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José Antonio Salazar Mejía

Áncash 50 años después, cambios y permanencias

José Antonio Salazar Mejía 10

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Las reformas y la reconstrucción

El departamento de Áncash sufrió la peor tragedia de su historia en mayo de 1970. A partir de entonces grandes cambios se han suscitado a lo largo de estos 50 años que están reconfigurando su rostro. Sus pueblos, tradicionalmente olvidados, sumidos en el marasmo provinciano, paralelo al sismo sintieron los efectos de la Reforma Agraria y de la Reforma Educativa que impulsaba el gobierno militar encabezado por Juan Velasco Alvarado.

La Reforma Agraria significó el fin del gamonalismo, de la existencia de los hacendados, los “mishtis” de antaño, e inauguró un nuevo modelo de tenencia de la tierra. En Áncash se crearon las comunidades campesinas, las SAIS y las Cooperativas. Lamentablemente, a la caída del general Juan Velasco Alvarado, su reemplazante, Morales Bermúdez inició el desmontaje de dicha reforma; no obstante, el objetivo de visibilizar al campesino y darle carta de ciudadanía se había logrado, en lo que constituye el más grande avance de nuestro país en el siglo XX. En la actualidad, la parcelación de la tierra ha servido para que surjan las grandes empresas agroindustriales que explotan la mano de obra y fomentan el monocultivo, y para dejar en el olvido al trabajador de la tierra que, sin apoyo estatal no tiene otra salida que la migración a las grandes ciudades.

Mayor permanencia tuvo la Reforma Educativa que en Áncash supuso el fin de la elitización educativa, se desdobló el horario escolar con lo que se permitió que se incorporen más alumnos de la zona rural al sistema educativo y quizás lo más relevante fue la creación de la educación inicial, con tres años de escolaridad. Hoy en día la red de PRONOI junto a las II.EE. Iniciales, dan asistencia a gran porcentaje de niños menores de 5 años en la región. Las marchas y contramarchas

10 José Antonio Salazar Mejía. Natural de Huaraz. Doctor en Educación UNMSM. Ex director de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Áncash. Músico, escritor y promotor cultural. Autor de libros de historia regional.

1970 La hecatombe de Áncash 94

han dejado a la educación peruana entre las de peor nivel en Latinoamérica.

El vacío dejado por los miles de fallecidos y desplazados por el sismo, fue llenado por migrantes de todo el país que llegaron a Áncash una vez iniciado el proceso de reconstrucción, especialmente a las ciudades de Chimbote y Huaraz. Ellos llegaron con toda su carga cultural y les costó integrarse pues no había ni orden ni concierto en esos primeros años.

El gobierno militar no tomó en cuenta al poblador ancashino en el proceso de reconstrucción, es por ello que en el diseño del nuevo Huaraz se impuso un remedo de ciudad costeña, inapropiada para las lluvias y los fuertes vientos del lugar, otro tanto sucedió en Yungay. Ostentosamente se creó la C.R.Y.R.Z.A. para experimentar un modelo de descentralización y se formaron las subregiones de Santa y Conchucos; pero al carecer de autonomía económica, el intento solo fue un rotundo fracaso. Se expropió la ciudad de Huaraz para vender luego sus propios lotes a los damnificados en un atentado que fue calificado de “sismo sobre sismo”. Lo más grave fue que en el diseño de reconstrucción no se planificó el desarrollo industrial de Áncash con lo que se anuló toda posibilidad de lograr el verdadero desarrollo de la zona afectada.

Rasgo positivo de este período fue la creación la U.N.A.S.A.M. en 1977. Esto no fue ninguna dádiva, ni regalo del gobierno: la creación de la UNASAM fue una conquista popular. Pocos pueblos tienen el orgullo de haber conseguido su universidad tras 80 años de lucha y con una movilización general que demandó mítines, paros, marchas de sacrificio y huelgas de hambre, amén de la pérdida de vidas humanas. Hoy en día, pese a ser una universidad joven, la UNASAM se debate dentro de la crisis general de la universidad peruana y está ahogada por mafias de docentes y administrativos que, buscando beneficios personales le han restado el rol de promotor del desarrollo económico y cultural del departamento de Áncash.

El “boom” del turismo

Cuando nadie se lo esperaba, a raíz de la inauguración de la pista asfáltica Pativilca – Huaraz – Caraz en 1978, oleadas de turistas extranjeros y nacionales invadieron nuestros pueblos, especialmente Huaraz la capital ancashina, que pasó a ser una ciudad de gran vida nocturna. El auge del turismo trajo grandes cambios en lo moral y las

costumbres se relajaron. Un pueblo conservador hasta 1970, en menos de 10 años se transformó totalmente.

