Las historias secretas de nuestro español Algunos son nacionales y otros internacionales, no los podemos sacar de nuestro diccionario y tienen historias que asombran: frases y palabras que esconden anécdotas de hace siglos. Las decimos todo el tiempo, pero ¿sabemos de dónde vinieron? Por Jennifer Roca Vajdik
Nada está dado al azar y tanto es así que “azar” no tiene un origen azaroso. Ni esa palabra, ni muchas otras. Todos los días, todos los hombres y en todas partes del mundo se hace uso de frases o palabras populares, de las cuales su origen es olvidado. Hay un listado de ellas y quedarían asombrados al conocer la verdad de sus historias. La lengua se adapta a las sociedades, pero también se impone y es por eso que algunas frases sobreviven por tantos años y trascienden fronteras. Si leíste hasta acá, entonces no hay excusas para detenerte. “No hay tu tía”, dirían algunos. Esta frase surgió en la Edad Media cuando se utilizaba un medicamento llamado “Al-tutiya”, muy útil para curar cicatrices, pero cuando éstas eran muy graves se decía: “No hay al tutiya”, y es así como cambió y se adaptó a lo que es hoy. En la política se habla de “derechas e izquierdas”. Y aunque algunos filósofos estén en lo cierto, y piensen que es una cuestión de percepción, hay una historia detrás de... En la Biblia dice que Dios sentará a los justos a su derecha; en el Senado Romano los que tenían votos positivos iban a la derecha, al igual que en las asambleas de la Revolución Francesa. En 1789 se reunieron diputados divididos espacialmente de forma aleatoria, en 3 zonas en función de su ideología. Posteriormente se mantuvieron los sitios originales, ese primer día, a la derecha del presidente se situó el grupo de la Los Girondinos reconocido por su postura conservadora. A la izquierda los Jacobinos, quienes querían continuar con la revolución francesa. Y en el centro se mantuvieron las personas indecisas o no partidistas aún, llamándose a ese grupo La Marisma. Los rumores tomaron las calles parisinas, se hablaba de las posturas de derecha y de izquierda. Y hay algo que nadie pueden evitar: que los años te pasen y se te noten las arrugas o el cansancio porque no dormiste. Entonces no falta él que te dice “qué baqueteado”. Y si encima conociéramos el origen de la palabra “baqueta”, definitivamente es momento para ir a un spa o tomar unos días de descanso. La palabra salió del castigo que daba el General San Martín a sus soldados, a quienes se les pegaba con una vara de hierro llamada "baqueta". Y si queremos llegar lejos con nuestros esfuer-
zos, baqueteados o no, nuestros padres dirían que “él que quiere celeste que le cueste”. Su origen viene de la piedra lapislázuli, un mineral valioso y difícil de conseguir ya que solo está en algunos lugares del Medio Oriente. Existen muchas más frases que no surgieron al “azar”. Y no nos olvidamos de contar de donde viene esta palabra de procedencia árabe, que trascendió las fronteras para quedarse. Los árabes llamaban a la suerte jugando
El cuadro que representa la derecha e izquierda. Inauguración de los Estados Generales de 1789, enVersalles. El autor de la obra es Louis-Charles-Auguste .
a los dados que tenían impresa una flor blanca llamada “azhar” (flor de azhar) y con el tiempo tomó su actual sentido. En cuanto al amor a veces hay un poco de azar, un poco de destino, pero no hay duda de que todos buscan a su media naranja. Esta frase viene de un mito de la aparición de la mujer y el hombre contado por Platón, el gran filósofo. Él decía que las personas eran asexuadas y dentro de sus cuerpos convivían ambos sexos, pero un día los dioses castigaron a las personas. Los separaron en dos, como una naranja, y los obligaron a continuar su vida buscando su media naranja para volver a encontrar la felicidad. A los que les gusta esquivar obstáculos debería asegurase que no haya moros en la costa. Cuenta la historia que desde lo alto de las torres españolas de las costas se vigilaba que no haya invasiones de los moros, pero si se lograba ver algo, quien estaba de turno vigilando comenzaba a gritar: “¡hay moros en la costa!”. ¿Y a quién no le dijeron que tiene lágrimas de cocodrilo
cuando era niño? En realidad los cocodrilos también lloran. Pero no porque les duela algo, sino porque necesitan tener siempre húmedos sus ojos. Por eso si forzaste el llanto, tendrás lágrimas de cocodrilo, porque no son lágrimas de sincera emoción. Yendo un poco más a lo argento, algo que muchos artistas le desean a sus colegas es “Merde, mucha merde”. Jamás hay que decir “suerte” porque sino atraerás lo contrario. ¿Por qué “merde”? refiriéndose, claro, a excremento. Se remonta a los tiempos en los que los carruajes tirados por caballos llevaban a la alta sociedad al teatro. Que en la calle hubiera mucha “merde” significaba que había ido mucho público. En cambio, cuando un argentino parece perdido se dice: “Como bola sin manija”. Su origen está en las boleadoras que usaban los nativos para cazar. Eran dos piedras y una tercera, más pequeña, que se utilizaba como “manija” para mejorar su lanzamiento, unidas a tiras de cuero trenzado. y sin eso su uso se hacía más dificultoso. ¿Y los hinchas? Donde vayamos hay “hinchas” de algún equipo de fútbol. A principios de 1900 en Uruguay, para armar un partido de fútbol habían varios roles que cubrir además de los jugadores y el referí. Estaba el que inflaba las pelotas: era le hinchador del equipo. Pero pareciera que nos olvidamos de algunas palabras clásicas que conviven con los argentinos y vuelven locos a los que los visitan. El dialecto porteño está cargado de palabras y frases provenientes del lunfardo, una jerga que se solía usar en el tango y los poemas. Y si bien su origen es distinto al de las anteriores frases mencionadas, es tan usado que jamás podría pasar por alto. Un grupo de “pibes” que se juntan a “morfar”. y aunque tengan poca “guita” se “bancan” entre ellos. Porque jamás serían “chorros”, ni saldrían a “afanar”, prefieren hacer “fiaca” o salir a “chamuyar” chicas. Así de complejo y con esta frecuencia aparece en el habla coloquial palabras que fueron usadas por los tangueros de La Boca. Pero no necesariamente habría que relacionar a todas con este lenguaje. Especialistas en la lingüística aseguran que “la gente cree que todas las palabras, vulgares o populares, son lunfardas. Y no, algunas son castellano puro, como laburo, mina, jeta. Lunfardo es decir ‘ no tengo torbelo en el grilo ’ (plata en el bolsillo). A confesión de partes relevo de pruebas, dice el refrán”. 1