caracas, camarada, otra milagrosa melodía, ahora es “monstruo pulpo”. Automotrices, cárceles, corroen el ritmo de tus días poderosos, y las ruinas, más que obras de la naturaleza, son cementerios con “esqueletos de chatarra”, símbolo de un poderío engañoso que ya tiene plazo fijado. Y así, sucesivamente. Como apreciación de la realidad física (y de paso estética) este poema no traiciona la verdad, anquen no 246


siempre haya sido la nuestra una “ciudad jardín”. Es cierto que los ríos de secaron o que han sido convertidos en fluencia de aguas sucias; que la tierra, acuchillada no es la misma; que los “calientes con combustible” han hecho subir la temperatura o “infartar las arterias” de la ciudad. Más la poesía no se funda solamente, ni necesariamente, en una certidumbre. Pide una sustancia integradora última que lleve las asociaciones a un terreno de prodigio y participación, casi siempre no tan lógicas como la exposición de Escalona. En cualquier caso, la foto de Garrido frente al poema “Caracas”, cuando exhibe al templo de Santa Teresa que fue orgullo de Guzmán Blanco, aprisionada entre torres de concreto y gigantescos avisos de US Royal y extinguiéndose, demuestra que no ha mentido Escalona.

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San Francisco, esquina y templo Pasando por encima de los siglos, en riguroso examen histórico, Gustavo Parodi (Fantoches, No 43. 20 de marzo de 1924. Cartones de antaño. El templo de San Francisco) hace el elogio del “sacro recinto de piedra”, testigo de tantos dramas caraqueños, de tantos sucesos y hombres de Venezuela. El templo se levanta donde antes monasterio de San Francisco y en él Bolívar fue proclamado Libertador y S: “Bajo sus lozas de siglos/ y en la sombría oquedad/ de los suelos subterráneos,/ cuánto esqueleto galán”. En el, “ante los areos alatrse1” oyeron misas pro hombres del desorden federal: Alcántara, Juan Crisóstomo Falcón, el noble Guzmán; Y entre los hombres de empuje el gran Matías Salazar.. 1

Así en el original 249


En la atropellada vida de contiendas civiles, Caracas y sus templos no dejaron de sufrir quebrantos. San Francisco había padecido los terre¬motos y bajo Guzmán Blanco le tocó, como frente a él el Convento de las Monjas Concepciones caía bajo la piqueta, alguna reforma, En 1876 la fachada toma otro aire, más armónico con la fachada de la Universidad. San Francisco queda, frete a la “ceiba secular”, como una reliquia mien¬tras se esfuma la sombra del Padre Calixto. CARIDAD BRAVO ADAMS Originalmente publicado en ... el poema “Esquina de San Francisco de Caridad Bravo Adams (Reverberación de poemas. C.: Editorial Élite, 1931-1933) adolece de un sonsonete de paso doble y resulta un resumen sin gracia de todas y cada una de las virtudes de la esquina y de su “ceiba centenaria”. La esquina es un “pedazo cosmopolita “de Venezuela (14), es esquina de lotería y del piropo, de las campanadas que llaman a misa, del grito del pregonero, del estudiante que pasa, para culminar con un: elogio del árbol al que comparó con un “al cielo alzada”. Cuanto a descripción de la vida ciudadana y de la ceiba es similar en elemento a la de don Julio Garmendia, pero en la de ésta hay un filosófico humor y una hermo250


sa captación de la luminosidad del árbol en la presencia de los cocuyos. Caridad Bravo Adams como después lo comprobó en novelas rosa, cursilonas, escritas a montón, no odia no dar la reseña graciosa de una esquina que fue historia en este siglo, ni de un árbol al que los poetas y los cronistas le dedicaron recuerdos memorables.

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Música-Polita de Lima Átomos. Imprenta de la Librería Betancourt: Curazao, 1897. 59 p. Si en la época de la Independencia se bailaban la Slita y la Chapeton por el 1848 lo que más gustaba era la contradanza, y hasta en una novela que trata sobre la época uno de los personajes se llamaba Contradanza por alusión a su amor a esta pieza y la maestría con que la bailaba. Había aparecido también la Polka y el valse, pero la cuadrilla no penetraba del todo. En la década del 90 Polita de Lima, (33) describe un baile del martes de carnaval y dice que ha notado en su carnet el programa com¬puesto del valse (“cadencia de las almas”), la danza (armonía de una endecha), la polka 253


(la otra mayor compรกs), la mazurca (nervios que se agitan) Ver cuadrilla 19111

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Escrito a mano 254


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Los negroides y el jazz Más tardíos que el pasodoble y el tango, fueron los “bailes negroides” y el jazz cuya plenitud se sitúa entre las décadas del 20 y del 30. En uno de sus poemas de la “Cuadrilla a la rumba” confiesa que es del tiempo de valse y la cuadrilla y reelabora la historia de los bailes que sucesivamente se fueron apoderando de Caracas. Cuenta que para bailar “cuadrilla y lanceros” tan sólo tocábanse la manos damas y caballeros y que en los valses dánzate y su pareja se separaban unos quince o veinte centímetros. Luego empezó a infiltrase el pasodoble, que fue muy combatido como innoble, porque hasta entonces sólo se bailara en el Puente de Hierro

y que significó la muerte de la cuadrilla pero que trajo algo en se bailado con desenfado. Y 256


Rodó en seguida el valse, sin puntilla, como había rodado la cuadrilla, danzas que habían sido de alto rango, y sobre cuya tumba se entronizaron el gimiente tango y la lúbrica rumba.

La actitud de Job Pim ante “bailes negroides” como la rumba es un poco crítica y hace notar cómo habiendo sido “plebeyo” el pasodoble resulta ahora, ente aquellos, viril y noble. Fue el jazz tuvo una actitud más hostil y cuando se supo por los cables que en Paraíso estaba “prácticamente derrotado el tango” no pudo menos que alegrarse y de paso anhelar que también fuese derrotado “Buchipluma” y “Capullito’ de alelí”, las dos piezas que estaba entonces de moda. Job Pim, con un pasadismo inocente, creía todavía en la resurrección del valse, no obstante que para la épica de este poema ya en Venezuela, en Caracas especialmete. el ambiente desenfrenado y moderno estaba tomando cuerpo. Y como el valse, pura melodía, no puedo estar en paz con el bulloso jazz, el jazz se encuentra agónico hoy en día Yo en el alma me alegro 257


al ver que el armonioso valse tumba al fox, al shimmy, al tango y a la rumba, y a tanto baile negro que hace tiempo en los tĂ­mpanos nos zumba.

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Música- Job Pim En Job Pim se halla la historia de Caracas en todas sus menudencias y azares. Es, en la década del 10, quien recoge humorísticamente la entrada del tango argentino, lanzado desde París, y cuya introducción oficial se hizo en el Teatro Municipal; en ese poema (¡Lo que hemos avanzado! 0C 451-452), consigna como antes los prejuicios trataron de detener la novedad, que era el pasodoble, o las deformaciones de la polka, bailada como si se caminara, y cómo después el paso doble reentró bajo el nombre de “two-step”. El nacimiento y asenso del tango es unos capítulos más fasinantes en la historia de la música como ha quedado demostrado por los estudios de Martinez Estrada y ... en el “problema del día” ( OC 452) registra la condena del Papa Pio X y la posible muerte del tango y el renacimiento de La Furlana, pero antes que nada interesa la mención que hace de la aparición del joropo (al que en Francia llamaron jauropo) A los quince años de vigencia el tango escribe el soneto “Lo que no pasa” 260


Cursi, llorón, estúpido, nocivo, desvirilizadora, aleve droga, tres lustros hace que se puso en boga, y todavía el pícaro está vivo

Cuya tesis es la de que cada año se anuncia la muerte del tango, y cada año resurge. En otro poema humorístico, (Sigue el tango argentino, 0C 452-453) vuelve a contar la historia, ahora aumentada y con más salero, de la prohibición papal y de la del rey de los bigotes y de Prusia, comenta la condena de un arzobispo venezolano, que lo tachó de “inmoral, y los recursos de que se valió la gente para bailarlo, designándolo con el nombre de danza moderna: Y en algún sitio dice ¿por qué su Señoría no ha prohibido y relegado al tango otras danzas análogas al tango, junto a las que ésta es una inocente broma y que, de conocerlas en Sodoma, no se hubiera salvado el mismo Lot, como son por ejemplo el Turkey trot, la famosa Matchicha brasileña , y muchas más de las que no hará reseña?

(Ver los artículos del 27 -29, el argot, etcétera)

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Épocas 1806 Bello hizo el dibujo clásico de Juana Facompré, cantatriz de la primera compañía operática que arribó a Caracas. Se estaba en víspera del movimiento revolucionario (OC). También escribió una octava a la muerte del primer arzobispo de Caracas, Francisco Ibarra (OC-Poemas, p 27), entre 1806 y 1807. Luego los años revolucionarios, los pasquines en la época de la independencia reflejan lo cambiante en medio de la sangre, la nueva faz. Caracas cambia de mano a cada instante. Las gentes se ocultan o hu¬yen. Las paredes se empapelan o circulan pasquines. Suceden terremotos. (Arístides Rojas). La poesía decae con la guerra de liberación. Todos pelean. En 1825 llega a Venezuela el joven poeta francés Martin-Maillefer , que se abisma, como Ernst más tar263


de, ante este cielo, ante este cerro, ante este valle. Martin-Maillefer (P.D. MM. Los nocios de Caracas, traducción y preámbulo de Santiago Key Ayala. Edic. de la Rep Edic. Edime Caracas Madrid. 1954. 155) confiesa que la acción de su poema (p 13) empieza prácticamente (y concluye) el 36 de marzo de 1813 y su colocación espacial no pasa de cuatro leguas cuadradas. Es Caracas en fin, sólo que una Caracas conclusa por la guerra civil, por los sismos, por la magia de la tierra y por la figura de Bolívar. En versos ditirámbicos, que equiva¬le a una prosa ritmada y luciente, aparece la ciudad de los contrastes una paz de momento y una ola de sangre. Tarda la poesía en recuperarse. Bello ve en el exterior y la república busca conductores que se trenzan en luchas para ganar el poder o conservarlo. En 1639 nuestra literatura está refugiada en el periodismo y en el costumbrismo incipiente, con un atuendo erudito y españolizante. En Caracas se escribe para convencer, guiar, demostrar. La poesía sobra. En una “Miscelánea político literaria” es posible encontrar noticias estadísticas sobre Rusia, las “memorias del Conde Rostopchine”, un censo de las fuerzas marítimas de las grandes potencias, esbozos biográficos de Metternich, y novelas de señores y señoras que hoy dicen poco para nosotros: Gustavo Dess 264


Esards. Alfonzo Royer, Mada Sofia Gay. Poesía, nada La década del 40 es la del romanticismo. Martín y Lozano saludan a Caracas mientras Agostini escribe en tres idiomas estampas nativistas. Fermín Toro, Juan Vicente González y García de Quevedo también dicen de los ríos, las brumas flotantes, la indecisa luz de la tarde. Caracas luce entre espacios deliciosamente acomodados por la naturaleza romántica. Su gesto es de flor, de apertura cordial, de pájaros, en ella no hay desgaste ni fealdad. Después Yépez, al romanticismo suma su paisajismo idealista, su niebla indianista, y Caracas se alza aún más bella, entre fuentes cristalinas. Así desfola entre Domingo Hernández, Calcaño Francisco Guaicaipuro Pardo, magnífica, espléndida, no desprendida del aleteo romántico, hasta golpear con tristeza amatoria, con dolor y agitación en Pérez Bonalde. Pero es la Caracas del paisaje, o esa majestuosa de agilidad, o el quieto y nemoroso de la iglesia, un puente, un crepúsculo. Y que no logra dar imagen de Caracas por su adhesión a la poesía alemana — Rilke y Holderlin— o al ultraísmo español. Mientras la ciudad en los del grupo 265


