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voto no se debe tocar. El INE sí

De exitosa puede considerarse la marcha realizada por grupos opositores al gobierno de López Obrador, de acuerdo a los parámetros a los que ellos mismos acostumbran. Lo es desde un contexto numérico, lo es también desde la visión de activistas y partidos políticos tradicionales, quienes parecen organizarse para defender su modo de pensar.

La expresión materializada el fin de semana viene bien a la vida democrática del país. El hecho de que exista un grupo sectorizado que manifieste de manera libre sus ideas, es un logro que es resultado de muchos años de esfuerzo por los grupos organizados de izquierda: el derecho a disentir es, efectivamente, un logro de las luchas populares que ha traspasado las calles y ha llegado a erigirse como un derecho constitucional.

Etiquetarlos no es una tarea obligada, pero sí obvia; porque quienes se manifestaron claramente tienen un interés que va más allá de estar en contra de las reformas propuestas al Instituto Nacional Electoral. Dicho sea de paso, México ocupa con urgencia una reforma electoral que vaya acorde a los tiempos que vive el país.

De fondo hay una disputa enérgica, que se intensificará aún más, con rumbo a los próximos procesos electorales que cimbrarán el país. Consecuencia aquella del cambio de régimen político que se promovió en 2018.

Lo visto será por mucho la mayor concentración posible. Lo que varios llaman victoria consumada, no es sino la manifestación pública más clara de la disidencia opositora. No están de acuerdo con el gobierno actual y marcharon para mostrar su limitada capacidad organizativa. Sí es una victoria, porque así la quieren ver, suya, propia, triunfo ante los desafíos que la misma ciudadanía les ha planteado.

Guardar silencio cómplice a pruebas evidentes y enarbolar consignas en contra del gobierno de López Obrador es el modo de actuar clásico de la oposición. El reto que se les planta es la congruencia, que no pueden sostener de ninguna manera; porque no lo han hecho en ningún momento en el pasado remoto ni en el reciente. Los esfuerzos que muestran están sostenidos de su voluntad inequívoca por recuperar la fortaleza política de que la que gozaron. Ahora bien, es preciso afirmar que si no hay una reforma electoral acorde al México contemporáneo, tampoco hay la oportunidad de establecer las bases necesarias en materia política. El organismo electoral siempre ha sido un brazo de grupos de intereses económicos. La propuesta del presidente planteaba la posibilidad de que este instituto se erigiera como un verdadero organ ciudadano que se consolide de acuerdo a los tiempos que vivimos como sociedad. El plan B está en marcha.

El pasado está más presente que nunca. Se vio en las calles el fin de semana, se les notó erigiendo consignas cuyo único fin primordial es el poder. Las fuerzas se reagrupan, lo hacen y lo harán con los bríos de coraje e impotencia exacerbada. El camino se asoma con claridad: la oposición se planta en toda su plenitud para exhibir su cara más natural. La fuerza opositora se desenvuelve en el interés de hacer tambalear a un gobierno que se levanta con la fuerza del pueblo.

Héctor Estrada

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