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InformaTEC. Setiembre, 2010

Recuperemos la Auditoría Interna para el TEC Carlos Bonilla Avendaño Abogado

Debemos recuperar el verdadero sentido y razón de la Auditoría Interna. Las personas que laboran en esa Oficina institucional son íntegras, honestas, de gran calidad profesional y aman al TEC. Ellas son la garantía y esperanza de recuperar la Auditoría para el Instituto Tecnológico. El problema de la Auditoría es que su cabeza perdió el rumbo. Se enredó en los laberintos de una legalidad mal entendida y en parte convirtió la labor auditora en una labor persecutoria y obsesiva por ver delitos en donde lo que hubo, si es que las hubo, fueron faltas administrativas. Convirtió la Ley de Control Interno y otras, en instrumentos de persecución y de sospecha contra muchas y muchos funcionarios inocentes o que, en todo caso, habrán cometido faltas sin dolo ni culpa grave y sin mayores perjuicios económicos para la Hacienda Universitaria. Una buena parte del trabajo de la Auditoría debe ser reconocido y apreciado.

El sesgo negativo es el asumir la Ley de Control Interno y otras leyes nacionales como leyes persecutorias y no, como fue su espíritu original, como leyes que promovieran la transparencia y la rendición de cuentas y, desde ese enfoque, contribuyeran al impulso de los procesos positivos de la Institución. Concebir las leyes nacionales en sentido negativo (para prohibir, para sancionar, para obstaculizar) se vuelve más nocivo para el TEC si a eso se le suma una comprensión limitada y limitante de la autonomía universitaria. Las potestades y competencias que la Ley otorga a quienes dirigen las Auditorías Internas son sumamente amplias, pero esa amplitud debe desarrollarse, tratándose de auditorías de Universidades Públicas, en el marco de nuestra plena autonomía. El recurrir a instancias externas (Contraloría, Procuraduría, Fiscalías y otras) solo debe hacerse en casos extremos y excepcionales y con la previa autorización del Consejo Institucional, que es el superior jerárquico inmediato del Auditor Interno. Este funcionario, si bien tiene –y es bueno que así sea-una amplia

independencia funcional, “no se manda solo”, ni su referente principal debe ser la Contraloría General de la República. Es un funcionario al servicio de la Universidad. A él también le rigen los principios (fuente de Derecho) derivados de la autonomía, y que en nuestro caso tienen rango constitucional, es decir, superior a las leyes, y está obligado a conocer y aceptar tales principios en el modo y manera que la Universidad los concibe. La falta de comprensión sobre los alcances de la autonomía y un limitado entendimiento de la labor auditora en un contexto de autonomía plena (que no de soberanía como si fuéramos un Estado dentro del Estado), todo ello reflejado en la priorización y en el tratamiento de los “casos” planteados en los Informes y Relaciones de Hechos de la Auditoría Interna, ha facilitado las denuncias penales y públicas que en pocos días han arrasado con el buen nombre, la honra y la imagen de personas honestas y del TEC como un todo. Ojalá la dolorosa coyuntura por la que ha pasado el TEC sirva para tornar a

buscar puntos de encuentro y de diálogo, a fin de que la Auditoría Interna recupere su sentido y razón de ser como oficina DE y en PRO de la Institución y de sus procesos, enmarcada dentro de todo el quehacer institucional y en permanente diálogo con la Administración Activa, para corregir, para impulsar y para advertir. Que sintamos que la Auditoría Interna es parte del TEC y no un mero apéndice de la Contraloría, o lo que es peor, de la Fiscalía, y que los y las profesionales con que cuenta esa Oficina, sin renunciar a su necesaria “independencia funcional”, se sumen a los esfuerzos institucionales por que la autonomía universitaria sea algo más que un párrafo escrito en la Constitución Política . Tenemos excelentes profesionales en la Auditoría Interna y solo se requiere un golpe de timón. Si el Señor Auditor Interno se apuntara a esta tarea, comenzaría a resarcir de esa manera lo que sus enfoques y actuaciones han generado a la imagen institucional. Si no, su renuncia sería muy apreciada por muchas y por muchos.

¿Por qué el cielo es azul? Física Natalia Murillo Escuela de Física TEC nmurillo@itcr.ac.cr

Los colores que vemos en el cielo se deben a la manera en que interactúan la luz y la atmósfera, la cual esta formada por diferentes gases y partículas de polvo, agua, ceniza, y diferentes contaminantes. Estos componentes son suficientes para generar diferentes manifestaciones de color en el cielo. La luz blanca Las ondas de luz, igual que las olas del mar, tienen crestas y valles, la distancia entre dos crestas consecutivas se llama longitud de onda. (Ver figura 1) La luz blanca es la combinación de todos colores que ojo puede ver. Al atravesar un material transparente, cada color contenido en la luz blanca se desviará un ángulo diferente, dando lugar a la separación de la luz donde podemos apreciar los colores del arco iris. (Ver Figura 2)

Figura 1. La distancia entre dos crestas (o dos valles consecutivos) se conoce como longitud de onda

Rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta a cada uno de los cuales asociamos una onda característica. La longitud de onda de cada uno de estos colores aumenta al ir del violeta al rojo. La luz que emite el sol es luz blanca que viaja por el espacio hasta llegar a la atmósfera terrestre. En la atmósfera, los rayos de luz interaccionan con las millones de moléculas de gas que hay en el aire, podemos pensar que “chocan” con estas y así van variando su trayectoria en zigzag a través de la atmósfera hasta que por fin llegan a nuestros

ojos. Esta interacción se debe a la relación que hay entre el tamaño de las partículas atmosféricas y la longitud de onda asociada a cada color y es mayor cuanto más pequeña es la longitud de onda, por eso los rayos azules y violetas se ven más afectados que los de los otros colores. A este proceso se llama dispersión de Rayleigh en honor al físico inglés Lord Rayleigh (1842-1919). (Ver Figura 3)

Figura 2. Descomposición de la luz blanca al pasar por un prisma

El es cielo azul, el sol amarillo

desde el sol hasta nuestros ojos.

Cuando vemos hacia arriba la luz azul no parece venir directamente del sol, si no que vienen de todas partes del cielo. De ahí que el cielo nos parezca azul y el sol amarillo, pues los rayos amarillos y rojos son poco desviados y van casi directamente en línea recta

Así nuestro cielo azul y nuestro sol amarillo, a lo que estamos tan acostumbrados, son el resultado de la dispersión de Rayleigh, pues desde el espacio, donde no hay atmósfera, el Sol se ve blanco y el cielo absolutamente negro.

El color azul del cielo se debe por tanto a la mayor difusión de las ondas cortas. El color del sol es amarillo-rojizo y no blanco, porque si a la luz blanca procedente del Sol -que es suma de todos los colores- se le quita el color azul, se obtiene una luz de color amarillo-roja El color del cielo, debería ser violeta por ser ésta la longitud de onda más corta, pero no lo es, por dos razones fundamentalmente: porque la luz solar contiene más luz azul que violeta y porque el ojo humano es más sensible a la luz azul que a la violeta. La dispersión producida por los gases es muy débil, y por eso no la notamos normalmente si por ejemplo prendemos un foco o una luz, sin embargo, cuando el espesor de gas es muy grande, como sucede en la atmósfera, fácilmente se puede observar la luz dispersada.

Figura 3. Representación esquemática de la dispersión Rayleigh


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