“Viernes” es un manejo simbólico de realidades que la contornean de modo metafísico— Dios, el misterio, la noche — en la poesía social se pervierte para resultar campo de batallas sociales y exégesis espectaculares de inocuidades económicas y desajustes morales. Esta Caracas es la de las manifestaciones estudiantiles, la de las huelgas, la de las insignias proletarias, y la de un sobreviviente resto de eficiencias marginales, como el limpiabotas, la lavandera, la prostituta, que da motivo para una requisitoria que funciones como el reverso de la pasada poesía caritativa, en que parecía deleitarse una rima de sociedad benéfica y las moralejas de las santas instituciones. En la década del 40 se cruzan visiones sociales de más alto rango con el sonetismo y las coplas hispanizantes , donde nos es difícil rastrear influencias del Siglo de Oro y de (García Lorca. Entre las captaciones de realismo crudo, está el whitamanismo delirante de Liscano y el depurado ciclo recordatorio de Carlos Augusto León, mientras resulta difícil atrapar una vivencia caraqueña en la poesía andaluza, olorosa clavel, e infectada de torerismo narcisista, que practican Beroes, Pastori o Calatrava. Ya para finalizar la década, el furor nerudiano se apodera en los más jóvenes y entonces la ciudad que aparece por ráfagas es una ciudad apresada en la burocracia en que 266


el vocabulario seminal y telúrico se hace repetitivo y asfixiante. Y cuando por los años cincuenta arriba la moda persiana, el un versilismo de Neruda, con sus minerales y alusiones desbordantes, es reemplazado por un universalismo de imitación, con largos periodos exclamativos en que cada palabra se cuida de no estropear a la otra, y la ambición consiste en crear una belleza exótica y plena de riqueza verbal y alucinaciones. Caracas entonces puede ser cualquier ciudad y la metáfora no es ya sino un bajo tono del lenguaje, más lascivo que nunca, menos preñado de facticia, menos identificable. Pronto el cambio político del 58, junto con la revolución cubana y las corrientes de la iracunda y de los beats, iba a relevar cada punto urbano, cada sentimiento de náusea o atracción, cada objeto de la civilización material, cada residuo, cada gesto, como un material invalorable de la poesía. El poeta de basura, la carne sangrante, los tiroteos nocturnos, la lluvia sobre el gas neón, esa cierta tristeza del apartamento que rodea en soledad e incomunicación al poeta, la calle bullente, el asfalto, la multitud y los automóviles, la publicidad, el dancing, en fin todo aquello que podría figurar en un diccionario de la modernidad impactante, directa, mediata, y armarse como rompecabezas y ensamblarse de mil modos dife267


rentes en virtud de ser partes dispersas de una realidad múltiple, entra ahora, sin pudibundez, en la poesía que hasta, en algún momento pide llamarse, “de la ciudad”. Con el grupo “Techo de la Ballena” que trabaja los materiales desde un punto de vista caótico con imperio de la fisiología ruinosa y devastante, de lo escatológico y repentista, La referencia a todo aquello que no sea cielo, tierra, aire, agua, u obra humana con perfiles de perfección — templo —es conscientemente eludida. La estructura poética desconoce lo que surge con un soplo de mundanidad, de hábito, de moda. Donde los modernistas empieza a modificar el sistema de (texto ilegible) poético y entonces las plazas con sus nombres y sus árboles, las esquinas, los medios de transporte, el mundo de la elegancia comienzan a ser citados. El proceso se cumple cabalmente con la entrada del siglo, pues a finales del pasado todavía resultaba una hazaña conseguir una referencia poética al Café del Comercio, no obstante que allí se refugiaban los políticos y los bohemios, o al Café del Ávila a pesar de ser un refugio de pintores y músicos y de discusiones sobre el provenir del arte. Churión, un modernista a su modo, sonetista de agudas rimas, ya menciona los sitios sin temor y con él, los cha268


guaramos se clavan en un Puente de Hierro. El carnaval, con su pierrots y su alegría artificial, se torna una competencia lírica en que aparecen los años, las carrozas, los desfiles, las mujeres. Más tarde, al modernismo sucede una poesía que sí es tremendamente pura, como en Paz Castillo o Moleiro o Fombona, no deja de insinuar un paisaje de alma, con recuerdos de lámparas de fin de siglo, o grandes plantados en el patio familiar, o brisas que pertenecen a esta altura avileña. Con el siglo, paralelo, las tendencias, la poesía humorística que se ha nutrido en las costumbres y los detalles hacen un sumario interesantísimo de la Caracas rutinaria, movediza, según el caso. El tranvía y el auto, la aviación, los toreros, las compañías de ópera, los cómicos de la legua, los accidentes y percances, el alimento del periodismo, van pasando sin tregua por los apuntes de Job Pim, Leo, Arvelo Larriva, Michelena Fortpul, y seguirá dando motivo para los humoristas posteriores, de tan alta calidad como Aquiles Nazoa o Miguel Otero Silva, tan intelectualizados como Rosas Marcano, etcétera. Con la vanguardia, tonel mágico al que caen todos los ismos y en que en Caracas brota masivamente el año 27 con las reuniones de “Válvula”, la ciudad maravillada del petróleo, aún en albores, despliega sus objetos de futuro. 269


La llegada de Lindbergh o la velocidad del auto deportivo, el Country y las mujeres que imitan a Greta Garbo, la fábrica y el humo surgido de máquinas productoras, el jazz, acaparan la nominación poética y dan lustre metafórica y conciencia revoltosa a la poesía urbana, que ya se aqueja del mal contrario al panteísmo puro, a la significación cuadrática de los elementos, al paisajismo de acuarela. Ahora todo gime, no como pájaro cautivo, sino máquina sin engrase, y todo suena, no como rumor de aire, sino como música negroide, y todo brilla, no como el fuego, sino como iluminación eléctrica. Del sueño de la vanguardia del 27 están por elevarse dos movimientos, el de la poesía social y el de “Viernes”, considerado como un vanguardismo acomodado a las circunstancias del 36-40.

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Tranvías Tranvías y autobuses, automóviles, aviones, todos los medios de transporte han sido motivo de la poesía\ en Caracas. El tranvía fue fundamentalmente motivo para la poesía festiva, humorística, con intenciones evocativas en algunos casos, e igual el autobús, de cuya novedad se hizo el elogio y la condena alterna¬tivamente. El auto y el avión, en cambio, constituyen motivo de la vanguardia literaria que vio en ellos dos prodigios simbólicos del futuro y un expediente para nutrirse de metaforismo maquinístico, deportivo, ágil. Job Pim es en ma¬teria de tranvías y autobuses tan inevitable como Aquiles Nazoa. En “Tranvía de Catia” (334) da cuenta de la inauguración de esa línea hacia el oeste y de los refranes que fueron surgiendo, cargados de argot, con tal suceso; en “El tranvía de La Pastora” narra a la manera chusca un viaje en un “carro de esa línea, describe a los pasajeros, critica las incomodidades y sorpresas, y va pintando vivamente el paso por la esquina de Guanábano, por la de Jesuitas, 274


por la de la Torre; en “Paladines del Tranvía” responde al se¬ñor Urbano Rueda, que en El Heraldo había expuesto su preferencia por los tranvías, pues los autobuses eran “trementes aparatos”; en “Del tran¬vía ya también denigro” (336) , confía nuevamente su amor por los viajes en tranvías, pero esta vez señala que en la línea de El Valle hubo descarrilamiento a la altura de La Bandera; en “Contratiempos de un viaje en tran¬vía” (336) acentúa sus observaciones satíricas ; en “Elogio del tranvía” (338) y en “Nuevo elogio del tranvía” retorna a su amoroso trato y lo ca¬lifica de “tren de la democracia”, “vinculo de la hermandad” y destaca la rapidez con ahora cubre la distancias: Ya del Puente de Hierro hasta la Plaza no gasta media hora sobrancera; diez minutos le bastan ¡ diez minutos ! y algunas veces hasta en ocho llega, como si se empeñara en demostrarnos que sí es verdad que tiene el alma eléctrica, cosa de que dudaba la implacable ironía caraqueña. ¿Qué le pasa al tranvía? ¿Qué rara vitamina lo alimenta, ¿Es que por asombrosa aplicación de un ultra vorofonico sistema, glándulas de automóvil o de ferrocarril le injertan,

...

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¿Y para qué seguir citando a Job Pim, que en esta materia no dejó resquicio posible?

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Autobuses El autobús, en un país petrolero, en una capital que no llegaba a los doscientos mil habitantes, vino en reemplazo del tranvía, cuya liquidación acaece a finales de la década del 40. Jom Pim fue cronista de esta singular batalla, y en su “Homenaje al inventor del autobús” propone para el Premio Nobel de la Paz pues considera que este medio de transporte es el gran nivelador social en una época de aguda lucha de clases (p 346-7). En otro (Rarezas del transporte, 347) se pregunta cómo es posible que se sostengan los autobuses cobrando apenas una locha por el pasaje, en una tiempo que en las “lechuzas” sobrevivientes, “crujiente y cadavérico vehículo”, a alta noche, cobra precios elevados. Otra comparación — del autobús con el trolley-bus o el autovía la inserta en “Autobús y tranvía”, para sostener que el bus es un “nido de bo¬chinches” mientras el autovía es elegante, como para la gente correcta, no obstante cobrar lo mismo por el pasaje. En “Ventajas y defectos del autobús” (348) hace un 278


balance, y en “Desventajas y peligros del “radiobus”, escrito a manera de confidencia a Edgar Anzola, pionero de la radio caraqueña, protesta contra la combinación radio o autobús, o sea, la moda impuesta en aquel momento de colocar radio en los autobuses, por considera un [ilegible] Hay más poemas. Ver Nazoa1

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Nota hecha a mano 279


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Ciudad supuesta-Calcaño Menos impresionista que las visiones moteadas y asaltos de Luis Alberto Crespo, menos expresionista que las deformaciones animales de Héctor Silva, la ciudad (La ciudad, en Motín de sueños, Antonio Simón Calcaño. Caracas. Edit. Arte) de Antonio Simón Calcaño, por las al¬turas de 1963, está expuesta en verso fácil, inteligible, que utiliza los elementos de confusión de la Caracas de esos días. La ciudad no es ahora — diría en resumen de la historia de calcaño -- la dulce y fina de antaño, donde el madrigal y cuando mucho el epigrama florecían, sino una ciudad de la anatema (¿las luchas políticas?) y trepidante. “En vez de neblinas, “aras letales” en un ámbito desquiciado por el petróleo. Una ciudad que vive a gritos, de ametralladoras, sin paz. Calcaño confía que alguien modificará esta visión y esta estructura, de asedios, invivible. Y el final de su poema es una trinidad de preguntas inquietas sobre el tema, y la respuesta esperanzada.

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Un poco más tarde, R.M. Bayardo, en su poema “Zaquizami” (Desequilibrado. C. Artegrafía. CA. 1965. p 91) continúa por la línea simple de contar una breve historia o de fijar una impresión, pero sin desarticular el lenguaje ni cambiar las posiciones de captación de un momento a otro, desgarradamente. Bayardo avanza un poco más que Calcaño, pues intenta yoizar la ciudad, desobjetivar a través de la descripción de su visión y no de la visión general y descriptible. Después de ambular por toda la ciudad empieza a sentirla en él, y de pronto es él mismo contándose sus experiencias: … soy la parte posterior de todas las cosas, y un color castaño oscuro me aísla ….. estoy encerrado en un centavo, sobre cualquier hierba, y no quiero que me encuentren.

EDMUNDO ARAY. NADIE QUIERE DESCANSAR. Arte 1961. En 1961 publica Aray un largo soliloquio cuya materia prima es” el hombre de la ciudad, una ciudad que 282


debe llamarse Caracas. Sin desmerecer la alusión autobiográfica que la nutra, la poesía de Nadie Quiere descansar anhela a veces fijar, como en diapositivas manejables al an¬tojo, figuras y formas de la ciudad, manchas objetivas, temblando en su vivacidad de cosas. En el ‘poema “Nadie quiere descansar”, que da título a la obra, (59-60), esta opacidad desafiante de los objetos y el grumo de la monotonía urbana, que convierte en clisé los momentos más veloces, los instintos más inquietos, se expresan con nitidez: He aquí la casa. Habitaciones en sobresalto paredes donde aguarda la videncia sillas y sillas de inusitado color largos envases como piedras el televisor para las comedias de todos les días

la mesa con manteles de vivos colores … Las calles entran los autos las bocinas. Y nadie sale a recibirlos. Están allí. Perfectamente instalados.

Esta poesía de apartamento (o de casa} donde un profesor revisa los apuntes de clase a la misma hora en que 283


el resto de la familia se prepara para el éxtasis y la comunión frente a una pantalla de TV, carece del don discutible de lo caótico, ejercido por Aray en otros libros, pero realiza, virtualidades y experiencias a la postre más intimas y profundas que esas imágenes fílmicas, sucesivas y atropellantes de otros poemas. El acto más serio y, por tanto, más destructor o constructivo, es el de un profesor de economía que tor¬na al hogar y se instala en el triste hábito, haciendo memoria de naderías y justificando con movimientos gratuitos la llegada de otra noche. Es la poesía de nadie, pura alusión, ruidos que penetran, objetos que permanecen dulcemente instalados. Es una poesía para nada. Un bostezo en la ciudad. Una aventura e imaginación que se po¬sa en el cuaderno y los libros para der fe de los mercaderes de Frankfort, los frutos del Brasil y los veleros mercantes, sin mover un pie, sin intentar un gesto, sin desatar un deseo. La perfecta soledad de una ciudad sin orgullo. [ilegible] En otra oportunidad (“Siete y cincuenta y cinco”, 75-76,) el yo entra a participar en el proceso a la manera de un ser habituado que así como en la noche fue a un reposo perfectamente cuadriculado ahora, en la mañana, en el justo momento de la partida para la oficina, ensaya todos los movimientos mecanizados del comienzo de 284


jornada. El café. El ascensor en el sexto piso. El motor del auto en los periódicos, y algunas referencias a factores modificantes y perturbadores de la realidad de entonces: la fuga de la Planta, el Ministro del Interior, Livia (¿Livia Gouverneur?) La angustia de un profesor que vive en apartamento de Bello Monte, esa barriada italiana: fosforecente, empinar y agotadora, y el perfecta sometimiento de esa angustia al rigor de la oficina y las obligaciones domésticas crean ese desafío urbano “del nadie quiere descansar” Sin tanto (ilegible ) enunciativamente el poema “De como regreso de mi estancia” (55) concreta la soledad del hombre en un pequeño cuarto. Aray esta vez se afana más en dejar ver un sentimiento –la nostalgia del solitario– que en otras ocasiones, cuando esbozaba significaciones gestuales y descalabros mecánicos, movimientos de piezas de máquina social. CIUDAD SUPUESTA BOSCH Una vez descubrí la ciudad y penetré en las fauces de ese animal fantástico 285


Dadme una rosa pura (35)

