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El precio de la noticia

Roberto Chanona

Hace catorce años falleció don Carlos Ruiseñor Esquinca después de una larga enfermedad que lo fue minando poco a poco. A don Carlos lo conocí gracias a mi amistad con el poeta Adolfo Ruiseñor, a quién siempre le he tenido un cariño especial y una admiración por su obra poética. Así pues, siendo el poeta hijo del periodista, nos pasamos muchas tardes conviviendo en el restaurant Chung-San, de Félix Choy, que estaba frente al cine Rex. Ahí conocí a los últimos dinosaurios del periodismo chiapaneco: don Carlos Ruiseñor, don Pancho Núñez, director del Sol de Chiapas, el capitán Chaín Cortazar, Tito Gallegos y alguna vez vi a don Gervasio Grajales, aunque él siempre llegaba al bar Cayam.

También por esa época, llegaba a su casa de vez en cuando y encontraba a Manuel Ruiseñor frente a una máquina de escribir Olivetti, mientras que don Carlos dictaba en voz alta pasajes autobiográficos en los cuales participábamos como oyentes. Cómo olvidar esos domingos en el seno de la familia Ruiseñor; gracias don Carlos por recibirme de esa manera tan cariñosa como siempre lo hizo. Espero que estas palabras, aunque sean a destiempo, puedan transmitir mi sincero cariño y admiración por usted y toda su familia.

Posteriormente salió a la luz pública su libro: El Precio de la Noticia. Crónicas de Medio siglo 1944-1994, y que es el motivo por el cual escribo estas líneas. Salió a la luz y tuve el honor de que él me lo autografiara. Pero cuenta de leerlo, lo guardé en mi biblioteca durante todos estos años. Quizá por estar metido en la poesía, la mitología, los libros de arte, fui relegando su lectura hasta ahora que me di a la tarea de leerlo. Para mi asombro, empezaron aparecer nombres, fechas, anécdotas, que me fueron confirmando lo que ya sabía de don Carlos: que había sido uno de los grandes periodistas de Chiapas, y que había jugado en las grandes ligas en México, cerca de políticos importantes de la época. Poco a poco, me fue llevando por la vida política de México y de Chiapas desde 1944 a 1994. Uno dato que me dejó perplejo fue saber que en el sexenio de Miguel Alemán figuraban además de Rafael Pascacio Gamboa como ministro de Salubridad y Asistencia; Andrés Serra Rojas, como secretario del Trabajo y Previsión Social; el general Francisco J. Grajales Godoy, como jefe del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional; el abogado Julio Serrano Castro, como subdirector de Petróleos Mexicanos. Y enseguida el Lic. Salomón González Blanco, a quien Serra Rojas le dio el cargo de oficial mayor de la Secretaría del Trabajo y que después llegó a ser secretario por diez años de dicha dependencia. Así pues, no encuentro momento alguno que se le parezca donde tantos chiapanecos ocuparan cargos tan importantes a nivel nacional.

¿Qué pasó entonces con la política chiapaneca? Por qué con excepción de Jorge de la Vega Domínguez y de Edgar Robledo Santiago, no hemos vuelto a figurar a nivel nacional. Obviamente sin contar con el descalabro de Patrocino Gonzáles Garrido en la Secretaría de Gobernación. Y treinta años después, la presencia actualmente de Zoé Robledo Aburto. Creo que esto es un tema para profundizar por parte de los expertos en la materia; creo que nos ayudaría para corregir el rumbo de la política chiapaneca con la finalidad de volver a estar en las ligas mayores.

Pero volviendo a nuestro querido periodista

Carlos Ruiseñor Esquinca, me gustaría recordar uno de sus primeros periódicos que fundó en 1948 y que tenía el lema: “La verdad en Broma y en Serio”, llamado El Faraón. Periódico que a la salida del estado de don Carlos, quedó en manos de Tito Gallegos y Alberto Montes de Oca. A Tito Gallegos tuve la fortuna de conocerlo y de tener una foto original que le tomó a Mechita Camacho, una foto realmente bella, al igual que su modelo.

La primera revista que publicó don Carlos se llamó Chiapas Moderno en la ciudad de México, en la que colaboraron Oscar Esquinca Rodríguez, Ignacio Cal y Mayor Gutiérrez, Manlio de León Marín, Carlos Cruz, Armando Arévalo Macías. Esta publicación mereció la aprobación del maestro Serra Rojas augurándole a nuestro homenajeado un futuro brillante dentro del periodismo.

En 1952, nos dice Ruiseñor Esquinca, el panorama de la prensa en Chiapas eran de cuatro periódicos. En Tapachula estaba el Diario del Sur de Juan Abarca Pérez y El Sol del Soconusco de Alfonso Grajales Gómez, hermano de don Gervasio; en Tuxtla circulaban El Heraldo de Eduardo Poumián Selvas y cuyo director era Rodolfo Espinosa, mejor conocido como Sergio del Valle; y naturalmente el Diario Popular ¡ES!, de don Gervasio Grajales. Dos años más tarde, el 20 de noviembre de 1954, don Carlos fundó el Diario de Chiapas, con el lema voz e imagen del Sur de México.

Vale la pena mencionar que posteriormente don Carlos Maciel quiso adquirir el periódico y fue cuando salió que el Diario de Chiapas estaba registrado a nombre del Lic. Manuel Barroso desde el año de 1916; este era un diario tamaño oficio con tipos movibles que contaba con un servicio de noticias vía telegráfica y que ya había finiquitado su existencia.

El 20 de noviembre de 1958 salió a luz el primer número de La Tribuna, con el lema Libres por la Palabra Libre, con la diferencia que el nuevo periódico de don Carlos era independiente y vespertino. Apareció precisamente diez días antes de que el gobernador Aranda Osorio entregara el poder a Samuel León Brindis. Uno de los responsables de este periódico fue el poeta Mariano Penagos.

Don Sarín (Chaín) Cortázar Aguilar que, por su atuendo tipo vaquero, pistola al cincho y sombrero texano lo apodaban “El Muchacho Very Fine”, también creó un periódico humorístico llamado El Tempenchile, por aquello de Chiquito, pero picoso.

Sería largo comentar en este breve espacio la gran carrera de don Carlos Ruiseñor Esquinca, decano del periodismo en Chiapas. Lo importante es que contamos con este libro valioso para adentrarnos en la vida política y periodística de nuestro estado. Ojalá que algún día contemos con algún volumen que encierre desde el primer periódico La Campana Chiapaneca de 1827, hasta nuestros días.

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