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DESCOLONIZAR EL FEMINISMO: RETOS ACTUALES
Georgina Rosado Rosado
Descolonizar el feminismo pasa por reconocer que las mujeres indígenas han sido víctimas de violencia y discriminación a lo largo de la historia y también han desempeñado papeles fundamentales dentro de sus comunidades, que no sólo implican la preservación de saberes y el trabajo cotidiano que permite su sobrevivencia, sino la conducción de la resistencia, histórica y actual. Por eso es importante visibilizar tanto a mujeres del pasado como María Uicab o Felipa Poot, que condujeron importantes luchas del pueblo maya, como a las mujeres actuales destacadas en diferentes campos sociales, económicos y culturales por sus valiosos aportes. Es decir, hay que promover una identidad positiva, alejada de la visión de que son inferiores o que esta necesitadas de un tutelaje por parte de las mujeres blancas sin considerar su auto percepción y conocimientos propios.
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Las mujeres mayas contribuyen de manera importante en la economía y por lo tanto en la sobrevivencia de sus grupos sociales ya sea como campesinas, artesanas, granjeras, obreras, empleadas domésticas, profesionistas etc. En las comunidades son poseedoras de importantes conocimientos médicos y terapéuticos, transmitidos generacionalmente, particularmente las parteras y sobadoras; también muchas son artistas, creadoras que diseñan, “pintan con agujas”, tejen, bordan, moldean, escriben poesía y actúan en obras teatrales.
Pero también, hay que reconocer que, tristemente, si bien las poliédricas participaciones de las mujeres indígenas contribuyeron a la construcción de nuestra sociedad, hoy siguen siendo el sector más empobrecido y menos favorecido de las políticas públicas y las reformas constitucionales. Hay que recordar siempre, que el padecer siglos de colonialismo implica que en sus comunidades se reproduce el machismo, la violencia y la discriminación. Sin embargo, y de manera esperanzadora en muchas partes del país, actualmente las mujeres indígenas están tomando un rol activo asumiendo el liderazgo en la defensa de sus territorios y simultáneamente luchan por sus derechos como género.
Considerando esta realidad, las feministas mestizas y occidentales no debemos imponer estrategias sino más bien establecer un diálogo e intercambio de saberes entre mujeres de diferentes orígenes étnicos y sociales. Es necesario reconocer que muchos de los conceptos, con los que se construyó el feminismo blanco occidental, no se aplican necesariamente a otras culturas y que dentro de la etnia maya hay elementos que habría que conocer, respetar e incluso promover, como parte de nuestra lucha.
El papel de las mujeres en la espiritualidad maya, la ancestral forma de organización doméstica que implicaba que fuera una mujer mayor quien administraba los recursos de la familia amplia- da, el sentido de comunidad centrado en el “nosotras”, que les han permitido su sobrevivencia física y cultural, entre otros temas, deben considerarse fundamentales. Estos elementos mencionados, propios de la cultura maya, chocan frontalmente con algunos conceptos del feminismo liberal, que están centrados en la autonomía personal, en el famoso “emprededurismo empresarial” o en el pensar que con sólo llamarlas “microempresarias”, se les libera y se transforman las relaciones de dominio y explotación en las que están inmersas.
Son buenos tiempos para que las colectivas feministas revisen sus estrategias y que todas recordemos que la violencia es interseccional, es decir, que una misma mujer sufre discriminación por diferentes variables, por género, orientación sexual, clase social y demás. En el caso de la Península de Yucatán, las mujeres mayas sufren dobles y triples formas de discriminación y violencia, a la vez que son depositarias de un gran cúmulo de conocimientos y capacidades que es fundamental incorporar en nuestro movimiento.
Un tema fundamental a tratar, dentro de las acciones afirmativas que debemos promover, son los espacios en los cargos de elección popular asignados a la etnia maya y, por supuesto; a las mujeres de este importante sector de la población. En el Estado de Yucatán este tema es de particular importancia, ya que junto con Oaxaca y Chiapas es de los tres Estados que, gracias a las acciones afirmativas, estarán obligados a registrar candidatos y candidatas indígenas en los distintos distritos electorales con un porcentaje mayor al 40 por ciento de esta población. Tomando en cuenta los resultados del último censo poblacional, en el caso de Yucatán todos, absolutamente todos los distritos, deberán tener candidaturas indígenas. Es decir, cruzando variables, un buen porcentaje de esas candidaturas debieran asignarse a las mujeres mayas, resarciendo con esto una deuda histórica y respetando el precepto de “primeros en tiempo, primeros en derecho”.
Pese a este marco legal favorable para las candidaturas de hombres y mujeres mayas, urge evitar a toda costa las usurpaciones por parte de personas que con trampas intenten ostentar falsamente esa identidad. El apellido, la lengua, la vestimenta, el lugar de nacimiento (no todas, pero la combinación de algunas de esas variables), deberán ser aplicadas como requisitos para que no suceda lo de anteriores procesos electorales donde algunas personas oportunistamente se ostentaron como mayas y le pagaron a alguna autoridad ejidal por una carta que los avalara como tal. Es decir, deben ser auténticas mujeres mayas y no mujeres disfrazadas con hipiles quienes ocupen estas posiciones, aquellas portadoras de una autopercepción indígena, capaces de defender sus derechos como mujeres, de su etnia y de sus comunidades. Por lo tanto, para descolonizar el feminismo, tema de este artículo, las mujeres blancas o mestizas debemos ser las primeras en renunciar a cualquier usurpación o tutelaje y exigir que sean ellas, las mujeres mayas, quienes ocupen esos cargos, confiriéndoles, no sólo el legítimo derecho, sino las capacidades para ocupar cargos de elección popular. En un Estado como el de Yucatán, segundo a nivel nacional con población indígena, donde las mujeres mayas deben estar representadas en los órganos de decisión, quienes nos decimos feministas debemos estar dispuestas a defender ese derecho, por ellas, por nosotras, por todas.