Así comienza una intuición Velia Bosch al comienzo de su poema “La ciudad”. Podemos imaginar que es la Caracas de 1943 o México de 1956 y el índice de certeza se inclinaría a Caracas, que fue la primera ciudad, con neón de ritmo alterno, y miseria estallante, vista por la poetisa. No hay mayores comprobaciones para esta afir¬mación, apartadas cualidades secundarias propias de la Caracas del 50 —de una gran ciudad cualquiera, de la misma época— bocinas, bullicio, avisos luminosos, bombas fantasmales que encierra la luz vio¬leta, blanca, roja. La ciudad sin nombre es una potencia enajenante que convierte a Velia Bosch en un ser sin recurso, “como un insecto “ sin alas”, que se desliza, despojada de los medios de captación y locomoción, afónico, desdibujado, por las calles: “La ciudad engulló mis objetos humanos” Referencia. HAA 49

CRESPO

Parecido descubrimiento al de Velia Bosch, el de Luis Alberto Crespo es un estar arrojado ahí, lanzado por una potencia extraña. Pero en Crespo la ciudad no 286


ingurgita al narrador de este suceso existencial, ni lo despoja de sus instrumentos de conocimiento y movi¬lidad. Al contrario, captar la ciudad es un proceso que apenas si co¬mienza con la nota referencial de estar ahí, en ella, frente ella, para luego desatarse en una serie de rebeldías. Es la historia de adolescente rebelde, la de la ciudad, sus oposiciones y combates. El fumar (acto prohibido) es el primer acto luzbélico. El café, con cierta fuerza de desorden óptico, constituye la segunda violación de la ciudad. Después, complicidades y evasiones: puertas vacías, prostíbulos. Más tarde los pocos libros, de esos que abren mundo, y el apetito, insatisfecho de viajar. Luego comenzaron los disparos Mis amigos me dijeron debes colaborar ¿En qué ciudad estamos, y en qué año? En Caracas, dialogamos, 1962 o 1963. El poeta ahora no es capaz de ordenar sus rebeliones y la cronología se le desbarata. Se enturbia el ánimo, las claridades se tornan viscosas. Letreros en las paredes (consignas o mensajes cifrados), escritos por él mismo, o letreros que el sumó escribir. Poses arlequinescas; lascivias; desacomodos: un hombre de corbata frente al mar. Se ha salido de la ciudad (acaso al litoral) y retorna. Tragaluz de fusiles, máscaras adema287


nes. Augura entonces que es el mes de junio, pero no en Caracas . Pero está en Caracas es evidente sólo en esta ciudad pudo acaecer la historia. PARRA FINOL . Identificación del yo José Parra Finol está por la línea de objetivación ensañada por Aray y Bayardo. Las calles no son calles, que estén ahí, bien trazadas, mal trazadas, anchas, angostas, sino algo por donde uno va, camina, se precipita. “Me proyecto a la ciudad. Penetro por calles” dice (Calle K.L) La nueva poesía en el Zulia. (Ant- p. 64) Parra Finol; de modo que la ciudad es una forma de identificación con el yo, en este caso un espacio de recepción de los emisiones del conocimiento a partir del sujeto que no establece separación y distancia entre la ciudad y él, sino que son traba en una unidad. Podría darse, el ejemplo contrario (que la ciudad se proyectaría sobre el sujeto), también como identificación. En la poesía urbana (el mayor referente de Caracas) hay esta identificación en uno u otro sentido, producto del empapamiento emocional del poeta, del sistema de contagio mutuo que se establece entre el creador y su mundo. 288


Si la Calle en K.L. puede, ser cualquier calle de cualquier ciudad del mundo, donde se cruza una esquina “con un temor tangible” y se pregunta por Hurí ( de Livia en Aray, la mujer de boca marmórea de Pereira, la ebria de Acosta Bello), (“ésta calle” de Balza Donatti, 55--56) de Balza Donatti. Más , ‘”esta calle” de Balza está descrita, objetivada, “se dice de ella” esto y lo otro, sin que exista la contaminación entre yo y objeto. Y se dice mucho: allí donde la poesía de hace cincuenta años ponía árboles, tristeza del mediodía, uno que otro animal (el perro) Balza coloca elementos anacrónicos en escena (donde hombres en silencio rezan en los tranvías”), u otros menos definibles (calle de azulados aceros taciturnos) y en fin algunos de naturaleza conceptual (el tiempo trafica como una “bestia de carga”). Es la calle de una ciudad, sin embargo, descrita desde afuera, desde un yo (o un nosotros) crítico, apreciativo, improyectado. En 1915 Salustio González Rinconces (El Universal 9 de sep.- de 1015) había esbozado también a la manera, descriptiva ideal ciudad cualquiera (posiblemente Caracas ). En vez de azulados aceros. Esta calle amarilla, como calle olvidada, de silencio y de yerba resecas tapiada tiene la misma calma de un alcoba encantada 289


... /a calle olvidada

Y luego, siempre ante el paisaje plácido, donde la naturaleza cobraba sus intimidades, en la hora del ángelus, los faroles daban el toque de época y mostraban el rostro de aquella ciudad. Sensiblemente, sin cotejo, a pura intuición,, en González Rincones imaginamos la ciudad de otros tiempos, y en Parra Finol, Bayardo, Aray o aparentemente sin tiempo”, atemporal”, ‘pero profundamente tenida en sus objetos, en la disposición de los elementos, de las maneras de proyectar el yo. GUSTAVO PEREIRA Gustavo Pereira, iniciado, en su adolescencia con una poesía cándida, a partir de su tercer libro evoluciona con rapidez hacia una concepción alucinante del mundo, con materiales cruentos y virtudes viciosas, Moldea un lenguaje que recuerda en mucho al surrealista. Construye las cosas, o las destruye, en imágenes, azogadas, que se desplazan mutuamente, moviéndose impacientes en un onirismo sin cese. Los poemas de Hasta reventar, y algunos posteriores, son inubicables. Ciudades de sueño a la vez reales; extrañas mujeres que sin embargo trope290


zamos cada hora; vuelos fantásticos, saludos. “La boca marmórea sin labios” (HR.. Edit. Universidad. Zulia, Facultad de Humanidades. 1966), acaso sea una visión de la mujer en el hospital, tras los accidentes de la calle, o simplemente un animal desnudo tirado en el lecho y delirante. Pero no es una mujer negada o afirmada: negada, como en Liscano, por la cultura urbana, o afirmada, como en románticos y modernistas, por su esplendor de Venus o su figura de princesa. El contorno, la línea, el buen dibujo, de la Mujer han sido borrados con habilidad así como todo intento de presentar al sexo, per¬vertido por el cemento y los negocios. La dualidad oscuridad-luz, imperfección-perfección, no cuenta ya: Señora occipital permítame contar por usted Cuatrocientas mil cuatrocientas mil Cuatrocientas mil la mujer desnuda atravesada por mi fémur que sangra que se queja que destila miserablemente del espejo brotan mi cara y una enfermedad de fiebre de 40

El dato es una mujer desnuda y la referencia el hombre que sangra junta a ella, pero ella ¿en esta ciudad? 291


¿Quién es? Una boca marmórea sin labios, acaso una estatua, acaso cromo de almanaque, acaso una amiga en el hospital, acaso una figura de espejo, acaso un sueño. Esta poesía ya es pura gesticulación, una mano que se alza, un hombre tirado sobre la cama roja, un parpado; puro movimiento. Sin palabras que enlacen a un ser con otro, sin sentimientos que proyecten una realidad sobre la otra, sin ideas que pongan una soli¬daridad entre “este y aquel”. Gestos, signos fantasmales sobre un fondo indescriptible. (Ilegible) La ciudad de Pereira puede ser Caracas o no (Puerto La Cruz, entre vaharadas y petróleo), y si no hay especificación es porque la esquina o la plaza, concreciones del pasado, o los elementos de la ciudad moderna (aviso luminoso, asfalto, cemento), le interesan poco a Pereira para hacer una poesía al revés de cómo la concibe, una poesía que rodee de datos y sitúe en un punto determinado, previas señales, sus objetos y seres de “la ciudad”. Pereira procede de modo inverso: los objetos y seres se despliegan, crecen, corren, se desplazan, se disminuyen, creando ellos mismos sus formas urbanas. En vez de ambientar a los seres y objetos, estos crean el ambiente.

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Ciudad supuesta- Acosta Bello El relato sensual de un intelectual de la ciudad, es el de Acosta Bello en un libro significativamente llamado Hechos (Tabla Redonda) Podrían añadirse actos, sucesos, acontecimientos, experiencias. Acosta Bello elimina la rima .y la versificación y se va por una, prosa de insatisfecho, de esos seres que prolongan la vida durante la noche, abren los ojos, parpadean con el gas neón, recorren los bares, llegan tarde a la oficina, renuncian a los empleos, vuelven a engancharse como ins¬pectores de mercados (solos, otra vez renuncian, alborotan papeles de oficina, escriben poemas mientras divagan al escribir oficios, ordenes, respuestas. Acosta Bello al biografiar la ciudad y se biografía él, en espejo plano, no cóncavo, sin deformaciones, con una gran dosis de asep¬sia vital. Es el anti-intelectual, el desechado, el despojo. Un animal que se estira y vi298


bra ante los fenómenos. Puede ser una madrugada, cuando los pies andando más solos se tropiezan con mujeres ebrias. Las mujeres de otros: Ahora duermen como cetáceos, orinan en la oscuridad. Estrujan los vientres, los riñones. En cada sarcófago un rey muerto (7) Un ovario lleno de alfileres, podrido, condenada a piedra pómez

Una gran ternura, una larga y patológica, ternura, respira la poesía de Acosta Bello al tocar un [ilegible] sexual que en otra forma, más enunciativa y proclamante, veinticinco años atrás, cantó Juan Liscano. Acosta no dice lo que dice de la mujer porque lo haya leído en Lawrence o porque tenga compuestas teorías sobre la religión del cuerpo y los estragos de la ciudad moderna cargados sobre la entidad física. Este es un sensual de raíz, a cada palabra, en la última razón de la fisiología. Sin alegatos. Sin literatura caritativa para prostitutas o adúlteras o amantes insaciables. Sin complacencia, A plena sed, a pura insatisfacción. Con la gula que da en la ciudad a quienes no puede exterminar; con la abstinencia que quita; con el ludibrio. 299


Es una madrugada esta vez y otra vez. El hombre camina y duda. Traga pastillas somníferas, porque es un enfermo de demasías. Le sobra vigilia, ojo enrojecido, luz. Automóviles. Me asaba la desesperación Los vellos olían a cenizas. Mi cuerpo tenía puntos ardientes. Me envolvía de jabón y regresaba a vestirme, en realidad quería arrancarme el pellejo.

Antología del cuerpo y de sus placeres que se irán, doble¬gando el alma, poniendo en jaque a la voluntad, los hechos de Acosta Bello desfilan interminablemente en cesión. De pronto, sus víctimas, empleados, dueños de quién sabe qué cosas, seres que vomitan, borrachos, un necio de la calle. La fisiología sé enreda y todo es sucio, desbocado, salido de sí en el gran basurero, también así hermosa, es la ciudad. Desayunos ácidos y vueltas y vueltas del observador, el que ve, que huele, respira, siente. [ilegible]

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8 poemas - Liscano 8 poemas de Juan Liscano intentó descubrir el rostro de la ciudad utilizando todos los elementos característicos de la urbe moderna (en este caso Caracas), sin nominar calles de la ciudad, ni dar datos concre¬tos que permitan la identificación. En “Puerta abierta al morir cobarde: La ciudad”, (5-6), se mencionan los rasgos específicos de la urbe, detalle de la construcción, piezas de la inmensa maquinaria, utensilios, instrumentos, organizaciones típicas, insignias, moral sexual, pero sin adje¬tivar con una precisión que permita decir “esta es Caracas” o “esta es Buenos Aires”. La visión corresponde a una ciudad paleotécnica incrusta¬da en una civilización más atrasada sobre la que han caído hábitos y formas ajenas, creando una caótica entidad habitacional, un hormiguero, Pero por aquello de que Sobre mi tierra venezolana las ciudades son horribles heridas 302


Se deduce con alguna facilidad la referencia a Caracas, donde las características anotadas en estrofas mas abajo son más señaladas — o eran, en 1939- que en Maracaibo o Valencia: costras de cemento coagulado, fabricas, estructuras, tubos con fórmulas de odio, como panorama arquitectónico; pa¬rapeto, banderas rojas, programas, insignias, como sistema político; bombillas en la oficinas y en las fábricas, como organización económica; mujeres de sexo preso, sangre y alcohol, templos donde veneran mentiras, como fórmulas, éticas y religiosas. Para aquel momento Juan Liscano no había aún penetrado a profundidad en estudios de folklore y psicología, ni estaba poseído de la ulterior pasión por el misterio, o por decir menos, en aquel momento esos dos sectores de su personalidad estaban subalternos a cierta inteligibilidad del mundo, que si aparecía como caótico en sus formas y desviado en su organización, podía ser enfocado críticamente, casi con un esquema racional, casi con un sistema de verdades, casi con una escala de valores. No es extraño que Liscano en el mismo poemario (per¬fectamente unitario) insistiera en la descreencia que este tipo de ciudad (de civilización, por consecuencia) le inspiraba. Así, en “Poema a la mujer que vive sobre el cemento” 12-20, podría iretilarse como un largo manifiesto 303


en favor de un sexo corrompido, de una soledad perdida, de una maternidad falsificada. Los principios primarios de la sexualidad, que Liscano profundizo en sus estudio sobre Lawrence, son visto con añoranza en la poesía que viene a rescatar a la mujer anestesiada y victimada. El mundo de las cosas cines, automóviles, teléfonos, lápiz labiales, tubos, postes, trata de negar al mundo obscuro y originario, y Liscano viene a protestar ante estas ciudades que ppervierten y deshumanizan y que convierten a las mujeres, en un acto tumultuario boca arriba, en una gigantesca prostitución de cuerpo y espíritu. “Poema al hombre de la ciudad” es otra cara de este animal bifronte: el ser de las ciudades. También acorralado por los odios, el hombre, como la mujer ha visto sepultada en su materia original, la sangre, el sexo, los intestinos, ante el “golpe sordo de la máquina”. Lo que en otros es el rostro puro de la ciudad y expresados a través de imágenes limpias, aquí es “rostro lacerado”, donde no hay aguas cristalinas, ninfas, aire transparente, pájaros de vuelo libre, perfección urbanística, soledad callejuelas, rincones. Esta es la ciudad falsa para un hombre falsificado. Liscano busca metáforas expresionistas y las combina y funde en una lengua caliente de naturalismo, con mordiscos y términos de castigo; corriente sucia de 304


alcantarilla, cráneos machacados, corazones cocinados, cemento remojado. La gran alusión de Whitman por el hombre natural aparece a medida por el Naurad de la Guerra Civil española; lo espontáneo, en lengua fresca y fraternal, prueba palabra delatora de manifiestos poéticos.

