Bogotálogo II: usos, desusos y abusos del español hablado en Bogotá

Page 203

201

al palacio presidencial que habitaba el padre del dichoso púber. Los esfuerzos de ocultamiento se encaminaron a evitar el escándalo. No a proteger la reputación ya muy disminuida de un joven que no poseía aspiración presidencial alguna, según certifican aún sus amigos de la época y compañeros de bachillerato. 2. El mismo expresidente carece de un testículo La petit histoire, narrada por los detractores del exmandatario, habla sobre la donjuanesca anécdota de dos de los vástagos del veterano expresidente en cuestión (uno de ellos futuro presidente y el otro, futuro director de un desaparecido diario), flirteando con la hija de uno de los propietarios de una afamada clínica oftalmológica. Luego relata acerca de un violento acceso carnal por parte de la pareja de traviesos hermanos para con la heredera del emporio óptico. Al terminar, alude a la consecuente retaliación ejecutada por el desairado padre, quien, presa de la cólera y gracias a su experiencia en lides quirúrgicas, decidió convertir a uno de los jovenzuelos en semieunuco, deshonra que de nuevo fue ocultada para no truncar las brillantes carreras de padre e hijo (ambos, en algún momento, máximos dignatarios del país). 3. Una difunta presentadora de nuestra televisión y un exdirector de la Policía fueron propietarios de sendos burdeles. Estas leyendas tienen la peculiaridad de cuestionar una de las más brillantes y donairosas carreras en la historia de la televisión y la radio bogotanas, y de poner en tela de juicio el currículo de un probo hombre del orden. La primera calumnia consiste en enrostrar sobre la inocente e inmolada diva, deshonrosos y del todo falsos cargos por proxenetismo. Para más señales, se suele decir que el establecimiento está ubicado en inmediaciones de la calle 100. Una suerte semejante ha corrido en años recientes un excomandante de la Policía. 4. El Vikingo

La historia se remite a la Avenida Caracas, en el extenso círculo de establecimientos que dentro de horarios ilegales aún siguen operando, en un franco desacato a la ley. Se trata de un bar que, para ser exactos, se localizaba en donde hoy está Galerías y en donde alguna vez estuviera Sears. Según los voceadores de la nunca comprobada situación, había en la zona un club de billares en donde los clientes que acertaban en sus distintos embates con el taco recibían como premio ayuntamientos carnales con bellas damas dispuestas para tal fin. El problema estaba en el excesivo y poco ejemplarizante castigo recibido por quienes, tras sucesivos yerros, salían derrotados de la partida, pues dado tal caso, el Vikingo —un hombre de raza negra ataviado con un casco y a su vez provisto con cuernos, a lo Olafo— hacía su siniestra aparición, atacando con su despiadada y monstruosa asta viril a los infelices clientes derrotados. 5. Restaurante caníbal en La Calera Se rumoraba, por allá en los ochenta del siglo XX, acerca de la existencia de un establecimiento en donde, a puerta cerrada y con secretas recetas jamás reveladas a la engañada aunque satisfecha clientela, se elaboraban platillos en los que los cuerpos humanos cocidos eran el ingrediente principal. Se supone que la verdad salió a flote cuando uno de los comensales encontró en su bandeja un fragmento de una falange. Dicho mito es una actualización de otro —mucho más antiguo— en el que se afirmaba que la mencionada falange habría sido hallada en una rebanada de humilde salchichón cervecero fabricado por una pequeña y desconocida salsamentaría bogotana. 6. Los tatuajes temporales incluidos en la presentación ‘vasito’ de cierta marca de helados contenían drogas Otro de aquellos inventillos inverosímiles de los años ochenta del siglo XX, fue difundido por ciertos párvulos que se encargaron de diseminar la creencia de que los tatuajes autoadhesivos, contenidos a manera

*bogotálogo


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.