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política | el eslabón

página 4 | sábado 22 de junio de 2019

LA ABANDERADA DEL PUEBLO

Las banderas de Macri y CFK Ambos estuvieron el 20 de Junio en Rosario, pero es obvio que al presidente y su antecesora no los representa la misma insignia. ¿Por qué y quiénes operan desde Buenos Aires sobre Perotti? El PJ santafesino, fuente inspiradora de la unidad del peronismo nacional. MANUEL COSTA

Por Horacio Çaró

S

EGÚN QUIÉN CUENTE, SANTA FE es el tercero o cuarto distrito electoral en importancia tras la provincia de Buenos Aires y la Capital Federal. Siempre está presente la discusión con Córdoba, por un puñado de habitantes, pero lo cierto es que nadie puede negar el peso de la bota en elecciones nacionales: aporta nada menos que el 18 por ciento al padrón general.

Los focos puestos en la bota Hacía mucho tiempo que la política nacional, por variadas razones, no ponía el foco en la provincia de Santa Fe, convirtiéndola en el epicentro de hechos que repercuten en el escenario electoral, pero también haciéndola partícipe de operaciones que por lo general no salen de los límites de la General Paz. Durante años, el aura outsider del ex piloto de carreras Carlos Reutemann concitó la atención de los medios hegemónicos merced a una maniobra de pinzas entre los fogoneros locales que creyeron ver en el ex gobernador una especie de gurú calculador, un tiempista que medía cada acción y cada declaración y las ponía en juego en el momento justo y el lugar apropiado, y los analistas porteños del establishment a los que no les interesaba otra cosa que tener a mano a un potencial presidenciable lo suficientemente conservador que no revolviera el avispero. En los 90, cuando surgió de la mano de Carlos Menem, cada vez que se mensuraba quién podría ser el sucesor del riojano surgía su nombre, se ponderaban sus hazañas electorales, y él se encargaba de arrojar misterio sobre esas chances, apelando tan sólo al silencio, que las más de las veces obedecían a no saber qué decir. Es más que recordada la saga que lo tuvo como protagonista cuando en las postrimerías de la Alianza, en 2001, prácticamente se le rogó que aceptara postularse a Presidente, con el consabido episodio que culminó con su lacónica y sombría frase: “Vi algo que no me gustó, y me bajé”. El Lole dejó paso en protagonismo al eficiente trabajo parlamentario de Agustín Rossi, ungido por Néstor Kirchner como jefe del bloque de diputados nacionales del Frente para la Victoria, que ejerció casi durante una década, antes de convertirse en el último ministro de Defensa que tuvo Cristina Fernández, donde también se desempeñó con mérito, a tal punto que se transformó en uno de los dirigentes peronistas presidenciables, con tantas chances para suceder a CFK como cualquier otro de sus pares.

Por aquellos años, la llegada del socialismo por primera vez a una Gobernación en 2007, hizo que Santa Fe también fuera noticia, pero las permanentes balaceras y asesinatos entre capos de las narcobandas rosarinas, producto de la impericia para ponerle el cascabel a ese peligroso gato de la tríada compuesta por los hombres de la rosa Hermes Binner, Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz, hicieron que la falta de glamour progresista hiciera entrar a la Provincia en un cono de sombras que impidió ver tamaño reguero de sangre. No fue el peronismo el que hizo que Santa Fe vuelva a estar expuesta al poderoso haz de luz porteño de la política sino el macrismo, que como en su momento hizo el menemismo, “inventó” un candidato de extramuros, incluso más osado que Reutemann, ya que se trataba de un hombre de la farándula, y dentro de ella de su vertiente más procaz. Miguel Del Sel, integrante del trío Midachi, carismático, chancero, tocaculos, dueño de un humor que ya comenzaba a ser considerado machista y sexista, irrumpió con fuerza en la puja política santafesina, puso a

prueba los límites de una dirigencia acostumbrada a no hacer olas, y llegó a estar a tres puntos de arrebatarle la Gobernación a Antonio Bonfatti en 2011. Cuatro años más tarde, el cómico volvió a recorrer la provincia, y aunque sufrió el desgaste de todo hombre ya jugado en el redil político, cuando llegó la hora de los bifes estuvo –literalmente– a un puñado de votos de acceder a la Casa Gris. Para que se tenga idea, el ahora gobernador saliente, Miguel Lifschitz, obtuvo 584.017 votos, y Del Sel cosechó 582.521, es decir una diferencia de 1.496 votos, la nada misma. Pero esos comicios dieron lugar a un tercero en discordia, Omar Perotti, que se arrimó a esa discusión nada menos que con 558.571 sufragios, lo que hizo que esos tres tercios estuvieran en las pantallas de la televisión nacional hasta que el ex intendente de Rafaela reconoció su derrota, y las chispas quedaron circunscriptas al conteo entre Cambiemos y el Frente Progresista, Cívico y Social (FPCyS). La irrupción de Perotti ya prometía no ser fugaz, y el tiempo se encargó de corroborar esa

sensación térmica que el peronismo santafesino sintió a flor de piel en aquella madrugada de 2015, y que en realidad había arrancado en 2011, cuando el ganador del domingo se metió en las Paso a competir con Rossi y Rafael Bielsa, a quien desplazó a un lejano tercer puesto. En esos días, sus fieles espadachines afirmaban: “Si hubiera habido dos semanas más de campaña, le ganábamos al Chivo”. Así fue construyendo Perotti. Con meticulosidad y prudencia piamontesa, con leales colaboradores que se vienen acompañando mutuamente desde la experiencia municipal rafaelina, exitosa y premiada, aunque nunca promocionada en términos marketineros como lo ha sido la gestión socialista en Rosario. A medida que incursionaba en la lucha provincial, el gobernador electo iba tejiendo alianzas con dirigentes peronistas de las más variadas extracciones, e incluso en la Legislatura, su mano derecha Roberto Mirabella supo establecer alianzas y mantener el protagonismo del sector aún en contingencias adversas, e incluso llegó a ocupar una de las vicepresidencias del PJ provincial.


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