Al amparo del “boom” del turismo, en Huaraz se abren hoteles y restaurantes, peñas y agencias de viajes, pero sin orientación ni planificación. El Perú conoció la belleza de la Cordillera Blanca y los visitantes llegaban en grandes oleadas a Llanganuco y Pasto Ruri; en el campo cultural, Chavín era la joya de la corona. De haberse pensado a largo plazo se pudo haber diseñado un circuito para la zona de Conchucos y otro para la zona costa, pero nada de esto se hizo; Huaraz se convirtió en una gran ciudad dormitorio que impidió el despegue de otras ciudades como Carhuaz, Yungay, Caraz, Huari, Pomabamba o Chiquián, que tienen muchos recursos turísticos.

Entre 1978 y 1987, el turismo tuvo gran auge en el Callejón de Huaylas, llegando Áncash a posicionarse solo detrás del Cusco, como destino turístico. El “paquetazo económico” del primer gobierno del APRA dio inició al fin de la bonanza, pues ya no vendrían los turistas nacionales; la lucha subversiva que en poco tiempo se enseñoraría en el país terminó de alejar al turismo extranjero de Áncash. En la actualidad esta actividad languidece por la informalidad y la carencia de un verdadero plan de desarrollo turístico: Áncash ocupa el 16° lugar como destino turístico nacional, no tiene vías asfaltadas a sus principales atractivos ni existen hoteles de 4 o 5 estrellas ni sus restaurantes superan los 3 tenedores.

La década politizada

Todo esto cambió repentinamente cuando la fuerte politización de la juventud de los años 70 no supo ser capitalizada por la IU ni el APRA en los años 80, y con la llegada a la zona de las ideas del MRTA y de SL se vivió un nuevo escenario; las contradicciones se agudizaron a fines de esa década con la presencia del ejército que militarizó el departamento.

En el plano político dos alcaldes de IU gobernaron en Huaraz entre los años 81 – 86, en la mayoría de las ciudades del interior, la tendencia era la misma, menos en Chimbote, bastión aprista. El triunfo del APRA en las elecciones generales de 1985 introdujo el populismo en Áncash, el PAID sentó las bases del asistencialismo que fue matando la tradicional organización campesina del “rantín” en Áncash. Ahora, nadie quiere trabajar sino es a cambio de víveres o de dinero. Muy a

nuestro pesar, esta no fue la única herencia negativa del primer gobierno aprista, el Perú quedó en ruinas a fines de los 80.

Áncash, considerada como “zona rosada” por los ideólogos de SL, pues sus campesinos no eran tan pobres como en el sur, poco a poco entró en la vorágine violentista. Las células de SL empezaron a dinamitar torres y dejar sin energía a las ciudades. En Huaraz de fines de los ochenta, se dieron los primeros asesinatos selectivos. En el campo, al comienzo la gente simpatizaba con las nuevas ideas. Algo había de positivo por aquellos días, las autoridades trabajaban bien, por el temor a ser sometidos a “juicio popular”. Para entonces, ya la Confederación Campesina del Perú (CCP) había prácticamente desaparecido y sus cuadros absorbidos por SL.

El campesinado ancashino se supo organizar alrededor de la FADA que dirigía Macedonio Lirio León, quien en octubre de 1988 organizó un gran paro regional de 5 días y puso en jaque al gobierno aprista. Capitalizando el fortalecimiento conseguido, con el nombre de MIFADA los campesinos intervinieron en las elecciones regionales de 1989 consiguiendo 7 diputaciones. Fue la última vez que se pudo ver al campesinado unido en Áncash.

Cuando a partir de 1990 se agudiza el accionar de SL y ante la brutal respuesta del ejército, el campesino que se encontraba entre dos fuegos, opta por migrar a las ciudades, generándose las invasiones en las principales ciudades del departamento, las invasiones fueron alentadas por los partidos políticos, especialmente la IU y el APRA. Es por ello que, en la actualidad, Huaraz, Chimbote y otras ciudades cuentan con enormes “barrios emprendedores” que han surgido sin planificación alguna.

Represión al movimiento popular de los 90

A poco de iniciar su gobierno, Alberto Fujimori aprovechó del general rechazo a SL y en 1993 hizo aprobar una nueva Constitución que en la práctica significó la derrota del movimiento popular pues se anularon las conquistas laborales y se implementó el neoliberalismo a ultranza. Miles de trabajadores perdieron sus puestos en esos nefastos años. Las SERVIS enganchaban personal con sueldos irrisorios y las AFP, comenzaron a esquilmar los bolsillos de los trabajadores. La pobreza se generalizó en Áncash, y quienes pudieron, migraron al extranjero, mientras que otros lo hicieron a Lima, a convertirse en ambulantes o

en el mejor caso, en taxistas. Si creíamos que nada podía ser peor que el gobierno del APRA, el de Fujimori lo superó ampliamente, llegando la corrupción a niveles de escándalo.

