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Claudia Rosas Lauro
Introducción
¿Por qué ese silencio prolongado sobre el papel del miedo en la historia? Sin duda a causa de una confusión mental ampliamente difundida entre miedo y cobardía, valor y temeridad. Por auténtica hipocresía, lo mismo el discurso escrito que la lengua hablada —esta influida por aquel— han tendido durante mucho tiempo a camuflar las reacciones naturales que acompañan a la toma de conciencia de un peligro tras la apariencia de actitudes ruidosamente heroicas.
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Jean Delumeau, El miedo en Occidente
Hace ya varios años, el historiador Jean Delumeau destacó la omnipresencia del miedo en la sociedad occidental y la poca atención que se le había prestado en el discurso histórico. El silencio sobre el miedo lo atribuye el autor a que se equipara temor con cobardía.1 Esta reflexión se apoya en que la historia llamada tradicional o positivista, hasta las primeras décadas del siglo pasado se había ocupado habitualmente de los hombres valientes y las gestas heroicas de los pueblos; entonces, en un discurso histórico como este no había espacio para ocuparse de los temores que aquejaban a los individuos y las colectividades, más aún si estos miedos eran sinónimo de pusilanimidad o cobardía.
Sin embargo, la inicialmente escasa y luego muy rica reflexión sobre temas como este se debió a importantes cambios en los campos de la historia y la psicología,2 así como a la demanda de la sociedad por explicar ciertos fenómenos sociales. En efecto, un importante cambio historiográfico se inició hacia 1920 con la Nueva Historia y los historiadores franceses Marc Bloch y Lucien Febvre, quienes en sus investigaciones se interesaron por la comprensión de ciertos elementos psicológicos de carácter colectivo3 y reflexionaron sobre el temor y el deseo de seguridad desde
1 Delumeau, Jean. La peur en Occident. París: Fayard, 1978. 2 Para ver antiguos y nuevos derroteros entre la historia y la psicología consúltese Rosas, Fernando. El hombre y el dominio de los espacios: mecanismos oníricos y temores en la expansión europea (siglos XIII-XV). Cuadernos de Historia V. Lima: Universidad de Lima, 1988. 3 En la obra Los reyes taumaturgos (1924), con el fin de penetrar en la mentalidad del hombre medieval Bloch investiga sobre la creencia en el poder milagroso de sanación que tenían los reyes. Por su parte, Lucien Febvre en su libro El problema de la incredulidad en el siglo XVI (1942), analiza los orígenes de
el punto de vista histórico.4 Al mismo tiempo, desde el campo de la psicología, los trabajos de Sigmund Freud —y luego los de algunos de sus discípulos— se acercaron a la historia en busca de explicaciones sobre los orígenes de algunos condicionantes y fijaciones en la mente humana. A partir de la década de 1960 surgieron nuevos temas y se abrieron nuevos campos de interés que vinculaban aún más la historia y la psicología, tales como la psicohistoria, la historia de lo imaginario y la historia de las mentalidades.5 Como señala Peter Burke, se produjo un proceso de atomización y fragmentación de la historia en diferentes campos de estudio,6 al mismo tiempo que una democratización de esta al emerger como protagonistas sujetos antes olvidados: las mujeres, los niños, los pobres y los locos. Siguiendo los derroteros de esta evolución, el interés por el miedo como objeto de estudio poco a poco ganó un espacio. En este contexto historiográfico se enmarcan las obras del historiador del miedo, Jean Delumeau,7 cuyo libro La peur en Occident constituye el primer intento de sistematización del estudio del miedo en la historia.8 Sin embargo, la historia del miedo, más que ser un campo específico de estudio, es una perspectiva de análisis9 y un tema cuya reflexión se ha visto favorecida, más recientemente, por la percepción de que se ha iniciado una etapa de terrorismo globalizado y un estado de vigilia permanente a partir del atentado contra las Torres Gemelas en septiembre de 2001, con todas las consecuencias que ello ha acarreado en el ámbito mundial.
