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2.13 Transporte público en Lima

Gráfico 2.13 Transporte público en Lima

Miles de pasajeros 7.2 10.67 11.23 13.1 15.01 17.29 20.43 25.14

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1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1911

Animal Mixta Eléctrica

Fuente: Cisneros (1911: 173). Memoria de la Municipalidad de Lima. Lima, 1911. Elaboración propia.

El escritor José Gálvez evocó los cambios en una serie de crónicas que tituló Una Lima que se va. No se equivocaba. En las siguientes dos décadas, la tracción animal desapareció junto a toda la cadena de demandas que implicaba y los habitantes tuvieron que acostumbrarse a la modernidad del tranvía. Por ejemplo, la Policía tuvo que inventar nuevas estrategias frente a los ladronzuelos que, con la modernidad vial, se encontraban más lejos en menos tiempo32. Los motoristas tuvieron nuevas razones para preocuparse en cuanto a su futuro laboral, sobre todo al ver los 68 autos que surcaban la ciudad en 1910.

Recogiendo las interrogantes que planteaba el futuro sobre el nuevo transporte urbano, Belisario Suárez, compositor limeño, escribió el vals Los Motoristas (Santa Cruz 1977: 3132). Le puso música de la zarzuela La Trapera y describió con ironía la situación de estos trabajadores:

Ya se ha formado una empresa / que reemplazará al Urbano / Los caballos y cocheros / tendrán que parar la mano. / Pobrecitos conductores / ya no tendrán que empujar. / Con este nuevo sistema / ya todo se va acabar. / No hay para nosotros / nunca más gateo, / Y los motoristas / se queman los dedos; / Y si acaso un carro / no quiere partir, / Se meten ¡seis puntos! / y vuelve a salir. / La cuestión es reír, / la cuestión es pasear / En los nuevos carros / que vence a estrenar. / En habiendo de aquí, / en habiendo de allá, / Venga la electricidad, / que es lo que me gusta a mí. / –Tú, con tu automóvil. /

32. Información de Luis Jochamowitz.

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Yo, con mi tranvía / recorro las calles / de noche y de día. / Y esto yo le canto / porque ya me voy, / Que el último carro / ¡lo jala GODOY33!

Un último aspecto que queremos abordar constituye un fenómeno que para muchos contemporáneos limeños de inicios de siglo resultaba incomprensible: el suicidio. Este ocupaba con relativa frecuencia las páginas de diarios y revistas, que daban cuenta de manera descriptiva y policial del suceso. Unas veces la causante era la traición amorosa; otras, “la miseria, la senilidad, el ocaso, la derrota, el reuma, el hambre, la laxitud y la ataxia” (Mariátegui 1989)34. Lo novedoso del fenómeno fue la reflexión que sobre el tema hizo un grupo de jóvenes reunidos en “Colónida”, donde José Carlos Mariátegui era uno de los animadores. Escribirá: “Creo que el mal del siglo es una extraña fatiga de la vida, una inexplicable neurosis, un vago e indefinible cansancio que muchas veces culmina en el suicidio” (Ibídem: 60). El vacío de la experiencia humana es la primera respuesta que uno encuentra en esta reflexión como explicación al suicidio, pero más adelante el autor se pregunta:

¿Es la civilización que enferma las almas y las toca del letal anhelo de la muerte? El desencanto del progreso, la dura ley perenne de los poderosos, el clamor de miseria de los que sufren, cuanto deja en los espíritus la convicción de que la injusticia es una norma inexorable. Y la vorágine de esta vida febril que nos enferma, la electricidad que sensibiliza nuestros nervios gradualmente, el teléfono que genera muy lentos trastornos mentales, la mareante confusión de los automóviles que pasan raudos lastimándonos con el grito ululante de sus bocinas, todo va siendo germen fecundo de la neurastenia (Ibídem: 61).

La injusticia y la vida moderna van destruyendo una parte del hombre que lo puede enfrentar a la desesperanza radical. Mariátegui expresa una parte del alma de la ciudad que siente los cambios como la destrucción de una manera de vivir y de una identidad, que ha sido edificada con Dios y trascendencia, es decir, con “un absoluto”35, que la modernidad obvia sin ofrecer alternativa alguna.

Muchos sectores de la ciudad resistieron de variadas maneras a los cambios y tuvieron como aliado más leal a la pobreza. Esta no permitió a muchos incorporarse al bienestar de la modernidad y estos, junto a sus tradiciones, sobrevivirán. El caso de Mariátegui fue diferente;

33. Gerente General de la empresa de tranvía, que tenía como accionistas mayoritarios a los hermanos Prado Ugarteche. 34. “Glosario de cosas cotidianas”, en Mariátegui (1989). El texto fue escrito en 1916. 35. “El artista contemporáneo, en la mayoría de los casos, lleva vacía el alma. La literatura de la decadencia es una literatura sin absoluto” (Mariátegui 1989: 27).

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este buscaba una modernidad con absoluto. En 1916, año que inicia estas reflexiones, realizó un retiro en el Convento de los Descalzos y, un año después, ganó el premio Municipalidad de Lima otorgado por el Círculo de Periodistas por su crónica “La procesión tradicional”, sobre el tradicional recorrido del Señor de los Milagros. El encuentro con Marx se dio unos años después y completaría su búsqueda de modernidad.

Esta ciudad en tránsito que hemos reseñado tenía un alto componente de cambio y transformación. Sin embargo, el ser premoderno de Lima y lo cíclico de nuestro disparejo crecimiento económico36 no le permitieron morir del todo, y de allí las permanencias que aún hoy permiten reconocer una Lima que no se quiere ir.

36. Ver: Hunt (1997: 59-113).

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