El gobierno se deshizo de las empresas estatales y empezó la venta del país al mejor postor. Así, la hidroeléctrica de Huallanca pasó a manos chilenas (ahora la tienen norteamericanos). Todo se privatizó y para tener contento al pueblo, se le dio migajas: una escuelita aquí, un caminito allá. Vivimos el auge del populismo, muy bien capitalizado por el gobierno.

Con Fujimori en el gobierno, se creó el CTAR (Consejo Transitorio de Administración Regional) que se encargaba de planificar el desarrollo regional. Pero era una simple pantalla. Su presupuesto anual era de ocho millones de Nuevos Soles; pagando planillas no quedaba casi nada para la realización de obras. A duras penas se construyó con fondos del CTAR el Coliseo Cerrado de Huaraz.

En las elecciones de 1995, triunfa en Huaraz Jorge Moreno Quiroz que venía precedido por la fama de ser el exitoso primer alcalde del distrito de Independencia. En su gobierno, del 96 al 98, dio prioridad al desarrollo del turismo y la cultura. Tres años después la población elige a un díscolo Waldo Ríos engañado por la promesa de pagar solo un sol por el agua potable y dos soles por la luz eléctrica, con él comenzó la debacle en el municipio huaracino. Por esos tiempos, congresistas ligados al fujimorismo propugnaban que Chimbote pase a ser la capital de Áncash, lo que originó una serie de fricciones.

El inicio de la corrupción

Lo más significativo en Áncash fue que con la apertura al gran capital, llegaron las dos grandes mineras, Barrick y Antamina. En vez de traer progreso a la zona, esto generó una segunda ola de migrantes, gente que llegaba en busca de empleo atraída por la falsa ilusión del trabajo en las minas. Como es natural, la vida se encareció tremendamente en Huaraz y en todos los pueblos de Áncash.

En 1998 inicia sus operaciones la compañía minera canadiense Barrick Gold que en el Perú se inscribe como Barrick Mishquichilca y explota la mina Pierina, en Jangas, encima del caserío de Mareniyoc. El bajo costo de explotación de esta mina de oro ofrecía millonarias ganancias a los inversionistas. Pierina se pagó totalmente en el 2005, le costó $

468 millones a Barrick, pero sus utilidades centuplicaron la inversión. En el 2000 comenzó a operar Minera Antamina en San Marcos, explotando cobre, zinc, molibdeno, plata y plomo, y contribuyendo con el 1% del PBI nacional. Está considerado el tercer productor mundial de cobre. Mina más grande, mayores utilidades, que pagaron por el canon minero durante los años de auge, la friolera de 9 mil millones de soles a repartir entre el gobierno regional, los municipios y las dos universidades públicas del departamento.

Un ancashino llega a la presidencia de la República en el 2001 y cuando todos pensaban que el economista Alejandro Toledo iba a dar un cambio de timón en la política económica del país, decidió poner “el piloto automático”, por lo que se mantuvo el modelo económico neoliberal instaurado por el fujimorismo. El teólogo Gustavo Gutiérrez afirmó: “en el Perú no funcionan las leyes de la física: el chorreo va para arriba”, en clara mención a la pobreza en que se debatía la inmensa cantidad de peruanos. Toledo, como él mismo lo reconoció, no hizo nada por Áncash.

Los altos precios internacionales de los metales hicieron que Antamina amplíe sus instalaciones. El canon minero llegaba a raudales a Áncash. Consecuencia de todo esto ha sido el carnaval de 15 años propiciado por el mal uso de los fondos del canon minero que han hundido a Áncash en la corrupción más inimaginable, túnel del que aún no se vislumbra una luz de salida. Sin medidas de control, la corrupción tuvo vía libre para instalarse en Áncash. Tres presidentes o gobernadores regionales pasaron por la cárcel, hay cerca de 400 alcaldes denunciados y casi todas las gestiones están siendo investigadas. Nuestro departamento ocupa aún el primer lugar en el índice de corrupción en el país, algo inédito en nuestra historia.

