EL MIEDO EN EL PERÚ

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El miedo al APRA / Jeffrey Klaiber

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El miedo al APRA Jeffrey Klaiber, S. J. Pontificia Universidad Católica del Perú

No es exagerado decir que el miedo al APRA (Partido Aprista) constituye uno de los más importantes en el siglo XX. Inclusive se podría afirmar que hasta la década de 1960 muchos peruanos no podían imaginar pesadilla peor que un gobierno aprista. Desde la creación del Partido Aprista Peruano en 1930 hasta la aparición de los nuevos partidos Acción Popular en 1956 y Democracia Cristiana, los peruanos se dividían en dos bandos: apristas y antiapristas. Si bien los apristas se caracterizaban por su celo y entusiasmo, el antiaprismo también se distinguía por su apasionamiento. Pero el tema no termina con la creación de nuevos partidos en la década de 1950. En realidad, el antiaprismo se ha encarnado en los partidos no apristas de derecha, centro e izquierda de tal manera que se puede hablar de un hilo común que los unía: su antipatía y su miedo al APRA. Inclusive varios gobiernos, desde los regímenes militares hasta los gobiernos civiles, temían mucho más a los apristas que a los izquierdistas. Para analizar los motivos de este miedo, sería conveniente separar los elementos racionales de los irracionales, es decir, los mitos y los prejuicios. En primer lugar, había razones «razonables» para temer al APRA. Para los grupos de la derecha política, el APRA representó la reforma social y tenía un impresionante poder de convocatoria. También, y sobre todo después de la persecución lanzada contra el APRA de parte de Sánchez Cerro y Benavides, ese partido se armó y formó gru­ pos de defensa internos. Al mismo tiempo, los años de la vida en clandestinidad inculcaron en los apristas un espíritu de camaradería que fácilmente se convertía en un sectarismo grupal. Si el APRA solo fuera un partido reformista, esto en sí habría constituido un motivo razonable de preocupación para la derecha política. Además, la violencia de la década de 1930 fomentó un clima de ansiedad y de miedo. Los magnicidios de Sánchez Cerro y de los Miró Quesada confirmaron, para los no apristas, su temor respecto a que los apristas eran ­violentos y peli­ grosos. Aunque los apristas desmintieron cualquier vínculo con estos hechos violentos, había motivos para temer la venganza de los militantes apristas, a­ lgunos


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EL MIEDO EN EL PERÚ by CÉSAR GUILLERMO GONZÁLEZ DELGADO - Issuu