La reflexión sobre esta temática es indudablemente importante porque el miedo es uno de los elementos que acompaña al ser humano en su recorrido histórico, con el cual entabla un diálogo permanente. Si bien la historiografía peruana se ha ocupado tangencial o indirectamente del tema, no ha abordado el miedo como
la incredulidad a través de la obra de Rabelais. Ambos historiadores recurren a la psicología para ofrecer explicaciones históricas de diferentes fenómenos. 4 Febvre, Lucien. «La sensibilité et l’Histoire». Annales. París, 1941. Del mismo autor, «Pour l’histoire d’un sentiment: le besoin de sécurité». Annales. París, 1956. 5 Véase Le Goff, Jacques (coord.). La nuova storia. Milán: Mondadori, 1980; Vovelle, Michel. Aproximación a la historia de las mentalidades colectivas. Cuadernos de Historia XII. Lima: Universidad de Lima, 1991; y Alberro, Solange. «La historia de las mentalidades: trayectoria y perspectivas». Historia Mexicana, vol. XLII, n.º 2. México, 1992. 6 Burke, Peter. Formas de hacer historia. Madrid: Alianza, 1993. 7 Delumeau, Jean. La péché et la peur. La culpabilisation en Occident, XIII-XVIII. París: Fayard, 1983; «La religión y el sentimiento de seguridad en las sociedades de antaño». En Historiografía francesa: corrientes temáticas y metodológicas recientes. México D. F.: Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 1996; y «Mentalidades religiosas en el occidente moderno». Lienzo, n.º 18. Lima, Universidad de Lima, 1997. 8 Véase en este mismo volumen el artículo «El miedo en la historia: lineamientos generales para su estudio», de Fernando Rosas. 9 El mismo Jean Delumeau se define como un historiador de las mentalidades religiosas, y su interés por el estudio del miedo se entiende desde esta perspectiva. Delumeau, Jean. «Mentalidades religiosas...».
elemento integrador en el análisis histórico. Ante la ausencia de una reflexión global sobre esta problemática en el contexto peruano, surge la presente publicación que tiene su origen en la mesa «El miedo en la historia del Perú», realizada en el marco de la conferencia internacional «Al fin de la batalla», organizada por el Seminario de Estudios Interdisciplinarios Andinos (SIDEA) y realizada en Lima entre los días 15 y 18 de noviembre de 2001. El tema del encuentro giraba en torno a la violencia y el conflicto, aspectos íntimamente vinculados con el miedo y sus múltiples manifestaciones. A partir de esta reflexión, junto con el historiador Luis Millones, se planteó la realización de una mesa dedicada al análisis del fenómeno del miedo en el contexto peruano, enfocado desde diferentes perspectivas de estudio. En este sentido, el libro —que recoge gran parte de las ponencias presentadas en esa ocasión, además de otras colaboraciones incluidas posteriormente— constituye un primer intento de aproximación al tema del miedo en nuestro contexto, que no nace de una moda intelectual sino de la necesidad de identificar nuevos elementos que promuevan una mejor comprensión de las causas y los efectos de los conflictos y la violencia en nuestra historia.
Con los artículos presentados haremos un recorrido histórico de diferentes miedos que, ordenados de acuerdo con una secuencia cronológica, van desde el mundo colonial hasta el presente, enfocados desde una perspectiva multidisciplinaria que abarca no solo la disciplina histórica sino también la psicología, la sociología y la filosofía, entre otras. Cada autor, entonces, ha examinado el miedo a partir de su campo de investigación, premunido con los instrumentos de análisis propios de su especialidad. Al inicio se ofrecen, a partir del artículo del historiador Fernando Rosas Moscoso, los lineamientos generales para el estudio del miedo en la historia. Así, el libro comienza con una reflexión teórica sobre el tratamiento del miedo desde el punto de vista histórico, a partir de la cual el autor establece una serie de variables para el análisis del miedo, y una tipología de este mismo en la que se recogen los más relevantes miedos colectivos. De esta manera se establece una relación de diferentes manifestaciones concretas del temor ligadas con la subversión del orden sea natural, sociopolítico o espiritual, entre otros, que incluyen también temores de reciente aparición en la historia. Esta tipología de los miedos en su perspectiva histórica permite visualizar las posibles líneas de investigación y, a la vez, establecer relaciones entre las más diversas expresiones del miedo en la historia.