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El Calvario Desde el Cerro del Calvario Martín debió ver a Caracas. Le sirvió la eminencia para extender la mirada y purificar el paisaje. Era un esclarecimiento óptico de la ciudad. Alfredo Arvelo Larriva, en 1925, cuando todavía El Calvario (corrección ilegible) es el puñal paseo arbolado, lugar de descanso, de contemplación del espectáculo urbano, cambiará el sentido de la cisión de Martín. El Calvario ahora será más bien un paisaje interior “anheloso atisbo”. En la capíllita de El Calvario el poeta, mientras susurran los bambúes, espera a la amada que tarda en llegar. Tercetos sobre amores caprichoso (Alas de Murciélago (Mimosa), p. 56-57), en ellos Arvelo busca dar la sensación del “tiempo sicológico” del amante cuando transcurre “medio siglo en media hora”. A través de un juego de palabras, el primer terceto resume este idea de soledad y espera. Capillita del Calvario! 308


En calvario y en capilla estuve ayer en el atrio.

Poesía menor entre las de Arvelo Larriva, el título es mimosa acentúa la idea de un amor caprichoso, de excusas y reproches propios de una “mimosa”. Caracas está allí en el mismo sentido en que estuvo para los enamorados tiempo atrás, como el lugar en donde la cita era posible. Época de parques, aunque pocos, y de encuentros emocionados. Sombras, quietud, árboles, manos que se juntan, miradas furtivas. Años después, El Calvario perdió interés para los caraqueños ansiosos del descanso o de una sana diversión. Al pie del cerro se levantaron los bloques de El Silencio mientras la ciudad se echaba hacia el Este. El cerro, donde en 1945 se escucharon tiroteos entre fuerzas del gobierno y fuerzas de la Revolución, día a día fue agotaba su capacidad de atracción. Nadie parece creerlo. Algunos viejos, algunos niños, y hasta homosexuales que se refugiaban. El parque que Nazoa estimó “digno de los impresionistas”, (El Ruiseñor. Editorial Ávila Gráfica, 1950, P.17) empezaba a morir, “octogenario”: Se está acabando el viejo paseo de El Calvario. 309


como un tumor maligno lo roe la erosión; de sus claros jardines como de su oloroso herbolario, sólo quedan chamizas en triste confusión. (El Calvario, 17)

“Diario de amor” (P. 149-150 de Romances de ayer, 1951) Juan Santaella parece (texto ilegible) que para 1908, el parque estaba abandonado. Como en Arvelo , se recuerda a aquella mujer amada, no es una “mimosa”, si alguien de “raras pupilas” a quien se amó mientras el piano lloraba un vals. Santaella evoca, y para hacerlo, se asila en el cerro, tal vez testigo de paseos con la amada: Hoy visitó El Calvario. El estanque. la pareja de cisnes muy blancos, de la baya con lúdico arranque. Están viejos y rotos los bancos.

La impresión es de abandono, de esa paz triste de silencio y maleza. Un viejo mendigo extraña, al mirarlo tristemente, de “no verme contigo”. Pasa un estudiante con mi libro aprisionado: Será algún soñador estudiante Que lee a Díaz Rodríguez o a Blanco Fombona. 310


El rosal de “tus rosas”, la vereda donde se besaron, la misma tarde rosácea, ya no existen. El poeta escribe, mientras lanza la vista hacia las hondonadas, hacia el espacio. Como en Esinor , palabras, palabra. Caracas esta allá abajo, Santaella no da cuenta de su presencia. La maleza que cubre el cerro, cubre igualmente a su espíritu. Su “Diario de amor” es así una mezcla de la visión exterior de Maitín con la interior de Arvelo. El paisaje se ha unido en un punto, la tristeza. Cincuenta años después, cuando sólo unos pocos estudiantes leen a Díaz Rodríguez, y otros, que son menos aún, a Blanco Fombona, el gran historiador de la ciudad Enrique Bernardo Núñez solicita del consejo municipal atención para el viejo paseo, para sus parques y jardines, y lo califican de “ uno de los más caros a la memoria de la ciudad”. Núñez ni siquiera pide que el paseo torne al antiguo esplendor, sino que no se le deje en abandono pues el cumple función de (ilegible) y belleza “ Crónica de Caracas, enero marzo son de 1959 P. 266) Las fotos publicadas en el mismo número de la revista municipal, así como el informe de la comisión de concejales, son espejo de desolación. Ranchos, casas de bloques y ladrillos, pequeños edificios invaden las coli311


nas. Por las partes más bajas, suciedades y maleza. Construcciones a medio levantar bajo responsabilidad de guardias nacionales, policías, fiscales de tránsito. Invasión de terrenos, y de su devastación de los gestores de cocuis, acacias y otras plantas tropicales” (Idem) FAJARDO (1900 -1908) Luis Fajardo, en 1907 (Primicias. C. Tipo. Americano. 123. El Calvario, 37-43) da testimonio de una prosa evocativa de aquel tiempo en que El Calvario fue trasunto de la “opulenta Arcadia” y que se podía ver al “albo cisne” sobre las aguas del estanque. Podría escribirse un libro de “algún un valor artístico” y él siembra un escozor, pues cada vez que paseo por la colina me vengo descontento por el exceso de belleza como por la oferta de emociones. Desde la planicie la perspectiva de la ciudad desnuda y el Ávila como un enorme cetáceo. El aire pesado, entre brumas blancas.

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La Catedral Elías Calixto Poma (ob cit. P.9) (“El reloj de la Catedral”) apacigua la ciudad, busca su momento de más soledad y silencio, se acoge a las sombras de la noche, para hacer más sonara y trémula la imagen de la Catedral que con la campana inclemente del reloj lanza a la población, al ánimo de las personas, el din dan din dan. No se olvida de administrar más detalles para que el cuadro de paz y tristeza quede completo. ¿Qué mejor en Venezuela, y para quién haya estado preso, que un hombre en su celda cavilando? ¿Qué más de época que un infeliz, al borde del lecho donde agoniza la madre, en espera de la orfandad? Pues a eso se reduce la ambientación en el poema de Pompa. A oír, cada cuarto de hora, el din dán, din dán del reloj de la Catedral. En la categoría de las curiosidades figura el poema “Joya Negra” (Alma venezolana, 10 de agosto de 1910) basado en el cuento de A. Fernández García, uno de los modernistas más amanerados que haya tenido la na315


rrativa venezolana, aunque en este cuento se aventuró en lo extraño, en la fantasía de Poe, en una filigranesca imaginación. El argumento de de “Joya Negra” es el de un Campanero (el de la Catedral, está claro) que repica y que….. Sobre las campanas de Bolet Pereza nos brindó la maravillosa descripción, pero esta vez lo principal no es el ….. de las campanas sino el mundo entre fantástico y onírico, metamorfoseado , del que repica. Curiosidad “Joya Negra” porque la autora era una niña de diez años de producción más o menos regularizada en Alma Venezolana (Allí publicó el 5 de agosto: “a los rayos de la luna”, el 15 “a Rubén Darío” y el 10 de dic. “Amanecer y Anhelo) el manejo del verso es hábil y la descripción de profundo cromatismo. No hemos podido saber qué fue de esta muchacha, ni si se trató de un caso de nefrismo literario o de una anticipación de la Bolet. Sin ser una novedad la descripción crepuscular de la ciudad, hay sencillez emotiva: y desde la alta torre contemplaba la ciudad que ocultaba a medias la neblina de la tarde, como gasa fina.

La misma visión, ahora interiorizada por la simbolo316


gía de la araña, párrafos más abajo: … El campanero contemplo la araña, viéndola en una fantasía extraña que le prestaban los brillantes ojos del sol que muere, a los destellos rojos; y de Caracas el paisaje hermoso medio oculto por un paisaje brumoso. No sé qué suspicacia nos gana cuando leemos estas estrofas. Ni logramos imaginar nada sobre su autenticidad, pues si bien a los trece años se puede escribir mejor poesía que Olga Capriles, la circunstancia de ser Fernández García uno de los directores de “Alma Venezolana” nos toca la llaga del prejuicio. Alguna corrección, cierta diligencia cosmética.

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Churión El Calvario Puente Hierro, ya sin el de sobrante, fue pasión de este poeta que no dejó fuera de su habilidad los anaucos, esos bucares que sombraban las orillas del río del mismo nombre, ni de su caraqueñidad , nada que no le recordase el valle, sus tardes, sus casas. EL calvario con su capilla de Lourdes, tan al gusto del gusmancismo, con sus umbrías recodos, su exaltación floral, su estanque, también atrajo a Churión. En el soneto a la Capilla (402, citado por Paz Castillo) deja su estampa beatífica, plena de asociaciones místicas, sin aquella complicidad donjuanezca de Santaella, ni la nostalgia amorosa de Larriva: Sobre la macha de verdura intensa que en un fresco abanico abre la loma, surge cual hierática paloma, en un rapto beatífico suspensa.

¿Que son versos de pulido amaneramiento, recamados? Es posible. El sentimiento religioso, la suerte evo319


cativa, una cierta nostalgia plástica recreadora, valen en Churión por lo que transmiten de una Caracas que conservó dentro de sí mismo con suavidad, ternura, emoción graciosa. La organización forma importa poco en este caso, aunque no sea despreciable. Su función no es elevarse por sí misma para presentar un mundo poético vastamente organizado, ni una emotividad demasiado cruenta o aplastante; poco menos que eso, sin robustez, con armonía de música de cuerda, Churión relama la parte gozosa de la palabra, la azucara y le da una belleza de confitura, de agradable pasta nostálgica.

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Para agregar Capilla de El Calvario Ver EBN y Laverde Amaya: Allí fue velado el General Páez después de traídos los restos en el Pensacola. El ingenio popular y como comenta Key-Ayala las profundas asociaciones religiosas han hecho que en varios sitios elevados de Venezuela se las llame El Calvario, y esa farda de sentimiento religioso presente en decenas de esquinas caraqueñas, adquirió para el pueblo en El Calvario tan penetrante relación pasionaria que una callejuela empedrada, por empinarse hacia El Calvario se le bautizó como Calle de la Amargura. Aunque Guzmán le pusiese el nombre de Paseo Guzmán Blanco, la subterránea con corriente popular, la fluía lengua depositaria de tradiciones y vivas fuerzas, en esta ocasión, como la mayoría se impuso: EL Calvario, siguió siendo El Calvario.

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Puentes Los puentes figuran, no solamente en los cantos especiales, sino en cantos generales de la ciudad. Urdaneta (Cantos XV) acomete aquella parte de la vida urbana durante la colonia referente al trabajo a las calles empedradas, a la limpieza de maleza y tala, a los oficios de albañilería, y en un punto dado se especifica: Hay puente en el Catuche, en el Anauco, en el Carlos III, San Francisco, Altagracia, las ermitas

Aunque el primer verso citado se desajustea su coordinación, señala sin embargo, en tono de afirmación, la existencia de tres de los puentes de antaño. Pedro de Répide, cuando vivía en Venezuela, expresó su atracción por los puentes caraqueños (Los puentes de Caracas. Castaño, P ) . Según él Caracas es calara ciudad andaluza florecida en un valle de Vizcaya, con el 324


raro privilegio además del Avila, de laderas caprichosas, y el frescor de los ricos que riega sus tierras, que para Répide son tres (el Anauco, el Catuche, y el Caroata) y no cuatro como en las visiones paradisíacas abocetadas por Oviedo y Baños. ¿La causa? Tal vez el Guaire le pareció al mirarlo demasiado sucio, turbio, antipoético. Los puentes son de diferente construcción y distinta belleza. Ahí los primeros de “troncos y de cañas”; hay aquellos que se rinden en las “simas profundas”; algunos parece que “saltan a lomo de las lomas verdecidas”, como dicen una alteración que también parece física. Dos sin embargo lo fascinan: el puente Carlos III y el del Anauco. El Carlos III representa no sólo un tributo que el rey quiso pagar a su propia memoria, sino un testigo de la vida pasajera en el extenso sentido de la palabra: paso de la historia y paso de la vida. Los caballos marciales, las espuelas doradas, las pesadas carrozas, las azules casacas, barquillas de damascos y tisúes, tricorneos con la cinta plateada y los carros chirriones 325


y las lenguas (luengas?) reatas que perfuman lo largo del sendero con su opulenta carga, en busca de las naves, camino de la Guaira, que es del mar el camino bien camino de España Tal boceto del Puente Carlos III de idea de su utilización durante la colonia, que no era la simplicidad de que por él pasaran los transeúntes de la ciudad sino una más amplia, históricamente hablando, de enlazar la capitalidad con la Guaira , que era abrir las puertas hacia España. Es un puente civil con fuerte sentido militar, casi un símbolo imperial. El nombre no podía ser más definidor.

