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Sesión 11. 1 y 2 Samuel: El Regalo Real y Mesiánico de Dios – Parte 1 Bosquejo

El Propósito de los Libros de 1 y 2 Samuel La Historia Particular en los Libros de 1 y 2 Samuel: El Establecimiento del Reino Eterno de Dios por medio de David La Historia de Samuel (1 Samuel 1 ‐ 7) La Transición Hacia la Monarquía (1 Samuel 8) La Historia de Saúl (1 Samuel 9 ‐ 15) La Historia de Saúl y David (1 Samuel 16 ‐ 31) La Historia de David (2 Samuel 1 ‐ 20) Epílogo (2 Samuel 21 ‐ 24) La Historia Teológica de los Libros de 1 y 2 Samuel: El Regalo Real y Mesiánico de Dios Dios es el Rey Legítimo, Absoluto y Soberano Sobre su Pueblo Su Pueblo Debe Escuchar Su Voz: La Historia de Samuel Su Pueblo Debe Hacer Su Voluntad: La Historia de Saúl Su Pueblo Debe Confiar en Él: La Historia de David Es Dios Quien Capacita a su Pueblo Con Su Presencia por Su Espíritu La Providencia de Dios logra cosas extraordinarias por medio de eventos ordinarios La Historia Cristiana en 1 y 2 Samuel Cristo es el Hijo de David en Quien el Pacto de Redención Eterna Encuentra Inauguración y Consumación Cristo es Nuestro Rey Cristo es Nuestro Mesías

El Propósito de los Libros de 1 y 2 Samuel Los libros de 1 y 2 Samuel constituían originalmente un solo volumen y fueron divididos meramente por razones prácticas. La historia que en ellos se narra describe los eventos entre los años 1105 a.C. y 970 a.C. Los libros de Samuel están escritos en la forma literaria conocida como historia heroica. Esto significa que su historia se narra a partir de las vidas de tres “héroes” o personajes principales: Samuel, Saúl y David. Se desconoce el autor y la fecha exacta de la composición del libro, aunque es posible inferir a partir de 1 Crónicas 29:29 tanto su autor como su propósito: “todos los hechos de David… están escritos en las crónicas del vidente Samuel, del profeta Natán y del vidente Gad.” En cualquier caso, la composición del libro puede fecharse alrededor del año 950 a.C. como una defensa del derecho monárquico de la familia de David sobre el pueblo de Israel. Podemos resumir el propósito de estos dos libros de la siguiente manera: Los libros de 1 y 2 Samuel presentan a Dios como el legítimo Rey y Soberano sobre su pueblo escogido. En Samuel, Dios establece su reino eterno por medio de la unción Divina de David y su linaje quien ha de guiar al pueblo a escuchar y obedecer la voz de Dios por fe.

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La Historia Particular en los Libros de 1 y 2 Samuel: El Establecimiento del Reino Eterno de Dios por medio de David En esta primera parte analizaremos únicamente la historia particular de Israel en 1 Samuel. El libro de 1 Samuel contiene algunas de las historias más conocidas, emocionantes y conmovedoras en la historia de Israel y cada una merece un estudio detallado. No obstante, en este breve estudio buscamos describir la manera en que tales eventos históricos proclaman un mensaje unificado: el reinado eterno y soberano de Dios sobre su pueblo y el medio por el cual dicho reinado se establece.

Dios es el Rey Eterno de su Pueblo Antes de analizar brevemente cada una de las secciones principales del libro debemos apreciar la forma en la que todas apuntan a la misma realidad, la cual se vislumbra por primera vez en la oración de Ana, la madre de Samuel: 2 Ana elevó esta oración: «Mi corazón se alegra en el Señor; en él radica mi poder. Puedo celebrar su salvación y burlarme de mis enemigos. 2 »Nadie es santo como el Señor; no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él! 3 … El Señor es un Dios que todo lo sabe, y él es quien juzga las acciones. 6

»Del Señor vienen la muerte y la vida; él nos hace bajar al sepulcro, pero también nos levanta. 7 El Señor da la riqueza y la pobreza; humilla, pero también enaltece. 8 …»Del Señor son los fundamentos de la tierra; ¡sobre ellos afianzó el mundo! 10

