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CONQUISTA INTERESTELAR: 45 AÑOS DE LAS SONDAS VOYAGER

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Chocan camionetas

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El viento solar y su poderoso campo magnético conforman una especie de burbuja donde se encuentran contenidos los planetas de nuestro Sistema Solar. Esta corriente protectora, formada por protones, electrones y partículas alfa recibe el nombre de heliósfera y se extiende desde el Sol hasta el espacio interestelar. Después de completar exitosamente sus exploraciones planetarias durante alrededor de 40 años, las legendarias sondas Voyager atravesaron esta difusa barrera para continuar su labor como pioneras de la exploración espacial. Su carrera se ha prolongado 45 años y aún les queda historia por delante en una nueva e inexplorada región que ha permitido a los científicos medir el efecto del Sol en el Sistema Solar y ver el espacio fuera del alcance de nuestra estrella.

Para su lanzamiento se aprovechó el impulso gravitacional de una alineación planetaria que ocurre cada 176 años y la NASA decidió apostar el doble por una oportunidad como esta. La Voyager 2 fue la primera en partir al espacio desde Cabo Cañaveral. Se lanzó el 20 de agosto de 1977 y el impulso gravitacional favoreció que pudiera visitar los cuatro planetas más grandes de nuestro Sistema Solar: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Otra de las proezas de su recorrido fue el descubrimiento de 16 lunas con hallazgos que cambiaron la historia de muchas de ellas, como las grietas de hielo detectadas en la capa superior de Europa, la luna de Júpiter.

Por otra parte, la apariencia colorida de Io, el satélite más cercano a Júpiter, fue toda una revelación para los científicos que recibían las imágenes en tierra firme. Antes de que las Voyager demostraran otra cosa, se suponía que todas las lunas serían más o menos parecidas: llenas de cráteres. Estas sondas mostraron una enorme diversidad de paisajes lunares que empezaron a descubrirse precisamente alrededor de los satélites de Júpiter y Saturno.

PRUEBA SUPERADA A LA DÉCIMA POTENCIA

Los científicos de la NASA siguen recibiendo datos de las sondas a través de la Red del Espacio Profundo (DSN). Actualmente se combinan las observaciones de ambas Voyager con datos de misiones nuevas para obtener una imagen más completa del Sistema Solar y sus fronteras. Nadie imaginaba que las metas planteadas para sus exploraciones serían superadas, empezando por el tiempo de duración de la misión que se pensaba sería de cuatro años y hoy se ha multiplicado por más de 10 y contando. De hecho, científicos como Donald Gurnett, físico de la Universidad de Iowa y uno de los científicos originales del equipo de la Voyager, ha reconocido que durante la gestación del lanzamiento de las sondas gemelas se discutió mucho sobre la posibilidad de que las naves fueran afectadas por el cinturón de asteroides que debían atravesar.

La Voyager 1 no quedó atrás, fue lanzada el 5 de septiembre de 1977 y alcanzó su máximo acercamiento a Júpiter en enero de 1979. De marzo a abril de ese año tomó alrededor de 20 mil fotografías, muchas documen- taron por primera vez la actividad volcánica fuera de la Tierra. “Los únicos volcanes activos que conocíamos en ese momento estaban en la Tierra”, ha dicho el científico Edward Stone, quien ha formado parte del proyecto de las Voyager desde 1972 y para quien ver una luna que tenía 10 veces más actividad volcánica que la Tierra fue realmente impresionante. Las imágenes atestiguaban que el mayor de los volcanes de Io, conocido como Pele, expulsaba exhalaciones 30 veces más altas que el Monte Everest.

Al siguiente año, la Voyager 1 llegó a Saturno, donde recabó datos de su atmósfera y de sus complejas estructuras en su sistema de anillos. Las variaciones de color ayudaron a establecer las primeras pistas de su composición química. Durante esta trayectoria, también recabó importantes datos de Titán, la majestuosa luna de Saturno. Aunque la sonda no tenía instrumentos para penetrar su densa niebla, sus fotos fueron muy útiles, pues mediante un proceso digital generado años después, se encontró un área fundamental del astro, la llamada Xanadu, una región brillante que contrasta con las regiones más oscuras de esta luna situadas a menor elevación. La sonda Cassini (1997-2017) fue la encargada de explorar a mayor detalle la zona que ha resultado ser una meseta compuesta de hielo que se abre paso junto a dunas, colinas y valles esculpidos por a la acción del metano y etano líquidos. Administradas y operadas por el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, en el sur de California, las sondas Voyager son las únicas que han explorado el espacio interestelar y siguen mandando datos después de haber rebasado el límite de la heliósfera. Mientras la Voyager 2 realizaba sobrevuelos a Urano y Neptuno, la Voyager 1 se dirigía hacia el límite de la heliósfera. En 2012 salió de ella con interesantes descubrimientos, como que bloquea el 70 % de los rayos cósmicos o partículas energéticas creadas por estrellas en explosión. La Voyager 2 completó sus exploraciones planetarias y también continuó viajando hasta el límite de la heliósfera para salir en 2018.

Radiograf A Del Sistema Solar Y La Heli Sfera

Las Voyagers siguen brindando información a los científicos y sus modelos sobre la interacción entre la heliósfera y el entorno interestelar se vuelven más complejos. Astrofísicos como Gary Zank, de la Universidad de Alabama, han escrito sobre las aportaciones de los datos de las Voyager para determinar que nuestro Sol emergió de una región muy caliente e ionizada para entrar en un área parcialmente ionizada de la galaxia. Esta región probablemente se formó a raíz de una (o varias) supernova que explotó al final de su vida y calentó el espacio, arrancando electrones de sus átomos en el proceso.

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