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Modelando el desierto: resistencia y ritmos en las comunidades afroperuanas de Cañete
Erick Sarmiento Fernández49
Nosotros podemos hablar a partir de las informaciones de manera oral que se recogen desde los años 60 en la provincia de Cañete. La agrupación Perú Negro, fundada en el año 1969 por Ronaldo Campos, lleva a los escenarios nacionales las riquezas de las manifestaciones afroperuanas de esta provincia, absorbidas por las dos matriarcas del distrito de San Luis de Cañete: las madres de Ronaldo Campos y Caitro Soto. Luego, vamos a tener otro referente: la aparición de la agrupación Cañete Negro, fundada en el año 1970 por Román Fernández, quien realiza todo un trabajo de difusión local gracias a la investigación. Son estos dos grupos los que, desde lo musical y la teatralización de la danza, dan referencia de los sucesos que marcaron la cultura afroperuana desde las vivencias de los pobladores que habitaron las haciendas de Cañete. Este trabajo parte de estas dos agrupaciones afroperuanas, pues no hay indicios en Cañete de publicaciones oficiales que describan los episodios y las estampas afroperuanas que han marcado la vida cotidiana de una generación que vivió esos años. Actualmente, son historias familiares que quedan guardadas con cariño en un grupo minoritario.
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49 Es Licenciado de Ciencias de la Comunicación. Como Gestor Cultural, dirige la Asociación Cultural Colectivo Sur- real, es editor del boletín cultural “El ciudadano en su rincón”, coordinador del Plan Municipal del Libro y la Lectura en San Vicente de Cañete y Director del Centro de Documentación de Historia y Cultura de Cañete. Ha publicado el poemario Eslefánica. Ha participado en festivales de poesía, conversatorios literarios y ferias de libros. Viene realizando talleres sobre la historia de Cañete e identidad y recuperación de la memoria. Es coorganizador del Festival literario y arte visual “En los Extramuros del Mundo” y del Festival Internacional Afroperuano “Kutuká”. Asimismo, es difusor y recopilador de las manifestaciones afroperuanas de Cañete. 258
CUATRO TIEMPOS HABITUADOS A SU ESCENARIO Y UN OBJETIVO
a) La primera
Algunas agrupaciones locales solo buscaron llevar a los escenarios artísticos toda la información oral que se les proporcionó. Se enfocaron más en el trabajo grupal y estético, y dejaron de lado, inconscientemente o sin un interés, la parte antropológica, literaria e histórica que se plasma en un papel.
b) La segunda
Muchas organizaciones lideradas por afrodescendientes cañetanos, como una manera de visibilizar la sociedad local y hacerse presentes en la vida política a nivel nacional (con un claro liderazgo de sistematizar los sucesos dolorosos de tiempos de la esclavitud y hechos que ocurrieron en las haciendas), lo hicieron sin el enfoque de revalorar y plasmar en papel el patrimonio inmaterial. El resultado fue precario y mínimo. Muchas de ellas fueron organizaciones sociales, asociaciones u ONG, que hacen referencia de testimonios minorizados de algunas familias. No estuvieron en la capacidad de haber dado un buen análisis a los datos recogidos.
c) La tercera
Los miembros de las familias que han guardado estas informaciones hasta el día de hoy tuvieron claro los detalles narrados por sus bisabuelos. Fueron contados de diferentes maneras: por una danza, por un episodio de una hacienda, por el apodo de un vecino (giros expresivos musicalizados), por las décimas hacia una mujer o de tema social, entre otros. Son datos coloquiales que siempre han naufragado entre ellos día a día, sin verlo desde un ángulo histórico que aportaría mucho al patrimonio cultural del pueblo.
