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Víctor Unyén Velezmoro

El terremoto de 1970 en Chimbote

Víctor Nolberto Unyén Velezmoro 27

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Era las 15h 23’28.7” del treinta y uno de mayo de mil novecientos setenta, me encontraba atendiendo en mi Farmacia “UNYEN” ubicada en el jirón José Balta 409 del puerto de Chimbote; a una cliente, cuando empezó a sentirse un fuerte temblor, con movimiento primero de arriba hacia abajo, para proseguir de atrás hacia adelante.

Los frascos de Dextrosa eran de vidrio y se encontraban en lo alto de las vitrinas, unos tres metros de altura, empezaron a caerse y estrellarse contra el suelo; entonces bordeé el mostrador y salimos a la calle, la gente salían despavoridas de sus casas, la mía era de material noble de un piso, a mi izquierda a unos cincuenta metros vive la familia de Don Lucio Chávez Villalobos, era de dos pisos; al frente tres casas de dos pisos, todas las demás eran de adobe; miré la ubicación de los postes y corrí al centro de la pista, dos jóvenes venían corriendo en dirección a la Av. Pardo, nos sujetamos entre los tres y empezamos como a danzar para evitar caernos, luego todo se cubrió de polvo, empecé a rezar a todos los santos, luego el movimiento fue cediendo y la polvareda despejándose, temeroso abrí los ojos y lo primero que vi fueron las casas de adobe en el suelo, las de material noble en pie, los gemidos de los heridos, la gente desesperada trataba de socorrer a sus familiares, ayudé de acuerdo a mis posibilidades y me acordé de mis padres, reuní las medicinas que pude y en un cajón las saqué a la calle para que pudiera servir de algo; empecé a correr en dirección norte hasta el jirón José Olaya, en el trayecto fui observando casas destruidas, postes derribados, llantos por los familiares muertos, todo un drama, doblé por la Av. Gálvez con destino al Jr. Francisco Pizarro, al llegar al Jr. Manuel Ruiz alguien me mencionó a mi madre, no hubo respuesta, vi a mi padre preocupado observando nuestra antigua casona de adobe completamente destruida, conversaba con unos vecinos, pregunté sobre mi madre señalándome con el dedo, me dirigí sobre los escombros hacia ella, la encontré pálida, paralizada por la

27 Víctor Nolberto Unyén Velezmoro. Nació en Chimbote. Químico Farmacéutico, Maestro, Escritor y Promotor cultural. Director fundador del Instituto Nacional de Cultura de Chimbote. Profesor Honorario de la Universidad Nacional del Santa. Personalidad Meritoria de la Cultura, M.C.-2015; autor de libros.

1970 La hecatombe de Áncash 203

tragedia en la parte central junto al jardín que con tanto esmero solía cuidar, en lo alto un eternit amenazaba caer sobre nosotros. Minutos antes del terremoto del 31 de mayo de 1970, mi padre se encontraba en la esquina de los jirones Manuel Ruiz y Francisco Pizarro con unos amigos, esperando la inauguración del Campeonato Mundial de Fútbol México 70.

Los turnos de las farmacias duraban una semana y era las 24 horas del día, se iniciaba y terminaba los sábados, mi Fairlane 500 recién adquirido lo dejé en la Sala de Exhibiciones de la Mueblería “Victoria” de mis padres en el jirón Francisco Pizarro, bastante amplia, doce metros de ancho, había reemplazado a la antigua bodega y sala de la casa, con los roperos a ambos lados se adaptó una cochera.

Mi madre cuando había temblores nunca se levantaba de su siesta, en esta oportunidad quiso el destino que tocara la puerta el lechero para dejar el preciado alimento.

A las 15 h. 23' 28.7" al iniciarse el sismo mi madre regresaba hacia la cocina ubicada en el centro de la enorme casa, veinticinco metros de la puerta principal, ya no pudo retornar por lo que avanzó hacia el jardín donde la encontraron, las puertas se cerraban a su paso trancándose, y luego el estruendo toda la casa se vino abajo y el techo de cañas con torta de barro se asentó sobre los escombros. Pasados esos momentos de terror se volvió a la realidad y empezaron a reaccionar. ¡Victoria! ¡victoria! ¡victoria! Gritaba desesperado mi padre, la casa por los suelos, no había signos de vida, conocidos trataron de ingresar por el jirón Manuel Ruiz, encontrándola parada, rígida, aterrada, en el jardín, en lo alto una calamina a punto de caerse. Con los vecinos nos adecuamos con carpas para pernoctar en medio de la calle. El pasadizo de la casa de la señora Alcira Salinas estaba cubierto de desmonte producto del derrumbe del segundo piso habitado por la familia Barrios León. ¡Yo venía adelante, mi tía me seguía! llorando manifestaba la profesora Teresa Alva, mirábamos el callejón cubierto hasta una altura de metro y medio. En eso don Guillermo Barrios, sintió un gemido, corrimos a ese lado empezando a escarbar con las manos, pidiendo ayuda a los bomberos que en ese momento pasaban por allí, entre todos pudimos rescatar a la tía sana y salva. ¿Qué había sucedido? En el momento que salían corriendo se desprendió del segundo piso una pared de regular tamaño asentándose sobre la pared del primer piso, quedando la señora arrodillada y protegida, mientras

