






















José Di Croce, más conocido como “Pepe“, está sentado en el comedor de su casa de Avellaneda. Mientras se toma un mate, nos habla sobre su historia y cómo fue que su familia inmigró desde Italia “como lo hace desde siempre”, según sus vecinos.
Su hija Marcela aparece y le recuerda una canción, “Las dos banderas“; que José canta cerrando los ojos y evoca con su acento italiano; con ella acompañándolo en algunas estrofas. Este tano ensamblado en Argentina nos abre su corazón relatando lo que fue dejar su patria y construír la de sus siguientes generaciones evocando sus raíces.
Avellaneda fue la cuna del inmigrante, y hubo un momento en que, a mitad del siglo XX, el 90 por ciento de su población estaba integrada por inmigrantes de todas partes del mundo.
“Pepe” nació el 14 de octubre de 1937 en el pequeño pueblo de Carpineto Sinello en la provincia de Chieti, región italiana del Abruzzo.
“Pueblo de mi corazón”, dice, y lo rememora como un pozo dentro de montañas. Su padre viajó a Argentina en 1949 y estuvo tres años sin ver a su familia Era comerciante y se había endeudado por los estragos de la Segunda Guerra Mundial, con una Italia en ruinas. “Todos sus amigos murieron ahí, pero él se salvó del servicio militar porque tenía varices y un pie plano”, recuerda con un dejo de nostalgia.
País: Italia
Región: Abruzos
Provincia: Chieti
Superficie: 29 kilómetros2
Población: 730 habitantes
Gentilicio: Carpinetani
Código postal: 66030
Patrono: Arcángel Miguel
José con su familia recién llegados al país
En Carpineto Sinello vendían cerdos, vacas y caballos hasta que un hermano de su padre, que ya se había venido a Argentina en 1926 para trabajar en los primeros frigoríficos de Avellaneda, lo ayudó a pagar un pasaje.
“Tres años vivimos en Italia sin él, hasta que nos vinimos juntos con mi madre, y mis hermanos Josefina, Juan y Agustín. Yo en Italia ya trabajaba como peón de albañil, a los 14 años, para ayudar a mi madre”, sigue con loEn el barco de Italia a Argentina viajaron 21 días, con un total de 2100 pasajeros.
No deja de sollozar cuando recuerda cómo bajó apoyado de la baranda del barco mientras su padre los esperaba en el puerto de Buenos Aires, o de qué modo su madre lloró luego al conocer la casa que habían comprado en Avellaneda y que por años debieron trabajar duramente para poder pagarla
“En Argentina con mi primo trabajé como albañil, luego en la fábrica Durax aprendí de elaboración de productos de vidrio y empecé a ganar buena plata para colaborar con las deudas”, cuenta José.
Ya de grande, en 1997, pudo regresar a su pueblo de Italia: estuvo dos meses de visita con sus hermanos.
Poco tiempo después, ante la visita del pueblo italiano de Carpineto Sinello al barrio, fue agasajado en un encuentro entre éste y el intendente de Avellaneda en una cena donde la historia de José se contó como uno de los tantos ejemplos del desarraigo, de familias partidas por el hambre y la ferocidad de la guerra.
Marcela Di Croce recuerda la manera en que, tras la crisis del 2001, casi repite la historia de su padre.
“Estaba mal económica y afectivamente. Había sacado el pasaporte, el pasaje y en Italia me ofrecían un puesto gerencial. Mi papá me preguntó si estaba segura, que lo pensara porque acá estaban mi idioma, mi cultura, mis amigos, y cuando estaba decidida en irme, dijo unas últimas palabras que fueron definitorias: ‘Lo que más vas a extrañar, hija, es el olor a río que hay en Avellaneda cuando llueve’. Y no me fui”.
1855
Fundación de Avellaneda como municipio.
1860
Avellaneda experimenta un auge inmigratorio, principalmente de italianos, españoles, franceses y alemanes.
1857
Llega el primer contingente de inmigrantes italianos
1914
La Primera Guerra Mundial frena la inmigración a Avellaneda.
1920
Nueva oleada inmigratoria, principalmente de españoles y eslavos.
1940
Disminuye la inmigración a Avellaneda, pero la ciudad ya ha adquirido un carácter multicultural definitivo.
2001
Crisis económica en Argentina provoca una nueva ola migratoria, principalmente hacia países europeos.
Avellaneda sigue siendo un polo de atracción para inmigrantes de países latinoamericanos, especialmente Bolivia, Perú y Paraguay.
Los inmigrantes desde su llegaba contribuyeron a la formación de la identidad de Avellaneda, aportando su propia historia, costumbres y valores.
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La casa que vio crecer a Pepe desde su temprana llegada a la Argentina, contaba con una particularidad: era una única construcción que en su interior albergaba varios chalets habitados por diversas familias de inmigrantes.
“Éramos varias familias, todas de distintas partes de Europa, pero convivíamos como una sola. Los grandes nos cuidaban a los más chicos entre todos. Los que teníamos la misma edad, y jugábamos a la pelota en la vereda; nos volvimos amigos de toda la vida.”
En esta ciudad de diferentes culturas conectadas, Pepe construyó un hogar junto con su gran amor, María Marta, y sus tres hijas: Marcela, Eva e Isabel. Marcela, la más unida a su papá, aprendió el oficio de modista y hoy tiene en el barrio su propio atelier.
Ella, con un espíritu trabajador igual al de su padre, montó su lugar de trabajo con su propio esfuerzo y logró volverse la modista de confianza del barrio.
La inmigración, tanto en los inicios de Avellaneda como en la actualidad, influye tanto en su economía como en la formación de su identidad local. Los inmigrantes se desenvuelven en diversos oficios: industrial, comercial, servicios y construcción. También, tuvieron un impacto en la cultura que se ve reflejado en su gastronomía, música, festividades y tradiciones. .