“Redes y maletas” de tres británicos en Tarapacá: John North, Robert Harvey y John Dawson
MARCOS AGUSTÍN CALLE RECABARREN
Introducción Cuando los comerciantes británicos arribaron a la América hispánica, en la primera década del siglo XIX, el centro de operaciones natural fue la plaza de Buenos Aires, la que por lo demás habían tratado de conquistar por las armas. La relación comercial entre las nacientes repúblicas de Chile y Argentina se vio favorecida por razones políticas, y en los decenios siguientes se manifestó en la activa presencia de algunos mercaderes argentinos en Valparaíso. Sin embargo, con el tiempo se impuso la lógica de la geografía: por las dificultades para penetrar por tierra al interior –el viaje hasta Chile en carretas y lomo de mula demoraba alrededor de un mes– resultaba más provechoso establecer una base en la costa occidental de Sudamérica. Gracias a las facultades brindadas por el gobierno republicano de Chile, Valparaíso pasó a ser el entrepuerto del Pacífico sur, entrando en competencia con el Callao, el puerto principal del antiguo virreinato peruano. Sabemos, también, que esta rivalidad tuvo que ver con el deterioro de las relaciones entre Perú y Chile que precedió a la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana (Couyoumdjian, 2000). El auge de la Revolución Industrial en Gran Bretaña durante el siglo XIX, y en especial la revolución en los medios de transportes, produjo una creciente demanda de ingenieros, primero en ese país y luego en el resto del mundo. El número de estos profesionales en el Reino Unido aumentó de alrededor de 1.000 en 1840 a unos 40.000 en 1914. Junto con la exportación de capitales para la construcción de ferrocarriles, también se dispersaron por el mundo los hombres encargados de su instalación y operación. Una alta proporción de ellos venía de Escocia, que pasó a adquirir fama en el mundo no solo por su whisky y por la frugalidad de su gente, sino también por sus ingenieros. En Chile los encontramos en las salitreras, en los ferrocarriles, en las minas de cobre y plata del norte y en la zona del carbón (Couyoumdjian, 2003). Como en tantos otros aspectos de la vida económica de Gran Bretaña durante el siglo XIX, no hubo una política oficial respecto de la emigración de ingenieros y la mayor parte de esta diáspora fue anónima. Por esta razón, nuestro propósito es historiar la gestión empresarial de tres hombres nuevos: John Thomas North, Robert Harvey y John Dawson, los dos primeros ingenieros y el tercero banquero. Por medio del análisis de los diferentes
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