»El Señor destrozará a sus enemigos; desde el cielo lanzará truenos contra ellos. El Señor juzgará los confines de la tierra, fortalecerá a su rey y enaltecerá el poder de su ungido.» 1 Samuel 2:1‐2, 3b, 6‐7, 8b, 10. En esta hermosa oración, Ana no solo atribuye al SEÑOR el poder absoluto sobre todo lo creado; también anuncia por primera ocasión la mediación del gobierno divino por medio de un rey humano cuyo poder reside en la unción capacitadora del Espíritu Santo. Hasta este momento, la forma de gobierno había sido teocrática y aun en medio de la rebelión constante de Israel, tal modelo había sido eficiente. Observemos 1 Samuel 7:2‐6, 10‐13: 2 El arca permaneció en Quiriat Yearín durante mucho tiempo. Pasaron veinte años, y todo el pueblo de Israel buscaba con ansiedad al SEÑOR. 3 Por eso Samuel le dijo al pueblo: «Si ustedes desean volverse al SEÑOR de todo corazón, desháganse de los dioses extranjeros y de las El Regalo de Dios

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imágenes de Astarté. Dedíquense totalmente a servir sólo al SEÑOR, y él los librará del poder de los filisteos.» 4 Así que los israelitas echaron fuera a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté, y sirvieron sólo al SEÑOR. 5 Luego Samuel ordenó: «Reúnan a todo Israel en Mizpa para que yo ruegue al SEÑOR por ustedes.» 6 Cuando los israelitas se reunieron en Mizpa, sacaron agua y la derramaron ante el SEÑOR. También ayunaron durante el día, y públicamente confesaron: «Hemos pecado contra el SEÑOR.» Fue en Mizpa donde Samuel comenzó a gobernar a los israelitas… 10 Mientras Samuel ofrecía el sacrificio, los filisteos avanzaron para atacar a Israel. Pero aquel día el SEÑOR lanzó grandes truenos contra los filisteos. Esto creó confusión entre ellos, y cayeron derrotados ante los israelitas. 11 Entonces los israelitas persiguieron a los filisteos desde Mizpa hasta más allá de Bet Car, matándolos por el camino. 12 Después Samuel tomó una piedra, la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó Ebenezer, «El Señor no ha dejado de ayudarnos.» 13 Durante toda la vida de Samuel, el SEÑOR manifestó su poder sobre los filisteos. Éstos fueron subyugados por los israelitas y no volvieron a invadir su territorio. 14 Fue así como los israelitas recuperaron las ciudades que los filisteos habían capturado anteriormente, desde Ecrón hasta Gat, y libraron todo ese territorio del dominio de los filisteos. También hubo paz entre Israel y los amorreos. Evidentemente, el gobierno de Dios sobre su pueblo no había constituido en ningún sentido una desventaja para Israel. La presencia de Dios en medio de su pueblo era lo que le hacía un pueblo santo y especial. La oración de Ana describía fielmente el poder de Dios para guiar y proteger a su pueblo. No obstante, en el capítulo 8 se nos presenta el menosprecio de esta posición de privilegio de parte del pueblo: 8 Cuando Samuel entró en años, puso a sus hijos como gobernadores de Israel, 2 con sede en Berseba. El hijo mayor se llamaba Joel, y el segundo, Abías. 3 Pero ninguno de los dos siguió el ejemplo de su padre, sino que ambos se dejaron guiar por la avaricia, aceptando sobornos y pervirtiendo la justicia. 4 Por eso se reunieron los ancianos de Israel y fueron a Ramá para hablar con Samuel. 5 Le dijeron: «Tú has envejecido ya, y tus hijos no siguen tu ejemplo. Mejor danos un rey que nos gobierne, como lo tienen todas las naciones.» 6 Cuando le dijeron que querían tener un rey, Samuel se disgustó. Entonces se puso a orar al Señor, 7 pero el Señor le dijo: «Considera seriamente todo lo que el pueblo te diga. En realidad, no te han rechazado a ti, sino a mí, pues no quieren que yo reine sobre ellos. 8 Te están tratando del mismo modo que me han tratado a mí desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy. Me han abandonado para servir a otros dioses. 9 Así que hazles caso, pero adviérteles claramente del poder que el rey va a ejercer sobre ellos.» 1 Samuel 8:1‐9 Esta petición, aparentemente inocente de parte del pueblo en el contexto de la falta de líderes piadosos (1 Samuel 8:1‐3), constituía a los ojos de Dios un pecado espectacular del calibre del pecado original de Lucifer quien rechazó la autoridad soberana de Dios. La nación de Israel prefería ser igual a “todas las naciones” rechazando así la bendición asociada a la presencia protectora y amorosa de Dios y su gobierno soberano. El veredicto de Dios ante tal actitud demuestra al mismo tiempo su ira justa y su gracia amorosa: 7 Y ahora, préstenme atención. El Señor los ha colmado de beneficios a ustedes y a sus antepasados, pero yo tengo una querella contra ustedes. 8 »Después de que Jacob entró en Egipto, sus descendientes clamaron al Señor. Entonces el Señor envió a Moisés y a Aarón para sacarlos de Egipto y establecerlos en este lugar. 9 Pero como se olvidaron de su Señor y El Regalo de Dios