Luego de la reflexión teórica se presenta un grupo de trabajos (Flores, Salas y Lavallé) centrados principalmente en los siglos XVI y XVII, algunos de los cuales se proyectan hacia el XVIII. El artículo de Ramiro Flores aborda la amenaza del ataque pirata, en un arco temporal de más de 150 años, desde la perspectiva del otro, para analizar cómo los prejuicios frente a los «enemigos extranjeros» fueron impregnando la mentalidad colonial. En efecto, a través de un estudio casuístico, Flores ve cómo el asedio de piratas y corsarios no solo provocó grandes pérdidas
materiales sino que, sobre todo, sembró en la mentalidad colectiva el temor al extranjero. El miedo a los piratas encerraba, por lo tanto, no solo el temor a la violencia sino también a la contaminación foránea, con su germen de maldad y herejía. El autor, a la vez que enfoca la esfera mental colectiva, introduce la variable social para medir las reacciones de los diferentes estratos sociales ante la amenaza pirata. Así, mientras los grupos subalternos vieron en una invasión pirática la posibilidad de redención, hubo grupos de poder que instrumentalizaron el miedo a los piratas para conseguir beneficios económicos concretos.
Miriam Salas desarrolla un caso de excomunión en la ciudad de Huamanga del siglo XVII para comprender lo que esta significó entre los habitantes de aquel tiempo y sus consecuencias económicas y políticas. La excomunión expedida en 1680, en una coyuntura de auge de los obrajes del sur andino, permite un acercamiento a la sociedad que la produjo y a la historia de la ciudad de Huamanga desde sus orígenes. La autora presenta el entramado de relaciones de la familia Oré, siendo relevante su vinculación con la Iglesia a través de la fundación del convento de Santa Clara. El análisis privilegia el estudio de los aspectos sociales y económicos de la región —a la cual la autora ha dedicado muchos años de investigación— que giran en torno a la excomunión como mecanismo de presión para resolver los conflictos y litigios, en este caso en favor de la autoridad religiosa.
El historiador Bernard Lavallé aborda un aspecto poco tratado y escasamente documentado: el de las relaciones entre padres e hijos a fines del siglo XVII, mediante el análisis de una consistente cantidad de alegatos para la nulidad de profesión. En la Lima colonial, los frailes recurrieron a menudo a la posibilidad que les ofrecía el derecho canónico de solicitar la anulación de sus votos. El principal motivo para haber ingresado a los claustros de manera involuntaria que esgrimían los demandantes era el de los problemas familiares, que eran de varios tipos, principalmente la presión de los padres, quienes recurrían hasta a las amenazas de muerte o el exilio a Chile. La violencia psicológica era, las más de las veces, el preludio al maltrato físico. El convento se convertía, entonces, en el refugio seguro frente a una serie de peligros y temores que Lavallé muestra mediante la casuística. Tal como señala el autor, «el miedo es uno de los protagonistas más constantes en esas historias de vida», en las que es posible distinguir dos tipos: el «miedo reverencial» prodigado hacia los padres, que —aceptado socialmente— tenía el estatus de concepto jurídico, y el «justo miedo», que nacía de la violencia de los padres y, por consiguiente, invalidaba las decisiones de los hijos. Con un considerable acervo documental, el autor observa las relaciones padres-hijos de la época, signadas por el autoritarismo, la conflictividad y los temores.
Otro conjunto está constituido por los trabajos dedicados al siglo XVIII (Sánchez, O’Phelan y Rosas Lauro). El trabajo de Susy Sánchez analiza los temores desencadenados por el terremoto de 1746 para ver cómo la ciudad de Lima fue modelada por el miedo, componente importante en la configuración de la
vida urbana limeña. En principio, la autora explica la dinámica del miedo en una coyuntura sui géneris que vivió la Ciudad de los Reyes, entre 1746 y 1750, cuando se registraron una serie de miedos conjugados (al mar, al fuego, a la peste, a la plebe) que tenían su origen en el terremoto de 1746. Así, Sánchez observa cómo esta coyuntura alcanzó su clímax cuando a mediados de 1750 se descubrió una conspiración planeada por la élite indígena mestiza en la capital; esta conspiración jugó un papel gravitante en la reconstrucción de la ciudad de Lima, llegando a tener un peso más significativo que el terremoto en sí. Al mismo tiempo, aborda las repercusiones en el ámbito religioso, urbano y cultural.