d) La cuarta
Inicia con la creación del Festival del Arte Negro Nacional. Fue encaminado por los hermanos Santa Cruz (Nicomedes y Victoria), y trajo las miradas a un pueblo enfocado a la recreación de las manifestaciones afroperuanas de las distintas cunas. Esto genera la presencia de investigadores nacionales e internacionales, quienes ahondan más en esta cultura enraizada en nuestro país desde hace mucho tiempo. La presencia de estas personalidades solo tuvo el interés de captar, indagar, grabar toda la influencia ancestral vertida en familias tradicionalistas o pobladores que se mantuvieron, por una larga generación, habitando las exhaciendas, para luego fortalecer ese panorama nacional que cada investigador buscaba. Ahora que hemos mencionado nuestras primeras inquietudes, nos preguntamos dónde quedan los dos historiadores que tiene la provincia de Cañete. Uno se dedicó más al trabajo genérico de la ciudad; el otro, más a la cultura afroperuana local. Al menos, tenemos a dos pilares que
pudieron plasmar y acreditar con más sustancias no solo la parte vivencial del año 71, que da inicio al redescubrimiento de la cultura afroperuana a través del Festival del Arte Negro Nacional. Por lo estudiado, podríamos mencionar que el primero se enfocó más al trabajo descriptivo de los distritos como construcción territorial de una sociedad en pleno proceso de cambios políticos y sociales. A través de sus escritos, visibilizó espacios no vistos por esta generación. Las entidades locales tampoco se encargaron de proteger su legado documental, pues los pocos libros que existen del historiador los tienen algunas familias, porque en las bibliotecas municipales es casi nula. El segundo se enfocó en sí mismo al trabajo de la cultura afroperuana de Cañete, no solo recogiendo datos desde los años 60, sino conviviendo y participando de sus costumbres con las personas mayores de esos años. Logró dialogar con personas de 80 a 90 años, y fue tanta su vocación por la investigación que, a partir de los años 90, decide aportar indirectamente a la construcción de una política cultural que enmarque y demuestre un paisaje de las diferentes acciones para el sostenimiento de una literatura afroperuana de Cañete. Lamentablemente, no llegó a avanzar con su aporte, porque las autoridades de su tiempo enfatizaron lo superficial para los aplausos. Por si fuera poco, cogieron como suyos los proyectos y dejaron de lado al historiador, lo que trajo consigo un resentimiento a su propia labor.
SIGLO XXI
El Siglo XXI es una nueva etapa que enmarca la preocupación de un Festival de Arte Negro Nacional degenerado que resulta ser parte de un mito (como diría un transeúnte sanvicentino: “hace muchos años, vimos bailar a nuestras hermosas negras, con una elegancia…”). Ahora, ni es parte de la historia, porque no ha sido especialmente tomada como un escenario de estudio. Solo se trae el recuerdo de un artículo que el mismo Nicomedes Santa Cruz tituló “¡Dios mío, he creado un monstruo!” Por los motivos mencionados, hemos iniciado este trabajo volviendo a las fuentes principales: las familias tradicionales que aún guardan los escritos de los bisabuelos y/o abuelos, la documentación de los archivos religiosos, la parte oral que se mantiene en la memoria y el trabajo recopilado por el segundo historiador, Román Fernández Adriano. Todo este material sirvió para poder tejer el proceso histórico de la cultura afroperuana de Cañete, que desembocó en un festival afroperuano, denominado Kutuká (creado en el año 2011), y que tomó las mismas características que diera en sus comienzos Nicomedes Santa Cruz, pero con un enfoque más totalizador. Es decir, no solo mostrar en el escenario las manifestaciones a un público y unir a las cunas afroperuanas con sus tradiciones locales, sino emprender de nuevo todo el recojo de informaciones, desde las personalidades que visitaron este pueblo en los años 70, y ahondar más con la documentación encontrada (fotografías, escritos y oralidad). Todo gracias a la preocupación de esta nueva generación 260
EL CARNAVAL DE SAN VICENTE DE CAÑETE
Ahora, daremos inicio al tratamiento de una escena contada y convivida por los informantes del distrito de San Vicente de Cañete con respecto al carnaval del año 48, 49 y 50. Los mayores siempre han contado de un barco italiano que encalló en el C.P. Cochahuasi. En él llegaron muchas familias afrodescendientes procedentes del Callao, como los Traslaviña, los Tenemá, los Caycho, entre otros. Estas familias se quedaron y mantuvieron sus costumbres en esta zona rural. La mayoría de los informantes tiene presente este suceso como inicio de las festividades del carnaval del pueblo. El hecho sucedió en el año 46 en plena madrugada. Encalla el barco y la sirena de emergencia despertó a los pobladores. Dicen que el episodio remarcó en ellos, porque se demoraron dos años en poder retirar los objetos que tenía este navío. Era el año 48 y se daba inicio a los carnavales con los Jueves de Comadre (quince días antes) y de Compadre (siete días antes). El primero era el pedido de la mujer al hombre para que sea su pareja por los días de baile. Para ello, confeccionaba una canasta de caña brava o carrizo. Aquí, colocaban a un negrito sentado, hecho de barro, con los brazos tendidos llevando una décima (en esas letras le decía que quería su cariño y las ganas de participar con él en todas las actividades de jolgorios) con un montón de frutas y serpentinas. Era entregado al hombre para que acompañe a la mujer que lo deseaba por esos días festivos. El Jueves de Compadre sucedía la siguiente semana, después de haber recibido la canasta. Daban su respuesta enviándoles dinero, telas, aretes u otras cosas para que vayan bien vestidas y sean su pareja todas las noches que dure la festividad. Domingo de harina: después de la misa de las ocho de la mañana, el Ño Carnavalón salía a recorrer las calles y se concentraba en la plaza de armas de San Vicente de Cañete donde gritaba: “Soy el rey, salgan a divertirse. Yo ordeno”. De una manera muy picaresca, representaba a la autoridad, siendo el rey que no gobierna. De su atuendo colgaban diversos objetos para regalar. Así iniciaba el domingo, con la presencia de los pobladores que se divertían en la misma plaza de armas. Se aventaban talco perfumado, pasaba a la noche, y seguían bailando y jugando.