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Puentes (breve) Puente pastoreño, muy en lo alto, hacia las regiones del norte de la ciudad, el Carlos III fue cantado en los poemas coloniales de Parés Espino, como levantado sobre “El Catuche caudaloso” (Castañón o Parés). Uno de los más antiguos (Landaeta R) sirve de pretexto a esta colonia captador de gabineta para desempolvar sucesos históricos y cubrir de velos mantuanos de riqueza de la vida urbana de antaño. El puente es un mirador entre el presente y una Caracas remota, vista a la lejanía almibarada, que dormitaba en “lúgubres procesiones”, jueves santos, domingos.

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Arroyo Lameda-Villa Colonial. 176 Pastori. Una ciudad con musgo, enneblinada, de mañanas lilas, encerrada como en un aparato de músico la cuerda, con laxitud de felino. Una ciudad cubierta por herbazales y campanarios, todavía con “techos rojos”, con sus árboles y sus melodías en el aire, sus casas, sus aleros visitados por pájaros, su paz que ensancha el corazón. Una ciudad sin estruendo, apaciguada por riachuelos y contemplada desde los puentes, sin ahogo de gases ni ruido de fábricas. Una ciudad así, la Caracas, la villa colonial de Arroyo Lameda, la de comienzos de siglo. Lo dice en un cuarteto de simplicidad bíblica, acallado, religioso: Una Jerusalén, una Samaria parece, que en verdores se recuesta: Una Samaria, por la suave cuesta y una Jerusalén, por la plegaria.

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Otros parques-Altagracia Carabobo Ada Pérez Guevara no quería para el “viejo parque de Altagracia” remozamiento y le parecía la gran arboleda acogedora, propia al desahogo de los niños y al estudio de los jóvenes (Elite 28 de feb. De 1931. Año VI. N° 285) (VER SOTILLO) A los parques de la ciudad (ilegible) Emiliano Hernández, el que había calificado a la dispepsia “nuestra señora de los celebrales” (Parques caraqueños, 151-54 en Musa Gitana ) y entre ellos al viejo “viejo parque” de la Misericordia, viejo como el de Altagracia en Ada Pérez Guevara y “propició al libro” igualmente. Fernández aprovecha para darle un tono lúbrico y sensual al poema, el pretexto de una morena de “muslo áspero” que pasa por allí bajo la luna llena.

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Ramón Sánchez insiste en la ancianidad del Parque de la Misericordia (Parque senil, eclógico y austero) (Elite. N° 89 27 de abril de 1929) , justamente cuando en “Elite” se escribe al modo vanguardista. Soneto apetecible, de pretensión formal escasa, de idea redonda, se dibuja en él un “parque franciscano” al que puede acudir quien busque huir del bullicio. VER PLANCHART SOTILLO Y FOMBONA PACHANO El parque de las Mercedes y de la Pastora, el de Miranda y el de Capuchinos son esbozados en el poema citado de Emiliano Hernández. El de las Mercedes, de aristocrática arboleda, tiene para él añoranzas de Versalles y es nuevo pretexto de encuadre para e l paso de mujer de perfil arcaico, pálido, con desmayos de palmera y sensualidad de vid. La adjetivación modernista es menor en la visión del Parque de La Pastora, por donde si bien atraviesa la inevitable verdad femenina se evoca un “pretérito olor a yerbabuena” (Está escrito en 1918) poco antes de su muerte, poco después de su prisión.

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El reloj de San Jacinto Siglo y medio, ni un año menos ni años más, el reloj solar de San Jacinto estuvo en la plaza sucesivamente conocida como de San Jacinto, de “El Venezolano” y del Mercado. De misterioso origen, a Humboldt se le ha atribuido la idea matriz, el diseño, cuando estuvo en Caracas y dibujó para Vicente Ibarra, en cuya hacienda paseó en momentos de honda meditación. El reloj, desmontado en 1953, cuando la piqueta llegó al Mer¬cado Principal para dar paso a proyectos urbanísticos incumplidos, volvió a su sitio con motivo del cuatricentenario de la ciudad, ahora testigo de una plaza remodelada, con casas de fachadas blancas, al lado de un estacionamiento de automóviles, pero que no tiene ya la alegría de los an¬tiguos tiempos ni representa el corazón de la urbe. El reloj pasa apenas como una curiosidad para los niños y son muy pocos los caraqueños que ven él un símbolo, como antes, de nuestra historia.

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En uno de sus “Cartones de antaño” (“Fantoches”. Año II. N° 46 13 de mayo de 1024) Gustavo Parodi imagina a las figuras del Licenciado Sanz, con sus quevedos, mirando el reloj en las horas decisivas para la Patria, o a las bellas Aristiguieta o a las gráciles muñecas de Tovar”, viendo la a cida del rayo, la sombra sobre la piedra redonda, a la salida del templo de San Jacinto. Más acá sitúa al reloj, vigilante ante el paso de los sucesos, sea la guerra de independencia, la dictadura pecista o el caciquismo azul, o la púrpura derramada por el godismo en 58. Cargada de crónica prosaica continúa Parodi En ti ha vivido aquella melancólica época de libertades únicas, de fanfarria y tambor, cuando don Juan Vicente González esculpía con tinta de su estirpe la espada de Falcón. Todo cuanto de ilustre hubo en la villa hidalga -¡Ilustre Americano! -- y lustre de mercader, te consultó a la hora propicia “al cuartelazo” o al sigiloso encanto de la emoción que fue

Como era 1944, Parodi compara este reloj solar que inundó la ciudad del diecinueve, con el de esos días (ilegible) centro de la grita en el Mercado Principal venido a menos por la influencia de los relojes de pulseras, “asaz 336


tutankaménicos”, y luce abandonado en “actitud de fakir” como ejemplo de un pueblo, que a falta de batallas y gestos aplaude al libelos Samanes y ese amigo de Strich . Y si no se valorase poéticamente la crónica de Parodi quedaría sin tendría ella el mérito menor de haber situado cumplidamente la hora que se vivía en 1924, ahogado el país por la dictadura, y lanzado el pueblo a no otra cosa que al béisbol y a las cervecerías. En las misma página de “Fantoches”, como poniéndole marco a esta imagen, se publicaba el foz -Shimmy “Good Year” de Francisco Lagonell, dedicado a “los distribuidores” y proliferaban los avisos de Chesterfield. La década del 20, con sus transformaciones, estaba anunciando una Caracas donde el reloj solar ni siquiera tendría el valor de una reliquia. En soneto (“Reloj de San Jacinto” Poemas Coloniales. C. Imp. Uni. P.32) otro poeta se refiere, en forma parecida a la de Parodi al reloj solar. Surge la figura del fraile asceta y de una “lánguida Aristiguieta”, y el reloj es síntesis de un pasado resumido en “Confituras monjiles de los bautizos” y “en el bíblico espanto del terremoto”. No el reloj, sino el Mercado de San Jacinto es el tema tratado por Job Pim (Campaña contra el Mercado, P. 292) y en él apoya la campaña contra el sitio, por considerar al edificio “maloliente y lúgubre”, selva de báculos, de337


posito de miasmas, todos ellos insultos inmerecidos si se comparase lo que era nuestro Mercado entonces con lo que para la épica el de La Mercerd o Lagunillas en México. Pedro Sotillo, tiempo atrás, había sido mucho más comprensivo e incluso exaltó al mercado en toda la belleza de su variedad.

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San Francisco-Víctor Hugo Escala (Las doce en San Francisco, 5 de dic. De 1933, en Universal, también en … Antología) La esquina de San Francisco, proyectada en la historia de Caracas por su ceiba, aquiere en Vícto Hugo Escala, diplomático ecuatoriano que vivió largo tiempo en Venezuela , animada pintura. Difunde su mirada sobre la Caracas meridiana, plena de luz y la concentra en ese árbol célebre bajo cuya sombra han nacido conspiraciones y negocios. Escala, en los primeros versos va tomado de la mano por la vanguardia: Del parasol raído de la Ceiba Caen chorros de argento Que el día, con su pala de las 12, Arroja desde el cielo.

Ese aspecto de alegra metaforismo, insistentemente luminoso, cede al final del poema cuando Escala intro341


duce, en medio de neologismos, términos como “barbián” y expresiones como “cabe tu ceiba”, pero en general los versos logran transportarnos a aquella esquina y a su auge, como foco urbano, en los años 30. Escala, como Sotillo (texto a mano ilegible) a las Gradillas, traza con vivo colorismo el fluir de gentes, desde la “linda estenógrafa del banco” a la muchacha a la Greta Garbo, con boina y sweater lista. CARIDAD BRAVO ADAMS, antes de VHE … P. 185 de Caracas y la poesía de Pastroti. Posiblemente en 1931 la mexicana Caridad Bravo Adams escribió su poema “Esquina de San Francisco”, más tolerable que las novelas en serie que luego fue acumulando en las vitrinas de “Las Novedades”. Como en Víctor Hugo Escala, el centro de esta crónica rimada es la “ceiba centenaria”, la sombra de este árbol, el clima de una traición y el olor de cosa vieja que ella imprime a la esquina. Como los Gradillas, de la que dista dos cuadros, San Francisco en 1931 es un pequeño puerto urbano donde se cruzan y grito del pregonero, del estudiante de premioso, el Don Juan, los vendedores de lotería. Henrique Chaumer (Billiken, Año II; N° 591, 14 de marzo de 1931) confiesa que los versos de Caridad Bra342


vo le sugirieron contar la historia de la ceiba, que para él no es centenaria, aunque sí corazón de la Caracas del 31. Según Chaumer en un impreciso año de XIX el Señor Vicente Manzo sembró una matica en la esquina, pero algún día una bestia amarrada a ella y se la comió; y para evitar una reacción, pues era hombre malas pulgas, Basilio Abante , empleado de la policía, sembró otra ¿Que cómo pudo subsistir, si otras ya habían muerto, en esquina tan concurrida, en un sitio tan alborotado? Misterio. Las esquinas de la ciudad, de cuyos curiosos nombres nunca se hará suficiente estudio, motivaron las primera estrofa de un soneto (Miedo eterno, EN, 27 7 64 ) dedicado a la muerte, en ocasión de las desaparición de figuras mundiales como Kirkpatrick, Beaverbroock y Nehru . Las horas caen sobre esquinas de nombres fúnebres, por lo que asociación es directa: 5 am de Pájaro a Zamuro. 5 y 10 ente el Hoyo y Cipreses. 5 y 30 en Miseria van mis preces. Y a las 6 en el Muerto mi conjuro

SOTILLO

En “Fantoches” 29 de enero de 1924 (Año I N° 27) 343


“Fragmentos de un poema a las Gradillas”, Pedro Sotillo fija la estampa de que la Caracas gradillera, centro del piropo, de la galantería guacmarona , y de las tardes en que placease los jóvenes en exhibir sus dotes donjuanescas. Las Gradillas respiraba por Caracas, multicolor, apretujada y juvenil. Para el año en que Sotillo la retrata ya no se ven las gradas (gradillas) por donde se bajaba a las Plaza de Armas, pero en cambio estaba en su esplendor la belleza de este cruce de clases sociales, de gustos, modas. En las Gradillas este cruce de clases sociales, de gustos, modas. En las Gradillas había estado la Panadería Montalban, de cuyo dueño y oficio nos informó en verso hosco, en los días de contradanza y de la guerra de la harina, José María Reina. Por los lados de Las Gradillas también “La India” el Rende- vous citadino que en 1911, cuando las fiestas centenarias, y según nos cuenta inverso humorístico Job Pim, provocó un cierto escándalo al tratar de unificar en un solo grupo a hombres y mujeres, pues la costumbre mandaba, por categoría y provincianismo, que los pantalones de bienestar separado de la falda por parabanes o paredes. En Sotillo, Las Gradillas de 1924 era una arteria grotesca y carnavalesca (¿Necesidad de rima?), oposición explicaban al situar, tenderos, álsines, apetitos ruin, vi344


vos coloridos. Como la esquina fue concentración comercial “turca”, elogia la labia de estos “hijos de Arabia” que ejercen su publicidad rudimentaria, a viva voz, en francés. En Las Gradillas asimismo, en joven vago, (“el cucarachón” de Job Pim) y su splin . Y La japonería que la tonería de la burguesía insufla de argot, a la petulancia sin luz ni fragancia ni chic elegancia de algún bibelot

Porque todo lo bello de las modistería y lo desafiante del sexo sometido a represiones de casas de viajas, salía por tarde a lucir en Las Gradillas. Y no sólo afrancesado o exótico sino el tipo de belleza criolla “mozas sandungueras / de ropas ligeras / mueven las caresa de1