Scarlett O’Phelan analiza el miedo al indio y a la plebe desencadenado por las rebeliones anticoloniales durante el siglo XVIII, tema en el que la autora ha trabajado extensamente. Para ello, empieza por definir el concepto de plebe surgido del amplio mestizaje entre españoles, indios y negros, que llevó a la aparición de las castas posteriormente incluidas —junto con los indios— en esta definición. Asimismo, la autora estudia el discurso sobre la plebe, a cuyos miembros se les achacaba todo tipo de defectos: ser vagabundos, proclives al hurto y de conducta disipada, y mostrar poco temor a la autoridad. O’Phelan demuestra cómo las rebeliones que estallaron durante el siglo XVIII contribuyeron a forjar la construcción del miedo a la plebe. En este proceso jugaron un papel relevante varios elementos que son analizados con profundidad: el rumor, la sobredimensión de los acontecimientos a través de los pasquines, el ataque a los símbolos de poder y a las propias autoridades coloniales, y los efectos visuales para atemorizar al enemigo. Según la autora, la conjugación de estos factores creó incertidumbre e inseguridad entre las autoridades coloniales, lo que llegó a desembocar en un verdadero miedo colectivo que se prolongará durante el período republicano.
Finalmente, Claudia Rosas Lauro estudia los miedos desencadenados por la Revolución Francesa en el Perú durante la década de 1790, a partir del análisis de los procesos informativos y de la forma en que se representaba la revolución. El trabajo estudia cómo la Revolución Francesa alimentó el temor que ya existía entre el gobierno y la élite colonial a una revolución del pueblo, y cómo la reactivación de ese miedo prístino a la subversión generó un abanico de comportamientos y actitudes cuyo análisis es relevante no solo para la comprensión del rol de los grupos de poder en la sociedad colonial de fines del siglo XVIII sino también durante el proceso de la Independencia.
Dos artículos (Mazzeo y Mera) se encargan de estudiar los miedos desencadenados durante el proceso de la Independencia con diferentes enfoques y material documental de distinta naturaleza, por lo que se complementan. Cristina Mazzeo aborda el tema recurriendo al estudio de la correspondencia legada por la familia Lavalle y apoyándose en una serie de instrumentos teóricos de la psicología, tales como la persuasión y la sugestión, el rol de la imitación y del rumor, el triunfalismo y la deserción; todos ellos presentes en los acontecimientos —sobre todo militares—
ocurridos entre 1816 y 1824. El valor de la aproximación al tema radica justamente en el intento de tender puentes entre ambas disciplinas, la historia y la psicología.
Arnaldo Mera estudia una coyuntura muy precisa, el momento de la ocupación de Lima por las tropas patriotas en 1821, explotando en especial una información archivística enriquecedora, el Juzgado de Secuestros, y pasando revista a información periodística así como a aquella producida por viajeros. A partir de esta analiza el abanico de temores asociados con la ocupación de Lima por el Ejército Libertador, midiendo las reacciones sobre todo de las autoridades y de la élite limeña.
Como suerte de puente entre los temores producidos durante la Independencia y los de carácter político del siglo XX, está el artículo de José Ragas, que abarca el período que va de 1810 a 1930, ocupándose de un aspecto que no ha merecido la atención de los especialistas: los procesos electorales. Una de las ideas principales es que la violencia en medio de la cual se desarrollaron las elecciones fue parte consustancial de los procesos mismos. En este sentido, el miedo jugaba un papel importante, por lo que el autor explora su rol en la opinión pública, cómo podía ser utilizado contra otro candidato, cómo reaccionó la población ante los temores suscitados por las elecciones y a través de qué medios se buscó obtener seguridad y control para terminar con la violencia del sufragio. Otro aspecto relevante en este estudio es cómo el carácter inevitable de las elecciones, por ser la principal fuente de legitimidad, dejó como única medida las reformas electorales destinadas a discutir el número de ciudadanos que participarían en ellas. Ragas plantea que, a diferencia de lo que se piensa, la ciudadanía no se conquistó de manera progresiva sino todo lo contrario: desde un amplio margen otorgado por las Cortes de Cádiz se fue cerrando el camino de la participación, aunque con intermitencias y repliegues.