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Dios, él los entregó al poder de Sísara, comandante del ejército de Jazor, y al poder de los filisteos y del rey de Moab, y ellos les hicieron la guerra. 10 Por eso ustedes clamaron al Señor: “Hemos pecado al abandonar al Señor y adorar a los ídolos de Baal y a las imágenes de Astarté. Pero ahora, si nos libras del poder de nuestros enemigos, sólo a ti te serviremos.” 11 Entonces el Señor envió a Yerubaal, Barac, Jefté y Samuel, y los libró a ustedes del poder de los enemigos que los rodeaban, para que vivieran seguros. 12 »No obstante, cuando ustedes vieron que Najás, rey de los amonitas, los amenazaba, me dijeron: “¡No! ¡Queremos que nos gobierne un rey!” Y esto, a pesar de que el Señor su Dios es el rey de ustedes. 13 Pues bien, aquí tienen al rey que pidieron y que han escogido. Pero tengan en cuenta que es el Señor quien les ha dado ese rey. 14 Si ustedes y el rey que los gobierne temen al Señor su Dios, y le sirven y le obedecen, acatando sus mandatos y manteniéndose fieles a él, ¡magnífico! 15 En cambio, si lo desobedecen y no acatan sus mandatos, él descargará su mano sobre ustedes como la descargó contra sus antepasados. 16 »Y ahora, préstenme atención y observen con sus propios ojos algo grandioso que el Señor va a hacer. 17 Ahora no es tiempo de lluvias sino de cosecha. Sin embargo, voy a invocar al Señor, y él enviará truenos y lluvia; así se darán cuenta de la gran maldad que han cometido ante el Señor al pedir un rey. 18 Samuel invocó al Señor, y ese mismo día el Señor mandó truenos y lluvia. Todo el pueblo sintió un gran temor ante el Señor y ante Samuel, 19 y le dijeron a Samuel: —Ora al Señor tu Dios por nosotros, tus siervos, para que no nos quite la vida. A todos nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirle un rey. 20 —No teman —replicó Samuel—. Aunque ustedes han cometido una gran maldad, no se aparten del Señor; más bien, sírvanle de todo corazón. 21 No se alejen de él por seguir a ídolos inútiles, que no los pueden ayudar ni rescatar, pues no sirven para nada. 22 Por amor a su gran nombre, el Señor no rechazará a su pueblo; de hecho él se ha dignado hacerlos a ustedes su propio pueblo. 23 En cuanto a mí, que el Señor me libre de pecar contra él dejando de orar por ustedes. Yo seguiré enseñándoles el camino bueno y recto. 24 Pero los exhorto a temer al Señor y a servirle fielmente y de todo corazón, recordando los grandes beneficios que él ha hecho en favor de ustedes. 25 Si persisten en la maldad, tanto ustedes como su rey serán destruidos. 1 Samuel 12:7‐24 Este es pues el primer aspecto esencial al mensaje de los libros de Samuel, Dios es el eterno y soberano Rey sobre su pueblo. El establecimiento de la monarquía en Israel no cancela esta realidad sino por el contrario la corrobora. Todas las historias individuales y los hechos heroicos de los personajes han de observarse e interpretarse a la luz de esta verdad.

