Dibujo. Paulo Cuello Almonacid

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DIBUJO Paulo Cuello Almonacid


1. Dibujar parece ser una buena forma de resolver ciertos asuntos que el mundo plantea. ​Dibujar es resolver de manera simple las enormes complejidades del mundo. Cada mancha de tinta, cada línea en el plano, supone un acto de resolución, lo cual no significa que el mundo se acaba en aquel maravilloso instante, pues continúan habiendo en el aire otras infinitas formas de seguir resolviendo, como polen flotando en los cielos del pensamiento. No es cierto que un dibujo vaya a solucionar algo, como tampoco es cierto que deba hacerlo. He pensado muchísimo en esto el último tiempo. Es sabido que toda vez que se elige manchar una hoja con tinta, se elige también mantener los vacíos, lo que constituye el cuerpo estable del acto gráfico. Dado ese instante de arrojo, el mundo pues, se detiene un instante, como se detiene siempre frente a los valientes, entonces cada resolución gráfica que se toma cuando se decide dibujar, se erige como una intersección de senderos apenas transitados y sólo por unos pocos de mejor forma. Dibujar es resolver de manera simple las enormes complejidades del mundo. O mejor dicho, es hacerle frente a esas complejidades, sin temor, pero sabiendo que son estas insondables profundidades las que dan el sentido último al acto como tal.


2¿Por qué insistir en la búsqueda de la belleza? ¿Por qué insistir en un dibujo mejor? Preguntas que realmente no pueden ser contestadas. Cualquier intento de respuesta es pura poesía. Así pues, intentar responder estas preguntas es, en el fondo, hacerse la misma pregunta a modo de respuesta.


3Cada punto y línea puestos sobre el cuerpo, vienen a plantear una cuestión fundamental, más allá de la mera descripción técnica o de los simples recuentos iconográfico e iconológicos que se hacen cada vez que se habla de tatuaje. Cada punto y línea puestos sobre el cuerpo viene a desafiar la mirada propia, la anatomía construida tras años de mirarse y verse frente al espejo que son los otros. Incluso el espejo que somos nosotros mismos. No es necesario caer en la torpe y tal vez por eso efectiva cuestión de la búsqueda de diferenciación e identidad. Eso se lo dejamos a los community manager de los grandes estudios de tatuajes que venden identidad como quién vende la última zapatilla de moda. Acá lo que tratamos es más simple. Cada punto y línea puestos sobre el cuerpo, remueven el peso de nuestro propio cuerpo hacia distintos lugares. Una línea juega con la frontera visual de los brazos, dos líneas se cruzan en la búsqueda de aquella frontera, hay un punto que parece no afectarse con la gravedad. Dos puntos en otro lugar parecen otros ojos. Una mancha desgarra la densidad del cuerpo. La materia vuelta instancia. Decía Kandinsky que arriba es leve, abajo es pesado, pero cuando el cuerpo se recuesta, vaya sorpresa, el arriba se libera, otras veces el abajo se vuelve caótico. Una teoría que murió por amor.


4Frente a las costas del pensamiento, un barco se hunde poco a poco. Lleva años oxidándose. He visto ese barco desde que tengo memoria, recostado sobre su pasado, tal vez glorioso. Años atrás decidí ser dibujante. Como aquel barco, clavado en una orilla.


5Dibujar con carbón posee una extraña reverberación. Emite una suerte de ruido fundamental. Estoy seguro. Nadie que haya dibujado con un trozo de carbón desconoce esto. De una u otra forma aparece entre los ojos y el papel, un poco más arriba de la mano, una sensación familiar, secreta pero familiar. Como los rumores del barrio. Posiblemente se debe a la simpleza del material. Una simpleza antigua. Es difícil precisar, pero sin duda que dibujar con madera quemada arrastra hace siglos la buenaventura de la capacidad humana.


6La hoja en blanco. El Ăşnico misterio de la humanidad.


7Mirar desde la furia, creer desde la sospecha, pensar desde la nobleza, dibujar desde la ternura.


8.Los recuerdos desaparecen en cierta medida. Los rostros se desvanecen con los aĂąos, los muertos se desfiguran bajo nuestra mirada, los abrazos ya no tienen manos pero siguen siendo abrazos. El tiempo transforma los recuerdos en sensaciones, parecidas a esos sabores sutiles y difĂ­ciles de percibir, que casi no se alcanzan, impronunciables, que dejan algunos alimentos en el paladar. Mas aquellos inefables momentos conforman el cuerpo, la columna vertebral de nuestra memoria Ă­ntima.



9. Mi pequeña poética del carbón se construye entre pañales al viento, toallas húmedas y penas dormidas sobre la cama. Es imposible determinar un inicio. La creaciòn es un río de innumerables afluentes. Hoy dibujo como ayer caminaba.


