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sábado 7 de junio de 2014 | página 15

SALE UN REY ELEGIDO POR FRANCO, ENTRA OTRO PUESTO POR LOS BANQUEROS

¿Por qué no te callas monarquía corrupta? Juan Carlos abdicó en medio de escándalos de corrupción en la familia real y frente al hartazgo de muchos desocupados y hambreados que quieren dejar

de alimentar parásitos e instaurar la Tercera República. Aquel intento de hacer callar a Chávez se erige hoy en símbolo de impotencia y autoritarismo. Por P. B.

TELAM

miles de españolas y españoles que dieron la vida por una España republicana.

¿POR QUÉ NO TE CALLAS?”, la real bravucona de Juan Carlos I ante Hugo Chávez, fue el soberbio grito de agonía de un monarca desprestigiado, que sin embargo se paseaba todavía por América latina como por sus antiguas colonias, haciendo caso omiso de todo lo que cambió por estos pagos. El real pedido de silencio ocurrió el 9 de noviembre de 2007, cuando Chávez denunció el apoyo del gobierno de José María Aznar, a quien calificó de “fascista”, y de EEUU, al golpe de estado de 2002. Allí estaba también el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que salió en defensa de Aznar, dejando claro lo que hoy, siete años después, es la realidad en España: el bipartidismo sostiene a los bancos y sus ajustes, y también a la monarquía parásita, en contra del pueblo. Los falsos socialistas del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y los sinceros fascistas del Partido Popular (PP) sostienen los poderes fácticos a pesar del clamor de cientos de miles de personas que ganaron las calles para enarbolar la bandera tricolor y vivar el invento del cirujano francés Joseph Ignace Guillotin. El mandar a callar a Chávez tiene una gran carga simbólica: es el estertor impotente, extemporáneo, de un monarca hijo del franquismo que ahora deja el trono a su hijo, en una Europa dominada por los banqueros. El monarca, elegido por nadie, intentó hacer callar a un mandatario querido, elegido por su pueblo, un hombre que era parte de ese pueblo y nació en una cuna humilde. Pero no pudo el rey. Sólo la muerte logró callar a Chávez. La muerte, más poderosa que los más poderosos reyes y emperadores, la gran igualadora. La abdicación se erige en medio de los rancios efluvios de la putrefacción de una institución ilegítima y caduca, acostumbrada a mantenerse en medio de las crisis, el hambre del pueblo, la injusticia, la represión y los ajustes. Las formas más obscenas e impunes

Los más parásitos de Europa

del ejercicio del poder forman parte de la esencia misma del sistema monárquico. “Los reyes son felices en muchas cosas, pero principalmente en esto: pueden decir y hacer lo que les plazca”, señaló Sófocles. Mientras una buena parte del pueblo español se manifiesta en las calles y se prepara para convocar un referéndum sobre la continuidad o no de la monarquía, el PSOE y el PP, que juntos tienen más del 80 por ciento de las bancas parlamentarias, le ase-

guran a la monarquía una transición tranquila. Una vez más el bipartidismo conformado entre falsos socialistas y veros fascistas deja sin representación al pueblo. Y en este marco, apuraditos, los poderes fácticos coronarán a Felipe VI el 18 de junio, no vaya a ser que por dar vueltas se queden sin monarquía. El fantasma de Maximilien de Robespierre los acosa. Pero no es el único espectro. También deambulan por estos días, pidiendo República y justicia, los centenares de

Si nos remontamos unos siglos en la historia, comprobamos que la monarquía española se ha diferenciado siempre del resto de sus pares europeos por exhibir un grado mayor de parasitismo. La nobleza española despreciaba no sólo el “trabajo”, concepto que le era ajeno, sino toda actividad productiva, incluso la especulación. Se definían por su consumo (los que sí producían eran los súbditos, claro), por el lujo, el dispendio, el derroche. El oro y la plata obtenido tras el genocidio perpetrado en América era malgastado en fiestas y trajes. Poco o nada quedaba en las arcas de la Corona, que debía endeudarse entonces con banqueros alemanes, igual que ahora. Pero no todo se parece a lo que fue. Ahora la monarquía española participa de grandes negocios y negociados. Y este hecho se nota, por ejemplo, en el cacareo monárquico de los grandes medios hegemónicos al servicio de los poderes fácticos, que vienen dando su apoyo incondicional a la monarquía. El último de los escándalos por corrupción estalló en el seno de la familia real, y tuvo como protagonistas a la propia infanta Cristina de Borbón y su esposo, el ex jugador de hándbol Iñaki Urdangarín. Parece que en 2011 el duque encanutó en su noble calza unos cuantos vueltos, y fue investigado por un supuesto desvío de dinero público usando como pantalla el Instituto Nóos, que presidía. El 15 de abril de 2012 el rey Juan Carlos sufrió una caída en Botsuana, África, donde fue de safari a matar elefantes y sacarse fotos con los cadáveres, rifle en mano. A su regresó debió ofrecer sus reales disculpas. Los elefantes están divididos. Los más optimistas bailan y festejan porque piensan que el viejo asesino no los molestará más. Pero también hay paquidermos pesimistas que dicen que ahora el zángano tendrá más tiempo para divertirse matando.

