Fuera Zapato Viejo. Crónicas, retratos y entrevistas sobre la salsa en Bogotá (Parte 1)

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–y ni siquiera ellos, dueños y guardianes de los álbumes más curiosos, raros y exóticos de la salsa mundial– guarda una copia que compruebe la veracidad de lo que se dice entre gramófonos y tocadiscos. Así las cosas (y hasta que no aparezca la legendaria placa), el primer álbum de 45 revoluciones que Varela grabó es Al pasito y lo hizo en un estudio que quedaba en la calle 20 con carrera séptima. Era el mismo de Ortiz y constaba de cuatro canales y una pequeña consola que obligaba a registrar cada sonido de manera independiente y con mucha paciencia, por turnos. Viveros en la percusión, Francisco Fortiche en el bajo, Hernando Sepúlveda con el piano, Luisito Rodríguez con las congas, José Ferrer con el bugle y Lozano con el trombón fueron los músicos que hicieron parte de ese disco cuya primera canción grabada fue “A ti Barranquilla”, según lo recuerda el cantante Héctor Viveros. Jorge Bassan también prestaría su voz para el álbum que sirvió como estreno de Varela como director de orquesta a los 30 años de edad y que marcó el nacimiento del Grupo Niche en 1979. A Bertha Quintero, antropóloga y agitadora musical, no le extraña que Varela le hubiera respondido con tanta seguridad al dueño de Discos Daro. El músico que ella recuerda no era un compositor ensimismado y tímido, sino un director estricto e implacable, que durante ese mismo año ya tenía claro en su cabeza cómo era eso de armar y pulir una orquesta: “Él iba todos los días a mi casa en Chapinero Alto a ensayar con sus trece músicos desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Hacía arreglos, componía canciones e ideaba la logística para salir de gira mientras consolidaba su fórmula personal de llegar a los medios”. Ese Jairo ya no era el tipo metiche, díscolo y bueno para nada. Al contrario, era un Varela centrado y perfeccionista, capaz de repetir una canción hasta el hartazgo con tal de alcanzar su cénit melódico. Era, por fin, el maestro Varela que habría de triunfar con sus defectos y virtudes en otras latitudes, sin olvidar nunca su paso por Bogotá. Quizá por eso dos años después de la inesperada muerte de Agualimpia, en 1981, cuando lanzó su segundo disco –el primero con el que inauguraba su relación comercial con Codiscos y por el que recibió $70.000–, aprovechó para homenajear a su maestro. Y lo hizo a su modo, a través del primer sencillo que se llama “Homenaje de corazón”, y cuyo coro resume líricamente lo difícil que fue surgir como artista, tal y como se lo había anticipado Antero Agualimpia aquella noche decembrina de 1979 a pocas horas de morir: Antero me dejó una herencia para cantarle a mi pueblo. Me dijo es duro el camino, empuñá fuerte esta bandera.

EL (MAL) PASITO BOGOTANO DE JAIRO VARELA

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