1 Incompleto 345


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Lindbergh El espíritu nuevo de la vanguardia, en Venezuela, entró precipitadamente con la hazaña de Lindbergh. No que antes se hubiese mencionado al avión en nuestra poesía, ni que el deporte en su esplendente magnificación futurista no hubiese sido tocado o la sorpresa del jazz no hubiese ganado a los poetas. Pero sí que la llegada Lindbergh concentró en menos de una semana, en brevísimo tiempo, un clamoroso entusiasmo por el héroe y por lo que él encarnaba: la máquina conquistadora, el redescubrimiento del mundo, la síntesis del futuro. Si en Alemania Brecht escribió su pieza didáctica “El vuelo de Lindbergh” y si en el mundo la apoteosis fue inimaginable, en 1927, ¿Qué decir de nuestro país, en 1928, que parecía cerrado a todo elemento del nuevo maquinismo, a todo aquello que significara contacto con el futuro, país concretamente hundido en el pasado? La llegada de Lindbergh a comienzos del 28 tiene, a falta de muchas otras, esa significación. Las revistas lite348


rarias y los diarios se llenaron de alusiones al héroe del Spirit of St. Louis. La juventud intelectual, sin cauce para sus inquietudes, vio además un pretexto para imponer el matiz de lo nuevo y sorpresivo, para demostrar en alguna forma la faz cambiante de la humanidad y los aletazos de la aventura y lo modificable. Todos a uno entraron en la empresa de vivificar y estimular. Lindbergh visitó a Caracas entre la aparición de Válvula, la revista única de la vanguardia, y los sucesos de la Semana del Estudiante. Durante el mes de enero de 1928 el movimiento estudiantil tomó fuerzas y se preparó para elegir reina universitaria y celebrar el carnaval. El 17 de enero, en el Nuevo Diario, es comentado el vuelo de Costes y Le Brix y el 30 es insertado un poema de Miguel Rocha, con el título “Saludo a Lindbergh” no muy novedoso: Hurrah!, Hurrah!, Hurrah! al pájaro de acero americano y al hombre que planea entre lo divino y lo humano

Por lo menos la idea del hombre-héroe, hay allí. Lindbergh planea entre lo divino (cielo) y lo humano (tierra), y significa la voluntad humana de sobrepasarse, 349


tentando lo divino. En el saludo, formalmente recatado, hay futurición, conciencia de que se está pasando de un momento a otro. Justamente lo que sí entendieron los antivanguardistas en materia de aviación, pues tuvieron para Lindbergh tanta admiración como los jóvenes, pero no lo entendieron en materia poética. Para ellos (Semprum, gran crítico y la redacción de Fantoches) las innovaciones formales, el nuevo espíritu poético eran un juego neortrico donde concurrían todos los impases. Una delpinada moderna, como muchas veces la definieron. El mismo 30 de enero, pero ahora en “Mundial”, diario que había traído notas y poemas vanguardistas y en el que el día 26 había publicado Pio Tamayo los cantos conocidos como “Las nuevas estructuras”, apareció el Canto a Lindbergh de Paz Castillo. Y un día después, muriente el mes, el de Fombona Pachano. Dos cantos extraordinarios. Paz Castillo compara la audacia marina de Colón con la de Lindbergh, en la ruta de los vientos, que fue la idea encabezada de Claudel en su pieza teatral Cristóbal Colón. El lenguaje impactado aparece, LINBERGHT -2350


luce en desenfado en medio de las ideas: Así como sportman te queremos aquí, Coronel Lindbergh o también y que todos busquen el motor que se esconde entre nubes ligeras como quilla de luna en la noche de invierno. y también en La voz de los 4 vientos.

Siento el orgullo de ser hijo de estos tiempos en que hallaron los hombres nueva aventura y un ala dominadora para todos los vientos. Paz Castillo, cuya característica formal en el lenguaje siempre ha sido la de una alta contención, expresó aquí la voluntad del futuro en que sus artículos y glosas habían venido sosteniendo. Hombre de su tiempo, o tan audaz en la incorporación de los elementos nuevos como Fombona Pachano, quien comienza su canto más entusiasta ASI SE VUELA, LINDBERGH Hurra muchacho! futbolista con alas,

Virajes

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corredor de nubes, pelotero de astros1

En sólo cuatro versos, Fombona Pachano ha introducido variantes sorpresivas. Las mayúsculas para los dos primeros, el hurra deportivo (que en Rocha figura como hurrah), el “futbolista con alas” y el sentido olímpico del cuarto verso. El propósito gimnástico y espectacular continúa a lo largo de la salutación: así, Lindbergh es un boxeador que en un solo asalto tumba al viento y al Atlántico, o un tragador del tiempo que 33 horas tuerce la angustia del mundo en una hélice. En otro instante, un término modernista (nefelibata) se mezcla con el motor y el acero (vanguardismo puro). El presentimiento de un universalismo ponto a estallar, queda condensado en el final del poema: Así se borran fronteras!... Si no es así, devuélveme mi canto.

El rapidísimo cambio, no radical pero sí rapidísimo, que estaba operándose en la conciencia poética llegó desde luego a Arraíz, aunque Arraíz haga una referencia negativa a Lindbergh (La boina del estudiante, Elite 1941 1

Salutación a Lindbergh. Aparece también en Elite, 1932. Vrajes 352


Parsimonia) El canto deportivo, con dosis cosmopolita y comienza así: Carezco de voz para Lindbergh. En cambio, canto la boina del estudiante.

Y reafirma su exaltación a la fuerza atolondrada. La carencia, para cantar a Lindbergh ¿Es de voz o de qué? Sería importante una investigación sobre esos primeros versos del canto, pues si alguien tenía voz para cantar a Lindbergh era Arraiz. De modo que su abstención parece más bien moral: no podía cantar sino a esta otra heroicidad, la de los muchachos de boina combatiente

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Vanguardia- Pío Tamayo Por su parte, Pío Tamayo a quien se tiene como instructor de varias formas vanguardistas, especialmente a través de sus “amaneceres”, trato el tema de Lindbergh en un novelin editado en un tiempo record, y sobre el cual (Charles Lindbergh llegó a Venezuela) en una reseña el periódico “Mundial”, no siendo Lindbergh el personaje principal, sino más bien un pretexto para la narración. Ante, según cita Agudo Fretes (1948) había escrito un Tamayo su “Amanecer de los aviadores” que debía formar parte de un libro. Toda la consistencia de lo hazañoso y el margen de aventura, y el deseo de atar en un nuevo idioma lo sorprendente, están allí: Mirad como el hombre vive en antiguo afán de entrar en el mundo extra radical! Realizaron los aviones una hazaña de ladrones en las alcobas del cielo 356


y hoy satisfacen sus hambres con las malas carnes fiambres de la luna o con la pulpa sangrienta de un gordo bistec solar…

La misma recepción activa vibrará en Andres Eloy Blanco. En él hay conciencia de engarce de una era con otra, tal como aquellos jóvenes la vivieron, como el despegue del hombre de la tierra y su imperio en la zona celestial. Varias alusiones corren en su Baedeker 2000, libro aún no valorado acaso por el prejuicio de que Andres Eloy Blanco se metió en la aventura del vanguardismo de contrabando. Los primeros versos de “Nueva York-Buenos Aires” (66) dicen: EXPRESS Arriba, el avión —Superexpress—

Lo que ya sintetiza, a la manera de un kaikai futurista, la visión impuesta por los jóvenes sobre la vieja visión acariciada por los maduros. Una vez conviene recordar esa falta de temor de los que andaban por los treinta años o todavía no los cumplían. Para ellos las palabras avión, 357


motocicleta, motor , automóvil, no eran ni neologismos ni voces prosaicas, sino la inserción directa en el mundo que para ellos se descubría, más que en desnudez deslumbrante, en poblamiento aturdidor, en apariciones y formas que movían al entusiasmo y al salto en el vacío. Andrés Eloy Blanco acentúa en el poema “Circunvalación” esta presión de la velocidad y el pasmo (P.69) Salimos para el viaje alrededor del mundo. Nuestro avión dejó atrás el valle de Caracas. Diez mil metros; hallamos el carril de una órbita

Casi como un sueño, introduce AEB una alucinación de formas terrestres contempladas desde la altura. Pareciera que está más alto de lo que podría estar o viajar un avión de 1939 o de 1932. Hay sensaciones propias de un astronauta o por lo menos similares a las descritas por algunos de ellos. La tierra va cobrando Un interés interplanetario de buen tono …. Al principio creíamos que era sed de subir Y subimos

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hasta ver una noche la pista de los ángeles ... El Océano Pacífico pasó como el mirar de una giganta rubia … Quedamos en silencio, y al buscarle de nuevo, vimos a proa, azul, inmensamente azul, el valle de Caracas (69-72)

Esas ráfagas de altitud y esas metáforas de velocidad son plenamente modernas y no extraña que hayan disgustado a los críticos con los que han visto en AEB un postmodernista amigo de la firma a veces y poeta populachero en otras. El descenso del valle de Caracas tiene un fulgor que más tarde Gustavo Pereira desarrollaría de modo funambulesco, al humo, en su “Descanso en paraguas”, así como el ascenso desde el valle a su llegada a la altura inimaginable se parece a la de Acosta Bello en “de la estrella polar” El avión—símbolo de la conquista del espacio en la entreguerra— y los héroes de la aventura alcanzaron su plenitud con este movimiento que de un mudo agrupador se ha llamado vanguardia y que en Venezuela se concreta entre 1927 y 1939 a través de revistas como Válvula, 359


Elite y “Viernes” y que en las dos primeras se muestra en su faz puramente metafórica, piruetera. No significa que el avión no haya sido cantando antes, ni después. En otra parte se ha anotado el poema carcelarios de Job Pim (Pasa un avión), uno de los muchos que escribió sobre el tema. Por ejemplo, en “reclame beneficiosa” (350 OC), describe las dudas que despertó Mister Voler cuando se anunció su vuelo en globo, como propaganda de los cigarrillos “Los Aliados”, en el hipódromo; y en “Intermitencias de aviación y de conciencia” critica los fracasos de varias pruebas, a manera de espectáculo pagado, intentadas por dos aviadores un año después de los ejercicios de Mr. Bolland . La intención de Jon Pim en estos dos poemas era sin embargo crítica, de ataque humorístico contra piruetas audaces que estaban acompañadas de sensacionalismo o de engaño o de esnobismo.

VER FICHAS Y CUADERNOS

Fue persistente la resistencia tradicionalista frente a la vanguardia. Aún antes de que ésta se manifestara unitariamente en Valvula, ya en el semanario Caricaturas se perfilaba (Mis paraísos artificiales, Narciso Piruli, Año II. N°54. 10 Sep. De 1927) Una doble tendencia: 360


la ironía hacia los valores modernistas (el hastío, el tedio glorificado) y el anuncio de nuevo materiales que se hacían rutinarios en la poesía: la bicicleta, el tennis, el cine. El tedio fue morador de la poesía modernista, un spleen baudeleriano aclimatado por José Asunción Silva que alcanzaba infrecuente sonoridad, profunda vibración en el soneto “Murria” de Arvelo Larriva. Y la poesía de Lovera y Benavides Ponce, en parte la de Santaella, se hace monocorde en este sentido, por lo que no extraña encontrar en 1927 una infravaloración de un estado existencial tan claro a lo modernistas: Ni en las más suaves penumbras del cine Ni en las canchas de tennis. Poeta, Hallé alivio a mi mal solitario; Tengo u alma sensible de esteta. Y me encanta escuchar la retreta, Pasear en veloz bicicleta Y soñar en la paz del Calvario Cuando muere la tarde violeta. Pero nada! el hastío me mata. Con un gris ceniciento de rata -uy que hocico tan frío- me muerde…

Aunque la bicicleta, deporte elegante a comienzos 361


del siglo que acostumbrara practicarse en El Paraiso, aparece aquí como un modo de ironizar actitudes estetizantes, viéndose la huella de cierta evocación, como en el caso de El Calvario, el síntoma de lo nuevo es la crueldad humorística y las alusiones al tennis y el cine, sobre todo el cine, que fue una característica de la década del 20. El tono crítico de estos versos que no disimulan su decantado humorismo, es el mismo que en otras pasiones encontramos en Job Pim, sólo que en éste la resitencia es ferozmente antivanguardista. En su poema “La poesía del porvenir” (OC. ED. Am. Nueva 1959. P. 55, Job Pim se imagina una poesía telegráfica aunque dotada de propósitos lógicos, como Fresca mañana primavera, armada tijeritas plata, cortar rara rosa escarlata bajaste jardín escarlata.

Sin embargo, cuando revienta el vanguardismo Pimentel se define a través de todo tipo de poemas paródicos, ofensivamente dotados de amargura y bilis. En “Ruta sideral”, p. 69, el que denomina poema de “Media vanguardia” y en el que abundan comparaciones deportivas, mauinpisticas , la intención es fresca y delata lo 362


nuevo. Miro el cielo: Orión es un automóvil que apunta ya sus cuatro azules ruedas; … Aunque hay luna, está oscura todavía la ancha ruta sidérea, y el chofer misterioso hace que sirio, el proyecto se encienda, mientras atrás, cumpliendo la ordenanza fulgura ald verán , conja linterna

Si en los versos sitados parecer Job Pim, entre burlas y veras, a la magia de la metafórica del vanguardismo en sus otras muestras enseña toda la crueldad: “Más allá de la vanguardia (143), “El vanguardismo y la pianola” (143), “Un poema de gran vanguardia” (144), poema éste que termina con esos versos: El aviador es una exhalación al revés

Igual misión tienen “EL bálsamo del Perú” (145) un poco en chanza hacia José Miguel Ferrer, “Carta testamentaria” (145) y “Poemario simbolista”, acaso los te363


mas acentuadamente par贸dicos, con figuras caricaturescas y escrita en gram谩tica calcada de los nuevos, pero vergonzosamente puesta al trasluz.