El rey que legitimó la dictadura de Franco

La mayoría de los países que han sufrido crímenes de lesa humanidad han condenado y ajusticiado a los responsables. Estos son los casos recientes de Argentina y Chile, donde se han perseguido a los responsables de la dictadura del general Videla y Pinochet”, señala Luis Egea en el sitio Eco republicano. Egea agrega además que es una “vergüenza internacional” que eso no haya sucedido en España, y destaca el lugar del rey Juan Carlos I como hijo de Franco y sostenedor y legitimador de la dictadura genocida. “La dictadura franquista no ha sido declarada ilegal; los responsables de los crímenes han vivido impunemente y para mayor escarnio el dictador antes de morir en la cama, nombró como sucesor y heredero de su legado al rey Juan Carlos I”, agrega. El autor cuenta que una vez establecido el gobierno de la Segunda República, por una Ley del 26 de noviembre de 1931 aprobada en las Cortes, se acusó al rey Alfonso XIII de alta traición. El monarca fue degradado de to-

das sus dignidades, derechos y títulos, y se le impidió reivindicarlos ni para él ni para sus sucesores. Se le incautaron además todos sus bienes. Esta ley sería derogada por otra del 15 de diciembre de 1938 firmada por el general golpista Francisco Franco, quien se había levantado en armas contra el gobierno legítimo de la república. “En este sentido, la monarquía actual está concebida bajo un régimen ilegal”, destaca Egea. “El gobierno de la Segunda República fue emanado del pueblo en elecciones del 12 de abril de 1931. El rey Alfonso XIII tras conocer la victoria de los partidos republicanos abandona el país. No lo hizo como se ha escrito en la mayoría de los libros de historia ‘por su amor a España y para salvar al país de una guerra civil’. La realidad, fue que el rey tuvo miedo de correr la misma suerte que el zar Nicolás II”, cuenta Egea, que agrega que el rey huyó, despavorido, pero con el equivalente a 48 millones de euros depositados en bancos de Paris y Londres. Egea señala que al comenzar la Guerra Civil

Española, Alfonso XIII apoyó fervientemente al bando golpista, afirmando ser un “falangista de primera hora”, y donando un millón de pesetas a la causa franquista. Su hijo Juan de Borbón (padre de Juan Carlos), el 1 de agosto de 1936 cruzó la frontera con intención de unirse a los golpistas, pero estos lo rechazaron. Posteriormente el 28 de febrero de 1941, Alfonso XIII moría en Roma, cediendo los derechos dinásticos a su hijo Juan de Borbón. El autor explica que por la Ley de Sucesión, Franco tenía el poder para elegir su heredero cuando lo considerase conveniente. Esta situación irritó a Juan de Borbón, que aspiraba a la Corona de España, por lo que rompió temporalmente las relaciones con el régimen franquista. Posteriormente las relaciones entre Franco y Juan de Borbón se reanudaron, llegando al acuerdo de que el infante Juan Carlos de Borbón podría educarse en España a partir de 1948. De esta forma, Franco podría moldear al presunto heredero y educarle en los valores de los principios del Movimiento, institucionalizando y consolidando el régimen franquis-

ta. El 12 de diciembre de 1959, el príncipe Juan Carlos de Borbón, futuro rey Juan Carlos I, juró por la bandera del régimen franquista en Zaragoza. El 22 de julio de 1969, señala Egea, el joven príncipe juraría las Leyes fundamentales del reino y del Movimiento Nacional, es decir el ideario franquista. Desde ese momento, Juan Carlos I sería el sucesor designado por Franco para la Jefatura del Estado. “Las relaciones entre la familia Franco y los borbones se tornaron afables y cordiales. El príncipe, junto a la familia Franco, acudieron en numerosas ocasiones a homenajes con motivo del 18 de julio, que festejaba el alzamiento militar contra el gobierno de la República y a los caídos por Dios y por España”, precisa el autor. Al anunciarse la muerte de Franco, el 20 de noviembre de 1975, el príncipe Juan Carlos juró acatar los Principios del Movimiento Nacional, destinados a perpetuar el franquismo. Una vez rey, Juan Carlos ensalzó la figura de su progenitor, dando honores de Jefe de Estado al dictador Franco y declarando luto nacional, concluye Egea.


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