Pero la corrupción tenía otras ramificaciones. El segundo gobierno de Alan García y el de Ollanta Humala, han estado marcados por el dinero sucio de Odebrecht, Camargo y Correa y otras megaempresas que hicieron negocios por todo el país. El expresidente regional César Álvarez ha sido condenado a 8 años de prisión por la receptación de coimas por parte de Odebrecht en el proyecto de la Carretera Carhuaz – Chacas, siendo el primer y único caso investigado por fiscales peruanos ajeno a la Comisión Lava Jato.

No quiero abundar sobre los últimos gobiernos regionales y locales, pues todas las autoridades electas no son más que advenedizos que han hecho de la política un modo de enriquecimiento personal. Esa es

la herencia del fujimorismo en Áncash, no hay partidos con cuadros porque a la política se la ha satanizado y quien piensa y pide cambios ya es “terruco” o “rojete”. Entonces se dio vía libre a los aventureros que arman “movimientos independientes” donde gente inescrupulosa hace de las suyas a costa de las necesidades de la población. La región más rica del Perú no tiene un plan de desarrollo, no tiene servicios, no tiene nada; y si algo tiene, está mal hecho o por caerse. Así de grave es nuestra situación.

Comenzando la segunda década del siglo XXI, el balance es negativo. La pandemia del COVID 19 nos ha puesto los pies en la tierra, desnudando nuestras debilidades como sociedad y haciéndonos ver la cruda realidad: nuestras prioridades estaban de cabeza, tanto como estado y como país. Como estado, el Perú y Áncash no han invertido en lo esencial, que es salud y educación. Como país tenemos a una clase dirigencial aupada en la CONFIEP que solo piensa en sus ganancias sin importarle el destino de la patria; y estamos atados a un sistema de corrupción que envenena a todo aquel quien asuma el gobierno, llámese nacional, regional o local; lo estamos comprobando en estos aciagos días en donde se roba sin ningún pudor a costa de los pobres. Entonces, a grandes males, grandes soluciones. Si no pensamos en una sociedad más justa, más solidaria, más integrada, estamos por demás. Urge un cambio de Constitución, urge una escuela de líderes para bloquear a los políticos improvisados, urge el surgimiento de nuevos partidos con sólidos principios, urge que aplastemos a la lacra que nos corroe, aún estamos a tiempo.

Permanencias

Tras 50 años del sismo, 35 de ellos sumidos en la corrupción, lo que nos salva y mantiene como ancashinos es nuestro terco enraizamiento con nuestro suelo y la enorme carga cultural que poseemos. Luego del natural período de shock producido por el sismo y sus efectos inmediatos, el ancashino supo recuperar su esencia cobijándose en su cultura.

Es falso cuando se afirma que el ancashino ha perdido su identidad, eso es lo más negativo que podemos decir. La cultura no es estática, como toda hechura humana, la cultura se transforma, avanza, evoluciona; pero manteniendo sus rasgos fundamentales. Y la identidad no está en cosas aisladas, está en el conjunto, pues todos sus rasgos se relacionan.

Aparte de la costa, cuyos pueblos también tienen una sólida identidad, en la sierra de Áncash encontramos dos grandes naciones claramente definidas y otras más pequeñas que conservan a su vez la identidad. Me refiero a los Huaylas y a los Conchucos en primer lugar y a las Vertientes, el norte y sur de Áncash que conforman tres naciones más pequeñas, todas constituidas hace unos dos mil años, tras el ocaso de Chavín. En ellas, mantenemos los rasgos fundamentales que conforman una nación: el territorio, la lengua, la historia, los mitos y las creencias, las costumbres, la música y la danza, la gastronomía y la vestimenta.

¿Y dónde es que se manifiestan todas estas expresiones culturales? La respuesta es inequívoca: en las fiestas patronales. Áncash tiene 166 distritos y a un promedio de 3 caseríos por distrito, tenemos 500 lugares donde cada año se festejan fiestas patronales. Y cuando unos padres ponen a sus hijos como mayordomos u oferentes, cuando otros padres hacen que sus hijos o hijas bailen alguna danza típica, están preservando para el futuro la cultura ancashina.

Y otro tema es el de los ancashinos exitosos en la capital. Habitantes mayormente del cono norte, con su empuje han logrado posicionar a esta zona de Lima como la que genera mayor economía. Los ancashinos en Lima, en estos 50 años han vencido al monstruo y los vemos agrupados en asociaciones y clubes, orgullosos de exponer la cultura de sus pueblos al Perú y al mundo.

Vendrán otros terremotos seguramente, otros cambios nos traerán la modernidad, pero nuestra cultura prevalecerá, el ancashinismo no morirá: nació en Guitarrero, se forjó en Chavín y se definió hace dos milenios. Lo llevamos en la sangre y está impregnado en nuestro ADN.