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Bollodrama
Veréis, mi novia me ha dejado y estoy en pleno bollodrama. Vale, espera, un inciso que estoy viendo vuestra cara. ¿Qué es un bollodrama? Coloquialmente nos referimos como bollodrama a una situación de alta intensidad emocional en una relación —no relación, pero ese es otro asunto— entre dos mujeres1 .
Heidi Pérez
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Intensita, però maca. Sóc una dona cisgènere, feminista i lesbiana. I no, res d’això és un insult. Des de fa molts anys infiltrada a Planeta Lletra ja que ni escric ni gairebé llegeixo si no són llibres, articles i lleis que defensin el col·lectiu LGTBI. Més d’utopies que de distòpies, potser per això faig activisme a Mataró LGTBI.
¿Qué nos lleva a esa alta intensidad? Pues yo creo que es la falta de referentes. Tened en cuenta lo siguiente: toda mujer lesbiana nacida entre los años 70 y los 90, en cuanto empieza a sospechar que le gustan las mujeres, ve todas las series y películas, habidas y por haber, buscando un mínimo indicio de relación lésbica entre los personajes. Valgan como ejemplos “Xena, la princesa guerrera”, “Hospital Central” —¿cuántas no hemos envidiado ser Esther para estar con Maca?—, “Buffy cazavampiros” o “The L Word”.
Lo bueno del drama lésbico como género es que tiene muchas subtramas: el drama de la salida del armario —tu familia, tus amigas, el trabajo, tu familia otra vez porque lo están asimilando…—; el drama endogámico, que es aquel en el que descubres que tu novia tiene una ex que se ha liado con la ex de tu primera novia, que a su vez bla bla bla; el drama «hace dos semanas que nos conocemos, qué te parece si nos vamos a vivir juntas»; y claro, el drama rupturas. Las rupturas las llevamos muy mal porque creemos que nunca más volveremos a encontrar a otra mujer que sea tan intensa como nosotras. Nada más lejos de la realidad, pero lo creemos, ¡vaya si lo creemos! Estamos justo en esa fase en la que lloramos nuestras penas y escuchamos canciones de Vanesa Martín, en bucle, para desgarrarnos el alma exorcizando lo que sentíamos por la que hasta hace unos días era el sol de nuestros días. A algunas nos da entonces por escribir creyéndonos el personaje de Jo en Mujercitas y nos salen cosas como: “Al principio ni siquiera fue principio. Yo andaba remendando mis costuras mientras separaba sus cosas de las mías, decidiendo qué parte de la que fue nuestra vida en común era innecesario conservar. Debió ser entonces cuando apareciste.”
O intentamos convertir en literatura cualquier acto cotidiano de nuestra deprimente vida:
“Los silencios incómodos se han venido a vivir conmigo, así que estoy endureciendo
la espalda para soportar la tensión que me generan. Pienso sobre ello mientras remuevo el café, un café oscuro, oscuro como ella, un café amargo, amargo como la noche de la que acabo de despertarme.”
Y le decimos a cualquiera «tengo abierto el minibar y cerrado el corazón». Bueno, vale, esa es una canción de Calamaro, pero ¿conocéis mejor manera de pasar un drama amoroso que bebiendo con tus amigas? En fin, que estoy viviendo un bollodrama. Mi novia, ahora exnovia, notó una bajada de intensidad en lo nuestro y me dijo que creía que ya no sentía lo que tenía que sentir. No sé. Como si existiese una norma de cómo debes sentir en pareja en cada momento. Que, a ver, yo también había notado la bajada de intensidad, pero esas cosas pasan, ¿no? La cuestión es que lo acepté. Reconozco que estaba agotada de tanta intensidad y entendí sus motivos, nos abrazamos mucho y nos dijimos adiós. Casi no lloré cuando se marchó. Era como si me hubieran anestesiado. Eso sí, me faltó tiempo para llenar de cosas y de ropa el armario y los cajones que habían quedado vacíos. Era febril. Sentía la pulsión de ocuparlo todo para no ser consciente del vacío. Algo así como enfrentarte a una página en blanco. No sé si me entenderéis. Mis amigas me recomendaron hacer cosas que no pudiera hacer cuando estaba en pareja, para así tener rutinas nuevas, pero lo único que se me ocurría era comer bocadillos de beicon y fumar. Como rutina, a mi cardiólogo, le pareció una mierda. Eso sí, recuperé todo el sofá, que convertí en mi trinchera. Decidí que sería mi lugar preferido de casa para afrontar y superar mi bollodrama: manta, mando de la TV, móvil, cargador, portátil… y Kleenex. Era domingo, estaba nublado, era el día perfecto para llorar a mares y regocijarme en la pena de ser una mujer abandonada. Concentré mis pensamientos en eso, pero no lloré. Pensé en cosas tristes. No lloré. Pensé en que nunca la volvería a besar. No
lloré.
ré! Pensé en que ya no tenía pareja. ¡Y no llo-
¡Pero qué clase de bollodrama estaba viviendo! Y entonces una revelación: un momento, estoy soltera. ¡Puedo volver a tontear! Cogí el móvil y me instalé el Wapa2 para crearme un perfil. Escogí con cuidado y mimo mis fotos: sonriendo, siempre me han dicho que tengo una bonita sonrisa; en esta parezco inteligente y cultureta; en esta con gafas parezco interesante; ¿pongo una de cuerpo entero? Suficiente. ¿Qué es lo siguiente? Descripción. ¡Jesús! ¡Qué difícil! ¿Intento ser graciosa? ¿Misteriosa? ¿Digo lo que busco? Si ni siquiera lo sé; quizás solo quiero mirar cómo está el mercado. ¿Y si no pongo nada? Será lo mejor. Continuar.
“Has completado tu perfil. Pulsa aquí para empezar a ver las chicas”
Por fin se me empiezan a mostrar las chicas wapas cercanas a mi entorno. Un momento, pero ¿esto qué es? Si no hay cercanas. ¡Pero si no tienen foto! ¡¡Pero si las que tienen foto no deberían ponerla!! ¡¿Por qué se llama Wapa esta aplicación?! Y fue entonces cuando, surgido de lo más profundo de mi ser, noté un tsunami incontrolable de emociones que no sabría describir y lloré, a mares, sin diques de contención, lágrimas ardientes arrasando mis mejillas. ¡Por fin estoy viviendo un buen bollodrama!
1Definición de la psicóloga Paula Alcaide. 2Aplicación para móviles creada para mujeres lesbianas