Las Vidas de Samuel, Saúl y David a la Luz del Reinado Soberano de Dios Sobre Su Pueblo Al inicio de esta sesión mencionamos que los libros de Samuel presentan la historia particular de Israel desde la perspectiva de las vidas de Samuel, Saúl y David. 1 Samuel puede por tanto bosquejarse en sus secciones principales a partir de las vidas de estos tres hombres de la siguiente manera: I. La Historia de Samuel (1 Samuel 1 ‐ 7) II. La Transición Hacia la Monarquía (1 Samuel 8) III. La Historia de Saúl (1 Samuel 9 ‐ 15) IV. La Historia de Saúl y David (1 Samuel 16 ‐ 31)

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De manera general podemos afirmar que las vidas de cada uno de estos personajes, tal y como se presenta en las narraciones de este libro, resalta un principio teológico esencial derivado del reinado soberano de Dios sobre su pueblo. Por este motivo, analizaremos brevemente tres de sus historias desde su perspectiva teológica: La consagración de Samuel (1 Samuel 2:27‐3:21), la rebelión de Saúl (1 Samuel 13 y 15), y la fe de David (1 Samuel 17).

La Historia Teológica de los Libros de 1 y 2 Samuel: El Regalo Real y Mesiánico de Dios Dios es el Rey Legítimo, Absoluto y Soberano Sobre su Pueblo Hemos ya mencionado que 1 Samuel establece claramente el derecho de Dios como Rey legítimo, absoluto y soberano sobre su pueblo escogido. Esta verdad histórica y teológica se expresa de manera práctica en tres principios derivados de las vidas de Samuel, Saúl y David los cuales consideraremos a continuación.

El Pueblo Debe Escuchar la Voz de Dios: La Historia de Samuel Si Dios es el Rey legítimo sobre su pueblo, un primer resultado práctico de esta realidad es que el pueblo de Dios ha de disponer su corazón para escuchar la voz de su Rey soberano. La vida de Samuel nos hace evidente esta verdad, particularmente a la luz de la actitud de Elí y de sus hijos. Elí había menospreciado la palabra de Dios (1 Samuel 2:27‐34) al no detener la impiedad de sus hijos, quienes “eran unos perversos que no tomaban en cuenta al Señor” (1 Samuel 2:12). La historia de Samuel en 1 Samuel 2:35 – 3:21 nos describe a Samuel como un hombre escogido y dispuesto a atender la voz de Dios y proclamarla con fidelidad: 35 »Pero yo levantaré a un sacerdote fiel, que hará mi voluntad y cumplirá mis deseos. Jamás le faltará descendencia, y vivirá una larga vida en presencia de mi ungido. 1 Samuel 2:35 3 Samuel, que todavía era joven, servía al Señor bajo el cuidado de Elí. En esos tiempos no era común oír palabra del Señor, ni eran frecuentes las visiones… 7 Samuel todavía no conocía al Señor, ni su palabra se le había revelado. 8 Por tercera vez llamó el Señor a Samuel. Él se levantó y fue adonde estaba Elí. —Aquí estoy —le dijo—; ¿para qué me llamó usted? Entonces Elí se dio cuenta de que el Señor estaba llamando al muchacho. 9 —Ve y acuéstate —le dijo Elí—. Si alguien vuelve a llamarte, dile: “Habla, Señor, que tu siervo escucha.” Así que Samuel se fue y se acostó en su cama. 10 Entonces el Señor se le acercó y lo llamó de nuevo: —¡Samuel! ¡Samuel! —Habla, que tu siervo escucha —respondió Samuel… 1 Samuel 3:1, 7‐10 17 —¿Qué fue lo que te dijo el Señor? —le preguntó Elí—. Te pido que no me lo ocultes. ¡Que Dios te castigue sin piedad, si me ocultas una sola palabra de todo lo que te ha dicho! 18 Samuel se lo refirió todo, sin ocultarle nada, y Elí dijo: —Él es el Señor; que haga lo que mejor le parezca. 19 Mientras Samuel crecía, el Señor estuvo con él y confirmó todo lo que le había dicho. 20 Y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, se dio cuenta de que el Señor había confirmado a Samuel como su profeta. 21 Además, el Señor siguió manifestándose en Siló; allí se revelaba a Samuel y le comunicaba su palabra. 1 Samuel 3:1, 17‐21 El Regalo de Dios

