
2 minute read
Siempre en nuestros corazones
En memoria de la querida señora María Miranda, a 20 años de su partida
Atí querida esposa, madre y abuela María Miranda, que vives perpetuamente en nuestros corazones, te recordamos siempre, todos los días.
Advertisement
Cómo olvidar tu dulce mirada, así como tierna pero firme voz al ha blarnos y darnos tus sabios consejos.
Te recordamos con amor inmenso a pesar de haber partido para reu nirte con Dios el 30 de julio de 2003, hace ya 20 años.
Leo Hernández
Si bien como ciudadanos comunes y corrientes no podemos intervenir directamente para evitar conflictos internacionales ni detener los que ya están en desarrollo, con la oración podemos lograrlo si lo hacemos unidos con fe y devoción, según enseña la Iglesia Católica.
Pero va más allá en su reflexión y en su urgencia de que dejemos nuestra pasividad y contribuyamos todos para recuperar la paz comenzando en el hogar, en el trabajo, en el vecindario y en la ciudad en la que vivimos.
En la Misa dominical pasada, el sacerdote Miguel Ramírez de la parroquia de San Gerardo dijo: “Tenemos que ser más tolerantes unos con otros; los padres con los hijos, los hijos con los padres, entre hermanos, porque la paz comienza en el hogar”.
Agregó: “La paz comienza también en el trabajo, donde deben reinar la buena convivencia y la armonía, de esa manera todo funcionará mejor…también en el barrio, en la comunidad y en la ciudad donde vivimos”.
A toda la grey católica presbítero exhorto: “Debemos todos aprender a escuchar más y gritar menos, es necesario dejar esa actitud de imponer nuestra voluntad y nuestra forma de pensar; dejar de creernos los poseedores absolutos de la verdad, también aprender a reconocer nuestros errores y pedir perdón aunque nos cueste trabajo”.
Por los gobernantes y por los que sufren
El vicario parroquial de San Gerardo, en la ciudad de Iguala, Guerrero, dijo que su mensaje no es solo para los guerrerenses y para los mexicanos, sino para todo el mundo…los católicos, cristianos y todas las personas sin excepción, porque la paz se ha ido disipando de manera preocupante en todos los rincones del orbe:
“Pidamos a Dios de acierto a las decisiones de quienes nos gobiernan, que consuele el dolor de los que sufren y toque el corazón de quienes olvidan que somos hermanos y provocan sufrimiento y muerte…Dales el don de la conversión”.
El padre Ramírez, quien agradeció a este medio ser portador de este mensaje para los habitantes de Arizona, también recalcó la importancia de no expulsar a Dios de nuestras vidas; hizo una oración especial por los mexicanos radicados en el extranjero y sus familias: “Dios proteja a las familias migrantes, a sus niños, a sus jóvenes y adolescentes, sus pueblos y sus comunidades”.
Tu ferviente esposo José Miranda, tus 10 hijos Lety, José, Blanca, Teresa, Adriana, Sandra, Arturo, Verónica, Jaime y Gabriela y tu hermana María Ceja, nunca te olvidaremos, porque personas como tú son inolvidables, no solo entre su familia sino entre la comunidad a la que serviste.
Tú María Miranda, fuiste muy que rida entre la feligresía y toda la comu nidad de la Parroquia del Sagrado Co razón de Jesús, localizada en el centro de Phoenix, donde activamente participaste y serviste en varias actividades por más de 2 décadas; gracias porque con tu ejemplo y servicio hiciste muchos cambios positivos en muchas familias.
Nos sentimos orgullosos que la Diócesis de Phoenix y la comuni dad parroquial del Sagrado Cora zón, hayan perpetuado tu memoria para las presentes y futuras ge neraciones mediante el nom bramiento de su cocina y co medor como salón “La Cocina de María Miranda”.
“Mi reina amada: para todos los que te quisimos y te queremos, especialmente tu esposo, tu hermana, tus hijos y tus nietos, no has muerto porque sigues viva en nuestros corazones y así será por siempre; las fechas de tu nacimiento y tu reunión con el Creador son una celebración de vida”: Lety García Miranda, tu hija mayor.
Nos encomendamos todos a tu cuidado y bendiciones que desde el Cielo diariamente nos envías.
¡Gracias madre!
María Miranda nació el 14 de julio de 1940 y se reunió con el señor el 30 de julio del 2003, a los 63 años.