10. En el gesto estรก la elegancia.


11. Un arte liberado de los centros, de la trampa de querer estar donde otros brillan con luces que no les son propias. Un arte sin miedo de los centros. Un arte familiar, mas no un arte pequeño. Nuestras familias merecen el mejor arte posible. El arte más bello. Un arte producido desde la calma y la ternura, con la racionalidad propia de quienes maduraron a fuerza de las imposibilidades. Un arte que no cayó en la trampa. Ese es el desafío y tal vez la mayor de las tareas. . Si hay algo que he aprendido con los años, con mis años dibujando y mis años de hijo de artista, es que no dibujo solo. En mis dibujos está mi familia. Mis padres, mis hermanas, pero sobre todo, mi compañera y nuestros hijos que se bancan todo esto. Habrá quienes produzcan sus obras de otra forma, está bien. Nosotros no. Hay que dejar de caer en la trampa. Nuestro arte lo hacemos en familia. . Es difícil aceptarlo. La trampa es creer que no es así. La trampa es hacernos creer en la incapacidad artística de la familia. La trampa es hacernos creer que no se reflexiona en familia. Que no existe reflexión más que dentro de un individuo aislado que lucha solo contra las vicisitudes de este mundo. Hay que dejar de caer en las putas trampas que nos poneme para anularnos y liberar nuestro potencial.


12. ¿Cuánto pesa un buen dibujo? ¿Qué tanto se extiende por el horizonte la belleza de una línea trazada con la maestría de los siglos? ¿Quiénes conocen a ciencia cierta la verdadera naturaleza de la duda que, como una bestia antigua, acecha antes del primer trazo? ¿Es aquel primer trazo un bombardero lanzado en las fauces del territorio enemigo por la contienda del pensamiento? ¿O es más bien una tierna defensa de nuestra condición frente a la inhumana pureza del papel en blanco? ¿Es la línea una confesión o un pelotón de fusilamiento? ¿O ambas? ¿Es la mano un portal o un candado?



3Dibujo como ruego En silencio



14. Me he impuesto la tarea de escribir sobre mi dibujo. No es un simple acto de razón sino un ejercicio de humildad. Me reconozco como una persona imposible, literariamente hablando. Una mala metáfora siempre me sirve como refugio frente al caos de la creación. No tengo la capacidad arquitectónica que se necesita para elaborar catedrales de pensamiento. Carezco del rigor y la lógica se me escapa. Lo mío es más bien un despreocupado caserío que sobrevive junto al mar. Hay redes colgando en las entradas, colchones meados al sol y olor a fritura. Un par de niños corren una y otra vez hacía las olas. No se cansan. Su voluntad es muchísimo mayor que la mía y no me queda más que reconocer su victoria. En realidad hago de su victoria mi propia victoria. Así pues me quedo frente a la costa y dejo en otra parte los monumentos a la humanidad. No desdeño aquellos palacios, todo lo contrario, los he admirado con profundo sentimiento de dolor, pero aquí me encuentro, rasgando con mis pezuñas el vasto revoque de sus paredes suntuosas. Carezco del rigor necesario para pavimentar el bosque de mi pecho y aun así me propuse escribir sobre mi dibujo. Con mucha suerte y esfuerzo puedo escribir una página entera y con mucha suerte y esfuerzo puedo mantenerme dibujando.


15. ¿Cómo sé si me encuentro frente a un dibujo que me gusta? Simple. Cuando lo veo y me dan ganas de dibujar.


16. Dibujo con mi hijo mayor sobre mi espalda Escribo con el menor en mi rodillas.


17. Cuando niño tuve una imagen fija en mi cabeza durante años. Jamás lo conté. Una casa antigua y pequeña, probablemente de adobe, con tejas, sola en medio del campo. Un campo seco, marrón, con algunos árboles al fondo. Intenté dibujarla por años. Jamás nadie me vio hacerlo. Fue mi secreto. Se puede tener ese tipo de secretos. Pequeños secretos. Sobre todo intenté pintarla. Témpera y acuarela, los materiales permitidos a los niños. Nunca lo logré. Nunca pude acercarme a la imagen correcta. Siempre, sin excepciones, se me escapaba de las manos a mitad del dibujo, en medio de la pintura. Se me escapaba de la hoja pero no de la cabeza. Ahí estaba pero mis manos no tiraban lo suficientemente fuerte. Pasaron los años y me rendí. Aún conservo la casa en los campos de mi memoria. Siento que me espera.


18. Teo, nuestro segundo hijo, nació en la casa que fue de mis abuelos, una casa que ha estado en mis recuerdos desde siempre. Nació justamente en la habitación que fue de mis abuelos, la pieza donde viví cuando viví en esa casa solo, donde una noche me despertó la nada y tuve que hacer las paces conmigo mismo y mis fantasmas, que es además la pieza donde murió mi tata al comienzo de algún verano. Una pieza donde se ha muerto y nacido. Los dos dibujos que dejo abajo los alcancé a realiza, junto a otros pocos, mientras Verónica pasaba las contracciones sumergida en la tina del baño del segundo piso, cuando estábamos solos los dos mientras mi madre y mis hermanas esperaban abajo, en una escena muy antigua. Entre una contracción y otra, tuve la idea de bajar corriendo a tomar unos papeles que había cortado sobre la mesa del comedor, un lápiz cualquiera y entre nervios, susto, emoción, preocupación y otras cosas, alcancé a hacer estos breves, muy breves dibujos. Son dibujos nerviosos, contracturados, de una técnica dudosa, pero son lo mejor que he hecho. No tengo dudas al respecto. Es mi compañera y mi hijo que sale de su cuerpo. Solo he dibujado una vez en mi vida y no paro de hablar de ello.



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