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El Pueblo Debe Hacer la Voluntad de Dios: La Historia de Saúl El segundo resultado práctico del reinado soberano de Dios sobre su pueblo es que este debe obedecer de manera completa y precisa las instrucciones de su Rey. La vida de Saúl ilustra esta realidad de manera negativa. Saúl es presentado esencialmente como un hombre desobediente, cobarde, orgulloso, independiente, irresponsable e hipócrita; un líder sediento de aprobación humana en desobediencia a las instrucciones divinas. Su comportamiento en los capítulos 13 y 15 dejan esto bien claro, especialmente 1 Samuel 15:17‐23, donde como resultado de su desobediencia en relación a la destrucción de los amalecitas, Dios le anuncia: 17 Entonces Samuel le dijo: —¿No es cierto que, aunque te creías poca cosa, has llegado a ser jefe de las tribus de Israel? ¿No fue el Señor quien te ungió como rey de Israel, 18 y te envió a cumplir una misión? Él te dijo: “Ve y destruye a esos pecadores, los amalecitas. Atácalos hasta acabar con ellos.” 19 ¿Por qué, entonces, no obedeciste al Señor? ¿Por qué echaste mano del botín e hiciste lo que ofende al Señor? 20 —¡Yo sí he obedecido al Señor! —insistió Saúl—. He cumplido la misión que él me encomendó. Traje prisionero a Agag, rey de Amalec, pero destruí a los amalecitas. 21 Y del botín, los soldados tomaron ovejas y vacas con el propósito de ofrecerlas en Guilgal al Señor tu Dios. 22 Samuel respondió: «¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. 23 La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey.» El pueblo de Dios obedece la voz de su Rey. Si no lo hace, esta rechazando a su Rey.

El Pueblo Debe Confiar en Dios: La Historia de David El tercer resultado práctico del reinado eterno y soberano de Dios sobre su pueblo es que el pueblo de Dios ha de confiar en su Rey, el SEÑOR Todopoderoso, el Dios de los Ejércitos en todas y cada una de las circunstancias e independientemente de las condiciones personales, culturales, sociales y tecnológicas. La muy conocida historia de David y Goliat nos ilustra esto de manera elocuente e irónica. En 1 Samuel 16 se describe la elección y unción de David como rey sobre Israel. En contraste a Saúl, David es presentado como un muchacho joven pero “valiente, hábil guerrero, que sabe expresarse y es de buena presencia.” (1 Samuel 16:18). Inmediatamente después de esto, el autor narra la historia de David y Goliat y con ello presenta a David como un joven lleno de fe en medio de las circunstancias más adversas: 26 David preguntó a los que estaban con él: —¿Qué dicen que le darán a quien mate a ese filisteo y salve así el honor de Israel? ¿Quién se cree este filisteo pagano, que se atreve a desafiar al ejército del Dios viviente?... 36 Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente. 37 El Señor, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo. —Anda, pues —dijo Saúl—, y que el Señor te acompañe… 42 [Goliat] El Regalo de Dios

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le echó una mirada a David y, al darse cuenta de que era apenas un muchacho, trigueño y buen mozo, con desprecio 43 le dijo: —¿Soy acaso un perro para que vengas a atacarme con palos? Y maldiciendo a David en nombre de sus dioses, 44 añadió: —¡Ven acá, que les voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo! 45 David le contestó: —Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los que has desafiado. 46 Hoy mismo el Señor te entregará en mis manos; y yo te mataré y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a las fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en Israel. 47 Todos los que están aquí reconocerán que el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor, y él los entregará a ustedes en nuestras manos. 1 Samuel 17:26‐47 Esta historia nos demuestra que el reinado soberano de Dios sobre el mundo y sobre su pueblo demanda la fe de su pueblo y nos enseña además que si Dios reina: • La edad no importa • La experiencia no importa • La fortaleza física no importa • La apariencia no importa • El género no importa • La tecnología no importa • La clase social no importa • El lugar en la familia no importa

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La humildad es indispensable La obediencia es indispensable La fe es indispensable El arrepentimiento es indispensable

Hasta este punto hemos enfatizado únicamente un aspecto del Regalo de Dios tal y como se nos presenta en el libro de 1 Samuel, es decir, que el regalo de la presencia de Dios en medio de su pueblo es un regalo Real. Dios habita en medio de su pueblo como Rey legítimo, eterno y soberano. Ahora consideraremos un segundo aspecto de este regalo Divino.