LUNES Y MARTES: DÍAS DE AGUA Y FIESTA EN CASA
El martes era el fin de fiesta y paseaban al Ño Carnavalón por el pueblo para luego dirigirse al C.P.M. Playa Hermosa. Aquí toda la población acompañaba para despedir bailando la festividad, con la quema del Ño Carnavalón en la madrugada del miércoles (a orillas de la playa). Antes de que lo quemen, aparecían unos seres (diablecillos) para llevárselo. Eran sus hermanos y comenzaban a dar vueltas y a saltar cuando ya estaba a punto de ser quemado. Decían “hi, hi, hi”; cuando se 261
retiraban, iban diciendo “ha, ha, ha”. Luego, desaparecían. El miércoles de Ceniza, toda la población asistía a misa, como finalizando la despedida del Ño Carnavalón. El sábado siguiente, se llevaba a cabo la yunza o el cortamonte, donde colocaba un árbol en la plaza de armas de San Vicente de Cañete. Estaba cargado de serpentinas, globos, frutas, etc. Toda la población festejaba y, cuando el árbol había sido tumbado, los ciudadanos recogían las serpentinas para leer los textos amorosos que tenían.
COMPLICIDADES FAMILIARES Y DICHOS DEL PUEBLO
• El carnaval de San Vicente de Cañete del año 48, 49 y 50 eran respaldados por los señores Luis Meza Verástegui y Simón Santos Barra. • Antes del año 48, la quema del Ño Carnavalón se hacía en la misma plaza de armas. Luego, pasó a realizarse la fiesta de cierre en el C.P.M.
Playa Hermosa, donde los organizadores construyeron un local a orillas de la playa para que los pobladores puedan divertirse y descansar (como en esos años no había movilidad de regreso). • El local que se encontraba a orillas de la playa era de 150 m2 aproximadamente, en el cual había cuartos para hombres y mujeres. • Los que representaban a estos diablecillos eran afrodescendientes que aparecían en ese momento cubiertos con pellejo de carnero. Solo se dejaban ver sus ojos. Nadie sabía de dónde procedían estas personas, si eran de San Luis de Cañete, de Chincha o del C.P. Cochahuasi (los afrodescendientes que llegaron en el barco). • Los pobladores de esos años decían que el Ño Carnavalón trae todo lo malo (las perdiciones). Por eso, el miércoles de ceniza todos iban a la iglesia, donde el cura les marcaba con ceniza en la frente o en la lengua haciendo una cruz. • Las personas mayores de esos años (marido y mujer, los hermanos, las familias) decían que no podían jugar carnaval, porque era como martirizar, mojar y pintar, así como hicieron con Jesucristo (era la comparación que daban). En el caso del marido y la mujer, su matrimonio se disolvía; en el caso de las familias, se rompían todo vínculo familiar. • Los informantes que dan testimonio de esta festividad son Román
Fernández Adriano, quien llegó a ver en el año 65 parte de la infraestructura del local; igualmente, los vecinos del C.P.M. Playa
Hermosa (Gregorio Trigueros y Julián Quispe), quienes también fueron parte de esa fiesta. • El investigador Román Fernández Adriano nos manifiesta que parte de esos textos que aparecían en las serpentinas serían las cuartetas o décimas (como los pobladores de ese tiempo le decían) que se entregaban los jueves de comadre y compadre.
Guárdame el secreto tú aceleras mi corazón por ti trabajo como negro tú con curvas y yo sin freno…