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La Ceiba Don Julio Garmendia, fino cuentista a la tentación de fotografías la vida que discurre bajo La Ceiba, la que ha dado sombra, la que ha acogido caminantes, la que veneran comerciantes, políticos, universitarios, limpiabotas . Valiéndose de un procedimiento coral (A La sombra de La Ceiba, P. 105, de Caracas física y espiritual, Nazoa, C. Circulo Música, 144 p, 1967) , cede la voz a lso diferentes testigos de la ciudad, el peque limpiabotas, dos viejos, un doctorzuelo, un general, un corredor de bolsa, a los estudiantes, para acentuar la propia como imagen perecedera de la vida, como el intermedio de un desconocido viaje. En un instante el poema fulge y la ceiba adquiere una rara belleza misteriosa: El cocuyo que vino hace un momento Enciende un farolillo en mi aposento. Se lo permitiré por esta vez, Pues no soy ningún árbol japonés. Y ojalá no se apague el viento. (105) 368


En el Envío antes de magnificar al árbol, comentario que el paso de los años acumula historia, pone su sabiduría por encima de las de Eloy G. González, el orador de la prodigiosa memoria. Es singular el canto de Garmendia, no sólo por un manejo discreto de armas poéticas entre las que sobresal una ironía sauadosa , de recóndito amor la ciudad, sino también por el ejercicio , pues Garmendia además de haber escrito escasísimos versos, es hombre de pocos elogios.

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Mercado de San Jacinto Pedro Sotillo no niega el carácter turbulento ni la grita del Mercado; en rigor, esa es la esencia del Mercado, la feria. Pero [ilegible] su apreciación no es de espanto ante el sitio de la concentración sino más bien del señalamiento de contradicciones: por ejemplo, cómo lo que extrañamente parece feria, por dentro es [ilegible] lamentos” (Afuera del Mercado, 166, Nazoa) o cómo la multitud sin fe puede sobrevivir gracias a los “Corredores del Mercado” (Vorred. del Mercado. 169- 70). Ambos poemas constituyen una exposición dinámica de los habitantes y las circunstancias del Mercado, la muralla de legumbres, los pasajeros, las flores, el limpiabotas, los curatodo.

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Rosas Marcano-Plaza Bolívar Cirio (Jesús Rosas Marcano) ganó el Premio Nacional del Periodismo por la empresa diaria de versificar todo cuanto fuese acaeciendo bajo el cielo caraqueño. Cuando parecía que el “genero” iba a morir, pues no vivían ya ni Chicharrira, ni Leo, ni Job Pim, y Aquiles Nazoa habíase retirado a Cagua, en busca de audacias mayores, Cirio lo rescató para hacer la crónica amable a través del verso, atrapado en diversas formulas métricas, Cirio introdujo algo así como una sequedad irónica y tendió a apuntar lo alusivo de la baja zona humorística. Se le acusó por ello de intelectualismo y aspereza, y sin embargo su manejo de la versificación es fácil. La sabrosura y el sonsonete que le faltan .son compensados por un acre juego de palabras. A la Plaza Bolívar le ha dedicado varios.... pero tal vos el mejor logrado es la «Serenata a la pereza” (EN , 14 nov. 64), que es una des¬pedida a la que fue en otros tiempos el lugar de cita para la alegría: 373


Vespertina de oficios y retreta. En silla atril rancia leopoldina. Un lucas, dos manzanos. En la esquina la torre desabrida en su silueta.

En esa primera estrofa todo rueda resumido, con languidez y pasado. El juego, por descomposición, de palabras, de un “lucas, dos manzanos”, que se refiere a Lucas Manzano, testigo de años y años de nuestra Caracas, revela El entristecimiento que fue cayendo sobre el centro de la capital, esa modorra dominical que se agrava en los trombones, esas tardes lentas que en nuestro trópico se hacen vaporosas con el sol y en Europa más triste con los encapotamientos y agrisamientos. La pereza -animal que es símbolo de la inmovilidad y el aburrimiento- que por el año 04 podía verse en los árboles de la Plaza Bolívar, se identificaba plenamente con la atmósfera espiritual. El abandono sucesivo, ese lleno ambiente de de aire y pesadez, como una estación de telégrafos en día domingo, como un parque abandonado por los niños. En “Barrio criollo” (6 julio 64) se ve más en evidencia el juego de palabras, las oposiciones, las fórmulas reversas. Al comparar al barrio caraqueño con los barrios famosos de las ciudades, el soneto adquiere una rapidez 374


admirable desfilan el Soho de la Opera de tres centavos, el Picadilly elegante, Park Avenue, la Via Véneto, que en enfrentamiento a nuestros barrios adecos (muestra ciudad tablitas, “barrio estrecho y antimusical, barrios sin techo) como con precisión lingüística se conoce a esta aglomeraciones de casas bajo los puentes o trepantes por los cerros, barrios que el joven cineasta Guédez captó a ojo de ;cámara en “La Ciudad que nos ve” rico en desechos, latas, cajas desmembradas, pau-perismo, muy (ilegible)

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Música Las primeras piezas de música clásica que se ejecutan en Caracas fueron en haciendas de Chacao, espacio de sombras cubiertos por los bucares y cafetos, en vísperas de un siglo que reventaría en la ciudad con Junta Patrióticas y pueblo en armas. La hacienda de Blandín, apellido francés xatellinzadom criollizado, fué centro de esos hechizos musicales .Parodi, en unade sus “estampas coloniales” (ELITE. Año V. No 246. 31 de mayo de 1930) ambienta aquel inicio de música: Por el follaje de los árboles, que dan rubíes en Mariches y áureo color en Pedregal pasan las leves armonías de Beethoven o el alma pura de Mozart, y ponen una exaltación a la Belleza en el asueto señorial.

Los instrumentos musicales asimismo, la decoración de la casa, la atmósfera de empalagosa quietud: 377


Queman sus lumbres candelabros de Ámsterdam; sobre las lunas venecianas perfila el Avila su sombra secular; en las testeras de las puertas hay panoplias; arpas francesas, al compás del clavecino hacen soñar; y sobre el rútilo barniz de a consolas deja la luz de las bujías una ligera tenuidad.

Pareciera ese descriptivismo amanerado como espejo de una reali¬dad, y lo cierto es que Parodi que en otro nivel es escritor mediocre tuvo una especial fuerza para recrear los ambientes coloniales, las formas antiguas, alejadas en el tiempo, dulcemente muelles y femeninas, armónicas, con el equilibrio precario de lo frágil, con la lámina transparente de lo huidizo. Una sociedad finisecular que se mueve entre espadines, sombras, sedas, movimientos finos, y que tanto impresionó al Conde de Segur, desfila en el poema (UNA TARDE EN BLANDIN) como preciosa antesala de la convicción que estaría pronto a estallar, barriendo con la paz, las haciendas y los grupos dulcemente amancebados en el clasismo de la Colonia. Un verso de Parodi, muy bien logrado, cristaliza este vaho sosegante, expresa ese aleteo de mariposa, 378


ese consentimiento mutuo junto a una taza de café En tanto llora el clavecino, Sono sueña; … El soplo de la brisa, acariciante y propicio la serenidad, demues¬tra ya en los finales a la sociedad...

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El impacto petrolero... El impacto petrolero cristaliza en urbanismo y en desorden cosmopolita en la década del 50. Inundando al país de dólares, convirtiéndose en tesoro de un depósito de divisas fáciles, Caracas transformase con rapidez inusitada en la capital de un país enloquecido. Los planes de crecimiento de la ciudad, existente en el papel, eran diferentes a la superfetación real, a la desmesura y gigantismo. Sin espacio ha¬cia donde crecer como no fuera hacia arriba, cayeron las casas, vie¬jas y nuevas, para dar cabida al rascacielos. La quinta, y más que la quinta, el apartamento se hizo símbolo de la clase media, mientras la pobreza se apretujaba en los cerros, en ranchos bamboleantes. Clases más acomodadas levantaban palacetes de líneas modernas, Californianos en las playas, y casas de ereceros de hida , en los alrededores, en colinas y valles que más atrae se verían amenazados por las expansión urbana.

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El auto se hizo el principal habitante de Caracas, quedando el hombre reducido a una imagen miserable de transeúnte (ilegible) ‘ Todos los vehículos quedaron reducidos al tubo de escape , a la respiración sorda y parturienta de una gasolina aprisionada en tanques y boquetes. La pobre bicicleta fue arrinconándose en la parte más polvorienta del garaje, en el cuarto de los trastos, o en la vejez sin piedad del objeto abandonado que estorba y que termina, por partes — rueda, manubrio— en el pote de la basura, en la calle, en terrenos sin uso a la “espera del alza en el tráfico de títulos de propiedad. El único parque que había subsistido — el de Los Caobos — amenazado por la cinta hedionda del Guaire y más allá por la asfáltica de la autopista del Este, prolongación de una ciudad congestionada y puesta a salir por el embudo de la Avenida Bolívar, empieza a mostrar un rostro macilento, otoñal en el una ciudad sin otoño. Casi se decreta su extinción, y tras una duda, -se le deja sobrevivir en un futuro de imprevisiones. Por el sur, por EI Paraíso donde Castro quiso levantar un refugio umbrío y los enriquecidos, terratenientes y comerciantes, sostener una ilusión de ciudad arbolada y lujosa, la soledad fue ganando. Allí se sostuvo El Pinar, con un zoológico visitado por pocos, empinado, lejos de 382


las rutas fijas de tránsito, que van de oeste al este, y que casi no tomaron en cuenta al sur norte, Pero El Pinar no llenó ningún vacío espiritual, y el descanso del caraqueño, dominical, se fue hacia El Paraíso los sábados y domingos para invertirse en una ma¬quinaria azarista del azar — el Hipódromo — y el desgaste emocional que, por rara ley, producía un balance, una extraña armonía al caraqueño citadino. La construcción de Los Caracas, centro vacacional de los trabajadores que aprovechaban los validos del gobierno, la burocracia y los influyentes, arrojo en la década del 50 cierto volumen de gentes que ya hacían un mito del “fin de semana”, por cierto igual a la semana e igual al suceso de la ciudad: whisky, baile, aglomeración consumida sin dirección ni valores.

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Lejanía-1940 1940 introduce en el venezolano un sentido de equilibrio y armonía. La tendencia a la universalización se acentúa: si el caraqueño de 1936 es un hombre en conflicto al habérsele revelado los secretos de las ideologías, el de 1940 resuelve temporalmente sus inquietudes en un punto medio originado por la conciencia a que lo ha lanzado, despertándolo, la guerra mundial. A partir del 40 la sintonía de la democracia occidental con el socialismo, más evidente después de la incorporación soviética al frente antifascista, crea en las máquinas de pensamiento y percepción del poeta una convicción universal. Fombona Pachano será un testigo de temblor armonioso, de es estar y no estar que convida a la dulzura y la comprensión. Había hecho su poesía anterior en vasta unidad de alumbramiento interior, pasando de las evocaciones a las presencias. Hasta entonces su poesía era la ciudad , su casa, el patio, los pájaros, la fuente y sí había 385


dolor, que lo hubo intenso pero quieto, era para reflejar lo en una poesía sin estruendo, vivida en las honduras. 1940 hará aflorar un poeta perturbado por una crisis, consciente de las angustia y las langostas, de la jurete , pero con una seguridad de que todo se asentará. Aunque los pies no encuentran tierra firme, pues “Yo soy el que no sabe donde asentar los pies”, el deseo de paz en un venezolano ya en vibración con el drama mundial, logrará algún día esa estabilidad negada por las guerras:

“Y yo era dulce, y era verde, y era de oro como los bosques y las albas”

dice , viéndose en el espejo sin mancha del pasado, en la casa luminosa donde la lámpara era sol nocturno [ilegible]

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Racamonde 1909 Racamonde no gozó de menor fama como improvisador que Pontentini. Fuera del epigrama, a diferencia de Potentini, que cultivó la sonoridad de versos épicos, Racamonde, fácil para la rima, buscó una expresión más intima. Produjo, ya al borde de la muerte y en circunstancias de difícil interpretación que se han comparado a la de Wilde, un notable poema, en 1908, en la Cárcel Pública de Caracas. Nos referimos a su “Carta Lírica” (Máximos y menores poetas venezolanos. JAC. Tomo II. 257) Es una epístola a la Amada: a quien primero llama “Dulce Gacela mía” y después “Triste gacela mía”, acaso movida por su aleteo de agonía, en la que se compara con Jesús crucificado y anuncia contraía actitud, “vengativo anhelo”. A pesar de insistir en lo vindicativo, y de acomodar las palabras para que alcance ese tono de ira, la carta queda determinada en su sentido profundo por el destino, por esa gacela que inspira amor y que nos predispone, piadosamente, hacia el prisionero, víctima de 388


la calumnia de una sociedad demasiado poderosa. 1908 fue el último año de la tiranía de Cipriano Castro. El 23 de septiembre (Sancho Panza ) se comide su traslado al Hospital Vargas. El 27 el mismo diario publica la “Carta Lirica”, después de haber informado el 25 sobre su muerte. El 28 inserta otro de sus poemas del pasado. No pudo ser más triste el final de este que gozó de tanta (ilegible) en su época. Moría cuando ya iba a caer, en medio de manifestaciones juveniles, el castrismo. El le de Diciembre y el 19 hubo la creencia general de que la democracia alumbraba en Venezuela, el nuevo sol, la aurora, y todo cuanto en metáforas patrióticas pudiera expresarse. Y uno de los actores principales de ese movimiento de reacción, Rufino Blanco Fombona, conocido por sus versos modernistas y por la prosa acusadora de El hombre hierro, escrito por cierto en la cárcel de Ciudad Bolívar, en poco más de dos meses, iría a La Rotunda, como preso político en el año de 1909. De la Secretaría de la Cámara de Diputados, a la Rotunda, sin transición alguna. En el volumen Antes y después de la prisión , dividido en varias partes, de las cuales la más importante para 389


este trabajo es la denominada “Cantos de la prisión”, Blanco Fombona, hace una múltiple visión de La Rotunda en donde estuvo encerrado durante… (+ de ilegible) En «Contemplación”, soneto, describe lo que en Francisco Pimentel equivale a “paz en la celda”: el minuto siguiente a las nueve campanadas, el silencio que sigue al bullir en esta hora límite para, los habitantes de la mazmorra. Es el minuto que el guardián grita, imperioso, en que el “cabo de presos” (ilegible) para que los secuestrados vayan a sus camastros y en que Selene --por lo menos en aquella noche-- “muselinas argentadas tiende”- convirtiendo en carmín de hadas” “el antro de embriaguez y de camorra”