Es Dios Quien Capacita a su Pueblo Con Su Presencia por Su Espíritu Como parte del propósito de los libros de Samuel afirmamos que Dios establece su reino eterno por medio de la unción Divina de David y su linaje quien ha de guiar al pueblo a escuchar y obedecer la voz de Dios por fe. Aún y cuando la inauguración de la monarquía en Israel fue humanamente un acto de rebelión grave; por medio de este pecado Dios obró soberana y providencialmente para promover su plan eterno y dar inicio a la dinastía humana que llevará a consumación el gobierno de Dios sobre la tierra que había sido previamente encomendada sin éxito a Adán. Dios escoge a David, un joven pastor para este propósito. En contraste con Saúl, cuyo nombre significa “el solicitado [por el pueblo]”, Samuél, el “pedido a Dios” es enviado ahora a señalar como rey a David. La señal de su reinado es la unción del Espíritu (1 Samuel 16:13). Esta sería una característica permanente de David: “El SEÑOR estaba con él”. En contraste con Saúl de quien “el Espíritu del SEÑOR se apartó”, tanto en Samuel como en David, la vida de constante comunión en la presencia de Dios es la realidad capacitadora para llevar a cabo la voluntad divina (1 Samuel 2:18, 21; 3:3, 19; 16:13, 18; 17:37; 18:12; 20:13; 2 Samuel 5:10; 7:3, 9). El Regalo de Dios

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En esto encontramos otro principio teológico que debemos enfatizar en relación al mensaje de Samuel: Dios es quien reina eternalmente sobre su pueblo y dicho reino se establece en la tierra por medio de personas habitadas, controladas y capacitadas por el poder mismo de Dios por medio de su Espíritu Santo. En este libro se describe por primera ocasión a alguien como Mesías, que en hebreo significa “Ungido.” Como aprenderemos más adelante en 2 Samuel, el regalo Mesiánico de Dios se consumaría en la descendencia de David de quien Jesús, el Cristo (griego para Mesías) es el cumplimiento final.

La Providencia de Dios logra cosas extraordinarias por medio de eventos ordinarios Por último debemos afirmar que la teología de Samuel establece claramente la obra providencial de Dios para lograr la consumación de su plan eterno por medio de los eventos más ordinarios. Los celos y problemas familiares de la familia de Elcaná mueven a la súplica por Samuel quien sería el último juez de Israel; la pérdida de las burras del padre de Saúl ocasiona el encuentro de este con Samuel y su unción como rey. En uso de David como mensajero de su padre Isaí para llevar pan a sus hermanos ocasiona la derrota de Goliat, la victoria sobre los filisteos y la exaltación de David. Cada una de estas cosas establece la obra providencial y soberana de Dios en medio de los problemas, sufrimientos, pérdidas y tareas cotidianas de los seres humanos.

La Historia Cristiana en 1 y 2 Samuel Concluimos una vez más considerando el texto del Antiguo Testamento en relación a la consumación de su revelación en el Nuevo Pacto establecido en la persona de Jesucristo. 1 Samuel nos apunta a Jesucristo quien es el eterno Rey y Mesías sobre el pueblo de Dios. La inauguración de la dinastía davídica nos apunta a su consumación en la persona de Cristo. Podemos decir que hay al menos tres aspectos importantes asociados a la historia cristiana de este libro.

Cristo es el Hijo de David en Quien el Pacto de Redención Eterna Encuentra Inauguración y Consumación El primer versículo del Nuevo Testamento comienza de esta manera: “Tabla genealógica de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.” (Mateo 1:1). 1 Samuel es el comienzo de la historia de David, el padre de Jesús. Jesús es el Mesías, el ungido con el Espíritu de Dios que inaugura el Nuevo Pacto de Redención que consumará finalmente el gobierno eterno de Dios sobre su pueblo. En Jesús encuentran cumplimiento todas las promesas hechas a David las cuales estudiaremos en 2 Samuel.

Cristo es Nuestro Rey En segundo lugar, el Regalo Real de Dios tal y como lo observamos en 1 Samuel particularmente en la persona de David, el ungido del Señor, apunta al Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo quien en las palabras de Natanael es descrito así: “Rabí ¡tú eres el Hijo de Dios!, ¡tú eres el Rey de Israel!” (Juan 1:46). Aún más, en la anunciación encontramos las palabras del ángel: 30 —No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor —le dijo el ángel—. 31 Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Él será un gran hombre, y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David, 33 y reinará sobre el pueblo de Jacob para siempre. Su reinado no tendrá fin. Lucas 1:30‐33

Cristo es Nuestro Mesías La unción de Cristo como nuestro Divino Mesías será explorada en mayor detalle en 2 Samuel. El Regalo de Dios

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