La Sombra

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ca denunciaba, supuestamente se caía en la ducha o por las escaleras. Aquella vez la excusa perfecta habría sido que la había atropellado un tren. Estaba desfigurada completamente. Apenas podía hablar. La visité dos días después de su ingreso. No dijo nada, como siempre. Esa misma noche alguien entró en su piso y le pegó dos tiros a bocajarro a Ibrahim. Fue claramente un caso de robo. Todo el departamento de policía hizo la vista gorda. Un caso más sin resolver. Algunos compañeros sospecharon de mí, pero jamás dijeron nada, salvo que quien lo hubiese hecho tenía el cielo ganado. En realidad, sí hubo un robo en la casa. Te lo he traído. El inspector metió la mano en el bolsillo interior de su abrigo y extrajo una hoja grande enrollada a modo de pergamino, mientras los ojos de Nicky permanecían expectantes. Le quitó la cinta que mantenía el papel enrollado y lo mostró a su confidente. — Yo juraría que eres tú- dijo mostrándole un dibujo hecho a carboncillo de un hombre de mediana edad. — Sí, lo hizo mientras dormía. Le encantaba dibujar. Le dije que no era buena idea, pero era incapaz de negarme a cualquier cosa que me pidiese- dijo Nicky en voz baja. — Entiendo esa sensación. — ¿Por qué le mataste?- preguntó Nicky Durante un breve periodo de tiempo el inspector Montero permaneció en silencio, reflexionando. — No lo sé muy bien- dijo titubeando- Imagino que es una mezcla de varias cosas. Supongo que una mezcla de camaradería y amor. Sí, aunque te parezca ridículo. Sabía que no podías volver, ella callaba en silencio, te protegía, e imaginaba que eso era lo que hacía que nunca denunciase a Ibrahim. El chantaje con desvelar tu identidad. Así, ella aguantaba paliza tras paliza. Llegué a odiar tu cobardía. Luego, la imaginé hablando contigo por teléfono, contándote que era feliz, que tenía una vida tranquila junto a un marido que no quería, pero que la trataba bien. Era lo que habría hecho Marian en una situación parecida. Supe que ella jamás te descubriría, que tú nunca sabrías su verdadera situación y me imaginé a aquella bestia poniéndole la mano encima a mi Marian. Todo eso llevaba rondándome la cabeza varios días cuando fui a verla y se negó a hablar por temor a hacerte daño. Entonces fui y lo maté. Lo hice con el arma oficial, me podía haber costado el puesto

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