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La India En una vieja foto de 1925 puede verse la cuadra famosa de Gradillas a Sociedad, tomada desde los balcones de “El Universal”, casa N° 13. Destaca el café “La India”, con sus pisos, frente a la joyería el Diamante de Ruiz C.A., y la hilera de postres eléctricos y de automóviles estacionados dan una idea de cómo era la ciudad cuatro décadas atrás: con luz eléctrica, con el comienzo de la edad del automóvil, pero con calles aún libres del tumulto y el embotellamiento. Todavía el petróleo no ha descargado toda su fuerza de golpe sobre la economía venezolana, convirtiendo a Caracas en el centro populoso donde concentran todas las importaciones. La urbe intenta dar el cambio de rostro, pero este aún no es visible como huella urbanística. En “La India” (comentario de Guillermo José Schael. Caracas de siglo a siglo. Gráficas Edición de Arte C.A. 1966) se impone un sofisticado ambiente europeo de La India y por las tardes en cuarteto de violines amenizaba con valses de Strauss o trozos de 392


música española de Albéniz, Chabrier o Granados. En europeísmo de indudable atraso, no francés, puesto que en el sitio más solicitado por la sociedad todavía se estilaba la división entre hombres y mujeres a través de una “estujida mampara” (Job Pim, el progreso y los espectáculos, 399) Esa segregación misógina que todavía en la Caracas de 1867 no logra superarse definitivamente, se extendía a todos los espectáculos y diversiones, pues ni las mujeres podían ir solas de paseo ni “comer en el club Cosmos sin reserva” (idem)

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Universidad Heraclio Martín de la Guardia (Mi Ofrenda – A la Ilustre Universidad de Caracas, P. 79-83) elogia a la Universidad como foco de sabiduría. Fue poema leído en la cátedra, en claustro pleno, y al abrir las puertas al mundo gigante creado por la ciencia, no deja de recordar los albores en que Aristóteles fue luz divina” y Sócrates y Platón” colosos del espíritu. Más en la visión de Heraclio Martín de la Guardia subsiste la retórica que envuelve con hojarasca rimada la realidad de una institución a la que ha entrado el positivismo y el amor por la ciencia experimental, para engendrar grupos de revoltosos intelectuales, renovadores del pensamiento universitario. En 1908 (Ver: El Constitucional. 13 de nov. “La epopeya de la Universidad”) José Ignacio Estévez da a conocer una apología en diecisiete estrofas a la que tituló “La epopeya de la Universidad” cuya curiosidad reside, no tanto en la manoseada ideada de que la Universidad es 395


el centro del saber, sino en la ilusión a la arquitectura, a aspectos parciales, a personas. Hay ciertos edificios, cuya imagen no trunca el tiempo con su mano, pues no borra nunca, tanto por el conjunto como por el detalle. … Y entre ellos, resistentes a la acción erosiva del tiempo horaciano, está el de la Universidad con sus “pórticos regios”, que si bien en las afueras tienen visos de “nueva arquitectura”, aquella que en tiempos de Guzmán surgió como fachada desafiante ante la mirada triste de los religiosos de San Francisco, en su interior se advierte “una arcaica estructura”. Los versos aluden directamente al jardín central con la estatua de Vargas, y al sur, otro medio del cual se levanta el bronce del sabio Cajigal. Era Universidad la de entonces todavía apacible, sin los constantes alborotos juveniles, ni los estremecimientos políticos, porque la confesión de Heraclio Martín de la Guardia es la de que siempre que la contempla se torna reflexivo.

siempre que la contemplo me torna reflexivo con su vasto silencio de punto suspensivo

Hermosos versos que no ceden en belleza a algunos de 396


la estrofa VII, en que el poeta alterna recuerdos y vivencias, mundo leído y mundo vivido, al comparar aquellos corredores por donde los frailes blancos con hachones pasaban en “lenta procesión”, o el espacio “enflorado de pesgua y jazmines” que se impregnaba en los salones del Profeta entonados por los monjes, con este aposento que es “magnífico apo (Pio Tamayo , Fombona, [ilegilbe])

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Humberto Tejeira Cinco águilas blancas. Editorial Bolívar. 1932. 323 p. México CARACAS Caracas –oh, qué arrullo de sirena! difunde su melancólica sonrisa y los sauces de aljófares irisa y sopla un ritmo en virgiliana avena Abolengo andaluz, gracia morena y taconeo de gitana prisa… el negro pañolón para la misa y el purpureo clavel para la arena Oh Caracas falaz de circo y risa, desnuda esclava, al puño la cadena. Que sea olvidada, y al jayán sumosa.

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Y la Gran Sombra, silenciosa, trena Su silencio de bronce… Oh, qué sonrisa, qué júbilo invencible de sirena

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¿No recuerda a Machado con España? Caracas taurina y clerical. (Leo). Sometida a Gómez. En el libro

209 dice haber vivido en el Hotel América, casona construida por Guzmán Blanco para sus hermanas. Se oían las campanas catedralicias, allí estaba la Cena de Michelena. “Con Monsant y Cabré, aurífice del sol del Avila – fu un día también a visitar la casita venerada como un templo donde la viuda de Michelena guardaba los restos del nerviosismo tísico a quién París sólo pudo atemperar (ilegible ) la borrachera del trópico” Se discutía sobre la guerra europea. Estados unidos debía pagar cara la deuda. En General acababa de firmar la concesión para abrir la barra de Maracaibo: Venezuela será el surtidor… La Caribbean ya está sacando barcos. 216 “ El alma recóndita de Caracas no aparece en el óvalo del Teatro Nacional, ni en la chismografía de la esqui400


na de las Gradillas, ni menos todavía en los editoriales de botafumeiro y los sonetos libidinosos de “El Universal” fue “El Nuevo Diario, …” El Puente de Hierro donde los delatores y triunfadores del día van por las noches a despilfarrar las propinas que reciben del amo”… …” José Antonio Ramos Sucre saboreaba bien amargamente está falsificación de Caracas que se le sirve al visitante. Medio despalomado, recitando maldiciones, renegando en todos los idiomas, subíamos en veloces fugas por los cerros azulosos que rodea la ciudad, trepábamos marañas y cantiles, cardos y guijas, arrojando ásperas vegetaciones y absorbiendo el recio aroma de las alturas, que colmada, angustias de “oriental” desesperado. Ramos Sucre conocía a Caracas: su pensamiento no se apartaba de la Rotunda, la prisión tenebrosa y siniestra, el carácter fétido, la gangrena escandalosamente oculta… en medio de aquella capital de lujo el placer… Don Manuel el anticuario, al pasar y repasar en sus infolios de erudito los rezagos y ráfagas de otras épocas, conocía también el alma perdida de Caracas. Cabré, cansado de buscar el rubor de la vergüenza en la faz citadina, sin encontrarlo, se iba a copiar el obre encendido del sol muriente, sobre la faz del Avila. El sonrosado del coloso, ante aquella Caracas prostituida del gomismo, saltaba vivo en los cuadros de Cabré, como en los sonetos que surebticiamente circula401


ban, de nuestro Byron, de nuestro Díaz Mirón, de nuestro lírico y libertario, eternamente aherrojado a una cadena, Arévalo Larriva. Esa alma lamentosa de Caracas, erraba por los patios comidos de monte y silencio, y cruzado de sabandijas, de la clausurada Universidad Central”…

Al aludir al antro de la rotunda, 217N

“ al que no se asomaban los viajeros como Villaespesa, Zaldumbide, García Naranjo, Arciniegas, Leopoldo Díaz, viajeros y visitantes que no quisieron nunca escuchar el secreto de angustia clamante de la madre de Bolívar, el secreto que hizo temblar la sensibilidad viril y humana de José Juan Tablada, Luis Enrique Osorio, Eduardo Santos, Eduardo Zamacois, Linares Rivas y tantos más que al salir de la capital encantadora, sacudieron sus sandalias, salpicadas de lodo y sangre, en la faz de Gómez.” Alude al Paraíso, a Villa Zoila, y luego 217: “ el alma de Caracas escondía inerme y triste, fatalista, en las barriadas Candelaria, San Pablo, San José, donde se recluían los obreros para las carreteras y para las haciendas del General, y los soldados para sus cuarteles”. 402


Jóvenes que gritan Gómez el 24 de julio en la Plaza Bolívar (RECORDAR QUE EN 1917 se alabó más a Gómez que a Bolívar); 218: “ el Bisonte se echó un calendario de coincidencias: el día de la batalla de Carabobo, se celebra él su onomástico; el día natal del Libertador, el 24 de julio, su cumpleaños; el 19 de diciembre, su traición a Castro; el 19 de abril, va cumpliendo di ez, quince, veinte... treinta, cincuenta años de haber empezado su imperio. La Caracas espuria, venal que devora el puñado de bolívares el presupuesto, responde: “Viva Gómez”. “Mis amigos y yo nos vamos a Galipán, al Avila a donde se puedan aspirar las iras del mar. Por el camino donde antes gusaneaba al sol la cabeza cortada de José Félix Ribas, subimos a los cerros” Esperan una revolución. No. Decretar Gómez prohibición de armas. Menciona a Leffman, Angarita. “Comenzaba la era del petróleo”. 221: “Pelota a Ibarra 10. El joven pintor, delgado, calvo, de nariz de ganchuda, rumano impresionista, que huyendo de la guerra europea, había deambulado por el Oriente y llegado a recalar, con su colección de antiguas 403


estampas japonesas, sus pipas y sus afanosos pinceles, a la isla de Margarita”… Vino a Caracas, toca violín, explica su cuadro a lo Manet, a lo Monet, y de allí concurrían (presentó el primer ejemplar de la constitución de los soviets) Enrique Planchart, Julio Brandt, “pintor de churriguerismos”, Sanmont, “extraordinario pintor sin pintura, abúlico, atiborrado de teorías, eruditísimo… Jacinto, terco y límpido poeta, apuesto universitario… Un estudiante Calcaño, poeta y músico… Un cuentista, Rafael… Otros qué naufragaban en bock cervecers chez Dietrich. Pocaterra . Calcaño Herrera de pitorreos” Narra las dificultades de Gómez con los americanos y cómo fue a recurrir a Zumeta para que arreglara “ hegemonía americana en el continente” Alud al entierro del Dr. Hernández, que fue maravillosa oportunidad para manifestar. Un día fue a la tertulia Díaz Rodriguez el orfebrerista. Lo opone a Pio Gil, a Romero García, a Rufibi: 225-226: “Sorbimos el ron Carúpano, sin té, al irse el maestro cívico que en 1908 había glorificado en el más relumbrante bronce castellano al sacrificado Antonio Paredes”. El rumano trató de explicar que los burgueses en 404


todas partes son así. Comparan los dos Andrés Eloyes el que entregó a Eliseo y delató a Barcos y Canales (maestro argentino el periodista puertorriqueño). No llegó a la tercera congrencia en el Municipal Canales. Salieron a Panamá. Dice que gallegos, que susurraba a los bávaros Alejandro Carias, suicidado. Soublette muerto en España

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Música- Jazz En 1927 está de moda Y ESTE DE CARACAS , one step de Carlos Bonnet y Pako Betancourt, que es respuesta a “C’est Paris ”. Años después el chanshonnier francés Max Blot compuso “Sous le pont de Paris “sur l’ai de la chanson populaire francais: sous les ponts de Paris. Está, recurrente, casi inmortal, nuevamente el tango en primera fila. La Poesía de segundo orden empieza a ser préstamos a los valses, los pasodobles y en un momento se confunden las intenciones de poetizar a Caracas con una letra de música popular: entre “Besos y Cerezas” y a “Caracas” canción de moda en el que al lado del “Ávila frondoso” se mencionan a las “dulces mujeres” y los “hechizos sin par” de la ciudad, hay el mismo aire de familia que entre ambas y algunos poemas melosos, de arrastrada sentimentalismo y de embelesado paisajismo. La vanguardia precisamente va a reaccionar contra ese sensiblería ya monótona, degradada en las páginas de los diarios, y sin tomar mucho del calor tanguero, en que 408


los vocablos como “gil ”, “otario ”, “puitú”, “bacan”, amenazaban con estropear la falsa pureza del idioma, se adentra en los dominios del “jazz” y de las desplantes verbales para liberar a la poesía del confusionismo en que se abatía.

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