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Norka Bríos Ramos

lágrimas y risas vuelan, no se sabe qué; parece que se apacigua la tierra, parece que se acuesta, ¿viene el tiempo del letargo?

En eso, a tres minutos, las retinas se detienen, súbitamente: la mente se obnubila, se pierde; los cuerpos ya no tienen tiempo de temblar, los abrazos están lejanos, no tienen tiempo de ser.

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Un furibundo mazazo cubre cielo y tierra, los gritos se ocultan, la risa queda petrificada, el último suspiro de la muerte acompaña el ataúd de veinte y cinco mil personas.

Un gran crujido se aleja en cielo turbado, luego, el silencio se adueña del aire, en solemne homenaje a los caídos y en reproche a la insolente argamasa.

Pocos, los del circo y del cementerio, atan la desesperación en sus entrañas, no ven nada y nadie los ve a ellos, la vida casi se les va, están muertos en vida.

Tres palmeras decoran el colosal ataúd, miles de personas llevan luto en el alma, ayer no más fue, cincuenta años han pasado, pero la tragedia hiere, duele más que nunca.

¡Tiembla mi cuerpo, mi alma se quiebra!

Elegía del ausente

Hugo Ramírez Gamarra

Cómo recorres mi sangre, Áncash recorres mi cerebro, mis entrañas, mis pulmones, caminas dolorosamente por mi angustia y asciendes gimiendo hasta mis lacrimales, hasta mis ojos absortos. . .

A la hora matinal en que todo parece renovarse emerge blanca, sonriente, tu antigua presencia bondadosamente triste, pero luego me invade tú presencia dolida, tu soledad sin límites, tu dolor, que me llena la vida de canto a canto… Estás en todas partes, Ancash, en mis miradas turbias de melancolía, en las voces extrañas de los transeúntes que te nombran, en los periódicos, en mis cuadernos ajados, en mi pobre lapicero que al nombrarte sufre, se atasca y ya no quiere escribir. . .

En fin tú caminas en cada uno de mis latidos…

Está lloviendo en Ancash, ¡Está nevando el llanto de Dios! al haber permitido… ¡tanto! Cómo hubieras estado ahora en Setiembre… Áncash

primaverando por todas partes ¡qué lindo! en esos días que se han enlutado tan horriblemente. Un poco te ha matado el destino, ha hecho sangrar tus costados… Áncash te ha destruido hasta no sé qué límites… ¡Cómo hemos sufrido, cómo hemos llorado! recordando el paso cristalino de tus mañanas antiguas, y tu llaga horrenda, y tu acabamiento, y tu cielo huraño, y triste, como enlutado…

Pero estás resucitando, Ancash te veo a la distancia, estás elevándote otra vez hacia tus eternidades; el misterio me dice, ¡no miente! grande es tu destino más grande aun que tu pasión y me dice que tu estrella está en lo alto, lejana… Elévate, Áncash pon tu mirada en el cielo y elévate ¡elévate! hasta el borde del infinito, encuéntralo a Dios y conversa con ÉL.

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