Los temores políticos colectivos en el Perú del siglo XX son vistos en dos artículos (Klaiber y Castro) a los que se suma otro (Leigh) de carácter más individual y psicológico, que a su vez se relaciona con una de las pasiones colectivas nacionales: el fútbol. En el primero de ellos, Jeffrey Klaiber plantea que el miedo al APRA ha sido uno de los temores políticos más grandes en la historia moderna del Perú. Desde la aparición de este partido en 1930, los peruanos se han dividido en bandos apasionados: o a favor o en contra del APRA. Según el autor, esto se debe a que el APRA no se presentó meramente como un partido político moderno sino, también, como un movimiento casi mesiánico, con elementos fascistas, comunistas, nacionalistas y religiosos, además de sus planteamientos puramente políticos y sociales. A ello se agrega que durante los años de persecución los apristas forjaron fuertes vínculos internos de unión y de solidaridad, que en muchos casos fomentaban el sectarismo. Frente a estos hechos, Klaiber concluye que los peruanos no apristas, movidos tanto por razones legítimas como por miedos irracionales, cerraron filas para que el APRA nunca llegara al poder, al menos hasta la época de Alan García.
Denise Leigh, mediante una serie de entrevistas que forman parte de un trabajo de investigación más amplio, estudia los temores de dos jugadores de fútbol profesional, Emilio Vargas y Rodolfo Guzmán, entre las décadas de 1950 y 1970. El hecho de que ambos sean inmigrantes permite observar el temor a la capital, la gran ciudad, al mismo tiempo que el miedo a la discriminación tanto del público como de los propios compañeros. De esta manera, desde la psicología, Leigh estudia cómo la multitud es un elemento esencial en los temores de estos futbolistas, tomando como idea central la adaptación a una ciudad hostil a través del fútbol, que funciona como una herramienta que les facilita esta asimilación, pues les pro porciona dos caras: una como migrante rechazado y otra como futbolista aceptado.
Se concluye con una reflexión de Augusto Castro desde la filosofía, que enfoca el papel político del terror y lo relaciona con el poder. El autor observa cómo el terror ha cumplido también un papel político en la historia última del Perú, pues generar, producir, «sembrar» terror ha sido un instrumento de la acción política tanto de los grupos armados como del Estado mismo. El trabajo justamente resalta el vínculo del terror con el poder, pues quien tiene el monopolio de este último—y no solo tiene el poder el que posee la dirección de un gobierno o de un Estado— puede hacer un uso deliberado de la violencia y aterrorizar a la población. En realidad, el autor concluye viendo cómo el terror no ha estado ausente del manejo del poder, rasgo que podemos observar en nuestra historia más reciente.
Si bien el libro recoge contribuciones que provienen de diversas canteras y analizan un nutrido abanico de miedos en diferentes períodos de nuestra historia y desde diferentes perspectivas, quedan por abordar otros enfoques, como el de género. También se podría reflexionar sobre tantos otros temas como las instituciones de la represión —la Inquisición es un buen ejemplo— o, en un terreno más contemporáneo, el fascismo, los movimientos terroristas y hasta el miedo a la verdad, si pensamos en la labor desarrollada por la Comisión de la Verdad en nuestro país. Asimismo, queda pendiente la discusión sobre la posibilidad de estudiar el miedo en el mundo andino prehispánico, que nos acerca también al terreno de la arqueología y la etnohistoria. En todo caso, el libro tiene el objetivo de brindar estudios originales —sobre un tema que no ha merecido la atención de los investigadores— que puedan ser tomados como punto de partida para posteriores trabajos de investigación.
Esta publicación no hubiese sido posible sin el apoyo y la confianza brindados por el SIDEA al proyecto, por lo que agradecemos en especial a Luis Millones, Max Hernández y Moisés Lemlij. Asimismo, a Luis Bacigalupo, presidente del Consorcio de Universidades; a Krzysztof Makowski, jefe del Departamento de Humanidades; y a Fernando de Trazegnies, presidente del Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, quienes han apoyado la publicación de esta obra. También queremos agradecer a Marco Curatola, Mario Millones, Tirso Aníbal Molinari, Augusto Ruiz Zevallos y Rafael Tapia, quienes participaron en
la mesa de discusión enriqueciendo con sus aportes la reflexión sobre el tema. Finalmente agradecemos a los autores, quienes asumieron el riesgo de abordar un tema difícil y novedoso como es el estudio del miedo en el Perú. Sin ellos, esta publicación no habría sido posible.
Claudia Rosas Lauro Pontificia Universidad Católica del Perú Instituto de Estudios Humanísticos, Universidad de Florencia
BiBliografía
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