El pensamiento político

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establece el principio de la escuela sin religión es él quien entonces impone a la conciencia religiosa un verdadero yugo que, en el caso particular e un pueblo de mayorías católicas, es muy lesivo de sus más sagrados derechos y de sus mejores aspiraciones. Vemos, pues, que no solo por títulos de orden sobrenatural posee la Iglesia el derecho de establecer centros de educación en todas las categorías para impartir en ellos la educación religiosa, sino también en virtud del derecho natural entrañado en la constitución misma de la familia y dimanante de las exigencias más hondas de la conciencia, ella debe reclamar la posibilidad de impartir la educación religiosa en los demás centros educativos a donde acuden sus hijos. Esto no es otra cosa que ejercer con plenitud una de las libertades más fundamentales en la vida del espíritu, cual es la libertad de la conciencia religiosa. Es verdad que la escuela en todos sus niveles no es el único instrumento de educación. Pero, desde los orígenes mismos de nuestra civilización occidental, ella ha sido instrumento principal y decisivo de la obra educativa, y, sobre todo, dada la inmensa evolución que ha realizado la sociedad contemporánea en el orden del espíritu y de la cultura, debemos decir que la escuela es al presente el instrumento indispensable e insustituible para la formación integral del hombre. Por esto la iglesia atribuye a la escuela una decisiva importancia para la formación moral y religiosa y juzga que se frustraría completamente el ejercicio del derecho que asiste al individuo y a la familia de exigir que la educación corresponda a las exigencias de su fe religiosa, si en la escuela se excluyera por principio la posibilidad de ejercerlo. El establecer que la educación moral y religiosa debe darse no en la escuela sino fuera de ella, alegando que con ello se obtendrá la formación integral de la persona y se respetarán sus fundamentales derechos, es a la luz de los principios expuestos y de una experiencia constantemente comprobada, un error y un engaño. En la complejidad de la vida actual de la escuela, lo repetimos, es instrumento insustituible de la educación. Si en ella no se imparte la instrucción moral y religiosa y no se orienta la vida de la persona a su verdadero fin, es utópico pensar que esto puede realizarse satisfactoriamente en otra parte. El hogar y la Iglesia podrán suplir algunas deficiencias, pero por ley general no le será posible llenar los enormes vacíos que en la educación deja una escuela despreocupada de Dios y de la religión. Advirtamos de paso que, no solo por atender a los inalienables derechos del individuo, de la familia y de la Iglesia es indispensable que la legislación escolar del Estado ecuatoriano adopte el verdadero principio que tratamos de explicar, sino además, por las consecuencias sociales dañosísimas que inevi194


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