EDITORIAL
DISCURSO del Dr. José Vicente Irurita R., Presidente de Procaña, en la XXXIV Asamblea General Celebrada en Cali el 30 de Mayo de 2007 n nuestra cotidianidad usamos con frecuencia dichos, proverbios y refranes, la mayor parte de ellos salidos del pueblo. Como tanto los usamos, solemos no prestarles atención, sin advertir el contenido filosófico de algunos o las verdades simples de otros: “Quien no aprende de sus errores, está condenado a repetirlos”, y, “el que no sabe de dónde viene, no sabe para dónde va”.
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Ellos podrían explicar parte de las vicisitudes por las que atravesamos los cultivadores de caña. También los errores históricos que hemos cometido. Y, sobre todo, los que el Estado comete con una de las fuentes de empleo y de ingresos más grandes de nuestro país, como es la industria de la caña de azúcar.
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Junio 2007
A lo largo de nuestra historia, los gobernantes han prestado especial atención a las actividades productivas que ofrecen perspectivas económicas halagüeñas, tanto para la Nación como para sus ciudadanos. En tiempos de la Colonia, cuando la economía era simple y vivía en crisis permanente, las principales actividades eran de extracción, antes que agrícolas o manufactureras. Por eso, los virreyes pusieron especial empeño en exportar oro y plata, y obtener divisas para el Reino. Después de la Independencia, la agricultura tuvo más importancia. Comenzó el auge del tabaco, que dejaba tan buenos ingresos que su venta fue monopolizada por el Estado. Su liberación causó una de las más radicales transformaciones, ya que dio pie a la verdadera economía colombiana y propició el establecimiento de la navegación comercial por el río Magdalena, entre otros aspectos.