continuaba cayendo el material hasta cubrir el callejón. Salvada, la señora Elcira procedió a llevarla al Hospital de La Caleta para que la vieran, al ingresar se resbaló lesionándose una de las piernas. Al final la atendida fue ella.

En algunos asentamientos humanos la tierra se abría y cerraba durante el sismo expulsando agua hirviendo.

Nunca había sentido a la naturaleza expresarse de tal manera, temblores muy raramente, de repente un sismo de 7º 3/4 en la Escala de Richter, frente a nuestro puerto, abarcando el departamento de Ancash y parte de los departamentos de Lima y La Libertad.

La radio empezó a anunciar la dimensión de la tragedia, cientos de muertos, miles de heridos, a la vez que anunciaban el desprendimiento de una parte del nevado Huascarán sepultando a la bella Yungay. El profesor Fernando Olivera Pajuelo, vecino pensionista de la señora Alcira, entró en desesperación, trató de conseguir mayores noticias, quería saber la situación de sus padres, hermanos, familiares, que radicaban en Yungay; existía la posibilidad que un hermano menor pudo haber sobrevivido en el circo. Su hermana, el día anterior, el treinta de mayo, había llegado a Chimbote procedente de Yungay, su enamorado, mi compañero de la Promoción 1960 del Colegio Nacional "San Pedro" Arturo Arce Alvis, viajaba todas las semanas a verla, pero esta vez no lo hizo porque ella acababa de llegar a Chimbote con destino a Lima. Esa anoche acompañé a Fernando en mi Fairlane 500 a dejar a su hermana en el terminal de TEPSA, salvándose de tan descomunal tragedia que enlutó al país. Al día siguiente, el primero de junio, muy temprano empezamos la limpieza de los escombros, en la séptima cuadra del jirón Pizarro, la familia Guzmán velaba a una de sus hijas. Todas las calles del centro de la ciudad estaban cubiertas por tiendas de campaña, nadie quería pernoctar en sus casas por miedo a los temblores que se repetían.

Con mi padre y hermano Ernesto caminamos con cuidado por el techo en escombros a un metro del suelo, calculábamos la ubicación del escritorio y de la Caja Fuerte para ver que podíamos rescatar. Ubicamos una mole de un metro cúbico aproximado de diámetro sobre la cama de mi madre. Si no hubiera sido por el lechero que llegó en el tiempo justo, mi madre hubiese tenido un triste final. Dios la bendijo y la protegió.

En eso unos amigos que pasaban me preguntaron ¿Y el Fairlane? Me había olvidado completamente de él, miré la ubicación de la "cochera", sobresalía la antena que había traspasado el techo; al empezar a limpiar ese lugar apareció invicto con algunas raspaduras, la sólida estructura de los roperos construidos de madera cedro lo habían protegido; solamente se perdió la antena que al tratar de sacar el carro se rompió. El dintel de concreto armado sobre la puerta principal de unos tres metros de largo cayó sobre la vereda de la calle, si hubiese sido hacia adentro habría destrozado la maletera del carro. El Fairlane 500 meses después lo llevé a Lima, retocado en su verde limón con techo negro, volvió como si nada hubiera pasado.

El gobierno Militar presidido por el general Juan Velasco Alvarado quiso trasladar la ciudad en los arenales al sur de Chimbote, surgiendo la voz viril del periodista Teobaldo Arroyo Icochea, que desde su radio periódico "Embate" que se trasmitía por Radio "Bahía", inició la campaña ¡No Nos Vamos! por el que fue encarcelado y luego liberado por la presión del pueblo, logrando su propósito de publicar el libro ¡No Nos Fuimos!

Escuela del Barrio San Pedro de Chimbote. En medio de la desolación causada por el terremoto, un niño representa la esperanza Fuente: http://chimbotenlinea.com/31/05/2015/el-terremoto-del-31-de-mayo-de-1970

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